Una interesante entrada sobre la cuestión, del excelente blog Cartas del Este:
http://www.postsovietico.blogspot.com/2012/02/748-contra-la-oficialidad-del-ruso-en.html
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74,8% contra la oficialidad del ruso en Letonia: el final de una provocación
El resultado definitivo del referéndum ha sido a favor 24,88%; en contra 74,8; nulos 0,32. La participación ha alcanzado el 70,37 del censo electoral.
Prácticamente a nadie escapa la existencia de un grave problema de integración en Letonia. Al igual que en la mayoría de las pequeñas naciones europeas, su diversidad étnica y lingüística de carácter endógeno, se vio fuertemente alterada por diferentes acontecimientos políticos y socioeconómicos ocurridos durante el siglo XX. El último gran vuelco fueron los años de la Unión Soviética en los que la lengua rusa pasó a ser la lengua franca del país, en detrimento del letón que quedaba como un idioma de segundo orden, al estar su conocimiento y uso prácticamente acotado a las personas con origen étnico letón. Esta es una de las raíces del problema que se lleva arrastrando desde 1991. Las políticas públicas puestas en marcha por parte del Estado letón, al menos parcialmente, han fallado y como mejor indicador del fracaso tenemos el referéndum que se celebró ayer para decidir la posible cooficialidad del idioma ruso.
Este referéndum era una provocación, entre otros motivos, porque desde el punto de vista del contenido constituye la voluntad de impedir la normalización lingüística del letón o lo que es lo mismo, obstaculizar la extensión del conocimiento de la lengua letona a toda la población del país. Letonia es un pequeño país Báltico colindante con un gigante como Rusia. La lengua y cultura rusa, solo por su tamaño, tienen una fuerza que es imposible de comparar con la capacidad que tiene un pequeño estado a la hora de impulsar cualquiera de sus lenguas autóctonas en un contexto en el que el ruso está presente dentro de sus límites geográficos. En este sentido, el idioma letón se convierte en una herramienta fundamental para que toda la ciudadanía del país pueda identificarse con el Estado letón. Esto no quiere decir que se tenga que perseguir el conocimiento (sería estúpido) y uso del ruso, sino que la existencia de un porcentaje importante de población que no puede desenvolverse en lengua letona implica que esta parte de la población se identifique más con la Federación Rusa que con el Estado letón. En este sentido, está probado empíricamente durante los años de la URSS que la cooficialidad del ruso crea y alimenta un escenario en el que, al problema político de la identificación con el estado vecino, se le suma el peligro de supervivencia del pez pequeño (letón) amenazado por el pez grande (ruso).
Así las cosas, era de esperar que el resultado fuera el que ha sido, victoria aplastante del no a la cooficialidad. Nótese que el 24,88% de los votos favorables a la cooficialidad es poco más que el porcentaje de ciudadanos letones de diferentes nacionalidades eslavas (no están incluidos el 15% de la población total del país que son apátridas y no tienen derecho a voto). En consecuencia, estaba claro que ni tan siquiera desde la perspectiva de los defensores del idioma ruso tenía mucho sentido el referéndum, a no ser que buscarán lo que en parte han conseguido, dividir más a la sociedad y crear tensión.
Si analizamos la participación, podemos observar que ha sido extraordinariamente alta, superando en más de un 11% la participación de las elecciones legislativas del 2011: el porcentaje de sufragios emitidos ha sido 70,73% del censo electoral. Por regiones los datos son los siguientes: Riga 77,11%; Vidzeme 72,95%; Latgalia 60,03%; Kurzeme 70,98%; Zemgale 68,3%; y entre los residentes en el extranjero: 61,99%.
No es casualidad que la participación en Riga haya sido la más alta, precisamente es allí donde la tensión étnica es mayor, ya que es la primera región en números absolutos de habitantes eslavos y la segunda en términos relativos. En este sentido, sabido es que el roce tiene sus cosas buenas y malas, abre ventanas de oportunidades, pero también sirve de campo de batallas. Respecto al resto de regiones, llama la atención que las que tienen menos porcentaje de eslavos son las que más se han movilizado. En cambio, la única que tiene mayoría ruso parlante, Latgalia, es la que menos participación ha registrado. Para una parte importante de la población eslava parece claro que el referéndum no tenía ninguna utilidad, en cambio, la provocación, tal y como era de esperar, ha movilizado a la etnia letona.
En cuanto a los resultados definitivos, en la tabla se puede observar que en la única región que gana el sí es en Latgalia, si bien el grueso de votos a favor de la cooficialidad proviene de la región de Riga. Esto ya es indicativo de cómo ha funcionado el voto. En Letonia oficialmente los partidos étnicos están prohibidos, así que en teoría todos representan a la población en general y no tienen objetivos étnicos, lo cual, desde el punto de vista de la cotidianidad en el ejercicio de la política, es falso. El número total de personas que han apoyado la cooficialidad del ruso ha sido 273.347, es decir, algo más de 6.000 sufragios que los que obtuvieron en las elecciones de 2011 las formaciones políticas de centro-izquierda (Centro de la Concordia) e izquierda (Por los Derechos Humanos en una Letonia Unida), ambas en la práctica son las que mayoritariamente concentran el voto de los eslavos y las que defienden los intereses de estos. Este cálculo ya lo tenía hecho Liderman (un judío eslavo, publicista y disidente político letón que, entre otras cosas, ha militado en el Partido Nacional Bolchevique), el impulsor del referéndum, por ello había dicho que el objetivo era recabar 300.000 votos favorables a la cooficialidad, es decir, dar un saltito más delante de lo que consiguieron los partidos mencionados. No obstante, ese saltito no ha ocurrido, ya que prácticamente tenemos una fotocopia de los resultados de septiembre de 2011.
Concluyendo, tras unos cuantos meses de debate étnico, ahora solo espero que el río vuelva a su cauce y el foco se fije en los problemas reales a los que tiene que hacer frente Letonia como país para asegurar su viabilidad social, económica, política y cultural, porque hoy, aunque siga siendo el tema étnico un problema importante, el futuro de la lengua y la cultura letona están más amenazados por las dinámicas socioeconómicas que por cualquier otra teoría conspirativa que incluya a Rusia. Eso no quiere decir que haya que escurrir el bulto del problema de integración que existe en Letonia. El nivel de incompetencia e intolerancia política está distribuido de igual manera entre todo tipo de sensibilidades sociopolíticas y, prueba de ello, ha sido la idea de bombero de los sectores eslavos que han impulsado el referéndum de ayer.
Ahora bien, aún hoy la responsabilidad política principal sigue recayendo sobre la mayoría, sobre los que ejercen el poder en exclusividad desde hace veinte años: los partidos nacionalistas letones. Estos siguen anclados en una forma de pensar y actuar muy propia de los países de Europa Oriental, por mucho que se les llene la boca con esa falacia de que son países nórdicos, lo son más o menos desde el punto de vista geográfico, pero desde el punto de vista político, económico y social no lo son (por ello sus amigos de la CIA los definen como país de Europa del Este). Un ejemplo de ello es la escasa tolerancia política, lingüística o cultural que impera. Y ahí sí que los eslavos tienen campo para criticar. Letonia adolece de una concepción liberal básica. Algo que hasta los descendientes formados de los que escaparon del Unión Soviética no pueden acabar de entender. Normal, un letón nacido en un país occidental y que tenga un alto nivel de educación es habitual que sienta contradicciones entre los valores básicos del liberalismo en los que fue educado en los países occidentales y la praxis letona que los repudia. Entre estos, Nils Muižnieks, el ex político de la derecha nacionalista letona y actual Comisionado de los Derechos Humanos del Consejo Europeo, así se ha expresado en más de una ocasión y, no solo ahora que tiene nuevo cargo.
La cuestión es cómo se puede defender desde una perspectiva liberal-democrática que aún hoy, un 15% de la población de Letonia de diferentes generaciones (algunos incluso de cuarta), sean apátridas, estén desprovistos de derechos políticos como el voto y ello, a pesar de haber nacido en Letonia y pagar sus impuestos al Estado letón desde su (re)constitución, por cierto, aspecto este último que más de 20% de habitantes letones que viven y trabajan en el extranjero no lo hacen (aunque si tienen ciudadanía pueden votar). Pues bien, con esas estamos todavía. Sin embargo, no creo que sea la solución un nuevo referéndum al respecto para extender la ciudadanía letona a los apátridas. Desde hace unos meses se están recogiendo firmas para lograr convocarlo. No deberían de votarse derechos humanos como el contemplado en el artículo 15 de la Declaración de los Derechos Humanos, pero en Letonia todo es posible. No en vano, es un país colonizado por el neoliberalismo económico, mientras en cuestiones políticas es antiliberal. Además, lo político siempre tiene impacto en lo económico y así, resulta que los temas lingüísticos están estrictamente regulados en todos los ámbitos, como el económico, yendo en contra de la “libertad económica”, de la “libre concurrencia” y de la “libertad de empresa”. Pero claro, si es por un tema nacionalista la intervención del Estado les parece genial a los nacionalistas de derechas… aunque vaya contra el espíritu del capitalismo, mientras la intervención no trate de repartir la riqueza.