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    La tortura de Antonio Bodria

    Daniel94
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    La tortura de Antonio Bodria Empty La tortura de Antonio Bodria

    Mensaje por Daniel94 Vie Feb 17, 2012 6:22 pm

    Saludos camaradas, no sabia donde postear esto así que lo postee aquí.

    Se trata de mi bisabuelo que fue torturado cuando franco toma el poder, debido a que el pertenecía al partido comunista español (realmente el era anarquista) después de eso se vino a vivir a Venezuela y fue un revolucionario hasta el fin de sus días.
    Murió el 27 de diciembre del 2010.

    El investigador de la memoria histórica Pedro Medina Sanabria, glosó en Radio San Borondón la figura de Antonio Expósito Alonso, conocido como Antonio Bodria, que ha fallecido hoy a las 01:30, hora de Venezuela, cuando apenas le quedaban tres semanas para celebrar su 97 cumpleaños.

    Medina Sanabria afirmó que «el de Antonio Bodria es un testimonio tremendo. Yo no sabía nada de esta persona hasta que leí el testimonio manuscrito que había dejado el médico socialista Manuel Bethencourt del Río sobre la bárbara tortura a la que había sido sometido el joven Bodria, un joven panadero (como decía Manuel Bethencourt en sus memorias manuscritas) [...]. Leyendo el manuscrito sentí esa sensación que te va cambando, que te va encorvando. EL dolor era tan intenso que me fui quedando aterido en el sillón, delante del ordenador. El libro fue publicado con el nombre “Diario y cartas de la cárcel” en 2008.»

    El investigador de la memoria histórica explicó que «en ese manuscrito estaba el testimonio que daba don Manuel Bethencourt del Río y contaba cómo con los escasos medios con los que contaba en la prisión flotante y luego en la de Fyffes atendió al joven Bodria, al que torturaron en el templo masónico que está en la calle San Lucas (un edificio nobilísimo de Santa Cruz que están dejando caer).»

    «Desde que conocí la horrenda historia de Antonio Bodria no pude menos que desarrollar un gran aprecio por su persona», señaló Medina Sanabria, quien añadió que «una vez presentado el libro que yo había prologado [“Diario y cartas de la cárcel”], publiqué en internet el texto del prólogo y al poco tiempo recibí una comunicación desde Venezuela diciendo que aquello era la historia de su abuelo y que estaba vivo. Inmediatamente le contesté y solicité que recogiera la memoria de su abuelo, quien le fue contando todas sus peripecias y la tortura tan horrible que sufrió en el templo masónico. Me envió el relato y yo lo transcribí y lo publiqué a principios de este mes en mi blog. Es un testimonio espeluznante.»

    TESTIMONIO DE ANTONIO EXPÓSITO ALONSO

    En Venezuela, transcurridos 72 años y 7 meses desde la fecha en que fui bárbaramente torturado, mi nieto Omar A. Luís E., encontró la historia de la tortura de Antonio Bodria, publicada en Internet [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Actualmente, mi nombre es Antonio Expósito Alonso, y no Antonio Bodria, nombre con el cual fui erróneamente anotado en el Registro, porque mi abuelo se llamaba Antonio Expósito Bodria. Así consta en la copia de la partida sacada de la iglesia, donde se puede leer:

    Hay notas marginales que dice así: por decreto del provisorato recibido hoy con fecha 2-XI. Se declara que el apellido es Expósito en vez de Bodria como hijo de Antonio Expósito González y nieto de Antonio Expósito Bodria 4-XI de 1936. Vicente Alcorta párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife Islas Canarias España.

    Lo que viene a continuación es mi relato personal, de lo que me pasó en

    1936, tal como lo recuerdo.

    JULIO DE 1936

    Un día del mes de julio de 1936, después del golpe militar del general Franco y la Falange, iba yo camino de la panadería Unión Industrial, a la una de la madrugada. Me encontré con Juan González que también iba al mismo sitio. Al llegar tocamos a la puerta. Abrió un militar que pregunto:

    -¡¡ ¿Usted como se llama?!!

    -Juan González

    -Pase.

    Y ¿usted?

    - Antonio Bodria.

    -Queda detenido.

    Miré hacia la boca de calle y estaban llenas de soldados armados. Al momento apareció un vehículo con soldados al mando de un sargento. Me metieron con ellos, y me llevaron a la casa del capitán Yumar, delegado de orden público, que dormía en el piso alto.

    Lo despertaron. Bajó y me interrogó. Yo le conteste que no sabía nada de lo que me preguntaba.

    El capitán dijo al sargento:

    - Llévelo a la Cueva de los Masones, que allí va a hablar.

    Antes de entrar a la cueva, el sargento me dijo que lo llevara adonde teníamos las armas escondidas para recogerlas.

    Yo le respondí que nunca había manejado más armas que los cañones durante el servicio militar en Artillería.

    El sargento volvió a preguntarme:

    -¿Donde están los cañones?

    -En Artillería.

    DENTRO DE LA CUEVA DE LOS MASONES

    La luz interior de la cueva masónica, se prendía desde un interruptor que estaba fuera.

    El sargento dio al interruptor y entramos en la cueva, a la cual daba miedo entrar. Estaba llena de cosas del cementerio, cajones de muertos, huesos, cráneos, trapos y vestidos negros de los muertos, y hasta esqueletos completos. Cada uno de los cráneos tenía dentro un bombillo.

    Al centro de la cueva había una mesa de piedra con sus asientos de piedra, alumbrada con algunos bombillos.

    No me quedó otro remedio que entrar y esperar a que viniera el capitán Yumar.

    El sargento se fue y apagó la luz desde fuera, dejándome a oscuras.

    Al llegar el capitán Yumar, - delegado de orden público -, lo primero que me dijo fue que me quitara la ropa.

    Me quedé en calzoncillos, y le pregunte si podía quedarme así, respondiéndome que si.

    Empuñando un rolo de alambre y goma similar a los que usaban los guardias de asalto de la República de España, empezó a preguntarme.

    - ¿Quien mató a los panaderos?

    -No sé.

    Rolasos conmigo.

    - ¿Donde tienen las armas escondidas?

    -No sé.

    Más rolasos.

    -¿Dónde están los jefes?

    -No sé.

    Más rolasos.

    Y así, entre rolasos, un montón de preguntas más. Como yo no sabía nada de lo que me preguntaban, el castigo se intensificó de modo brutal, inaguantable.

    Yo no había cometido delito ninguno, era absolutamente inocente, y no sabía de que se me acusaba.

    Esta fue la primera tortura.

    Cuando se fueron de la cueva, me dejaron con el cuerpo hinchado y amoratado, con hambre y sed, pues en aquella cueva lo único que daban era tortura.

    A LA COMANDANCIA MILITAR

    Por la noche vino la Guardia Civil, que me llevó a la Comandancia Militar. Aquí me daban un plato de rancho, si coincidía en la hora que traían la comida a los soldados. Pero si estaba en la cueva masónica, ese día me quedaba sin comer y sin agua.

    Como queda dicho, de la primera tortura me quedó el cuerpo adolorido, hinchado y amoratado.

    TE VAMOS A MATAR

    A la mañana siguiente volvió a venir la Guardia Civil a por mí, llevándome por segunda vez a la cueva de los masones, lugar de tortura irresistible, donde la alternativa era dejarse morir, cuando la tortura se hacía insoportable.

    Así murió Manuel Marrero, asesinado por aquellos malvados.

    Cuando no venía el capitán Yumar, la falange venia por su cuenta a torturarme sobre las carnes doloridas e hinchadas. Cuando se cansaban, me dejaban botado en la cueva, y se iban.

    Estando de nuevo en la cueva, por tercera vez, ese día no vino el capitán Yumar.

    En su lugar vino un medico militar, mandando a un grupo de falanges. Uno de ellos traía en la mano un vaso de medio litro lleno de un líquido, y me dijo:

    - Te vamos a matar con este veneno, pues no has hablado nada.

    Me volvieron a torturar y después de haberme torturado, me ordenaron que me tomara el veneno.

    Yo les dije que no.

    Ellos me dijeron que sí, y yo volví a replicar que no tomaba veneno.

    Entonces, me agarraron entre todos ellos, me apretaron la nariz con la mano. Al faltarme el aire abrí la boca para respirar y ellos aprovecharon que estaba la boca abierta para vaciarme dentro el vaso con el veneno.

    Yo escupí todo lo que pude para afuera, manchando a los que estaban delante de mí con el veneno.

    No era veneno. Era aceite ricino, de sabor horrible.

    Los falanges que habían resultado manchados al botar yo el veneno, la emprendieron a patadas y empujones conmigo, botándome al duro suelo. El médico militar sacó su arma y me metió el cañón en la oreja izquierda, diciendo que me iba a matar. Yo agarré con la mano el cañón del arma, y lo saqué de la oreja.

    Entonces dijo:

    - Mejor lo metemos en el cajón de los muertos.

    A esa altura del tormento, yo estaba tan desesperado que les dije que hicieran lo que quisieran porque yo no aguantaba más.

    Me cayeron todos arriba, quedándome tendido en el suelo. En esta situación, el médico militar dijo en palabras de medico, que me iba a dar una patada en la cabeza. Y yo sin comprenderlo, por instinto de conservación, me llevé la mano a la cabeza.

    El médico militar dijo:

    -Entendiste ....

    Y con la misma, se vino sobre mí, corriendo para darme la patada, pero no llegando a dármela. Dicho médico militar, comentó que yo lo había entendido y que, por tanto, debía haber estudiado.

    Mi cuerpo estaba hinchado de pies a cabeza, y era tan fuerte la hinchazón que la piel estaba prensada. No podía ni acuclillarme. Tenía que hacer las necesidades de pie.

    Como estaría yo que ellos mismos me llevaron a la puerta de la calle, me sentaron en un banco y me dijeron que iban a buscar el contra veneno. Al ratito vino un muchacho, asimismo vestido de falange, que me trajo un café con leche. Me lo tomé, reanimándome bastante.

    DE NUEVO EN LA COMANDANCIA

    Otra vez vino la Guardia Civil y me llevaron a la Comandancia Militar, cuyo cuerpo de la guardia estaba lleno de policías detenidos. Al verme me preguntaron si me habían torturado.

    Como yo - precavidamente, pensando que fueran espías -, les contesté negativamente, ellos se pusieron bravos conmigo, diciéndome que ellos eran también presos como yo.

    GUARDAMARINAS EN EL TEMPLO MASÓNICO

    En otra ocasión que estaba el Capitán Yumar torturándome, entraron dos falanges y le dijeron al capitán que había un grupo de oficiales del barco escuela español Galatea, que estaba anclado en el muelle, que querían ver la cueva masónica.

    El capitán Yumar contrariado, exclamó:

    -¡Caramba! Que problema. Y ahora, ¿donde meto yo a este?

    Tras pensar un rato, me dijo:

    ¡Póngase en aquel rincón!

    Yo estaba despeluznado, con el pelo suelto y revuelto, la piel hinchada, el cuerpo negro de los golpes y lleno de llagas.

    Entraron los oficiales de Marina, y al verme en aquel estado, lo primero que dijeron al capitán era que hacía yo de aquella forma.

    El capitán Yumar les contestó:

    -Lo tenemos reflexionando. . .

    El cuadro debía ser horroroso, pues como he dicho, la tortura se practicaba conmigo, desnudo, sin ropa, y el estado de mi cuerpo era horrible.

    Los oficiales pasaron de mi, y se dirigieron al capitán Yumar preguntando que para que querían los masones aquella cueva con cajones de muertos, esqueletos, cráneos y tantas cosas del cementerio.

    El capitán Yumar les contó a los oficiales de Marina, que al aspirante a masón, como acto previo al de su iniciación en la logia, le hacían pasar un tiempo en la cueva, antes de que decidiera si entraba o no.

    Los oficiales de Marina no estuvieron mucho tiempo; se fueron rápido.

    Y el capitán Yumar prosiguió con la tortura, que ya yo no podía resistir por el enorme sufrimiento.

    Le volví a insistir en que aquello era imposible, que yo no sabía nada de lo que me preguntaban. Que si él quería, yo esta dispuesto a acusar a gente inocente, para que dejara de torturarme.

    El contestó que no.

    Detuvieron la tortura, se marcharon, dejándome abandonadito en aquella lóbrega cueva.

    HUESO CONTRA HUESO

    Por quinta vez, los falanges entraron en la cueva. Como no traían el rolo, esta vez agarraron un esqueleto y le quitaron la tibia, - ese hueso largo de la pierna -, y empezaron a pegarme con el hueso, dándome por donde yo tenía hueso. Así, al chocar hueso con hueso, cortaba la piel dolorida, hinchada. Y salía la sangre.

    En esta tortura no estaba el capitán. Fue por cuenta de la falange. Al terminar se fueron y me dejaron con todo el cuerpo lleno de cortadas, ensangrentado.

    ¡APUNTEN!

    El capitán Yumar trajo a la cueva de los masones un pelotón de soldados armados con sus fusiles y me dijo que me iba a matar si no hablaba todo lo que sabía.

    Yo le dije que no podía hablar de nada, porque nada sabía.

    -Lo vamos a matar.

    -Dígame si quiere confesarse para traer un cura.

    -No hace falta, pues no tengo pecados.

    -Vamos a amarrarlo a la pared.

    Una vez amarrado, trajo una linterna y estuvo un rato mirándome los ojos.

    Cuando terminó, dijo:

    -Esa cara de tonto que tiene aquí, la tiene en todas partes.

    Entonces se volvió mandando al pelotón de soldados que se prepararan para disparar.

    - ¡Apunten!

    Y me apuntaron.

    Si al capitán Yumar se le hubiera ocurrido gritar ¡fuego!, me raspa. Afortunadamente, dispararon al aire.

    Ahora con la distancia temporal de tantos años, me sigo preguntado por qué y como me salvé. Porque en aquellos primeros días del movimiento de los militares, éstos y sus acompañantes, cometieron toda clase de tropelías e injusticias, con personas inocentes.

    El hecho es que después de aquel macabro simulacro de fusilamiento, el capitán Yumar dijo:

    - Por el momento lo vamos a perdonar. Para que reflexione y diga lo que sepa.

    EL FINAL DE LA TORTURA

    La última vez que me vi con el capitán Yumar, éste me llevo a la azotea del edificio de los masones. Me dijo que mirara para la calle y viera la libertad. Pero yo no comprendía lo que me estaba diciendo. Miré y vi enfrente la Comandancia Militar.

    - ¿Miraste...?

    -Si, le dije, veo que cambiaron las banderas; quitaron la republicana y pusieron la monárquica. No veo la libertad de que habla. Ya le dije que no conocía nada de que hablar.

    Bajamos y me dejó sentado en el salón del primer piso. El capitán Yumar bajó al piso inferior. Pasado un momento, subió un joven, hijo del señor que habían matado salvajemente.

    Éste joven, me miró sin pronunciar palabra. Yo tampoco abrí la boca. Luego, cuando aquel joven bajó, el capitán Yumar volvió a subir, diciéndome;

    - ¡Venga! Que lo voy a dejar en la Comandancia.

    Abajo estaban los tres hijos del señor asesinado.

    El capitán Yumar prendió el vehículo militar y subimos todos.

    DE VUELTA A LA COMANDANCIA

    Por el camino, uno de aquellos jóvenes, me pregunto:

    -¿A ti que te pasa?

    Yo le repliqué:

    -¿No ven como estoy?

    Ustedes saben que yo no tengo nada que ver con lo que sucedió. No me contestaron nada. Ni el capitán Yumar dijo nada. Llegamos a la Comandancia Militar y me entregaron en el cuerpo de la guardia.

    Más adelante, el capitán Yumar sería relevado en el cargo de Delegado de Orden Público, por el Capitán de Artillería, Manuel Otero Rubido. Este fue felicitado por haber apresado a los autores del doble crimen del cual se pretendía acusarme a mí, siendo absolutamente inocente.

    Y ahí terminó mi tortura. Pero no recuperé mi libertad.

    Sin haber cometido delito alguno, seguí preso, sin proceso ni juicio. En la Comandancia Militar, entre idas y venidas, había estado 17 días.

    EN LA FLOTANTE: EL DOCTOR BETHENCOURT

    Después de haber sufrido 11 días en la cueva de los masones, me llevaron a la prisión flotante, que se componía de varios barcos surtos en el Puerto de Santa Cruz, atestados de presos amontonados, en condiciones de vida infames.

    A mi me llevaron al barco llamado Adeje, en el cual se encontraban un grupo de personas importantes, consideradas desafectas al golpe militar.

    Al llegar a este barco, el doctor don Manuel Bethencourt del Río, médico socialista, estuvo mirando como tenía el cuerpo que parecía una llaga viva, después de tan cruel castigo.

    RECORDANDO COMPAÑEROS TORTURADOS

    Debo recordar a algunos compañeros que fueron torturados, sin compasión, de forma brutal. Como el compañero Jorge Hernández Mora que le tocó el Palacio de Justicia, donde el jefe era el capitán Manuel Otero Rubido. Desde allí, mandaban a buscar a Jorge, al que sacaban de la prisión militar Costa Sur o Salones de Fyffes, cuando todos estábamos durmiendo.

    Cuando se cansaban de torturarlo en aquel Palacio de la Injusticia, lo devolvían a la prisión en condiciones calamitosas. Don Manuel Bethencourt del Río lo trataba como podía y lo iba curando. Pero sus torturadores esperaban a que estuviera un poquito mejor, y volvían a por él, noche tras noche, sobre la una de la madrugada.

    Hubo un compañero que no pudo resistir la tremebunda tortura, y acusó frente a frente, al desdichado Jorge Hernández Mora, quien poco después, tras un Consejo de Guerra Sumarísimo, sería fusilado en el Barranco Hierro, donde tantos otros fueron fusilados.

    BALANCE CARCELARIO

    Haciendo un esfuerzo de memoria, me parece que este ha sido mi balance carcelario.

    11 días en la cueva de los masones.

    17 días en la comandancia militar.

    Una temporada en la cárcel provincial.

    Otra temporada en el barco prisión Adeje.

    Otra temporada, en los Salones de Fyffes o Prisión Militar Costa Sur.

    2 años y 7 meses, en un campo de concentración de la provincia de Cádiz.

    Algo más de un mes en Ceuta.

    6 meses en Agadir del Cruch (frontera con el Marruecos francés)

    5 meses en Aulef (África).

    A los 3 años y 7 meses vino una orden del Ministerio de la Guerra que decía: todo prisionero que tenga un año detenido será puesto en libertad si no está sujeto a proceso.

    EPÍLOGO. A VENEZUELA

    Recuperada la libertad, cuando pude, entre varios compramos un barco de velas, de unos 9 ½ metros de eslora, 2 de manga, y 1.40 de puntal.

    En este barquichuelo, de nombre Santa Ana, zarpamos de Tenerife, hacia Dakar, capital de la entonces colonia francesa del Senegal.

    Aquí estuvimos unos cuatro meses. Luego, embarcamos en el Arlequin, partiendo hacia Venezuela, adonde arribamos, tras una travesía de dos meses en la mar. Con lo cual, fueron seis los meses transcurridos desde nuestra partida de Tenerife.

    Mas, este viaje merece otro relato aparte, que espero poder recordar y escribir.

    17 de enero de 2009: 96 años de edad

    Hasta aquí llega el testimonio de Don Antonio Expósito Alonso, conocido como Antonio Bodria.

    ¡Escalofriante!

    NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

    1.- En la madrugada del 29 de mayo de 1936, la tahona «Las Cuatro Torres» había sido asaltada, siendo asesinados su propietario Manuel Borges Torres, y un hijo de éste, Manuel Borges Domínguez.

    De este crimen fueron acusados los anarquistas Florencio Afonso García, Cándido González González (a) «Daniel el Marino», José Méndez Cabrera (a) «Pepe el albañil», y Feliciano-Raimundo Pérez Jorge (a) «Raimundo el Matanzas».

    2.- Jorge Hernández Mora, natural de Santa Cruz de Tenerife, hijo de José y Camila, de 30 años de edad, casado, carpintero, con instrucción y sin antecedentes.

    Fusilado el 23 de enero de 1937, junto a 18 compañeros de la C.N.T., en cumplimiento de inicua sentencia dictada en la Primera Pieza Separada de la Causa número 246 de 1936 [6229-202-1]. Entre aquellas 19 víctimas, estaba Feliciano-Raimundo Pérez Jorge, de 28 años, hijo de Domingo y Antonia, soltero, natural de La Matanza, vecino del Sauzal, albañil.

    3.-El Decreto número 77, dado en Burgos el sábado 29 de agosto de 1936, firmado por el general Miguel Cabanellas, que en su artículo único restableció la bandera bicolor roja y gualda, como bandera de España, fue publicado en el autodenominado Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, el domingo 30 de agosto de 1936. En Tenerife, el solemne acto de entrega de banderas bicolores, tuvo lugar el sábado 5/9/1936.

    4.-Don Antonio Expósito Alonso, nació el 17 de enero de 1913 en Santa Cruz de Tenerife. Prestó su servicio militar obligatorio, como artillero en Santa Cruz de Tenerife. Actualmente, cumplidos 96 años de edad, su familia ha tenido oportunidad de comprar una lancha, a la cual han bautizado con el nombre de Arlequin, en honor del abuelo Antonio.

      Fecha y hora actual: Mar Nov 26, 2024 7:29 am