El Comunismo herético
Texto de José Sotomayor Pérez
Tomado de la web del PCPr
El día 25 de setiembre de 1949, la agenda de noticias TASS dio a conocer al mundo que la Unión Soviética «descubrió los secretos del arma atómica desde el año de 1947». Esta noticia conmovió al mundo y trajo a tierra los planes del imperialismo norteamericano para destruir a la URSS, con la seguridad de que ésta tardaría muchos años antes de poseer tan poderosa arma.
Fue en este momento que los teóricos yanquis, haciendo un viraje radical en sus planes belicistas, recordaron que Karl Von Klausewitz en su conocida obra «De la Guerra», había advertido que Rusia es un país que no puede ser conquistado, es decir, ocupado realmente, «Un país como ese puede ser vencido sólo por la debilidad propia y la acción de las discordias internas». Partiendo de tal advertencia consideraron que la tarea fundamental, en la que debía ponerse todos los esfuerzos posibles, era impulsar el desarrollo del «comunismo herético». La guerra psicológica ocupó desde entonces un lugar destacado en los planes del imperialismo en su lucha contra el campo socialista y los partidos comunistas. A sus ideólogos se les encargó inventar una serie de teorías dirigidas a demostrar que el marxismo se había convertido en una doctrina caduca y que la edificación del socialismo en la Unión Soviética se hizo en base a crímenes de millones de hombres y mujeres.
«El comunismo herético» concebido y recomendado por el imperialismo yanqui, para derrumbar el campo socialista y erosionar los partidos comunistas, se inició con el «Discurso Secreto» de Nikita Jruschov leído en el XX Congreso del PCUS en 1956. Con este infame discurso se dio comienzo a una ofensiva general del «comunismo herético» en el mundo entero. Es cierto que tal «comunismo» ya existía en Yugoslavia; pero era necesario extenderlo a todo el campo socialista, como primera etapa de la destrucción del campo socialista y su posterior incorporación al denominado «mundo libre».
Ahora se puede afirmar con toda certeza que el XX Congreso del PCUS, se llevó a cabo dentro del marco del «comunismo herético» que el imperialismo propugnó y financió. No es casual que el «Discurso Secreto» lo conocieran los gobiernos de los países capitalistas de occidente antes que los partidos comunistas. Las consecuencias de ese Congreso y el abyecto «Discurso Secreto», fueron funestas para el movimiento Comunista Internacional. Los comunistas honrados de todo el mundo lo rechazaron; pero las cúpulas dirigentes de sus partidos lo aceptaron sin ninguna objeción.
El Partido Comunista de China, el más grande por su número de militantes y de gran prestigio por su triunfo histórico después de los 30 años de guerra civil revolucionaria, salió al frente de la apostasía soviética, primero en forma muy débil y cauta aprobando en forma general las innovaciones contenidas en los documentos del XX Congreso del PCUS. Un partido que se opuso a las tesis y la línea general de este Congreso fue el Partido del Trabajo de Albania. Enver Hoxa, Sec. General del PTA, demostró desde un principio, ser un leal discípulo de Stalin al que defendió con firmeza y energía durante toda su vida.
El «comunismo herético» que el imperialismo introdujo, primero en el PCUS y a través de éste en todos los Partidos Comunistas del mundo, no fue otro que el revisionismo jruschovista. Con la negación y denigración póstuma de Stalin, se negaba al mismo tiempo la gesta heroica de la edificación del socialismo en la Unión Soviética y su rol en la derrota del nazifascismo. Con sus teorías sobre «la vía pacifica», la «coexistencia pacifica», el «estado de todo el pueblo» y otras, los dirigentes soviéticos, hicieron abandono del marxismo leninismo abrazando, al mismo tiempo, las viejas tesis del «socialismo democrático», de la II Internacional. De este modo penetró y se consolidó el «comunismo herético», diseñado e introducido por la CIA, en la otrora gloriosa Unión Soviética.
EL REVISIONISMO CONTEMPORÁNEO ES «EL COMUNISMO HERÉTICO»
El trabajo de corrosión de los Partidos Comunistas por los reaccionarios y sus amos imperialistas, ha sido largo y permanente. En la etapa posterior a la derrota del Eje nazífascista se puso en práctica, de acuerdo al hoy conocido «Plan Dropshot», en la misma Unión Soviética. Para realizar su siniestra y nefasta labor de traición los jruschovistas se encubrieron con mucha habilidad, utilizando una abyeta adulación a J.V. Stalin, que ellos mismos condenarían después con el nombre de «culto a la personalidad».
En la etapa que precedió a la muerte de J.V Stalin fue intensa la acción subterránea de los revisionistas, partidarios del «comunismo herético». Los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial exigieron que el Partido Comunista Bolchevique pusieran en tensión todas sus fuerzas, tanto en el frente de batalla como en la retaguardia. Los comunistas debían dar ejemplo de entrega y sacrificio, con las armas en la mano o en el trabajo.
Al final de la guerra había muerto lo más graneado de la militancia del partido y a éste ingresaron en masa novatos sin mayor formación política ideológica. Las consecuencias de este cambio de composición orgánica del partido se hicieron sentir con fuerza después de la muerte del sucesor de Lenin.
Los conspiradores temían que sobre sus cabezas cayera el puño implacable de la dictadura del proletariado. Por eso los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética, bajo la dirección de Stalin, pudo restañar rápidamente las heridas dejadas por la agresión nazifascista. En su Plan quinquenal de post guerra superó largamente los índices de producción del año 1940. Contra los pronósticos de los más enconados enemigos de la Unión Soviética y los Partidos Comunistas; el primer país socialista, resurgió más poderoso y con un enorme prestigio en la palestra internacional. En el mundo entero los Partidos comunistas adquirieron fuerza y autoridad.
Esta situación derivada de los resultados de la Segunda Guerra Mundial no fue aceptada por el imperialismo internacional, capitaneado por el imperialismo yanqui. La primera medida que tomó fue el restablecimiento de la economía de la Europa occidental, dando preferencia a la Alemania ocupada por EE.UU., Gran Bretaña y Francia. Para este fin se puso en práctica el Plan Marshall, Truman y Churchill dieron comienzo a una política de enfrentamiento contra la Unión Soviética y el campo socialista. Así nació la «guerra fría», al mismo tiempo que preparaban la guerra termonuclear para borrar del mapa a la URSS.
Hoy se conoce los preparativos febriles del imperialismo para destruir a la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial, con la seguridad de que su monopolio de la bomba atómica le permitiría un triunfo rápido y aplastante. Pronto los halcones yanquis fueron informados que el tal «monopolio» no existía desde 1947.
Stalin se encontraba en la dirección del Partido y el Estado en la URSS. Su política de coexistencia pacifica era firme, sin vacilaciones ni claudicaciones. La aventura yanqui en Corea fue parada en seco, con el aporte valioso de la República Popular China. Al imperialismo no le quedaba otro camino que el de corroer los países socialistas desde su interior y hacer lo mismo con los Partidos comunistas, utilizando para este fin el «comunismo herético», es decir, el revisionismo jruschoviano.
El Partido Comunista Peruano, uno de los más incondicionales seguidores de las directivas del PCUS revisionista, apoyó y aplaudió todas las felonías de Jruschov y sus seguidores, desde el «Discurso Secreto» hasta el esperpento llamado «Perestroika» y su «nuevo pensamiento»; última etapa del «comunismo herético», muy bien manejado por la CIA, instrumento del imperialismo, lo que no hubiera podido lograr la guerra termonuclear, ni pudo hacer la agresión nazifascista, lo hizo el «comunismo herético». El revisionismo destruyó el campo socialista y el movimiento comunista internacional.
Texto de José Sotomayor Pérez
Tomado de la web del PCPr
El día 25 de setiembre de 1949, la agenda de noticias TASS dio a conocer al mundo que la Unión Soviética «descubrió los secretos del arma atómica desde el año de 1947». Esta noticia conmovió al mundo y trajo a tierra los planes del imperialismo norteamericano para destruir a la URSS, con la seguridad de que ésta tardaría muchos años antes de poseer tan poderosa arma.
Fue en este momento que los teóricos yanquis, haciendo un viraje radical en sus planes belicistas, recordaron que Karl Von Klausewitz en su conocida obra «De la Guerra», había advertido que Rusia es un país que no puede ser conquistado, es decir, ocupado realmente, «Un país como ese puede ser vencido sólo por la debilidad propia y la acción de las discordias internas». Partiendo de tal advertencia consideraron que la tarea fundamental, en la que debía ponerse todos los esfuerzos posibles, era impulsar el desarrollo del «comunismo herético». La guerra psicológica ocupó desde entonces un lugar destacado en los planes del imperialismo en su lucha contra el campo socialista y los partidos comunistas. A sus ideólogos se les encargó inventar una serie de teorías dirigidas a demostrar que el marxismo se había convertido en una doctrina caduca y que la edificación del socialismo en la Unión Soviética se hizo en base a crímenes de millones de hombres y mujeres.
«El comunismo herético» concebido y recomendado por el imperialismo yanqui, para derrumbar el campo socialista y erosionar los partidos comunistas, se inició con el «Discurso Secreto» de Nikita Jruschov leído en el XX Congreso del PCUS en 1956. Con este infame discurso se dio comienzo a una ofensiva general del «comunismo herético» en el mundo entero. Es cierto que tal «comunismo» ya existía en Yugoslavia; pero era necesario extenderlo a todo el campo socialista, como primera etapa de la destrucción del campo socialista y su posterior incorporación al denominado «mundo libre».
Ahora se puede afirmar con toda certeza que el XX Congreso del PCUS, se llevó a cabo dentro del marco del «comunismo herético» que el imperialismo propugnó y financió. No es casual que el «Discurso Secreto» lo conocieran los gobiernos de los países capitalistas de occidente antes que los partidos comunistas. Las consecuencias de ese Congreso y el abyecto «Discurso Secreto», fueron funestas para el movimiento Comunista Internacional. Los comunistas honrados de todo el mundo lo rechazaron; pero las cúpulas dirigentes de sus partidos lo aceptaron sin ninguna objeción.
El Partido Comunista de China, el más grande por su número de militantes y de gran prestigio por su triunfo histórico después de los 30 años de guerra civil revolucionaria, salió al frente de la apostasía soviética, primero en forma muy débil y cauta aprobando en forma general las innovaciones contenidas en los documentos del XX Congreso del PCUS. Un partido que se opuso a las tesis y la línea general de este Congreso fue el Partido del Trabajo de Albania. Enver Hoxa, Sec. General del PTA, demostró desde un principio, ser un leal discípulo de Stalin al que defendió con firmeza y energía durante toda su vida.
El «comunismo herético» que el imperialismo introdujo, primero en el PCUS y a través de éste en todos los Partidos Comunistas del mundo, no fue otro que el revisionismo jruschovista. Con la negación y denigración póstuma de Stalin, se negaba al mismo tiempo la gesta heroica de la edificación del socialismo en la Unión Soviética y su rol en la derrota del nazifascismo. Con sus teorías sobre «la vía pacifica», la «coexistencia pacifica», el «estado de todo el pueblo» y otras, los dirigentes soviéticos, hicieron abandono del marxismo leninismo abrazando, al mismo tiempo, las viejas tesis del «socialismo democrático», de la II Internacional. De este modo penetró y se consolidó el «comunismo herético», diseñado e introducido por la CIA, en la otrora gloriosa Unión Soviética.
EL REVISIONISMO CONTEMPORÁNEO ES «EL COMUNISMO HERÉTICO»
El trabajo de corrosión de los Partidos Comunistas por los reaccionarios y sus amos imperialistas, ha sido largo y permanente. En la etapa posterior a la derrota del Eje nazífascista se puso en práctica, de acuerdo al hoy conocido «Plan Dropshot», en la misma Unión Soviética. Para realizar su siniestra y nefasta labor de traición los jruschovistas se encubrieron con mucha habilidad, utilizando una abyeta adulación a J.V. Stalin, que ellos mismos condenarían después con el nombre de «culto a la personalidad».
En la etapa que precedió a la muerte de J.V Stalin fue intensa la acción subterránea de los revisionistas, partidarios del «comunismo herético». Los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial exigieron que el Partido Comunista Bolchevique pusieran en tensión todas sus fuerzas, tanto en el frente de batalla como en la retaguardia. Los comunistas debían dar ejemplo de entrega y sacrificio, con las armas en la mano o en el trabajo.
Al final de la guerra había muerto lo más graneado de la militancia del partido y a éste ingresaron en masa novatos sin mayor formación política ideológica. Las consecuencias de este cambio de composición orgánica del partido se hicieron sentir con fuerza después de la muerte del sucesor de Lenin.
Los conspiradores temían que sobre sus cabezas cayera el puño implacable de la dictadura del proletariado. Por eso los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética, bajo la dirección de Stalin, pudo restañar rápidamente las heridas dejadas por la agresión nazifascista. En su Plan quinquenal de post guerra superó largamente los índices de producción del año 1940. Contra los pronósticos de los más enconados enemigos de la Unión Soviética y los Partidos Comunistas; el primer país socialista, resurgió más poderoso y con un enorme prestigio en la palestra internacional. En el mundo entero los Partidos comunistas adquirieron fuerza y autoridad.
Esta situación derivada de los resultados de la Segunda Guerra Mundial no fue aceptada por el imperialismo internacional, capitaneado por el imperialismo yanqui. La primera medida que tomó fue el restablecimiento de la economía de la Europa occidental, dando preferencia a la Alemania ocupada por EE.UU., Gran Bretaña y Francia. Para este fin se puso en práctica el Plan Marshall, Truman y Churchill dieron comienzo a una política de enfrentamiento contra la Unión Soviética y el campo socialista. Así nació la «guerra fría», al mismo tiempo que preparaban la guerra termonuclear para borrar del mapa a la URSS.
Hoy se conoce los preparativos febriles del imperialismo para destruir a la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial, con la seguridad de que su monopolio de la bomba atómica le permitiría un triunfo rápido y aplastante. Pronto los halcones yanquis fueron informados que el tal «monopolio» no existía desde 1947.
Stalin se encontraba en la dirección del Partido y el Estado en la URSS. Su política de coexistencia pacifica era firme, sin vacilaciones ni claudicaciones. La aventura yanqui en Corea fue parada en seco, con el aporte valioso de la República Popular China. Al imperialismo no le quedaba otro camino que el de corroer los países socialistas desde su interior y hacer lo mismo con los Partidos comunistas, utilizando para este fin el «comunismo herético», es decir, el revisionismo jruschoviano.
El Partido Comunista Peruano, uno de los más incondicionales seguidores de las directivas del PCUS revisionista, apoyó y aplaudió todas las felonías de Jruschov y sus seguidores, desde el «Discurso Secreto» hasta el esperpento llamado «Perestroika» y su «nuevo pensamiento»; última etapa del «comunismo herético», muy bien manejado por la CIA, instrumento del imperialismo, lo que no hubiera podido lograr la guerra termonuclear, ni pudo hacer la agresión nazifascista, lo hizo el «comunismo herético». El revisionismo destruyó el campo socialista y el movimiento comunista internacional.