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Hace noventa y cuatro años, dirigidas por su partido, el Partido Bolchevique, las masas populares, trabajadores, campesinos, soldados, jóvenes, mujeres, arrancaban el poder a las clases reaccionarias, tomaron «el cielo por asalto» e instauraron, por vez primera en la historia, un poder popular, un poder de nuevo tipo, un poder que bajo la dirección del Partido encabezado por Lenin, transformó la revolución política democrático-burguesa, en revolución socialista y en dictadura del proletariado. Ya en 1905, Lenin preveía:
«De la revolución democrática a pasar inmediatamente, y precisamente en la medida de nuestras fuerzas y de las fuerzas del proletariado consciente y organizado, a la revolución socialista. Nosotros somos partidarios de la revolución ininterrumpida. No nos quedamos a mitad del camino.»
Aquella Gran Revolución de Octubre[1] provocó el entusiasmo de los pueblos del mundo, llenó los corazones de esperanza y ardor revolucionario. Y también provocó el odio y el temor de las clases capitalistas, reaccionarias, retrógradas como las huestes del farsante de Roma. La reacción mundial no tardó en forma una coalición armada para derribar el régimen soviético, combinando la intervención de ejércitos europeos, con ataques y sabotajes internos. Ataques, sabotajes, complots, que de diversas formas, con diferentes maquillajes políticos e ideológicos, continuaron a lo largo de la historia de la URSS.
Muchas son las lecciones y experiencias que nos brinda la revolución de 1917, y la construcción del socialismo en la URSS, primero bajo la dirección de Lenin, y luego de Stalin. Quizá la más importante sea la de que una revolución socialista es imposible sin la dirección de un auténtico partido comunista, vanguardia del proletariado, firme con los principios y hábil, diestro, avezado, en lo táctico. Y también, como nuestra propia experiencia muestra, intransigentes frente a los capituladores, los reformistas, contra el oportunismo.
«Para poder triunfar –escribía Lenin- la insurrección no debe apoyarse en una conspiración, en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. En segundo lugar, la insurrección debe apoyarse en el empuje revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, debe apoyarse sobre aquel viraje de la historia ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor y en que mayores sean las vacilaciones en las filas del enemigo y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución.»
Mas si son muchas y ricas las experiencias que nos brinda la revolución y experiencia de los años de existencia de la URSS, estas no pueden, no deben, ser objeto de calcos mecánicos. Cómo, cuándo, de qué manera, se hará la revolución en cada país, depende de circunstancias específicas que no se pueden predecir, del desarrollo e implantación del Partido Comunista, de su ligazón con las masas populares, de las fuerzas del enemigo y el desarrollo de las contradicciones fundamentales. No hay dos revoluciones iguales.
Hoy como ayer, los partidos marxista-leninistas necesitamos prepararnos ideológicamente, desarrollar esa lucha contra el oportunismo de todo tipo, incluido en nuestras propias filas. Esta es otra de las enseñanzas de aquella gran revolución.
Lo grandioso de la Gran Revolución de Octubre, es que llevó a la vida política activa a millones de seres, y no sólo en la URSS. Una revolución, la única hasta entonces, que se propuso acabar con la explotación del hombre por el hombre.
Ante los comunistas de hoy, casi un centenar de años después de aquella gran, y hasta ahora inigualable revolución, permanece la tarea de organizar, según las condiciones concretas en las que vivimos, la lucha contra el imperialismo, la reacción y los traidores de todo tipo y color.
¡Viva la gran Revolución de Octubre!
¡Honor y gloria al heroico pueblo soviético y sus grandes dirigentes, Lenin y Stalin!
Madrid, 9 de noviembre de 2011
Partido Comunista de España (Marxista-Leninista)
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«De la revolución democrática a pasar inmediatamente, y precisamente en la medida de nuestras fuerzas y de las fuerzas del proletariado consciente y organizado, a la revolución socialista. Nosotros somos partidarios de la revolución ininterrumpida. No nos quedamos a mitad del camino.»
Aquella Gran Revolución de Octubre[1] provocó el entusiasmo de los pueblos del mundo, llenó los corazones de esperanza y ardor revolucionario. Y también provocó el odio y el temor de las clases capitalistas, reaccionarias, retrógradas como las huestes del farsante de Roma. La reacción mundial no tardó en forma una coalición armada para derribar el régimen soviético, combinando la intervención de ejércitos europeos, con ataques y sabotajes internos. Ataques, sabotajes, complots, que de diversas formas, con diferentes maquillajes políticos e ideológicos, continuaron a lo largo de la historia de la URSS.
Muchas son las lecciones y experiencias que nos brinda la revolución de 1917, y la construcción del socialismo en la URSS, primero bajo la dirección de Lenin, y luego de Stalin. Quizá la más importante sea la de que una revolución socialista es imposible sin la dirección de un auténtico partido comunista, vanguardia del proletariado, firme con los principios y hábil, diestro, avezado, en lo táctico. Y también, como nuestra propia experiencia muestra, intransigentes frente a los capituladores, los reformistas, contra el oportunismo.
«Para poder triunfar –escribía Lenin- la insurrección no debe apoyarse en una conspiración, en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. En segundo lugar, la insurrección debe apoyarse en el empuje revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, debe apoyarse sobre aquel viraje de la historia ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor y en que mayores sean las vacilaciones en las filas del enemigo y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución.»
Mas si son muchas y ricas las experiencias que nos brinda la revolución y experiencia de los años de existencia de la URSS, estas no pueden, no deben, ser objeto de calcos mecánicos. Cómo, cuándo, de qué manera, se hará la revolución en cada país, depende de circunstancias específicas que no se pueden predecir, del desarrollo e implantación del Partido Comunista, de su ligazón con las masas populares, de las fuerzas del enemigo y el desarrollo de las contradicciones fundamentales. No hay dos revoluciones iguales.
Hoy como ayer, los partidos marxista-leninistas necesitamos prepararnos ideológicamente, desarrollar esa lucha contra el oportunismo de todo tipo, incluido en nuestras propias filas. Esta es otra de las enseñanzas de aquella gran revolución.
Lo grandioso de la Gran Revolución de Octubre, es que llevó a la vida política activa a millones de seres, y no sólo en la URSS. Una revolución, la única hasta entonces, que se propuso acabar con la explotación del hombre por el hombre.
Ante los comunistas de hoy, casi un centenar de años después de aquella gran, y hasta ahora inigualable revolución, permanece la tarea de organizar, según las condiciones concretas en las que vivimos, la lucha contra el imperialismo, la reacción y los traidores de todo tipo y color.
¡Viva la gran Revolución de Octubre!
¡Honor y gloria al heroico pueblo soviético y sus grandes dirigentes, Lenin y Stalin!
Madrid, 9 de noviembre de 2011
Partido Comunista de España (Marxista-Leninista)
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