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En aquella difícil y complicada situación conmemoraron los soviéticos el XXIV aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. El 31 de octubre, el Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS publicó los llamamientos al pueblo soviético y a las Fuerzas Armadas. El partido llamaba a los soviéticos a luchar implacablemente contra los invasores fascistas y a movilizar todas las fuerzas para derrotar al enemigo. Como en los años de paz, en la víspera de la fiesta se celebró en Moscú la sesión solemne del Soviet de diputados de los trabajadores de Moscú, conjuntamente con las organizaciones del partido y sociales de la capital. Esa vez tuvo lugar en la sala subterránea de la estación Plaza de Mayakovski del metropolitano. En nombre del CC del PC (b) de la URSS hizo un informe el presidente del Comité de defensa del Estado J. Stalin. El 7 de noviembre se realizó en la Plaza Roja el tradicional desfile de tropas, y de nuevo habló J. Stalin. Dirigiéndose a los combatientes que al terminar la parada saldrían directamente para el frente, dijo: "Todo el mundo ve en vosotros la fuerza capaz de aniquilar a las rapaces tropas de los invasores alemanes. Los pueblos sojuzgados de Europa ven en vosotros... a sus libertadores". El discurso de Stalin terminó con estas palabras: "¡Que os inspire la victoriosa bandera del gran Lenin!... ¡Bajo la bandera de Lenin, adelante, hacia la victoria!".
En aquel día histórico, la Plaza Roja ofrecía un particular aspecto de solemnidad y de imponente grandeza. La nieve caída la víspera había cubierto las antiguas murallas del Kremlin. Era un crudo día de frío y viento. Las tropas, equipadas con buena ropa de invierno y en plena disposición de combate, desfilaron ante el mausoleo de V. I. Lenin y juraron al partido y al Gobierno que convertirían las cercanías de Moscú en tumba de los invasores alemanes. Ante las tribunas pasó la infantería, y tras ella la caballería, la artillería y los tanques. Los ¡hurras! de multitud de voces, el paso rítmico de los regimientos y el rugido de los motores se fundían en un grandioso fragor. Todo el país, con emoción y alegría, presintió en él el anuncio de una victoria no lejana...
En aquella difícil y complicada situación conmemoraron los soviéticos el XXIV aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. El 31 de octubre, el Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS publicó los llamamientos al pueblo soviético y a las Fuerzas Armadas. El partido llamaba a los soviéticos a luchar implacablemente contra los invasores fascistas y a movilizar todas las fuerzas para derrotar al enemigo. Como en los años de paz, en la víspera de la fiesta se celebró en Moscú la sesión solemne del Soviet de diputados de los trabajadores de Moscú, conjuntamente con las organizaciones del partido y sociales de la capital. Esa vez tuvo lugar en la sala subterránea de la estación Plaza de Mayakovski del metropolitano. En nombre del CC del PC (b) de la URSS hizo un informe el presidente del Comité de defensa del Estado J. Stalin. El 7 de noviembre se realizó en la Plaza Roja el tradicional desfile de tropas, y de nuevo habló J. Stalin. Dirigiéndose a los combatientes que al terminar la parada saldrían directamente para el frente, dijo: "Todo el mundo ve en vosotros la fuerza capaz de aniquilar a las rapaces tropas de los invasores alemanes. Los pueblos sojuzgados de Europa ven en vosotros... a sus libertadores". El discurso de Stalin terminó con estas palabras: "¡Que os inspire la victoriosa bandera del gran Lenin!... ¡Bajo la bandera de Lenin, adelante, hacia la victoria!".
En aquel día histórico, la Plaza Roja ofrecía un particular aspecto de solemnidad y de imponente grandeza. La nieve caída la víspera había cubierto las antiguas murallas del Kremlin. Era un crudo día de frío y viento. Las tropas, equipadas con buena ropa de invierno y en plena disposición de combate, desfilaron ante el mausoleo de V. I. Lenin y juraron al partido y al Gobierno que convertirían las cercanías de Moscú en tumba de los invasores alemanes. Ante las tribunas pasó la infantería, y tras ella la caballería, la artillería y los tanques. Los ¡hurras! de multitud de voces, el paso rítmico de los regimientos y el rugido de los motores se fundían en un grandioso fragor. Todo el país, con emoción y alegría, presintió en él el anuncio de una victoria no lejana...
