Marxismo contra «populismo»: la necesidad de una terminología científica y de clase
David Rey - diciembre 2020
—3 mensajes—
El “populismo” se ha situado en el centro del debate político mundial. En cada continente y país no faltan dedos acusadores y voces atronadoras, a derecha e izquierda, señalando a tal partido, dirigente o programa, como “populistas” ¿Qué tiene de particular el llamado “populismo” que genera tantas pasiones? Sobre este tema hay diferentes opiniones en la izquierda. Algunas de las posiciones y corrientes caracterizadas como “populistas” son fácilmente asemejables a movimientos y grupos existentes en el pasado, otras tienen características novedosas que generan controversia y a las que es preciso someter a un análisis detallado.
Historia del término “populismo”
El término “populismo” es un vocablo relativamente reciente en el lenguaje político general. No obstante, sus orígenes pueden rastrearse hasta más de un siglo atrás en Europa y EEUU. En aquel momento se usaba exclusivamente para denominar a partidos y movimientos específicos, de carácter progresista, que usaban tal denominación para sí mismos. “Populista” o “populismo” eran sinónimos de “defender la causa del pueblo”. El movimiento más relevante de este tipo tuvo lugar en Rusia, con el nombre de “Ir al pueblo”. Sus partidarios eran conocidos como los “narodniki” (literalmente “populistas”. De “narod”, pueblo en ruso). Se desarrollaron en el último tercio del siglo XIX, defendían una especie de socialismo agrario, consideraban inviable el desarrollo capitalista en Rusia e identificaban al campesinado pobre como el sujeto central de la futura revolución rusa. Los marxistas rusos polemizaron fuertemente contra esta corriente, cuyo socialismo tenía un carácter utópico, sentimental y pequeñoburgués, y cuyos métodos propagandísticos derivaban regularmente en el terrorismo individual.
En EEUU también surgió un partido con esta denominación a fines del siglo XIX, el Partido del Pueblo (People’s Party), que también era conocido como Partido Populista (Populist Party). Agrupaba fundamentalmente a pequeños granjeros del sur y del oeste de EEUU e incorporaba algunas reivindicaciones de los trabajadores de las ciudades, como la jornada de 8 horas, la nacionalización de los ferrocarriles, entre otras. Desapareció en la primera década del siglo XX.
Sin embargo, la moderna acepción de “populismo” y “populista” nada tiene que ver con aquélla originaria. Hoy se usa con un carácter peyorativo, casi sin excepción. No se utiliza el término “populismo” para definir un movimiento o programa, sino para atacarlo, ridiculizarlo o denigrarlo. Suele definirse hoy el “populismo” como un movimiento o conjunto de ideas y programa de carácter demagógico que pretende hablar en nombre del “pueblo”, para defender supuestamente sus intereses frente a las “élites” del poder económico y estatal, el llamado establishment.
Carente de un contenido de clase concreto y mucho menos científico, cada cual condimenta el término “populista” con su propio aderezo. Así, los analistas burgueses califican como “populista” todo programa o partido que pretende adular a las masas para engañarlas con promesas imposibles de cumplir, con el fin de subvertir el sistema “democrático liberal” e imponer un gobierno autoritario o dictatorial, encabezado por el caudillo “populista”.
En realidad, como puede verse, esta crítica burguesa al “populismo” no difiere en nada de la crítica que la burguesía viene haciendo al marxismo y al comunismo desde hace un siglo. Así que, por aquí, poco podemos avanzar en la clarificación de este término.
El “populismo” latinoamericano
El moderno uso del término “populismo” comenzó a principios de los años 70 del pasado siglo para denominar a varios regímenes y dirigentes políticos latinoamericanos de las décadas del 40-50: como Juan D. Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Paz Estensoro en Bolivia, o Jacobo Arbenz en Guatemala, que habían entrado en colisión con el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales en determinado momento. Un precedente de todos ellos fue el gobierno de Lázaro Cárdenas en México, a fines de los años 30.
Estos gobiernos se caracterizaron por un presidencialismo “fuerte” de carácter nacionalista, y por tanto interclasista, con una base importante de apoyo popular. En el caso de Perón, Vargas y Paz Estensoro, se trataba de regímenes que tenían elementos bonapartistas, esto es: maniobraban y oscilaban entre las clases a derecha e izquierda, e introdujeron algunas limitaciones a los derechos democráticos, más o menos acusadas según el país y la coyuntura. En paralelo, se erguía la figura del “caudillo” que pretendía representar a la nación, aunque en realidad actuaba de mediador entre sus bases populares de apoyo (el campesinado pobre y la clase obrera, específicamente ésta, en el caso de Perón) y la gran burguesía industrial y terrateniente, obligando a ésta a hacer concesiones a las masas, a cambio de que el “caudillo” impusiera límites al alcance de las reivindicaciones populares y apaciguara las contradicciones sociales. Perón fue derrocado por un golpe militar en 1955, y Vargas se suicidó en 1954 en vísperas de un movimiento que pretendía deponerlo. Arbenz, el único de ellos de simpatías abiertamente izquierdistas, fue derribado en 1954 por los marines norteamericanos que invadieron el país tras intentar un ensayo de reforma agraria.
A partir de aquí, el término “populismo” fue aplicado despectivamente a los movimientos populares nacionalistas latinoamericanos que recogían la tradición de sus viejos caudillos, por parte de las fuerzas derechistas y proimperialistas; si bien este uso despectivo también penetró en la izquierda, que disputaba a estos movimientos nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses, su influencia en las masas trabajadoras. Fue al comienzo de la primera década del siglo XXI cuando la aplicación de este término se extendió a todo movimiento –progresista o reaccionario– que supuestamente amenazara la estabilidad del régimen capitalista y contrariara los intereses de la clase dominante y del aparato del Estado dominado por ella.
Este uso del término “populismo” recibió un nuevo y poderoso impulso tras la proliferación de todo tipo de movimientos “anti-establishment” surgidos al calor de la crisis capitalista global iniciada en 2008. La clase dominante y sus medios de comunicación hicieron pasar este término al primer plano, y lo impusieron por la fuerza de la costumbre en el lenguaje político cotidiano de la derecha y de la izquierda.
Los medios burgueses han incluido en la categoría de “populistas” –“de izquierda” y “de derecha”– a una gran variedad de movimientos y dirigentes políticos: Podemos, Donald Trump, Marine Le Pen, Syriza, Bernie Sanders, el movimiento Cinco Estrellas en Italia, la Liga de Salvini, el chavismo, Bolsonaro en Brasil, el kirchnerismo, etc. ¿Qué cosa tan formidable puede ser esto del “populismo” capaz de impregnar movimientos tan dispares en sus orígenes históricos y geográficos, en sus programas y en sus bases sociales de apoyo? ¿Qué los hace “populistas”?
La izquierda y el “populismo”
Antes de continuar, debemos dejar claro una cosa. No es nuestro interés polemizar aquí con la clase dominante, sus medios de comunicación, la derecha y la socialdemocracia sobre cómo utilizan ellos los términos “populista” o “populismo”. Para esta gente, invariablemente, son “populistas” todos aquellos que amenazan el orden establecido, inflaman a las masas con promesas reales o demagógicas, y escapan a su control directo. Sean reaccionarios, progresistas o revolucionarios, consideran a estos “populistas” un peligro para el sistema, de ahí que pronuncien este término con un odio y un desprecio tan particular, como sinónimo del “diablo” y portadores de las “diez plagas de Egipto”.
Lo que nos interesa poner en debate es el uso que la izquierda hace de este término y la idoneidad de hacerlo.
Cabría pensar que, enfrentados a la aparición de movimientos políticos nuevos que expresan nuevos intereses y necesidades sociales de tal o cual clase, haya habido la necesidad de recurrir al término “populismo” como encarnación de dichos intereses o como expresión de nuevas fuerzas sociales. Así aconteció, por ejemplo, con términos como “fascismo” o “estalinismo” en los años 20 y 30 del siglo pasado.
Sin embargo, es este aspecto el que está ausente en la izquierda cuando se emplea el término “populista” para caracterizar a los partidos, movimientos o dirigentes que son definidos como tales. Justamente, debería quedar claro qué nuevos intereses o necesidades, de clase o de grupo social, expresa el llamado “populismo” para justificar la utilización de este término. Pero es justamente esto lo que está ausente.
Se dice generalmente que los “populistas” buscan promocionarse como salvadores del “pueblo”, sin hacer distinciones de clase dentro del mismo, haciendo demagogia con promesas imposibles de cumplir, culpando de todos los problemas a los malos políticos, o a determinados individuos o grupos sociales, desviando así la atención de las verdaderas causas de los problemas sociales. Pero no podemos definir un movimiento por los objetivos políticos que dice proclamar, o por la forma y el lenguaje bajo los que ejerce su agitación. Si fuera así, deberíamos concluir con que el 80% de los movimientos políticos habidos en los últimos 150 años fueron “populistas” –sin ellos mismos saberlo– pues las características “populistas” mencionadas al principio de este párrafo, consistentes en denuncias estridentes y promesas demagógicas, han sido el santo y seña de todos los partidos y movimientos burgueses y pequeñoburgueses, en los países más diversos. Por el contrario, debemos definir todo movimiento político de manera científica, desde un punto de vista marxista: partiendo de su composición de clase, de la composición de clase de su dirección, del carácter de clase del programa que defiende, y de la clase o clases sociales donde alcanza su mayor receptividad.
David Rey - diciembre 2020
—3 mensajes—
El “populismo” se ha situado en el centro del debate político mundial. En cada continente y país no faltan dedos acusadores y voces atronadoras, a derecha e izquierda, señalando a tal partido, dirigente o programa, como “populistas” ¿Qué tiene de particular el llamado “populismo” que genera tantas pasiones? Sobre este tema hay diferentes opiniones en la izquierda. Algunas de las posiciones y corrientes caracterizadas como “populistas” son fácilmente asemejables a movimientos y grupos existentes en el pasado, otras tienen características novedosas que generan controversia y a las que es preciso someter a un análisis detallado.
Historia del término “populismo”
El término “populismo” es un vocablo relativamente reciente en el lenguaje político general. No obstante, sus orígenes pueden rastrearse hasta más de un siglo atrás en Europa y EEUU. En aquel momento se usaba exclusivamente para denominar a partidos y movimientos específicos, de carácter progresista, que usaban tal denominación para sí mismos. “Populista” o “populismo” eran sinónimos de “defender la causa del pueblo”. El movimiento más relevante de este tipo tuvo lugar en Rusia, con el nombre de “Ir al pueblo”. Sus partidarios eran conocidos como los “narodniki” (literalmente “populistas”. De “narod”, pueblo en ruso). Se desarrollaron en el último tercio del siglo XIX, defendían una especie de socialismo agrario, consideraban inviable el desarrollo capitalista en Rusia e identificaban al campesinado pobre como el sujeto central de la futura revolución rusa. Los marxistas rusos polemizaron fuertemente contra esta corriente, cuyo socialismo tenía un carácter utópico, sentimental y pequeñoburgués, y cuyos métodos propagandísticos derivaban regularmente en el terrorismo individual.
En EEUU también surgió un partido con esta denominación a fines del siglo XIX, el Partido del Pueblo (People’s Party), que también era conocido como Partido Populista (Populist Party). Agrupaba fundamentalmente a pequeños granjeros del sur y del oeste de EEUU e incorporaba algunas reivindicaciones de los trabajadores de las ciudades, como la jornada de 8 horas, la nacionalización de los ferrocarriles, entre otras. Desapareció en la primera década del siglo XX.
Sin embargo, la moderna acepción de “populismo” y “populista” nada tiene que ver con aquélla originaria. Hoy se usa con un carácter peyorativo, casi sin excepción. No se utiliza el término “populismo” para definir un movimiento o programa, sino para atacarlo, ridiculizarlo o denigrarlo. Suele definirse hoy el “populismo” como un movimiento o conjunto de ideas y programa de carácter demagógico que pretende hablar en nombre del “pueblo”, para defender supuestamente sus intereses frente a las “élites” del poder económico y estatal, el llamado establishment.
Carente de un contenido de clase concreto y mucho menos científico, cada cual condimenta el término “populista” con su propio aderezo. Así, los analistas burgueses califican como “populista” todo programa o partido que pretende adular a las masas para engañarlas con promesas imposibles de cumplir, con el fin de subvertir el sistema “democrático liberal” e imponer un gobierno autoritario o dictatorial, encabezado por el caudillo “populista”.
En realidad, como puede verse, esta crítica burguesa al “populismo” no difiere en nada de la crítica que la burguesía viene haciendo al marxismo y al comunismo desde hace un siglo. Así que, por aquí, poco podemos avanzar en la clarificación de este término.
El “populismo” latinoamericano
El moderno uso del término “populismo” comenzó a principios de los años 70 del pasado siglo para denominar a varios regímenes y dirigentes políticos latinoamericanos de las décadas del 40-50: como Juan D. Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Paz Estensoro en Bolivia, o Jacobo Arbenz en Guatemala, que habían entrado en colisión con el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales en determinado momento. Un precedente de todos ellos fue el gobierno de Lázaro Cárdenas en México, a fines de los años 30.
Estos gobiernos se caracterizaron por un presidencialismo “fuerte” de carácter nacionalista, y por tanto interclasista, con una base importante de apoyo popular. En el caso de Perón, Vargas y Paz Estensoro, se trataba de regímenes que tenían elementos bonapartistas, esto es: maniobraban y oscilaban entre las clases a derecha e izquierda, e introdujeron algunas limitaciones a los derechos democráticos, más o menos acusadas según el país y la coyuntura. En paralelo, se erguía la figura del “caudillo” que pretendía representar a la nación, aunque en realidad actuaba de mediador entre sus bases populares de apoyo (el campesinado pobre y la clase obrera, específicamente ésta, en el caso de Perón) y la gran burguesía industrial y terrateniente, obligando a ésta a hacer concesiones a las masas, a cambio de que el “caudillo” impusiera límites al alcance de las reivindicaciones populares y apaciguara las contradicciones sociales. Perón fue derrocado por un golpe militar en 1955, y Vargas se suicidó en 1954 en vísperas de un movimiento que pretendía deponerlo. Arbenz, el único de ellos de simpatías abiertamente izquierdistas, fue derribado en 1954 por los marines norteamericanos que invadieron el país tras intentar un ensayo de reforma agraria.
A partir de aquí, el término “populismo” fue aplicado despectivamente a los movimientos populares nacionalistas latinoamericanos que recogían la tradición de sus viejos caudillos, por parte de las fuerzas derechistas y proimperialistas; si bien este uso despectivo también penetró en la izquierda, que disputaba a estos movimientos nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses, su influencia en las masas trabajadoras. Fue al comienzo de la primera década del siglo XXI cuando la aplicación de este término se extendió a todo movimiento –progresista o reaccionario– que supuestamente amenazara la estabilidad del régimen capitalista y contrariara los intereses de la clase dominante y del aparato del Estado dominado por ella.
Este uso del término “populismo” recibió un nuevo y poderoso impulso tras la proliferación de todo tipo de movimientos “anti-establishment” surgidos al calor de la crisis capitalista global iniciada en 2008. La clase dominante y sus medios de comunicación hicieron pasar este término al primer plano, y lo impusieron por la fuerza de la costumbre en el lenguaje político cotidiano de la derecha y de la izquierda.
Los medios burgueses han incluido en la categoría de “populistas” –“de izquierda” y “de derecha”– a una gran variedad de movimientos y dirigentes políticos: Podemos, Donald Trump, Marine Le Pen, Syriza, Bernie Sanders, el movimiento Cinco Estrellas en Italia, la Liga de Salvini, el chavismo, Bolsonaro en Brasil, el kirchnerismo, etc. ¿Qué cosa tan formidable puede ser esto del “populismo” capaz de impregnar movimientos tan dispares en sus orígenes históricos y geográficos, en sus programas y en sus bases sociales de apoyo? ¿Qué los hace “populistas”?
La izquierda y el “populismo”
Antes de continuar, debemos dejar claro una cosa. No es nuestro interés polemizar aquí con la clase dominante, sus medios de comunicación, la derecha y la socialdemocracia sobre cómo utilizan ellos los términos “populista” o “populismo”. Para esta gente, invariablemente, son “populistas” todos aquellos que amenazan el orden establecido, inflaman a las masas con promesas reales o demagógicas, y escapan a su control directo. Sean reaccionarios, progresistas o revolucionarios, consideran a estos “populistas” un peligro para el sistema, de ahí que pronuncien este término con un odio y un desprecio tan particular, como sinónimo del “diablo” y portadores de las “diez plagas de Egipto”.
Lo que nos interesa poner en debate es el uso que la izquierda hace de este término y la idoneidad de hacerlo.
Cabría pensar que, enfrentados a la aparición de movimientos políticos nuevos que expresan nuevos intereses y necesidades sociales de tal o cual clase, haya habido la necesidad de recurrir al término “populismo” como encarnación de dichos intereses o como expresión de nuevas fuerzas sociales. Así aconteció, por ejemplo, con términos como “fascismo” o “estalinismo” en los años 20 y 30 del siglo pasado.
Sin embargo, es este aspecto el que está ausente en la izquierda cuando se emplea el término “populista” para caracterizar a los partidos, movimientos o dirigentes que son definidos como tales. Justamente, debería quedar claro qué nuevos intereses o necesidades, de clase o de grupo social, expresa el llamado “populismo” para justificar la utilización de este término. Pero es justamente esto lo que está ausente.
Se dice generalmente que los “populistas” buscan promocionarse como salvadores del “pueblo”, sin hacer distinciones de clase dentro del mismo, haciendo demagogia con promesas imposibles de cumplir, culpando de todos los problemas a los malos políticos, o a determinados individuos o grupos sociales, desviando así la atención de las verdaderas causas de los problemas sociales. Pero no podemos definir un movimiento por los objetivos políticos que dice proclamar, o por la forma y el lenguaje bajo los que ejerce su agitación. Si fuera así, deberíamos concluir con que el 80% de los movimientos políticos habidos en los últimos 150 años fueron “populistas” –sin ellos mismos saberlo– pues las características “populistas” mencionadas al principio de este párrafo, consistentes en denuncias estridentes y promesas demagógicas, han sido el santo y seña de todos los partidos y movimientos burgueses y pequeñoburgueses, en los países más diversos. Por el contrario, debemos definir todo movimiento político de manera científica, desde un punto de vista marxista: partiendo de su composición de clase, de la composición de clase de su dirección, del carácter de clase del programa que defiende, y de la clase o clases sociales donde alcanza su mayor receptividad.
Última edición por lolagallego el Jue Dic 17, 2020 6:18 pm, editado 1 vez