Conclusiones de la reunión del Comité Nacional del Partido Obrero
Las elecciones del 23 de octubre pasado han creado una nueva realidad política para la izquierda anticapitalista: la instalación del Frente de Izquierda como una referencia política nacional (por lo tanto a desarrollar) y, por sobre todo, para la clase obrera.
En el seno del proletariado activo se ha desarrollado, en seis meses de campaña electoral, una delimitación política de conjunto, que va más allá de la establecida por los agrupamientos sindicales clasistas, por un lado, y por la acción focalizada de las tendencias revolucionarias que actúan en la clase obrera, por el otro. El Frente de Izquierda, integrado por organizaciones revolucionarias diferenciadas, contó con el apoyo desde el inicio de sectores significativos de la intelectualidad y de diversos agrupamientos políticos. Solamente por unos centésimos no logró la elección de diputados nacionales por la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, en este caso por la vigencia de una legislación discriminatoria y proscriptiva, que desafiaremos en sede judicial hasta la Corte Suprema. La exigencia del 3% del padrón como piso para para participar del reparto proporcional de los cargos legislativos, es incompatible con el establecimiento del piso del 1,5% de los votos en las ‘primarias', que el Frente de Izquierda superó con holgura. La posición de referente político nacional conquistado por el Frente de Izquierda queda de manifiesto en cerca que quedó de formar un bloque parlamentario.
Resultado de una enorme diferenciación política
El desarrollo alcanzado por el Frente de Izquierda tiene lugar en el marco político de una elección plebiscitaria, que arrastra a una enorme mayoría popular al campo del oficialismo, y cuando la inmensa mayoría de la izquierda y de sus diversos retoños se disuelve políticamente dentro del frente oficial, por un lado, y de la coalición de Binner y de Pino Solanas, por el otro. En estas condiciones excepcionales, el Frente de Izquierda consigue, sin embargo, producir una diferenciación política dentro de un sector obrero y popular relativamente amplio y significativo. Desde un caudal electoral anterior muy bajo, el Frente de Izquierda obtuvo un enorme progreso a pesar de la ‘polarización' del voto popular a favor del gobierno y de la cooptación de la inmensa mayoría de los agrupamientos de izquierda, sea por parte del gobierno como de frentes patronales. Esta cooptación llega muy lejos, porque incluye a expresiones renovadas e incluso combativas del movimiento obrero, como ocurre con la mayoría dirigente del sindicato del subte, del ala combativa de los docentes de Santa Fe, de los activistas petroleros que echaron el año pasado a la burocracia sindical en Santa Cruz y de otros sectores similares. En el acto de lanzamiento del Frente de Izquierda, el 1° de Mayo, fue advertida desde la tribuna esta característica fundamental del alineamiento de fuerzas que se desplegaba en la campaña electoral: la cooptación de un amplio abanico obrero y de izquierda por parte de bloques capitalistas. Las elecciones se caracterizaron, de hecho, por la competencia entre varios ‘frentes populares', que en definitiva conquistaron el primero y segundo lugar en la votación.
En oposición a esta tendencia abrumadora a la liquidación de la independencia de clase, el Frente de Izquierda obtuvo, por medio de una delimitación política de fondo, 660 mil votos el 23 de octubre, incluidos los cortes de boleta a diputados (con la limitación que implicó la ausencia de la boleta larga del Frente en numerosas provincias donde el Frente no había superado el 1,5% en las ‘primarias'). El corte de boleta de un sector del electorado kirchnerista a favor de la lista de diputados del Frente de Izquierda, puso en evidencia un principio de diferenciación política de ese electorado con perspectivas de desarrollo en el futuro. En oposición a la cooptación política de la izquierda democratizante por los frentes patronales, el Frente de Izquierda atrajo hacia su campo a un electorado amplio que vota a la izquierda por primera vez. En Salta, el Partido Obrero en el Frente de Izquierda, obtuvo una votación sin precedentes, un 14% en la capital y el 8% en toda la provincia.
Es claro, repetimos, que detrás de la papeleta electoral tuvo lugar un realineamiento político de fuerzas, que es lo que convierte al Frente de Izquierda en una referencia política que debe ser desarrollada como tal. Este realineamiento político se advierte con una claridad singular en las elecciones en la Ciudad, donde el Frente de Izquierda pasó de 18 mil votos a legislador (y 13 mil a jefe de gobierno), en las elecciones porteñas del 10 de julio, a 108 mil en las generales de 23 de octubre. El 10 de julio, el electorado con una tendencia de izquierda se repartió entre la candidatura de Filmus, por un lado, y de Proyecto Sur y Zamora, por el otro. La vigorosa intervención del Frente de Izquierda en esas elecciones no logró contrarrestar estas opciones políticas, aunque sí preparó el terreno para las siguientes etapas electorales. En efecto, entre las locales y las ‘primarias' tuvo lugar una crisis política importante: de un lado Zamora quedó anulado por las limitaciones propias de un proyecto local y personal, del otro estallan las contradicciones de Proyecto Sur cuando fracasa su propósito de una alianza con Binner. El Frente de Izquierda explotó, con su campaña, estas contradicciones políticas; no solamente se alzó de 18 a 80 mil votos, sino que sacó a Proyecto Sur de la campaña nacional (que no logró reunir el mínimo de votos exigido por el piso proscriptivo, luego de obtener un 13% en las locales del 10 de julio), y lo derrotó con amplitud el 14 de agosto y aún más el 23 de octubre. Por un lado, un ala de Proyecto Sur se desplaza a la derecha, en el frente sojero de Binner, y por otro lado Proyecto Sur queda sumido en un completo impasse estratégico. Todas estas diferenciaciones, reagrupamientos de fuerzas y desarrollos políticos tuvieron lugar en el corto período de seis meses. El posicionamiento que alcanza el Frente de Izquierda no es un espejismo provocado por una sumatoria de votos, sino el producto y el resultado de una lucha política efectiva.
La campaña electoral como instrumento revolucionario
El vivo proceso de delimitación y reagrupamiento de fuerzas que se registró en la lucha electoral, está muy ligado a la recuperación, por parte del Frente de Izquierda, de la campaña electoral como instrumento de desarrollo político revolucionario. Somos socialistas, no anarquistas, por eso destacamos la importancia de la lucha en el seno de las instituciones del Estado, desde el parlamento al ejército, desde la escuela al poder judicial, ni qué decir en los sindicatos integrados al Estado. No hace falta decir que ningún proceso electoral ofrece la posibilidad de la transformación del carácter de clase del Estado (y el inicio de su desintegración como aparato de opresión), lo cual es una tarea reservada a la acción consciente y revolucionaria de las masas. Sería una necedad, sin embargo, negar la importancia que puede adquirir la lucha electoral y parlamentaria como factor de esclarecimiento político y de ampliación del campo político de acción de la izquierda revolucionaria. El parlamento no es, después de todo, un engranaje artificial sino un producto de la historia: de revoluciones y contrarrevoluciones, de resistencias antidictatoriales y la confiscación de los procesos democráticos. La descomposición del parlamentarismo está ligada también a un proceso histórico: la época del imperialismo y de la declinación histórica del capitalismo.
En contraste, sin embargo, con la izquierda democratizante, para quien las elecciones son una vía para progresar a la sombra del sistema parlamentario (la estrategia del Frente del Pueblo, primero, y de Izquierda Unida, después, fue sintetizada en el planteo de "democracia con justicia social"), el Frente de Izquierda se plantó desde un campo de clase y un planteo anticapitalista. Esta recuperación de la política electoral como instrumento de desarrollo político para la izquierda revolucionaria no se hubiera producido sin la formación, precisamente, del Frente, porque en ausencia del Frente de Izquierda, la política electoral se hubiera convertido en una caricatura política, surcada por diferenciaciones abstractas, en lugar de una delimitación de clase con los partidos y el gobierno capitalistas. La experiencia concreta ha demostrado la utilidad de los espacios electorales para el desarrollo de una referencia política anticapitalista. Los militantes del Frente de Izquierda han desarrollado una experiencia singular, a saber, el uso de la boleta electoral (que caracteriza al período de ascenso del capitalismo y de desarrollo del movimiento obrero) en un período de bancarrota capitalista (que se caracteriza por crisis, bancarrotas y explosiones revolucionarias). Nos hemos adaptado al desarrollo combinado de la lucha de clases para usar a las elecciones como una de las pasarelas para recorrer el camino que separa a la percepción inmediata de las masas del contexto estratégico mundial de agotamiento del capitalismo, que plantea objetivamente la revolución social a escala internacional.
Un método de campaña
Por eso fue un acierto el desarrollo de un programa de reivindicaciones estrictamente inmediato, acorde a las alternativas de la situación política y a la conciencia de las masas votantes; el Frente se dirigió a la vanguardia de la clase obrera y a la familia de esa vanguardia. Rechazó el propagandismo maximalista, que ignora la transición entre las situaciones inmediatas y los objetivos estratégicos, y adaptó el discurso electoral a condiciones políticas que aún deben evolucionar para convertirse en revolucionarias o prerrevolucionarias. Por otro lado, los candidatos y propagandistas del Frente explicaron por todos los medios el alcance estratégico anticapitalista de ese programa de reivindicaciones inmediatas.
Una campaña electoral no puede apuntar a una minoría de la clase, porque esa minoría no es nada y se empantana en sus propios límites sino desarrolla la capacidad para ganar a una mayoría. Desde el mismo acto del 1° de Mayo fue advertido el callejón sin salida del discurso autorreferencial, que confunde la campaña electoral con un curso de formación para militantes, o que opone la organización de la vanguardia a la conquista política de nuevos sectores proletarios y de la juventud. La recuperación de la política electoral para luchar en un período de transición entre la conciencia y disposición de las masas, por un lado, y los objetivos estratégicos, por el otro lado, ha sido un ejemplo de desarrollo dialéctico concreto. Esta unión contradictoria de lo inmediato y lo estratégico, se expresó en toda la ‘estética' de la campaña electoral (campaña audiovisual y desenvolvimiento de los candidatos), muy comentada tanto en los mentideros políticos como en los sectores populares.
Bonapartismo y elección plebiscitaria
Obviamente, las elecciones recientes se han caracterizado por la victoria aplastante del kirchnerismo y la derrota ignominiosa de una oposición fragmentada. La caracterización de los resultados, sin embargo, no exhibe unanimidad política. Hubo una votación plebiscitaria que, en oposición a los resultados ‘pluralistas', es siempre la culminación de un periodo de crisis políticas; las urnas consagraron un bonapartismo que se fue gestando a través de distintos episodios de esta crisis. La derrota del gobierno, en junio de 2009, tuvo lugar en el momento más agudo de la crisis económica, pero fue por sobre todo la secuela de la derrota del oficialismo en el conflicto agrario. La victoria plebiscitaria reciente ocurre en el pico más alto de un ciclo de acumulación y especulación capitalistas, pero es por sobre todo la consecuencia de la derrota política de la oposición, a manos del gobierno, en todos los conflictos que los enfrentaron en el curso de los dos últimos años (incluidas las disputas entre las fracciones oficiales enfrentadas a la camarilla de gobierno y que se manifestaron en diversos resultados provinciales contrarios al gobierno nacional). Los resultados de 2009 dieron lugar a una frustrada experiencia (e ilusiones) de parlamentarismo; los recientes son la expresión de un movimiento contrario, de un bonapartismo tardío, que derrotó la tentativa de desplazar la iniciativa de gobierno a la oposición, y que saldrá frustrado como consecuencia de las crisis políticas que tendrán lugar de aquí en más.
El determinismo económico de los procesos políticos ignora, en primer lugar, el carácter contradictorio de la economía. El crecimiento económico profundiza la polaridad entre el capital y el trabajo -sea absoluta como relativa. La última década ha consolidado o profundizado el trabajo precario, en negro y la tercerización, como condiciones de la recuperación posterior al derrumbe de 1998/2002 las mejoras para los trabajadores han ido a la par de una diferenciación social interna, pues el 70% no gana en promedio más de tres mil pesos, aunque un petrolero saque 20 mil y un obrero automotriz permanente obtenga, pero con horas extras, más de diez mil pesos de salario. La especulación inmobiliaria ha creado numerosos puestos en la construcción, pero al mismo tiempo ha exacerbado la crisis de vivienda, el deterioro de los sectores medios y la destrucción del medio ambiente. La expansión de la soja ha producido numerosos desalojos de campesinos e incluso una acentuación de la superexplotación del proletariado agrícola, esto por la vía de la tercerización o contratistas. El crecimiento incuestionable de la industria textil y de la confección ha desarrollado hasta extremos no vistos el trabajo esclavo y la importación de trabajadores extranjeros con ese fin. De un modo general, las contradicciones económicas se han acentuado, y esto culmina ahora con la corrida contra el peso y el corralito establecido por la Afip. El entrelazamiento entre la crisis mundial y la economía nacional se ha hecho más intenso desde 2009, como se manifiesta en el aumento de la inflación y de la fuga de divisas. El gobierno no gana plebiscitariamente las elecciones solamente porque pasó del pozo de junio de 2009 al pico de octubre de 2010, sino que reclama para su política esta inversión de tendencia, en lucha abierta con la política ofrecida por la oposición -o sea, arbitrando la crisis capitalista. El oficialismo gana cuando su política económica agoniza, como lo demuestra el cese en la creación de empleo, la fuga de capitales, la inflación y la contratación de préstamos usurarios por parte de las provincias.
Sin este cuadro de contradicciones y de conflictos, el Frente de Izquierda no hubiera logrado un desarrollo electoral, y aún menos si se tiene en cuenta su bajo punto de partida. El voto plebiscitario es, contradictoriamente, una de las expresiones más agudas de una crisis del régimen político; los episodios futuros de la crisis capitalista van a acentuar las características bonapartistas del gobierno y los límites crecientes del arbitraje personal, hasta su estallido. El solo hecho de que, a diez días de las elecciones, asistamos a una corrida cambiaria que apunta a devaluar el peso y a condicionar la formación del nuevo gabinete, confirma toda esta caracterización. A esto hay que sumar los anuncios de suspensiones por parte de grandes empresas, además de cortes de horas extras y los despidos de contratados.
La lucha socialista es una lucha política
La conclusión que emerge de todo esto es que la tarea fundamental del Frente de Izquierda en la nueva etapa es desarrollarse como una oposición anticapitalista y socialista al gobierno y al régimen político en su conjunto, a través de una campaña de agitación política. Una campaña de agitación supone un trabajo sistemático y, por lo tanto, una actividad frentista metódica. Las alternativas de la crisis mundial abrirán un nuevo período de luchas reivindicativas; el asunto es cómo se preparan esas luchas desde el campo revolucionario y, por lo tanto, el desarrollo de sus perspectivas. La instalación del Frente de Izquierda como referencia política ofrece una posibilidad inédita; son muchísimos más los obreros que votaron al Frente de Izquierda que aquellos que siguen a las agrupaciones clasistas; en forma inversa, en varios lugares de trabajo con influencia clasista, la masa de trabajadores votó por el gobierno. Las luchas surgirán como resultado de las contradicciones económicas y de los antagonismos de clase que generan; la tarea del Frente de Izquierda es darle una preparación política adecuada, por medio de una agitación sistemática. Para que la lucha reivindicativa se convierta en lucha política (la lucha política es la única que asegura la victoria de la clase obrera sobre el capital), es necesario que ella ya este contenida de alguna forma en la lucha reivindicativa; la espontaneidad genera espontaneidad si no contiene un principio de conciencia política. El desarrollo que ha tenido el Frente de Izquierda lo ha convertido en una herramienta para introducir, por medio de la agitación, la perspectiva política socialista en las masas. Por cierto, aunque la agitación política debe alcanzar a todas las clases afectadas por la crisis capitalista, ella debe concentrarse en las grandes fábricas, para desarrollar una vanguardia obrera poderosa, con capacidad para ganar a las masas. Suponiendo a la lucha de clases como una guerra entre ejércitos enfrentados, todavía es necesario crear en la clase obrera la conciencia de ejército, delinear ante ella el escenario político de la batalla, reclutar a los combatientes y desarrollar aún su Estado mayor.
El eje de la agitación política se encuentra resumido en el slogan "que la crisis capitalista la paguen los capitalistas", y sus reivindicaciones concretas están resumidas en el programa transicional del Frente de Izquierda. Debemos servirnos de ellas para trazar una perspectiva de acción a las masas y para contraponerlas a las medidas del gobierno contemporizadoras con el capital o francamente procapitalistas. Una masa de activistas de izquierda, que ha salido desilusionada de los alineamientos de la izquierda democratizante y de sus resultados electorales, podría ser ganada de inmediato como consecuencia de la acentuación de la crisis y de la agitación que desenvuelva el Frente de Izquierda. El Frente binnerista, incluida la CTA, está proponiendo un Consejo Económico y Social para pactar el manejo de la crisis con las patronales; el Frente de Izquierda debe denunciar esta derechización de la CTA para atraer a sus activistas. Asimismo, la denuncia de la contemporización del gobierno con los grandes capitales, así como sus medidas de ajuste, deben servir para desarrollar una diferenciación política de los trabajadores que votaron al kirchnerismo.
Organicemos a la periferia y ganemos militantes
La campaña electoral ha acercado a un contingente numeroso de obreros y jóvenes. Es necesario consolidar este acercamiento, en primer lugar, e impulsar su actividad política y la militancia. Es la oportunidad entonces para convocar a asambleas en los barrios y distritos, para debatir las perspectivas políticas y concertar en común actividades prácticas, en primer lugar la denuncia del vaciamiento cambiario por parte del capital financiero; la impotencia del gobierno; las suspensiones en numerosas empresas; y el programa de reivindicaciones para hacer frente a esta situación desde el campo anti-capitalista. La convocatoria, con todo esmero y cuidado, de asambleas de simpatizantes del Frente de Izquierda, se conecta de inmediato con movilizaciones importantes a corto plazo: la relativa al procesamiento de numerosos activistas, trabajadores y militantes; la lucha por el derecho al aborto; la jornada del décimo aniversario del Argentinazo; el comienzo del juicio oral y público a la patota pedracista (que ya está dando lugar a numerosas maniobras para exonerar a la policía y liberar a Pedraza).
Un síntoma de la transición que se ha iniciado con el resultado plebiscitario del 23 de octubre, es la nueva crisis que ha irrumpido en la burocracia sindical y la renovación del planteo de Moyano por un partido de trabajadores. El movimiento sindical no solamente va a ser convulsionado por el desarrollo de la crisis económica sino por la crisis de la burocracia. El planteo de Moyano es tardío, históricamente, y tiene limitaciones políticas insalvables, porque parte antes que nada de la defensa de los intereses de la burocracia sindical, que van más allá de los propios sindicatos, y se enlazan con sus intereses patronales. En oposición a la verborragia de Moyano, defendemos la perspectiva de un partido de trabajadores sobre la base de la completa independencia política de la burguesía y sus partidos, lo que significa integrar a los sindicatos a esa perspectiva y, por lo tanto, la expulsión de la burocracia sindical. La vía para un partido de trabajadores debe ser verificada en la práctica por medio de la agitación política. El Frente de Izquierda, por su lado, se encuentra condicionado por dos tendencias; una es hacia la incorporación de nuevos agrupamientos y corrientes y a la necesidad de que continúe la intervención sistemática de agrupamientos que ya militan con el Frente, como la Asamblea de Intelectuales; la otra hacia una clarificación de las posiciones políticas estratégicas. Es necesario asumir ambas tareas. Por un lado, proponemos impulsar un trabajo regular del Frente de Izquierda, a través de una Mesa de funcionamiento semanal (ya la hemos propuesto en una reunión de partidos después de las elecciones), y organizar, luego de una necesaria clarificación, una instancia más amplia que integre a diversas expresiones que han apoyado al Frente en la campaña electoral.
Desde el Partido Obrero acogemos positivamente todas las propuestas de debates políticos que sirvan a la clarificación de posiciones y por sobre todo al desarrollo de un programa. Por nuestra parte, ofreceremos al debate de todas las organizaciones, agrupamientos y militantes asociados al Frente de Izquierda, el conjunto de elaboraciones para el XXII Congreso del Partido Obrero, que tendrá lugar en el primer trimestre de 2012.
Un aspecto absolutamente fundamental tiene que ver con la gestión colectiva de las bancadas legislativas en Salta, Neuquén y Córdoba, y la necesidad de elaborar una agenda de trabajo legislativo que se someta al debate en asambleas de trabajadores (y de conjunto en el país). El método del trabajo parlamentario colectivo, ligado a las luchas obreras y populares, y sometido a un debate constante con los trabajadores, será seguramente uno de los instrumentos políticos más importantes para ganar influencia y desarrollar la organización y la militancia del Frente de Izquierda.
La bancarrota mundial del capital
Al momento de escribir estas conclusiones del Comité Nacional del Partido Obrero, la bancarrota capitalista se acentúa en Europa y Estados Unidos, y se extiende hacia China y Brasil. La crisis de Grecia se acerca a un desenlace. En forma contradictoria y zigzagueante se va formando un movimiento de masas anticapitalista en todo el mundo. Todo el cuadro histórico internacional ha vuelto a ponerse en discusión desde la disolución de la Unión Soviética y con un alcance mayor, precisamente porque incorpora la restauración del capitalismo en los ex Estados obreros a la crisis mundial. Las intervenciones de la Otan en el norte de África y en los países árabes, son manifiestamente recursos últimos del imperialismo para desviar un movimiento revolucionario de alcance histórico. Fuera de una perspectiva mundial no hay política revolucionaria verdadera. Todas las conclusiones que hemos procurado desprender de la campaña electoral y de la nueva situación política, están siempre en función de la refundación inmediata de la IV° Internacional.
Las elecciones del 23 de octubre pasado han creado una nueva realidad política para la izquierda anticapitalista: la instalación del Frente de Izquierda como una referencia política nacional (por lo tanto a desarrollar) y, por sobre todo, para la clase obrera.
En el seno del proletariado activo se ha desarrollado, en seis meses de campaña electoral, una delimitación política de conjunto, que va más allá de la establecida por los agrupamientos sindicales clasistas, por un lado, y por la acción focalizada de las tendencias revolucionarias que actúan en la clase obrera, por el otro. El Frente de Izquierda, integrado por organizaciones revolucionarias diferenciadas, contó con el apoyo desde el inicio de sectores significativos de la intelectualidad y de diversos agrupamientos políticos. Solamente por unos centésimos no logró la elección de diputados nacionales por la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, en este caso por la vigencia de una legislación discriminatoria y proscriptiva, que desafiaremos en sede judicial hasta la Corte Suprema. La exigencia del 3% del padrón como piso para para participar del reparto proporcional de los cargos legislativos, es incompatible con el establecimiento del piso del 1,5% de los votos en las ‘primarias', que el Frente de Izquierda superó con holgura. La posición de referente político nacional conquistado por el Frente de Izquierda queda de manifiesto en cerca que quedó de formar un bloque parlamentario.
Resultado de una enorme diferenciación política
El desarrollo alcanzado por el Frente de Izquierda tiene lugar en el marco político de una elección plebiscitaria, que arrastra a una enorme mayoría popular al campo del oficialismo, y cuando la inmensa mayoría de la izquierda y de sus diversos retoños se disuelve políticamente dentro del frente oficial, por un lado, y de la coalición de Binner y de Pino Solanas, por el otro. En estas condiciones excepcionales, el Frente de Izquierda consigue, sin embargo, producir una diferenciación política dentro de un sector obrero y popular relativamente amplio y significativo. Desde un caudal electoral anterior muy bajo, el Frente de Izquierda obtuvo un enorme progreso a pesar de la ‘polarización' del voto popular a favor del gobierno y de la cooptación de la inmensa mayoría de los agrupamientos de izquierda, sea por parte del gobierno como de frentes patronales. Esta cooptación llega muy lejos, porque incluye a expresiones renovadas e incluso combativas del movimiento obrero, como ocurre con la mayoría dirigente del sindicato del subte, del ala combativa de los docentes de Santa Fe, de los activistas petroleros que echaron el año pasado a la burocracia sindical en Santa Cruz y de otros sectores similares. En el acto de lanzamiento del Frente de Izquierda, el 1° de Mayo, fue advertida desde la tribuna esta característica fundamental del alineamiento de fuerzas que se desplegaba en la campaña electoral: la cooptación de un amplio abanico obrero y de izquierda por parte de bloques capitalistas. Las elecciones se caracterizaron, de hecho, por la competencia entre varios ‘frentes populares', que en definitiva conquistaron el primero y segundo lugar en la votación.
En oposición a esta tendencia abrumadora a la liquidación de la independencia de clase, el Frente de Izquierda obtuvo, por medio de una delimitación política de fondo, 660 mil votos el 23 de octubre, incluidos los cortes de boleta a diputados (con la limitación que implicó la ausencia de la boleta larga del Frente en numerosas provincias donde el Frente no había superado el 1,5% en las ‘primarias'). El corte de boleta de un sector del electorado kirchnerista a favor de la lista de diputados del Frente de Izquierda, puso en evidencia un principio de diferenciación política de ese electorado con perspectivas de desarrollo en el futuro. En oposición a la cooptación política de la izquierda democratizante por los frentes patronales, el Frente de Izquierda atrajo hacia su campo a un electorado amplio que vota a la izquierda por primera vez. En Salta, el Partido Obrero en el Frente de Izquierda, obtuvo una votación sin precedentes, un 14% en la capital y el 8% en toda la provincia.
Es claro, repetimos, que detrás de la papeleta electoral tuvo lugar un realineamiento político de fuerzas, que es lo que convierte al Frente de Izquierda en una referencia política que debe ser desarrollada como tal. Este realineamiento político se advierte con una claridad singular en las elecciones en la Ciudad, donde el Frente de Izquierda pasó de 18 mil votos a legislador (y 13 mil a jefe de gobierno), en las elecciones porteñas del 10 de julio, a 108 mil en las generales de 23 de octubre. El 10 de julio, el electorado con una tendencia de izquierda se repartió entre la candidatura de Filmus, por un lado, y de Proyecto Sur y Zamora, por el otro. La vigorosa intervención del Frente de Izquierda en esas elecciones no logró contrarrestar estas opciones políticas, aunque sí preparó el terreno para las siguientes etapas electorales. En efecto, entre las locales y las ‘primarias' tuvo lugar una crisis política importante: de un lado Zamora quedó anulado por las limitaciones propias de un proyecto local y personal, del otro estallan las contradicciones de Proyecto Sur cuando fracasa su propósito de una alianza con Binner. El Frente de Izquierda explotó, con su campaña, estas contradicciones políticas; no solamente se alzó de 18 a 80 mil votos, sino que sacó a Proyecto Sur de la campaña nacional (que no logró reunir el mínimo de votos exigido por el piso proscriptivo, luego de obtener un 13% en las locales del 10 de julio), y lo derrotó con amplitud el 14 de agosto y aún más el 23 de octubre. Por un lado, un ala de Proyecto Sur se desplaza a la derecha, en el frente sojero de Binner, y por otro lado Proyecto Sur queda sumido en un completo impasse estratégico. Todas estas diferenciaciones, reagrupamientos de fuerzas y desarrollos políticos tuvieron lugar en el corto período de seis meses. El posicionamiento que alcanza el Frente de Izquierda no es un espejismo provocado por una sumatoria de votos, sino el producto y el resultado de una lucha política efectiva.
La campaña electoral como instrumento revolucionario
El vivo proceso de delimitación y reagrupamiento de fuerzas que se registró en la lucha electoral, está muy ligado a la recuperación, por parte del Frente de Izquierda, de la campaña electoral como instrumento de desarrollo político revolucionario. Somos socialistas, no anarquistas, por eso destacamos la importancia de la lucha en el seno de las instituciones del Estado, desde el parlamento al ejército, desde la escuela al poder judicial, ni qué decir en los sindicatos integrados al Estado. No hace falta decir que ningún proceso electoral ofrece la posibilidad de la transformación del carácter de clase del Estado (y el inicio de su desintegración como aparato de opresión), lo cual es una tarea reservada a la acción consciente y revolucionaria de las masas. Sería una necedad, sin embargo, negar la importancia que puede adquirir la lucha electoral y parlamentaria como factor de esclarecimiento político y de ampliación del campo político de acción de la izquierda revolucionaria. El parlamento no es, después de todo, un engranaje artificial sino un producto de la historia: de revoluciones y contrarrevoluciones, de resistencias antidictatoriales y la confiscación de los procesos democráticos. La descomposición del parlamentarismo está ligada también a un proceso histórico: la época del imperialismo y de la declinación histórica del capitalismo.
En contraste, sin embargo, con la izquierda democratizante, para quien las elecciones son una vía para progresar a la sombra del sistema parlamentario (la estrategia del Frente del Pueblo, primero, y de Izquierda Unida, después, fue sintetizada en el planteo de "democracia con justicia social"), el Frente de Izquierda se plantó desde un campo de clase y un planteo anticapitalista. Esta recuperación de la política electoral como instrumento de desarrollo político para la izquierda revolucionaria no se hubiera producido sin la formación, precisamente, del Frente, porque en ausencia del Frente de Izquierda, la política electoral se hubiera convertido en una caricatura política, surcada por diferenciaciones abstractas, en lugar de una delimitación de clase con los partidos y el gobierno capitalistas. La experiencia concreta ha demostrado la utilidad de los espacios electorales para el desarrollo de una referencia política anticapitalista. Los militantes del Frente de Izquierda han desarrollado una experiencia singular, a saber, el uso de la boleta electoral (que caracteriza al período de ascenso del capitalismo y de desarrollo del movimiento obrero) en un período de bancarrota capitalista (que se caracteriza por crisis, bancarrotas y explosiones revolucionarias). Nos hemos adaptado al desarrollo combinado de la lucha de clases para usar a las elecciones como una de las pasarelas para recorrer el camino que separa a la percepción inmediata de las masas del contexto estratégico mundial de agotamiento del capitalismo, que plantea objetivamente la revolución social a escala internacional.
Un método de campaña
Por eso fue un acierto el desarrollo de un programa de reivindicaciones estrictamente inmediato, acorde a las alternativas de la situación política y a la conciencia de las masas votantes; el Frente se dirigió a la vanguardia de la clase obrera y a la familia de esa vanguardia. Rechazó el propagandismo maximalista, que ignora la transición entre las situaciones inmediatas y los objetivos estratégicos, y adaptó el discurso electoral a condiciones políticas que aún deben evolucionar para convertirse en revolucionarias o prerrevolucionarias. Por otro lado, los candidatos y propagandistas del Frente explicaron por todos los medios el alcance estratégico anticapitalista de ese programa de reivindicaciones inmediatas.
Una campaña electoral no puede apuntar a una minoría de la clase, porque esa minoría no es nada y se empantana en sus propios límites sino desarrolla la capacidad para ganar a una mayoría. Desde el mismo acto del 1° de Mayo fue advertido el callejón sin salida del discurso autorreferencial, que confunde la campaña electoral con un curso de formación para militantes, o que opone la organización de la vanguardia a la conquista política de nuevos sectores proletarios y de la juventud. La recuperación de la política electoral para luchar en un período de transición entre la conciencia y disposición de las masas, por un lado, y los objetivos estratégicos, por el otro lado, ha sido un ejemplo de desarrollo dialéctico concreto. Esta unión contradictoria de lo inmediato y lo estratégico, se expresó en toda la ‘estética' de la campaña electoral (campaña audiovisual y desenvolvimiento de los candidatos), muy comentada tanto en los mentideros políticos como en los sectores populares.
Bonapartismo y elección plebiscitaria
Obviamente, las elecciones recientes se han caracterizado por la victoria aplastante del kirchnerismo y la derrota ignominiosa de una oposición fragmentada. La caracterización de los resultados, sin embargo, no exhibe unanimidad política. Hubo una votación plebiscitaria que, en oposición a los resultados ‘pluralistas', es siempre la culminación de un periodo de crisis políticas; las urnas consagraron un bonapartismo que se fue gestando a través de distintos episodios de esta crisis. La derrota del gobierno, en junio de 2009, tuvo lugar en el momento más agudo de la crisis económica, pero fue por sobre todo la secuela de la derrota del oficialismo en el conflicto agrario. La victoria plebiscitaria reciente ocurre en el pico más alto de un ciclo de acumulación y especulación capitalistas, pero es por sobre todo la consecuencia de la derrota política de la oposición, a manos del gobierno, en todos los conflictos que los enfrentaron en el curso de los dos últimos años (incluidas las disputas entre las fracciones oficiales enfrentadas a la camarilla de gobierno y que se manifestaron en diversos resultados provinciales contrarios al gobierno nacional). Los resultados de 2009 dieron lugar a una frustrada experiencia (e ilusiones) de parlamentarismo; los recientes son la expresión de un movimiento contrario, de un bonapartismo tardío, que derrotó la tentativa de desplazar la iniciativa de gobierno a la oposición, y que saldrá frustrado como consecuencia de las crisis políticas que tendrán lugar de aquí en más.
El determinismo económico de los procesos políticos ignora, en primer lugar, el carácter contradictorio de la economía. El crecimiento económico profundiza la polaridad entre el capital y el trabajo -sea absoluta como relativa. La última década ha consolidado o profundizado el trabajo precario, en negro y la tercerización, como condiciones de la recuperación posterior al derrumbe de 1998/2002 las mejoras para los trabajadores han ido a la par de una diferenciación social interna, pues el 70% no gana en promedio más de tres mil pesos, aunque un petrolero saque 20 mil y un obrero automotriz permanente obtenga, pero con horas extras, más de diez mil pesos de salario. La especulación inmobiliaria ha creado numerosos puestos en la construcción, pero al mismo tiempo ha exacerbado la crisis de vivienda, el deterioro de los sectores medios y la destrucción del medio ambiente. La expansión de la soja ha producido numerosos desalojos de campesinos e incluso una acentuación de la superexplotación del proletariado agrícola, esto por la vía de la tercerización o contratistas. El crecimiento incuestionable de la industria textil y de la confección ha desarrollado hasta extremos no vistos el trabajo esclavo y la importación de trabajadores extranjeros con ese fin. De un modo general, las contradicciones económicas se han acentuado, y esto culmina ahora con la corrida contra el peso y el corralito establecido por la Afip. El entrelazamiento entre la crisis mundial y la economía nacional se ha hecho más intenso desde 2009, como se manifiesta en el aumento de la inflación y de la fuga de divisas. El gobierno no gana plebiscitariamente las elecciones solamente porque pasó del pozo de junio de 2009 al pico de octubre de 2010, sino que reclama para su política esta inversión de tendencia, en lucha abierta con la política ofrecida por la oposición -o sea, arbitrando la crisis capitalista. El oficialismo gana cuando su política económica agoniza, como lo demuestra el cese en la creación de empleo, la fuga de capitales, la inflación y la contratación de préstamos usurarios por parte de las provincias.
Sin este cuadro de contradicciones y de conflictos, el Frente de Izquierda no hubiera logrado un desarrollo electoral, y aún menos si se tiene en cuenta su bajo punto de partida. El voto plebiscitario es, contradictoriamente, una de las expresiones más agudas de una crisis del régimen político; los episodios futuros de la crisis capitalista van a acentuar las características bonapartistas del gobierno y los límites crecientes del arbitraje personal, hasta su estallido. El solo hecho de que, a diez días de las elecciones, asistamos a una corrida cambiaria que apunta a devaluar el peso y a condicionar la formación del nuevo gabinete, confirma toda esta caracterización. A esto hay que sumar los anuncios de suspensiones por parte de grandes empresas, además de cortes de horas extras y los despidos de contratados.
La lucha socialista es una lucha política
La conclusión que emerge de todo esto es que la tarea fundamental del Frente de Izquierda en la nueva etapa es desarrollarse como una oposición anticapitalista y socialista al gobierno y al régimen político en su conjunto, a través de una campaña de agitación política. Una campaña de agitación supone un trabajo sistemático y, por lo tanto, una actividad frentista metódica. Las alternativas de la crisis mundial abrirán un nuevo período de luchas reivindicativas; el asunto es cómo se preparan esas luchas desde el campo revolucionario y, por lo tanto, el desarrollo de sus perspectivas. La instalación del Frente de Izquierda como referencia política ofrece una posibilidad inédita; son muchísimos más los obreros que votaron al Frente de Izquierda que aquellos que siguen a las agrupaciones clasistas; en forma inversa, en varios lugares de trabajo con influencia clasista, la masa de trabajadores votó por el gobierno. Las luchas surgirán como resultado de las contradicciones económicas y de los antagonismos de clase que generan; la tarea del Frente de Izquierda es darle una preparación política adecuada, por medio de una agitación sistemática. Para que la lucha reivindicativa se convierta en lucha política (la lucha política es la única que asegura la victoria de la clase obrera sobre el capital), es necesario que ella ya este contenida de alguna forma en la lucha reivindicativa; la espontaneidad genera espontaneidad si no contiene un principio de conciencia política. El desarrollo que ha tenido el Frente de Izquierda lo ha convertido en una herramienta para introducir, por medio de la agitación, la perspectiva política socialista en las masas. Por cierto, aunque la agitación política debe alcanzar a todas las clases afectadas por la crisis capitalista, ella debe concentrarse en las grandes fábricas, para desarrollar una vanguardia obrera poderosa, con capacidad para ganar a las masas. Suponiendo a la lucha de clases como una guerra entre ejércitos enfrentados, todavía es necesario crear en la clase obrera la conciencia de ejército, delinear ante ella el escenario político de la batalla, reclutar a los combatientes y desarrollar aún su Estado mayor.
El eje de la agitación política se encuentra resumido en el slogan "que la crisis capitalista la paguen los capitalistas", y sus reivindicaciones concretas están resumidas en el programa transicional del Frente de Izquierda. Debemos servirnos de ellas para trazar una perspectiva de acción a las masas y para contraponerlas a las medidas del gobierno contemporizadoras con el capital o francamente procapitalistas. Una masa de activistas de izquierda, que ha salido desilusionada de los alineamientos de la izquierda democratizante y de sus resultados electorales, podría ser ganada de inmediato como consecuencia de la acentuación de la crisis y de la agitación que desenvuelva el Frente de Izquierda. El Frente binnerista, incluida la CTA, está proponiendo un Consejo Económico y Social para pactar el manejo de la crisis con las patronales; el Frente de Izquierda debe denunciar esta derechización de la CTA para atraer a sus activistas. Asimismo, la denuncia de la contemporización del gobierno con los grandes capitales, así como sus medidas de ajuste, deben servir para desarrollar una diferenciación política de los trabajadores que votaron al kirchnerismo.
Organicemos a la periferia y ganemos militantes
La campaña electoral ha acercado a un contingente numeroso de obreros y jóvenes. Es necesario consolidar este acercamiento, en primer lugar, e impulsar su actividad política y la militancia. Es la oportunidad entonces para convocar a asambleas en los barrios y distritos, para debatir las perspectivas políticas y concertar en común actividades prácticas, en primer lugar la denuncia del vaciamiento cambiario por parte del capital financiero; la impotencia del gobierno; las suspensiones en numerosas empresas; y el programa de reivindicaciones para hacer frente a esta situación desde el campo anti-capitalista. La convocatoria, con todo esmero y cuidado, de asambleas de simpatizantes del Frente de Izquierda, se conecta de inmediato con movilizaciones importantes a corto plazo: la relativa al procesamiento de numerosos activistas, trabajadores y militantes; la lucha por el derecho al aborto; la jornada del décimo aniversario del Argentinazo; el comienzo del juicio oral y público a la patota pedracista (que ya está dando lugar a numerosas maniobras para exonerar a la policía y liberar a Pedraza).
Un síntoma de la transición que se ha iniciado con el resultado plebiscitario del 23 de octubre, es la nueva crisis que ha irrumpido en la burocracia sindical y la renovación del planteo de Moyano por un partido de trabajadores. El movimiento sindical no solamente va a ser convulsionado por el desarrollo de la crisis económica sino por la crisis de la burocracia. El planteo de Moyano es tardío, históricamente, y tiene limitaciones políticas insalvables, porque parte antes que nada de la defensa de los intereses de la burocracia sindical, que van más allá de los propios sindicatos, y se enlazan con sus intereses patronales. En oposición a la verborragia de Moyano, defendemos la perspectiva de un partido de trabajadores sobre la base de la completa independencia política de la burguesía y sus partidos, lo que significa integrar a los sindicatos a esa perspectiva y, por lo tanto, la expulsión de la burocracia sindical. La vía para un partido de trabajadores debe ser verificada en la práctica por medio de la agitación política. El Frente de Izquierda, por su lado, se encuentra condicionado por dos tendencias; una es hacia la incorporación de nuevos agrupamientos y corrientes y a la necesidad de que continúe la intervención sistemática de agrupamientos que ya militan con el Frente, como la Asamblea de Intelectuales; la otra hacia una clarificación de las posiciones políticas estratégicas. Es necesario asumir ambas tareas. Por un lado, proponemos impulsar un trabajo regular del Frente de Izquierda, a través de una Mesa de funcionamiento semanal (ya la hemos propuesto en una reunión de partidos después de las elecciones), y organizar, luego de una necesaria clarificación, una instancia más amplia que integre a diversas expresiones que han apoyado al Frente en la campaña electoral.
Desde el Partido Obrero acogemos positivamente todas las propuestas de debates políticos que sirvan a la clarificación de posiciones y por sobre todo al desarrollo de un programa. Por nuestra parte, ofreceremos al debate de todas las organizaciones, agrupamientos y militantes asociados al Frente de Izquierda, el conjunto de elaboraciones para el XXII Congreso del Partido Obrero, que tendrá lugar en el primer trimestre de 2012.
Un aspecto absolutamente fundamental tiene que ver con la gestión colectiva de las bancadas legislativas en Salta, Neuquén y Córdoba, y la necesidad de elaborar una agenda de trabajo legislativo que se someta al debate en asambleas de trabajadores (y de conjunto en el país). El método del trabajo parlamentario colectivo, ligado a las luchas obreras y populares, y sometido a un debate constante con los trabajadores, será seguramente uno de los instrumentos políticos más importantes para ganar influencia y desarrollar la organización y la militancia del Frente de Izquierda.
La bancarrota mundial del capital
Al momento de escribir estas conclusiones del Comité Nacional del Partido Obrero, la bancarrota capitalista se acentúa en Europa y Estados Unidos, y se extiende hacia China y Brasil. La crisis de Grecia se acerca a un desenlace. En forma contradictoria y zigzagueante se va formando un movimiento de masas anticapitalista en todo el mundo. Todo el cuadro histórico internacional ha vuelto a ponerse en discusión desde la disolución de la Unión Soviética y con un alcance mayor, precisamente porque incorpora la restauración del capitalismo en los ex Estados obreros a la crisis mundial. Las intervenciones de la Otan en el norte de África y en los países árabes, son manifiestamente recursos últimos del imperialismo para desviar un movimiento revolucionario de alcance histórico. Fuera de una perspectiva mundial no hay política revolucionaria verdadera. Todas las conclusiones que hemos procurado desprender de la campaña electoral y de la nueva situación política, están siempre en función de la refundación inmediata de la IV° Internacional.