DE CÓMO ENGORDÉ BUSCANDO EL HAMBRE EN LA RUSIA SOVIÉTICA
POR WILLIAM H. DUPREY, MIEMBRO DE LA DELEGACIÓN DE OBREROS PARA LA URSS, MIEMBRO DE LOS OBREROS TEXTILES UNIDOS DE AMÉRICA - AMERICAN FEDERATION OF LABOR (A. F. OF L.)
PUBLICADO EN 1936 - DISTRITO DE AMIGOS DE LA UNIÓN SOVIÉTICA DE NEW ENGLAND - 12 NEWBURY STREET, BOSTON, MASS
El artículo original en inglés se puede descargar en diferentes formatos desde esta página:
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(por cortesía de tovarich JMenéndez)
PRÓLOGO
Fui uno de los doce obreros y campesinos elegidos por sus propios sindicatos y organizaciones fraternales, auspiciados por el Grupo de Amigos de la Unión Soviética, para visitar la URSS e informar sobre cómo funciona en la práctica el Socialismo. William Randolph Hearst, en su cadena de periódicos como el Boston American, el Boston Advertiser, el New York Evening Journal, y demás, ha estado difundiendo declaraciones acerca de que en la Unión Soviética no existen verdaderos sindicatos, de que los ciudadanos soviéticos pasan hambre, de que la Unión Soviética está dirigida por un dictador. Obreros y campesinos fuimos enviados allá para averiguar si Hearst decía la verdad o mentía, para enterarnos de cómo los ciudadanos soviéticos trabajan y se divierten, qué comen, cómo funcionan sus sindicatos y cooperativas de producción agrícola, si tienen desempleo, qué medidas se toman para la vejez y la discapacidad, cómo se tratan a las mujeres y niños, y muchas otras cuestiones.
Había entre nosotros representantes de Amalgamated Association of Iron, Steel, and Tin Workers (A. F. of L.) , de United Mine Workers of America (A. F. of L.) , de United Textile Workers of America (A. F. of L.) , de Wisconsin Cooperative Milk Pool, de International Brotherhood of Electrical Workers (A. F. of L.) , de Dyers Local No. 1773, Paterson, N. J. , y de muchas otras organizaciones. Cuatro somos miembros del Partido Socialista. Había un minifundista de Michigan, un pequeño productor lechero de Winsconsin, un maestro de escuela y un doctor. Varias nacionalidades y etnias estaban representadas: lituanos, italianos, polacos, judíos, negros, franco-canadienses. En el grupo había católicos y protestantes.
Fui elegido por obreros textiles, entre otros, en una asamblea de New Bedford, Massachusetts, que fue respaldada por el Sindicato de Tejedores, U.T.W.A. (A. F. of L.). Varias organizaciones eclesiásticas y clubes religiosos ayudaron a completar la suma necesaria para el viaje. Soy ayudante de operario de máquinas textiles y trabajo en el proceso final del hilo de algodón, montando y dimensionando los extremos antes de que vayan a los telares. Gano 16.70 dólares por semana. Soy católico practicante, miembro activo del Partido Socialista y ex miembro de la Guardia Nacional. Mi padre es un trabajador textil, miembro del sindicato durante cuarenta y cinco años. Tengo ascendencia franco-canadiense, y en casa hablábamos el inglés y el francés.
¡Cuánto he escrito sobre nosotros! Lo más importante es lo que sigue: qué fue lo que vimos en la Unión Soviética.
Marineros franceses y marineros rusos
Viajamos en tercera clase hasta Londres en el transatlántico francés Ile de France, y desde Londres a Leningrado en el barco ruso Cooperatzia. Los tripulantes del Ile de France nos dijeron que todos pertenecían al Partido Socialista Francés. Al enterarse de que cuatro de nosotros éramos Socialistas, insistieron en que nos uniéramos en un frente unido a los obreros comunistas, de la manera en que ellos habían hecho en Francia. Los marineros franceses tenían que trabajar muy duro y casi no tenían tiempo para sí mismos. La disciplina era muy estricta, los oficiales se oponían a que los pasajeros hablaran con los marineros.
La atmósfera en el barco soviético era extrañamente diferente. Los marineros no saludaban a los oficiales, sino que los llamaban “camarada”. Cuando estaban fuera de servicio, me sorprendió ver al capitán y a los miembros de la tripulación juntos cantando con todas sus fuerzas. Había una gran habitación común para marineros y oficiales, y una “esquina roja” con un busto de Lenin, libros y artículos. Me comentaron que el trabajo de la tripulación no era muy duro. Estarían en tierra durante el próximo viaje del Cooperatzia con el pago completo —hacían un viaje de cada dos, de manera de poder estar en casa con sus mujeres y familiares la mitad del tiempo. Me di cuenta de que la disciplina era estricta cuando estaban de servicio, y tanto los oficiales como los marineros parecían competentes en su trabajo.
Leningrado
Fuimos recibidos en el muelle de Leningrado por representantes de los sindicatos, reporteros de periódicos y fotógrafos. Había una banda de obreros de un taller que era muy buena. Después de los discursos en ruso y en inglés nos fuimos a nuestro hotel y cenamos. La cena fue excelente pero el servicio era escaso. Me explicaron que no había suficientes camareros y la razón de esto era que tomaban otros trabajos.
Al día siguiente visitamos la Fortaleza de Pedro y Pablo, una antigua mazmorra para presos políticos —obreros hechos prisioneros por los capitalistas rusos porque luchaban por sus derechos y por un gobierno obrero. Ahora es un museo. El antiguo palacio del Zar es también un museo —todo ha quedado como lo dejó la familia del Zar. Vi en la Unión Soviética que los lugares históricos —antiguas prisiones, palacios, muchas de las iglesias— se mantienen intactos, se han vuelto museos.
Sabía que había sido mandado por los trabajadores de New Bedford para algo más importante que visitar museos, así que los pocos días siguientes los dediqué a investigar las fábricas textiles de Leningrado. Durante mi estancia en la Unión Soviética me concentré en las fábricas textiles y en los talleres de ropas, viendo con mis propios ojos cómo funcionan, qué tipo de maquinarias usan, cómo están organizados los sindicatos y cómo se desempeñan, los horarios, los salarios, y las condiciones de vida de los obreros textiles y de la ropa.
Labor de detective aficionado en la Unión Soviética
Antes de salir de Estados Unidos algunos de mis amigos me aconsejaron que no creyera en todo lo que me contaran. “Te mostrarán solamente lo que ellos quieren que tú veas”, me advirtieron. “Así que mantén los ojos bien abiertos”.
Por eso fue que durante mi estancia en la Unión Soviética realicé una pequeña labor de detective aficionado. Las delegaciones de los sindicatos venían a informarnos sobre las fábricas textiles que serían las más apropiadas para visitar. Después de haberles dado las gracias con mucha amabilidad, con mi compañero delegado, Adam Chada, un minero lituano de Pennsylvania que hablaba ruso, salíamos a investigar las fábricas textiles que el sindicato no había recomendado. Más tarde iríamos a examinar también las fábricas modelo. Casi siempre viajábamos montados en tranvías. Le tiraba de la manga a Chada y le decía: “Bajémonos aquí”. Descendíamos y nos dirigíamos a la casa de algún obrero. Chada explicaba quienes éramos y el obrero nos mostraba su casa. Nunca pudimos escaparnos hasta no haber ingerido una comida con el obrero y haber bebido algún buen vino soviético. De este modo llegamos a promediar unas seis comidas al día. En mis intentos de encontrar una familia hambrienta en Rusia, que es de lo que habla Mr. Hearst, gané 15 libras (6,8 kg) de peso.
Fábricas textiles en la Unión Soviética
Visité la fábrica “La Rosa Roja” en Leningrado, que es la mayor fábrica textil de Europa. Fabricaban productos acabados de algodón y algo de lana. En 1930 el salario promedio en la fábrica era de 93 rublos al mes. En 1935 es de 184, y muchos obreros ganan bastante más. La mayor parte del trabajo es a destajo. No tienen relojes contadores, pero usan su propio sistema para medir el trabajo— supervisado, habría que decirlo, por los propios trabajadores. Las mujeres reciben igual salario que los hombres por el mismo trabajo.
Todas las máquinas peligrosas están protegidas. Algunas máquinas que no habríamos pensado en proteger en los Estados Unidos (por ejemplo, las poleas de correa inferiores en la sala de corte) están cubiertas. En la sala de tejido se cubre la zona donde la lanzadera golpea el interior de la carcasa.
La comida de un obrero con familia cuesta alrededor de 168 rublos al mes. Los trabajadores pagan el 10% de su salario por el alquiler. Las cuotas sindicales representan el 1% de los salarios mensuales.
De esta forma, una pareja en la que ambos trabajan, tendría dinero tanto para cubrir sus necesidades como para muchas comodidades. No cabría preguntarse entonces por qué el 70% de los obreros de la Unión Soviética posee cuentas bancarias.
Un tejedor de seda se ocupa de tres telares como promedio —nunca de seis como ocurre en los Estados Unidos. El máximo número de telares que un técnico de reparación se encarga, es de 40 en las fábricas textiles— nunca de 100 como ocurre aquí. En la sala de corte, cada ayudante realiza las dimensiones para su propio operario de tejedoras, y se encarga de una sola máquina. En los Estados Unidos un ayudante se ocupa de tres máquinas.
Descubrí que los métodos de eficiencia se usan en la URSS al igual que en los Estados Unidos, aunque con propósitos diferentes. En los Estados Unidos se le pide al experto en eficiencia obtener más beneficios para los accionistas, mientras que en la URSS la eficiencia se utiliza para sacar más producción con el objetivo de abastecer la demanda de los consumidores, ya que hay un déficit de textiles. El producto de este incremento de la producción se devuelve a los obreros en forma de salarios más altos, nuevas maquinarias, más vacaciones, etc.
Puedo decir con toda franqueza que el sistema de stretchout no se usa. Para que puedan entender aquellos que no están familiarizados con la industria textil debo decir que el stretchout es un esquema capitalista con el cual una tarea se incrementa con el fin de obtener la misma cantidad de trabajo mediante el empleo de un menor número de personas y el pago de menores salarios. Por ejemplo, en la sala de tejido, donde esta práctica es más usada, tres hombres pueden estar ocupándose de sesenta telares, o de veinte telares cada uno. Los patrones se dan cuenta de que no producen suficientes ganancias, entonces despiden a un hombre, y ponen a los otros dos a ocuparse de sesenta telares entre ellos. Esto significa un 33⅓% de incremento de trabajo. En muchos casos se les recorta el salario y se les dice que podrán tener muchos mejores salarios con los telares extras. Resulta que cada obrero nunca recibe más del 10% del salario que ganaba cuando se ocupaba de sus 20 telares originales, pero produce un tercio más que anteriormente. Los dos obreros juntos ganan 20% más de salario—si tienen suerte— mientras el bolsillo del patrón recibe el resto.
Condiciones de trabajo
La iluminación en las fábricas soviéticas es excelente. Las ventanas tienen una separación de alrededor de seis pies (1,8 m) , y miden seis pies de ancho y ocho (2,4 m) de altura. La ventilación es tan buena que los sistemas de ventilación mecánicos en uso son prácticamente innecesarios. Sin embargo, las condiciones de los inodoros en las fábricas soviéticas son muy malas. Cuando hice esta observación me dijeron que el gobierno está dedicando millones de rublos anuales para resolver esto.
Los obreros reciben inspecciones de salud obligatorias dos veces al año, y cualquiera sin la salud adecuada se le libera del trabajo y se le manda a descansar a casa, a un sanatorio o a un hospital. Mientras tanto recibe su paga total, así como atención médica y alojamiento gratuitos.
Tan pronto como una mujer sabe estar embarazada se lo dice al supervisor, y si está haciendo un turno nocturno se le libera de éste. Se le dan dos meses de vacaciones antes de que nazca el niño, y regresa al trabajo dos meses después del nacimiento. Mientras tanto la madre recibe la paga completa, y los servicios médicos y cuidados hospitalarios son gratuitos. El hospital le proporciona al bebé un equipo completo, que consiste en ropa, cama y mantas. También la madre recibe una comida especial durante cierto período de tiempo, antes y después del nacimiento del niño. Cada taller o fábrica tiene una guardería. Si la madre está amamantando a su hijo se le permite un período de lactancia cada tres horas para ir a la guardería y alimentar al niño.
Los obreros comen en un comedor anexo al taller que está gestionado por los mismos obreros. Los comedores son largos y aireados, la comida es buena y su precio es muy bajo.
Todos los obreros que no están educados asisten a la escuela que dispone el taller para sus obreros.
Horarios
Los obreros textiles trabajan siete horas por día durante cinco días a la semana. El sexto día es de descanso. No pueden fumar en las máquinas, pero existe una sala de fumadores y una biblioteca. Tienen un período de 5 minutos de descanso cada hora.
Los trabajadores de hasta 18 años de edad tienen una jornada de seis horas. De estas, trabajan cuatro horas en el taller y estudian dos, sin embargo, se les pagan las seis horas completas. Por debajo de la edad de 18 a nadie se le permite trabajar en el turno nocturno.
Cuando le hablé de esto a una amiga en Estados Unidos, me dijo: “Bueno, tenemos una imagen en nuestras mentes de esas condiciones ideales, pero ellas no corresponden a la realidad de Estados Unidos. Yo tengo que trabajar en un taller de algodón desde las 6 de la mañana hasta la 1:30 de la tarde. Durante estas 7½ horas no me permiten tiempo de comida— tengo que comer mientras trabajo.”
Estos buenos salarios, condiciones y horarios son posibles gracias al resultado del maravilloso plan de seguro social que tiene la Unión Soviética, y por los cuales nosotros los obreros norteamericanos, estamos luchando duro para obtener con nuestro Proyecto de Seguro Social Obrero —H.R. 2827.
Talleres de confecciones
También investigué la industria costurera en la Unión Soviética. Un taller de confecciones de prendas en Simferopol da una buena idea de la industria costurera en la Unión Soviética. Este taller emplea 2,200 trabajadores— tártaros, judíos, ucranianos, rusos y otras 18 nacionalidades. No existe discriminación racial o nacional contra alguno de ellos.
El departamento de corte de este taller trabaja dos turnos de 7 horas. Los obreros mayores trabajan 7 horas, los jóvenes menores de 18 trabajan 6 horas. Los diseñadores ganan 600 rublos por mes. El salario de los cortadores varía entre 200 y 300 rublos al mes.
Los salarios no son tan altos en los comercios de prendas de vestir como en la industria textil. Sin embargo, al igual que en todas las demás fábricas, existe asistencia médica gratuita, las mismas vacaciones y liberaciones por enfermedad con pago, la misma atención especial para las madres y para los obreros jóvenes. Talleres y fábricas tienen sus propias tiendas de víveres. Algo que noté fue la gran cantidad de frutas frescas y vegetales que se exhibían en estas tiendas.
Las mesas de trabajo para las muchachas obreras estaban construidas en forma de grandes herraduras. Dentro de estas herraduras se sientan las obreras con los codos apoyados en la mesa. El sistema de transporte se utiliza para traerle el trabajo al obrero y para retirarlo también. De los 2,200 trabajadores de este taller solo una muchacha usaba luz artificial. Había muchísima luz natural para el resto.
No había jefes merodeando y diciéndole a las muchachas de apurarse o si no perdían el trabajo. Las muchachas tampoco tenían que salir con los jefes para mantener sus puestos de trabajo.
Aquí, como en cualquier parte de la Unión Soviética, no había desempleo. En el momento que lo desee, un obrero puede cambiar de puesto de trabajo. Simplemente le dice al supervisor a dónde quiere ir y le da un preaviso con siete días de anticipación. Entonces se le transfiere a su nuevo puesto de trabajo sin pérdida de salario. No pude evitar hacer una comparación mental con la incapacidad de la mayoría de los obreros norteamericanos para mantener su empleo, ya no hablemos de cambiar de un trabajo a otro sin pérdida de salario.
Los sindicatos en la U.R.S.S.
Los obreros dirigen sus sindicatos al igual que dirigen su gobierno. Durante toda mi estancia en la Unión Soviética no vi ninguna huelga o manifestación con policías apaleando a obreros. Cuando le comenté esto a un obrero, éste me dijo: “Cuando queremos mejoras de las condiciones, podemos conseguirlas a través de nuestro sindicato. El gobierno es nuestro gobierno, dirigido por nosotros a través de nuestros sindicatos, por lo que no hay necesidad de hacer huelgas contra nosotros mismos”.
Los sindicatos en la U.R.S.S. son industriales y no divididos por oficios. Cada fábrica trabaja a tiempo completo, la mayoría en tres turnos de 7 horas. Los miembros de los sindicatos que muestran algún talento particular en alguna especialidad determinada —actuación, escritura, medicina, ciencia, investigación, etc— son liberados por los sindicatos del trabajo en las fábricas y se mandan a la escuela o a la Universidad, y mientras estudian se les paga. Conocí a un actor que actuó en la película Chapaev— anteriormente era un trabajador textil como yo.
El salario promedio en la Unión Soviética en 1932 era de 108 rublos al mes. En 1933 fue de 198, en 1934 de 217 rublos al mes. En la medida que suben los salarios, el costo de la vida baja. Antes de la revolución, el salario promedio era de 27 a 38 rublos al mes. ¡Y hoy el poder adquisitivo del rublo es tres veces mayor!
¿Cómo es posible que el costo de la vida descienda mientras los salarios suben? En la medida que los trabajadores en las fábricas, minas y talleres, sacan más producción, más y mejores bienes, más riqueza social se produce. Como resultado del aumento de la producción, más y mejores maquinarias se pueden instalar, y los salarios se elevan. Y debido a que no hay beneficios y no existen dueños privados de las fábricas o accionistas, los precios bajan. La producción de las fábricas se establece para un año determinado a través del Comisariado de la Industria Ligera, y se basa en las necesidades de las personas del país, en los materiales que se disponen y en la capacidad de los trabajadores para producir. El cincuenta por ciento de las riquezas incrementadas se destina cada año al Fondo de Condiciones de Vida, lo cual se utiliza para seguir mejorando las condiciones de vivienda y de vida.
Un ejemplo interesante de la manera en que los obreros están protegidos por sus propios sindicatos ocurrió en una fábrica que visité, donde un médico visitante descubre una obrera que se quejaba de dolores en la espalda. A las 10 am recomendó que su banco se levantara en un pie (0,3 m). A las 11:30 el banco había sido elevado de acuerdo con la recomendación del doctor.
Religión en la Unión Soviética
En Leningrado me encontré con un antiguo compañero de escuela, Rev. Padre Leopold Brim, quien había asistido conmigo a la escuela parroquial “Sagrado Corazón” en New Bedford. Es un sacerdote católico romano, de ascendencia franco-canadiense como yo, que vive en la Unión Soviética y practica su fe allí. Desde luego resultaba de gran interés para mí, por el hecho de ser yo un practicante católico y de haberme encontrado con un amigo de la infancia que era un sacerdote católico en la Unión Soviética.
Me dijo que el gobierno soviético no tenía ningunas intenciones de interferir con él o con sus feligreses, ni de impedir que practicase libremente su religión. Por supuesto que existe mucho sentimiento antirreligioso entre los obreros, me dijo. Esto es natural, porque, como me explicó, durante el zarismo la religión fue usada por el capitalismo para reprimir a los obreros. Desde que los obreros tienen ahora su propio gobierno y no existe más un gobierno capitalista, la iglesia ha sido separada del Estado. La religión es ahora lo que debe ser: un asunto personal. Cuando le pregunté por qué muchas iglesias se han cerrado y han sido usadas para otros fines, me explicó que la mayoría de la gente que sigue las doctrinas de la iglesia son personas mayores, y que son muy pocos como para contribuir al mantenimiento de tantas iglesias y pagar los impuestos de los bienes de la iglesia.
Primero de Mayo en Moscú
No tengo las dotes de orador o poeta para poder describir el Primero de Mayo en Moscú. El espectáculo de obreros libres y felices, marchando por millones, despreocupados, cantando, ciento por ciento apoyando a su gobierno, mientras el Ejército Rojo marchaba y aviones rugían en lo alto para mostrar al mundo la disposición de los obreros soviéticos en defender su gobierno; el temple de los jóvenes; las personas de 75 años o más, que habían conocido la opresión bajo el zar, marchando cogidos de los brazos con los niños que habían crecido bajo el Socialismo— todo eso fue una experiencia tremenda para mi, de la cual jamás podré olvidarme.
El Primero de Mayo en Moscú sin dudas hace de Mr. Hearst un mentiroso, así como a sus escritorzuelos pagados, a los así llamados “Socialistas” como Lang, Smith, Admiral Stirling, Ripley, y al resto de esa jauría. En mis 6.000 millas de viaje por la Unión Soviética, incluyendo Ucrania, no vi un solo caso de hambre o desnutrición, sino todo lo contrario, un pueblo sano y feliz trabajando valientemente para construir el socialismo. Mandamos un telegrama a los Amigos de la Unión Soviética y a las sedes del Partido Socialista confirmando esto.
Educación
La Unión Soviética es el único país del mundo donde a los estudiantes se les paga mientras estudian. En todos los lugares donde estuvimos se construían nuevas escuelas. La gente leía en cada fábrica o taller, en los tranvías, en la calle. El día en que se publica alguna nueva novela sobre el avance del Socialismo en la Unión Soviética, se produce una carrera desenfrenada en las librerías, y con frecuencia, antes de que anochezca, la primera edición completa se agota.
En Gorlooka visité una casa de húerfanos, donde niños desde 4 a 12 años, cuyos padres han muerto, viven y estudian. Elegí a un chico de alrededor de 11 años y lo entrevisté a través de un intérprete. Sus respuestas claras y la aprehensión de la información me asombraron.
“¿Qué forma de gobierno preferirías tener — el de Alemania o el de la Unión Soviética?”, le pregunté.
“¿Se da cuenta usted de todo lo que tendríamos que sacrificar si regresáramos al capitalismo?”, respondió. “Aquí todo el mundo trabaja, tenemos bastante para comer, ropas, y sobre todo, libertad. ¿Qué tienen en Alemania? La opresión de la clase dominante. No hay libertad de expresión. Existe un loco que se llama Hitler que masacra o manda a las prisiones aquellos que discrepan de él y no aprueban su forma de gobierno.”
Intenté ponérselo más complicado, pensando que seguramente no sabría nada al respecto, y le pregunté: “¿Qué piensas de Huey Long?” El chico me contestó: “Tenemos algunos Huey Longs en Rusia, solo que aquí los llamamos por su nombre: globos. Grandes bolsas rellenas de aire caliente.”
Cuando terminé de preguntarle, entonces él comenzó a entrevistarme a mí. Preguntó muchas cosas acerca de nuestros sindicatos, de las condiciones de trabajo en Estados Unidos, y así sucesivamente. “¿Qué piensa usted de la N.R.A. (National Recovery Administration)?”, me preguntó de repente.
Le hice un guiño al intérprete. “Es algo bueno,” le dije al chico. “Si se pone al servicio del trabajo vamos a obtener todo lo que queremos.”
El chico miró perplejo y le dijo al intérprete: “O este tipo está loco, o es muy ignorante, o simplemente se está burlando de mi. Todo el mundo sabe que la N.R.A. es buena para una sola cosa: para incrementar los beneficios de los dueños a costa de los obreros.”
Quiero enfatizar el hecho de que los niños rusos, sin embargo, no son amanerados, ni están mimados, ni son impertinentes. Son brillantes, saludables, están bien informados y se interesan por el deporte y por los juegos. Tienen una seguridad y un dominio de sí mismos que solo la verdadera libertad puede ofrecerles.
De vuelta a la tierra del desempleo
Al regreso de Leningrado por la ruta del Canal de Kiel, veíamos con frecuencia obreros alemanes. Los saludábamos y ellos nos respondían con el saludo nazi alargando sus brazos hacia afuera en ángulo. Luego miraban cuidadosamente a su alrededor, llevaban lentamente sus brazos hacia atrás y apretaban sus puños en saludo rojo a la hoz y al martillo que ondeaba en nuestra proa.
En Londres dos cosas me llamaron la atención: la suciedad del metro en comparación con el de Moscú, y las multitudes de personas paradas mirando las vidrieras de los negocios, en los cuales difícilmente alguien entraba. En Moscú las tiendas están repletas de personas, y el gentío corre de una tienda a otra, como si tuvieran temor de que los productos fueran a desaparecer antes de poderlos comprar.
No hacía ni cinco minutos que me encontraba en Nueva York cuando vi una manifestación con policías que amenazaban a los manifestantes.
Mucho más no puedo relatar por falta de espacio. Me hubiera gustado hablar de cómo se tratan a las 168 diferentes nacionalidades de la URSS y la absoluta falta de prejuicios raciales que existe; haber escrito largo sobre el Ejército Rojo y su papel en promover la paz; de la libertad de prensa y la enorme cantidad de periódicos y libros que se venden o se entregan a los obreros; del maravilloso nuevo metro de Moscú, donde al dejar caer una colilla de cigarro, recibí una reprimenda de un obrero protestándome por estar ensuciando su metro con una simple colilla; de las nuevas casas, escuelas, fábricas y hospitales que se construyen por todas partes; de la maravillosa solidaridad de los obreros; de cómo me divertí con ellos en sus días de descanso, yendo a picnics, cantando con ellos, comiendo su buena comida, bebiendo su buen vino; de las cooperativas de producción agrícola, en una de las cuales, después de inspeccionar la porqueriza, nuestro delegado campesino dijo: “Diablos, aquí tratan mejor a los cerdos que como nos tratan a los campesinos en Michigan”; de los teatros obreros, museos, parques de cultura y descanso, y muchas otras cosas más.
Todo lo que puedo decir es esto: HEARST MIENTE. El Socialismo funciona; lo he visto yo funcionar en la Unión Soviética.
No aprendan sobre la Unión Soviética de los enemigos de los obreros— los Hearts, los Langs, la prensa capitalista. Conozcan de la Unión Soviética a partir de las publicaciones de los Amigos de la Unión Soviética, de los hermanos de sus sindicatos, miembros de sus iglesias y organizaciones fraternales, que han estado allá y han visto el Socialismo en la práctica, que se han dado cuenta de que sí funciona.
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