"José Luís Martín Medem: colonialismo del siglo XXI"
artículo de Albert Escusa - marzo de 2009
No han perdido el tiempo algunos intelectuales autodenominados “de izquierdas” para pronunciarse sobre la reciente reestructuración del gobierno cubano que incluye un cese o relevo de ministros y destacados dirigentes. Y es que es en momentos de crisis y en momentos de dificultades, cuando las personas se ven obligadas a definirse y mostrar las verdaderas ideas que defienden. En el caso de Cuba, lamentablemente, pocos intelectuales españoles tienen la firmeza y la integridad política y moral de mantener una coherencia sobre las ideas que dicen defender. Parece como si estuvieran esperando el momento propicio para desconectarse y renegar de sus antiguas lealtades, y si eso puede hacerse de la forma más revanchista posible, tanto mejor: así, siempre podrá uno presentarse como el “socialista democrático” que criticaba el “estalinismo” y el “totalitarismo cubano”. En una gran parte de la intelectualidad española que dice luchar por un mundo más justo, cuando aparecen las decisiones difíciles y controvertidas, aflora una mentalidad colonial anclada en el subconsciente que actúa como mecanismo para las injerencias más descaradas. Ahora ha sido con Cuba, pero qué duda cabe de que mañana, si no les gustara una decisión interna de otros gobiernos como el de Venezuela, Bolivia o cualquier otro país al que hoy adoran como referencia positiva frente a Cuba, arremeterían violentamente contra ellos.
Así, con un lenguaje que recuerda al anticomunismo de la guerra fría, José Luís Martín Medem (JLMM) no ahorra esfuerzos para descalificar, insultos incluidos, una decisión legítima de un gobierno soberano. Se escandaliza JLMM porque dos destacados dirigentes hayan sido relevados o cesados y criticados duramente por Fidel Castro, y que además hayan escrito sendas cartas de autocrítica. No es extraño: la palabra “autocrítica” les asusta tanto a determinados intelectuales establecidos sobre el bien y el mal, individualistas hasta la médula, que huyen de ella como si se tratara del demonio y les parece inconcebible que eso pueda suceder.
JLMM, que se considera «amigo de Cuba» (extraña manera de expresar una amistad), no se corta un pelo a la hora de calificar de «indigno» a Fidel Castro sin conocer el por qué han sido destituidos los dirigentes, más allá de la mítica «impunidad del poder», del concepto infantil de la política como la voluntad absoluta de un ser todopoderoso. No conocemos los méritos de JLMM, quizás haya sido un gran luchador y hasta es posible que haya hecho alguna revolución en un lugar remoto del planeta, aunque nadie tiene noticias de ello. Más bien sus méritos son bastante desconocidos, así que hace falta ser muy prepotente y estar desprovisto un mínimo de humildad para calificar de esta manera a Fidel Castro, uno de los dirigentes antiimperialistas y revolucionarios más importantes del siglo XX, que además ha demostrado una integridad a toda prueba. Quizás piense JLMM que con sus insultos y descalificaciones puede hablar de tú a tú a los dirigentes cubanos e influir con su visión de la política interna de Cuba, pero nunca se ha visto que una gallina pueda llegar a volar como un águila. Y es que lo que demuestra JLMM con su escrito es el desinterés en conocer las causas que hayan podido motivar la reestructuración del gobierno cubano, ya que afirma claramente que los dirigentes cubanos –sin molestarse a esperar a conocer la versión oficial- están mintiendo. Las prisas le pierden. Más que dolido políticamente por una decisión que cree injusta, JLMM parece herido en su amor propio porque el gobierno cubano no actúa según sus designios de juez supremo de la historia.
Con una prepotencia y un desprecio inquietante, sin aportar ninguna prueba, se dedica a criticar determinados hechos internos de un país que lucha por una sociedad más justa en unas condiciones extremadamente difíciles, bajo agresiones y con un bloqueo terrible, condiciones que ni JLMM, ni otros intelectuales por el estilo seguramente nunca tendrán que sufrir. Y es que a Cuba no se le perdona nada. Intelectuales de postal, algunos turistas revolucionarios, aspirantes a líderes de opinión de segunda fila, políticos de café, artistas venidos a menos, todos ellos esperan como buitres el momento oportuno, la ocasión para desmarcarse y poder agradar así a lo políticamente correcto. Porque lo que menos les importa a todos ellos son las motivaciones que haya podido tener el gobierno cubano para tomar tales decisiones: la sentencia ya está dictada de antemano y lo más fácil es sumarse a la corriente.
JLMM piensa además que es la ocasión de enfrentar el “estalinismo cubano” con el llamado “socialismo del siglo XXI”o “socialismo democrático” que cree que representa la revolución bolivariana y Hugo Chávez, insinuando que Raúl y Fidel Castro desearían realizar maniobras traicioneras contra Chávez. Sin duda, una ocasión de oro para sembrar la cizaña y la división. Pero el “antiestalinismo” suele ser el camino más corto para llegar a destinos peligrosos: durante los años 30 florecieron varios partidos e individuos de la extrema izquierda, del “neo-socialismo” y del sindicalismo revolucionario, que tenían como denominador común su oposición al “estalinismo” y la defensa del indefinido y mítico “socialismo democrático”. La mayoría acabaron de forma similar. Julián Gorkín, Joaquín Maurín y otros importantes dirigentes del POUM, fueron destacados “antiestalinistas” que pasaron a ser asalariados de la CIA y que justificaron en sus revistas los golpes de Estado y las invasiones del ejército yanqui en América Latina con la excusa de combatir el “estalinismo”. En Francia, Souvarine, cuñado de Joaquín Maurín, fue un destacado “antiestalinista” al servicio de la patronal que en 1940 pasó a engrosar la nómina de los servicios de inteligencia norteamericanos y en la postguerra trabajó a las órdenes de Georges Albertini, antiguo izquierdista y colaboracionista de los nazis, y sicario de la gran banca que le encomendó la lucha anticomunista de la guerra fría. Jacques Doriot y Bergery, también en Francia, fueron dirigentes destacados de la extrema izquierda anticomunista, diputados al parlamento, y después miembros notorios de la colaboración cuando los nazis invadieron Francia. Justo después del fin de la guerra, George Orwell, otro “socialista disidente”, pedía la bomba atómica contra la URSS. Todo ello en nombre del “socialismo democrático” y del “antiestalinismo”.
Les corresponde únicamente al gobierno cubano, y a todos los cubanos de la isla, criticar los errores propios, y decidir sobre los cambios de gobierno y la manera como deben hacerse. Ningún intelectual defensor del “socialismo democrático” se ha pronunciado (empleando además un lenguaje que aplauden los contrarrevolucionarios y con un estilo propio del sector extremista del PP), sobre los cambios de gobierno y sobre la manera de gobernar que se produce en nuestro propio país o que se produce en cualquier otro país del mundo. Pero con Cuba es muy fácil porque existe la impunidad, las complicidades y la tolerancia: es más rentable criticar una decisión de política interna de un gobierno legítimo que enfrentarse a una política que en el Estado español y en el mundo imperialista está produciendo millones de parados y empobreciendo a millones de familias. Como sus antecesores, JLMM se empeña en comparar al gobierno cubano con el “estalinismo”, y a éste con el peor de los infiernos. ¿Sabe JLMM que existe una cosa llamada “imperialismo” que asesina cada día a decenas de miles de niños y que produce guerras y genocidios terribles? Es de temer que con toda su atención absorbida por los cambios en el gobierno cubano, JLMM se haya olvidado de tales “detalles sin importancia”.
A JLMM y a otros intelectuales que miran con microscopio al gobierno cubano hay que decirles claramente: basta ya de injerencias y de prepotencia que revelan solamente un afán de revivir el espíritu neocolonial. Las decisiones de Cuba, así como los errores y las deficiencias de la Revolución cubana, corresponden analizarlas y criticarlas a los cubanos de dentro y a las instituciones que les representan legítimamente,pero es seguro que tales errores no empañarán jamás los grandes logros que ésta ha significado no sólo para Cuba, sino también para la humanidad. Los verdaderos «amigos de Cuba» sabemos que los errores no representan la trayectoria de la Revolución cubana.
Señor JLMM, le sugiere un ciudadano del Estado español: olvídese ya del patético complejo de superioridad hispánica que tanto daño nos ha hecho en la historia. Por si se le olvidó, hace ya 50 años que Cuba dejó de ser una colonia.
artículo de Albert Escusa - marzo de 2009
No han perdido el tiempo algunos intelectuales autodenominados “de izquierdas” para pronunciarse sobre la reciente reestructuración del gobierno cubano que incluye un cese o relevo de ministros y destacados dirigentes. Y es que es en momentos de crisis y en momentos de dificultades, cuando las personas se ven obligadas a definirse y mostrar las verdaderas ideas que defienden. En el caso de Cuba, lamentablemente, pocos intelectuales españoles tienen la firmeza y la integridad política y moral de mantener una coherencia sobre las ideas que dicen defender. Parece como si estuvieran esperando el momento propicio para desconectarse y renegar de sus antiguas lealtades, y si eso puede hacerse de la forma más revanchista posible, tanto mejor: así, siempre podrá uno presentarse como el “socialista democrático” que criticaba el “estalinismo” y el “totalitarismo cubano”. En una gran parte de la intelectualidad española que dice luchar por un mundo más justo, cuando aparecen las decisiones difíciles y controvertidas, aflora una mentalidad colonial anclada en el subconsciente que actúa como mecanismo para las injerencias más descaradas. Ahora ha sido con Cuba, pero qué duda cabe de que mañana, si no les gustara una decisión interna de otros gobiernos como el de Venezuela, Bolivia o cualquier otro país al que hoy adoran como referencia positiva frente a Cuba, arremeterían violentamente contra ellos.
Así, con un lenguaje que recuerda al anticomunismo de la guerra fría, José Luís Martín Medem (JLMM) no ahorra esfuerzos para descalificar, insultos incluidos, una decisión legítima de un gobierno soberano. Se escandaliza JLMM porque dos destacados dirigentes hayan sido relevados o cesados y criticados duramente por Fidel Castro, y que además hayan escrito sendas cartas de autocrítica. No es extraño: la palabra “autocrítica” les asusta tanto a determinados intelectuales establecidos sobre el bien y el mal, individualistas hasta la médula, que huyen de ella como si se tratara del demonio y les parece inconcebible que eso pueda suceder.
JLMM, que se considera «amigo de Cuba» (extraña manera de expresar una amistad), no se corta un pelo a la hora de calificar de «indigno» a Fidel Castro sin conocer el por qué han sido destituidos los dirigentes, más allá de la mítica «impunidad del poder», del concepto infantil de la política como la voluntad absoluta de un ser todopoderoso. No conocemos los méritos de JLMM, quizás haya sido un gran luchador y hasta es posible que haya hecho alguna revolución en un lugar remoto del planeta, aunque nadie tiene noticias de ello. Más bien sus méritos son bastante desconocidos, así que hace falta ser muy prepotente y estar desprovisto un mínimo de humildad para calificar de esta manera a Fidel Castro, uno de los dirigentes antiimperialistas y revolucionarios más importantes del siglo XX, que además ha demostrado una integridad a toda prueba. Quizás piense JLMM que con sus insultos y descalificaciones puede hablar de tú a tú a los dirigentes cubanos e influir con su visión de la política interna de Cuba, pero nunca se ha visto que una gallina pueda llegar a volar como un águila. Y es que lo que demuestra JLMM con su escrito es el desinterés en conocer las causas que hayan podido motivar la reestructuración del gobierno cubano, ya que afirma claramente que los dirigentes cubanos –sin molestarse a esperar a conocer la versión oficial- están mintiendo. Las prisas le pierden. Más que dolido políticamente por una decisión que cree injusta, JLMM parece herido en su amor propio porque el gobierno cubano no actúa según sus designios de juez supremo de la historia.
Con una prepotencia y un desprecio inquietante, sin aportar ninguna prueba, se dedica a criticar determinados hechos internos de un país que lucha por una sociedad más justa en unas condiciones extremadamente difíciles, bajo agresiones y con un bloqueo terrible, condiciones que ni JLMM, ni otros intelectuales por el estilo seguramente nunca tendrán que sufrir. Y es que a Cuba no se le perdona nada. Intelectuales de postal, algunos turistas revolucionarios, aspirantes a líderes de opinión de segunda fila, políticos de café, artistas venidos a menos, todos ellos esperan como buitres el momento oportuno, la ocasión para desmarcarse y poder agradar así a lo políticamente correcto. Porque lo que menos les importa a todos ellos son las motivaciones que haya podido tener el gobierno cubano para tomar tales decisiones: la sentencia ya está dictada de antemano y lo más fácil es sumarse a la corriente.
JLMM piensa además que es la ocasión de enfrentar el “estalinismo cubano” con el llamado “socialismo del siglo XXI”o “socialismo democrático” que cree que representa la revolución bolivariana y Hugo Chávez, insinuando que Raúl y Fidel Castro desearían realizar maniobras traicioneras contra Chávez. Sin duda, una ocasión de oro para sembrar la cizaña y la división. Pero el “antiestalinismo” suele ser el camino más corto para llegar a destinos peligrosos: durante los años 30 florecieron varios partidos e individuos de la extrema izquierda, del “neo-socialismo” y del sindicalismo revolucionario, que tenían como denominador común su oposición al “estalinismo” y la defensa del indefinido y mítico “socialismo democrático”. La mayoría acabaron de forma similar. Julián Gorkín, Joaquín Maurín y otros importantes dirigentes del POUM, fueron destacados “antiestalinistas” que pasaron a ser asalariados de la CIA y que justificaron en sus revistas los golpes de Estado y las invasiones del ejército yanqui en América Latina con la excusa de combatir el “estalinismo”. En Francia, Souvarine, cuñado de Joaquín Maurín, fue un destacado “antiestalinista” al servicio de la patronal que en 1940 pasó a engrosar la nómina de los servicios de inteligencia norteamericanos y en la postguerra trabajó a las órdenes de Georges Albertini, antiguo izquierdista y colaboracionista de los nazis, y sicario de la gran banca que le encomendó la lucha anticomunista de la guerra fría. Jacques Doriot y Bergery, también en Francia, fueron dirigentes destacados de la extrema izquierda anticomunista, diputados al parlamento, y después miembros notorios de la colaboración cuando los nazis invadieron Francia. Justo después del fin de la guerra, George Orwell, otro “socialista disidente”, pedía la bomba atómica contra la URSS. Todo ello en nombre del “socialismo democrático” y del “antiestalinismo”.
Les corresponde únicamente al gobierno cubano, y a todos los cubanos de la isla, criticar los errores propios, y decidir sobre los cambios de gobierno y la manera como deben hacerse. Ningún intelectual defensor del “socialismo democrático” se ha pronunciado (empleando además un lenguaje que aplauden los contrarrevolucionarios y con un estilo propio del sector extremista del PP), sobre los cambios de gobierno y sobre la manera de gobernar que se produce en nuestro propio país o que se produce en cualquier otro país del mundo. Pero con Cuba es muy fácil porque existe la impunidad, las complicidades y la tolerancia: es más rentable criticar una decisión de política interna de un gobierno legítimo que enfrentarse a una política que en el Estado español y en el mundo imperialista está produciendo millones de parados y empobreciendo a millones de familias. Como sus antecesores, JLMM se empeña en comparar al gobierno cubano con el “estalinismo”, y a éste con el peor de los infiernos. ¿Sabe JLMM que existe una cosa llamada “imperialismo” que asesina cada día a decenas de miles de niños y que produce guerras y genocidios terribles? Es de temer que con toda su atención absorbida por los cambios en el gobierno cubano, JLMM se haya olvidado de tales “detalles sin importancia”.
A JLMM y a otros intelectuales que miran con microscopio al gobierno cubano hay que decirles claramente: basta ya de injerencias y de prepotencia que revelan solamente un afán de revivir el espíritu neocolonial. Las decisiones de Cuba, así como los errores y las deficiencias de la Revolución cubana, corresponden analizarlas y criticarlas a los cubanos de dentro y a las instituciones que les representan legítimamente,pero es seguro que tales errores no empañarán jamás los grandes logros que ésta ha significado no sólo para Cuba, sino también para la humanidad. Los verdaderos «amigos de Cuba» sabemos que los errores no representan la trayectoria de la Revolución cubana.
Señor JLMM, le sugiere un ciudadano del Estado español: olvídese ya del patético complejo de superioridad hispánica que tanto daño nos ha hecho en la historia. Por si se le olvidó, hace ya 50 años que Cuba dejó de ser una colonia.