EL OPORTUNISMO, UN ATAJO SIN SALIDA
escrito por NÉSTOR KOHAN
publicado en Debate Socialista en febrero de 2009
Eduard Bernstein (1850-1932) fue uno de los principales teóricos del socialismo reformista a nivel mundial. Se había afiliado en 1872 al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Desde 1881 a 1890 editó junto a August Bebel (1840-1913) el diario Sozialdemokrat [Socialdemócrata].En 1901 fue elegido diputado del Reichstag (cámara baja del Parlamento alemán), donde participó en tres legislaturas (1902-1906, 1912-1918 Y 1920-1928). Por sobre otros políticos de esta vertiente socialista, Bernstein contaba en su haber con una sólida cultura filosófica y una extensa formación teórica. Su propuesta consiste en sintetizar a Carlos Marx [1818-1883] con lmmanuel Kant (1724-1804). De esta forma, propone que el socialismo sea tan sólo un ideal ético a largo plazo (el "programa máximo" en la jerga de la época), evitando todo intento por llevarlo a la práctica mediante levantamientos revolucionarios.
El experimento teórico de Bernstein fue calificado en su tiempo como "revisionista" porque revisa los fundamentos del socialismo marxista. Sus artículos, polémicas aparecieron entre 1897 y 1898 en la Neue Zeit , órgano oficial del SPD. Luego fueron reunidos en dos libros: Problemas del socialismo y Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.
Como también hacen algunas corrientes actuales, hoy de moda, Bernstein planteaba: (1) para cambiar la sociedad no hay que tomar el poder, y (2) quienes quieren transformar la sociedad deben abandonar la dialéctica. Resulta sugerente comprobar cómo, un siglo después, ambas proposiciones han resurgido en los libros del famoso Toni Negri y en otros ensayistas contemporáneos que también son best seller.
En sus escritos, Bernstein rechaza todo "salto brusco de la sociedad capitalista a la socialista", los "milagros" y todo "gran corte" entre capitalismo y socialismo. Tres nombres distintos para designar su rechazo a la idea misma de revolución socialista que él designaba peyorativamente como "utopismo".
La joven Rosa Luxemburgo, cuando todavía no había cumplido los 30 años, sale a contestarle con artículos que se publican en el periódico Leipziger Volkszeitung, luego reunidos en su libro Reforma o revolución [1900, segunda edición de 1908].
El siguiente capítulo forma parte de ese libro y en su edición original lleva por título "El método oportunista":
Según Bernstein, el desarrollo del capitalismo hace cada vez más improbable su hundimiento general, debido a que, por un lado, el sistema capitalista muestra cada vez mayor capacidad de adaptación y, por otro lado, la producción se diversifica cada día más. La capacidad de adaptación del capitalismo se manifiesta, según Bernstein, en: 1) la desaparición de las crisis generales, gracias al desarrollo del sistema crediticio, las alianzas empresariales y el avance de los medios de transporte y comunicación; 2) la resistencia demostrada por las clases medias, a consecuencia de la creciente diferenciación de las ramas de la producción y del ascenso de amplias capas del proletariado a las clases medias; 3) y finalmente, la mejora de la situación económica y política del proletariado, como resultado de la lucha sindical.
La conclusión de todo esto es que la socialdemocracia ya no debe orientar su actividad cotidiana a la conquista del poder político, sino a la mejora de las condiciones de la clase obrera dentro del orden existente. La implantación del socialismo no sería consecuencia de una crisis social y política, sino de la paulatina ampliación de los controles sociales y de la gradual aplicación de los principios cooperativistas.
El propio Bernstein no ve nada nuevo en sus proposiciones; al contrario, cree que coinciden tanto con determinadas observaciones de Marx y Engels como con la orientación general de la socialdemocracia hasta el presente. En nuestra opinión, en cambio, es difícil negar que las concepciones de Bernstein en realidad contradicen abiertamente las tesis del socialismo científico.
Si el revisionismo bernsteiniano se redujera a afirmar que el proceso de desarrollo capitalista es más lento de lo que se pensaba, ello no implicaría más que un aplazamiento de la conquista del poder político por parte del proletariado, en lo que todo el mundo estaba de acuerdo hasta ahora. Su única consecuencia sería un ritmo más lento de la lucha. Pero no es éste el caso. Bernstein no cuestiona la rapidez del desarrollo capitalista, sino el desarrollo mismo y, en consecuencia, la posibilidad misma de la transición al socialismo.
La teoría socialista mantuvo hasta ahora que el punto de partida para la transformación socialista sería una crisis general y catastrófica, perspectiva en la que hay que diferenciar dos aspectos: la idea fundamental y su forma externa.
La idea fundamental es que el capitalismo, víctima de sus propias contradicciones internas, llegará a desequilibrarse, a hacerse imposible. Había buenas razones para pensar que esa coyuntura se daría en la forma de una crisis comercial general y estremecedora, aunque esto es de importancia secundaria a la hora de considerar la idea fundamental.
La justificación científica del socialismo reside principalmente, como es bien sabido, en tres consecuencias del desarrollo capitalista. En primer lugar y ante todo, la anarquía creciente de la economía capitalista, que convierte su decadencia en inevitable. En segundo lugar, la progresiva socialización del proceso de producción, que da lugar al germen del futuro orden social. Y en tercer lugar, la organización y la conciencia de clase crecientes del proletariado, el cual constituye el factor activo de la revolución venidera.
Bernstein, al afirmar que el desarrollo capitalista no se aproxima a una crisis económica general, niega el primero de estos pilares del socialismo científico. No rechaza una forma concreta de' hundimiento, sino el propio hundimiento. Bernstein dice explícitamente: "Podría argumentarse que cuando se habla del hundimiento de la sociedad actual se está pensando en algo más que una crisis económica general y más fuerte que las anteriores, esto es, se está pensando en una quiebra total del sistema capitalista, a resultas de sus propias contradicciones". A lo cual contesta él mismo: "Con el creciente desarrollo de la sociedad, un hundimiento simultáneo y cercano del actual sistema de producción no es más probable, sino más improbable, porque el desarrollo capitalista aumenta, por un lado, la capacidad de adaptación de la industria y, por otro, o al mismo tiempo, su diferenciación".
Surge aquí la gran cuestión: ¿Por qué y cómo, en este caso, llegamos a nuestro objetivo último? Desde el punto de vista del socialismo científico, la necesidad histórica de la revolución socialista se manifiesta sobre todo en la anarquía creciente del capitalismo, que lo conduce a un callejón sin salida. Pero si se admite la tesis de Bernstein de que el desarrollo capitalista no lo encamina hacia su propio hundimiento, entonces el socialismo deja de ser objetivamente necesario. Por tanto, sólo restan los otros dos pilares de los fundamentos científicos del socialismo: la socialización del proceso de producción y la conciencia de clase del proletariado. A esto se refiere asimismo Bernstein al decir: "La eliminación de la teoría del hundimiento en absoluto priva a la doctrina socialista de su poder de convicción, puesto que, pensado con más detenimiento, ¿qué son en realidad todos los factores de eliminación o modificación de las antiguas crisis que hemos mencionado? No otra cosa que las premisas, e incluso en parte el germen, de la socialización de la producción y la distribución".
Sin embargo, una breve reflexión permite darse cuenta de la falacia de esta conclusión. ¿Cuál es la importancia de los fenómenos -los cárteles, el crédito, el desarrollo de los medios de transporte, la mejora de la situación de la clase obrera, etc.- que Bernstein cita como medios de la adaptación capitalista? Evidentemente, que eliminan o, al menos, atenúan las contradicciones internas de la economía capitalista, frenan el desarrollo o la agudización de dichas contradicciones. De este modo, la eliminación de las crisis sólo puede significar la eliminación de la contradicción entre producción y distribución en el sistema capitalista. Y la mejora de la situación de la clase obrera, o la integración de ciertos sectores de la misma en las capas medias, sólo puede significar la atenuación del antagonismo entre capital y trabajo.
Ahora bien, si los fenómenos antes mencionados eliminan las contradicciones del capitalismo y, en consecuencia, evitan el hundimiento del sistema, si permiten que el capitalismo se sostenga -por eso Bernstein los llama "medios de adaptación"-, ¿cómo pueden los cárteles, el crédito, los sindicatos, etc., ser al mismo tiempo "las premisas e incluso en parte el germen" del socialismo? Evidentemente, tan sólo en el sentido de que ponen más claramente de manifiesto el carácter social de la producción.
Pero, dado que se conservan en su forma capitalista, convierten en superflua la transformación de esa producción socializada en producción socialista. Por eso sólo pueden ser el germen o las premisas del orden socialista en un sentido conceptual, pero no en un sentido histórico. Es decir, son fenómenos que, a la luz de nuestra concepción del socialismo, sabemos que están relacionadas con éste, pero que en realidad no conducen a la revolución socialista, sino que la hacen superflua. Como único fundamento del socialismo nos queda, por tanto, la conciencia de clase del proletariado. Pero, en este caso, ya no es el simple reflejo intelectual de las cada vez más agudas contradicciones del capitalismo y su próximo hundimiento –que será evitado por los medios de adaptación-, sino un mero ideal cuyo poder de convicción reside en la perfección que se le atribuye.
En pocas palabras, lo que aquí tenemos es una justificación del programa socialista a través de la "razón pura", es decir, una explicación idealista del socialismo, que elimina la necesidad objetiva del mismo como resultado del desarrollo material de la sociedad.
La teoría revisionista se enfrenta a un dilema. O bien la transformación socialista es, como se admitía hasta ahora, la consecuencia de las contradicciones internas del capitalismo, que se agudizarán con el desarrollo capitalista, rematando inevitablemente, en un momento dado, en su hundimiento - siendo entonces inútiles los "medios de adaptación" y correcta la teoría del hundimiento-, o bien los "medios de adaptación" evitarán realmente el hundimiento del sistema capitalista y, de ese modo permitirán que éste, al superar sus propias contradicciones, se mantenga, con lo cual el socialismo deja de ser una necesidad histórica y pasa a ser lo que sea, excepto el resultado del desarrollo material de la sociedad.
Este dilema lleva a otro. O el revisionismo tiene razón en lo relativo al desarrollo capitalista, y por tanto la transformación socialista de la sociedad es una utopía, o el socialismo no es una utopía, y entonces la teoría de los "medios de adaptación" es falsa. En resumidas cuentas, ésta es la cuestión.
escrito por NÉSTOR KOHAN
publicado en Debate Socialista en febrero de 2009
Eduard Bernstein (1850-1932) fue uno de los principales teóricos del socialismo reformista a nivel mundial. Se había afiliado en 1872 al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Desde 1881 a 1890 editó junto a August Bebel (1840-1913) el diario Sozialdemokrat [Socialdemócrata].En 1901 fue elegido diputado del Reichstag (cámara baja del Parlamento alemán), donde participó en tres legislaturas (1902-1906, 1912-1918 Y 1920-1928). Por sobre otros políticos de esta vertiente socialista, Bernstein contaba en su haber con una sólida cultura filosófica y una extensa formación teórica. Su propuesta consiste en sintetizar a Carlos Marx [1818-1883] con lmmanuel Kant (1724-1804). De esta forma, propone que el socialismo sea tan sólo un ideal ético a largo plazo (el "programa máximo" en la jerga de la época), evitando todo intento por llevarlo a la práctica mediante levantamientos revolucionarios.
El experimento teórico de Bernstein fue calificado en su tiempo como "revisionista" porque revisa los fundamentos del socialismo marxista. Sus artículos, polémicas aparecieron entre 1897 y 1898 en la Neue Zeit , órgano oficial del SPD. Luego fueron reunidos en dos libros: Problemas del socialismo y Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.
Como también hacen algunas corrientes actuales, hoy de moda, Bernstein planteaba: (1) para cambiar la sociedad no hay que tomar el poder, y (2) quienes quieren transformar la sociedad deben abandonar la dialéctica. Resulta sugerente comprobar cómo, un siglo después, ambas proposiciones han resurgido en los libros del famoso Toni Negri y en otros ensayistas contemporáneos que también son best seller.
En sus escritos, Bernstein rechaza todo "salto brusco de la sociedad capitalista a la socialista", los "milagros" y todo "gran corte" entre capitalismo y socialismo. Tres nombres distintos para designar su rechazo a la idea misma de revolución socialista que él designaba peyorativamente como "utopismo".
La joven Rosa Luxemburgo, cuando todavía no había cumplido los 30 años, sale a contestarle con artículos que se publican en el periódico Leipziger Volkszeitung, luego reunidos en su libro Reforma o revolución [1900, segunda edición de 1908].
El siguiente capítulo forma parte de ese libro y en su edición original lleva por título "El método oportunista":
Según Bernstein, el desarrollo del capitalismo hace cada vez más improbable su hundimiento general, debido a que, por un lado, el sistema capitalista muestra cada vez mayor capacidad de adaptación y, por otro lado, la producción se diversifica cada día más. La capacidad de adaptación del capitalismo se manifiesta, según Bernstein, en: 1) la desaparición de las crisis generales, gracias al desarrollo del sistema crediticio, las alianzas empresariales y el avance de los medios de transporte y comunicación; 2) la resistencia demostrada por las clases medias, a consecuencia de la creciente diferenciación de las ramas de la producción y del ascenso de amplias capas del proletariado a las clases medias; 3) y finalmente, la mejora de la situación económica y política del proletariado, como resultado de la lucha sindical.
La conclusión de todo esto es que la socialdemocracia ya no debe orientar su actividad cotidiana a la conquista del poder político, sino a la mejora de las condiciones de la clase obrera dentro del orden existente. La implantación del socialismo no sería consecuencia de una crisis social y política, sino de la paulatina ampliación de los controles sociales y de la gradual aplicación de los principios cooperativistas.
El propio Bernstein no ve nada nuevo en sus proposiciones; al contrario, cree que coinciden tanto con determinadas observaciones de Marx y Engels como con la orientación general de la socialdemocracia hasta el presente. En nuestra opinión, en cambio, es difícil negar que las concepciones de Bernstein en realidad contradicen abiertamente las tesis del socialismo científico.
Si el revisionismo bernsteiniano se redujera a afirmar que el proceso de desarrollo capitalista es más lento de lo que se pensaba, ello no implicaría más que un aplazamiento de la conquista del poder político por parte del proletariado, en lo que todo el mundo estaba de acuerdo hasta ahora. Su única consecuencia sería un ritmo más lento de la lucha. Pero no es éste el caso. Bernstein no cuestiona la rapidez del desarrollo capitalista, sino el desarrollo mismo y, en consecuencia, la posibilidad misma de la transición al socialismo.
La teoría socialista mantuvo hasta ahora que el punto de partida para la transformación socialista sería una crisis general y catastrófica, perspectiva en la que hay que diferenciar dos aspectos: la idea fundamental y su forma externa.
La idea fundamental es que el capitalismo, víctima de sus propias contradicciones internas, llegará a desequilibrarse, a hacerse imposible. Había buenas razones para pensar que esa coyuntura se daría en la forma de una crisis comercial general y estremecedora, aunque esto es de importancia secundaria a la hora de considerar la idea fundamental.
La justificación científica del socialismo reside principalmente, como es bien sabido, en tres consecuencias del desarrollo capitalista. En primer lugar y ante todo, la anarquía creciente de la economía capitalista, que convierte su decadencia en inevitable. En segundo lugar, la progresiva socialización del proceso de producción, que da lugar al germen del futuro orden social. Y en tercer lugar, la organización y la conciencia de clase crecientes del proletariado, el cual constituye el factor activo de la revolución venidera.
Bernstein, al afirmar que el desarrollo capitalista no se aproxima a una crisis económica general, niega el primero de estos pilares del socialismo científico. No rechaza una forma concreta de' hundimiento, sino el propio hundimiento. Bernstein dice explícitamente: "Podría argumentarse que cuando se habla del hundimiento de la sociedad actual se está pensando en algo más que una crisis económica general y más fuerte que las anteriores, esto es, se está pensando en una quiebra total del sistema capitalista, a resultas de sus propias contradicciones". A lo cual contesta él mismo: "Con el creciente desarrollo de la sociedad, un hundimiento simultáneo y cercano del actual sistema de producción no es más probable, sino más improbable, porque el desarrollo capitalista aumenta, por un lado, la capacidad de adaptación de la industria y, por otro, o al mismo tiempo, su diferenciación".
Surge aquí la gran cuestión: ¿Por qué y cómo, en este caso, llegamos a nuestro objetivo último? Desde el punto de vista del socialismo científico, la necesidad histórica de la revolución socialista se manifiesta sobre todo en la anarquía creciente del capitalismo, que lo conduce a un callejón sin salida. Pero si se admite la tesis de Bernstein de que el desarrollo capitalista no lo encamina hacia su propio hundimiento, entonces el socialismo deja de ser objetivamente necesario. Por tanto, sólo restan los otros dos pilares de los fundamentos científicos del socialismo: la socialización del proceso de producción y la conciencia de clase del proletariado. A esto se refiere asimismo Bernstein al decir: "La eliminación de la teoría del hundimiento en absoluto priva a la doctrina socialista de su poder de convicción, puesto que, pensado con más detenimiento, ¿qué son en realidad todos los factores de eliminación o modificación de las antiguas crisis que hemos mencionado? No otra cosa que las premisas, e incluso en parte el germen, de la socialización de la producción y la distribución".
Sin embargo, una breve reflexión permite darse cuenta de la falacia de esta conclusión. ¿Cuál es la importancia de los fenómenos -los cárteles, el crédito, el desarrollo de los medios de transporte, la mejora de la situación de la clase obrera, etc.- que Bernstein cita como medios de la adaptación capitalista? Evidentemente, que eliminan o, al menos, atenúan las contradicciones internas de la economía capitalista, frenan el desarrollo o la agudización de dichas contradicciones. De este modo, la eliminación de las crisis sólo puede significar la eliminación de la contradicción entre producción y distribución en el sistema capitalista. Y la mejora de la situación de la clase obrera, o la integración de ciertos sectores de la misma en las capas medias, sólo puede significar la atenuación del antagonismo entre capital y trabajo.
Ahora bien, si los fenómenos antes mencionados eliminan las contradicciones del capitalismo y, en consecuencia, evitan el hundimiento del sistema, si permiten que el capitalismo se sostenga -por eso Bernstein los llama "medios de adaptación"-, ¿cómo pueden los cárteles, el crédito, los sindicatos, etc., ser al mismo tiempo "las premisas e incluso en parte el germen" del socialismo? Evidentemente, tan sólo en el sentido de que ponen más claramente de manifiesto el carácter social de la producción.
Pero, dado que se conservan en su forma capitalista, convierten en superflua la transformación de esa producción socializada en producción socialista. Por eso sólo pueden ser el germen o las premisas del orden socialista en un sentido conceptual, pero no en un sentido histórico. Es decir, son fenómenos que, a la luz de nuestra concepción del socialismo, sabemos que están relacionadas con éste, pero que en realidad no conducen a la revolución socialista, sino que la hacen superflua. Como único fundamento del socialismo nos queda, por tanto, la conciencia de clase del proletariado. Pero, en este caso, ya no es el simple reflejo intelectual de las cada vez más agudas contradicciones del capitalismo y su próximo hundimiento –que será evitado por los medios de adaptación-, sino un mero ideal cuyo poder de convicción reside en la perfección que se le atribuye.
En pocas palabras, lo que aquí tenemos es una justificación del programa socialista a través de la "razón pura", es decir, una explicación idealista del socialismo, que elimina la necesidad objetiva del mismo como resultado del desarrollo material de la sociedad.
La teoría revisionista se enfrenta a un dilema. O bien la transformación socialista es, como se admitía hasta ahora, la consecuencia de las contradicciones internas del capitalismo, que se agudizarán con el desarrollo capitalista, rematando inevitablemente, en un momento dado, en su hundimiento - siendo entonces inútiles los "medios de adaptación" y correcta la teoría del hundimiento-, o bien los "medios de adaptación" evitarán realmente el hundimiento del sistema capitalista y, de ese modo permitirán que éste, al superar sus propias contradicciones, se mantenga, con lo cual el socialismo deja de ser una necesidad histórica y pasa a ser lo que sea, excepto el resultado del desarrollo material de la sociedad.
Este dilema lleva a otro. O el revisionismo tiene razón en lo relativo al desarrollo capitalista, y por tanto la transformación socialista de la sociedad es una utopía, o el socialismo no es una utopía, y entonces la teoría de los "medios de adaptación" es falsa. En resumidas cuentas, ésta es la cuestión.
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Rosa Luxemburgo
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Última edición por pedrocasca el Miér Ene 02, 2013 12:04 pm, editado 1 vez