"La degradación del trabajo en el siglo XX"
conferencia de Harry Braverman - año 1975
Publicado en Monthly Review, mayo de 1982. Este artículo es la versión corregida de una conferencia que Harry Braverman pronunció en la primavera de 1975 en el Instituto de Tecnología de Virginia Occidental (EEUU). Por lo que sabemos, ésta fue su última intervención pública registrada.
tomado de Revista Taller (Sociedad, cultura y política) - año 2007, No. 24
(...) Existe un punto de vista general por el que debemos comenzar: que la humanidad es una especie trabajadora. Nuestra relación con la naturaleza no consiste meramente en recolectar alimentos y buscar abrigo en las grietas que la naturaleza nos ofrece. La humanidad, más bien, toma los materiales que le entrega la naturaleza alterándolos y haciendo de ellos los instrumentos que le son más útiles. La humanidad trabaja para vivir, para proporcionarse medios y recursos de vida. Por eso, aún cuando los hombres y mujeres tienen a menudo razones para quejarse de que el trabajo es un castigo que debe soportar la especie, no hay duda, en ningún caso, de que el trabajo, como característica de la especie, es tan natural para la vida humana como es pacer o cazar para otros seres. No obstante, sería un grave error tomar por verdad indiscutible un axioma tan simple como éste –ya sea concebido en forma de lamentos bíblicos o de condicionamientos biológicos o evolutivos-, y hacer de él la base para un análisis del trabajo en la sociedad moderna. Entre la biología y la sociología interviene la civilización, con todas sus instituciones y relaciones sociales. En la sociedad capitalista, que es la sociedad en la que vivimos, el trabajo nos organiza en instituciones que desde hace tiempo nos han apartado de la simple producción para nuestro propio consumo; y, desde luego, la base de su actividad es algo muy diferente a cualquier clase de producción para el uso propio. El propósito de una empresa capitalista es apropiarse de la plusvalía que puede extraerse del proceso de producción. Así, mientras que los seres humanos trabajan para satisfacer sus necesidades, en la sociedad capitalista nadie trabaja sin al mismo tiempo satisfacer las necesidades del capital. Sólo creando plusvalía para las corporaciones se nos permite cubrir nuestras propias necesidades. Esta es la regla número uno de la sociedad capitalista. Como quiera que se llame, es la ley subyacente a todo el sistema (...)
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conferencia de Harry Braverman - año 1975
Publicado en Monthly Review, mayo de 1982. Este artículo es la versión corregida de una conferencia que Harry Braverman pronunció en la primavera de 1975 en el Instituto de Tecnología de Virginia Occidental (EEUU). Por lo que sabemos, ésta fue su última intervención pública registrada.
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(...) Existe un punto de vista general por el que debemos comenzar: que la humanidad es una especie trabajadora. Nuestra relación con la naturaleza no consiste meramente en recolectar alimentos y buscar abrigo en las grietas que la naturaleza nos ofrece. La humanidad, más bien, toma los materiales que le entrega la naturaleza alterándolos y haciendo de ellos los instrumentos que le son más útiles. La humanidad trabaja para vivir, para proporcionarse medios y recursos de vida. Por eso, aún cuando los hombres y mujeres tienen a menudo razones para quejarse de que el trabajo es un castigo que debe soportar la especie, no hay duda, en ningún caso, de que el trabajo, como característica de la especie, es tan natural para la vida humana como es pacer o cazar para otros seres. No obstante, sería un grave error tomar por verdad indiscutible un axioma tan simple como éste –ya sea concebido en forma de lamentos bíblicos o de condicionamientos biológicos o evolutivos-, y hacer de él la base para un análisis del trabajo en la sociedad moderna. Entre la biología y la sociología interviene la civilización, con todas sus instituciones y relaciones sociales. En la sociedad capitalista, que es la sociedad en la que vivimos, el trabajo nos organiza en instituciones que desde hace tiempo nos han apartado de la simple producción para nuestro propio consumo; y, desde luego, la base de su actividad es algo muy diferente a cualquier clase de producción para el uso propio. El propósito de una empresa capitalista es apropiarse de la plusvalía que puede extraerse del proceso de producción. Así, mientras que los seres humanos trabajan para satisfacer sus necesidades, en la sociedad capitalista nadie trabaja sin al mismo tiempo satisfacer las necesidades del capital. Sólo creando plusvalía para las corporaciones se nos permite cubrir nuestras propias necesidades. Esta es la regla número uno de la sociedad capitalista. Como quiera que se llame, es la ley subyacente a todo el sistema (...)
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