. El derecho a la libertad es o debería ser connatural al hecho y derecho de la vida. Sin embargo la libertad del hacer y del pensar –ahí donde sea posible ejercerla- lleva a una panorámica productiva continua de actos e ideas. Tanta eclosión ocasiona roces involuntarios entre todos los procesos en marcha. No es extraño pues que la libertad sea reclamada paralelamente a la necesidad de ser organizada. Cuando decimos que la libertad de uno está limitada por la libertad de otro o la propia libertad termina cuando empieza la del otro ya estamos acudiendo a un principio regulador. Ese principio es demasiado vago para que tenga una sola traducción, por eso los foros y espacios de debate o encuentros con la palabra tratan de organizarlo para no caer en duplicidades así como tampoco en marginaciones de las cosas dichas.
El análisis de la palabra en todos sus espacios de expresión (desde reuniones de célula y conversaciones distendidas de sobre mesa a reuniones de congresos y parlamentos, pasando por una infinidad de coordenadas donde su uso hace de instrumento principal para tomar acuerdos) lleva al análisis de la personalidad humana, algo que evidencia mucho más las verdades intrínsecas que el análisis limitado a los roles personales. Sea un espacio el de la asamblea de plaza o lo sea en un foro digital con textos escritos y clasificados por temas, la organización de reparto de palabras y temas se hace necesaria. Eso indica que la libertad para que no caiga en conferencias de grillos o es organizada o no será una libertad completa. Ese atributo de organización a la libertad para que lo sea en su totalidad puede parecer un contrasentido. ¿No es acaso la libertad el derecho a ser y a actuar, lo que se hace según lo que uno es y piensa? De acuerdo, lo es, pero ¿no es también la que permite la exposición de las expresiones distintas (argumentísticas, críticas y propuestas) y a partir de eso llegar a síntesis desde diferencias? Eso significa que la libertad de ser y de pensar lleva al sujeto libre para hacerlo a ir modificando sus presupuestos sobre la marcha. Hablamos para informarnos, también para influenciarnos. El acto de habla es en sí mismo un acto de poder al intervenir en la mentalidad ajena, no tanto por el lado de recabar votos (lo menos pretendido por un discurso conceptual) como por el lado de introducir elementos en la discusión para que sean tenidos en cuenta por los demás polemistas.
En un espacio de debate pronto y rápido se advierte quien escucha (o quien lee) y quien no escucha o no lee. Cada vez que alguien hace una intervención para repetir la que hecha precedentemente por otro interviniente significa que no la ha atendido o no la ha entendido. Cada vez que uno en su speech dice más de un elemento y quien le replica le hace acuse de recibo de uno y solo uno pero no de todos los demás es posible que se los haya perdido.
Si bien no se puede discutir toda la exposición de puntos en cada discusión abierta pues eso la haría interminable y la moderación debe priorizar el tema de lo que está fuera de tema (del momento, der la reunión) no se puede imponer formes autocráticas que imposibiliten una discusión necesaria aunque inoportuna. En casi todas las producciones verbales siempre hay una parte expositiva que está de más, que no toca, que viene a enredar más que aclarar y que sin embargo se la tolera y se la incita porque forma parte de la libertad de expresión. En cuanto ésta está muy regulada posiblemente quedara fuera de la toma de palabra muchas personas que por inhibición, inseguridad o dudas conceptuales no se atrevan a hablar. Tomemos una simple reunión unitemática de discusión. Desde hace décadas la figura moderadora está más ocupada en repartir el orden de palabras que en ir haciéndose eco (levantando acta) de lo que se está diciendo y ordenándolo inteligentemente. De hecho la organización de una reunión debe tener al menos dos figuras: la que ordena los turnos de voz y la que va resumiendo –levantando acta- de lo que se dice. Esa segunda figura puede alterar el orden dado por la primera ¿por qué? Porque hay intervinientes cuyas intervenciones están fuera de lugar, porque son repetitivitas o porque tienden a convertir lo secundario en lo principal. Es sabido que la intervención libre y un determinado uso de la palabra también puede ir contra la democracia real. ¿Cómo solucionar un abigarrado intervencionismo multitemático? Haciendo un trabajo archivístico duro para reunir los textos donde corresponden aunque los intervinientes se hayan equivocado de sección donde insertarlos, eso por lo que hace a un foro digital y videografiando o levantado actas de las conversaciones presenciales para que quede constancia de ellas y opción a su consulta. Las repeticiones verbales son inevitables. Cada vez que un hablante toma la palabra tampoco está al tanto de todo lo que se ha hablando antes durante años sobre esa cuestión ni –a veces, tal como se ha dicho- de lo que se ha hablado durante la misma reunión. (Los déficits cognitivos también explican la tasa de conciencia.). Pero un repeticionismo es indicativo estadístico del mayor interés generado por un tema. En el vaciado de cada reunión de debate y su traslación a soportes duraderos para la consulta posterior, el trabajo de transportación se enfrenta a un estudio práctica de la inteligencia colegiada. La reunión de 2 o más individuos (2 o más cerebros) tratando un tema de interés común que no dé lugar a terceros posicionamientos no previstos al principio es que no ha funcionado. El sentido de una reunión es obvio: el aprendizaje recíproco y la sinergia intelectiva, crear entre 2 o más (cientos o miles) lo que el 1 por su cuenta no es capaz de hacer. Para que ese proceso funcione el narcisismo (y el liderismo como una de sus versiones) tiene que quedar fuera. Es una técnica organizativa para convertir la libertad en algo eficaz y rentable para cada pensante que la ejerza. En ocasiones el modo más útil de participar en una discusión es no complejizándola con más elementos y en otras, interviniendo con intervenciones magistrales. En un foro, por definición, todo lo que se diga pasa a formar parte de la propiedad intelectual de este foro. En una asamblea todo lo que se diga tiene que ser recogido y propuesto para la memoria colectiva mas allá de quien lo haya dicho. Los procesos asamblearios y las discusiones demuestran que eso no es así: hay temas y propuestas que son sutilmente proscritos sin que sean abiertamente discutidos y desbancados. Para que el grupo aporte más inteligencia efectiva que la del individuo tiene que convenir una metodología sinérgica para no desaprovechar nada de interés de lo que se diga. Esto es la democracia directa operativa, un funcionamiento según el cual el dicente no tiene que constituirse en celoso guardián de lo que haya dicho no sea que los otros lo olviden a la distancia de una frase cuando haya terminado.
El análisis de la palabra en todos sus espacios de expresión (desde reuniones de célula y conversaciones distendidas de sobre mesa a reuniones de congresos y parlamentos, pasando por una infinidad de coordenadas donde su uso hace de instrumento principal para tomar acuerdos) lleva al análisis de la personalidad humana, algo que evidencia mucho más las verdades intrínsecas que el análisis limitado a los roles personales. Sea un espacio el de la asamblea de plaza o lo sea en un foro digital con textos escritos y clasificados por temas, la organización de reparto de palabras y temas se hace necesaria. Eso indica que la libertad para que no caiga en conferencias de grillos o es organizada o no será una libertad completa. Ese atributo de organización a la libertad para que lo sea en su totalidad puede parecer un contrasentido. ¿No es acaso la libertad el derecho a ser y a actuar, lo que se hace según lo que uno es y piensa? De acuerdo, lo es, pero ¿no es también la que permite la exposición de las expresiones distintas (argumentísticas, críticas y propuestas) y a partir de eso llegar a síntesis desde diferencias? Eso significa que la libertad de ser y de pensar lleva al sujeto libre para hacerlo a ir modificando sus presupuestos sobre la marcha. Hablamos para informarnos, también para influenciarnos. El acto de habla es en sí mismo un acto de poder al intervenir en la mentalidad ajena, no tanto por el lado de recabar votos (lo menos pretendido por un discurso conceptual) como por el lado de introducir elementos en la discusión para que sean tenidos en cuenta por los demás polemistas.
En un espacio de debate pronto y rápido se advierte quien escucha (o quien lee) y quien no escucha o no lee. Cada vez que alguien hace una intervención para repetir la que hecha precedentemente por otro interviniente significa que no la ha atendido o no la ha entendido. Cada vez que uno en su speech dice más de un elemento y quien le replica le hace acuse de recibo de uno y solo uno pero no de todos los demás es posible que se los haya perdido.
Si bien no se puede discutir toda la exposición de puntos en cada discusión abierta pues eso la haría interminable y la moderación debe priorizar el tema de lo que está fuera de tema (del momento, der la reunión) no se puede imponer formes autocráticas que imposibiliten una discusión necesaria aunque inoportuna. En casi todas las producciones verbales siempre hay una parte expositiva que está de más, que no toca, que viene a enredar más que aclarar y que sin embargo se la tolera y se la incita porque forma parte de la libertad de expresión. En cuanto ésta está muy regulada posiblemente quedara fuera de la toma de palabra muchas personas que por inhibición, inseguridad o dudas conceptuales no se atrevan a hablar. Tomemos una simple reunión unitemática de discusión. Desde hace décadas la figura moderadora está más ocupada en repartir el orden de palabras que en ir haciéndose eco (levantando acta) de lo que se está diciendo y ordenándolo inteligentemente. De hecho la organización de una reunión debe tener al menos dos figuras: la que ordena los turnos de voz y la que va resumiendo –levantando acta- de lo que se dice. Esa segunda figura puede alterar el orden dado por la primera ¿por qué? Porque hay intervinientes cuyas intervenciones están fuera de lugar, porque son repetitivitas o porque tienden a convertir lo secundario en lo principal. Es sabido que la intervención libre y un determinado uso de la palabra también puede ir contra la democracia real. ¿Cómo solucionar un abigarrado intervencionismo multitemático? Haciendo un trabajo archivístico duro para reunir los textos donde corresponden aunque los intervinientes se hayan equivocado de sección donde insertarlos, eso por lo que hace a un foro digital y videografiando o levantado actas de las conversaciones presenciales para que quede constancia de ellas y opción a su consulta. Las repeticiones verbales son inevitables. Cada vez que un hablante toma la palabra tampoco está al tanto de todo lo que se ha hablando antes durante años sobre esa cuestión ni –a veces, tal como se ha dicho- de lo que se ha hablado durante la misma reunión. (Los déficits cognitivos también explican la tasa de conciencia.). Pero un repeticionismo es indicativo estadístico del mayor interés generado por un tema. En el vaciado de cada reunión de debate y su traslación a soportes duraderos para la consulta posterior, el trabajo de transportación se enfrenta a un estudio práctica de la inteligencia colegiada. La reunión de 2 o más individuos (2 o más cerebros) tratando un tema de interés común que no dé lugar a terceros posicionamientos no previstos al principio es que no ha funcionado. El sentido de una reunión es obvio: el aprendizaje recíproco y la sinergia intelectiva, crear entre 2 o más (cientos o miles) lo que el 1 por su cuenta no es capaz de hacer. Para que ese proceso funcione el narcisismo (y el liderismo como una de sus versiones) tiene que quedar fuera. Es una técnica organizativa para convertir la libertad en algo eficaz y rentable para cada pensante que la ejerza. En ocasiones el modo más útil de participar en una discusión es no complejizándola con más elementos y en otras, interviniendo con intervenciones magistrales. En un foro, por definición, todo lo que se diga pasa a formar parte de la propiedad intelectual de este foro. En una asamblea todo lo que se diga tiene que ser recogido y propuesto para la memoria colectiva mas allá de quien lo haya dicho. Los procesos asamblearios y las discusiones demuestran que eso no es así: hay temas y propuestas que son sutilmente proscritos sin que sean abiertamente discutidos y desbancados. Para que el grupo aporte más inteligencia efectiva que la del individuo tiene que convenir una metodología sinérgica para no desaprovechar nada de interés de lo que se diga. Esto es la democracia directa operativa, un funcionamiento según el cual el dicente no tiene que constituirse en celoso guardián de lo que haya dicho no sea que los otros lo olviden a la distancia de una frase cuando haya terminado.