Con la revolución industrial llegaron las máquinas. Millones de personas perdieron sus empleos en el campo y migraron a las ciudades. El desempleo aumento, y como las máquinas eran pocas, y los desempleados cada día más, la diferencia entre lo que ganaba el capitalista y el obrero se incrementó. Es la esencia de la ley de la oferta y la demanda, el trabajador abundaba, por lo que su trabajo valía poco. Por el contrario, la máquina escaseaba por lo que la máquina valía mucho.
Pero con el tiempo, el desempleo bajó, y se fueron construyendo más y más máquinas. Marx veía esa brecha agrandarse, pero cuando el tractor no pudo reemplazar más trabajador agrario, la brecha empezó a achicarse, porque se fueron construyendo máquinas para otras industrias, lo que hizo que haya más competencia con las fabricas originales, y cada día menos desempleo. El descenso del desempleo aumentó el valor del salario del trabajador, y la mayor competencia y mayor cantidad de máquinas disminuyó el valor que obtenía el capitalista por las máquinas. Justo cuando muere Marx, aparece Taylor y da nacimiento a la revolución de la productividad, que eran técnicas que le permitían al trabajador ser más eficiente, más productivo, y crecer por motus propio. A medida que se construyen más y más máquinas, el trabajo “alienante” de Marx empieza a ser gradualmente reemplazado por trabajo intelectual, para la construcción, diseño y mantenimiento de esas máquinas.
Hoy en día, el sistema poscapitalista en el que vivimos, no depende de que una persona tenga mucho capital. Para sostener ese capital, el valor está en el trabajador del conocimiento. Mientras la sociedad del siglo XIX dependía exclusivamente del capital, la sociedad del siglo XXI depende exclusivamente de la persona.
Pero con el tiempo, el desempleo bajó, y se fueron construyendo más y más máquinas. Marx veía esa brecha agrandarse, pero cuando el tractor no pudo reemplazar más trabajador agrario, la brecha empezó a achicarse, porque se fueron construyendo máquinas para otras industrias, lo que hizo que haya más competencia con las fabricas originales, y cada día menos desempleo. El descenso del desempleo aumentó el valor del salario del trabajador, y la mayor competencia y mayor cantidad de máquinas disminuyó el valor que obtenía el capitalista por las máquinas. Justo cuando muere Marx, aparece Taylor y da nacimiento a la revolución de la productividad, que eran técnicas que le permitían al trabajador ser más eficiente, más productivo, y crecer por motus propio. A medida que se construyen más y más máquinas, el trabajo “alienante” de Marx empieza a ser gradualmente reemplazado por trabajo intelectual, para la construcción, diseño y mantenimiento de esas máquinas.
Hoy en día, el sistema poscapitalista en el que vivimos, no depende de que una persona tenga mucho capital. Para sostener ese capital, el valor está en el trabajador del conocimiento. Mientras la sociedad del siglo XIX dependía exclusivamente del capital, la sociedad del siglo XXI depende exclusivamente de la persona.