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    "El reformismo no puede sustituir a la Revolución" - discurso de Jorge Kolle Cueto - Partido Comunista de Bolivia - año 1970

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Miér Nov 23, 2011 12:26 pm

    El reformismo no puede sustituir a la Revolución

    Jorge Kolle Cueto (publicado por la Editorial Vanguardia – Juventud Comunista de Bolivia)

    Discurso realizado en el Foro Político “Los caminos de la revolución”. Extraído del libro “El pensamiento político Boliviano después de la nacionalización del petróleo” - año 1970.

    Señoras y señores:

    Saludamos la preocupación de los dirigentes universitarios que buscan esclarecer conceptos y rumbos en materias que dicen con el interés nacional. Agradecemos la invitación al Partido Comunista de Bolivia, cuya concepción y criterio sobre los "Caminos de la Revolución”, trataremos de exponer del modo más ajustado:

    EL CONCEPTO "VULGAR" DE LA REVOLUCIÓN

    Aunque se trata de una perogrullada, permítasenos levantar el criterio que a nivel de pueblo, se tiene sobre lo que es una Revolución. El concepto elemental imagina "revolución" en términos de "golpe de estado", "levantamiento”, "motín", insurrección" etc., fenómenos que en nuestra accidentada historia han marcado verdaderos récords y que son motivo de "curiosa ironía política" para los comentaristas de la prensa extranjera o los "historiadores" que de algún modo se ocupan de los problemas bolivianos. No estamos interesados por hoy, en explicar la legitimidad de tales hechos desde el ángulo de la causalidad, de sus razones y fuerzas generadoras, de los intereses de clase o de sectores de la clase que ellos suponen. Nos interesa simplemente diferenciar el concepto "vulgar" que identifica tales hechos, en verdad apenas formas, modalidades de la metodología política en la lucha por el poder en nuestro país, con el término "revolución", que ya expresa un cambio de fondo en el curso del proceso social, un cambio de calidad en la situación política. Revolución no es todo intento de toma del poder.

    Deseamos hacer fuerza sobre este primer concepto, porque sobre esta base, cualquiera se llama revolucionario en este país, cualquiera disputa el honroso título que supone el ser revolucionario y lo que es peor aún: los ensayos victoriosos de toma del poder, para acreditarse ante las masas, para reclamar sus derechos y ascendencia popular, no tienen el menor empacho en proclamarse "revolucionarios" y afirmar en todos los tonos que han levantado los pendones de una revolución. Así, fueron revolucionarios desde los "saavedristas", hasta los "liberales", los "radepistas” y sus derrocadores, los "'piristas" de la vieja época, los, movimientistas "y el "Frente de la Revolución "Barrientista" entre otros.

    Tal criterio sobre lo que es "revolución" santifica cualquier cosa pero, encubre toda una realidad de engaño, sirve para el consumo demagógico que cubre las necesidades burguesas de dominación, como a su tiempo sirviera para cubrir las de la oligarquía feudal. Barnizó incluso la contrarrevolución más descarada y brutal. Este criterio no puede ser, ni lo es, el que el pueblo o la clase obrera tienen sobre revolución.

    LA REVOLUCIÓN ES UNA CATEGORÍA POLÍTICA QUE EXPRESA UNA REGULARIDAD DEL DESARROLLO SOCIAL

    Significa o supone un cambio profundo, radical en la vida de una sociedad determinada, conduce inevitablemente al derrocamiento del viejo y caduco régimen para luego establecer uno nuevo y progresivo, o transfiere el poder de manos de una clase que antes era opresora (reaccionaria) a manos de otra clase que antes era oprimida (progresiva), a decir de Marx. Tal criterio surge de que: "Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social". La inevitabilidad de las revoluciones sociales en la sociedad dividida en clases está condicionada por el hecho de que las viejas relaciones de producción (propiedad sobre los medios de producción) son man-tenidas por las clases dominantes con la ayuda de todo un sistema de instituciones políticas, jurídicas, militares, religiosas y otras, pero sobre todo con ayuda del Estado y del Derecho. Por ello, para desbrozar el camino al curso posterior del desarrollo social, las clases nuevas, progresivas, tienen que suprimir el régimen estatal existente. El problema central, vital, cardinal de toda revolución, es el problema del poder estatal, el paso del poder de manos de la clase reaccionaria a manos de la clase progresiva. Este concepto sólo rige para la llegada al poder de una clase avanzada con relación a su antecesora, en el control estatal.

    El carácter de la revolución está determinada por e carácter de las contradicciones que resuelve, por las tareas sociales que debe realizar, por la clase social que se halla a la cabeza de la revolución.

    Es por todos sabido que existen diversos tipos de revolución social, pero ahora nos preocupa como antecedente que se proyecta solo, la revolución burguesa que se operó en nuestro país en abril de 1952 y cuya reedición simple está, social e históricamente superada y la revolución popular antiimperialista que surge como necesidad impostergable sobre los cimientos de las contradicciones vigentes, de su contenido y carácter. Esto porque en las circunstancias actuales y en todos los niveles, han comenzado a circular substitutos "revolucionarios”, teorías y más teorías que no llegan a superar el enanismo mental o político de sus progenitores. A algunas de ellas nos referiremos más adelante.

    EL SIGNIFICADO HISTÓRICO DE LA REVOLUCIÓN BURGUESA DE ABRIL

    Se puede estar identificado con el M.N.R. o ser movimientista, esto no importa; para juzgar correctamente el significado de lo ocurrido a partir de abril y sobre todo en los años primeros del proceso sólo se necesita tener una posición fría y científica. Y esta actitud ni libera de culpa al M.N.R., ni lo ensalza ni lo condena, apenas lo ubica en su posición histórica y en su extracción e interés de clase verdadero.

    Sobre la contradicción entre las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas atrasadas y las relaciones de producción, las formas de propiedad feudal, en el agro había madurado tal grado de antagonismo, que su superación significó marcar la impronta en el curso social posterior. Es la Reforma Agraria y no la nacionalización de las minas lo que determina en lo fundamental el papel histórico de la burguesía movimientista en el poder. Es haber liberado la propiedad feudal en favor de la propiedad burguesa de la tierra lo característico, lo esencial del proceso de abril. Es haber llevado a la burguesía al poder en substitución de la oligarquía feudal y el haber utilizado el poner en evidencia y resguardo los intereses de la burguesía por sobre los de la oligarquía, lo que realizó el MNR. Tal su rol histórico, tal su contenido de clase. Por supuesto que siendo lo esencial de la "revolución burguesa" su curso agrario, esto no supone minimizar otras conquistas de tipo burgués y aún popular muy importante, tales como la nacionalización de las minas, el voto universal, la reforma educativa, el control obrero, etc., medidas que fortaleciendo las posiciones burguesas y encarando sus necesidades de clase, abarcaron esferas que sobrepasan las fronteras propiamente burguesas en la medida en que la presión de las masas exigía e imponía nuevas conquistas.

    El curso capitalista seguido a la reforma agraria y el desarrollo doble del fenómeno de la concentración burguesa y de la depauperación de las masas campesinas, al mismo tiempo del surgimiento de un asalariado rural que va paralelo al proceso de especialización de los cultivos, particularmente en las áreas de colonización y en las regiones orientales del país, nos liberan de todo comentario al mostrar que la revolución de abril tuvo un contenido innegable burgués; que el M.N.R. ejecutó la revolución burguesa y que los intereses de clase que defiende este partido son los de la burguesía boliviana.

    Con todo, esto no quiere decir que los intereses burgueses hayan sido satisfechos a plenitud por una doble razón: 1o.— El temor a la presión popular inicial. 2o.— Los elementos contradictorios entre los intereses de los monopolios imperialistas y los de una burguesía nacional propia en desarrollo.

    La consigna de, "enriqueceos" y la realidad de una célula de importadores que "populariza" el comercio exterior antes en manos de los aliados de la vieja oligarquía feudal, no más de dos centenares de individuos, hasta más de cuatro mil candidatos burgueses, en el esquema de "crear una burguesía", muestra el contenido de clase de nuevo poder instaurado en abril.

    La revolución Democrático Burguesa de 1952 significó también el surgimiento de presuntas concepciones terceristas.

    La nacionalización de las minas y el fortalecimiento de otros rubros económicos en manos del estado, creó una base material poderosa, superior de lejos a la parte que corresponde al sector privado de la economía nacional. Este hecho ha llevado a suponer falsamente que el simple fortalecimiento del capitalismo de estado, puede determinar un cambio en la calidad del régimen. Los hay personajes que han desempolvado las viejas tesis de que el capitalismo de estado es un tránsito al socialismo, que éste es, poco más o menos, la versión contemporánea, el último grito de la moda socializante.

    El problema del "capitalismo de estado” en las condiciones de Bolivia, no hace sino ratificar por milésima vez lo que es sabido en todas partes, que la burguesía apela a todos los recursos en su afán de "salvar" el capitalismo y postergar, en lo que ello fuese posible, el advenimiento del socialismo.

    Desde el punto de vista de la práctica el capitalismo de estado en manos de la burguesía, sirvió, en primer término, al surgimiento de una frondosa capa de burguesía comercial que hizo sus negocios con el Estado sin que en el país se hayan invertido las utilidades acumuladas, utilidades que finalmente fugaron a los bancos extranjeros. (Aquí se manifiesta el rasgo parasitario y negativo de este sector burgués, el más beneficiado en este período). Este, un primer elemento que debe tomarse en cuenta.

    La supeditación del sector estatal de la economía a las exigencias, condiciones y posibilidades de comercialización que los propios monopolios imperialistas, y solo ellos imponían, hizo de este sector del gran capital, una especie de simple administrador de las utilidades y dividendos que los consorcios siguieron persiguiendo. He aquí otro rasgo negativo que expresa el antagonismo con los intereses imperialistas, que deberá considerarse.

    Sin embargo, esto no debiera descorazonar a los revolucionarios que pretenden algo más que los señores burgueses. La obligatoriedad de la revolución democrático-burguesa como premisa, como parte ineludible y gestora, en cierta medida, de la revolución socialista, se ha manifestado plenamente. Si el cuadro del control burgués del estado es así, en las condiciones de la dictadura del proletariado el sector estatal de la economía pasará a ser propiedad de todo el pueblo, al servicio de su liberación y progreso. Esta la diferencia esencial que no se podrá ver sino cuando la clase obrera tome el poder.

    Hoy que nuevos vientos confusos soplan en el panorama político nacional, dejan establecido el significado histórico de abril y el rol de clase que corresponde a la burguesía resulta tarea de primerísima utilidad: la burguesía como tal, una vez lograda la revolución democrático burguesa en nuestro país, ha terminado agotando sus posibilidades revolucionarias. Los objetivos democráticos que aún subsisten y otras reivindicaciones de clase que esta tiene y por las cuales podría luchar o lucha en la actualidad, corresponden en lo fundamental al momento reformista de su acción y como tal debe entenderse su conducta futura. (En esta afirmación debe entenderse el concepto de la burguesía en general).

    Durante el mismo período la clase obrera y los sectores más importantes del campesinado hicieron también su experiencia, el recogerla favorecerá el determinar un curso más correcto y de la clase para su acción. El ascenso revolucionario y las conquistas logradas determinaron que los trabajadores bajaran la guardia en cuanto a su vigilancia crítica, y de presión, sobre las capas más progresistas de la burguesía que jugaban el papel de puente entre los otros sectores burgueses y las masas obreras populares. Este nexo sirvió, desgraciadamente, no para garantizar el que se viabilicen los objetivos, reivindicaciones e intereses populares y fundamentalmente obreros, sino a la inversa, sirvieron para que los intereses burgueses sean respaldados y fortalecidos por una cobertura obrera expresada en un presunto co-gobierno que terminó haciendo de los líderes trabajadores en función de "estadistas", representantes del gobierno y de la clase gobernante en el seno de las masas trabajadoras. Lo propio ocurrió con el campesinado que acabó con el papel de reserva directa de la burguesía, incluso cuando se produjo el rompimiento de la clase obrera con el gobierno. Y los tiempos parecen volver con un otro ropaje luego de la noche negra de los últimos años.

    Estamos lejos de afirmar que la burguesía ya no tiene margen de maniobra o que agotó sus objetivos, de la misma manera que estamos lejos de imaginar la situación presente, como un calco del viejo período movimientista. Una y otra cosa serian absurdas; sin embargo, la necesidad de una posición de clase propia por la que se debe orientar y dirigir a la clase obrera, se plantea con mucho más vigor y sobre bases de una experiencia vivencial que, sería suicida o, cuando menos, descaradamente oportunista el olvidar. Rematemos este somero análisis con una afirmación de Lenin que nos explica el por qué de esto: "La revolución burguesa tiene una sola misión: barrer, arrojar, romper todas las ataduras de la sociedad anterior. Al cumplir esta misión, toda revolución burguesa cumple con lo que de ella se exige: intensifica el desarrollo del capitalismo".

    En las condiciones actuales: ¿Qué tipo de revolución corresponde a las necesidades y a la realidad Boliviana?.

    Un gobierno popular antiimperialista correspondería a tales necesidades y serviría los intereses de la revolución en su proyección futura. ¿Qué entendemos los comunistas por tal gobierno?.

    Es conocido que la contradicción fundamental que por hoy rige en el país es la que existe entre los intereses del imperialismo por un lado y los intereses de la nación boliviana por el otro; el resolver favorablemente a la causa de Bolivia dicha contradicción señala la primera tarea revolucionaria (se plantea la tarea de efectivizar la revolución nacional frente al opresor imperialista). Y esta es una tarea pendiente que dejó intocada la revolución democrático burguesa porque, por su propio carácter, no podía encararla.

    El carácter popular del tipo de gobierno por el que luchamos en la presente coyuntura está determinado por el hecho de que la anterior revolución no resolvió otros objetivos que constituyen los intereses de las capas y sectores populares de la población, fundamentalmente la clase campesina, que van más allá de los simples remanentes del feudalismo que, por otra parte, deberán extirparse. Tales objetivos abarcan intereses de clase mucho más amplios e integran a sectores de clase mucho más radicalizados que el esquema democrático burgués.

    Para cualquier iniciado en la ciencia económica, la caracterización racional que corresponde a Bolivia está expresada por sus rasgos de país capitalista atrasado, dependiente y económicamente deformado; los hay quienes prefieren como re-mate el término de monoproductor. Preferimos la primera formulación. Esta caracterización que surge de una realidad objetiva y concreta, impone determinado tipo de objetivos transformadores, revolucionarios, que sólo podrán viabilizarse por el camino de una revolución de las características señaladas, es decir Popular y Antiimperialista en una primera instancia, en el proceso de la revolución socialista que, finalmente, resolverá la contradicción entre necesidad y realidad.

    ALGUNOS "NUEVOS" PLANTEAMIENTOS QUE NO SON NUEVOS

    El cambio de gobierno y el giro forzado por este, restaura, por así decirlo, sin mala intención, una serie de viejas y atildadas concepciones burguesas y pequeño-burguesas que reclaman para sí el título y la condición de novísimas. En este orden, algunos profanos que ofician de teóricos y cultores de las ciencias sociales, incluso con algún pasadillo de ciertas veleidades marxistoides, imaginan que para el caso boliviano debe instrumentarse una receta que no sea ni socialismo (utopía comunista, falta de sentido de la realidad, subestimación de nuestro infortunio, de dependencia imperialista, etc., etc. entre otros argumentos que sacan a relucir esforzadamente) ni capitalismo, porque ello huele mal, resulta aberrante e impopular desde todo punto de vista ¡cómo capitalismo, ni pensarlo! Y he aquí la formula mágica: " capitalismo de estado nacional", ambivalente siempre, sometido al carro imperialista, a la coexistencia con la inversión privada y en la circunstancias de apremio, con la alternativa abierta al arrendamiento, o la empresa mixta, según sea en el fondo, el interés de los grandes “intereses" supranacionales que en el campo capitalista manejan la batuta o tocan la música. Y su expresión política: el nacionalismo de izquierda o el nacionalismo revolucionario. Como se verá, no se trata, ni más ni menos que de un esfuerzo por revestir de dignidad las raídas ropas y los esmirriados restos de las viejas concepciones del "nacionalismo" burgués. Y no es que estemos en contra de todo nacionalismo, no es que estemos en contra de este en cuanto supone antiimperialismo; en contra de la "restauración burguesa en política"; estamos en contra de todo mascarón de proa que pretenda encubrir o disfrazar un esfuerzo burgués por darse una nueva cualidad que no tiene. Las corrientes con vieja patente, son preferibles mil veces a las que reclaman un nuevo lugar bajo el sol de la vida política, y si de hombres se trata, el cuadro no puede por menos que causar estupor, tal es la vitalidad y la sobrevivencia, la capacidad de adaptación de estos a los cargos y a los cortejos oficiales. Véase el staff de los nuevos grupos y de los nuevos círculos; nuestro país es tan pequeño en su mundo político que nadie puede pasar desapercibido, por muchas que sean las siglas que se inventen.

    El continentalismo es una otra "corriente" que busca legitimarse en atención a dos socorridos argumentos que poseen bastante actualidad en el negocio político: la reivindicación continental en cuanto a su contradicción con el imperialismo opresor, primero, y la comunidad histórica, en cierto sentido nacional de los pueblos de la América Latina, en segundo lugar. Si se trata de lograr la unidad nacional de acción antiimperialista en la lucha contra el enemigo común de los pueblos no existe ninguna diferencia, ya que esto supone simplemente una necesidad de todos y una obligación de todos en el curso del proceso revolucionario. Si se trata de una concepción para lograr la "revolución continental", este ya es otro problema que no podemos aceptar tan desaprensivamente. En lo que toca a los marxistas-leninistas el concepto revolucionario en su sentido estricto es un concepto nacional, circunscrito a las fronteras de un determinado estado, cuyo desarrollo desigual con respecto a los otros estados del continente es una ley del capitalismo que acelera o retarda las realidades revolucionarias de cada uno de los estados latinoamericanos. En ese sentido podemos aceptar y en rigor propugnamos la acción común antiimperialista, y el fortalecimiento de la solidaridad proletaria internacional en los límites del continente, pero de aquí a considerar "la nación latinoamericana" o la "revolución latinoamericana" es forzar los argumentos y tomar los deseos por la realidad en el mejor estilo metafísico. Una otra variante del continentalismo está expresada por las concepciones foquistas, que se reclaman también marxistas-leninistas; a ellos queremos recordar dos citas de Lenin, quien en su época señalaba: "Para un marxista resulta indudable que la revolución es imposible si no se da una situación revolucionaria, pero no toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son en términos generales los signos distintivos de una situación revolucionaria? estamos seguros de no equivocarnos al señalar estos tres signos principales. l°. La imposibilidad para la clase dominante de mantener su dominio en forma inmutable; tal o cual crisis en las "alturas", una crisis de la política de la clase dominante abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle una revolución no basta que "los de abajo no quieran" vivir como antes si no que hace falta también que "los de arriba no puedan vivir" como hasta entonces. 2 º. Una agravación superior a la habitual de la miseria y las penalidades de la clase oprimida. 3º. Una inten-sificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas, que en tiempos "pacíficos" se dejen expoliar tranquilamente pero que en épocas turbulentas son empujadas tanto por la situación de crisis en conjunto como por las "alturas" mismas, a una acción histórica independiente".

    El conjunto de todas estas condiciones objetivas es precisamente lo que se llama situación revolucionaria.

    La revolución no surge de toda situación revolucionaria, sino sólo de una situación en la que a los cambios objetivos antes enumerados viene a sumarse un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la CLASE REVOLUCIONARIA para llevar a cabo acciones revolucionarias de masas, lo bastante fuertes como para destruir o quebrantar al viejo gobierno, que jamás "caerá", ni siquiera en las épocas de crisis, si no se lo hace "caer". Tales son los puntos de vista marxistas sobre la revolución. Concluyamos este rápido paso sobre la legitimidad marxista del "foquismo" con una cita final al mismo Lenin: "Las revoluciones no se hacen por encargo, no se acomodan a tal o cual momento, sino que van madurando en el proceso del desarrollo histórico y estallan en un momento condicionado por un conjunto de causas interiores y exteriores. Y en ese momento, vendrá inevitable e inexorablemente".

    EL GIRO REFORMISTA DE SEPTIEMBRE INICIA UNA COYUNTURA

    Aún pesan sobre las espaldas del movimiento obrero y revolucionario los efectos de las medidas represivas de la Embajada y sus gendarmes Barrientistas. No obstante, los años de contrarrevolución furente que sacudió las entrañas al movi-miento obrero, popular, democrático y revolucionario, parece haber cerrado un ciclo violento, cuando menos momentáneamente. Un giro reformista y algunas manifestaciones anti-imperialistas, de un patriotismo vacilante y de cierta velada reserva ante el "peligro obrero y popular"; un régimen democrático a porcentaje que mantiene recluidos a revolucionarios víctimas de la contrarrevolución; un régimen expresión clásica del dualismo burgués aún en sus capas más progresistas, ha surgido en el país substituyendo a la contrarrevolución que, por impulsos, reivindica el patrimonio nacional, y que por pedazos garantiza las libertades y derechos ciudadanos.

    Con todas sus limitaciones, se tienen los elementos de juicio necesarios que muestran que se está en presencia de una alternativa, cuando menos coyuntural, reformista, de algunas capas de la burguesía en sus sectores democráticos vinculados a los círculos de militares nacionalistas y de la intelectualidad pequeña burguesa demócrata en algunos de sus personeros; sectores que aunque no puros se enfrentan, objetivamente, como los grupos más gorilizados y pronorteamericanizados del ejército y las capas más reaccionarias, pro-imperialistas y regresivas de la burguesía.

    Las últimas semanas se han caracterizado por esta lucha que en el terreno del gobierno se torna en vacilación o retroceso. Luego de los decretos sobre el Banco Minero, comienza a enfriarse ostensiblemente el entusiasmo por el "Mandato" y se fortalece el recurso de la maniobra, de la dilación y de las negociaciones con los representantes imperialistas. En la misma o mayor proporción, los elementos de la contrarrevolución incrementan la presión y empiezan a instrumentar su retorno al poder directamente o forzando la alternativa de la capitulación. Tal es y será para adelante la perspectiva de la situación si los factores de poder y sus bases sociales se mantienen inalterados, en desventaja creciente para las posiciones progresivas.

    En esta alternativa, nueva en su forma vieja y en su esencia, los revolucionarios deben saber tomar una correcta posición en interés de la causa obrera y para ello, debe recordarse el criterio científico que sobre el contenido de clase se tiene con respecto a las reformas a lo aforismo burgués. Al respecto el marxismo-leninismo no niega la necesidad de que el partido proletario luche por las reformas, por el mejoramiento de la situación económica, política y cultural de los trabajadores bajo las condiciones del capitalismo, pero considera estas reformas, no como objetivos, sino, como elementos laterales de la lucha de clases cuyo objetivo principal, es la substitución del capitalismo por el régimen socialista. Lo que diferencia a un marxista de un reformista o de "un revisionista", ahora que se usa este término con majadera fruición, aunque con poco seso, es el hecho de que las reformas son un método, una forma de lucha burguesa que los marxistas-leninistas pueden tolerar y utilizar en favor de lograr pequeñas conquistas para la clase obrera, mientras que para los reformistas, las reformas son en sí, un sustituto de la revolución.

    Planteada esta correlación entre reforma y revolución, la posición del Partido Comunista de Bolivia surge sola con referencia a las medidas adoptadas por el nuevo gobierno y frente a él mismo, en cuanto se lo considere expresión reformista burguesa.
    Los comunistas apoyamos y apoyaremos toda conducta que ataque los intereses y las posiciones del imperialismo opresor, que reivindique el interés nacional, que recobre el patriotismo boliviano y que dignifique el país. Apoyamos y apo-yaremos toda medida que conlleve el carácter democrático y popular en favor de las masas obreras y ciudadanas, de los derechos y libertades políticas y sindicales, en que toda medida que defiendan el nivel de vida y de trabajo de los Bolivianos. Aún más, combatiremos en contra de todas las fuerzas que se opongan al libre curso y desarrollo de esta perspectiva; y si es necesario, frente a los riesgos de la restauración contrarrevolucionaria y a los intentos pustchistas de la reacción, llamaremos al pueblo y a la clase obrera en primer lugar, a levantarse y tomar las armas y aplastar esta variante y reaccionaria.

    Pero no se quiera entender esta posición corno “colaboracionismo". Del mismo modo que desde una posición independiente hagamos fuerza por las medidas positivas, con una táctica de presión de masas, del mismo modo combatiremos por desenmascarar las inconsecuencias y los artificios reaccionarios de los círculos conciliadores y vacilantes de la burguesía y de su tendencia capituladora, aplicando los métodos de lucha y las consignas del desenmascaramiento y la condena.

    Es decir: no somos neutrales en el enfrentamiento contra el imperialismo ni seremos la reserva burguesa para llevar el contrabando de su ideología al seno de las masas trabajadoras. Y, en la perspectiva de la revolución proletaria, en tanto se oficia el giro reformista y se crean las bases de la revolución proletaria, en tanto se oficia el giro reformista y se crean las bases de la revolución popular antiimperialista, y en esa misma dirección y objetivo, en el curso de su preparación, buscaremos fortalecer la organización del movimiento obrero, elevar la conciencia de la clase obrera y sus aliados como gestores y realizadores de la revolución que liquida con la opresión social.

    Se nos preguntará con razón: ¿Es el signo de los tiempos? ¿Que vías revolucionarias serán las que tome nuestro partido o las masas por él influenciadas en su búsqueda del poder? Debemos declarar que el Partido Comunista no juega a la Revolución, que hace culto de la identidad entre la teoría y la práctica revolucionaria, ya que lo que dice lo hace, y lo que hace no tiene por qué ocultarlo. Está en función de su ideología y del interés de clase que expresa sin haber abdicado jamás de tal curso. Por ello mismo decimos: el curso probable de la vía revolucionaria no puede señalarse con la anticipación de todo ciclo histórico, sin embargo, la experiencia de la lucha popular, obrera y revolucionaria muestra que el curso violento del desenlace revolucionario será impuesto por la resistencia encarnizada de la burguesía, luchando desesperada por mantenerse en el timón de mando del aparato estatal. Este planteamiento ya fue hecho por el Segundo Congreso Nacional de los Comunistas y se mantiene inalterado. Pero sólo podrá garantizarse por la acción y determinación revolucionarias de las masas en una coyuntura que sea favorable a su causa y probablemente, por el método más probado en nuestra realidad: el de la insurrección popular.

    Para enfrentar una batalla, aún más, una guerra de verdad, se necesita en primer lugar una causa y en segundo término, un ejercito. Tenemos lo uno, pero lo segundo no está en condiciones de garantizar la victoria aplastante que es menester; nuestra conducta se orienta hacia su conquista en el trabajo preparatorio y organizativo de masas, lo que es menos heroico que las palabras detonantes, pero más difícil que las simples poses.

    Los comunistas buscamos la posición independiente de la clase obrera y de sus organizaciones, buscamos la re-estructuración de sus instrumentos de lucha, (los sindicatos, en primer término); de sus instrumentos de agitación y propaganda; pretendernos que ella conquiste la plena libertad de acción y opinión como "infraestructura" de las luchas de masas por sus intereses, los de la nación y la revolución misma.

    Los comunistas levantamos las reivindicaciones nacionales, de soberanía, patrióticas y antiimperialistas y exigimos consecuencia en este plano, ya que no puede haber un antiimperialismo negociado como muchos gobernantes actuales pretenden posible.

    En la actual coyuntura, un elemento de primerísima importancia está expresado por el rol que las masas campesinas puedan jugar: sea al lado de los cambios progresivos; sea como reserva de la burguesía; sea en sus niveles de dirección caciquista como reserva de la propia contrarrevolución. Los comunistas planteamos levantar las reivindicaciones concretas de este gigantesco sector para ganarlo a la causa progresiva. La lucha contra el Impuesto Único Agropecuario forma parte de este programa.

    Una palabra final, un poco zafada del contexto pero que explica el criterio comunista de la revolución y que responde a las infamantes y falsas acusaciones de que somos objeto a propósito, de la "co-existencia pacífica", en las condiciones vigentes a nivel mundial:

    "La defensa de la paz está unida indisolublemente a la lucha por imponer a los imperialistas la co-existencia pacífica de los estados con diferente régimen social, que exige un respeto a los principios de la soberanía, de la igualdad de derechos, de la integridad territorial de cada estado, grande o pequeño, de la ingerencia en los asuntos internos de otros países; el respeto al derecho de todos los pueblos a decidir libremente sobre su régimen… la solución de los problemas litigiosos internacionales por vía pacífica, mediante negociaciones…la política de co-existencia pacífica no está en contradicción con el derecho de los pueblos oprimidos a luchar por su liberación, por la vía que estimen necesaria, armada o no armada, ni significa en modo alguno, un apoyo a los regímenes reaccionarios. También es indiscutible que cada pueblo, tiene el derecho inalienable de recurrir a las armas para defenderse de los ataques de los agresores imperialistas y de contar con la ayuda de otros pueblos a su justa causa... No significa ni el mantenimiento del statu quo social y político, ni el debilitamiento de la lucha ideológica. Por el contrario, contribuye al impulso de la lucha de clases contra el imperialismo con una de las condiciones del éxito de la política de coexistencia pacífica. Esta política dirigida contra los incendiarios de guerra, los reaccionarios de guerra, los reaccionarios y los monopolistas fabricantes de armas, responde a los intereses generales de la lucha revolucionaria contra las formas de explotación y opresión …”

    Quedan respondidos quienes nos imaginan corderos para el festín imperialista.




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