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    Textos de formación sobre antifascismo para la militancia

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    Mensaje por giron Dom Nov 14, 2010 10:28 pm

    bueno pues voy a colgar una serie de textos que me parecen muy inteesantes sobre el tema de antifascismo.

    1. EL CARÁCTER DE CLASE DEL FASCISMO

    2. FASCISMO Y PROCESOS DE FASCISTIZACIÓN A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

    3. FASCISTIZACIÓN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

    4. POR UN MOVIMIENTO ANTIFASCISTA POLÍTICO, UNITARIA Y AMPLIO

    5. LA OFENSIVA DEL FASCISMO

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    6. NUESTRO CAMINO

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    7. FORJANDO EL ARMA DEL FRENTE POPULAR

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    Mensaje por giron Dom Nov 14, 2010 10:31 pm

    bueno pues ahora iré colgando los textos que no tienen enlace:

    EL CARÁCTER DE CLASE DEL FASCISMO
    Jorge Dimitrov (Informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista, 2 de Agosto de 1935)

    El fascismo en el poder, camaradas, es como acertadamente lo ha caracterizado el XIII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, la dictadura terrorista descarada de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.

    La variedad más reaccionaria del fascismo es el fascismo de tipo alemán. Tiene la osadía de llamarse nacionalsocialismo, a pesar de no tener nada de común con el socialismo. El fascismo alemán no es solamente un nacionalismo burgués, es un chovinismo bestial. Es el sistema de gobierno del bandidaje político, un sistema de provocaciones y torturas contra la clase obrera y los elementos revolucionarios del campesinado, de la pequeña burguesía y de los intelectuales. Es la crueldad y la barbarie medievales, la agresividad desenfrenada contra los demás pueblos y países. El fascismo alemán actúa como pelotón de choque de la contrarrevolución internacional, como incendiario principal de la guerra imperialista, como iniciador de la cruiada contra la Unión Soviética, la gran patria de los trabajadores de todo el mundo.

    El fascismo no es una forma de Poder estatal que esté, como se pretende, "por encima de ambas clases, del proletariado y de la burguesía", como ha afirmado por ejemplo, Otto Bauer. V No es "la pequeña burguesía insurrecionada que se ha apoderado del aparato del Estado", como declara el socialista inglés Brailsford. No. El fascismo no es un poder situado por encima de las clases, ni el poder de la pequeña burguesía o del lumpenproletariado sobre el capital financiero. El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y la parte revolucionaria de los campesinos y de los intelectuales. El fascismo en política exterior es el chovinismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos.

    Hay que recalacar de un modo especial este carácter verdadero del fascismo porque el disfraz de la demagogia social ha dado al fascismo en una serie de países la posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis e incluso a algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero caráceter de clase, su verdadera naturaleza.

    El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. En unos países, principalmente allí donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas, y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta legalidad. En otros países donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece su monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los.partidos y agrupaciones rivales, lo cual no excluye que el fascismo, en el momento en que se agudezca de un modo especial su situación, intente extender su base para combinar — sin alterar su carácter de clase — la dictadura terrorista abierta con una burda falsificación del parlamentarismo.

    La subida del fascismo al poder no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de la burguesía — la democracia burguesa — por otra, por la dictadura terrorista abierta. Pasar por alto esta diferencia sería un error grave, que impediría al proletariado revolucionario movilizar a las amplísimas capas de los trabajadores de la ciudad y del campo para luchar contra la amenaza de la toma del poder por los fascistas, así como aprovechar las contradicciones existentes en el campo de la propia burguesía. Sin embargo, no menos grave y peligroso es el error de no apreciar suficientemente el significado que tienen para la instauración de la dictadura fascista las medidas reaccionarias de la burguesía que se intensifican actualmente en los países de la democracia burguesa, medidas que reprimen las libertades democráticas de los trabajadores, restringen y falsean los derechos del parlamento y agravan las medidas de represión contra el movimiento revolucionario.

    Camaradas, no hay que representarse la subida del fascismo al poder de una forma tan simplista y llana como si un comité cualquiera del capital financiero tomase el acuerdo de implantar en tal o cual día la dictadura fascista. En realidad, el fascismo llega generalmente al poder en lucha recíproca, a veces enconada, con los viejos partidos burgueses o con determinada parte de éstos, en lucha incluso en el seno del propio campo fascista, que muchas veces conduce a choques armados, como hemos visto en Alemania, Austria y otros países. Todo esto, sin embargo, no disminuye la significación del hecho de que antes de la instauración de la dictadura fascista los gobiernos burgueses atraviesan habitualmente por una serie de etapas preparatorias y realizan una serie de madidas reaccionarias, que facilitan directamente el acceso del fascismo al poder. Todo el que no luche en estas etapas preparatorias contra las medidas reaccionarias de la burguesía y contra el creciente fas- cismo, no está en condiciones de impedir la victoria del fascismo, sino que por el contrario la facilitará.

    Los jefes de la socialdemocracia encubrieron y ocultaron ante las masas el verdadero carácter de clase del fascismo y no llamaron a la lucha contra las medidas reaccionarias cada vez más graves de la burguesía. Sobre ellos pesa una gran responsabilidad histórica, por el hecho de que en los momentos decisivos de la ofensiva fascista una parte considerable de las masas trabajadoras de Alemania y de otra serie de países fascistas no reconociesen en el fascismo a la fiera sedienta de sangre del capital financiero, a su peor enemigo y que estas masas no estuvieran preparadas para hacerle frente.

    ¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas? El fascismo logra atraerse las masas, porque apela en forma demagógica a sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de la justicia, y. a veces incluso con sus tradiciones revolucionarias. ¿ Por qué los fascistas alemanes, esos lacayos de la gran burguesía y enemigos mortales del socialismo se hacen pasar ante las masas por "socialistas", y presentan su subida al poder como una "revolución"? Porque se esfuerzan en explotar la fe en la revolución, la atracción del socialismo que vive en el corazón de las amplias masas trabajadoras de Alemania.

    El fascismo labora al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido, como hizo, por ejemplo, el fascismo alemán que arrastró consigo las masas pequeño-burguesas con la consigna de "¡Contra Versalles!".

    El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil, explotando el odio profundo de los trabajadores contra la burguesía rapaz, contra los bancos, los trusts y los magnates financieros, y lanzando las consignas más seductoras para el momento dado, para las masas que no han alcanzado una madurez política: en Alemania: "el bien común está por encima del bien
    particular"; en Italia: "nuestro Estado no es un Estado capitalista sino un Estado corporativo"; en el Japón: "por un Japón sin explotadores"; en los Estados Unidos: "por el reparto de las riquezas".

    El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un "gobierno honrado e insobornable". Especulando con la profunda desilusión de las masas sobre los gobiernos de la democracia burguesa, el fascismo se indigna hipócritamente ante la corrupción (véase, por ejemplo, el caso Barmat y Scularek en Alemania, el caso Staviski en Francia y otros).

    El fascismo capta, en interés de los sectores más reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los viejos partidos burgueses. Pero impresiona a estas masas por la violencia de sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable frente a los viejos partidos de la burguesía.

    Dejando atrás a todas las demás variedades de reacción burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país. Y las masas de la pequeña burguesía, incluso una parte de los obreros, llevados a la desesperación por la miseria, el paro forzoso y la inseguridad de su existencia, se convierten en víctimas de la demagogia social y chovinista del fascismo.

    El fascismo llega al poder como el partido del asalto contra el movimiento revolucionario del proletariado, contra las masas populares en efervescencia, pero presenta su subida al poder como un movimiento "revolucionario" dirigido contra la burguesía en nombre de "toda la nación" y para "salvar a la nación". (Recordemos la "marcha" de Mussolini sobre Roma, la "marcha" de Pilsudski sobre Varsovia, la "revolución" nacionalsocialista de Hitler en Alemania, etc.)

    Pero cualquiera que sea la careta con que se disfrace el fascismo, cualquiera que sea la forma en que se presente, cualquiera que sea el camino por el que suba al Poder,

    el fascismo es la más feroz ofensiva del capital contra las masas trabajadoras;
    el fascismo es el chovinismo más desenfrenado y la guerra de rapiña;
    el fascismo es la reacción feroz y la contrarrevolución;
    el fascismo es el peor enemigo de la clase obrera y de todos los trabajadores
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    Mensaje por giron Dom Nov 14, 2010 10:34 pm

    FASCISMO Y PROCESOS DE FASCISTIZACIÓN A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

    Carlos Hermida. Revista Unidad y Lucha

    El fascismo en la historia



    Es muy frecuente, al menos en ciertos sectores de la izquierda española, utilizar el término fascismo para designar formas de gobierno y regímenes políticos que no responden exactamente a esa tipología. En ocasiones

    se define como fascista indistintamente a dictaduras militares, democracias

    burguesas que practican abiertamente el imperialismo o populismos

    caudillistas, de tal forma que el uso y abuso del fascismo ha terminado por devaluar el concepto al emplearse más como descalificación de actitudes autoritarias o reaccionarias que como categoría política, lo que constituye, además de una gran confusión teórica, un grave error político. Para un partido comunista es fundamental distinguir con absoluta nitidez la naturaleza y el contenido de clase de los diferentes sistemas políticos; sólo así se podrá trazar una línea política correcta y establecer la táctica y estrategia adecuadas al momento históricoy a la coyuntura política concreta. Si cualquier gobierno de derechas queda englobado bajo un abstracto fascismo, ese camino conduce directamente a la derrota política1. Conviene, pues, delimitar con claridad

    qué es el fascismo, y para ello es indispensable su análisis histórico.

    El fascismo fue una consecuencia directa de la crisis provocada por la Primera

    Guerra Mundial (1914-1918) enlas sociedades europeas. Fue la guerra

    más devastadora hasta ese momento de todas las contiendas que había sufrido la Humanidad. El hecho de que muy pronto se la conociese como la Gran Guerra es bastante significativo. Con esa denominación se venía a reconocer el enorme coste en vidas humanas, sufrimiento y destrucción de riqueza que los cuatro años de lucha se habían cobrado2.

    Ante todo, la guerra fue una hecatombe demográfica que costó 9 millones

    de muertos y 21 millones de heridos. El impacto en la conciencia europea fue

    tremendo. Las ciudades llenas de mutilados y los millones de familias destrozadas por la pérdida de alguno de sus miembros provocaron el derrumbe de muchas de las creencias y valores en que se basaba la civilización europea.

    Los cambios políticos fueron también trascendentales. Los cuatro imperios

    anteriores a la guerra desaparecieron y en Rusia los bolcheviques tomaron

    el poder en octubre de 1917, mostrando a los trabajadores de todo el

    mundo que había una alternativa al capitalismo.

    Los tratados de paz firmados en la Conferencia de Paz de París entre

    1919 y 1920 modificaron las fronteras de Europa oriental y provocaron la aparición de nuevos países. La incidencia económica fue inmensa: el coste de la contienda representó el 30% de la riqueza nacional de Francia; el 22% de la riqueza de Alemania; el 26% de la italiana...

    Los gobiernos europeos gastaron sumas enormes de dinero para financiar

    el esfuerzo bélico y se vieron obligados a recurrir a los préstamos estadounidenses.

    Mientras que Europa salió debilitada, endeudada y con algunas zonas devastadas por los combates, como el nordeste de Francia, Estados Unidos aumentó su poder económico. Su producción industrial creció un 12% y los préstamos concedidos a los aliados europeos le convirtieron en un país acreedor, en el banquero del mundo.

    El mundo que conocieron los europeos antes de 1914 se había derrumbado

    en 1918. Los cambios territoriales, políticos, económicos, sociales e ideológicos fueron tan profundos que no parece exagerado afirmar que el siglo XX comenzó en 1914.

    Al finalizar la guerra el paro y la inflación se extendieron por todos los países

    contendientes. Millones de soldados desmovilizados se encontraron sin trabajo, traumatizados por cuatro años de lucha en las trincheras, con su vida truncada y, muchos de ellos, incapaces de adaptarse a la vida civil3. En los países vencidos, como Alemania, al desastre económico se unía la frustración de la derrota y la firma de duros tratados de paz. Las huelgas, manifestaciones y tentativas revolucionarias se extendieron por Europa entre 1919 y 1923.

    En este ambiente de derrumbe moral y crisis económica se gestaron los primeros grupos fascistas. En Italia surgieron en 1919 los Fascios Italianos de

    Combate, fundados por Benito Mussolini, un antiguo socialista que había sido

    expulsado del partido por defender la entrada de Italia en la guerra y que había

    participado en la contienda. Los fascios eran nacionalistas, imperialistas, antiparlamentarios, ferozmente anticomunistas y adornaban su discurso con una demagógica retórica anticapitalista. El culto a la violencia y la llamada a instaurar en el país un nuevo orden que devolviera a Italia la grandeza de la Roma clásica atrajo a varios miles de excombatientes a las filas de la nueva organización política; unos excombatientes resentidos porque la victoria en la guerra no había proporcionado a Italia todas las compensaciones territoriales que se le habían garantizado al incorporarse a la lucha al lado de la Entente en 1915 (4).

    En Alemania, los primeros años de posguerra fueron traumáticos. La rendición incondicional, la firma del draconiano Tratado de Versalles y la hiperinflación convulsionaron a la sociedad alemana. El movimiento revolucionario de los

    espartaquistas fue ahogado en sangre por el gobierno socialdemócrata

    y sus principales dirigentes –Rosa Luxemburgo y Kart Liebknecht– asesinados. Proliferaron grupos paramilitares y formaciones nacionalistas que culpaban a la joven República de Weimar de la derrota militar (5).

    En 1919 se fundó el Partido Obrero Alemán (DAP) en el que ingresó Adolfo

    Hitler, un excombatiente que acumulaba odio contra el régimen republicano y

    aún más odio contra los judíos. En 1920 el partido cambió su denominación por la de Partido Obrero Alemán Nacional

    Socialista (NSDAP). Los nazis eran anticomunistas, antiparlamentarios, nacionalistas y antisemitas; proponían la supresión del Tratado de Versalles y la conquista del “espacio vital” y, al igual que los fascistas italianos, empleaban un lenguaje anticapitalista y revolucionario que los diferenciaba de la derecha clásica (6).

    En ambos países estos grupos eran absolutamente minoritarios, casi marginales dentro del espectro político nacional. Sin embargo, la agudización de la crisis, el ascenso del movimiento obrero, la formación de los partidos comunistas y la presencia de la Unión Soviética cambiaron completamente la situación.

    La burguesía italiana y alemana comenzaron a financiar generosamente

    a Mussolini y a Hitler, quienes, dejando a un lado la retórica anticapitalista, predicaban la destrucción del movimiento obrero y la supresión del sistema parlamentario. Evidentemente, fascistas y nazis no eran meras marionetas en manos de los grandes empresarios, pero es absolutamente incuestionable, que el fascismo fue una forma de dominación de la burguesía. Capitalismo y fascismo están estrechamente ligados (7). El fascismo fue la respuesta política de la burguesía en una coyuntura caracterizada por:

    1) la crisis del capitalismo del período de entreguerras; 2) la coyuntura revolucionaria que abre el final de la Primera Guerra Mundial; y 3) el triunfo

    de la revolución socialista en Rusia y la formación de partidos comunistas a partir de 1917.

    Alcanzado el poder, el fascismo estableció una forma de Estado que difería

    radicalmente del modelo liberal impuesto por la burguesía a lo largo del siglo

    XIX, y que puede ser sintetizado en los siguientes rasgos:

    1. Supresión completa de los derechos

    civiles y de las formas democráticas

    más elementales.

    2. Destrucción sistemática de las organizaciones

    y partidos proletarios.

    3. Encuadramiento, control y adoctrinamiento

    de la sociedad, en un intento

    de conseguir una humanidad fascista.

    4. Expansión imperialista que conlleva

    el ejercicio de prácticas genocidas.

    5. Empleo de una violencia ilimitada

    y extrema dirigida contra los opositores

    políticos.

    6. Política económica favorable al

    gran capital, sobre la base de un fuerte

    intervensionismo económico y la militarización

    de la economía.

    La derrota militar del fascismo italiano y del nacional-socialismo alemán en

    la Segunda Guerra Mundial -derrota en la que la Unión Soviética desempeñó el

    papel determinante- condujo a la creencia de que el fascismo formaba parte definitivamente del pasado histórico, ya no constituía una amenaza real y, en

    conclusión, sería impensable que volviese a reaparecer en Europa. En nuestra

    opinión, esa creencia es peligrosamente errónea. Es evidente que el fascismo

    nunca podría repetirse con las mismas y exactas características de los años treinta del pasado siglo, pero una forma de dominación fascista no puede descartarse en absoluto en el siglo XXI. Es más, las señales que se advierten en Europa y Estados Unidos son extremadamente preocupantes.


    De la crisis capitalista de 1973 a los atentados del

    11 de septiembre de 2001

    Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, los países capitalistas desarrollados experimentaron una rápida expansión económica. Entre 1950 y

    1969, la tasa del crecimiento anual del Producto Interior Bruto fue del 6,2 % en

    la República Federal Alemana, del 5% en Francia, 5,4% en Italia y 9,7% en Japón. El espectacular crecimiento económico, casi ininterrumpido, jalonado por cortas recesiones coyunturales, hizo pensar a los economistas académicos

    que el capitalismo había superado las catastróficas crisis que jalonaban su historia. Nada más lejos de la realidad. En 1973 se inició una nueva crisis estructural que confirmó su movimiento cíclico

    (Cool

    El final de la onda larga de crecimiento obligó a la burguesía de los países desarrollados a diseñar un nuevo modelo de acumulación capaz de recomponer la tasa de ganancia. Ese modelo se definió como neoliberalismo. Diseñado por el economista estadounidense Milton Friedman y la “Escuela de Chicago”, y puesto en práctica inicialmente en Estados Unidos durante la presidencia de Ronald Reagan y en el Reino Unidos durante el largo gobierno de la conservadora Margaret Thatcher.

    El Neoliberalismo propugna como receta suprema para la superación de la crisis la hegemonía del mercado, la supresión del intervencionismo estatal en la vida económica, la absoluta desregulación del mercado laboral, la privatización de los servicios públicos y la completa libertad de circulación internacional del capital. Lo que hoy se conoce como “globalización”, “mundialización” o “nuevo orden económico internacional” no es más que la aplicación a ultranza de la doctrina neoliberal ensayada en los años ochenta.

    Para elevar la tasa de ganancia se inició un proceso de destrucción paulatina

    del denominado “Estado del bienestar”. El trabajo fijo empezó a ser sustituido

    por el precario; se endurecieron los requisitos para cobrar el seguro de paro y

    tener derecho a una pensión de jubilación; los gastos sociales se recortaron

    drásticamente y se acometieron reconversiones industriales que arrojaron al

    paro a millones de trabajadores. En un país tras otro, las conquistas sociales,

    conseguidas por la clase obrera tras durísimas luchas, tras batallas interminables contra la patronal, a costa de innumerables sacrificios y sangre, fueron desmanteladas.

    Las consecuencias de las políticas neoliberales fueron devastadoras. El paro

    y la marginación se fueron extendiendo por los países de Europa occidental.

    Jóvenes que buscaban su primer empleo, jubilados y parados de larga duración engrosaron las filas de una pobreza creciente. La desestructuración familiar y la delincuencia se generalizaron en los barrios obreros de las grandes ciudades, arrasados por las reconversiones industriales y los recortes presupuestarios en educación y sanidad. La desesperación se fue adueñando de millones de personas.

    La derechización de la socialdemocracia, el revisionismo de los partidos comunistas y la debilidad de los sindicatos sumió a los trabajadores en la desorientación ideológica y política, agravada por la desintegración de la URSS en 1991 y la desaparición del campo socialista de Europa oriental (9). El hueco que dejó la izquierda tradicional, incapaz de ofrecer alternativas, cómplice de las políticas neoliberales e impotente para enfrentarse al discurso visceral- mente anticomunista de la burguesía, empezaron a llenarlo nuevos partidos y organizaciones fascistas que proponían recetas fáciles a base de nacionalismo y xenofobia. Los barrios y las regiones deprimidas de Francia fueron el mejor caldo de cultivo para el ascenso espectacular del Frente Nacional liderado por Le Pen (10). Si en los años treinta los nazis habían

    atribuido a los judíos la culpa de todos los males que sufría Alemania, ahora el

    odio de los fascistas recaía sobre los inmigrantes, a quienes se culpó del paro,

    del aumento de la delincuencia y de la pérdida de la identidad nacional de los

    europeos. El discurso racista se acompañó de agresiones brutales contra extranjeros que no eran miembros de la Unión Europea.

    Al finalizar el siglo XX, ya nadie podía dudar de que el fascismo estaba otra

    vez presente en Europa; sin embargo, también es verdad que, a pesar de ciertos éxitos electorales, parecía extraordinariamente difícil que un partido fascista pudiera hacerse con el poder. Sin embargo, los atentados que sufrió Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 han iniciado una dinámica política muy inquietante (11).

    La desaparición de la URSS eliminó las barreras, diques y frenos que actuaban

    de contención frente a Estados Unidos.

    La ruptura del equilibrio de poder que causó el derrumbe de la Unión Soviética

    permitió a USA actuar sin contrapesos en su proyecto político de hegemonía

    mundial, pero los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono

    fueron la excusa perfecta para poner en marcha en el interior del país un

    recorte de libertades y derechos civiles sin precedentes. Con el pretexto del peligro terrorista, el gobierno estadounidense desplegó un arsenal represivo que ha dejado indefensos a los ciudadanos.

    Y no se trata de una actuación coyuntural, sino con vocación de permanencia.

    Estaríamos en los inicios de un modelo de fascismo que ya no reniega de las libertades ni rechaza el sufragio universal, y tampoco necesita bandas uniformadas con camisas pardas, negras o azules. Por el contrario, emplea un discurso en el que el eje central lo forman las palabras libertad y democracia, pero esos términos encubren un sistema en el que los ciudadanos quedan a merced de los poderes policiales. Es curioso comprobar como los lemas

    y consignas que emplea el gobierno de Bush son similares a los utilizados por

    los nazis. A la entrada del campo de exterminio de Auschwitz, donde fueron

    asesinadas millones de personas, estaba escrita la frase “el trabajo nos hace libres”, y la invasión de Irak de 2003 fue bautizada como “Libertad para Irak”.

    Los paralelismos no terminan aquí. Hitler invocaba a la Providencia para justificar su ascenso al poder, mientras que Bush se refiere continuamente a Dios para legitimar sus planes agresivos en política exterior.

    El protofascismo estadounidense consiste en el mantenimiento de un decorado

    democrático –Constitución y elecciones–tras el que se oculta una realidad

    dictatorial. Las elecciones constituyen una farsa en la que cada cuatro años se

    hace creer a los norteamericanos que son ellos quienes deciden la política del país, cuando la realidad es que las decisiones no se toman en el Congreso, sino en el despacho de las grandes compañías multinacionales y en el Pentágono, en un núcleo duro que hace tiempo se designo como el complejo militar–industrial. Convenientemente aterrorizada por una propaganda que difunde amenazas apocalípticas –guerra biológica, terroristas islámicos, armas de destrucción masiva, etc.–, la mayor parte de la población aplaude el entierro de las libertades. El hecho de que la existencia del campo de concentración y centro de tortura de Guantánamo no levante protestas multitudinarias en Estados Unidos es un síntoma inequívoco de que hay amplios sectores del pueblo norteamericano que apoyan este proceso.

    Este modelo no es exclusivo de Estados Unidos. Con variantes también ha

    comenzado a imponerse en los países europeos. Los gobiernos machacan a la

    población con una batería de mensajes falaces. Inmigrantes delincuentes, musulmanes fanáticos y terroristas enloquecidos quieren destruir nuestra maravillosa democracia. Los sectores menos politizados de la sociedad, angustiados por los problemas económicos –paro, empleos precarios, salarios insuficientes, etc– son presa fácil de la propaganda y permanecen impasibles ante los cierres de periódicos, las torturas policiales o la expulsión de los inmigrantes.

    Así, sin grandes estridencias, el fascismo se va instalando en la sociedad. Escudriñado por cámaras de video en los lugares públicos, sometido a controles biométricos en los aeropuertos, registradas sus visitas a determinados páginas de Internet, el ciudadano va siendo despojado de sus garantías jurídicas casi sin percibirlo.

    Estamos sin duda ante un proceso de fascistización directamente relacionado

    con la creciente resistencia que ofrecen los sectores populares a las políticas

    económicas neoliberales (12). Tras dos décadas de retrocesos y derrotas, el movimiento obrero está en los comienzos del siglo XXI en una nueva fase de grandes luchas defensivas y ofensivas contra el capital y los comunistas se están reorganizando sobre la base de la recuperación del marxismo–leninismo. Aunque esta hipótesis requiere un análisis más profundo, en nuestra opinión las clases dominantes están apostando en Europa y Estados Unidos por liquidar todos los obstáculos que impiden la implantación plena del neoliberalismo económico, y entre esos obstáculos figuran la libertad

    de expresión, el derecho de huelga y el funcionamiento legal de organizaciones comunistas. La propia democracia burguesa se estaría convirtiendo en un freno para el despliegue del nuevo modelo de acumulación capitalista.



    La lucha contra el fascismo

    Para luchar consecuentemente contra el fascismo, lo primero es ser consciente de su peligro real. Los fenómenos apuntados no son hechos puntuales o meras anécdotas, sino los primeros pasos de una forma de dominación que en unos años podría volverse irreversible.

    Evitar que se alcance ese punto de no retorno es una obligación de la izquierda y, en primer lugar, de los comunistas. Existe un enorme potencial de resistencia antifascista y anticapitalista en todos los países de Europa, que estalla en ocasiones de forma espontánea, sin coordinación, como fogonazos aislados, pero carece de continuidad. La tarea que se impone a los comunistas es articular un proyecto político anticapitalista capaz de aglutinar a la inmensa mayoría de los trabajadores, junto con sectores de las clases medias y pequeña burguesía. Porque hoy la lucha contra el fascismo es inseparable de la lucha por la superación del capitalismo. La formación de frentes populares o alianzas antifascistas debería realizarse sobre la base de una transformación socialista de la sociedad. Ese frente amplio debe iniciarse a partir

    de la lucha diaria de todas las organizaciones antifascistas, forjando la unidad

    en la autodefensa frente a las agresiones de la extrema derecha y en amplias

    campañas de propaganda unitaria contra el fascismo, entrando en contacto

    con los inmigrantes y propiciando su militancia en las organizaciones de izquierda de ámbito estatal. Para terminar, nos referimos brevemente

    al fenómeno fascista en España. A diferencia de lo que ocurrió en el resto

    de Europa, el fascismo no fue derrotado en 1945. Estados Unidos y Gran

    Bretaña permitieron que Franco, a pesar de haber colaborado estrechamente con la Alemania nazi durante la guerra, permaneciera en el poder hasta su muerte en 1975. La denominada Transición democrática (1975–1978) dejó intacto el aparato del Estado y colocó en el trono a Juan Carlos I, quien había

    sido educado por Franco y designado por el dictador como su sucesor.

    El resultado fue que las instituciones fascistas desaparecieron formalmente, pero los franquistas siguieron al frente del ejército, la policía y la judicatura.

    En cuanto a la clase política franquista, se transmutó en una derecha de naturaleza fascista encubierta por una tenue capa de barniz democrático. La

    consecuencia final fue una democracia mutilada y vigilada. La ausencia de una ruptura democrática ha permitido la actuación de numerosos grupos fascistas cada vez más activos. Lo verdaderamente escandaloso es que los medios de comunicación manipulan de una manera vergonzosa las informaciones

    relativas a las agresiones fascistas, convirtiéndolas en reyertas entre

    bandas o enfrentamientos entre grupos radicales rivales. Pero lo cierto es

    que en los últimos años los grupos fascistas actúan impunemente en muchas

    ciudades y pueblos de la geografía española asesinando a jóvenes antifascistas, propinando palizas a inmigrantes y convocando manifestaciones en las que se ensalza el racismo. Por otro lado, si bien es cierto que los

    partidos fascistas no tienen representación parlamentaria, en buena medida se

    debe a que gran parte de la militancia y del electorado fascista ha recalado en las filas del Partido Popular, la principal organización de la derecha española, lo que explica el discurso abiertamente reaccionario de ese partido. Su oposición beligerante durante la última legislatura (2004–2008) a la ley de matrimonios homosexuales, el apoyo a las campañas antiabortistas de la

    Iglesia Católica, la negativa sistemática a cualquier iniciativa para esclarecer la represión franquista y, por el contrario, el respaldo a panfletistas que reivindican la dictadura de Franco, convierten al Partido Popular en un

    serio peligro para las ya muy menguadas libertades y derechos que

    pueden ejercer los ciudadanos españoles. Un peligro que aumenta con la actitud claudicante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ante la ofensiva de la derecha y su apuesta por la represión para sofocar la reivindicación independentista de una parte de la sociedad vasca.

    En este sentido, la Ley Orgánica 6/2002 de Partidos Políticos, promovida por el

    Partido Popular y por los socialistas, con la finalidad de ilegalizar a la izquierda

    abertzale vasca y privarla de representación política en las instituciones, constituye un atentado gravísimo contra los derechos civiles al conculcar el artículo 23.1 de la propia Constitución, que reconoce el derecho de los ciudadanos a participar en la vida pública, directamente o por medio de sus representantes, elegidos en elecciones periódicas mediante sufragio universal.

    El proceso de fascistización en España, iniciado con la promulgación de esta

    ley, sólo podrá detenerse si se eliminan sus raíces, que no son otras que la monarquía y la Constitución de 1978. Sólo la proclamación de la III República, con un contenido popular y federativo, con una participación ciudadana consciente en la vida pública, será capaz de solucionar los problemas estructurales del país y eliminar el peligro fascista.

    80

    1. Sobre la naturaleza del fascismo y sus distintas interpretaciones, véanse MARTÍN KITCHEN: Fascismo. México, Editorial

    El Manual Moderno. S.A., 1979; O. BAUER, H. MARCUSE y A. ROSENBERG: Fascismo y capitalismo. Barcelona,

    Ediciones Martínez Roca, 1976 ; y ERNEST MANDEL : El fascismo. Madrid, Akal, 1987.

    (En todas las notas se citan las ediciones españolas).

    2. Una buena aproximación a la Primera Guerra Mundial en PIERRE RENOUVIN: La crisis europea y la Primera Guerra

    Mundial (1904-1918). Madrid, Akal, 1990; MARC FERRO: La Gran Guerra (1914-1918). Madrid, Alianza Editorial,

    1970; y HEW STRACHT: La Primera Guerra Mundial. Barcelona, Crítica, 2004.

    3. El desengaño y la frustración de los soldados que lucharon en la guerra están magníficamente plasmados en Sin novedad

    en el frente, la extraordinaria novela de Erich María Remarque publicada en 1929.

    4. Entre las innumerables obras sobre los orígenes del fascismo italiano, ROLAND SARTI: Fascismo y burguesía industrial.

    Italia, 1919-1940. Barcelona, Libros de Confrontación, 1973; ANGELO TASCA: El nacimiento del fascismo. Barcelona,

    Ariel, 1969; y ROBERT PARIS: Los orígenes del fascismo. Madrid, Sarpe, 1985.

    5. Un interesantísimo estudio sobre la revolución alemana de 1918-1919 en SEBASTIÁN HAFFNER: La revolución alemana

    de 1918-1919. Barcelona, Inédita Editores, 2005. Sobre el movimiento espartaquista véase GILBERT BADIA.:

    Los espartaquistas. Barcelona, Mateu, 1974.

    6. Para los inicios del nazismo, IAN KERSAW: Hitler, 1899-1936. Barcelona, Península, 1998 y RICHARD J. EVANS: La

    llegada del Tercer Reich. El ascenso de los nazis al poder. Barcelona, Península, 2005.

    7. Para las relaciones entre fascismo y burguesía, véase DANIL GUERIN: Fascismo y gran capital. Madrid, Fundamentos,

    1973.

    8. Un análisis muy completo sobre el desarrollo del capitalismo del capitalismo a partir de 1945 puede verse en E. PALAZUELOS:

    las economías capitalistas durante el período de expansión, 1945-1970 (estructura y funcionamiento del modelo

    de acumulación de posguerra). Madrid, Akal, 1986.

    9. Un lúcido análisis, desde un punto de vista marxista, sobre el derrumbamiento de la URSS en LUDO MARTENS: La

    URSS y la contrarrevolución de terciopelo. La Habana, Editorial Cultura Popular, 1995.

    10. Véase FERRÁN GALLEGO: Neofascistas. Democracia y extrema derecha en Francia e Italia. Barcelona, Plaza & Janés,

    2004; del mismo autor, Por qué Le Pen. Barcelona, El Viejo Topo, 2002.

    11. Las causas y consecuencias de estos atentados son analizados por NOAM CHOMSKY: 11/9/2001. Barcelona, RBA,

    2002.

    12. Entendemos por proceso de fascistización un período histórico de enorme complejidad política, social y económica,

    caracterizado por una intensa lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, así como por fuertes tensiones en

    el bloque de poder, creciente influencia social de los grupos fascistas y graves violaciones de las libertades públicas,

    que culminaría en la desaparición de las formas políticas de la democracia burguesa. Véase NICOS POULANTZAS:

    fascismo y Dictadura. La III Internacional frente al fascismo. México, Siglo XXI, 1971.
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     Textos de formación sobre antifascismo para la militancia Empty Re: Textos de formación sobre antifascismo para la militancia

    Mensaje por giron Dom Nov 14, 2010 10:35 pm

    3. FASCISTIZACIÓN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA



    UJC- Madrid

    El Estado es siempre un arma de represión, es la violencia organizada, es un arma que una clase emplea para reprimir y oprimir a otra a través de las estructuras típicas como son leyes, cárceles, fuerzas armadas, etc. Actualmente vivimos en una sociedad capitalista dónde el Estado lo controla la clase burguesa que lo emplea para reprimir a la clase trabajadora evitando así su emancipación. El Estado español, podemos ver que desde siempre ha estado en manos de la clase explotadora, la que actualmente controla el mercado, nuestros trabajos y nuestras vidas. Podemos decir, entonces, que sí hubo un pequeño período dónde se atisbaba un cambio social fueron los pocos meses en que se metía a fascistas en las cárceles y se expropiaban latifundios, es decir, de febrero del 36 a julio del mismo año. Cuándo la clase burguesa vio peligrar sus privilegios lanzó a los fascistas, en España lo vimos con el apoyo de los terratenientes a los sublevados, en Alemania con el apoyo de grandes industriales a Hitler. Desde que en España se estableció la dictadura hasta nuestros días no han cambiado mucho las cosas para la clase obrera. El fascismo tiene unas características muy concretas, triunfó en los años treinta porque exponía un modelo capaz de recuperar la economía de la crisis de superproducción en la que se hallaba inmersa dónde al no poder consumir las familias se bajaba la producción y por lo tanto aumentaba el paro lo que disminuía el poder adquisitivo de las familias y volvía a bajar la producción entrando en un círculo vicioso. Con una intervención del Estado en obras públicas e industria armamentística se reactivaba la economía a la vez que se armaba contra el avance de los movimientos obreros, recordemos que por aquel entonces la URSS y distintos movimientos obreros comenzaban a coger muchísima fuerza. El problema de esta inversión en industria armamentística es que las balas no se comen y por lo tanto se veían forzados a la invasión imperialista de otros países para controlar sus recursos y aumentar el mercado. Bien, si tenemos en cuenta los ciclos económicos capitalistas y el curso de la historia sabemos que el fascismo tenía sentido en los años treinta-cuarenta en el llamado mundo occidental como reajuste de la economía, sobretodo como represión al movimiento obrero y reacción ante la URSS, el único estado controlado por la clase trabajadora. Actualmente la economía mundial marcha pese a la crisis y el movimiento obrero prácticamente no existe con sindicatos de clase sin fuerza o sindicatos comprados. Por lo tanto la clase burguesa no necesita el fascismo. Vemos así que antes o después las formas de gobierno cambian. Se conoce como forma de Estado al tipo de Estado, es decir, en función de qué clase tenga el control del Estado es de una manera o de otra y subyuga a una clase o a otra. Solo hay dos formas de Estado conocidas, la Dictadura Capitalista en la que el Estado está controlado por la clase burguesa y oprime con él a la clase obrera para perpetuar su explotación y la Dictadura Proletaria en la que la clase obrera tiene el poder del Estado y oprime con él a la clase burguesa a fin de que no consiga destruir el estado obrero para que se de la eliminación de todas las clases, hasta que no sea necesario el control obrero. Siendo esto así en el Estado español como hemos dicho antes siempre ha tenido el control la clase burguesa y ha cambiado la forma de gobierno de dictadura fascista a democracia burguesa. Esto lo vimos en la Transición. Cuándo se dice que hubo una apertura es mentira, se concedieron una serie de medidas de libertad individuales, pero no hubo un gran cambio. Actualmente hay un jefe de estado no electo, represión a sindicalistas, leyes que apoyan y favorecen la explotación obrera, etc. Como hemos dicho antes por las condiciones concretas del momento en que vivimos la clase dominante no necesita al fascismo, es más le sería contraproducente ya que el fascismo implica un control de capitales a través de un corporativismo de Estado y lo que buscan es un liberalismo económico. Sin fascismo entonces, emplea otras técnicas para reprimir y controlar, a esto se le conoce como fascistización de la sociedad. En el Imperialismo la acumulación de capitales lleva a niveles de competencia entre los monopolios cada vez mayores y esto lleva a la necesidad de aumentar la explotación para maximizar beneficios que se consigue restringiendo los derechos que conquistó la clase obrera a lo largo de la historia. Para esto primero hay que evitar una respuesta obrera y se consigue a través de dos formas, una de ellas desde el Estado a través de sus leyes. Hemos visto como intentaron aprobar una Constitución Europea que trataba de priorizar la ampliación del Imperialismo europeo frente a la unión de los trabajadores europeos, la directiva de las 65 horas semanales. Vemos también los casos de represión en las luchas obreras. El encarcelamiento de los sindicalistas Cándido y Morala, ambos activistas frente al cierre de la Naval de Gijón, y aún más cercano la lucha de la plantilla de metro, dónde la Comunidad aumentó la presencia policial y la EMT la presencia de servicio de seguridad privado para evitar las movilizaciones. La otra forma que de evitar la respuesta obrera es separar a la clase en sí y se da desde distintos medios. El más “vistoso” es la violencia de los nazis en las calles. Los grupos violentos de extremaderecha están organizados no para mejorar las condiciones de la población de un país concreto como dicen sino para atacar a las personas que proponen un cambio. Otro método es la fraseología fascista que ensucia las cabezas de la clase obrera y que se lanza desde partidos fascistas hasta sindicatos “fantasmas” pasando por institutos, universidades, centros de trabajo, etc. Esta fraseología hace que se anteponga la cuestión patriótica y la cuestión racista a la cuestión obrera. Muchas veces hemos oído las típicas frases de: “los inmigrantes me quitan el trabajo”, “los gitanos son delincuentes”, etc. Estas frases son mentira ya que el paro está propiciado por el sistema económico y la delincuencia viene de sectores marginales, de sectores dónde no hay más remedio que buscar el alimento de cualquier manera y no de los genes. Esto propicia que sin que haya un régimen fascista se den ideas fascistas, provoca que el prototipo de “obrero nacional” se enfrente a lxs obrerxs inmigrantes los cuales son explotados mayor cantidad de horas a un sueldo más bajo lo que crea el tópico y hace que haya una lucha entre obrerxs nacionales o inmigrantes en vez de una lucha conjunta hacia el sistema. En la sociedad actual en la que vivimos también cumplen un papel muy importante en esta labor los medios de comunicación burgueses los cuales crean una opinión que tiende a fomentar estas ideas fascistas y sobretodo como hemos visto recientemente a criminalizar a los movimientos sociales y de lucha obrera. Podemos ver claros ejemplos de fascistización en la sociedad actual: Uno claro es la ilegalización. En Euskal Herria hemos visto como se ilegalizaba ANV y se le retiraban los fondos públicos en plena campaña electoral al EHAK, y otro y mucho más cercano es la petición de ilegalización de la Coordinadora Antifascista de Madrid, en estos casos se ve claramente como se busca destruir la unidad obrera y antifascista. También vemos un control de la prensa desde la cual se bombardea información, todas las acciones de ilegalización han tenido unos precedentes de criminalización. Interviú, La Razón, etc. los medios burgueses criminalizan el antifascismo para frenar el crecimiento la lucha popular, pretenden crear una mala imagen para marginarnos en la lucha. A la vez que preparan la opinión pública para la futura ilegalización. Otro claro ejemplo es Carlos. Cuándo acudía a una manifestación antirracista un militar fascista le asesinó. La policía ese mismo día arremetió contra lxs antifascistas. El circo mediático que se montó fue increíble, ponían a agredidos como verdugos intentando quitar la importancia de lo ocurrido dando a ver que son peleas entre bandas, actos entre “radicales”.
    Es peligroso el fascismo, pero casi lo es más la fascistización. El fascismo es un enemigo claro con una forma obvia, la fascistización sin embargo es algo etéreo que solo se percibe tras una observación detenida de la sociedad, ahí radica su peligro en que crea medidas fascistas sin que se perciba. Por todo esto no sería correcto decir que actualmente hay un fascismo ya que el ejército tiene, en teoría, poderes limitados, ya que no hay una autarquía visible con un líder indiscutible, y sobre todo porque no hay un corporativismo de Estado sino que es la economía la que emplea el Estado. El sometimiento de todas las fuerzas sociales, tanto productivas como de pensamiento, es la facistización. Por todo esto decimos que vivimos en una sociedad fascistizada, cuyo grado aumenta por momentos, porque sin que haya un fascismo real hay medidas que podríamos calificar de fascistas.
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     Textos de formación sobre antifascismo para la militancia Empty Re: Textos de formación sobre antifascismo para la militancia

    Mensaje por Honecker Dom Nov 14, 2010 10:36 pm

    Muchas gracias, muy buen aporte.
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    Mensaje por giron Dom Nov 14, 2010 10:39 pm



    4. POR UN MOVIMIENTO ANTIFASCISTA POLÍTICO, UNITARIA Y AMPLIO


    Comité Central de la UJCE


    Llevamos varios años asistiendo a una escalada fascista en varios frentes: -Amplio apoyo social a discursos centrados en el patriotismo, la homofobia, el nacionalcatolicismo y la xenofobia, como lo demuestran las movilizaciones de los últimos años y los millones de votantes del PP. -Puesta en marcha de políticas de extranjerías xenófobas. -Fortalecimiento de grupos fascistas y nazis a los que caracterizamos como fuerzas de choque del capital, y el consiguiente aumento de las agresiones contra activistas, inmigrantes, personas LGTB, etc... Esta escalada, a nuestro juicio, se sustenta en varios factores: <!--breack--> Por un lado la polarización del panorama politico, desarrollada en los últimos ocho años entorno a las tesis conspirativas entorno al atentado terrorista del 11-M, el enquistamiento del conflicto vasco o la reacción del nacionalcatolicismo frente a las políticas de derechos civiles del PSOE en materia de homosexualidad. La inmigración y la seguridad ciudadana sigue alimentando discursos racistas, xenófobos y reaccionarios. El ejemplo de otros países de Europa, donde partidos de extrema derecha consiguen acceder a las instituciones e incluso al gobierno sustentados en este tipo de discursos, refuerzan las tentativas de “exportar” esos modelos. La deriva del PP, su política de presión en la calle al PSOE, y el relanzamiento de un discurso centrado en el patriotismo, la homofobia, la xenofobia, a veces de manera veladas y otras veces explicitamente han dado alas a la extrema derecha. En estas coordendas es en las que se enmarca el asesinato del compañero Carlos, y los asesinatos y agresiones cometidas por el fascismo en los últimos tiempos. Estos asesinatos y agresiones no son fruto de peleas entre bandas, sino pequeños conatos de lucha de clases. Esbirros del capital, contra jóvenes activistas contra el fascismo. Pero hay dos factores que, creemos, especialmente trascendentes: la precariedad y la desarticulación de la izquierda política y social, especialmente de las organizaciones de la clase obrera. La precarización de la juventud en todos los ámbitos (espacios de ocio, centros de estudio, educación, empleo), el descenso en las condiciones de vida, de trabajo de educación de la clase trabajadora, están generando descontento, desesperanza e incertidumbre que a su vez degeneran en miedo, odio y rabia. Cuando a esta situación, producto de la miseria y la explotación que genera el capitalismo y la precariedad, no se le opone una alternativa firme y consecuente, se prepara el fermento del fascismo. El fascismo siempre ha aparecido históricamente en situaciones de pauperización creciente de la clase trabajadora, pero con la salvedad de que en otras ocasiones, a la ofensiva fascista se le oponía un robusto movimiento obrero. En la actualidad, a la ofensiva fascista se le opone la dispersión del movimiento, carente de proyecto y de dirección política. Hay que acabar con esta situación si queremos plantarle cara al fascismo de una vez por todas. El ascenso del fascismo, en lo ideológico, en el discurso político, y en la calle, en las agresiones que sufre la juventud, se basa en la fuerte hegemonía de la derecha. Ese es por tanto el enemigo a batir, más allá de sus fuerzas de choque. Frente a esta hegemonía de los sectores más fascistas del capital se oponen la resignación o tentativas de acción directa, de fuerza de choque contra fuerza de choque que llevan adjunto un discurso peligroso que podemos resumirlo en que “quien no comparta esta forma de lucha, quien las critique o quien este radicalmente en contra de ella, no es netamente antifascista, es un traidor o un cobarde”. Estas posiciones enroscadas en si mismas, hijas del odio, tienen su base y su motor, y lo decimos sin ambages, en el estómago y no en la cabeza, y por ello no tienen más táctica ni más estrategia que el choque, en el que sin duda los antifascistas siempre vamos a salir mal parados. Los fascistas y los nazis tienen contactos en las fuerzas represivas del Estado, cuando no son directamente parte de ellas. Detrás de ellos, detrás de los brazos ejecutores de palizas, agresiones y asesinatos, hay una cobertura policial y judicial evidente, que cuenta con el beneplácito de los medios burgueses y en consecuencia con el apoyo de gran parte de la población, en la que ha calado el discurso político en el que se amparan. No estamos negando el derecho de defenderse frente a las agresiones, estamos criticando el discurso que plantea que las tácticas de choque son las únicas. Y lo hacemos por que este discurso, conduce directamente a la marginalidad, achica el círculo de la movilización en vez de ampliarlo. Y además pone en bandeja a los medios de comunicación la posibilidad de la criminalización del movimiento, algo que siempre intentarán hacer. Hay que erosionar las bases del discurso del fascismo, sus bases politicas y materiales, a través de la organización. Esta situación requiere una ofensiva antifascista en todos los frentes. Una ofensiva que debe ser UNITARIA, POLÍTICA Y DE MASAS : – UNITARIA: no valen medias tintas con esto. El antifascismo o es unitario o no es antifascismo. Todo grupo, colectivo, organización ha de participar de espacios amplios.El movimiento antifascista debe ser plural, y nadie está capacitado para dar certificados de antifascismo. – POLÍTICA: basada en la organización y movilización de la juventud y la alianza con todos los sectores populares: trabajadores, mujeres, inmigrantes, etc. – DE MASAS: hay que implicar al conjunto de la juventud. Para ello, debemos llevar la ofensiva antifascista allí donde la juventud sufre el problema: en los barrios, en los institutos. Los objetivos de esta ofensiva antifascista podemos sintetizarlo en uno solo: generar HEGEMONÍA, desarrollar un discurso amplio, mayoritario, cohesionador. Un discurso que articule un verdadero movimiento antifascista. Y esta discurso que tenemos que hacer hegemónico entre todo el movimiento antifascista debe abordar: La cuestión de la inmigración, en la perspectiva de integrar al colectivo inmigrante y a sus organizaciones en las organizaciones de la clase y evitar que la juventud inmigrante caiga en la exclusión. La existencia de organizaciones racistas y xenófobas y la lucha contra su propagación. La cuestión de la memoria histórica, para que la aprobación de la ley no suponga un carpetazo a las reivindicaciones pendientes que son además las fundamentales. La denuncia de las agresiones fascistas, la lucha contra la impunidad y por la justicia. Tenemos en nuestras manos las herramientas para cerrar puertas y ventanas al fascismo. Pongámonos a ello. CONTRA EL FASCISMO, UNIDAD, ORGANIZACIÓN Y LUCHA.

    Resolución aprobada por el Comité Central de la UJCE del 19 de enero de 2008
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     Textos de formación sobre antifascismo para la militancia Empty Re: Textos de formación sobre antifascismo para la militancia

    Mensaje por giron Dom Nov 14, 2010 10:44 pm

    bueno pues perdón porque creo que ha quedado todo arrejuntado y no se ven los párrafos, pero vamos considero que los textos son realmente buenos y nos pueden dar una visión teórica, práctica y actual de lo que es el fascismo, que es la fascistización de la sociedad y como se debe desarrollar el antifascismo.

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    Mensaje por pedrocasca Dom Sep 11, 2011 6:47 pm

    EL CARÁCTER DE CLASE DEL FASCISMO, de Jorge Dimitrov

    Se encuentra (3 páginas - formato pdf) para su descarga en Stalina17:
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