¿Qué es el dinero?
artículo de Adam Booth
publicado en noviembre de 2020 en América socialista
—2 mensajes—
La Biblia cuenta que «el amor al dinero es la raíz de todos los males» (1 Timoteo 6:10). Después del colapso financiero de 2008 y la subsiguiente crisis económica mundial, todavía palpables en nuestra sociedad, no es difícil empatizar con este fragmento del Nuevo Testamento.
En The Ragged Trousered Philanthropists, de Robert Tressell, a menudo considerada una biblia moderna para el movimiento obrero, encontramos palabras muy parecidas. Esta novela de principios del siglo XX narra las vidas ficticias de una serie de proletarios. El protagonista es un socialista llamado Frank Owen, quien reivindica ante sus incrédulos compañeros que «el dinero es la causa principal de la pobreza». (Robert Tressell, The Ragged Trousered Philanthropists, Wordsworth Classics edition, p175)
Owen intenta explicar de forma tenaz a sus compañeros de trabajo como «mientras que el Sistema Monetario actual permanezca, será imposible que nos deshagamos de la pobreza, pues la riqueza amontonada en unos pocos lugares difícilmente tiene un impacto en el resto de lugares. Así es que mientras que perdure el sistema monetario, estamos condenados a la existencia de la pobreza y todas las desgracias que la acompañan». (Ibid, p284)
«El Sistema Monetario actual no nos permite llevar a cabo trabajos que cubran todas nuestras necesidades, lo que a su vez hace que la mayoría de la población sufra de necesidades, las cuales podrían cubrirse con los frutos de ese mismo trabajo. Sufren necesidades aun estando en medio y al alcance de los medios de producir abundancia. Y permanecen sin mover un dedo porque están dominados y atados por una cadena de oro». (Ibid, p286)
«Este saqueo sistemático ha tenido lugar a lo largo de generaciones, y el botín acumulado es de proporciones inmensas. Toda esta riqueza, ahora en manos de los ricos, es legítimamente propiedad de la clase trabajadora: se le ha arrebatado mediante la artimaña del Dinero». (Ibid, p299)
A través de su protagonista, Owen, Tressell nos presenta el dinero como una fuerza mística: una «cadena de oro» que condena a la mayoría de la población a una vida de trabajo y miseria. Una «artimañana» o engaño que distrae a la clase trabajadora de la riqueza que ella misma crea. Vemos esta cadena a nuestro alrededor: omnipresente y abundante. Y con todo, en medio de esta superabundancia, nos topamos con necesidades ineludibles. En este «Sistema Monetario», todas nuestras necesidades son llevadas a un segundo plano frente a la necesidad principal: la necesidad del dinero. Como escribía Shakespeare en Timón de Atenas: «¿Oro? Ese amarillo, brillante y precioso metal. (…) Tú, prostituta común a todo el género humano». (William Shakespeare, Timon of Athens, Act IV, Scene 3)
El dinero y sus mecanismos están rodeados de cierto misticismo que los convierte en algo incomprensible para la mayoría de la gente. Ya sea por las políticas monetarias que deciden los bancos centrales, la alquimia financiera que parece tener lugar en los grandes centros económicos o las alternativas casi utópicas que prometen las monedas digitales, como Bitcoin.
Al igual que con todos los ídolos venerados en la sociedad de clases, ya sean los dioses y la religión o la Ley y el Estado, aplicando el método del marxismo, es decir, un análisis dialéctico y materialista de la historia y la sociedad, podemos comprender y explicar los orígenes, evolución y desarrollo del dinero. Es de esta forma como podemos despojarnos del misticismo de este poder aparentemente omnipresente y comprender la solución para librarnos de su yugo.
El comunismo primitivo
Mediante el estudio de la historia, vemos que el dinero no siempre existió, sino que está ligado al desarrollo de la sociedad de clases y, en particular, de las mercancías, es decir, de los bienes producidos no para el consumo individual o común, sino para el intercambio. Para Marx, la clave para entender la cuestión del dinero reside por tanto en analizar el desarrollo histórico de la producción y el intercambio de mercancías. «El enigma del fetiche del dinero», afirma Marx en su obra magna, El Capital, «es, por tanto, el enigma del fetiche de la mercancía, ahora visible y deslumbrante a nuestros ojos». (Karl Marx, Capital, Volume One, Penguin Classics edition, p187)
Federico Engels, cofundador de Marx de las ideas del socialismo científico, basándose en las obras pioneras del antropólogo Lewis H. Morgan, analizó las formas más primitivas de las sociedades humanas. En su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, demuestra a partir de este análisis que la división en clases entre explotados y explotadores no siempre ha existido. Engels explica como en las sociedades primitivas, basadas alrededor de la «gens», también conocidas como tribus, las herramientas y los recursos eran propiedad común de toda la sociedad.
Por tanto, en estas comunidades, había una forma de «comunismo primitivo», en el que el intercambio entre individuos era inexistente. Todo lo que se obtenía o producía era para el bien común, para su consumo basado en las necesidades. Se considera a este «comunismo» como «primitivo» ya que surgió con base en una situación de escasez generalizada, fruto de los bajos niveles de desarrollo de productividad, tecnología y cultura.
David Graeber, antropólogo estadounidense moderno, cita en su libro En deuda: Una historia alternativa de la economía el ejemplo de su predecesor Morgan sobre la Gens Iroquesa. Este fue un grupo de nativos americanos a partir de los cuales Engels también desarrolló sus análisis, basándose en su estructura social. Según Graeber: «Hacia mediados de siglo (XIX) las descripciones de Lewis Henry Morgan de las Seis Naciones Iroquesas ya habían sido ampliamente publicadas, y dejaban claro que las principales instituciones económicas en las naciones iroquesas eran casas comunales en que se acumulaban la mayoría de los bienes, que los consejos de mujeres distribuían, y nadie intercambiaba puntas de flecha por carne». (David Graeber, en deuda: Una historia alternativa de la economía, pág 26)
Por otra parte, según Felix Martin desarrolla en su libro Money: the Unauthorised Biography, en las primeras civilizaciones conocidas que se desarrollaron alrededor de los ríos Tigris y Eufrates (Irak moderno) tampoco existía el dinero. Es aquí, en la Antigua Mesopotamia, donde se inventaron las técnicas de irrigación y agricultura. Y a su vez, donde surgieron las primeras ciudades, como la «gran metrópolis» de Ur. «A principios del segundo milenio antes de Cristo, más de sesenta mil personas vivían en la propia ciudad, tenían miles de hectáreas en cultivo y cientos de hectáreas más para la ganadería lechera y el pastoreo». (Felix Martin, Money: the Unauthorised Biography, Vintage publishing, 2014 paperback edition, p38)
Según Martin, en estas economías urbanas, en lugar del dinero existía un sistema de planificación y contabilidad vertical, controlado por una casta burocrática. Todo lo que se producía se guardaba en los almacenes de la ciudad (a menudo, templos o palacios de la realeza). Para que quedara constancia de ello, se inscribían tabletas de arcilla con los registros. «Una compleja economía gobernada según un sistema bien desarrollado de planificación económica que le resultaría familiar a cualquier administrador en una empresa multinacional moderna». (Ibid, p44)
Todos estos ejemplos, ya sea el comunismo primitivo de los iroqueses o la planificación burocrática de las ciudades en Mesopotamia, nos demuestran claramente cómo el dinero (y los «males» que conlleva) no es un concepto eterno e inmutable. Para entender qué es el dinero y de dónde viene, debemos analizar la transformación cualitativa de las relaciones sociales que tuvo lugar en las sociedades, hace miles de años.
El surgimiento del dinero
Las sociedades griegas antiguas – tal y como son descritas en los poemas épicos de Homero, como la Iliada y la Odisea – estaban construidas, como los Iroqueses, en torno a las gens, con la propiedad de las fuerzas productivas y los productos que de éstas surgían compartidas. Felix Martín describe como “En lo referente a la provisión de las necesidades más básicas: comida, agua y ropa… era esencialmente una economía familiar autosuficiente en la que los miembros de la tribu a nivel individual subsistían del producto de su propio estado”. (Ibid, p35)
Adicionalmente a esta economía de subsistencia individual, Martín explica que “había tres simples mecanismos para organizar la sociedad en ausencia del dinero: las instituciones entrelazadas de reparto de botín, intercambio de regalos recíproco y distribución de los sacrificios”, las cuales “estaban lejos de existir únicamente en la época oscura griega. De hecho, la investigación moderna en antropología e historia comparativa ha mostrado que estas prácticas de pequeña escala son típicas de las sociedades tribales”. (Ibid, p36-37)
El punto de inflexión histórico, como Engels explica en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, ocurrió con el desarrollo de la propiedad privada sobre los medios de producción, y la conversión asociada de productos comunales en mercancías.
“La aparición de la propiedad privada de los rebaños y objetos de lujo condujo al intercambio entre individuos, a la transformación de los productos en mercancías. Y esto fue el germen de la revolución subsiguiente. En cuanto los productores dejaron de consumir directamente sus productos, deshaciéndose de ellos por medio del intercambio, dejaron de ser dueños de los mismos. Ignoraban ya qué iba a ser de ellos y surgió la posibilidad de que el producto llegara a emplearse contra el productor, para explotarlo y oprimirlo. Por eso ninguna sociedad puede ser dueña de su propia producción de un modo duradero ni controlar los efectos sociales de su proceso de producción si no pone fin al intercambio entre individuos.
Pero los atenienses iban a aprender pronto con qué rapidez domina el producto al productor en cuanto nace el intercambio entre individuos y los productos se transforman en mercancías”. (Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, capítulo 5).
El proceso que describe Engels se desarrolla inicialmente, no internamente dentro de la comunidad, sino al margen de una determinada sociedad con el intercambio de excedentes entre diferentes tribus. Sin embargo, este intercambio pone en marcha el engranaje del intercambio de las mercancías producidas, que repuntaría extendiéndose de manera interna, reforzando la propiedad privada y acelerando la disolución de los lazos comunales.
Con el desarrollo de la producción de mercancías y del intercambio vino la expansión del comercio; y con el creciente comercio devino la urgencia de disponer del dinero como mercancía – un equivalente universal que actuaría como medio de intercambio, facilitando el comercio a mayores distancias; una sola mercancía que funciona como patrón de medida, con la que todas las demás podrían ser comparadas.
artículo de Adam Booth
publicado en noviembre de 2020 en América socialista
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La Biblia cuenta que «el amor al dinero es la raíz de todos los males» (1 Timoteo 6:10). Después del colapso financiero de 2008 y la subsiguiente crisis económica mundial, todavía palpables en nuestra sociedad, no es difícil empatizar con este fragmento del Nuevo Testamento.
En The Ragged Trousered Philanthropists, de Robert Tressell, a menudo considerada una biblia moderna para el movimiento obrero, encontramos palabras muy parecidas. Esta novela de principios del siglo XX narra las vidas ficticias de una serie de proletarios. El protagonista es un socialista llamado Frank Owen, quien reivindica ante sus incrédulos compañeros que «el dinero es la causa principal de la pobreza». (Robert Tressell, The Ragged Trousered Philanthropists, Wordsworth Classics edition, p175)
Owen intenta explicar de forma tenaz a sus compañeros de trabajo como «mientras que el Sistema Monetario actual permanezca, será imposible que nos deshagamos de la pobreza, pues la riqueza amontonada en unos pocos lugares difícilmente tiene un impacto en el resto de lugares. Así es que mientras que perdure el sistema monetario, estamos condenados a la existencia de la pobreza y todas las desgracias que la acompañan». (Ibid, p284)
«El Sistema Monetario actual no nos permite llevar a cabo trabajos que cubran todas nuestras necesidades, lo que a su vez hace que la mayoría de la población sufra de necesidades, las cuales podrían cubrirse con los frutos de ese mismo trabajo. Sufren necesidades aun estando en medio y al alcance de los medios de producir abundancia. Y permanecen sin mover un dedo porque están dominados y atados por una cadena de oro». (Ibid, p286)
«Este saqueo sistemático ha tenido lugar a lo largo de generaciones, y el botín acumulado es de proporciones inmensas. Toda esta riqueza, ahora en manos de los ricos, es legítimamente propiedad de la clase trabajadora: se le ha arrebatado mediante la artimaña del Dinero». (Ibid, p299)
A través de su protagonista, Owen, Tressell nos presenta el dinero como una fuerza mística: una «cadena de oro» que condena a la mayoría de la población a una vida de trabajo y miseria. Una «artimañana» o engaño que distrae a la clase trabajadora de la riqueza que ella misma crea. Vemos esta cadena a nuestro alrededor: omnipresente y abundante. Y con todo, en medio de esta superabundancia, nos topamos con necesidades ineludibles. En este «Sistema Monetario», todas nuestras necesidades son llevadas a un segundo plano frente a la necesidad principal: la necesidad del dinero. Como escribía Shakespeare en Timón de Atenas: «¿Oro? Ese amarillo, brillante y precioso metal. (…) Tú, prostituta común a todo el género humano». (William Shakespeare, Timon of Athens, Act IV, Scene 3)
El dinero y sus mecanismos están rodeados de cierto misticismo que los convierte en algo incomprensible para la mayoría de la gente. Ya sea por las políticas monetarias que deciden los bancos centrales, la alquimia financiera que parece tener lugar en los grandes centros económicos o las alternativas casi utópicas que prometen las monedas digitales, como Bitcoin.
Al igual que con todos los ídolos venerados en la sociedad de clases, ya sean los dioses y la religión o la Ley y el Estado, aplicando el método del marxismo, es decir, un análisis dialéctico y materialista de la historia y la sociedad, podemos comprender y explicar los orígenes, evolución y desarrollo del dinero. Es de esta forma como podemos despojarnos del misticismo de este poder aparentemente omnipresente y comprender la solución para librarnos de su yugo.
El comunismo primitivo
Mediante el estudio de la historia, vemos que el dinero no siempre existió, sino que está ligado al desarrollo de la sociedad de clases y, en particular, de las mercancías, es decir, de los bienes producidos no para el consumo individual o común, sino para el intercambio. Para Marx, la clave para entender la cuestión del dinero reside por tanto en analizar el desarrollo histórico de la producción y el intercambio de mercancías. «El enigma del fetiche del dinero», afirma Marx en su obra magna, El Capital, «es, por tanto, el enigma del fetiche de la mercancía, ahora visible y deslumbrante a nuestros ojos». (Karl Marx, Capital, Volume One, Penguin Classics edition, p187)
Federico Engels, cofundador de Marx de las ideas del socialismo científico, basándose en las obras pioneras del antropólogo Lewis H. Morgan, analizó las formas más primitivas de las sociedades humanas. En su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, demuestra a partir de este análisis que la división en clases entre explotados y explotadores no siempre ha existido. Engels explica como en las sociedades primitivas, basadas alrededor de la «gens», también conocidas como tribus, las herramientas y los recursos eran propiedad común de toda la sociedad.
Por tanto, en estas comunidades, había una forma de «comunismo primitivo», en el que el intercambio entre individuos era inexistente. Todo lo que se obtenía o producía era para el bien común, para su consumo basado en las necesidades. Se considera a este «comunismo» como «primitivo» ya que surgió con base en una situación de escasez generalizada, fruto de los bajos niveles de desarrollo de productividad, tecnología y cultura.
David Graeber, antropólogo estadounidense moderno, cita en su libro En deuda: Una historia alternativa de la economía el ejemplo de su predecesor Morgan sobre la Gens Iroquesa. Este fue un grupo de nativos americanos a partir de los cuales Engels también desarrolló sus análisis, basándose en su estructura social. Según Graeber: «Hacia mediados de siglo (XIX) las descripciones de Lewis Henry Morgan de las Seis Naciones Iroquesas ya habían sido ampliamente publicadas, y dejaban claro que las principales instituciones económicas en las naciones iroquesas eran casas comunales en que se acumulaban la mayoría de los bienes, que los consejos de mujeres distribuían, y nadie intercambiaba puntas de flecha por carne». (David Graeber, en deuda: Una historia alternativa de la economía, pág 26)
Por otra parte, según Felix Martin desarrolla en su libro Money: the Unauthorised Biography, en las primeras civilizaciones conocidas que se desarrollaron alrededor de los ríos Tigris y Eufrates (Irak moderno) tampoco existía el dinero. Es aquí, en la Antigua Mesopotamia, donde se inventaron las técnicas de irrigación y agricultura. Y a su vez, donde surgieron las primeras ciudades, como la «gran metrópolis» de Ur. «A principios del segundo milenio antes de Cristo, más de sesenta mil personas vivían en la propia ciudad, tenían miles de hectáreas en cultivo y cientos de hectáreas más para la ganadería lechera y el pastoreo». (Felix Martin, Money: the Unauthorised Biography, Vintage publishing, 2014 paperback edition, p38)
Según Martin, en estas economías urbanas, en lugar del dinero existía un sistema de planificación y contabilidad vertical, controlado por una casta burocrática. Todo lo que se producía se guardaba en los almacenes de la ciudad (a menudo, templos o palacios de la realeza). Para que quedara constancia de ello, se inscribían tabletas de arcilla con los registros. «Una compleja economía gobernada según un sistema bien desarrollado de planificación económica que le resultaría familiar a cualquier administrador en una empresa multinacional moderna». (Ibid, p44)
Todos estos ejemplos, ya sea el comunismo primitivo de los iroqueses o la planificación burocrática de las ciudades en Mesopotamia, nos demuestran claramente cómo el dinero (y los «males» que conlleva) no es un concepto eterno e inmutable. Para entender qué es el dinero y de dónde viene, debemos analizar la transformación cualitativa de las relaciones sociales que tuvo lugar en las sociedades, hace miles de años.
El surgimiento del dinero
Las sociedades griegas antiguas – tal y como son descritas en los poemas épicos de Homero, como la Iliada y la Odisea – estaban construidas, como los Iroqueses, en torno a las gens, con la propiedad de las fuerzas productivas y los productos que de éstas surgían compartidas. Felix Martín describe como “En lo referente a la provisión de las necesidades más básicas: comida, agua y ropa… era esencialmente una economía familiar autosuficiente en la que los miembros de la tribu a nivel individual subsistían del producto de su propio estado”. (Ibid, p35)
Adicionalmente a esta economía de subsistencia individual, Martín explica que “había tres simples mecanismos para organizar la sociedad en ausencia del dinero: las instituciones entrelazadas de reparto de botín, intercambio de regalos recíproco y distribución de los sacrificios”, las cuales “estaban lejos de existir únicamente en la época oscura griega. De hecho, la investigación moderna en antropología e historia comparativa ha mostrado que estas prácticas de pequeña escala son típicas de las sociedades tribales”. (Ibid, p36-37)
El punto de inflexión histórico, como Engels explica en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, ocurrió con el desarrollo de la propiedad privada sobre los medios de producción, y la conversión asociada de productos comunales en mercancías.
“La aparición de la propiedad privada de los rebaños y objetos de lujo condujo al intercambio entre individuos, a la transformación de los productos en mercancías. Y esto fue el germen de la revolución subsiguiente. En cuanto los productores dejaron de consumir directamente sus productos, deshaciéndose de ellos por medio del intercambio, dejaron de ser dueños de los mismos. Ignoraban ya qué iba a ser de ellos y surgió la posibilidad de que el producto llegara a emplearse contra el productor, para explotarlo y oprimirlo. Por eso ninguna sociedad puede ser dueña de su propia producción de un modo duradero ni controlar los efectos sociales de su proceso de producción si no pone fin al intercambio entre individuos.
Pero los atenienses iban a aprender pronto con qué rapidez domina el producto al productor en cuanto nace el intercambio entre individuos y los productos se transforman en mercancías”. (Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, capítulo 5).
El proceso que describe Engels se desarrolla inicialmente, no internamente dentro de la comunidad, sino al margen de una determinada sociedad con el intercambio de excedentes entre diferentes tribus. Sin embargo, este intercambio pone en marcha el engranaje del intercambio de las mercancías producidas, que repuntaría extendiéndose de manera interna, reforzando la propiedad privada y acelerando la disolución de los lazos comunales.
Con el desarrollo de la producción de mercancías y del intercambio vino la expansión del comercio; y con el creciente comercio devino la urgencia de disponer del dinero como mercancía – un equivalente universal que actuaría como medio de intercambio, facilitando el comercio a mayores distancias; una sola mercancía que funciona como patrón de medida, con la que todas las demás podrían ser comparadas.
Última edición por lolagallego el Sáb Nov 21, 2020 2:35 pm, editado 1 vez