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    "Imán" - novela semi-autobiográfica de Ramón J. Sender - año 1930 (sobre la guerra de Marruecos en la que participó el autor)

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Mar Nov 27, 2012 9:56 pm

    "Imán"

    novela de Ramón J. Sender

    año 1930 (sobre la guerra de Marruecos en la que participó el autor)

    son 158 páginas de muy buen formato pdf

    se puede leer y descargar desde: (pequeño botón circular anaranjado con flecha blanca)

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    La guerra colonial que desató España contra Marruecos tras la pérdida de Cuba y otras colonias, como Puerto Rico, Guam y Filipinas, a finales del siglo XIX, tenía como objetivos, entre otros, mantener el carácter imperial de un país que perdía poder a nivel internacional y, a su vez, mantener el estado de privilegio y corrupción de unas clases militar y económica que se enriquecían con la guerra. Las potencias europeas se repartían África, y España entró en la puja, permitiéndole intentar hacerse con el control de la zona norte marroquí, una zona montañosa donde ya estaban Ceuta y Melilla; el sur quedaría en manos de Francia. Esta campaña de invasión comenzaría en 1909.

    Ramón J. Sender, uno de los grandes novelistas de todos los tiempos de la literatura española y también de la literatura mundial, a quien le tocó ir a esta guerra, pero a la que no iban los hijos de los más pudientes, que pagando cierta cantidad -entre dos mil y seis mil reales (cuatro reales eran una peseta, es decir, un real eran 25 céntimos de peseta)- podían librarse total o parcialmente de ella, escribió una obra maestra relatando tales hechos, relatando el horror de la guerra. La obra, Imán, narra la experiencia y tragedia sufrida por un aragonés, como el mismo Sender, que sufre y ve sufrir a seres humanos en una lucha que nada les aporta, que en nada les va a beneficiar y sí, en cambio, los va a destruir, destrucción moral y destrucción física, que los marcará para el resto de sus vidas, a aquellos que puedan sobrevivir a la tragedia. A esta guerra, a todas las guerras, se va por obligación o, lo que es peor, por ignorancia.

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    Última edición por pedrocasca el Mar Dic 11, 2012 10:42 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por pedrocasca Lun Dic 10, 2012 10:54 pm

    En referencia a esta novela, se ha publicado en el blog ¿Es posible la paz?, de Mikel Itulain, una entrada, dividida en tres partes, titulada La guerra de África relatada por Ramón J. Sender, en diciembre de 2012:

    Parte I:

    La guerra colonial que desató España contra Marruecos tras la pérdida de Cuba y otras colonias, como Puerto Rico, Guam y Filipinas, a finales del siglo XIX, tenía como objetivos, entre otros, mantener el carácter imperial de un país que perdía poder a nivel internacional y, a su vez, mantener el estado de privilegio y corrupción de unas clases militar y económica que se enriquecían con la guerra. Las potencias europeas se repartían África, y España entró en la puja, permitiéndole intentar hacerse con el control de la zona norte marroquí, una zona montañosa donde ya estaban Ceuta y Melilla; el sur quedaría en manos de Francia. Esta campaña de invasión comenzaría en 1909.
    Ramón J. Sender, uno de los grandes novelistas de todos los tiempos de la literatura española y también de la literatura mundial, a quien le tocó ir a esta guerra, pero a la que no iban los hijos de los más pudientes, que pagando cierta cantidad -entre dos mil y seis mil reales- podían librarse total o parcialmente de ella, escribió una obra maestra relatando tales hechos, relatando el horror de la guerra. La obra, Imán, narra la experiencia y tragedia sufrida por un aragonés, como el mismo Sender, que sufre y ve sufrir a seres humanos en una lucha que nada les aporta, que en nada les va a beneficiar y sí, en cambio, los va a destruir, destrucción moral y destrucción física, que los marcará para el resto de sus vidas, a aquellos que puedan sobrevivir a la tragedia.
    A esta guerra, a todas las guerras, se va por obligación o, lo que es peor, por ignorancia. Y en la guerra no hay valientes, estos se plantaron ante ella, antes de ella, para no ir precisamente a ella.

    <<Aquí no hay valientes>>, añade el soldado. Efectivamente; los verdaderos valientes hubieran debido comenzar por no venir. Todos han venido por esa cobardía difusa a la que el soldado alude y de la cual él y yo debemos olvidarnos. (1)

    Los verdaderos valientes, y conscientes de los hechos, evitaron por todos los medios ir a donde no debían, a luchar y morir por otros, por los intereses de otros, a matar gente que no conocían, y con los que nada en contra tenían. Los verdaderos valientes luchan contra las guerras, no van a luchar a ellas.
    Ya, una vez lanzados al abismo del combate, cuando uno ha cometido o visto cometer actos que el corazón y la cabeza le indican que no se debieron llevar a cabo, que no debieron suceder, cuando los remordimientos intentan enderezar el desvarío del comportamiento, entonces, entonces aparecen las justificaciones, las injustificables pero poderosas justificaciones sociales. Y al frente de ellas en los tiempos de guerra ha estado siempre muy presente la religión, o al menos los que representan socialmente la religión, las instituciones religiosas.

    El cura regresa con su auxiliar. Este lleva terciada la bolsa blanca con los óleos. La unción, la evocación del sombrío ritual cristiano, da al peligro una prolongación supersticiosa de fatalismo. Hablan, y sus voces en la noche tienen resonancias civiles. El tema es inaudito en estos lugares:
    - Entonces esos…
    - Desde luego, han salvado el alma.
    - Pues algún moro habrán matao, digo yo.
    - No importa; ha sido en defensa del Patria.
    - Esta tierra, ¿es patria nuestra o la de ellos?
    - Efectivamente, la de ellos; pero todo lugar donde alienta un corazón cristiano es la patria de Dios y debemos defenderla contra los infieles.
    Hay una pausa, y añade el soldado:
    - ¡Ah! ¿Entonces esta guerra la ha mandado el papa?
    - No, el rey.
    - Y el que obedece al rey, ¿va al cielo?
    - Sí, porque el rey tiene investidura divina.
    - ¿Cómo?
    - Que representa la autoridad de Dios en nuestra patria.
    - Ya. Siempre me lo he representao a Dios como una especie de rey.
    - Justo.
    - Pero se me ofrece una pregunta.
    - ¿Cuál?
    - Dice usted que si a uno le dan un zumbío en la guerrilla y dice una mala expresión, ¿si se muera va al cielo?
    - Sí.
    - Porque yo he oído jurar a muchos cuando caían.
    - Aunque es una fea costumbre, no importa. Dios no lo toma en cuenta.
    - Y si, es un suponer, estando yo en la guerrilla hablo contra el rey igual que ellos contra Dios y me cogen, ¿me fusilan?
    - Seguramente.
    - ¿Y voy al cielo?
    - De ningún modo, si antes no has hecho acto sincero de contrición.
    - Pues no lo entiendo, porque, según eso, es más pecado faltar al rey que faltar a Dios.
    El cura calla un momento, vacila.(1)

    La incongruencia moral y religiosa que ofrece Sender de la actuación del sacerdote es demoledora, pero no es incongruente su comportamiento en su sentido social. Porque la misión del sacerdote es ahí, en el fondo, mantener la obediencia y la disciplina del soldado al poder imperante, por muy atroces que sean los actos que le obliguen o le toque hacer. La moral se anula y solo queda la más estricta sumisión a las órdenes de los que ostentan la dirección social.
    La Iglesia, la Iglesia católica y muchas otras Iglesias más, a lo largo de su amplia y dilatada historia han justificado y apoyado la barbarie, la barbarie de la guerra. Desde sus orígenes hasta el tiempo de hoy.

    Según Agustín [San Agustín], el soldado puede y debe matar sin cargo de concien­cia, ¡en ciertos casos, incluso en una guerra de agresión! Quien participa en esas confrontaciones deseadas por Dios «no peca contra el quinto mandamiento». Ningún soldado es un asesino si mata a seres humanos por orden del legítimo ostentador del poder, «antes bien, si no lo hace, es culpable de contravenir y menospreciar la orden»(2)

    Si un sacerdote en quien confías y al que tienes por representación del bien, te dice que no hay pecado en matar a alguien en esas situaciones, que se hace por una gran causa, por una gran motivación, por Dios; entonces el soldado o termina de hundirse moralmente, al no ver ni un solo resquicio de humanidad o justicia por ninguna parte, o termina por volverse realmente un desalmado que ha perdido cualquier conciencia, cualquier remordimiento que le evite continuar con la gran carnicería humana que es la guerra.

    Notas:
    1. Ramón J. Sender. Imán. 1930.
    2. Karl Heinz Deschner. La época patrística y la consolidación del Primado de Roma. Martínez Roca, pp. 101-141. Para una descripción más detallada de la justificación de la guerra por parte de la Iglesia católica ver además: Mikel Itulain. Justificando la guerra. 2012.

    Parte II:

    Continuando con la narración de la tragedia de la guerra colonial de España en el norte de África a comienzos del pasado siglo, podemos ver que fue uno de los primeros lugares donde se utilizaron las armas químicas contra la población nativa. Hoy se repudia la actuación de Sadam Hussein contra los kurdos, por cierto fomentada por EE.UU. con el apoyo y envío de los productos químicos. No obstante, no se hace lo mismo respecto a la actuación española contra los africanos, la de los británicos contra los mismos kurdos, a mediados del siglo XX,(1) o el uso de armas químicas ya desde la guerra de Corea hasta la de Irak y Libia por parte de la mayor potencia militar del momento.
    En relación a la guerra en el Rif, Sender comenta los efectos de la hiperita, el gas mostaza, sobre los mismos soldados españoles, con solo el efecto del viento:

    Además de la locura tiene llagas de hiperita. El viento llevó gases del 5 de julio en Tizzi Asa y resultaron con llagas casi todos los soldados de la línea de blocaos del tractocarril.(2)

    Sender expresa en su novela una profunda sensibilidad humana, muy diferente al comportamiento de uno de los hombres más admirados en occidente, Wiston Churchill. ¿Saben quién dijo la siguiente frase?

    No entiendo esa aprensión sobre el uso de gas. Yo estoy completamente a favor de usar gas venenoso contra las tribus incivilizadas (1)

    Sí, fue él, Churchill, ante las reticencias de su Consejo de Ministros a utilizar métodos tan despiadados y crueles, que la misma Europa había visto en la Primera Guerra Mundial.

    Visto esto, ¿piensan que en los colegios, incluso en las universidades, se enseña la historia con rigor y moralidad?

    Notas:
    (1) Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Irak. Libertarias. 2012.
    (2) Ramón J. Sender. Imán. 1930.

    Parte III:

    En esta tercera parte dedicada a la guerra de África, llevada a cabo contra los africanos, pero también contra los propios españoles, a los que se les quitaba la vida en sus años de mocedad y los bienes que deberían ser para uso y mejora pública, pero que por el contrario eran destinados a sufragar este pillaje y crimen envueltos en corrupción; en esta tercera parte que comento, se verá como la alegría en el mundo, e incluso en la propia guerra, va por barrios. De la carnicería se beneficiaban los altos mandos militares y los empresarios sin escrúpulos que hacían negocio con ella, además también de los demagogos que apelaban al espíritu patrio para defender y favorecer en realidad sus intereses privados.
    En las profundas descripciones que hace Sender del escenario de la guerra, tenemos por ejemplo esta, donde otros seres vivos tenían una época de esplendor a costa de las propias miserias humanas.

    Las primeras brigadas de cuervos acuden de los barrancos de Annual al reclamo de los cañones y forman su guerrilla en tierra. A fuerza de comer carne de soldado deben entender de mili. En lo alto de cada poste del teléfono hay uno. Todos gordos, relucientes, con gritos de hartura, como eructos. La hilera de los flancos ha quedado reducida a cuatro o cinco soldados. Los que cayeron antes no dormirán solos.(1)

    Y cierto que los córvidos entendían de mili, seguramente mucho más que los ignaros ciudadanos que iban a ella o que los presentes españoles que han olvidado, si es que algún día supieron algo de su propia historia. No obstante, poco se les puede reprochar a estas aves, cuyo único fin era alimentarse, no enriquecerse con la muerte y sufrimiento de sus congéneres, como hacían los seres humanos.
    En medio de la tragedia humana que es la guerra se viven y se presencian momentos de trágica belleza mezclados con un sentimiento de profundo desasosiego, por lo absurdo y disparatado de la naturaleza humana.

    Ahora la luz es más tenue y los estallidos, casi rojos, se ven mejor. La dulzura del paisaje es una apariencia hipócrita, porque hacia la izquierda se puebla el horizonte de sombras azulencas, y en la inmensidad desierta y desolada las granadas sondean el silencio y averiguan hasta qué dramáticos infinitos llega.(1)

    Lo absurdo de la guerra para los que fueron a ella engañados con sentimientos nobles, cargados de patriotismo y de respaldo religioso, termina por mostrarse. En medio de la guerra, del sufrimiento y del horror de la guerra, ya no hay sitio para la mentira y el engaño. Ya nadie se engaña.

    Viendo este silencio, estos pasos falsamente enérgicos con los cuales el oficial demuestra al capitán, al comandante, su espíritu militar, esa alineación correcta, se piensa que todo este ceremonial entre piojos, miseria, hambre, harapos, es una pesada broma de locos. Nadie se engaña en el fondo. No hay ya uno solo que crea en la necesidad de nada de esto. Todos saben, además, lo que aguarda fuera. Dan ganas de gritar: «¡Es más cómodo para todos romper filas y pegarnos un tiro!» (1)

    Sin embargo, hoy, un siglo después, la gente, la gente que incluso se llama progresista, sigue engañando y engañándose con la guerra; y se aprueba, incluso se justifica, como algo necesario, hasta loable. Olvidando los verdaderos y sórdidos motivos del origen y perpetuación de la guerra. Los motivos egoistas de poder y riqueza, sin importar el sufrimiento humano. (2), (3), (4), (5)

    Notas:
    (1) Ramón J. Sender. Imán. 1930.
    (2) Mikel Itulain. El mal ejemplo de Democracy Now!, y de la izquierda. 11.11.2012. Blog
    (3) Mikel Itulain. Los intereses económicos detrás de la guerra en Siria. 28.10.2012. Blog
    (4) Mikel Itulain. El papel de Amnistía Internacional en la guerra contra Siria. 9.9.2012. Blog
    (5) Mikel Itulain. La izquierda, la crisis y la justificación del colonialismo por motivos humanitarios. 20.7.2012. Blog

    Parece ser que en el blog ¿Es posible la paz? van a seguir comentando la novela en más entradas.
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    Mensaje por Chus Ditas Dom Abr 20, 2014 7:12 pm

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    Mensaje por RioLena Mar Ene 31, 2017 6:02 pm

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    Mensaje por RioLena Dom Ene 13, 2019 12:25 pm

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