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    La treoría y la práctica de la revolución - Comité Central del Partido del Trabajo de Albania

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    Mensaje por Dzerjinskii Sáb Jun 05, 2010 10:04 pm

    Texto del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania escrito en 1977, donde se trata la cuestión de las contradicciones fundamentales de nuestra época y la llamada “teoría de los tres mundos”

    Interesante aporte teniendo en cuenta las graves consecuencias que padecieron los pueblos del “tercer mundo” por ser condenados al seguidísimo de facciones burguesas locales vacilantes que solo enfrentaban al imperialismo en contextos determinados para luego asociarse a los monopolios y ser cómplice de la dictaduras genocidas.

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    Última edición por Dzerjinskii el Dom Ago 14, 2011 6:52 pm, editado 1 vez
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    La treoría y la práctica de la revolución - Comité Central del Partido del Trabajo de Albania Empty Re: La treoría y la práctica de la revolución - Comité Central del Partido del Trabajo de Albania

    Mensaje por camaradaallende Dom Ago 14, 2011 6:00 pm

    El link está caído, si puedes subirlo de nuevo, te lo agradecería.
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    Mensaje por Dzerjinskii Dom Ago 14, 2011 6:36 pm

    Comité Central del Partido del Trabajo de Albania

    LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DE LA REVOLUCIÓN

    Editorial «Zëri i popullit»
    Tirana
    7 de julio de 1977




    Analizando la actual situación internacional y los procesos revolucionarios que se operan en ella, el camarada Enver Hoxha declaró en el VII Congreso del PTA que «el mundo se encuentra en una fase en que la causa de la revolución y de la liberación nacional de los pueblos no es solamente una aspiración y perspectiva, sino también un problema planteado que espera solución». (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Pág. 186, ed. albanesa).

    Esta importante tesis de principio se apoya en el análisis leninista del imperialismo, en la definición que Lenin dio sobre la esencia de la actual época histórica, está inspirada en la misión histórica del proletariado de liberarse a sí mismo y a toda la humanidad de todo tipo de explotación del hombre por el hombre, del sistema capitalista. Parte de un análisis concreto marxista-leninista de las grandes contradicciones de nuestra época. La tesis del VII Congreso del Partido es una nueva confirmación, en las condiciones actuales, de la estrategia marxista-leninista de la revolución.

    En sus geniales obras sobre el imperialismo, V. I. Lenin llegó a la conclusión de que el imperialismo es el capitalismo en decadencia y descomposición, es la última fase del capitalismo y la antesala de la revolución social del proletariado. Analizando los fenómenos que caracterizan al imperialismo, escribía que «todo esto contribuye a que la fase actual a que ha llegado en su evolución el capitalismo, inicie la era de la revolución proletaria, socialista», que «esta era ha comenzado ya» , que «actualmente, en virtud de las condiciones objetivas, se plantea la preparación inmediata, y en todas las formas, del proletariado, para la conquista del poder político, a fin de realizar las medidas económicas y políticas que constituyen el contenido de la revolución socialista.» (V. I. Lenin, Obras, t. XXIV, Pág. 506, ed., albanesa).

    Lenin partía del criterio de clase en la definición de la época. Recalcaba que importante es tener bien en cuenta «cuál es la clase que se encuentra en el centro de tal o cual época y determina su contenido fundamental, la tendencia principal de su desarrollo, las particularidades esenciales de su situación histórica, etc.» (V. I. Lenin. Obras, t. XXI, Pág. 147, ed. albanesa). Definiendo la nueva época histórica en su contenido fundamental, como la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias, permanecía consecuentemente fiel a las enseñanzas de Marx acerca de la misión histórica del proletariado, como nueva fuerza social llamada a derrocar a través del camino revolucionario la sociedad capitalista de opresión y explotación, y a edificar la nueva sociedad, la sociedad comunista sin clases.

    El <Manifiesto Comunista> de Marx y Engels y su llamamiento «¡Proletarios de todos los países, uníos!» fueron lanzados para anunciar que la contradicción fundamental de la sociedad humana era ya la que existía entre el trabajo y el capital y que el proletariado estaba llamado a solucionarla mediante la revolución. En su análisis del imperialismo, Lenin mostró que las contradicciones de la sociedad capitalista se habían agudizado al extremo y que el mundo había ingresado en la época de las revoluciones proletarias y del triunfo del socialismo.

    La Gran Revolución Socialista de Octubre confirmó en la práctica las geniales conclusiones de Marx, Engels y Lenin. También después del fallecimiento de Lenin, el movimiento comunista internacional se abstuvo resueltamente a sus enseñanzas sobre la época actual, a su estrategia revolucionaria. El triunfo de la revolución socialista en una serie de otros países confirmó que la tesis leninista sobre la época actual, como época de la transición del capitalismo al socialismo, refleja las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad humana actual. El derrumbamiento del sistema colonial, la conquista de la independencia política por la inmensa mayoría de los países de Asia, África, etc., son una nueva confirmación de la teoría leninista sobre nuestra época y la revolución. El hecho de que en la Unión Soviética y en algunos otros países antaño socialistas fueron traicionadas las enseñanzas del marxismo-leninismo y de la revolución, no modifica en absoluto la tesis leninista sobre el carácter de la época actual, porque dicha traición no es más que un zigzag en el camino del triunfo inevitable del socialismo sobre el capitalismo a nivel mundial.

    El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene consecuentemente a estas conclusiones marxista-leninistas. El camarada Enver Hoxha ha dicho: «Se agudizan y salen a la luz cada vez más claramente los rasgos fundamentales de nuestra época, como la época de la transición del capitalismo al socialismo, de la lucha entre dos, sistemas sociales opuestos, como época de las revoluciones proletarias de liberación nacional, del desmoronamiento del imperialismo y la liquidación del sistema colonial, como época del triunfo del socialismo y del comunismo a escala mundial». (Enver Hoxha, Informe ante el V Congreso del PTA, Pág. 5, ed. albanesa).

    En la definición de la época actual y de la estrategia revolucionaria, los marxista-leninistas siempre han partido del análisis de las grandes contradicciones socia1es que caracterizan dicha época. ¿Cuáles son estas contradicciones? Después del triunfo de la revolución socialista en Rusia, Lenin y Stalin se refirieron a cuatro de estas contradicciones: la contradicción entre dos sistemas opuestos: el socialista y el capitalista; la contradicción entre el trabajo y el capital en los países capitalistas; la contradicción entre los pueblos y naciones oprimidos y el imperialismo; las contradicciones entre las potencias imperialistas. Son estas contradicciones las que constituyen la base objetiva del desarrollo de los movimientos revolucionarios actuales, los que, en su totalidad, forman el gran proceso de la revolución mundial en nuestra época. Todo el actual desarrollo mundial confirma que, desde los tiempos de Lenin, estas, contradicciones, lejos de atenuarse y desaparecer, se han agudizado y son más evidentes que nunca. Por lo tanto el conocimiento y la aceptación de estas contradicciones constituyen la base para definir una estrategia revolucionaria acertada.

    Por el contrario, negar y ocultar estas contradicciones, ignorar una u otra y deformar su verdadero contenido, como hacen los revisionistas y los oportunistas de toda especie, causa confusión y desorientación en el movimiento revolucionario y constituye la base para estructurar y predicar una estrategia y unas tácticas erróneas, seudo revolucionarias.

    En la época actual se habla mucho sobre la división del mundo en «primer», «segundo» y «tercer» mundo sobre el «mundo no alineado», sobre el mundo de los «países en vías de desarrollo», «de la contradicción Norte-Sur», etc. Cada sostenedor de estas divisiones presenta su propia teoría como la estrategia más justa, que supuestamente responde a las condiciones de la actual situación internacional. Pero, como recalcara el camarada Enver Hoxha en el VII Congreso del Partido: «Todas estas denominaciones, que se refieren a las diversas fuerzas políticas que hoy actúan en el mundo, lejos de poner en evidencia; encubren el carácter de clase de estas fuerzas, las contradicciones fundamentales de nuestra época, el problema clave, que actualmente predomina a escala nacional e internacional, la implacable lucha que se desarrolla entre el mundo burgués-imperialista por una parte, y el socialismo, el proletariado mundial y sus aliados naturales, por la otra», (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Pág. 203, ed. albanesa).

    Cuando los marxistas-leninistas hablan del mundo y de los diversos países, cuando los denominan, juzgan sobre la base de los principios del materialismo dialéctico e histórico. Juzgan, en primer lugar por el sistema socio-económico existente en los diversos países, juzgan por el criterio proletario de clase.

    Precisamente desde este ángulo de observación, Lenin escribía en 1921, es decir cuando en el mundo existía sólo un país socialista, la Rusia Soviética: «En la actualidad existen, dos mundos: el mundo viejo del capitalismo que se debate en confusión y que jamás se retraerá, y el mundo nuevo que crece, que es aún débil, pero que irá creciendo porque es invencible», (V. I. Lenin. Obras, t. XXXIII. Págs. 153-154, ed. albanesa). Por su parte también J. V. Stalin, en su conocido escrito «Los dos campos», publicado ya en 1919, señalaba: «El mundo está dividido clara y definitivamente en dos campos: el campo del imperialismo y el campo del socialismo. ( ... ) La lucha entre ambos campos constituye el eje de toda la vida de nuestra época. Caracteriza toda la política actual interior y exterior de los representantes del viejo y del nuevo mundo». (J. V. Stalin, Obras, t. IV, Pág. 226, ed. albanesa).

    Nuestro Partido estima que también hoy debe hablarse del mundo socialista como hablaban Lenin y Stalin, que el criterio leninista es siempre verdadero, así como es vital y verdadero el propio leninismo. El argumento de los teóricos de los «tres mundos», del «mundo de los no alineados», etc., que han borrado de sus esquemas la existencia del socialismo, fundándose en la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y en algunos otros países antaño socialistas, es decir en la disgregación del campo socialista, carece de fundamento, Está enteramente en oposición con las enseñanzas leninistas y el criterio de clase.

    La traición revisionista, el retroceso al capitalismo de la Unión Soviética y de una serie de países que fueron socialistas, la amplia propagación del revisionismo contemporáneo en el movimiento comunista y obrero internacional y su escisión, constituyeron un golpe contundente para la causa de la revolución y del socialismo. Pero esto no significa en absoluto que el socialismo haya sido liquidado como sistema y que deba cambiar el criterio de la división del mundo en dos sistemas opuestos; ni tampoco qué actualmente ya no existen contradicciones entre el socialismo y el capitalismo. El socialismo existe y avanza en los países verdaderamente socialistas, que permanecen fieles al marxismo-leninismo, como es la República Popular Socialista de Albania. Por tanto, el sistema socialista, como sistema que se contrapone al capitalista, existe objetivamente, así como existen también la contradicción y la lucha a vida o muerte entre él y el capitalismo.

    La llamada teoría de los «tres mundos», al ignorar el socialismo como sistema social, ignora la mayor victoria histórica obtenida por el proletariado internacional, ignora la contradicción fundamental de la época, la que existe entre el socialismo y el capitalismo, Está claro que tal «teoría» que hace caso omiso del socialismo, es antileninista y lleva al debilitamiento de la dictadura del proletariado en los países que edifican el socialismo, mientras llama al proletariado internacional a cesar su lucha y a no levantarse en la revolución socialista. Y esto no debe causar ninguna sorpresa: la renuncia a los criterios proletarios de clase en la apreciación de la situación, conduce únicamente a conclusiones opuestas a los intereses de la revolución y del proletariado.

    Lenin, como gran marxista consecuente, a menudo ha analizado en sus obras el mundo capitalista y la correlación de fuerzas en su interior, y esto siempre lo ha hecho en función de la revolución, para determinar las tareas que incumbían al proletariado, a los partidos comunistas y al primer Estado socialista hacia la revolución proletaria mundial, para mostrar quiénes eran los verdaderos aliados de la revolución y quiénes sus enemigos. . .

    Un brillante ejemplo en este sentido Lenin nos lo da en sus tesis e informes presentados en el II Congreso de la Internacional Comunista, que fue celebrado en 1920. «Los partidos revolucionarios, señalaba Lenin, deben «demostrar» ahora en la práctica que poseen suficiente conciencia, organización, vínculos con las masas explotadas, decisión y habilidad para explotar esta crisis en beneficio de una revolución victoriosa. Ante todo para preparar tal «demostración» nos hemos reunido en el presente Congreso de la Internacional Comunista». (V. I. Lenin, Obras, t. XXXI, Pág. 250, ed. albanesa).

    Mientras que la llamada teoría de los «tres mundos» no plantea ninguna tarea a la revolución, sino por el contrario la «echa al olvido». En el esquema de los «tres mundos», la contradicción fundamental entre el proletariado y la burguesía no existe. Además, lo que salta a la vista en esta división del mundo, es la visión no clasista de lo que llaman «tercer mundo», el ignorar las clases y la lucha de clases, el tratar de manera global a los países que dicha teoría incluye en el mencionado mundo, a los regímenes que allí dominan y las diferentes fuerzas políticas que actúan en su interior. Ella ignora las contradicciones entre los pueblos oprimidos y las fuerzas reaccionarias y pro imperialistas de sus propios países.

    Es sabido que en los países explotados por el imperialismo, en los países de Asia, África y América Latina, los pueblos que aman la libertad desarrollan una enconada lucha por su emancipación, su independencia y su soberanía nacional, contra el viejo y nuevo colonialismo. Esta es una justa lucha revolucionaria y de liberación, que goza del respaldo sin reservas de los marxista-leninistas, de los países verdaderamente socialistas, del proletariado mundial, de todas las fuerzas progresistas. Esta lucha está dirigida, y no puede dejar de estarlo, contra varios enemigos: contra los opresores imperialistas, y en primer lugar contra las dos superpotencias, los mayores explotadores y gendarmes internacionales, los más peligrosos enemigos de todos los pueblos del mundo; contra la burguesía reaccionaria del país, vinculada a través de miles de hilos con los imperialistas extranjeros, con tal o cual superpotencia, con los monopolios internacionales, y que es enemiga de la libertad y de la independencia nacional; contra los acentuados remanentes del feudalismo, que se apoyan en los imperialistas extranjeros y se unen con la burguesía reaccionaria contra la revolución popular; contra los regimenes reaccionarios y fascistas, representantes y defensores del poder de estos tres enemigos.

    Por ello, es absurdo pretender que hace falta luchar únicamente contra los enemigos imperialistas del exterior, sin combatir ni golpear simultáneamente a los enemigos internos, aliados y colaboradores del imperialismo, a todos los factores que obstaculicen esta lucha. Hasta el presente jamás ha existido lucha de liberación ni se ha desarrollado alguna revolución nacional-democrática y antiimperialista que no se haya enfrentado a enemigos internos a reaccionarios y traidores a elementos vendidos y antinacionales.

    Es imposible identificar como fuerzas antiimperialistas y como base y factores que llevan adelante la lucha contra el imperialismo a todas las capas de la burguesía sin excepción, incluyendo ala burguesía compradora, como hace la llamada teoría de los «tres mundos». Seguir esta «teoría» significa apartar al movimiento revolucionario del camino justo, dejar a la revolución a medio camino, disociarla de la revolución proletaria que se desarrolla en otros países, encauzar la lucha de los pueblos y del proletariado de estos países por un camino antimarxista y revisionista.

    El marxismo-leninismo nos enseña que la cuestión nacional debe ser siempre subordinada a la causa de la revolución. Partiendo de este punto de vista, los marxista-leninistas apoyan todo movimiento que se opone efectivamente al imperialismo y sirve a la causa general de la revolución proletaria mundial. «Los comunistas, - subraya Lenin, - debemos apoyar y apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias sólo cuando estos movimientos sean realmente revolucionarios, cuando sus representantes no nos impidan educar y organizar en el espíritu revolucionario a los campesinos y a las grandes masas de explotados. Si no existen estas condiciones, los comunistas deben luchar en dichos países contra la burguesía reformista, a la que pertenecen también los héroes de la II Internacional».
    (V.I. Lenin, Obras, t. XXXI, Págs. 266-267, ed. albanesa).

    Mientras que los pregoneros de la tesis del «tercer mundo» califican de movimiento de liberación, e inclusive de «principal fuerza en la lucha contra el imperialismo», hasta los regateos del rey de Arabia Saudita o del Sha de Irán con los monopolios petroleros de los EE,UU., sus transacciones con el Pentágono para la compra de armas por miles de millones de dólares. Según esta lógica, resultaría que los jeques del petróleo, que depositan sus petrodólares en los bancos de Wall Street o de la City serían combatientes contra el imperialismo y sostenedores de la guerra popular dirigida contra la dominación imperialista y que los imperialistas norteamericanos que venden armas a los regímenes reaccionarios y opresores de los mencionados jeques, se las suministrarían a las «fuerzas patrióticas» que luchan para expulsar a los imperialistas de las «arenas de oro» de Arabia y Persia.

    Los hechos confirman que en la actualidad, también la revolución de liberación antiimperialista y democrática puede desarrollarse consecuentemente y ser llevada hasta el fin sólo si es dirigida por el proletariado, con su partido a la cabeza. y en alianza con las amplias masas del campesinado y las otras fuerzas antiimperialistas y patrióticas. Ya en 1905, en su libro «Dos tácticas». Lenin argumentaba de manera profunda que en las condiciones del imperialismo la particularidad de las revoluciones democrático-burguesas es que la fuerza más interesada en llevar adelante estas revoluciones, no es la burguesía que vacila y tiende a unirse con las fuerzas reaccionarias feudales contra el ímpetu revolucionario de las masas, sino el proletariado, que considera la revolución democrático-burguesa como etapa intermediaria para la transición a la revolución socialista. Lo mismo se debe decir también de los movimientos de liberación nacional de nuestra época. J. V. Stalin señalaba que «después de la Revolución de Octubre comenzó la época de las revoluciones libertadoras en las colonias y en los países dependientes, la época del despertar del proletariado de esos países, la época de su hegemonía en la revolución.» (J. V. Stalin, Obras, t. X, Págs. 237-238, ed. albanesa).

    Estás enseñanzas leninistas adquieren en las condiciones actuales un particular valor e importancia. Hoy en el mundo se han profundizado y actúan con gran fuerza dos tendencias, sobre las cuales ha llamado la atención Lenin, por un lado, la tendencia de los monopolios capitalistas a abolir las fronteras nacionales y a internacionalizar la vida económica y política; por el otro, la tendencia de distintos países a fortalecer la lucha por la independencia nacional. Así, respecto a la primera tendencia, en muchos países liberados del colonialismo, no sólo se conservan, sino que van fortaleciéndose y ampliándose los lazos de la burguesía del país con el capital extranjero imperialista, a través de múltiples formas neocolonialistas, tales como las compañías multinacionales, las distintas integraciones económico-financieras, etc., etc. Esta burguesía, que ocupa posiciones clave en la vida económica y política del país y que va creciendo, es una fuerza pro-imperialista y enemiga del movimiento revolucionario y de liberación.

    Respecto a la otra tendencia, la del fortalecimiento de la independencia nacional contra el imperialismo en los países antaño coloniales, está ligada en primer lugar y especialmente con el crecimiento del proletariado en estos países. Se están creando, pues, condiciones cada vez más favorables para el vasto y consecuente desarrollo de las revoluciones antiimperialistas y democráticas, para la dirección de las mismas por el proletariado y, como consecuencia, para su paso a una fase superior, a la lucha por el socialismo.

    Los marxista-leninistas no confunden las aspiraciones; y los fervientes anhelos de liberación revolucionarios y socialistas de los pueblos y del proletariado de los países del llamado «tercer mundo» con los fines y la política de la burguesía vacilante y opresora de estos países. Saben que en los países de Asia, África y America Latina, en el seno de los pueblos, existen sanas corrientes progresistas, que con seguridad llevarán adelante hasta la victoria su lucha revolucionaria.

    Considerando globalmente el llamado «tercer mundo», como la fuerza principal de la lucha contra el imperialismo y de la revolución, como hacen los partidarios de la teoría de los «tres mundos», sin hacer ninguna distinción entre las auténticas fuerzas antiimperialistas y revolucionarias y las fuerzas pro-imperialistas, reaccionarias y fascistas que detentan el poder en una serie de países “en vías de desarrollo”, significa alejarse de manera flagrante de las enseñanzas del marxismo-leninismo y predicar puntos de vista típicamente oportunistas, causando confusión y desorientación entre las fuerzas revolucionarias. En esencia, según la teoría de los «tres mundos» los pueblos de dichos países no deben combatir, digamos, contra las dictaduras sanguinarias fascistas de Geisel en Brasil y de Pinochet en Chile, de Suharto en Indonesia, del sha de Irán o del rey de Jordania, etc., porque estas dictaduras son supuestamente parte integrante de «la fuerza revolucionaria motriz que conduce adelante la rueda de la historia mundial». Al contrario, según esta teoría, los pueblos y los revolucionarios deben, unirse con las fuerzas y los regímenes reaccionarios del «tercer mundo» y apoyarlos, en otras palabras, deben renunciar a la revolución.

    El imperialismo norteamericano, los demás Estados capitalistas y el social imperialismo soviético han atado a su carro con miles de hilos a las clases que dominan en los países del llamado «tercer mundo« Estas clases, naturalmente, siendo dependientes de los monopolios extranjeros, buscando prolongar su dominación sobre las amplias masas de sus pueblos, trata de dar la impresión de que supuestamente forman un bloque de Estados democráticos independientes que tiene como objetivo ejercer presiones sobre el imperialismo norteamericano y el social imperialismo soviético y, supuestamente, impedir sus ingerencias en los asuntos internos.

    Lenin indicaba a los partidos comunistas «la necesidad de explicar infatigablemente y desenmascarar de continuo ante las grandes masas trabajadoras, de todos los países, sobre todo los atrasados, el engaño que utilizan sistemáticamente las potencias imperialistas, las cuales, bajo el aspecto de Estados políticamente independientes, crean en realidad Estados desde todo punto de vista sojuzgados por ellos en el sentido económico, financiero y militar», (V. I. Lenin, Obras, t. XXXI, Pág. 159, ed. albanesa).

    El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene fielmente a estas inmortales enseñanzas de Lenin.

    «En lo que concierne a la valoración de la política que siguen diferentes gobiernos y países, -señalo el camarada Enver Hoxha en el VII Congreso del PTA- los marxistas parten, igualmente, del criterio clase y se basan en la actitud que estos gobiernos y países mantienen hacia el imperialismo y el socialismo, hacia su propio pueblo y la reacción. Sobre la base de estas enseñanzas, el movimiento revolucionario y el proletariado construyen su estrategia y su táctica, encuentran y se unen a sus verdaderos aliados en la lucha contra el imperialismo, la burguesía y la reacción. Las denominaciones «tercer mundo», «países no alineados» o «en vías de desarrollo» crean entre las amplias masas que luchan por la liberación nacional y social, la ilusión de que se ha encontrado un abrigo donde protegerse de la amenaza de las superpotencias. Ocultan la situación real de la mayoría de estos países, los cuales, de una u otro forma, están vinculados tanto a las superpotencias como a las antiguas metrópolis coloniales y dependen política, ideológica y económicamente de ellas». (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Pág. 104, ed. albanesa).

    Las teorías actuales sobre los llamados «tercer mundo», «países no alineados» etc., tienden a frenar a la revolución y a defender al capitalismo de manera que este no sea obstaculizado en el ejercicio de su hegemonía, sino que pueda practicar algunas formas de dominación un poco más aceptables por los pueblos. El llamado «tercer mundo» y el «mundo de los no alineados», independientemente de las diferentes denominaciones, se parecen el uno al otro como dos gotas de agua, se guían por la misma política e ideología, ambos grupos se entrelazan hasta el punto que es difícil distinguir qué países pertenecen al «tercer mundo» y qué es lo que les diferencia de los «no alineados», y qué Estados pertenecen a los «no alineados» y qué les diferencia de los del «tercer mundo».

    Se hacen esfuerzos por crear otra agrupación, llamada de los «países en vías de desarrollo», donde se meten en el mismo saco tanto a los países del «tercer mundo» como a los «no alineados». Asimismo los autores de esta teoría encubren las contradicciones de clase, preconizan el statu quo, para que el imperialismo, el social imperialismo y otras potencias imperialistas no sufran ningún perjuicio a condición de dar sus limosnas a los «países en vías de desarrollo», para levantar su economía. Según ellos, las grandes potencias deben hacer algunos «sacrificios», dar algo para los hambrientos, para que también estos puedan sobrevivir y no se rebelen. Así se encontrará, dicen ellos, un término medio, se establecerá «un nuevo orden internacional», en el que todos, ricos y pobres, explotadores y explotados, vivirán «sin guerras», «sin armamentos», «en unidad»,«en la paz de clases», en la coexistencia a lo Jruschov.

    Precisamente porque, estas tres «invenciones» tienen un contenido y objetivos idénticos, se observa que los «leaderships» de los «países no alineados», del «tercer mundo» y del «mundo de los países en vías de desarrollo» están en plena armonía entre ellos. Ellos, todos juntos con sus teorías y prédicas, engañan a las masas, al proletariado, a los pueblos para alejarlos de la lucha revolucionaria.

    La teoría de los «tres mundos» lejos de tener en cuenta la contradicción entre los dos sistemas sociales Opuestos: el socialismo y el capitalismo, así como la gran contradicción entre el trabajo y el capital, tampoco analiza la otra gran contradicción, entre los pueblos oprimidos y el imperialismo mundial, reduciéndola únicamente a contradicción con las dos superpotencias, incluso principalmente con una de ellas. Esta «teoría» ignora totalmente la contradicción entre los pueblos y naciones oprimidos y las demás potencias imperialistas. Aún más, los partidarios de la teoría de los «tres mundos» llaman a la alianza del «tercer mundo» con estos países imperialistas y con el imperialismo norteamericano contra el social imperialismo soviético.

    Uno de los argumentos que se utiliza para justificar la división del mundo, en tres, es que supuestamente en la actualidad el campo imperialista que existía después de la Segunda Guerra Mundial y donde el imperialismo norteamericano no compartía su dominación se ha desintegrado y ha dejado de existir como resultado del desarrollo desigual de los diversos imperialismos. Los sostenedores de esta «teoría» pretenden que hoy no se puede hablar de un solo mundo imperialista, porque, por un lado, los países imperialistas occidentales se han levantado contra el dominante norteamericano y, por el otro, existe una aguda y creciente rivalidad entre las dos superpotencias imperialistas, los EE.UU. y la Unión Soviética.

    Que en la fase del imperialismo, como resultado del desarrollo desigual de los diversos países capitalistas, existen y se profundizan sin cesar las contradicciones inter imperialistas, surgen y se rompen, según las circunstancias dadas: alianzas, bloques y agrupaciones inter imperialistas, es el abc del marxismo-leninismo. Este fenómeno típico del imperialismo, que demuestra que el imperialismo, como la última fase del capitalismo va cada día más hacia su putrefacción, ha sido argumentado ampliamente por Lenin como una ley objetiva, pero ¿acaso esto significa que, como resultado de estas contradicciones, el mundo imperialista como sistema social ha dejado de existir y se ha dividido en varios mundos, que ha cambiado la naturaleza socio-económica de tal o cual imperialismo? De ninguna manera. Los hechos actuales testimonian no la descomposición del mundo imperialista, sino la existencia de un sistema imperialista mundial único, que hoy se caracteriza por dos grandes bloques imperialistas:
    por una parte, el bloque imperialista occidental, con el imperialismo norteamericano a la cabeza, y cuyos instrumentos son los organismos inter imperialistas tales como la OTAN, el Mercado Común Europeo, etc., y, por la otra, el bloque del Este, dominado por el social imperialismo soviético, siendo el Tratado de Varsovia y el CAME instrumentos de su política expansionista, hegemonista y belicista.

    En el esquema de los «tres mundos», el llamado «segundo mundo» abarca a los países imperialistas, capitalistas y revisionistas; que desde el punto de vista de su régimen social no tienen ninguna diferencia esencial con las dos superpotencias ni con los diversos países catalogados en el «tercer mundo». Es verdad que los países que integran este «mundo» tienen contradicciones determinadas con las dos superpotencias, pero son contradicciones de carácter inter imperialista, como lo son también las contradicciones existentes entre las dos superpotencias. En primer lugar, se trata de contradicciones relativas a la lucha por mercados, esferas de influencia y zonas de exportación de capitales y de explotación de las riquezas de los demás, entre imperialismos tales como el germano-occidental, japonés, inglés, francés, canadiense, etc., con una u otra superpotencia, y también entre ellos mismos.

    Ciertamente, estas contradicciones debilitan el sistema imperialista mundial y van en interés de la lucha del proletariado y de los pueblos. Pero es antimarxista identificar las contradicciones entre las diferentes potencias imperialistas y las dos superpotencias con la lucha de las masas trabajadoras y de los pueblos contra el imperialismo, por su destrucción.

    No puede ocurrir de ninguna manera que los países del llamado «segundo mundo», en otras palabras la gran burguesía monopolista que domina allí, se conviertan en aliados de los pueblos y de las naciones oprimidos en la lucha contra los dos superpotencias y el imperialismo mundial. La historia posterior a la Segunda Guerra Mundial muestra claramente que esos países han apoyado y apoyan la política y los actos de agresión del imperialismo norteamericano, como en Corea y Vietnam, Medio Oriente y África, etc. Son ardientes defensores del neocolonialismo y del viejo sistema de desigualdad en las relaciones económicas internacionales. Los aliados del social imperialismo soviético en el «segundo mundo» participaron junto con él en la ocupación de Checoslovaquia y son celosos sostenedores de su política de expansión y rapiña en diferentes zonas del mundo. Los países del llamado «segundo mundo» son el principal apoyo económico y militar de las alianzas agresivas y expansionistas de las dos superpotencias.

    Los sostenedores de la teoría de los «tres mundos» pretenden que ella ofrece amplias posibilidades para aprovechar las contradicciones inter imperialistas o las contradicciones existentes en el campo enemigo deben ser aprovechadas, pero ¿cómo y con qué fines? Es conforme a los principios que se las aproveche siempre en beneficio de la revolución, en beneficio de los pueblos y de su libertad, en beneficio de la causa del socialismo. Es conforme a los principios que la explotación de las contradicciones existentes en las filas de los enemigos, conduzca al crecimiento y al fortalecimiento del movimiento revolucionario y de liberación, y no al debilitamiento, que conduzca a una movilización cada vez más activa de las fuerzas revolucionarias en la lucha contra los enemigos sobre todo contra los principales, sin permitir la creación de ninguna ilusión hacia ellos entre los pueblos.

    El absolutizar las contradicciones inter imperialistas y subestimar la contradicción fundamental, la contradicción entre la revolución y la contrarrevolución, el centrar toda la estrategia únicamente en la explotación de las contradicciones existentes en el campo enemigo y olvidar lo principal: el aumento del espíritu revolucionario y el desarrollo del movimiento revolucionario de los trabajadores y de los pueblos, dejar de lado la preparación de la revolución, todo esto está en total oposición con las enseñanzas del marxismo-leninismo. Es antimarxista practicar, so pretexto de aprovechar las contradicciones, la unión con los imperialistas supuestamente más débiles para oponerse al más fuerte, colocarse al lado de la burguesía propia para oponerse a la de otro país. Lenin señalaba que la táctica consistente en aprovechar las contradicciones en las filas de los enemigos debe ser utilizada para elevar y no para bajar el nivel general de la conciencia proletaria, el espíritu revolucionario, la aptitud de las masas de luchar y conquistar la victoria, (Véase Lenin. Obras, t. XXXI, Págs., 69-70, ed. albanesa).

    El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene siempre consecuentemente a estas inmortales enseñanzas leninistas. «En estos momentos de gran crisis del imperialismo y del revisionismo contemporáneo, -ha dicho el camarada Enver Hoxha,- debemos intensificar la lucha contra ellos, aprovechar como se debe, y correctamente a nuestra favor, a favor de los Estados socialistas y de los pueblos que se levantan en la revolución, las grandes contradicciones entre los enemigos, desenmascararles sin cesar y no darnos por satisfechos ante las pretendidas concesiones o los gestos de moderación que los imperialistas y revisionistas se ven obligados a hacer, hasta que sea conjurado el peligro, para tomar después la revancha. Por eso, debemos mantener siempre nuestro hierro caliente y golpearles continuamente» (E. Hoxha, Informes y discursos, 1970-71, Págs. 460-461, ed. albanesa).

    Intentando hacer pasar a los países del llamado «segundo mundo», constituido en su mayor parte por países capitalistas y neocolonialistas, que forman la principal base de apoyo de las dos superponencias, como aliados del «tercer mundo» en la pretendida lucha contra el imperialismo, norteamericano y el social imperialismo soviético, la teoría de los «tres mundos» muestra claramente su carácter antirrevolucionario y pseudo antiimperialista.

    Esta es una «teoría» antirrevolucionaria, porque al proletariado europeo, japonés, canadiense etc., que debe luchar contra la burguesía monopolista y el sistema explotador en el poder en los países del «segundo mundo», se le predica la paz social, la colaboración con la burguesía, por consiguiente la renuncia a la revolución, porque esto es supuestamente lo que exigen los intereses de la defensa de la independencia nacional y la lucha en particular contra el social imperialismo soviético.

    Esta también es una teoría pseudo antiimperialista, porque justifica y apoya la política neocolonialista y explotadora de las potencias imperialistas del «segundo mundo» y llama a los pueblos de Asia, África y América Latina a no oponerse a esta política, supuestamente en aras de la lucha contra las superpotencias. Así se debilita y se sabotea, de hecho, la lucha antiimperialista y antisocialimperialista tanto de los pueblos del llamado «tercer mundo» como de los del pretendido «segundo mundo».

    La estrategia revolucionaria pone en el centro la revolución. «La estrategia y la táctica del leninismo - escribía Stalin - es la ciencia de la dirección de la lucha revolucionaria del proletariado» (.J. V. Stalin, Obras t. VI Pág. 155. ed. albanesa).

    La estrategia leninista considera la revolución proletaria mundial como un proceso único constituido por algunas grandes corrientes revolucionarias de nuestra época, en cuyo centro se encuentra el proletariado internacional.

    Este proceso revolucionario se desarrolla ininterrumpidamente en los países que marchan por el camino del socialismo auténtico, como lucha irreconciliable y aguda entre los dos caminos: socialista y capitalista, para asegurar la victoria completa y definitiva del primero sobre el segundo, para cerrar el paso a todo peligro de retroceso por medio de la violencia contrarrevolucionaria y la agresión imperialista o bien a través de la degeneración pacífica burguesa-revisionista. Los revolucionarios y los pueblos del mundo entero siguen con vivo interés esta lucha, considerándola como una cuestión vital para la causa de la revolución y del socialismo en todo el mundo. Ellos dan a los países socialistas todo su apoyo y respaldo sin reservas contra toda tentativa del imperialismo hacia estos países, porque en los países socialistas ven una base y un poderoso centro de la revolución, ven la realización en la práctica de los ideales por los cuales también luchan. Las ideas de Lenin sobre la necesidad y la importancia de primer orden de la ayuda y el respaldo del proletariado internacional al país donde ha triunfado la revolución socialista, son inmortales. Pero se debe entender siempre que se trata de un auténtico país socialista, que aplica con la mayor rigurosidad las enseñanzas revolucionarias del marxismo-leninismo y se atiene consecuentemente al internacionalismo proletario. Al contrario, si se convierte en un país capitalista, llevando simplemente una engañosa máscara «socialista» entonces tal país no debe ser apoyado.

    Los revolucionarios y los pueblos saben que los éxitos que obtienen los países socialistas y la lucha que llevan a cabo, golpean y debilitan al imperialismo, a la burguesía y a la reacción internacional, y constituyen una ayuda y respaldo directos a la lucha revolucionaria y de liberación de los trabajadores y los pueblos.

    Lenin y Stalin siempre han considerado que la tarea revolucionaria del proletariado de un país socialista no sólo es la de realizar todos los esfuerzos por desarrollar el socialismo en su país, sino también la de respaldar en todos los aspectos al movimiento revolucionario y de liberación en los otros países.

    «Lenin nunca ha considerado la República de los Soviets como un objetivo en sí, - escribía J. Stalin- Siempre lo ha considerado como un eslabón indispensable para el fortalecimiento del movimiento revolucionario en los países del Oeste y del Este; como un eslabón indispensable para facilitar la victoria de los trabajadores de todo el mundo sobre el capital. Lenin sabía que sólo tal comprensión es justa, no sólo desde el punto de vista internacional, sino también desde el punto de vista de la salvaguardia de la propia República de los Soviets. » (J. V. Stalin. Obras, t. VI, Pág. 52, ed. albanesa). Precisamente por esta razón, un verdadero país socialista no puede considerarse como parte de agrupaciones tales como los llamados «tercer mundo» o «países no alineados» donde se han borrado toda suerte de fronteras de clases y que sólo sirven para alejar a los pueblos del camino de la lucha contra el imperialismo y de la revolución.

    Únicamente las fuerzas revolucionarias amantes de la libertad y progresistas, el movimiento revolucionario de la clase obrera y el movimiento antiimperialista de los pueblos y las naciones oprimidos pueden ser verdaderos y seguros aliados de los países socialistas. Por eso predicar la división en «tres mundos», ignorar las contradicciones fundamentales de nuestra época, invitar al proletariado a aliarse con la burguesía monopolista, y a los pueblos oprimidos con las potencias imperialistas del llamado «segundo mundo», no está ni en interés del proletariado internacional, ni en interés de los pueblos o de los países socialistas, esto es antileninistas. J. Stalin señalaba: «No puedo imaginar un caso en que los intereses de nuestra República Soviética hubieran exigido de nuestros partidos hermanos desviaciones hacia la derecha. ( ... ) No puedo imaginar como los intereses de nuestra república, que es la base del movimiento proletario revolucionario en el mundo entero, no pudieran exigir el máximo de lucha y de la actividad política de los obreros del Occidente, sino la disminución de esta actividad, la extinción del revisionismo.» (J. V. Stalin, Obras, t. VIII, Pág. 111, ed. albanesa).

    En las metrópolis del capitalismo el proceso de la revolución proletaria mundial se encarna hoy en las luchas de clase siempre en ascenso del proletariado y de las demás capas trabajadoras y progresistas contra la explotación y la opresión burguesa, contra los intentos de la burguesía de descargar el peso de la actual crisis del sistema capitalista mundial sobre los trabajadores, contra la resurrección del fascismo de una u otra forma, etc. Las amplias masas trabajadoras con el proletariado a la cabeza son cada día más conscientes de que la revolución socialista y la instauración de la dictadura del proletariado son la única alternativa para salvarse de las crisis y de las otras plagas del capitalismo, para salvarse de la explotación burguesa, la violencia fascista y las guerras imperialistas. La vida y los hechos han confirmado que ni la burguesía, ni sus lacayos abiertos o enmascarados, desde los socialdemócratas hasta los revisionistas contemporáneos pueden detener el aumento de la ola de la lucha revolucionaria de las masas. «La actual lucha del proletariado mundial, - señaló el camarada Enver Hoxha en el VII Congreso del PTA, - confirma nuevamente la tesis fundamental del marxismo-leninismo de que, en el mundo burgués y revisionista, la clase obrera y su lucha revolucionaria no pueden ser vencidas ni con la violencia ni con la demagogia». (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Págs. 186-187, ed. albanesa).

    Las condiciones objetivas se hacen cada día más favorables para la revolución en los países Capitalistas desarrollados. En estos países la revolución proletaria es hoy un problema planteado a resolver. Con razón, los partidos marxista-leninistas, que han tomado en sus manos la bandera de la revolución, traicionada y abandonada por los revisionistas, se han planteado la tarea de preparar al proletariado y a sus aliados para las futuras batallas revolucionarias por el derrocamiento del régimen burgués, y han emprendido seriamente el trabajo para realizar este objetivo. Justa lucha revolucionaria, que golpea al sistema capitalista e imperialista mundial en sus principales bastiones, goza y debe gozar del total apoyo de los países socialistas auténticos y de los pueblos revolucionarios y amantes de la libertad del mundo entero. Pero hoy los revisionistas contemporáneos, los partidarios de la teoría de los «tres mundos» y los teóricos del «no alineamiento», guardando silencio sobre la revolución y su preparación, de hecho se esfuerzan por sabotearla y mantener el statu quo del régimen capitalista.

    Intentando desviar la atención del proletariado de la revolución los autores de la teoría de los «tres mundos» predican que en la actual época se ha puesto en primer plano la cuestión de la salvaguardia de la independencia nacional del peligro de la agresión de las superpotencias, especialmente del socialimperialismo soviético, que es considerado por ellos como su enemigo principal. La cuestión de definir quién es el enemigo principal a escala internacional en un momento dado, reviste gran importancia para el movimiento revolucionario.

    Nuestro Partido, teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos, el análisis de clase de la actual situación, subraya que «el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, estas dos superpotencias, son hoy los principales y los más peligrosos enemigos de los pueblos, como tales, constituyen el mismo peligro», (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Pág. 219, ed. albanesa).

    El socialimperialismo soviético es un imperialismo feroz, agresivo, sediento de expansión, que sigue una política típicamente colonialista y neocolonialista, que se apoya en la fuerza del capital y de las armas. Este nuevo imperialismo, en rivalidad con el imperialismo norteamericano, pugna por ocupar posiciones estratégicas y por clavar sus garras en todas las zonas y en todos los continentes. Se destaca como bombero de la revolución y opresor de la lucha de liberación de los pueblos. Pero esto no significa en absoluto que el otro enemigo de los pueblos del mundo entero, el imperialismo norteamericano, sea menos peligroso, como pretenden los sostenedores de la teoría de los «tres mundos», Estos, deformando la verdad y engañando a los pueblos, dicen que el imperialismo norteamericano ha dejado de ser belicista, que supuestamente se ha debilitado y está en decadencia, que se ha convertido en «un ratón miedoso», en una palabra, que el imperialismo norteamericano está convirtiéndose en pacífico. Incluso se ha llegado hasta el punto de justificar y considerar como factor defensivo la presencia militar norteamericana en diversos países, como en Alemania, Bélgica e Italia, en Japón y en otros países. Tales puntos de vista son extremadamente peligrosos para la libertad de los pueblos, para los destinos de la revolución. Tales tesis hacen nacer ilusiones sobre la naturaleza agresiva, hegemónica y expansionista tanto del imperialismo norteamericano como del socialimperialismo soviético.

    La tarea que se les plantea al proletariado y a la revolución proletaria es la de derribar todo imperialismo y de manera particular las dos superpotencias imperialistas. Cada imperialismo, por su propia naturaleza, es siempre feroz enemigo de la revolución proletaria, por eso la clasificación de los imperialistas en más o menos peligrosos, desde el punto de vista estratégico de la revolución mundial, es errónea. La práctica ha confirmado que las dos superpotencias representan en la misma medida y en el mismo nivel, el principal enemigo para el socialismo, para la libertad y la independencia de las naciones, la mayor fuerza defensiva de los sistemas explotadores, el peligro directo de que la humanidad se vea lanzada a una tercera guerra mundial. Ignorar esta gran verdad, subestimar el peligro que representa una u otra superpotencia y, aún peor, llamar a unirse con una superpotencia contra la otra, es de catastróficas consecuencias Y conlleva grandes peligros para el futuro de la revolución y de la libertad de los pueblos.

    Naturalmente ocurre y puede ocurrir que uno u otro país sea oprimido o amenazado directamente por una de las superpotencias, pero eso de ninguna manera y en ningún caso significa que la otra superpotencial no constituya peligro para aquel país y menos aún que se haya convertido en una amiga del mismo. El principio según el que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo» no puede ser aplicado cuando se trata de ambas superpotencias imperialistas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de América. Estas dos superpotencias luchan por todos los medios contra la revolución y el socialismo, hacen todos los esfuerzos por que la revolución y el socialismo sean saboteados y ahogados en sangre. Ambas superpotencias pugnan por extender su dominación y explotación sobre diversos pueblos y países. La experiencia demuestra que ellas arremeten violentamente a veces en una zona y a veces en otra para extender sus garras asesinas sobre los pueblos y se lanzan furiosamente al ataque para suplantarse mutuamente. Tan pronto el pueblo de un país logra liberarse de la dominación de una de las superponencias, inmediatamente llega la otra. El Medio Oriente y África lo confirman perfectamente.

    La otra gran corriente de la revolución mundial en nuestro tiempo es el movimiento de liberación nacional de los pueblos, que está dirigido contra el imperialismo, el neocolonialismo y los residuos coloniales. Los marxista-leninistas, el proletariado mundial son plenamente solidarios con el movimiento de liberación nacional de los pueblos oprimidos y le prestan todo su respaldo, considerándolo como un factor sumamente importante e insustituible en el desenvolvimiento del proceso revolucionario mundial. El Partido del Trabajo de Albania siempre ha estado y está del lado de los pueblos que luchan por la libertad y la independencia nacional. «Estamos por la unidad del proletariado mundial y de todas las auténticas fuerzas antiimperialistas y progresistas, los cuales con su lucha frustrarán los planes agresivos de los imperialistas y socialimperialistas belicistas. El Partido del Trabajo de Albania y el pueblo
    albanés, consecuentes con su línea marxista-leninista ( ... ) también en el futuro no escatimarán sus fuerzas y lucharán junto con todos los otros pueblos antiimperialistas y antisocialimperialistas, con todos los partidos marxista-leninistas, con todos los revolucionarios y el proletariado mundial, con todos los hombres progresistas, para hacer fracasar los planes y las maniobras de los enemigos, por el triunfo de la causa de la libertad y de la seguridad de los pueblos. Nuestro país estará en todo momento del lado de todos los pueblos, cuya libertad e independencia son amenazadas y cuyos derechos son violados». Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA. Pág. 228, ed. albanesa).

    El camarada Enver Hoxha expresó esta firme actitud, en nombre del Partido y del Estado albanés, también en su discurso pronunciado ante la Asamblea Popular con ocasión de la aprobación de nuestra nueva Constitución. «La mayoría de los pueblos del mundo -declaró- hoy despliegan grandes esfuerzos y se oponen enérgicamente a las leyes coloniales y a la dominación neocolonialista, a aquellas reglas, prácticas, hábitos, acuerdos desiguales, viejos y nuevos, que la burguesía ha establecido para conservar la explotación de los pueblos, las abominables diferencias y discriminaciones en las relaciones internacionales.( ... ) Los pueblos progresistas y los Estados democráticos que no se conforman con esta situación y luchan para establecer la soberanía nacional sobre sus recursos, que luchan por el fortalecimiento de la independencia política y económica, por la igualdad y la justicia en las relaciones internacionales, gozan de la total solidaridad y respaldo del pueblo y del Estado albaneses». (Del discurso pronunciado ante la Asamblea Popular, 27 de diciembre de 1976).

    Los marxista-leninistas, desde el tiempo de Lenin, siempre han considerado la lucha de liberación nacional de los pueblos y las naciones oprimidos por el imperialismo como la poderosa aliada y gran reserva de la revolución proletaria mundial.

    En los países que han conquistado total o parcialmente la independencia política, la revolución se encuentra en distintas etapas de desarrollo y no se le plantean las mismas tareas. Existen entre ellos países que se encuentran en vísperas de la revolución proletaria, mientras que en muchos otros, están a la orden del día las tareas de la revolución nacional, democrática, antiimperialista. Pero en todo caso, mientras esta revolución esté dirigida también contra la burguesía internacional, contra el imperialismo, es aliada y reserva de la revolución proletaria mundial.

    Pero, ¿acaso esto significa que tales países deben permanecer en la fase nacional-democrática de la revolución y que los revolucionarios no deben hablar de la revolución socialista y prepararse para ella por miedo de superar y quemar las etapas y de que alguien pueda tratarles de blanquistas? Lenin se ha referido a la necesidad de transformar la revolución democrático-burguesa en revolución socialista en los países coloniales desde la época en que en estos países las revoluciones democrático-burguesas todavía se encontraban en embrión. Marx y Engels, al criticar al blanquismo, no consideraron prematuras, ni la revolución de 1848 ni la Comuna de París. El marxismo-leninismo no confunde en absoluto la impaciencia pequeñoburguesa que conduce a quemar las etapas, con la necesidad del desarrollo interrumpido de la revolución.

    Lenin señalaba que la revolución en los países coloniales y dependientes debe ser llevada adelante. Desde el tiempo de Lenin, en estos países se han operado grandes cambios, que él había previsto de manera genial y que había tratado en sus tesis sobre el proceso revolucionario mundial. La realización de la revolución proletaria es una ley general y la principal tendencia de nuestra época. Por ella deben pasar y pasarán necesariamente todos los países sin excepción, incluyendo también Indonesia y Chile, Brasil y Zaire, etc., independientemente de las etapas por los que tengan que pasar para llegar a la revolución proletaria. No tener en cuenta este objetivo, predicar la conservación del statu quo y teorizar sobre la necesidad de «no quemar las etapas», olvidar la lucha contra Suharto y Pinochet, Geisel y Mobutu, significa no estar ni por la lucha de liberación nacional ni por la revolución nacional democrática.

    Por la revolución proletaria debe pasar y pasará también Europa. Quien olvide esta perspectiva, quien no se prepare para ese fin, sino que predica que la revolución se ha desplazado hacia Asia y África y que el proletariado europeo debe «unirse con su burguesía prudente y buena» bajo el pretexto de salvaguardar la independencia nacional, se mantiene en posiciones antileninistas y no está ni por la defensa de la Patria, ni por la libertad de la nación. Quien «olvida que debe combatir tanto al Tratado de Varsovia, como a la OTAN, que debe ser echado por tierra tanto el CAME como el Mercado Común, se coloca por si mismo al lado de todos estos y se convierte en su esclavo.

    En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels han escrito: «Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa ( ... ) se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma». Esta constatación de Marx y Engels es actual también en nuestros días. La derrota temporal que ha sufrido la revolución debido a la traición revisionista, así como el potencial económico y la opresiva potencia militar que el imperialismo y el socialimperialismo oponen al movimiento revolucionario y a las ideas del comunismo, no han podido ni jamás podrán modificar el curso de la historia; ni doblegar la gran fuerza del marxismo-leninismo.

    El marxismo-leninismo es la ideología revolucionaria que ha penetrado profundamente en la conciencia del proletariado y que ejerce una influencia cada vez mayor entre las amplias masas de los pueblos que buscan su liberación. Tan fuerte es la influencia de esta teoría, que también los ideólogos burgueses se han visto siempre obligados a contar con ella y nunca han cesado sus esfuerzos en busca formas y maneras para deformar el marxismo-leninismo, para minar la revolución.

    Las actuales teorías antileninistas sobre los «tres mundos», sobre el «no alineamiento» etc., también tienen como objetivo minar la revolución, sofocar la lucha contra el imperialismo, contra el norteamericano en particular, dividir el movimiento marxista-leninista, la unidad del proletariado que han preconizado Marx y Lenin, crear todo tipo de agrupaciones de elementos antimarxistas, para combatir a los auténticos partidos marxista-leninistas que se mantienen fieles al marxismo-leninismo, a la revolución.

    Los intentos de analizar las situaciones de una forma supuestamente nueva, diferente de la de Lenin y Stalin, de cambiar la estrategia revolucionaria a la que siempre se ha atenido el movimiento comunista marxista-leninista, conducen a un camino erróneo, antimarxista, al abandono de la lucha contra el imperialismo y el revisionismo. La fidelidad al marxismo-leninismo, a la estrategia revolucionaria del movimiento marxista-leninista, la lucha contra todas las desviaciones oportunistas que propagan los revisionistas contemporáneos de toda calaña, la movilización revolucionaria de la clase obrera y de los pueblos contra la burguesía y el imperialismo, la seria preparación para la revolución, son el único camino justo, el único camino que conduce a la victoria.

    Comité Central del Partido del Trabajo de Albania
    7 de julio de 1977
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    Mensaje por camaradaallende Dom Ago 14, 2011 7:03 pm

    Gracias, camarada Smile

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