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    El estudio marxiano de América Latina: análisis de un desencuentro.

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    Mensaje por pablo13 Vie Sep 14, 2018 4:45 am

    El estudio marxiano de América Latina: análisis de un desencuentro.


    Por Claudio Berrios Cavieres, CEPIB-UV (Centro de Estudios de Pensamiento Iberoamericano-Universidad de Valparaíso)

    Resumen:

    El siguiente trabajo intentará dar luces acerca de la visión que los filósofos Marx y Engels, padres del socialismo moderno, establecieron acerca del continente americano, enfocando la importancia de esta región dentro del proceso histórico mundial durante el siglo XIX. Es imprescindible por esto, acercarse a las problemáticas que se pueden presentar entre el pensamiento marxiano y América como realidad filosófica e histórica. En este sentido, relacionar América y marxismo resulta para muchos incongruente, debido a que se piensa que estos dos pensadores jamás vieron al nuevo continente como objeto de estudio, producto de un europeísmo cargado, pues durante el siglo XIX, le correspondía a Europa la dirección hegemónica del orbe y la imagen del derrotero cultural.

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    “Aceptando el paradigma marxiano de que los hombres hacen su historia bajo circunstancias determinadas, muchos marxistas acabaron por no comprender que estas circunstancias son, a su vez, vistas por los hombres de una manera ‘particular’, y que lo que realmente importa en la teoría y en la práctica social, es indagar esa particularidad.”

    José Aricó


    América resulta una palabra incomoda al relacionarla con el pensamiento de Marx y Engels, y en cierta medida lo puede ser si se necesita su horizonte teórico para analizarlo, o simplemente –como lo observó el pensamiento soviético- se apela a una ortodoxia del mismo. Lo que se tiene presente, es que Marx y América produce un desencuentro. La pregunta del “por qué” nos adentra en un gran vacío que solo puede ser llenado a partir de diversas problemáticas que llevaron a cabo Marx y Engels a definir la realidad vivida. Es por esto que lo primero será señalar los ejes en los cuales pondremos la atención en esta problemática o desencuentro: a) La inexistencia de América en los textos de nuestros dos autores; b) el problema nacional, como un punto importante dentro del pensamiento de Marx y Engels, para entender su visión acerca del rol de regiones no europeas dentro del contexto histórico mundial y su relación con la problemática de “europeísmo” sentenciado a estos dos autores; y c) el mecanicismo que la filosofía marxiana podría presentar como constructor de una teoría basada en etapas históricas de carácter progresista[1]. En estos tres ejes intentaremos dar un acercamiento a la problemática marxismo-América.

    A partir de esto, nos resulta necesario, para poder llegar a una relación entre estos dos conceptos, el análisis del desarrollo que tuvo el pensamiento de Marx y Engels en otras regiones y en otros aspectos, ya que es la situación de sociedades no europeas donde el desarrollo del capitalismo tendría otras vías que nos pueden dar el apoyo para entender a grosso modo la visión que estos dos autores tuvieron de la realidad americana.

    Problemáticas del desencuentro.

    La primera crítica u observación que se tiene de esta relación señalada, está enmarcada en la supuesta inexistencia de textos sobre América en los escritos de Marx y Engels. Con respecto a esto, cabe preguntarse cómo los pensadores europeos del siglo XIX posicionaban a nuestro continente. En efecto, América pasa a ser un territorio indómito a nivel, tanto geográfico como filosófico e histórico. “Para la conciencia europea del siglo XIX esta región del mundo era casi una terra incognita”[2], en donde solo algunos grandes sucesos -Independencia de los Estados Unidos, la Guerra franco- española, entre otros- despertaban el interés del viejo mundo por recordar que el nuevo continente existía. Marx y Engels no fueron la excepción de esta norma. Si bien sus conocimientos del mundo eran casi enciclopédicos, estos autores pensaban desde Europa, y desde ahí construyeron su amalgama teórica. Tal como señaló José Aricó en su texto Marx y América Latina[3]:

    “Si es cierto que para la conciencia europea del siglo XIX América era una forma de designar a Estados Unidos, o cuanto más una terra incognita a la que sólo algunos acontecimientos contribuían de vez en cuanto a revelar, ¿Por qué reclamar a Marx lo que la época no podía dar? Aunque Marx, y también Engels, fueron pensadores verdaderamente excepcionales y con intereses casi enciclopédicos, no abría razón alguna para exigirles que escaparan a su tiempo histórico.”[4]

    Pero al igual que pensaron y desarrollaron su horizonte teórico desde Europa, lograron también construir una crítica de éste, y a duras penas, desarrollar un análisis filosófico del capitalismo desde una perspectiva global.

    El acercamiento en específico que tienen Marx y Engels con América no es tan ínfimo como se piensa. Si bien los textos que tienen sobre este continente “representan una parte muy pequeña de su obra total”[5], si existen escritos que pueden ir dando un horizonte filosófico, los cuales contribuyen indudablemente a la construcción del pensamiento marxiano. En este sentido, textos como Materiales para la historia de América Latina, que recopila todo material que Marx y Engels desarrollaron acerca de América, nos demuestra un pequeño pero importante aporte a lo ya señalado.

    Frente a esto, los escritos que Marx realiza sobre América están en gran medida ligados a su trabajo como redactor del diario The New York Daily Tribune entre 1852 a 1861, en donde trata temas como las cortes de 1810-1812 y la independencia Hispanoamericana, la intervención de Estados Unidos contra el México Juarista, entre otros. Estos escritos, juntos a una serie de cartas entre nuestro autor con otros intelectuales de la época, que no son directamente parte del los textos “teóricos” de Marx, constituyen una contribución al análisis que se tendrá del pensamiento filosófico del autor. Por otro lado, en el caso de Engels, se puede apreciar también algunos trabajos sobre América encasillados en textos periodísticos y algunos textos, como veremos posteriormente.

    El problema nacional en el pensamiento de Marx.

    Es importante analizar el recorrido del pensamiento de Marx y Engels con respecto al tema nacional, y en esto toca sensiblemente la situación de las colonias europeas en el resto del mundo durante el siglo XIX. Con esto queremos aclarar que el pensamiento marxiano no tuvo una articulación única y sistemática, y que Marx a medida que pasan los años, va articulando diversas visiones con respecto al sector no europeo, y que a su vez, como lo señalaremos más tarde, produce una escisión e estos temas entre Marx y Engels. Es en este sentido que Pedro Scaron observó tres momentos en el pensamiento de Marx acerca de los pueblos no europeos y la problemática nacional:

    El primer momento va desde sus primeros escritos de juventud hasta 1856, con la guerra de Crimea. En este periodo el autor posee una doble posición: junto con señalar el repudio a las atrocidades que los imperios realizan en el dominio de sus colonias, también manifiesta un apoyo a esta misma dominación, entendiéndolas como parte del desarrollo en el avance económico, político y tecnológico del capitalismo. Tal como señala Marx a Engels en una carta del 14 de Junio de 1853, en relación a la ocupación de Inglaterra sobre la India: “He proseguido esta guerra oculta en un primer artículo sobre la India, en el que se describe como revolucionaria la destrucción de la industria nativa por Inglaterra.”[6] Es así como señala Aricó, que “es indudable que en una primera etapa de su pensamiento Marx tendió a ver las realidades no europeas con lentes hegelianas.”[7] En efecto, las marcas teóricas que deja Hegel en la descripción de las sociedades no europeas se encuentran atiborradas de un rechazo hacia la composición de Historia dentro de estas sociedades, considerando la Historia como articulación del movimiento del espíritu absoluto. Es por esto que, “para admitir a América en su sistema, Hegel hubiera tenido que hacer pedazos su construcción histórico-dialéctica.”[8] Para el pensamiento hegeliano, en el pasado de las sociedades se encuentra el germen de la Historia, es decir, se encuentra una realidad. En el caso de América, no hay pasado para Hegel, porque no hay Historia, por ende no hay realidad al no encontrarse el continente dentro del avance de la razón.

    En este periodo, tanto para Marx como para Engels, el desarrollo del capitalismo en Europa genera el germen de una clase proletaria que se rebela ante el sistema, por lo que las sociedades periféricas quedarían enmarcadas como espectadoras de dicho proceso, y contribuyendo a su vez, a un desarrollo necesario del capitalismo. Tal como señala Marx en su estudio La dominación británica en la India:

    “Estas pequeñas formas estereotipadas de organismo social han sido destruidas en su mayor parte y están desapareciendo, no tanto por culpa de la brutal intromisión del recaudador británico de contribuciones o del soldado británico, como por la acción del vapor inglés y de la libertad de comercio inglesa. Estas comunidades de tipo familiar tenían por base la industria doméstica, esa combinación peculiar de tejido a mano, hilado a mano y laboreo a mano, que les permitía bastarse a sí mismas. La intromisión inglesa, que colocó al hilador en Lancashire y al tejedor en Bengala, o que barrió tanto al hilador hindú como al tejedor hindú, disolvió esas pequeñas comunidades semibárbaras y semicivilizadas, al hacer saltar su base económica, produciendo así la más grande, y, para decir la verdad, la única revolución social que jamás se ha visto en Asia.”… “Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución.”[9]

    Es por esto que la intervención de México por Estados Unidos en 1846 implica para nuestros autores la introducción de la región de América del sur hacia el camino del desarrollo histórico de la humanidad. Tal es así como lo señala Engels:

    En América hemos presenciado la conquista de México, la que nos ha complacido. Constituye un progreso, también, que un país ocupado hasta el presente exclusivamente de sí mismo, desgarrado por perpetuas guerras civiles e impedido de todo desarrollo, un país que en el mejor de los casos estaba a punto de caer en el vasallaje industrial de Inglaterra, que un país semejante sea lanzado por la violencia al movimiento histórico”[10]

    El segundo momento va desde 1856 hasta la fundación de la Internacional (1864). Acá se produce una nueva etapa en lo que respecta a la visión de Marx sobre el problema nacional. Se agudiza notoriamente en sus escritos el apoyo de resistencia por parte de los pueblos colonizados frente a “los agresores u ocupantes extranjeros”

    Será en un tercer momento, entre 1856 hasta la muerte de Marx (1883), donde se desarrolla un pensamiento más completo de la realidad económica mundial, y la realidad de las sociedades periféricas en el pensamiento marxiano. En esta etapa Marx ya posee una visión claramente internacionalista –probablemente ayudado en esto por la fundación de la Internacional en 1856- en donde ve nefasto el avance del capitalismo industrial en los sectores no-europeos, apelando a una “fenomenología del subdesarrollo: la demostración de que la acumulación del capital en el país dependiente es funcional a la del país metropolitano.”[11] Son también estos años, donde Marx realiza el acercamiento al problema ruso, marcando un acento en las realidades alternas del desarrollo económico en las sociedades. Con respecto al tema Ruso, Marx realiza una carta al director de Otiechéstvennie Zapiski, remarcando la existencia de múltiples realidades económicas-sociales, las cuales no necesariamente deben regir el panorama histórico de Europa Occidental:

    “En diversos pasajes de El Capital aludo al destino que les cupo a los plebeyos de la antigua Roma. En su origen habían sido campesinos libres, cultivando cada cual su propia fracción de tierra. En el curso de la historia romana fueron expropiados. El mismo movimiento que los divorció de sus medios de producción y subsistencia trajo consigo la formación, no sólo de la gran propiedad fundiaria, sino también del gran capital financiero. Y así fue que una linda mañana se encontraron con que, por una parte, había hombres libres despojados de todo a excepción de su fuerza de trabajo, y por la otra, para que explotasen este trabajo, quienes poseían toda la riqueza adquirida. ¿Qué ocurrió?. Los proletarios romanos se transformaron, no en trabajadores asalariados, sino en una chusma de desocupados más abyectos que los “pobres blancos” que hubo en el Sur de los Estados Unidos, y junto con ello se desarrolló un modo de producción que no era capitalista sino que dependía de la esclavitud. Así, pues, sucesos notablemente análogos pero que tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a resultados totalmente distintos. Estudiando por separado cada una de estas formas de evolución y comparándolas luego, se puede encontrar fácilmente la clave de este fenómeno, pero nunca se llegará a ello mediante el pasaporte universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser suprahistórica.”(itálica es nuestra)[12]

    Esta carta encierra en gran medida la composición de un esquema analítico de las sociedades desde un carácter particular, sin la articulación de una “teoría única” como muchas veces se trató de categorizar al pensamiento de Marx. Esto ayuda a responder la pregunta que autores como Spivak tienen acerca del pensamiento histórico marxiano de “¿Por qué la lógica normativa del Capital no se determinó del mismo modo en todas partes?” O, en términos más “teóricos”, la historia del mundo, ¿es unilineal o multilineal?”[13]. En este sentido, entidades históricas como América, tendrían un movimiento propio, y que a su vez, se complejizan al momento del choque con otra entidad que se articula globalmente, como es el caso del capitalismo europeo. Esto a su vez, elimina el eurocentrismo que se le ha criticado al pensamiento marxiano, considerando que este enmarca solo el desarrollo de Europa como eje de análisis histórico de las etapas “necesarias” de todas las sociedades, como una teoría universal. Si bien los primeros escritos acerca de las problemáticas nacionales engloban la importancia del desarrollo capitalista como cima del desarrollo económico e histórico, es necesario entender que Marx realiza un rechazo progresivo en esta materia. Si en un primer momento Marx adopta la idea del “inevitable avance” del capitalismo sobre el mundo[14], en su último periodo ve en sectores como Rusia, con un fuerte arraigo de un sistema rural de desarrollo, un nuevo “fundamento de la regeneración social” alejado del capitalismo. Frente a todo esto, podemos ver lo señalado por Aricó:

    “Los residuos eurocentristas quedan de hecho superados en Marx cuando evita identificar con el desarrollo capitalista y la presencia de una clase obrera internacionalmente homogénea las condiciones de “liberación” de los pueblos dominados y, además, cuando no supedita ésta al comportamiento del proletariado occidental. Por el contrario, Marx entrevé la posibilidad del orden capitalista en el mundo y en la propia Europa”…”Ideas éstas que son fácilmente individualizables en la diferente perspectiva con que Marx, distanciándose de Engels, analizó las luchas sociales en Rusia. Los presupuestos teóricos y políticos a partir de los cuales podía ser pensada la “autonomía” de la región latinoamericana existían entonces en el pensamiento marxiano, por lo que resulta erróneo creer que si esta realidad no fue pensada como tal, todo se debió a las fuertes componentes “eurocéntricas” de este pensamiento.”[15]

    Es así como podemos observar que dentro del ideario marxiano, en el caso de América, como de otras periferias, se debe ir apoyando en una lectura en relación al concepto que Marx y Engels trabajaron acerca de la problemática nacional. El tema del progreso no radicaría en un simple avance del capitalismo como escenario histórico irremediablemente existente, tal como pudo verlo Hegel, sino que supone una realidad histórica determinada, en donde las demás sociedades no europeas han ido desarrollándose en base a este sistema. El componente nacional articularía un escenario donde la sociedad civil se forma a partir de una hegemonía determinada[16], generando un tejido social con características propias.

    América Latina: no todo lo real es racional.

    En este punto, debemos realizar una crítica al texto de Spivak, titulado Crítica de la razón poscolonial. Esta autora comparte el punto común de otros pensadores acerca del eurocentrismo en Marx, refiriéndose a este autor como aquel que se encargo de presentar etapas históricas imaginarias y únicas. Spivak señala que, “en la tradición del marxismo, se ha repudiado [foreclosed] y se sigue excluyendo esta reinscripción actual de la perspectiva llamada el “informante nativo”. Porque Marx era el intelectual orgánico del capitalismo europeo.”[17] Si analizamos el itinerario utilizado por esta autora para navegar por el pensamiento de Marx, ella señala:

    “Si estas páginas se ocupasen sólo de las rúbricas de Marx, el lector tendría que considerar un itinerario de falibilidad. La lección de relectura contenida en los Manuscritos de economía y filosofía nos aporta algunos documentos, dos de los cuales han reclamado la atención global. El Manifiesto comunista, haciendo hincapié en el abrazo dialéctico entre burguesía y proletariado, por un lado, y en la impracticabilidad de una recuperación de los talleres patriarcales o artesanos, por otro, lo aleja de los anticapitalistas románticos de diferentes tipos. La ideología alemana se burla de la inutilidad y de la retórica inflada de las soluciones egológico-filosófícas a los males sociales. Tal como muestran El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y, a decir verdad, todo lo escrito sobre la guerra civil en Francia, el fracaso de 1848 apagó en Marx la confianza en las indefectibles consecuencias del abrazo entre burguesía y proletariado. En el ínterin, hubo otro esfuerzo de relectura, tal como vemos en los cuadernos titulados los Grundrisse; […] y el tremendo esfuerzo de escribir un manual y un programa para la Internacional con la publicación de El capital en 1867, año de fundación del «Imperio alemán».” [18]

    Sin duda alguna, leer a Marx desde las tradicionales o emblemáticas obras, encierran su filosofía a medias, aún cuando en estas se encuentra claramente delimitado gran parte de su pensamiento. Como señalamos anteriormente, el trabajo con cartas y otros escritos de Marx, ayudan a articular el escenario filosófico que este autor proporcionó al momento de trabajar la cuestión nacional no europea.[19]

    Por otro lado, es necesario observar el movimiento que el pensamiento de Marx y Engels se constituyen, pero de manera separada. Mientras se puede apreciar el desarrollo de Marx acerca del problema nacional, el cual se va alejando conjuntamente de la visión hegeliana de los “pueblos sin historia”, en Engels vemos ciertos residuos de esta categoría que van alimentando un análisis un tanto positivista de las sociedades humanas. En efecto, basta con el texto El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado para observar la categorización de etapas únicas de las sociedades, diferenciadas entre estadios prehistóricos de cultura, salvajismo, barbarie y civilización. Junto a esto, también se observa el acercamiento que Engels otorga a una evolución física de los seres humanos, en relación a su desarrollo y “progreso” social. En este sentido, es importante observar:

    Quizá la evolución superior de los arios y los semitas se deba a la abundancia de carne y de leche en su alimentación y, particularmente, a la benéfica influencia de estos alimentos en el desarrollo de los niños. En efecto, los indios de los pueblos de Nuevo México, que se ven reducidos a una alimentación casi exclusivamente vegetal, tienen el cerebro mucho más pequeño que los indios del estadio inferior de la barbarie, que comen más carne y pescado.”[20]

    Acá, el pensamiento de Engels, correspondiente ya en 1884, se relaciona con una visión positivista del desarrollo humano cultural, relacionándolo con su componente biológico. Tal como señala Gerard Lenclud acerca de las disciplinas que intentan relacionar los estudios culturales con elementos de desarrollo biológico, “Constituyen una filosofía de “sombra” o de segundo plano, que orienta las encuestas y el análisis tomando prestada una teoría del progreso para una representación del hombre que opera por analogía con el ser “biológico””[21] A partir de esto se entiende la discrepancia que tuvo Engels frente al trabajo de Marx en sus últimos años de su vida, en relación a la comuna rusa.[22]

    Frente a todo lo escrito anteriormente cabe preguntarse ¿por qué Marx deja poco claro o inexistente en su análisis la realidad latinoamericana? ¿Cuál es el rol de América Latina de mediados del siglo XIX como una región que pueda romper el orden capitalista? Para entrar en estas problemáticas debemos volver a la importancia que tiene el pensamiento de Hegel en lo que respecta a la situación del “problema nacional”. Lo primero que debemos tener en consideración, tal como señala Aricó, es que “la tarea que se imponía a Marx era la de analizar las características económicas, sociales y políticas del presente que permitía prever la realización nacional de los países sometidos por el capitalismo.”[23] Frente a esto, era indudable realizar un examen de las sociedad a partir de una base “material”, donde “exista una estructura económico-social que lo posibilite y una fuerza social capaz de hegemonizar todo el proceso”[24], tal como fueron los casos expuesto en relación a sociedades como Rusia, India, etc. Sin embargo, en nuestra América Latina, Marx probablemente no pudo recoger elementos constitutivos que ordenaran la estructuración de un órgano histórico independiente a lo acaecido en Europa. En este sentido, nuestro autor se afirmaría de la tesis de Hegel, quien aseveraba “que cuanto acontecía en el Nuevo Mundo no era sino el eco del Viejo Mundo”[25], por lo que América Latina pasaba a transformarse en el espejo de Europa. Bajo el esquema del “problema de la nación”, Marx vería, al igual que Hegel, la existencia de nuevos Estados en América que iban desarrollando el tejido social, económico e histórico hacia el futuro, pero que no eran constitutivos del presente. Los textos de Marx y Engels sobre América Latina demuestran que esta región “fue considerada en su exterioridad, en su condición de reflejo de Europa, porque su interioridad era inaprehensible.”[26] Acá podemos observar que Marx no volcó su mirada en América Latina, debido a esta supuesta inexistencia de una construcción nacional en esta región, la cual imposibilitaba a su vez, el análisis marxiano. “Es por eso que sólo ve en ellos la arbitrariedad, el absurdo y, en definitiva, la irracionalidad autoritaria.”[27] Es bajo esta problemática que textos como el que Marx realiza sobre Bolívar, colocan una impronta de América Latina como una región de “caudillos”, carente de un espíritu nacional, haciendo un símil del general caraqueño con el rey haitiano Soulouque, quien a su vez es comparado con Napoleón III.[28]

    Para concluir esta última problemática, cabe analizar la tesis de Aricó acerca del análisis de América Latina por parte de Marx:

    “¿Cuál era para Marx el presente latinoamericano? Una inexplicable multiplicación de estados extremadamente débiles, manejados por restrictas oligarquías carentes de espíritu nacional, o por caudillos por lo general militares, incapaces de impedir la fragmentación territorial y de asegurar la presencia de un poder nacional, excepto mediante dictaduras feroces, casi siempre efímeras; endebles países sujetos a la dominación económica y a la subalternación política del imperialismo capitalista. Las formaciones nacionales se le aparecían así como meras construcciones estatales impuestas sobre un vacío institucional y sobre la ausencia de una voluntad popular, incapaces de constituirse debido a la gelatinosidad del tejido social.”[29]

    Probablemente Marx dejó de lado el caso de sociedades como la azteca e inca, que si articularon una nación que se pudieron mantener en el tiempo y espacio, y que conformaron una sociedad determinada, en el ámbito social, histórico, económico y cultural. Hecho que se encontrará posteriormente en el trabajo político y teórico de José Carlos Mariátegui.[30]

    A modo de conclusión.

    En conclusión, podemos observar que la realidad de ciertas regiones no europeas en el pensamiento de Marx, constituyen un importante análisis para comprender la formación y movimiento del capitalismo dentro de estas. El problema nacional que abordó Marx durante toda su vida, nos demostró un pensar que no fue estático, y que se fue construyendo necesariamente en base a las realidades ajenas a Europa. Probablemente sin la mirada de Marx a estas regiones, la conformación de su cuerpo teórico no habría tenido una base tan real y objetiva. Junto a esto, se desglosa a su vez la falsedad que encierra la crítica acerca del “eurocentrismo” en los escritos de nuestro autor. Esto genera la destrucción de la idea falsa del progreso en Marx, ligada también al desarrollo de un supuesto análisis antropológico determinista, que sí vemos en el pensamiento de Engels.

    En el caso de América, queda claro que los textos realizados por Marx y Engels sobre el nuevo continente son extensos. Sin embargo, esto no constituye que dichos escritos sean una fuente de trabajo teórico de Marx. En efecto, el desencuentro entre la filosofía marxiana y América, específicamente Latina, se debe en gran medida, a la inexistencia que Marx encuentra de alguna formación independiente de entramado social en esta región, ajena a lo que fue llamado “el reflejo de Europa”. Es un elemento visto en los escritos de Hegel, y que Marx mantuvo al momento de su análisis, dejando de lado a nuestro continente como sujeto de análisis a considerar. Debemos recordar que el trabajo intelectual de Marx siempre estuvo ligado a su trabajo político, y en este sentido, el rol de nuestra América no contemplaba para nuestro autor la congregación de una fuerza o pathos revolucionario que hiciera eco de una lucha anticapitalista, resistiendo a la hegemonía con una sociedad alternativa. En este sentido, el desencuentro entre el pensamiento marxiano y América Latina, tendría más tintes políticos que teóricos.

    Bibliografía.

    Aricó, J. (1982) Marx y América Latina, México: Alianza Editorial mexicana.

    Dussel, E. (2004) La producción teórica de Marx. Un comentario a los Grudrisse, México: Siglo XXI.

    Gramsci, A. (2011) Antología, Argentina: Siglo XXI.

    Lenclud, G. (1999) Formas de devenir primitivo, París: Revista L’Inactuel, n° 3.

    Marx K. y Engels, F. (1980) Escritos sobre Rusia II. El porvenir de la comuna rural rusa, México: Cuadernos Pasado y Presente, nº 90.

    _________________ (1987) Materiales para la historia de América Latina, México: Cuadernos de Pasado y Presente, 1987 nº 30.

    _________________ (1973) Obras escogidas. Tomo I, Moscú: Progreso.

    _________________ (1974) Obras escogidas. Tomo II, Moscú: Progreso.

    Spivak, G. (2010) Crítica de la razón poscolonial. Hacia una historia del presente evanescente, España: Akal.

    [1] Entendiendo “progreso” como una superación económica, política, cultural y hasta antropológica de las sociedades humanas.

    [2] Scaron, P. (1987) Introducción, en Marx, K. y Engel. Materiales para la historia de América Latina, México: Cuadernos de Pasado y Presente, nº 30, p. 5

    [3] Aricó, J. (1982). Marx y América Latina. México: Alianza editorial mexica.

    [4] Ibíd., p. 42

    [5] Scaron, P. (1987), op. cit., p. 5

    [6] Marx, K. y Engels, F. (1973). Correspondencia. Argentina: Editorial Cartago. p. 64

    [7] Aricó, J. (1982), op. cit., p. 80

    [8] Ibid., p. 153

    [9] Marx, K. y Engels, F. (1973). Obras escogidas. Tomo I. Moscú: Editorial Progreso, p. 503-504

    [10] Marx, K. y Engel, F. (1987), op. cit., p. 183

    [11] Aricó, J. (1982), op. cit., p. 64

    [12] Marx, Karl. (1980) Carta a la redacción de la Otiechestviennie Zapiski, en Marx, K. y Engels, F. Escritos sobre Rusia II. El porvenir de la comuna rural rusa. México: Cuadernos Pasado y Presente, nº 90, p. 65

    [13] Spivak, G. (2010) Crítica de la razón poscolonial. Hacia una historia del presente evanescente. España: Ediciones Akal, p. 81

    [14] Marx y Engels en La Ideología Alemana, apelan al desarrollo de un continuo avance geográfico del sistema capitalista, que articularían la estructura de una Historia Universal: “Cuanto más se extienden[…] los círculos concretos que influyen los unos a los otros, cuanto más se destruye el primitivo encerramiento de las diferentes nacionalidades por el desarrollo del modo de producción, del intercambio de la de división del trabajo que ello hace surgir por vías espontaneas entre las diversas naciones, tanto más la historia se convierte en historia universal.” Marx, K. y Engels, F. (1973) La Ideología alemana, en Obras escogidas. Tomo I, cit. op. p. 36

    [15] Aricó, J. (1982) op. cit., p. 96

    [16] Sociedad civil y hegemonía entendidas en palabras de Gramsci, quien señala: “hegemonía política y cultural de un grupo social sobre la entera sociedad, como contenido ético del Estado” en: Gramsci, A. (2011) Antología, Argentina: Siglo XXI, p. 290

    [17] Spivak, G. (2010), op. cit., p. 83

    [18] Ibídem.

    [19] En este sentido, en trabajo como los Grundrisse Marx se enfoca en presentar estadios históricos muy ajenos a los vividos en Europa Occidental, como es el caso del “sistema de producción asiático”. Sin embargo, dichos estadios solo presentan un reducido espectro teórico del desarrollo social de producción considerando lo ya señalado en el pensamiento marxiano, y siempre pensando en formas de producción que darán lugar al capitalismo. Como señaló Enrique Dussel en razón a los Grundrisse:”De lo que se trata es de estudiar “el modo de apropiación” del sistema capitalista”, en: Dussel, E. (2004). La producción teórica de Marx. Un comentario a los Grudrisse. México: siglo XXI, p. 232

    [20] Engels, F. (1974) El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. En Marx, K. y Engels, F. Obras Escogidas. Tomo III. Moscú: Editorial Progreso, p. 221

    [21] Lenclud, G. (1999). Devenir primitivo. En Formas de devenir primitivo, París: revista L’Inactuel, n° 3, p. 23

    [22] José Aricó nos recuerda una anécdota en base a este tema: “Según recuerda Lafargue, Engels observó una vez –aparentemente en forma irónica, pero en el fondo seriamente preocupado- que por si él fuera hubiera quemado con gusto todas las obras de estadísticas con que sus amigos rusos abrumaban a Marx y le impedían concluir El capital. En realidad la protesta no tenía sentido por cuanto Marx evidentemente atribuía un papel fundamental al estudio del desarrollo económico ruso para la elaboración definitiva de su obra.” Aricó, J. (1982), op. cit., p. 71.

    [23] Ibíd., p. 98

    [24] Ibíd., pp. 98-99

    [25] Ibíd., p. 99

    [26] Ibíd., p. 100

    [27] Ibíd., p. 106

    [28] Tal como señala Marx en una carta a Engels fechada el 14 de febrero de 1858: “Además Dana me pone reparos a causa de un artículo sobre “Bolivar”, porque estaría escrito en un partisan style (tono parcial, prejuiciado), y exige mis authorities(fuentes). Estas se las puedo proporcionar, naturalmente, aunque la exigencia es extraña. En lo que toca al partisanstyle, ciertamente me he salido algo de tono enciclopédico. Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque.” Marx, K. y Engels, F. (1987), p. 94. A su vez, Engels señaló en un artículo de junio de 1883 que “el rey negro Soulouque de Haíti”, fue el verdadero prototipo de Luis Napoleón III.”

    [29] Ibíd., p. 107

    [30] José Carlos Mariátegui, pensador y político peruano marxista, será quien, en trabajos como “Siete ensayos de la interpretación de la realidad peruana”, intente entregar el análisis de un entramado social de la realidad de este país, estableciendo un tejido histórico, económico, social y cultural en el antiguo sistema incaico.
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