Julius Fučík, el soldado de la libertad
Traducido por el blog “Cultura Proletaria” de la revista “Fundamentos”, nº 13, Marzo de 1950
Todo el mundo conoce el nombre del escritor checo Julius Fučík, autor del libro “Reportaje al pie de la horca“. Julius pertenecía a la generación de los hombres de vanguardia que lucharon en Europa contra el fascismo tanto en la clandestinidad como en las mazmorras de los ocupantes nazis. En esta lucha, Fučík encontró la muerte y conquistó la inmortalidad.
Julius Fučík nació el 23 de febrero de 1903, en Smikhov, uno de los más antiguos suburbios industriales de Praga. Su padre era metalúrgico en una fábrica de contrucción de maquinaria. En la escuela, Fučík dio pruebas de sus notables aptitudes, de un pronunciado gusto por la lectura y, sobre todo, por la historia. En 1921 se matriculó en la facultad de Filosofía de la Universidad de Praga.
Fučík, estudiante, tuvo que trabajar para ganarse la vida. En el transcurso de sus años de estudio, realizó numerosos oficios. Dio clases, fue instructor de deportes, trabajador de la construcción, enterrador e incluso “camelot”. Fue obligado a llevar una vida de hambruna, pero no era de aquellos que pierden el coraje. “No quería doblar la espalda“, dijo más tarde.
Toda su vida se basaba en trabajo, estudios, reuniones y manifestaciones. Desde el comienzo de su carrera como periodista, Fučík se reveló como un polemista brillante, combatiendo las corrientes literarias reaccionarias que predominaban en la época, en Checolosváquia.
En 1930 Fučík estuvo, por primera vez, en el país de los Soviets. Esta es la historia de ese viaje.
Los trabajadores de la Kirguizia Soviética habían invitado a cuatro trabajadores y un periodista de Checoslovaquia a recorrer la URSS. La elección recayó sobre Julius Fučík. Las autoridades prohibieron este viaje. Los trabajadores checos deseaban, a cualquier precio, conocer la verdad sobre la vida en la Unión Soviética, con el fin de oponer la información de testigos oculares a las calumnias y mentiras de la prensa burguesa. Resolvieron ir a la URSS, a pesar de la prohibición, y después de vencer numerosas dificultades, su delegación llegó al país de los Soviets en mayo de 1930.
Durante una estancia de seis meses, Fučík y sus compañeros visitaron Moscú, Leningrado, la cuenca del Volga, Ucrania, el Donbass, el Cáucaso, Tayikistán, Kazajstán e innumerables lugares.
En octubre de 1930, Fučík regresó a Praga, ardiendo de deseo por divulgar sus impresiones sobre la Unión Soviética. Sabía que los ojos de miles de hombres estaban mirando al país donde se edificaba la sociedad socialista con su nueva cultura. Las amenazas de la policía no lo asustaban. En un sólo año realizó más de un centenar de conferencias sobre la URSS. Los medios reaccionarios se asustaron con el enorme interés que despertaban las informaciones elocuentes y precisas de Fučík sobre la Unión Soviética.
En 1931 fue arrestado en una reunión y condenado a cuatro meses de prisión. Esta detención interrumpió el masivo trabajo que Fučík escribía sobre la Unión Soviética y que titulaba “En el país donde el mañana ya es ayer“. En 1931 se consiguió publicar este libro. Fue traducido a varias lenguas europeas.
Este libro se compone de varios estudios. Los mejores son aquellos consagrados a la defensa de Tsaritsyn, la consagración de la fábricas de tractores de Stalingrado y la colectivización de la agricultura en la aldea de Vorotsovka. Fučík escribió:
“Vimos, en el país de los soviets, obreros que construyen un mundo nuevo, que crean una sociedad nueva, la sociedad socialista…
Pagaron su libertad con su lucha, sus sufrimientos, su vida. Y triunfaron. Ya ven los frutos de su trabajo. Su bienestar está ahora en sus manos y mejora sin cesar“.
En este libro se ven, bien marcadas, las particularidades del talento de Fučík: su destreza para comentar con profundidad y agudeza sus generalizaciones de la realidad, generalizaciones verdaderamente artísticas.
La vida soviética repleta de nuevas manifestaciones, desconocidas en la literatura occidental, inspira a Fučík, escritor innovador y progresista.
Vio con sus propios ojos la realización de los sueños de los hombres de vanguardia de su pueblo. Comenzó a amar el país de los soviets con todo su corazón de revolucionario y de escritor. Fučík era un verdadero internacionalista. Y precisamente porque amaba su país y se había enamorado de su antigua cultura y de la brillante arte del pueblo checo, comprendía cómo era de infinitamente preciosa la contribución de la Unión Soviética a la lucha común de los pueblos ansiosos de libertad.
Al volver de su viaje de la URSS, Fučík se convirtió en editor del periódico “Rude Pravo” y escribió para numerosos periódicos y revistas progresistas. Desde 1931, colaboró en la revista “Leva Fronta“, alrededor de la cual se reunían los intelectuales avanzados.
Fučík, periodista revolucionario que admiraba y amaba la Unión Soviética, fue combatido por los reaccionarios, entonces en el poder, en Checoslovaquia. Lo encarcelaron en numerosas ocasiones. E incluso en los momentos más dolorosos, Fučík siempre tenía la sensación de que el hombre “fue hecho para la alegría“. Incluso en prisión encontraba medios para trabajar duro. Sucedía que, en cuanto salía de prisión, era nuevamente encarcelado por un artículo escrito mientras estaba detenido. A menudo, con el fin de escapar de una nueva detención, Fučík se veía obligado a esconderse y disfrazarse para despistar a los agentes judiciales.
En 1934, perseguido por la policía, Fučík llegó a la URSS, donde permaneció hasta 1936 como corresponsal del “Rude Pravo“. Fučík dijo de esos dos años, que habían sido los más felices de su vida. Se hizo muy popular en Checoslovaquia gracias a sus trabajos de la Unión Soviética.
Escribió:
“Pasé cerca de dos años en la URSS… ¡Cómo aumentó la felicidad del hombre durante ese tiempo! Bajo mis ojos, las calles cambiaban de aspecto, surgían ciudades, los koljoses se enriquecían, los hombres se convirtían en otros. Todo aquello que se tranformaba y crecía, se transformaba y crecía para mejor. Durante aquellos dos años transcurrieron décadas históricas, a lo largo de las cuales el sueño se convirtió en realidad. Vi crecer aquello por lo que luchamos, aquello por lo que sólo podemos soñar. Vi edificar la sociedad socialista sin clases, el socialismo en carne y hueso…“.
De regreso a su tierra natal, Fučík desenmascaró en sus artículos las intenciones agresivas de la Alemania fascista y la política de los hitlerianos y de sus agentes en el extranjero.
1938. ¡El ignominioso acuerdo de Munich es firmado! Los periódicos y revistas comunistas son prohibidos en Checoslovaquia. Fučík llama a no ceder ante los imperialistas que conspiran contra la paz: “Nuestro pueblo fue traicionado, pero no derrotado“, escribió en el periódico “Cin“.
Ese fue el último artículo de Fučík en la prensa legal.
En la primavera de 1939, el infame acuerdo Londres-Múnich dio sus frutos: el 15 de marzo, los hitlerianos entraron en Praga. Se hicieron arrestos en masa y todos aquellos que no agradaban a los invasores fascistas fueron perseguidos. Al mismo tiempo, los nazis dieron los primeros pasos en busca de ciertas figuras públicas conocidas en Checoslovaquia. Buscaban colaboradores entre los hombres populares del país. El redactor-jefe de la revista “Cesky Delnik” propuso deliberadamente a Fučík la colaboración en “Cultura y Artes“. Julius Fučík le resdondió: “No publicaríais lo que desearía escribir y, aquello que quieres publicar, no lo voy a escribir“.
Algunos días más tarde, la Gestapo hizo una diligencia en la casa de Fučík, en Praga, pero llegó demasiado tarde, Fučík había dejado la capital y se había ido a una aldea.
La ardiente actividad social de Fučík sufrió una breve interrupción. Ya no podía escribir en los periódicos, pero hombres como Julius Fučík no se arrancan los brazos mientras tengan vida. Recorrió la rica historia de la literatura checa. Hacía mucho tiempo que se había propuesto metodizar sus ideas sobre el desarrollo de la literatura checa y demostrar, a través de las críticas, las tradiciones democráticas y el espíritu verdaderamente popular de los mejores escritores de Checoslovaquia. Así que se propuso escribir toda una serie de estudios sobre “Los olvidados y aquellos de los que no se habla“. Se trataba de elementos de vanguardia de la cultura checa, cuyo valor los hombres de letras burgueses se esforzaban en disminuir.
Julius Fučík escribió un estudio crítico sobre “Bozena Nemcova, la combatiente“. El pensamiento osado, la voluntad y el carácter intransigente de esta intelectual del siglo XIX le eran próximos.
Luchó mucho para hacer pública esta obra, que fue publicada en 1940.
La brillante monografía de esta patriota checa fue una apelación a la lucha. “Por primera vez, en estos dieciocho meses, experimenté la sensación de libertad, gracias a su Bozena“, dijo a Fučík su viejo amigo Vydra.
El estudio consagrado a Julius Zeyer pertenece al mismo ciclo, en el que Fučík afirma ser el criterio del espíritu popular más importante en la evaluación de una obra literaria.
En esa misma época, Fučík comienza a escribir también un trabajo sobre la obra del célebre poeta del pueblo de Eslovaquia, Jan Neruda. Por desgracia, sólo se recuperaron seis estudios de Neruda, habiéndose quemado los otros con los archivos de la Gestapo. La crítica presentaba a Neruda como “un cantante idílico“. Fučík no lo presenta como un gran poeta “que se verá en el futuro“.
Fučík no consiguió terminar sus ciclo de estudios sobre “Los olvidados y aquellos de los que no se habla“. Pero tenía la certeza de que vendrían otros escritores checos que continuarían su obra.
Poco antes de su muerte, Fučík escribió desde la cárcel de Pankrac: “El árbol que plantamos dará sus frutos: generaciones de hombres nuevos maduran, generaciones socialistas de trabajadores, de poetas, de intelectuales que dirán, quizás mucho más tarde pero, a cambio, mejor que yo, aquello que yo no tuve tiempo para decir“.
Para Fučík, el trabajo literario no era un descanso de la lucha, sino su continuación en uno de los frentes más importantes, el de la lucha por la cultura democrática.
En la ilegalidad, Fučík luchó heroicamente contra el fascismo. A comienzos del año 1941 se convirtió en miembro del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia. Bajo condiciones más penosas, Fučík y sus camaradas lograron fundar un periódico, una verdadera arma de combate. Hicieron aparecer numerosos periódicos y revistas clandestinas. Entonces, y más que nunca, Fučík se reveló como un organizador talentoso y un brillante periodista. Sabía encontrar a través de la prensa ilegal “corresponsales particulares”, no sólo en Praga, sino en el extranjero: en Turquía, Suecia, Suiza, Rumania e incluso en el Berlín de los nazis. ¡Incluso llegó a recibir las informaciones que le interesaban de la propia guarida del enemigo, del estado mayor de los ocupantes nazis!
En una noche primaveral de 1942, Julius Fučík fue arrestado.
Lo torturaron atrozmente durante 24 horas en una cárcel de la Gestapo. Su cuerpo no era más que una llaga. Lo metieron medio muerto en una celda donde permaneció varios días inconsciente. El médico de la prisión había dado su certificado de defunción…
Nada más abrir los ojos, lo llevaron de nuevo para interrogarlo. Perdió la conciencia al poco de comenzar la primera tortura a la que le sometieron.
Quedó tumbado un mes y medio sin moverse. Regresó poco a poco a la vida. Por fin podía ponerse a trabajar, tomar notas y escribir. El guardia A. Kolinski, uno de los numerosos participantes en la lucha sostenida en la retaguardia contra los ocupantes, le daba en la cárcel papel y lápiz y sacaba, en secreto, lo que escribía.
Tal es la historia, al mismo tiempo sencilla y extraordinaria del libro “Reportaje al pie de la horca“, una de las obras más conmovedoras de nuestra época.
Las líneas extraídas del diario que el gran bolchevique Félix Dzerzhinsky escribió en la cárcel, en la Rusia zarista, podría servir de epígrafe a este libro de Fučík:
“Si existiese alguien que describiese todo el horror de la vida en la casa de los muertos, la lucha, el espíritu sombrío y los impulsos de aquellos que están encerrados para ser ejecutados; alguien que tradujese lo que sucede en el alma de los héroes encarcelados, así como en el alma de las personas comunes, lo que pasa en el alma de los condenados a muerte que les lleva al suplicio, la vida de esta casa y de sus habitantes se convertiría en un arma formidable y una antorcha que iluminaría vivamente el camino de la lucha a seguir. Es por eso que es esencial describir y dar a conocer al mundo no sólo la simple crónica de los condenados y torturados, sino también esbozar cuadros de su vida, del estado de su alma, de sus impulsos nobles y de sus villanías, de sus grandes sufrimientos y de sus alegrías, a pesar de las torturas; de evocar toda la verdad contagiosa, cuando ella es hermosa y augusta, despertando el desprecio y la repulsa cuando es envilecida y empañada. Sólo aquel que sufrió y amó mucho tendrá la fuerza suficiente“.
Y el libro de Fučík, que él transmite a sus camaradas de lucha al marchar a la tortura, como un soldado moribundo que pasa su fusil a un camarada, se convirtió, según la expresión de Dzerzhinsky, en “un arma formidable y una antorcha que ilumina vivamente el camino de la lucha a seguir“. El libro de Fučík fue escrito por un intrépido, y en él no se encontrará (y no podrá ser encontrada) la servil “religión del sufrimiento”, a la cual muchos autores de obras literarias que tratan el mismo asunto, dedicaron un verdadero culto en la Europa Occidental.
Máximo Gorki decía, reprendiendo a ciertos escritores que poetizaban el sufrimiento: “El sufrimiento es la vergüenza del mundo, es necesario odiarlo para poder extirparlo“. Este sentimiento de odio al sufrimiento es propio de todos aquellos que lucharon estoicamente por un futuro mejor; de todos aquellos que están persuadidos de que “la desgracia no es una base indestructible de la existencia, sino una cosa abyecta que los hombres deben repeler“. (Gorki)
Julius Fučík escribió antes de morir: “Yo amaba la vida y luché por ella. Que mi nombre jamás sea relacionado con la tristeza. Viví para las alegrías de la vida, muero por ella y sería injusto colocar sobre mi sepulcro el ángel de la aflicción“.
Buscaríamos en vano en Fučík este pseudo-humanismo que exige la amnistía para los torturadores y carceleros, con el fin de servirse de ellos más tarde para someter al pueblo. El humanismo de Fučík tiene un carácter de lucha. Fučík lucha por una vida mejor y no tiene miedo de la muerte.
El raro talento de Fučík se demuestra con más fuerza en “Reportaje al pie de la horca“. El bello lenguaje lleno de imágenes, la fina y despiada ironía, la expresión y la claridad de las caracterizaciones, el lirismo sutil, el humor, etc. Todas estas características de Julius Fučík se deben a su mentalidad, la lucidez conque veía las cosas, su optimismo revolucionario, su profunda convicción de que la causa que defendida era bella y justa.
La pena de Fučík, agudizada en su lucha diaria con los enemigos del pueblo, no se debilitó en Pankrac. Escribió en la prisión una obra literaria cuya composición correspondía a su contenido ideológico. No son notas cronológicas sobre los últimos días, es la desnudez, viendo bien el objetivo, de esa vida de heroísmo y abnegación. El libro de Fučík es un mensaje dirigido a todos aquellos “que sobrevivieron a estos tiempos” y vieron obtener la victoria sobre el fascismo.
“No olvidéis”. dijo.
Fučík cita numerosos hechos y “testimonios de testigos” sobre la heroica lucha mantenida por el pueblo checo contra los invasores alemanes. Relata las hazañas de sus compañeros de lucha y muestra las fuentes de la energía de su alma. Al mismo tiempo, desenmascara al enemigo. La idea de Fučík era hacer que la humanidad conociese toda la verdad sobre la lucha contra el fascismo y llamar a los hombres a estar alerta.
No por casualidad escribió en su análisis de la conducta de los detenidos: “…no quedaba más que la misma esencia, la más simple: el fiel permanece fiel, el traidor traiciona, el filisteo cae en la desesperación, el héroe lucha hasta el fin“.
Es esa “esencia” de la conducta de los hombres que interesa a Fučík. Evalúa a los hombres según su papel y su participación en la lucha contra el fascismo. Deseaba que el pueblo conociese a sus héroes y no olvidase castigar a los traidores.
En “Reportaje al pie de la horca“, Fučík limpia el panel de dos campos, de dos mundos.
El campo de aquellos que luchan contra el fascismo es monolítico, unido por la profunda unidad de la lucha y el odio al enemigo. Esos rasgos se vuelven aún más relevantes en el contexto de la abyección moral, de la discordia y de la desmoralización de los “bas-fond” fascistas.
Fučík habla con amor y gratitud de los colectivos de presos, del espíritu de solidaridad que anima ese pequeño pero heroico destacamento antifascista. Se siente esa fraternidad de los combatientes en cada palabra, en cada aprieto furtivo de manos. Hablando de las monstruosas atrocidades de los energúmenos fascistas, Fučík se limita a citar hechos, desnuda el alma hedionda de los torturadores y de sus lacayos, muestra toda la vileza de sus planes y cómo tiemblan por su piel. Fučík describe esos seres innobles en el momento en que se les ve mejor, como bacilos examinados en el microscopio.
Fučík nos muestra los condenados que marchan a la tortura con la cabeza alta y obteniendo, incluso al borde de la tumba, una última victoria sobre sus enemigos, que llenan sus sueños de temor y de miedo.
En las últimas palabras de su libro, Fučík subraya la idea y el objetivo de esta obra, dirigida a todos aquellos “que sobrevivieron a estos tiempos“.
“¡Estad alerta!“, exclama.
En la actualidad, cuando en muchos países los reaccionarios, descaradamente, hacen propaganda de una nueva guerra, el libro de Fučík es un llamamiento a todas los progresistas del globo. Parece que Julius Fučík está en sus filas, bajo las banderas de la libertad y de la democracia.
“¡Estad alerta!, -dice, el capitalismo que agoniza llena el mundo de horrores que lo amenazan de un período mortal. ¡Estad alerta!“.
El libro de Fučík nos lega su odio a los verdugos de los pueblos, aquellos que, ayudados por la soga, por el linchamiento, por las bombas lanzadas sobre Grammos, por el hambre engendrada con el Plan Marshall, esperan romper el espíritu de lucha de los pueblos.
Dos de sus camaradas, detenidos como él y que vivieron, describieron los últimos días de Julius Fučík. Lida Placha, que había militado con Fučík en la ilegalidad, compareció con él ante el tribunal nazi en Berlín el 25 de agosto de 1943. Fučík dijo a los jueces:
“Sé que seré condenado y que mi vida llega a su fin, pero también sé que hice todo lo que pude por nuestra victoria. Estoy seguro de que seremos los vencedores. Nosotros morimos, pero otros vendrán y continuarán nuestra obra“.
Escuchó con calma su sentencia de muerte como si no le afectase y, en el camino de regreso a la cárcel, pidió a Lida que cantase. Ella cantó la “Partisana” y todos cantaron a coro. Lida y Julius cantaban en checo y los comunistas vieneses, también condenados a muerte, cantaban en alemán.
De repente, todos cantaron la “Internacional”.
Después del juicio, Fučík se encontró en una celda con Rudolf Berdrich, que luego narró lo siguiente:
“Llevaba 170 días en la cárcel, desde mi condena, cuando metieron en mi celda a Julius Fučík. Yo había llegado a un estado de completa idiotez. No podía pensar en nada, ni siquiera en la familia. Fučík cantaba todo el tiempo o contaba cualquier cosa. Se comportaba como si todavía tuviese ante sí una larga vida para disfrutar“.
El 4 de agosto, después de haber caído una bomba sobre la prisión, hicieron salir a todos los reclusos al patio y Fučík vio a algunos de sus camaradas checos. Muchos estaban bastante abatidos. Fučík, esposado de pies y manos, pronunció un último discurso en ese patio de la prisión. Habló de la fuerza moral de los ciudadanos soviéticos, de que, después de haber afligido el Ejército Soviético una derrota a los nazis en Moscú y Stalingrado, no dejaría sus poderosas armas mientras que el fascismo no fuese derrotado.
“Si se abriese un segundo frente en el oeste, la guerra, sin duda, terminaría más rápido. Tal vez algunos de nosotros esperaba no morir. Ahora, nosotros somos soldados en retaguardia del enemigo. Muramos, pero con la convicción de que venceremos“.
Gusta, la esposa de Julius Fučík, escribió:
“Para él, la Unión Soviética era una fuerza invencible. Y durante la guerra, eso le dio una fe inquebrantable en la verdadera derrota del fascismo, en la victoria de la URSS y del progreso. Esa fe inalterable y la consciencia de ser una parte de una parcela de la gran fuerza del socialismo, ayudaron a Julius Fučík a mantenerse firme hasta el fin, a no recular ante ninguna prueba y a despreciar la muerte“.
En el otoño de 1948, en el quinto aniversario de la ejecución Fučík, apareció una nueva colección de sus artículos, titulada “¿Por qué amamos a nuestro pueblo?” Es el legado de un luchador inflexible a sus camaradas de partido y a todo el pueblo. He aquí algunas líneas características de este libro:
“Nosotros, los comunistas, amamos la vida. Deseamos abrir el camino a una vida verdaderamente libre, plena y radiante, no dudamos en hacer el sacrificio de nuestra vida, porque vivir arrodillado, esposado o esclavizado no es vivir, es vegetar de una manera indigna para el hombre. Nosotros, los comunistas, amamos a los hombres y es por eso que no dudamos en sacrificar nuestros propios intereses personales con el fin de que, bajo el sol, sea reservado un digno lugar al hombre libre, radiante y saludable. Nosotros, los comunistas, amamos la libertad. Es por eso que, sin dudar ni un sólo momento, observamos la estricta disciplina de nuestro partido, la alta disciplina del ejército del camarada Lenin, con el fin de conquistar la libertad para toda la humanidad. Nosotros, los comunistas, amamos el trabajo fructífero, el futuro creador de la humanidad, y es por eso que no dudamos en destruir todo aquello constituye un obstáculo -y nada más que eso- a las grandes fuerzas creadoras del hombre. Nosotros, los comunistas, amamos la paz, y es por ella que luchamos. Luchamos contra todas las causas de la guerra; luchamos por una organización del mundo gracias a la cual no podrán surgir criminales capaz de enviar millones de hombres a la muerte“.
Fučík estaba seguro de que los pueblos ansiosos por la libertad sabrían decapitar a aquellos que piensan conseguir, con la ayuda una nueva carnicería, levantar un “obstáculo a las grandes fuerzas creadoras del hombre“.
La vida de Julius Fučík y su legado literario revelan las inagotables fuerzas morales de los que están en el campo antiimperialista. La voz de Fučík, su “¡Estad atentos!“, arma a todos los escritores, sabios y artistas de vanguardia para combatir la reacción y a los belicistas.