¿Por qué Marx dijo: yo no soy marxista?
texto de Javier Biardeau R.
se publica en el Foro en dos mensajes
---mensaje nº 1---
Es poco conocido que, en vista de la enorme acumulación de disparates e imposturas que, ya a partir de 1870, empezaban a hacerse y decirse en nombre del “marxismo”, el propio Marx decidió desmarcarse y sentenciar con contundencia: «tout ce que je sais, c'est que je ne suis pas marxiste» (lo único que sé es que yo no soy marxista). Pero la ironía de la historia es que Marx no logró impedir que se siguieran acumulando disparates ni imposturas en su nombre, obviamente luego de su muerte en 1883.
Sin duda, para saber si se aproximan o no a las prácticas socialistas revolucionarias que prefiguraba el pensamiento marxiano, algunas acciones, discursos o políticas del llamado “Socialismo de, en, o para el siglo XXI”, será necesario seguir al pie de la letra, no un trazo filológico o hermenéutico, sino colocar por delante aquella sentencia:
“Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”. (Marx-Engels: La ideología Alemana).
Y en términos de políticas de Estado y su relación con las estructuras de clase, analizar con precisión que:
“La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y especulación, la relación existente entre la estructura social y política, y la producción. La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad”. (Marx-Engels: La ideología Alemana)
Experimentamos tiempos de interpretaciones polémicas, abiertas y libertarias. Tiempos de hermenéuticas críticas, de deconstrucciones, de semióticas vinculantes, de pensamiento crítico socialista, como base de posturas reflexivas en momentos de crisis de la modernidad occidental, del capitalismo neoliberal, del fundamentalismo de mercado, del modelo de democracia tutelada por el imperio, de sus certezas amalgamadas.
La evidencia polémica indica que tampoco es tiempo de dogmatismos estériles, de seguidismos ideológicos, de “calcos y copias”, de simples replicas o imitaciones de un pensamiento que se correspondió tal vez, a un determinado ciclo de luchas por el socialismo (ortodoxia bolchevique), a sus inventarios e inercias históricas, pero que sencillamente ha colapsado junto a la implosión del socialismo real.
Nuevos ciclos de lucha para revoluciones sociales y políticas, si quieren ser radicales, no pueden estar acompañadas de una profunda regresión o estancamiento en el terreno del “pensamiento crítico”, en lo “teórico”, en lo ideológico, en la “epistemología” o en la “gnoseología”. No es con guiones de manuales del “comunismo científico”, que podrán reimpulsarse las rupturas necesarias en cada uno de los eslabones de las cadenas de la dominación social, en todas sus manifestaciones en la existencia social: explotación económica, coerción política, hegemonía ideológica, exclusión social y negación cultural.
Se requiere una renovación del pensamiento crítico socialista, una plataforma teórica revolucionaria, una red de nodos de pensamientos insurgentes y saberes contra-hegemónicos, de teorías contra-sistémicas que al menos conserven algunos de los espíritus de emancipación radical de Marx y Engels.
Pero no basta autodefinirse, entonces, en las actuales circunstancias como “marxista”, como asimiladores de las “verdades universales” del “socialismo científico”, después de comprender lo que significó para Marx decir que “yo no soy marxista”, despúes de lo que puede significar el marxismo crítico en una época posracionalista, posmetafisica y poscientífica.
Tampoco basta una profundización del sentido de esta críptica declaración, pues hay que reconocer en el campo de las izquierdas de diferentes tradiciones y corrientes del marxismo, desde las más autonomistas, heterodoxas, críticas, abiertas y libertarias, hasta las más reaccionarias, burocráticas, dogmáticas y despóticas.
Digámoslo con claridad: solo podemos hablar de la multiplicidad de marxismo(s). Esto entraña una pregunta pertinente: ¿Desde cuál marxismo me habla quien afirme hoy: "Asumo el marxismo"?
Engels le comentó en carta a Bloch (1890):
“Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado...”
Se refería Engels en esta carta al reduccionismo económico y mecanicismo de muchos “nuevos marxistas”(los que hablaban de infraestructuras y superestructuras como si fuesen campos separados), que pretenden encontrar una suerte de dogma infalible en vez de asumir los problemas de un sistema teórico abierto, en permanente construcción de sus matrices conceptuales, sometido al rigor de la consistencia de sus metodologías, y sin dejar de lado la contrastación de sus proposiciones con los fenómenos, procesos y tendencias de la realidad histórica, política, económica y social.
Engels apuntaba no solo a criticar a quienes “cacarean” las “tesis fundamentales”, sino a comprender en profundidad la complejidad de una auténtica revolución teórica inconclusa, un programa de investigación-acción de alcance revolucionario, como “momento teórico” inmanente a la praxis revolucionaria, que desbordaba las convencionales consideraciones de la filosofía o la ciencia académica; es decir, del episteme dominante en el capitalismo moderno europeo en el siglo XIX.
Y como momento de la actividad teórica crítica, se trataba de una postulación abierta, revisable, debatible, en constante restructuración y renovación. No se trataba de dogmas, entonces. Se trataba de una dialéctica revolucionaria sin dogmatismos. De la conjunción de una concepción materialista de la historia, de una crítica a la economía política burguesa y del despliegue del método dialectico, algo muy distinto a la simplificación del “materialismo histórico” y del “materialismo dialéctico” (DIAMAT/HISMAT).
Por tanto, será necesario referirse polémicamente a algunos elementos sustantivos, en tiempos de “aligeramiento de los fundamentos” de aquella concepción, para cuestionar que sea el modelo de socialismo burocrático-despótico, la vía de construcción del socialismo en el siglo XXI.
Por ejemplo, Marx planteaba un imperativo ético-político en su crítica a la filosofía del derecho de Hegel, que prefiguraba su posición crítica frente a la civilización del Capital:
“Subvertir todas las relaciones sociales en las cuales el ser humano es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciable” (Marx: Crítica a la filosofía del derecho de Hegel).
Voluntad subversiva, humanismo revolucionario. De allí parte la crítica radical de Marx a la civilización del Capital:
“Radikal sein ist die Sache an der Wurzel fassen. Die Wurzel für den Menschen ist aber der Mensch selbst.”. “Ser radical es tomar el asunto de raíz. Pero, la raíz para el hombre es el hombre mismo”. (Marx: Crítica a la filosofía del derecho de Hegel)
Una de los peores desvaríos de los “nuevos marxistas” fue el de asimilar acríticamente la versión del “Marx joven” y el “Marx viejo”, del “Marx ideológico” y del “Marx científico”. Una separación de campos, que opacaba la multiplicidad de la obra crítica y abierta de Marx, que devenía en interpretación codificada, no solo en una “lectura sintomal”, que pretendía convertirse en clave de bóveda de la literalidad esencial del pensamiento de Marx.
Hoy sabemos que ya no existe aquella “metafísica de la presencia” en el acto interpretativo, que hay múltiples estratos de significación y contextos de uso en la cadena discursiva, en la riqueza de la obra abierta y crítica de Marx. En fin, que el territorio del pensamiento de Marx es aún una vasta e inexplorada extensión a ser cartografiada desde diferentes marcos interpretativos, pero no acuartelada y amurallada por un dogma, que es en el fondo un revisionismo simplificador y tramposo.
Quién hable desde el dogma se descalifica de entrada. Hay corrientes del marxismo, no una ni dos, sino múltiples lecturas de Marx. Ya no hay aparato político, estatal o académico que asegure tener la única versión del marxismo, que asegure un “orden del discurso” exclusivo para la obra marxiana.
Lo que existe es una polémica dialógica entre corrientes y tradiciones marxistas, una diversidad de horizontes de comprensión del pensamiento marxiano, con inevitables consecuencias en el campo político-estratégico. Por tal razón, habrá que recordar que:
“Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.” (Marx-Engels: Manifiesto del Partido Comunista)
El movimiento proletario es un “movimiento autónomo”, en primer lugar, no es un “movimiento heterónomo”, guiado desde afuera y desde arriba por otras grupos, sectores y clases, por los intelectuales orgánicos del Capital o de la burocracia estatal.
Es además el movimiento de una inmensa mayoría, de un bloque social de explotados y oprimidos, en función de los intereses de la “mayoría inmensa”. Se trata del movimiento autónomo de la multitud.
No hay pues compatibilidad alguna entre el imaginario jacobino-blanquista y el imaginario marxiano. Marx no planteó revoluciones de “minorías conspirativas”, o “revoluciones desde arriba”. Allí hay una disyunción entre Lenin y Marx, y entre toda la ortodoxia soviética y Marx, por más acrobacias que realice la escatología “marxista-leninista ortodoxa”.
Ni la autoridad intelectual de Bujarin, ni el despotismo de Stalin, sirven ya para engañarnos. La revolución marxiana fue desde entonces una revolución democrática y socialista de multitudes. Sin este atributo deja de ser consistente con el pensamiento marxiano. Por tanto, nada de veneraciones supersticiosas al Estado, a su maquinaria burocrática, a sus funcionarios y capas administrativas, con sus propios intereses:
“La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella”. (Marx: Critica al programa de Gotha)
No hay Estadolatría posible en el pensamiento marxiano. El Estado es un órgano que debe estar subordinado en todo momento y circunstancia a los intereses de la nueva sociedad naciente en el proceso de transición al socialismo:
“Esta labor de destrucción del viejo Poder estatal y de su reemplazo por otro nuevo y verdaderamente democrático es descrita con todo detalle en el capítulo tercero de La Guerra Civil.”. (Engels: prologo a la Guerra civil en Francia)
El Estado de transición debe ser nuevo y verdaderamente democrático, devenir semi-estado hasta transformarse en una asociación de hombres y mujeres libres. Continúa Engels:
“Sin embargo, era necesario detenerse a examinar aquí brevemente algunos de los rasgos de este reemplazo por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa en el Estado se ha trasladado del campo filosófico a la conciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos obreros. Según la concepción filosófica, el Estado es la "realización de la idea", o esa, traducido al lenguaje filosófico, el reino de Dios en la tierra, el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la verdad y la justicia eternas. De aquí nace una veneración supersticiosa hacia el Estado y hacia todo lo que con él se relaciona, veneración que va arraigando más fácilmente en la medida en que la gente se acostumbra desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden ser mirados de manera distinta a como han sido mirados hasta aquí, es decir, a través del Estado y de sus bien retribuidos funcionarios. Y la gente cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y jurar por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que el proletariado hereda luego que triunfa en su lucha por la dominación de clase.”
texto de Javier Biardeau R.
se publica en el Foro en dos mensajes
---mensaje nº 1---
Es poco conocido que, en vista de la enorme acumulación de disparates e imposturas que, ya a partir de 1870, empezaban a hacerse y decirse en nombre del “marxismo”, el propio Marx decidió desmarcarse y sentenciar con contundencia: «tout ce que je sais, c'est que je ne suis pas marxiste» (lo único que sé es que yo no soy marxista). Pero la ironía de la historia es que Marx no logró impedir que se siguieran acumulando disparates ni imposturas en su nombre, obviamente luego de su muerte en 1883.
Sin duda, para saber si se aproximan o no a las prácticas socialistas revolucionarias que prefiguraba el pensamiento marxiano, algunas acciones, discursos o políticas del llamado “Socialismo de, en, o para el siglo XXI”, será necesario seguir al pie de la letra, no un trazo filológico o hermenéutico, sino colocar por delante aquella sentencia:
“Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”. (Marx-Engels: La ideología Alemana).
Y en términos de políticas de Estado y su relación con las estructuras de clase, analizar con precisión que:
“La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y especulación, la relación existente entre la estructura social y política, y la producción. La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad”. (Marx-Engels: La ideología Alemana)
Experimentamos tiempos de interpretaciones polémicas, abiertas y libertarias. Tiempos de hermenéuticas críticas, de deconstrucciones, de semióticas vinculantes, de pensamiento crítico socialista, como base de posturas reflexivas en momentos de crisis de la modernidad occidental, del capitalismo neoliberal, del fundamentalismo de mercado, del modelo de democracia tutelada por el imperio, de sus certezas amalgamadas.
La evidencia polémica indica que tampoco es tiempo de dogmatismos estériles, de seguidismos ideológicos, de “calcos y copias”, de simples replicas o imitaciones de un pensamiento que se correspondió tal vez, a un determinado ciclo de luchas por el socialismo (ortodoxia bolchevique), a sus inventarios e inercias históricas, pero que sencillamente ha colapsado junto a la implosión del socialismo real.
Nuevos ciclos de lucha para revoluciones sociales y políticas, si quieren ser radicales, no pueden estar acompañadas de una profunda regresión o estancamiento en el terreno del “pensamiento crítico”, en lo “teórico”, en lo ideológico, en la “epistemología” o en la “gnoseología”. No es con guiones de manuales del “comunismo científico”, que podrán reimpulsarse las rupturas necesarias en cada uno de los eslabones de las cadenas de la dominación social, en todas sus manifestaciones en la existencia social: explotación económica, coerción política, hegemonía ideológica, exclusión social y negación cultural.
Se requiere una renovación del pensamiento crítico socialista, una plataforma teórica revolucionaria, una red de nodos de pensamientos insurgentes y saberes contra-hegemónicos, de teorías contra-sistémicas que al menos conserven algunos de los espíritus de emancipación radical de Marx y Engels.
Pero no basta autodefinirse, entonces, en las actuales circunstancias como “marxista”, como asimiladores de las “verdades universales” del “socialismo científico”, después de comprender lo que significó para Marx decir que “yo no soy marxista”, despúes de lo que puede significar el marxismo crítico en una época posracionalista, posmetafisica y poscientífica.
Tampoco basta una profundización del sentido de esta críptica declaración, pues hay que reconocer en el campo de las izquierdas de diferentes tradiciones y corrientes del marxismo, desde las más autonomistas, heterodoxas, críticas, abiertas y libertarias, hasta las más reaccionarias, burocráticas, dogmáticas y despóticas.
Digámoslo con claridad: solo podemos hablar de la multiplicidad de marxismo(s). Esto entraña una pregunta pertinente: ¿Desde cuál marxismo me habla quien afirme hoy: "Asumo el marxismo"?
Engels le comentó en carta a Bloch (1890):
“Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado...”
Se refería Engels en esta carta al reduccionismo económico y mecanicismo de muchos “nuevos marxistas”(los que hablaban de infraestructuras y superestructuras como si fuesen campos separados), que pretenden encontrar una suerte de dogma infalible en vez de asumir los problemas de un sistema teórico abierto, en permanente construcción de sus matrices conceptuales, sometido al rigor de la consistencia de sus metodologías, y sin dejar de lado la contrastación de sus proposiciones con los fenómenos, procesos y tendencias de la realidad histórica, política, económica y social.
Engels apuntaba no solo a criticar a quienes “cacarean” las “tesis fundamentales”, sino a comprender en profundidad la complejidad de una auténtica revolución teórica inconclusa, un programa de investigación-acción de alcance revolucionario, como “momento teórico” inmanente a la praxis revolucionaria, que desbordaba las convencionales consideraciones de la filosofía o la ciencia académica; es decir, del episteme dominante en el capitalismo moderno europeo en el siglo XIX.
Y como momento de la actividad teórica crítica, se trataba de una postulación abierta, revisable, debatible, en constante restructuración y renovación. No se trataba de dogmas, entonces. Se trataba de una dialéctica revolucionaria sin dogmatismos. De la conjunción de una concepción materialista de la historia, de una crítica a la economía política burguesa y del despliegue del método dialectico, algo muy distinto a la simplificación del “materialismo histórico” y del “materialismo dialéctico” (DIAMAT/HISMAT).
Por tanto, será necesario referirse polémicamente a algunos elementos sustantivos, en tiempos de “aligeramiento de los fundamentos” de aquella concepción, para cuestionar que sea el modelo de socialismo burocrático-despótico, la vía de construcción del socialismo en el siglo XXI.
Por ejemplo, Marx planteaba un imperativo ético-político en su crítica a la filosofía del derecho de Hegel, que prefiguraba su posición crítica frente a la civilización del Capital:
“Subvertir todas las relaciones sociales en las cuales el ser humano es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciable” (Marx: Crítica a la filosofía del derecho de Hegel).
Voluntad subversiva, humanismo revolucionario. De allí parte la crítica radical de Marx a la civilización del Capital:
“Radikal sein ist die Sache an der Wurzel fassen. Die Wurzel für den Menschen ist aber der Mensch selbst.”. “Ser radical es tomar el asunto de raíz. Pero, la raíz para el hombre es el hombre mismo”. (Marx: Crítica a la filosofía del derecho de Hegel)
Una de los peores desvaríos de los “nuevos marxistas” fue el de asimilar acríticamente la versión del “Marx joven” y el “Marx viejo”, del “Marx ideológico” y del “Marx científico”. Una separación de campos, que opacaba la multiplicidad de la obra crítica y abierta de Marx, que devenía en interpretación codificada, no solo en una “lectura sintomal”, que pretendía convertirse en clave de bóveda de la literalidad esencial del pensamiento de Marx.
Hoy sabemos que ya no existe aquella “metafísica de la presencia” en el acto interpretativo, que hay múltiples estratos de significación y contextos de uso en la cadena discursiva, en la riqueza de la obra abierta y crítica de Marx. En fin, que el territorio del pensamiento de Marx es aún una vasta e inexplorada extensión a ser cartografiada desde diferentes marcos interpretativos, pero no acuartelada y amurallada por un dogma, que es en el fondo un revisionismo simplificador y tramposo.
Quién hable desde el dogma se descalifica de entrada. Hay corrientes del marxismo, no una ni dos, sino múltiples lecturas de Marx. Ya no hay aparato político, estatal o académico que asegure tener la única versión del marxismo, que asegure un “orden del discurso” exclusivo para la obra marxiana.
Lo que existe es una polémica dialógica entre corrientes y tradiciones marxistas, una diversidad de horizontes de comprensión del pensamiento marxiano, con inevitables consecuencias en el campo político-estratégico. Por tal razón, habrá que recordar que:
“Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.” (Marx-Engels: Manifiesto del Partido Comunista)
El movimiento proletario es un “movimiento autónomo”, en primer lugar, no es un “movimiento heterónomo”, guiado desde afuera y desde arriba por otras grupos, sectores y clases, por los intelectuales orgánicos del Capital o de la burocracia estatal.
Es además el movimiento de una inmensa mayoría, de un bloque social de explotados y oprimidos, en función de los intereses de la “mayoría inmensa”. Se trata del movimiento autónomo de la multitud.
No hay pues compatibilidad alguna entre el imaginario jacobino-blanquista y el imaginario marxiano. Marx no planteó revoluciones de “minorías conspirativas”, o “revoluciones desde arriba”. Allí hay una disyunción entre Lenin y Marx, y entre toda la ortodoxia soviética y Marx, por más acrobacias que realice la escatología “marxista-leninista ortodoxa”.
Ni la autoridad intelectual de Bujarin, ni el despotismo de Stalin, sirven ya para engañarnos. La revolución marxiana fue desde entonces una revolución democrática y socialista de multitudes. Sin este atributo deja de ser consistente con el pensamiento marxiano. Por tanto, nada de veneraciones supersticiosas al Estado, a su maquinaria burocrática, a sus funcionarios y capas administrativas, con sus propios intereses:
“La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella”. (Marx: Critica al programa de Gotha)
No hay Estadolatría posible en el pensamiento marxiano. El Estado es un órgano que debe estar subordinado en todo momento y circunstancia a los intereses de la nueva sociedad naciente en el proceso de transición al socialismo:
“Esta labor de destrucción del viejo Poder estatal y de su reemplazo por otro nuevo y verdaderamente democrático es descrita con todo detalle en el capítulo tercero de La Guerra Civil.”. (Engels: prologo a la Guerra civil en Francia)
El Estado de transición debe ser nuevo y verdaderamente democrático, devenir semi-estado hasta transformarse en una asociación de hombres y mujeres libres. Continúa Engels:
“Sin embargo, era necesario detenerse a examinar aquí brevemente algunos de los rasgos de este reemplazo por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa en el Estado se ha trasladado del campo filosófico a la conciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos obreros. Según la concepción filosófica, el Estado es la "realización de la idea", o esa, traducido al lenguaje filosófico, el reino de Dios en la tierra, el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la verdad y la justicia eternas. De aquí nace una veneración supersticiosa hacia el Estado y hacia todo lo que con él se relaciona, veneración que va arraigando más fácilmente en la medida en que la gente se acostumbra desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden ser mirados de manera distinta a como han sido mirados hasta aquí, es decir, a través del Estado y de sus bien retribuidos funcionarios. Y la gente cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y jurar por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que el proletariado hereda luego que triunfa en su lucha por la dominación de clase.”
---fin del mensaje nº 1---