Contra el pesimismo
escrito por Antonio Gramsci
publicado en L'Ordine Nuovo - 15 de marzo de 1924
No puede existir ninguna manera mejor de conmemorar el V aniversario de la Internacional Comunista, de la gran asociación mundial de la que nosotros, revolucionarios italianos, nos sentimos más que nunca parte activa e integrante, que el hacer un examen de conciencia, un examen de lo poquísimo que hemos hecho y del inmenso trabajo que todavía debemos realizar, contribuyendo así a aclarar nuestra situación, contribuyendo especialmente a disipar esta oscura y pesada nube de pesimismo que oprime a los militantes más calificados y responsables y que representa un peligro, el más grande quizá del momento actual, por sus consecuencias de pasividad política, de pesadez intelectual, de escepticismo hacia el porvenir.
Este pesimismo está estrechamente ligado a la situación general de nuestro país; la situación lo explica, pero no lo justifica naturalmente. ¿Qué diferencia existiría entre nosotros y el Partido Socialista, entre nuestra voluntad y la tradición del Partido Socialista, si también nosotros supiésemos trabajar y fuésemos activamente optimistas sólo en los períodos de vacas gordas, cuando la situación es propicia, cuando las masas trabajadoras se mueven espontáneamente, por impulso irresistible y los partidos proletarios pueden acomodarse en la brillante posición de la abeja en el panal?. ¿Qué diferencia existiría entre nosotros y el Partirlo Socialista, si también nosotros, aun partiendo de otras consideraciones, de otros puntos de vista, aun teniendo un mayor sentido de responsabilidad y demostrando tenerlo con la preocupación de aprestar fuerzas organizativas y materiales idóneos para hacer frente a cualquier eventualidad, nos abandonásemos al fatalismo, nos arrulláramos en la dulce ilusión de que los acontecimientos no pueden sino desarrollarse según una determinada línea de desarrollo, la prevista por nosotros, en la cual encontrarán infaliblemente el sistema de diques y canales predispuesto por nosotros, canalizándose y tomando forma y potencia histórica en él? Este es el nudo del problema que se presenta muy enredado, porque la pasividad aparece exteriormente como trabajo diligente, porque parece que se trata de una línea de desarrollo, de una veta en la que los obreros sudan y se fatigan excavando meritoriamente.
La Internacional Comunista se fundó el 5 de marzo de 1919, pero su formación ideológica y orgánica se verificó tan sólo en el segundo congreso, en julio-agosto de 1920, con la aprobación del estatuto de las veintiún condiciones.
Desde el segundo congreso comienza en Italia la campaña para el resaneamiento del Partido Socialista, comienza en escala nacional, porque ya Instituto de Estudios Marxista-Leninistas había sido iniciada en marzo precedente por la sección de Turín con la moción que se iba a presentar en la inminente conferencia nacional del partido que precisamente debía celebrarse en Turín, campaña que sin embargo no había encontrado repercusiones importantes (en la conferencia de Florencia de la fracción abstencionista, celebrada en julio de 1920, antes del segundo congreso, fue rechazada la proposición hecha por un representante de L'Ordine Nuovo de ampliar la base de la fracción, convirtiéndola en comunista, sin la limitación abstencionista que prácticamente había perdido gran parte de su razón de ser). El Congreso de Livorno, la escisión durante dicho congreso, fueron ligados al segundo congreso de la Internacional, a sus veintiún condiciones, fueron presentarlas como una conclusión necesaria de las deliberaciones formales del segundo congreso. Este fue un error y hoy podemos valorar toda su extensión debido a las consecuencias que ha tenido.
En verdad las deliberaciones del segundo congreso eran la interpretación viva de la situación italiana, como de toda la situación mundial, pero nosotros, por una serie de razones, no nos movimos para nuestra acción, partiendo de lo que sucedía en Italia, de los hechos italianos que daban razón al segundo congreso, que eran una parte y de las mas importantes de la sustancia política que animaba las decisiones y las medidas organizativas tomadas por el segundo congreso; nosotros nos limitamos a insistir sobre las cuestiones formales, de pura lógica, de pura coherencia, y fuimos derrotados, porque la mayoría del proletariado organizado políticamente nos juzgó equivocados, no vino con nosotros, a pesar de que teníamos de nuestra parte la autoridad y el prestigio de la internacional que eran grandísimos y en los cuales nos habíamos confiado. No habíamos sabido conducir una campaña sistemática tal, que nos pusiera en grado de alcanzar y obligar a la reflexión a todos los núcleos y los elementos constituyentes del partido socialista, no habíamos sabido traducir al lenguaje comprensible de todo obrero y campesino italiano el significado de cada uno de los acontecimientos italianos de los años 1919-1920; no habíamos sabido, después de Livorno, poner el problema de por qué el congreso había tenido aquella conclusión, no habíamos sabido poner el problema prácticamente, de manera de encontrar la solución, de manera de continuar con nuestra específica misión que era la de conquistar la mayoría del proletariado. Fuimos, es necesario decirlo, arrastrados por los acontecimientos, fuimos, sin quererlo, un aspecto de la disolución general de la sociedad italiana, convertida en horno incandescente donde todas las tradiciones, todas las formaciones históricas, todas las ideas prevalecientes se fundían a veces sin residuo: tenían una autojustificación a la que tenazmente nos adheríamos, que ninguno se salvaba, que nosotros podíamos decir que habíamos previsto matemáticamente el cataclismo, cuando los otros se arrullaban en la más beata e idiota de las ilusiones.
Entramos, después de la escisión de Livorno en un estado de necesidad. Sólo podemos dar esta justificación de nuestras actitudes, de nuestra actividad después de la escisión de Livorno: la necesidad que surgía crudamente, en la forma irás exasperada, en el dilema de vida o muerte. Debimos organizarnos como partido en el fuego de la guerra civil, cimentando nuestras acciones con la sangre de los devotos militantes; tuvimos que trasformar a nuestros grupos, en el hecho mismo de su constitución, de su enrolamiento, en destacamentos para la guerrilla, para la más atroz y difícil de las guerrillas en la que jamás clase obrera alguna tuvo que combatir.
Sin embargo lo logramos: el partido se constituyó y se constituyó fuertemente; es una falange de acero, demasiado pequeña ciertamente para entrar en lucha contra las fuerzas adversarias, pero suficiente para convertirse en la armadura de una más vasta formación, de un ejército que, para servirse del lenguaje histórico italiano, logre hacer que siga la batalla de Piave a la derrota de Caporetto.
He aquí el problema actual que se nos presenta inexorablemente: constituir un gran ejército para las próximas batallas, constituirlo encuadrándolo en las fuerzas que desde Livorno hasta hoy han demostrado saber resistir sin duda y sin retrocesos el ataque desencadenado violentamente por el fascismo.
El desarrollo de la Internacional Comunista después del segundo congreso nos ofrece el terreno apto para ello, interpreta, una vez más --con las deliberaciones del tercero y del cuarto congreso, deliberaciones sumadas a las de las reuniones de los ejecutivos ampliados de febrero y junio de 1922 y de junio de 1923-- la situación, y las necesidades de la situación italiana. La verdad es que nosotros, como partido, hemos dado ya algunos pasos adelante en esta dirección: no nos queda más que tomar conciencia de ellos y continuar decididamente.
¿En efecto, qué significado tienen los acontecimientos habidos en el seno del Partido Socialista, con la escisión de los reformistas en un primer tiempo, con la exclusión del grupo de redactores de Páginas Rojas en un segundo tiempo, y con el intento de excluir a toda la fracción tercerinternacionalista, en un tercero y último tiempo?.
Tienen este significado preciso: que mientras nuestro partido estaba obligado, como sección italiana, a limitar su actividad a la lucha física de defensa contra el fascismo y a la conservación de su estructura primordial, como partido internacional, actuaba y seguía actuando para abrir vías nuevas hacia el futuro, para ampliar el radio de su influencia política, para hacer salir de la neutralidad a una parte de la masa que antes miraba indiferente o titubeante.
La acción de la Internacional durante algún tiempo fue la única que permitió a nuestro partido tener un contacto eficaz con amplias masas, que conservó un fermento de discusión y un principio de movimiento en capas importantes de la clase obrera que era imposible para nosotros, en la situación dada, alcanzar de otra manera.
Indudablemente que fue un gran éxito el haber arrancado del Partido Socialista algunos bloques, haber obtenido cuando la situación parecía peor, que se constituyeran núcleos, a partir de la amorfa gelatina socialista, que afirmaban tener fe no obstante todo en la revolución mundial, grupos que, con los hechos si no es que con las palabras que parecen quemar más que los hechos, reconocían haberse equivocado en 1920-1921-1922.
Ha sido esta una derrota del fascismo y de la reacción: ha sido si queremos ser sinceros, la única derrota física e ideológica del fascismo y de la reacción en estos tres años de historia italiana. Es necesario reaccionar enérgicamente contra el pesimismo de algunos grupos de nuestro partido, aun de los más responsables y calificados. Eso representa en este momento, el más grave peligro, en la nueva situación que se está formando en nuestro país y que encontrará su sanción y clarificación en la primera legislatura fascista.
Se aproximan grandes luchas, quizá más sangrientas y duras que las de los años pasados; por tanto, es necesaria la máxima energía en nuestros dirigentes, la máxima organización y centralización de la masa del partido, un gran espíritu de iniciativa y una grandísima rapidez en las decisiones.
El pesimismo toma prevalecientemente este tono: regresamos a una situación pre-Livorno, deberemos rehacer el mismo trabajo que hemos hecho antes de Livorno y que creíamos definitivo. Es necesario demostrar a cada compañero cómo esta posición está equivocada política y teóricamente. Ciertamente que se necesitará todavía luchar fuertemente: claro que la tarea del núcleo fundamental de nuestro partido que se constituyó en Livorno no ha terminado y no terminará durante un período todavía (será todavía viva y actual aun después de la revolución victoriosa).
Pero no nos encontraremos otra vez en una situación pre-Livorno, porque la situación mundial e italiana no es en 1924, igual a la de 1920, porque nosotros mismos no somos aquellos de 1920 y no queremos volver a serlo nunca más.
Porque la clase obrera italiana ha cambiado mucho y no será la cosa más simple de este mundo hacer que vuelva a ocupar las fábricas con tubos de estufa por cañones, después de haberle aturdido las orejas y removido la sangre con la torpe demagogia de las fieras maximalistas. Porque existe nuestro partido, que es algo y que ha demostrado ser algo, y en el cual nosotros tenemos una confianza ilimitada, como en la parte mejor, más sana, más honesta del proletariado italiano.
escrito por Antonio Gramsci
publicado en L'Ordine Nuovo - 15 de marzo de 1924
No puede existir ninguna manera mejor de conmemorar el V aniversario de la Internacional Comunista, de la gran asociación mundial de la que nosotros, revolucionarios italianos, nos sentimos más que nunca parte activa e integrante, que el hacer un examen de conciencia, un examen de lo poquísimo que hemos hecho y del inmenso trabajo que todavía debemos realizar, contribuyendo así a aclarar nuestra situación, contribuyendo especialmente a disipar esta oscura y pesada nube de pesimismo que oprime a los militantes más calificados y responsables y que representa un peligro, el más grande quizá del momento actual, por sus consecuencias de pasividad política, de pesadez intelectual, de escepticismo hacia el porvenir.
Este pesimismo está estrechamente ligado a la situación general de nuestro país; la situación lo explica, pero no lo justifica naturalmente. ¿Qué diferencia existiría entre nosotros y el Partido Socialista, entre nuestra voluntad y la tradición del Partido Socialista, si también nosotros supiésemos trabajar y fuésemos activamente optimistas sólo en los períodos de vacas gordas, cuando la situación es propicia, cuando las masas trabajadoras se mueven espontáneamente, por impulso irresistible y los partidos proletarios pueden acomodarse en la brillante posición de la abeja en el panal?. ¿Qué diferencia existiría entre nosotros y el Partirlo Socialista, si también nosotros, aun partiendo de otras consideraciones, de otros puntos de vista, aun teniendo un mayor sentido de responsabilidad y demostrando tenerlo con la preocupación de aprestar fuerzas organizativas y materiales idóneos para hacer frente a cualquier eventualidad, nos abandonásemos al fatalismo, nos arrulláramos en la dulce ilusión de que los acontecimientos no pueden sino desarrollarse según una determinada línea de desarrollo, la prevista por nosotros, en la cual encontrarán infaliblemente el sistema de diques y canales predispuesto por nosotros, canalizándose y tomando forma y potencia histórica en él? Este es el nudo del problema que se presenta muy enredado, porque la pasividad aparece exteriormente como trabajo diligente, porque parece que se trata de una línea de desarrollo, de una veta en la que los obreros sudan y se fatigan excavando meritoriamente.
La Internacional Comunista se fundó el 5 de marzo de 1919, pero su formación ideológica y orgánica se verificó tan sólo en el segundo congreso, en julio-agosto de 1920, con la aprobación del estatuto de las veintiún condiciones.
Desde el segundo congreso comienza en Italia la campaña para el resaneamiento del Partido Socialista, comienza en escala nacional, porque ya Instituto de Estudios Marxista-Leninistas había sido iniciada en marzo precedente por la sección de Turín con la moción que se iba a presentar en la inminente conferencia nacional del partido que precisamente debía celebrarse en Turín, campaña que sin embargo no había encontrado repercusiones importantes (en la conferencia de Florencia de la fracción abstencionista, celebrada en julio de 1920, antes del segundo congreso, fue rechazada la proposición hecha por un representante de L'Ordine Nuovo de ampliar la base de la fracción, convirtiéndola en comunista, sin la limitación abstencionista que prácticamente había perdido gran parte de su razón de ser). El Congreso de Livorno, la escisión durante dicho congreso, fueron ligados al segundo congreso de la Internacional, a sus veintiún condiciones, fueron presentarlas como una conclusión necesaria de las deliberaciones formales del segundo congreso. Este fue un error y hoy podemos valorar toda su extensión debido a las consecuencias que ha tenido.
En verdad las deliberaciones del segundo congreso eran la interpretación viva de la situación italiana, como de toda la situación mundial, pero nosotros, por una serie de razones, no nos movimos para nuestra acción, partiendo de lo que sucedía en Italia, de los hechos italianos que daban razón al segundo congreso, que eran una parte y de las mas importantes de la sustancia política que animaba las decisiones y las medidas organizativas tomadas por el segundo congreso; nosotros nos limitamos a insistir sobre las cuestiones formales, de pura lógica, de pura coherencia, y fuimos derrotados, porque la mayoría del proletariado organizado políticamente nos juzgó equivocados, no vino con nosotros, a pesar de que teníamos de nuestra parte la autoridad y el prestigio de la internacional que eran grandísimos y en los cuales nos habíamos confiado. No habíamos sabido conducir una campaña sistemática tal, que nos pusiera en grado de alcanzar y obligar a la reflexión a todos los núcleos y los elementos constituyentes del partido socialista, no habíamos sabido traducir al lenguaje comprensible de todo obrero y campesino italiano el significado de cada uno de los acontecimientos italianos de los años 1919-1920; no habíamos sabido, después de Livorno, poner el problema de por qué el congreso había tenido aquella conclusión, no habíamos sabido poner el problema prácticamente, de manera de encontrar la solución, de manera de continuar con nuestra específica misión que era la de conquistar la mayoría del proletariado. Fuimos, es necesario decirlo, arrastrados por los acontecimientos, fuimos, sin quererlo, un aspecto de la disolución general de la sociedad italiana, convertida en horno incandescente donde todas las tradiciones, todas las formaciones históricas, todas las ideas prevalecientes se fundían a veces sin residuo: tenían una autojustificación a la que tenazmente nos adheríamos, que ninguno se salvaba, que nosotros podíamos decir que habíamos previsto matemáticamente el cataclismo, cuando los otros se arrullaban en la más beata e idiota de las ilusiones.
Entramos, después de la escisión de Livorno en un estado de necesidad. Sólo podemos dar esta justificación de nuestras actitudes, de nuestra actividad después de la escisión de Livorno: la necesidad que surgía crudamente, en la forma irás exasperada, en el dilema de vida o muerte. Debimos organizarnos como partido en el fuego de la guerra civil, cimentando nuestras acciones con la sangre de los devotos militantes; tuvimos que trasformar a nuestros grupos, en el hecho mismo de su constitución, de su enrolamiento, en destacamentos para la guerrilla, para la más atroz y difícil de las guerrillas en la que jamás clase obrera alguna tuvo que combatir.
Sin embargo lo logramos: el partido se constituyó y se constituyó fuertemente; es una falange de acero, demasiado pequeña ciertamente para entrar en lucha contra las fuerzas adversarias, pero suficiente para convertirse en la armadura de una más vasta formación, de un ejército que, para servirse del lenguaje histórico italiano, logre hacer que siga la batalla de Piave a la derrota de Caporetto.
He aquí el problema actual que se nos presenta inexorablemente: constituir un gran ejército para las próximas batallas, constituirlo encuadrándolo en las fuerzas que desde Livorno hasta hoy han demostrado saber resistir sin duda y sin retrocesos el ataque desencadenado violentamente por el fascismo.
El desarrollo de la Internacional Comunista después del segundo congreso nos ofrece el terreno apto para ello, interpreta, una vez más --con las deliberaciones del tercero y del cuarto congreso, deliberaciones sumadas a las de las reuniones de los ejecutivos ampliados de febrero y junio de 1922 y de junio de 1923-- la situación, y las necesidades de la situación italiana. La verdad es que nosotros, como partido, hemos dado ya algunos pasos adelante en esta dirección: no nos queda más que tomar conciencia de ellos y continuar decididamente.
¿En efecto, qué significado tienen los acontecimientos habidos en el seno del Partido Socialista, con la escisión de los reformistas en un primer tiempo, con la exclusión del grupo de redactores de Páginas Rojas en un segundo tiempo, y con el intento de excluir a toda la fracción tercerinternacionalista, en un tercero y último tiempo?.
Tienen este significado preciso: que mientras nuestro partido estaba obligado, como sección italiana, a limitar su actividad a la lucha física de defensa contra el fascismo y a la conservación de su estructura primordial, como partido internacional, actuaba y seguía actuando para abrir vías nuevas hacia el futuro, para ampliar el radio de su influencia política, para hacer salir de la neutralidad a una parte de la masa que antes miraba indiferente o titubeante.
La acción de la Internacional durante algún tiempo fue la única que permitió a nuestro partido tener un contacto eficaz con amplias masas, que conservó un fermento de discusión y un principio de movimiento en capas importantes de la clase obrera que era imposible para nosotros, en la situación dada, alcanzar de otra manera.
Indudablemente que fue un gran éxito el haber arrancado del Partido Socialista algunos bloques, haber obtenido cuando la situación parecía peor, que se constituyeran núcleos, a partir de la amorfa gelatina socialista, que afirmaban tener fe no obstante todo en la revolución mundial, grupos que, con los hechos si no es que con las palabras que parecen quemar más que los hechos, reconocían haberse equivocado en 1920-1921-1922.
Ha sido esta una derrota del fascismo y de la reacción: ha sido si queremos ser sinceros, la única derrota física e ideológica del fascismo y de la reacción en estos tres años de historia italiana. Es necesario reaccionar enérgicamente contra el pesimismo de algunos grupos de nuestro partido, aun de los más responsables y calificados. Eso representa en este momento, el más grave peligro, en la nueva situación que se está formando en nuestro país y que encontrará su sanción y clarificación en la primera legislatura fascista.
Se aproximan grandes luchas, quizá más sangrientas y duras que las de los años pasados; por tanto, es necesaria la máxima energía en nuestros dirigentes, la máxima organización y centralización de la masa del partido, un gran espíritu de iniciativa y una grandísima rapidez en las decisiones.
El pesimismo toma prevalecientemente este tono: regresamos a una situación pre-Livorno, deberemos rehacer el mismo trabajo que hemos hecho antes de Livorno y que creíamos definitivo. Es necesario demostrar a cada compañero cómo esta posición está equivocada política y teóricamente. Ciertamente que se necesitará todavía luchar fuertemente: claro que la tarea del núcleo fundamental de nuestro partido que se constituyó en Livorno no ha terminado y no terminará durante un período todavía (será todavía viva y actual aun después de la revolución victoriosa).
Pero no nos encontraremos otra vez en una situación pre-Livorno, porque la situación mundial e italiana no es en 1924, igual a la de 1920, porque nosotros mismos no somos aquellos de 1920 y no queremos volver a serlo nunca más.
Porque la clase obrera italiana ha cambiado mucho y no será la cosa más simple de este mundo hacer que vuelva a ocupar las fábricas con tubos de estufa por cañones, después de haberle aturdido las orejas y removido la sangre con la torpe demagogia de las fieras maximalistas. Porque existe nuestro partido, que es algo y que ha demostrado ser algo, y en el cual nosotros tenemos una confianza ilimitada, como en la parte mejor, más sana, más honesta del proletariado italiano.