Religión y Fascismo
texto de Hernán Toro
publicado en agosto de 2007 en la web Escépticos Colombia
Entre las mayores necesidades personales están la autonomía y la libertad. Como seres pensantes, reconocemos la trascendencia de juzgar con nuestra capacidad intelectual, de ser dueños de nuestros actos, de sopesar concienzudamente las consecuencias, y en última instancia, de ser responsables de nuestra vida.
Este derecho humano a la libertad quedó consagrado por primera vez en la declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la cual se derivan otras más modernas que son aceptadas por la mayoría de los paises. Este es tan precioso que para defenderlo se han librado incontables guerras contra fuerzas opresoras a lo largo de la historia. El hombre es capaz de matar y morir por su libertad.
En una democracia seria, racional, junto al derecho a la libertad, viene el reconocimiento a la libertad del otro. Es uno de los requisitos básicos del "contrato social"; si yo soy libre, los demás miembros de la sociedad también lo son. Por eso toda libertad humana tiene límites evidentes que son comprendidos y valorados por cualquier ciudadano serio: mi libertad debe llegar únicamente hasta donde permitan los derechos básicos de los otros.
Este es un aspecto fundamental de las sociedades civilizadas modernas: la tolerancia a las diferencias ajenas, y la defensa de los grupos minoritarios. La mentalidad tolerante reconoce que el derecho de cada individuo para desarrollar libremente su personalidad es inviolable, siempre que respete los derechos mínimos de los demás.
En las interacciones entre grupos sociales, siempre se presentan conflictos de intereses. Personas defendiendo lo que consideran sus derechos, pueden chocar contra los objetivos de otros grupos. La persona tolerante sabe que la única forma de resolver estas diferencias es por medio del debate racional enérgico, ya que cuando en un "conflicto de ideas" hay argumentación lógica y basada en evidencias, al final triunfa la idea válida.
Esta necesidad de argumentación racional es obvia para cualquier persona pensante. Basta un ejemplo para ilustrar los niveles de injusticia a los que se podría llegar si no se usara este tipo de discurso.
Imagínese que un grupo extremista musulmán cobrara fuerza en un país casi democrático como el nuestro. Suponga que estos individuos exigieran que se implantara una ley Sharia como la afgana, que mandaría entre otras joyas:
Apedrear a adúlteras.
Apedrear a madres solteras.
Matar los blasfemos contra el profeta Muhammad.
Matar a quienes incitan a abandonar el Islam y adorar a Jesús.
Representar pictóricamente a Muhammad.
Que las mujeres no puedan salir a la calle sin compañía de un varón de la familia.
Que las mujeres vivan cubiertas excepto los ojos para no tentar a los hombres.
Que las mujeres casadas no hablen nunca con ningún hombre que no sea familiar.
Que las mujeres no trabajen ni estudien.
Predicar las bondades del "martirio" (volarse uno mismo con explosivos) para luchar contra los impíos.
Si a la hora de establecer un diálogo conciliador, los islamistas defendieran semejante idea diciendo que "El Corán es la palabra de Dios no sólo inspirada, sino DICTADA en árabe TEXTUALMENTE por el arcángel Gabriel a Muhammad y por lo tanto hay que obedecer lo que Allah ordena", incluso el cristiano más fanático consideraría una sandez tal argumento.
Si estos mahometanos prohibieran los jeans, camisetas de manga corta, y faldas pequeñas, estableciendo azotes y castigos físicos para las mujeres que se vistieran así, hasta los cristianos más fanáticos entenderían que dicha medida no sólo sería injusta y reprochable sino absurda; comprenderían que los "testimonios de vida" de esos "talibanes" sobre "curaciones" del alcoholismo por obedecer la prohibición coránica de consumir alcohol no harían cierta a esa religión, ni harían pertinentes semejantes leyes religiosas.
Si nuestro hipotético grupo de talibanes exigiera que en las escuelas públicas se enseñara a los niños pequeños que matar a quienes instigan a dejar el Islam es un acto piadoso y noble, hasta el más fanático de los teleevangelistas entendería cuán nefasto es que un grupo de extremistas imponga sus intereses irracionales sobre la educación.
Hay un pecado particularmente notorio en la legislación islámica: el de la "asociación"; este consiste en declarar divino lo humano, o tomar a un hombre normal como si fuera Dios, por ejemplo: considerar al profeta Isá hijo de Miriam (Jesús hijo de María) como igual a Alá (Yahvé). En la ley Sharia, incitar musulmanes a la apostasía para convertirse al cristianismo es un pecado-delito que se paga con la muerte.
Imagine que esos hipotéticos talibanes fueran el partido mayoritario en Colombia, y decretaran por Ley, por ser mayoría, que la predicación de la Divinidad de Jesús es un crimen penalizable con muerte por lapidación. La injusticia e inmoralidad de esta imposición sería evidente; no importaría que los fanáticos fueran mayoría; la democracia implica la defensa de las minorías por encima de la tiranía de las mayorías.
Los musulmanes tienen todo el derecho de creer o enseñar relatos fabulosos como que las hormigas hablan con un lenguaje igual de complejo al lenguaje humano (Corán 27,18), o que el ejército de Salomón incluía entre sus filas a genios y pájaros (27,17), o la tradición de que Muhammad viajó desde la Meca a Jerusalén en una especie de caballo alado acompañado por el arcángel Gabriel, pero no tienen derecho a imponer sus creencias absurdas de forma legal sobre el resto de la población.
Los musulmanes tienen todo el derecho de creer y predicar fábulas que van contra el más mínimo conocimiento de la realidad, pero así mismo, los racionalistas tenemos el derecho de expresar abiertamente la irracionalidad y la falsedad de esos mitos, sin ser linchados en el intento.
Es algo evidente: la imposición de leyes sobre la población debe darse por un CONSENSO social RACIONAL en pro de la libertad PARA TODOS, con el criterio fundamental de la DEFENSA DE LAS MINORÍAS en contraposición a la DICTADURA de las mayorías. Es más: todo intento legislativo debe basarse en argumentaciones lógicas, discurso racional y la adhesión más estricta a la evidencia fáctica. Eso es una de las bases del derecho; nadie puede ser acusado de un delito SI NO HAY EVIDENCIA. Sólo en la época medieval cristiana se podía quemar en la hoguera a miles de personas inocentes con total ausencia de pruebas, basándose sólo en la fe. Hoy día, las justificaciones de índole místico como "El Corán (o la Biblia) lo Dice", o "Jesús me lo mandó en mi corazón", o "mi espíritu guía me lo enseñó", o "mi amigo imaginario me lo dijo", son totalmente inaceptables en un Estado de Derecho.
El ejemplo hipotético de los extremistas islámicos no es tan exagerado como pueda parecer. Actualmente hay una tendencia análoga en nuestra sociedad: hoy día, millones de personas creen ideas absurdas que van contra los más básicos conocimientos científicos de la naturaleza humana. Con éticas basadas en estas ideas irracionales, estos fanáticos coartan la libertad de los demás manipulando las leyes por el simple motivo de que son mayoría. Son los FUNDAMENTALISTAS cristianos de todas las denominaciones.
La ciencia actual ha demostrado, por ejemplo, que no existe una persona humana dentro del ser humano, hasta que no se pasa de cierto umbral de desarrollo cerebral que permita la vida mental. Los fanáticos, apelando a mitos precientíficos se ensañan en la idea absurda de que una célula es igual a una persona, y por ese credo irracional, imponen legislaciones que prohiben la investigación con células madres embrionarias y penalizan el aborto en etapas tempranas.
Aquí se tiene un primer ejemplo con un paralelo entre la tolerancia racionalista y el fascismo cristiano:
Un racionalista acepta la investigación en células madre embrionarias porque tienen un beneficio potencial abrumador para curar todo tipo de enfermedades, con injertos a medida del paciente (cero rechazo). Permitir la investigación hace que cada persona decida si lo hace o no, de forma tal que si el investigador cree en almas, es libre de no trabajar en ese campo, mientras que si el científico rechaza los mitos animistas puede investigar. A AMBOS se les respeta el derecho a decidir libremente.
Por el contrario, el religioso es fascista: todos tienen que hacer lo que él quiere. Aunque sus creencias religiosas sean mitos irracionales y contrarios a los hechos, legisla para que nadie pueda investigar en ese campo. Incluso quienes no creen en esas fábulas se tienen que doblegar a la legislación dictatorial cristiana y tienen que interrumpir sus estudios científicos, con el retraso que esto conlleva para la cura de enfermedades que hacen miserable la vida de millones de personas.
Hay otro paralelo entre racionalismo y fascismo religioso en el caso del aborto TEMPRANO:
Un embrión en FASES INICIALES no es una persona porque es divisible a voluntad e incluso fusionable (1), porque carece de la mas mínima actividad cerebral que lo haga consciente o sensible, y porque el destino natural de más del 70% de los óvulos fecundados DEL PLANETA es la toalla higiénica. No obstante, los creyentes se encarnizan en la idea absurda de que una blástula es un "niñito indefenso" y establecen legislaciones que le impiden a una mujer el decidir gestar o interrumpir su embarazo.
Es así como miles de mujeres ven destruidos sus planes de vida por un embarazo no deseado cuando se les impide el derecho a abortar. El religioso es fascista: como basado en delirios místicos insostenibles él cree que una célula es una persona, entonces TODOS LOS DEMÁS tienen que comportarse de acuerdo con su creencia absurda.
El racionalista es tolerante: al establecer el derecho al aborto, si un creyente en almas míticas NO QUIERE abortar, tiene libertad de no hacerlo. Si alguien que no cree en almas desea abortar también tendrá el derecho de elegir. Bajo la postura racional, AMBOS tienen derecho a decidir libremente; bajo la dictadura religiosa, todo el mundo tiene que comportarse como ellos manden, basándose en mitos de base mística.
Hay un último ejemplo del totalitarismo religioso que vale la pena tratar: es la obsesión por la desnudez.
El cuerpo humano en general es hermoso. La desnudez de los cuerpos femeninos y masculinos tiene para nuestra especie una atracción estética especial que ha sido plasmada en obras magistrales de arte a lo largo de la historia, desde la época griega clásica hasta la actualidad (dejando de lado mil años de oscurantismo cristiano medieval). Obras como la Venus de Milo, Las Tres Gracias, El Nacimiento de Venus, David, La Maja Desnuda, Olympia, El Pensador, El Beso, y miles más son un testimonio de ello (2).
Pero incluso sin la connotación "emasculada" de obra de arte "académica", el aspecto erótico de la desnudez tiene un gran atractivo. El nudismo-naturismo, el maquillaje corporal, o incluso una simple escena en una película comercial, brindan placer visual al espectador. Durante siglos, El ALA MÁS FANÁTICA del cristianismo se ha encargado de satanizar la desnudez y el erotismo, circunscribiéndolos a un único contexto estrecho: el matrimonio. Todo lo demás es pecado.
A pesar de que muchas personas disfrutamos y encontramos natural la visión de la desnudez humana, con frecuencia terminamos recibiendo material censurado por comisiones de televisión manejadas por hordas de fanáticos que ven más dañino a una mujer en una ducha, que el homicidio, las traiciones, las estafas, las golpizas, y centenares de escenas patológicas que abundan en las telenovelas que exportamos.
En particular, recuerdo con indignación cuando asistí a la proyección de cine de la película "Ilona llega con la lluvia"; en cierta parte noté algo extraño: un bache, un brinco extraño, en el cual la relación entre Ilona y una coprotagonista pasó de una neutralidad inicial, a algo más oscuro. Posteriormente me enteré de que la versión colombiana tuvo censurada una escena sexual entre ellas.
Resulta insultante para cualquier persona inteligente que un producto de arte cinematográfico para adultos, hubiera pasado por las tijeras censoras de una manada de fanáticos cristianos incultos que dicen qué se debe ver o no ver en todo un país. Si yo quiero ver libremente la película que quiera, los creyentes no tienen ningún derecho de coartarme mi libertad de acceso a esa obra, ni de insultar mi inteligencia.
Algo parecido ocurrió con la producción "La última tentación de Cristo", respecto a la cual Colombia ostenta el poco honroso título de haber sido el último país del mundo en proyectarla comercialmente, por presión de la Iglesia Católica. Como la obra tenía escenas que podrían "herir las susceptibilidades" del público cristiano, los dictadores religiosos impidieron a TODOS LOS DEMÁS, el acceso a este filme. En el mundo del fanático religioso, si hay un material que va contra sus creencias, el fascista se cree con derecho a impedirle el acceso a esta información a TODOS.
El racionalista es tolerante. Si alguien quiere ver un tipo de material que no viole derechos fundamentales, tiene todo el derecho de hacerlo. Si el creyente lo considera objetable, puede elegir no ir. Ningún ateo va a ponerle un revólver en la cabeza al religioso para que vea lo que no quiere. Si los mitos represivos de un grupo consideran ofensivo dicho material, nadie los forzará a verlo.
Tras los ejemplos previos se vislumbra una realidad preocupante:
El fanatismo religioso es una amenaza para la tolerancia y la democracia. Se otorga a sí mismo el falso derecho a no ser "ofendido", y con base en dicho esperpento, abusando de las leyes y usando todo tipo de presiones "non sanctas", procede a imponer sus valores y normas a todos los demás, incluso a quienes no las comparten.
Termino con un consejo para el creyente fanático que lea estas líneas. Antes de que proceda a oprimir o censurar a los demás, piense por un momento por qué los ateos y racionalistas somos capaces de soportar sus manifestaciones televisivas religiosas. Para nosotros, propagar mentiras, difundir el pensamiento mágico, fomentar la irracionalidad, generar personas neuróticas y con represiones sexuales, y satanizar el cuerpo, entre otras, son enseñanzas execrables, insultantes para el intelecto, e incluso peligrosas socialmente; sin embargo, toleramos sus nefastas manifestaciones.
Ustedes son libres de creer y divulgar sus ideas. Permítanos al resto de la sociedad disfrutar de la misma libertad.
Notas:texto de Hernán Toro
publicado en agosto de 2007 en la web Escépticos Colombia
Entre las mayores necesidades personales están la autonomía y la libertad. Como seres pensantes, reconocemos la trascendencia de juzgar con nuestra capacidad intelectual, de ser dueños de nuestros actos, de sopesar concienzudamente las consecuencias, y en última instancia, de ser responsables de nuestra vida.
Este derecho humano a la libertad quedó consagrado por primera vez en la declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la cual se derivan otras más modernas que son aceptadas por la mayoría de los paises. Este es tan precioso que para defenderlo se han librado incontables guerras contra fuerzas opresoras a lo largo de la historia. El hombre es capaz de matar y morir por su libertad.
En una democracia seria, racional, junto al derecho a la libertad, viene el reconocimiento a la libertad del otro. Es uno de los requisitos básicos del "contrato social"; si yo soy libre, los demás miembros de la sociedad también lo son. Por eso toda libertad humana tiene límites evidentes que son comprendidos y valorados por cualquier ciudadano serio: mi libertad debe llegar únicamente hasta donde permitan los derechos básicos de los otros.
Este es un aspecto fundamental de las sociedades civilizadas modernas: la tolerancia a las diferencias ajenas, y la defensa de los grupos minoritarios. La mentalidad tolerante reconoce que el derecho de cada individuo para desarrollar libremente su personalidad es inviolable, siempre que respete los derechos mínimos de los demás.
En las interacciones entre grupos sociales, siempre se presentan conflictos de intereses. Personas defendiendo lo que consideran sus derechos, pueden chocar contra los objetivos de otros grupos. La persona tolerante sabe que la única forma de resolver estas diferencias es por medio del debate racional enérgico, ya que cuando en un "conflicto de ideas" hay argumentación lógica y basada en evidencias, al final triunfa la idea válida.
Esta necesidad de argumentación racional es obvia para cualquier persona pensante. Basta un ejemplo para ilustrar los niveles de injusticia a los que se podría llegar si no se usara este tipo de discurso.
Imagínese que un grupo extremista musulmán cobrara fuerza en un país casi democrático como el nuestro. Suponga que estos individuos exigieran que se implantara una ley Sharia como la afgana, que mandaría entre otras joyas:
Apedrear a adúlteras.
Apedrear a madres solteras.
Matar los blasfemos contra el profeta Muhammad.
Matar a quienes incitan a abandonar el Islam y adorar a Jesús.
Representar pictóricamente a Muhammad.
Que las mujeres no puedan salir a la calle sin compañía de un varón de la familia.
Que las mujeres vivan cubiertas excepto los ojos para no tentar a los hombres.
Que las mujeres casadas no hablen nunca con ningún hombre que no sea familiar.
Que las mujeres no trabajen ni estudien.
Predicar las bondades del "martirio" (volarse uno mismo con explosivos) para luchar contra los impíos.
Si a la hora de establecer un diálogo conciliador, los islamistas defendieran semejante idea diciendo que "El Corán es la palabra de Dios no sólo inspirada, sino DICTADA en árabe TEXTUALMENTE por el arcángel Gabriel a Muhammad y por lo tanto hay que obedecer lo que Allah ordena", incluso el cristiano más fanático consideraría una sandez tal argumento.
Si estos mahometanos prohibieran los jeans, camisetas de manga corta, y faldas pequeñas, estableciendo azotes y castigos físicos para las mujeres que se vistieran así, hasta los cristianos más fanáticos entenderían que dicha medida no sólo sería injusta y reprochable sino absurda; comprenderían que los "testimonios de vida" de esos "talibanes" sobre "curaciones" del alcoholismo por obedecer la prohibición coránica de consumir alcohol no harían cierta a esa religión, ni harían pertinentes semejantes leyes religiosas.
Si nuestro hipotético grupo de talibanes exigiera que en las escuelas públicas se enseñara a los niños pequeños que matar a quienes instigan a dejar el Islam es un acto piadoso y noble, hasta el más fanático de los teleevangelistas entendería cuán nefasto es que un grupo de extremistas imponga sus intereses irracionales sobre la educación.
Hay un pecado particularmente notorio en la legislación islámica: el de la "asociación"; este consiste en declarar divino lo humano, o tomar a un hombre normal como si fuera Dios, por ejemplo: considerar al profeta Isá hijo de Miriam (Jesús hijo de María) como igual a Alá (Yahvé). En la ley Sharia, incitar musulmanes a la apostasía para convertirse al cristianismo es un pecado-delito que se paga con la muerte.
Imagine que esos hipotéticos talibanes fueran el partido mayoritario en Colombia, y decretaran por Ley, por ser mayoría, que la predicación de la Divinidad de Jesús es un crimen penalizable con muerte por lapidación. La injusticia e inmoralidad de esta imposición sería evidente; no importaría que los fanáticos fueran mayoría; la democracia implica la defensa de las minorías por encima de la tiranía de las mayorías.
Los musulmanes tienen todo el derecho de creer o enseñar relatos fabulosos como que las hormigas hablan con un lenguaje igual de complejo al lenguaje humano (Corán 27,18), o que el ejército de Salomón incluía entre sus filas a genios y pájaros (27,17), o la tradición de que Muhammad viajó desde la Meca a Jerusalén en una especie de caballo alado acompañado por el arcángel Gabriel, pero no tienen derecho a imponer sus creencias absurdas de forma legal sobre el resto de la población.
Los musulmanes tienen todo el derecho de creer y predicar fábulas que van contra el más mínimo conocimiento de la realidad, pero así mismo, los racionalistas tenemos el derecho de expresar abiertamente la irracionalidad y la falsedad de esos mitos, sin ser linchados en el intento.
Es algo evidente: la imposición de leyes sobre la población debe darse por un CONSENSO social RACIONAL en pro de la libertad PARA TODOS, con el criterio fundamental de la DEFENSA DE LAS MINORÍAS en contraposición a la DICTADURA de las mayorías. Es más: todo intento legislativo debe basarse en argumentaciones lógicas, discurso racional y la adhesión más estricta a la evidencia fáctica. Eso es una de las bases del derecho; nadie puede ser acusado de un delito SI NO HAY EVIDENCIA. Sólo en la época medieval cristiana se podía quemar en la hoguera a miles de personas inocentes con total ausencia de pruebas, basándose sólo en la fe. Hoy día, las justificaciones de índole místico como "El Corán (o la Biblia) lo Dice", o "Jesús me lo mandó en mi corazón", o "mi espíritu guía me lo enseñó", o "mi amigo imaginario me lo dijo", son totalmente inaceptables en un Estado de Derecho.
El ejemplo hipotético de los extremistas islámicos no es tan exagerado como pueda parecer. Actualmente hay una tendencia análoga en nuestra sociedad: hoy día, millones de personas creen ideas absurdas que van contra los más básicos conocimientos científicos de la naturaleza humana. Con éticas basadas en estas ideas irracionales, estos fanáticos coartan la libertad de los demás manipulando las leyes por el simple motivo de que son mayoría. Son los FUNDAMENTALISTAS cristianos de todas las denominaciones.
La ciencia actual ha demostrado, por ejemplo, que no existe una persona humana dentro del ser humano, hasta que no se pasa de cierto umbral de desarrollo cerebral que permita la vida mental. Los fanáticos, apelando a mitos precientíficos se ensañan en la idea absurda de que una célula es igual a una persona, y por ese credo irracional, imponen legislaciones que prohiben la investigación con células madres embrionarias y penalizan el aborto en etapas tempranas.
Aquí se tiene un primer ejemplo con un paralelo entre la tolerancia racionalista y el fascismo cristiano:
Un racionalista acepta la investigación en células madre embrionarias porque tienen un beneficio potencial abrumador para curar todo tipo de enfermedades, con injertos a medida del paciente (cero rechazo). Permitir la investigación hace que cada persona decida si lo hace o no, de forma tal que si el investigador cree en almas, es libre de no trabajar en ese campo, mientras que si el científico rechaza los mitos animistas puede investigar. A AMBOS se les respeta el derecho a decidir libremente.
Por el contrario, el religioso es fascista: todos tienen que hacer lo que él quiere. Aunque sus creencias religiosas sean mitos irracionales y contrarios a los hechos, legisla para que nadie pueda investigar en ese campo. Incluso quienes no creen en esas fábulas se tienen que doblegar a la legislación dictatorial cristiana y tienen que interrumpir sus estudios científicos, con el retraso que esto conlleva para la cura de enfermedades que hacen miserable la vida de millones de personas.
Hay otro paralelo entre racionalismo y fascismo religioso en el caso del aborto TEMPRANO:
Un embrión en FASES INICIALES no es una persona porque es divisible a voluntad e incluso fusionable (1), porque carece de la mas mínima actividad cerebral que lo haga consciente o sensible, y porque el destino natural de más del 70% de los óvulos fecundados DEL PLANETA es la toalla higiénica. No obstante, los creyentes se encarnizan en la idea absurda de que una blástula es un "niñito indefenso" y establecen legislaciones que le impiden a una mujer el decidir gestar o interrumpir su embarazo.
Es así como miles de mujeres ven destruidos sus planes de vida por un embarazo no deseado cuando se les impide el derecho a abortar. El religioso es fascista: como basado en delirios místicos insostenibles él cree que una célula es una persona, entonces TODOS LOS DEMÁS tienen que comportarse de acuerdo con su creencia absurda.
El racionalista es tolerante: al establecer el derecho al aborto, si un creyente en almas míticas NO QUIERE abortar, tiene libertad de no hacerlo. Si alguien que no cree en almas desea abortar también tendrá el derecho de elegir. Bajo la postura racional, AMBOS tienen derecho a decidir libremente; bajo la dictadura religiosa, todo el mundo tiene que comportarse como ellos manden, basándose en mitos de base mística.
Hay un último ejemplo del totalitarismo religioso que vale la pena tratar: es la obsesión por la desnudez.
El cuerpo humano en general es hermoso. La desnudez de los cuerpos femeninos y masculinos tiene para nuestra especie una atracción estética especial que ha sido plasmada en obras magistrales de arte a lo largo de la historia, desde la época griega clásica hasta la actualidad (dejando de lado mil años de oscurantismo cristiano medieval). Obras como la Venus de Milo, Las Tres Gracias, El Nacimiento de Venus, David, La Maja Desnuda, Olympia, El Pensador, El Beso, y miles más son un testimonio de ello (2).
Pero incluso sin la connotación "emasculada" de obra de arte "académica", el aspecto erótico de la desnudez tiene un gran atractivo. El nudismo-naturismo, el maquillaje corporal, o incluso una simple escena en una película comercial, brindan placer visual al espectador. Durante siglos, El ALA MÁS FANÁTICA del cristianismo se ha encargado de satanizar la desnudez y el erotismo, circunscribiéndolos a un único contexto estrecho: el matrimonio. Todo lo demás es pecado.
A pesar de que muchas personas disfrutamos y encontramos natural la visión de la desnudez humana, con frecuencia terminamos recibiendo material censurado por comisiones de televisión manejadas por hordas de fanáticos que ven más dañino a una mujer en una ducha, que el homicidio, las traiciones, las estafas, las golpizas, y centenares de escenas patológicas que abundan en las telenovelas que exportamos.
En particular, recuerdo con indignación cuando asistí a la proyección de cine de la película "Ilona llega con la lluvia"; en cierta parte noté algo extraño: un bache, un brinco extraño, en el cual la relación entre Ilona y una coprotagonista pasó de una neutralidad inicial, a algo más oscuro. Posteriormente me enteré de que la versión colombiana tuvo censurada una escena sexual entre ellas.
Resulta insultante para cualquier persona inteligente que un producto de arte cinematográfico para adultos, hubiera pasado por las tijeras censoras de una manada de fanáticos cristianos incultos que dicen qué se debe ver o no ver en todo un país. Si yo quiero ver libremente la película que quiera, los creyentes no tienen ningún derecho de coartarme mi libertad de acceso a esa obra, ni de insultar mi inteligencia.
Algo parecido ocurrió con la producción "La última tentación de Cristo", respecto a la cual Colombia ostenta el poco honroso título de haber sido el último país del mundo en proyectarla comercialmente, por presión de la Iglesia Católica. Como la obra tenía escenas que podrían "herir las susceptibilidades" del público cristiano, los dictadores religiosos impidieron a TODOS LOS DEMÁS, el acceso a este filme. En el mundo del fanático religioso, si hay un material que va contra sus creencias, el fascista se cree con derecho a impedirle el acceso a esta información a TODOS.
El racionalista es tolerante. Si alguien quiere ver un tipo de material que no viole derechos fundamentales, tiene todo el derecho de hacerlo. Si el creyente lo considera objetable, puede elegir no ir. Ningún ateo va a ponerle un revólver en la cabeza al religioso para que vea lo que no quiere. Si los mitos represivos de un grupo consideran ofensivo dicho material, nadie los forzará a verlo.
Tras los ejemplos previos se vislumbra una realidad preocupante:
El fanatismo religioso es una amenaza para la tolerancia y la democracia. Se otorga a sí mismo el falso derecho a no ser "ofendido", y con base en dicho esperpento, abusando de las leyes y usando todo tipo de presiones "non sanctas", procede a imponer sus valores y normas a todos los demás, incluso a quienes no las comparten.
Termino con un consejo para el creyente fanático que lea estas líneas. Antes de que proceda a oprimir o censurar a los demás, piense por un momento por qué los ateos y racionalistas somos capaces de soportar sus manifestaciones televisivas religiosas. Para nosotros, propagar mentiras, difundir el pensamiento mágico, fomentar la irracionalidad, generar personas neuróticas y con represiones sexuales, y satanizar el cuerpo, entre otras, son enseñanzas execrables, insultantes para el intelecto, e incluso peligrosas socialmente; sin embargo, toleramos sus nefastas manifestaciones.
Ustedes son libres de creer y divulgar sus ideas. Permítanos al resto de la sociedad disfrutar de la misma libertad.
[1]. Para mayor información, puede leer el artículo de Escepticos Colombia sobre la Gestación y el Aborto, disponible en:
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[2]. Aunque hay varias versiones de ellas, espero que el lector tenga en mente el autor más excelso de cada una de ellas