De la polémica al sistema
texto de Francisco Fernández Buey
La idea de publicar un escrito polémico contra Eugen Dühring le fue sugerida a Friedrich Engels por Wilhelm Liebknecht en 1876. Pocos meses antes Dühring había dado a la imprenta un libro que -con el pretencioso título de Cuadernos de filosofía como visión del mundo y configuración de la vida rigurosamente (1875)-estaba influyendo mucho en los medios socialistas alemanes. Pero, a pesar de que conocía esa influencia, Engels no mostró en un principio especial interés por la tarea sugerida y expresó sus reticencias aduciendo que tal trabajo crítico le desviaría de sus estudios en curso. En su correspondencia con Marx al respecto, a esta reticencia añadió otra: cierto desprecio intelectual por lo que se pretendía que fuera objeto de su crítica. Aunque poco a poco ambos motivos acabarían desdibujándose, no se puede negar que eran de peso. Desde 1872 Engels estaba empeñado en un tratamiento lo más completo posible del pensamiento socialista en el marco de la ciencia de la sociedad y de la naturaleza[1], para lo cual había ido estudiando un buen número de manuales y de ensayos dedicados en su mayor parte a descubrimientos científico-naturales entonces recientes. Entre 1872 y 1875 Engels había asimilado, efectivamente, mucha literatura científica, de primera mano y de divulgación, sobre cosmología, física, astronomía, botánica y geología; con ello ampliaba su interés -manifiesto ya en las décadas anteriores- por la fisiología, la anatomía y las teorías de la evolución. Además -en lo que se refiere al objeto de la polémica propuesta- Dühring no era una autoridad científica ni tampoco un dirigente político destacado.
Sin embargo, a la sugerencia de Liebknecht se unió la discreta insistencia de Marx, de tal modo que el motivo fuerte que Engels había aducido para resistirse se convirtió precisamente en una buena razón para que éste aceptara el encargo. Dicho cambio de actitud se comprende teniendo en cuenta la tácita división del trabajo entonces existente entre Marx y Engels, así como la situación de la socialdemocracia alemana en aquel momento.
Si la principal ocupación de Marx en las horas bajas del movimiento socialista era la historia, en particular la de culturas escasamente conocidas entonces en la Europa occidental, Engels se inclinaba por la ciencia de la naturaleza, la historia de la ciencia y la filosofía natural. En 1876 Marx estaba ocupado en sus investigaciones relativas a la sociedad rusa, realizando un trabajo de ordenación y asimilación de estadísticas económicas y sociológicas parecido al que había llevado a cabo en la década de los cincuenta en la biblioteca del Museo Británico sobre el «hogar clásico» del capitalismo. La finalidad de estos estudios era terminar el volumen segundo de El Capital, que inicialmente debía tratar de la renta territorial. Engels, por su parte, tenía ya en 1875 un plan de trabajo bastante detallado sobre temas científico-naturales, e incluso había llegado a escribir una introducción general cuyo hilo conductor es el manuscrito que se conoce con el título de Dialéctica de la naturaleza, obra que no llegaría a concluir[2].
La derrota de la Comuna de París, el desarrollo de la guerra francoprusiana, las escisiones que en 1872 se produjeron en la Primera Internacional y la estabilización del bismarkismo parecían alejar las posibilidades revolucionarias en Europa central y occidental. De ahí –entre otras razones- el interés de Marx por lo que estaba ocurriendo en Rusia sobre todo a partir de la emancipación de los siervos[3]. Además, la relación de éste (y de Engels) con los principales dirigentes de la socialdemocracia alemana se había hecho conflictiva en los preliminares del congreso de Gotha por la radical crítica a la que Marx sometió el programa de unificación entre las dos principales tendencias socialistas existentes entonces. No es extraño, pues, que en un primer momento, antes de leer las obras de Dühring, Engels acogiera con cierta frialdad la propuesta de Liebknecht. Eso sin olvidar que durante los años anteriores el propio Engels había dado muestras de su realista concepción de la economía del tiempo al llamar críticamente la atención de Marx cuando éste se dejó llevar a controversias que le apartaban de su trabajo principal.
En cualquier caso, las circunstancias que anteceden a la redacción del Anti-Dühring ponen de manifiesto, una vez más, hasta qué punto en la obra de Marx y Engels la crítica y la polémica son inseparables de la vocación científica. El hecho de que Dühring, el cual había escrito años antes una favorable reseña del volumen primero de El Capital, acusara ahora a Marx de metafísico, se autodeclarada como alternativa política a su izquierda en el movimiento socialista e influyera en destacados dirigentes de la socialdemocracia alemana con una posición positivista y antidialéctica, contribuyó a modificar la incivil reticencia de Engels. Siguió protestando, pero lo hizo: aceptó la tarea propuesta como un sacrificio. Cuando ya había aceptado el encargo todavía se quejó en varias ocasiones de que aquella amistosa división del trabajo le obligara a ocuparse de un material al que, después de leído, seguía concediendo escasísimo valor científico y filosófico. Así se queja, por ejemplo, en una carta a Marx escrita el 28 de mayo de 1876:
«Tú lo has dicho muy bien. Puedes quedarte en el cálido lecho, ocuparte de las relaciones agrarias rusas en particular y de la renta territorial en general: nada te lo impide. Y, mientras, yo debo sentarme en el duro banco y hartarme de vino frío, interrumpirlo todo de golpe y ajustar cuentas con ese pesado de Dühring. No queda más remedio que obrar así, aunque voy a verme metido en una polémica cuyo fin no es posible prever en absoluto; pero si no lo hago, ni yo mismo estaré tranquilo».
La alusión de Engels en esta carta a la duración seguramente larga de la polémica no se refiere sólo a una previsible contestación de Dühring –cosa que, por cierto, luego no se produciría-, sino también a la opinión de Marx, compartida por él mismo, según la cual si se entraba en la controversia había que hacerlo a fondo, esto es, criticando sistemáticamente las teorías filosóficas, científicas y políticas del adversario. La última consideración permitía a Engels un cierto en lace entre la crítica a Dühring y la exposición en forma positiva de los resultados de sus estudios anteriores. Por otra parte, la circunstancia de que Marx se comprometiera –cumpliendo además puntualmente su compromiso- a escribir el trozo de la crítica a Dühring dedicado a la historia de las teorías económicas acabó de convencer a Engels de la necesidad de hacer el sacrificio. De manera, pues, que en la rectificación por Engels de su inicial reticencia influyeron motivos de varios tipos: de amistad, políticos y, no en último lugar, de oportunidad intelectual.
KARL EUGEN DÜHRING
El objeto de la polémica, Karl Eugen Dühring, era en 1876 un profesor de filosofía muy popular entre los estudiantes universitarios berlineses y gozaba de reciente, aunque también creciente, crédito entre algunos de los principales dirigentes de la socialdemocracia alemana de entonces. August Bebel (1840-1913), el fundador junto con Liebknecht del partido socialdemócrata alemán, y Eduard Bernstein (1850-1932), uno de los más notables teóricos del mismo, se habían sentido atraídos por la concepción filosófica de Dühring, particularmente por su descalificación del hegelianismo. Los recuerdos que han dejado quienes conocieron a Dühring siendo estudiantes universitarios destacan en él grandes dotes retóricas y una prodigiosa memoria, pero subrayan sobre todo la impresión que les hacía la fuerza de voluntad con que aquel profesor había sabido sobreponerse a la mayor de las muchas desgracias de su vida: la ceguera[4].
Dühring había nacido cerca de Berlín en 1833. Huérfano de madre, recibió al parecer una educación un tanto ambivalente: mientras vivió su padre fue formado en un espíritu tolerante, de influencias rousseaunianas, pero luego pasó por una escuela pietista y reaccionaria de la que salió en 1845 para entrar en un asilo de huérfanos. Estudió derecho en Berlín, donde según confesión propia se interesó poco por las asignaturas oficiales, pero en cambio leyó a Hobbes y a Rousseau y se sintió atraído por la filosofía de la ciencia de Comte. Independientemente y de forma autodidacta empezó a cultivar desde su juventud la matemática, la mecánica y la astronomía. En 1861 se quedó ciego y tuvo que abandonar su inicial trabajo jurídico como pasante. Aquella desgracia le impulsó de nuevo hacia la universidad y enseguida leyó en ella una disertación acerca de la lógica del cálculo infinitesimal que le abría las puertas a la enseñanza. En 1865 logró un puesto de Privatdocent en la Universidad de Berlín. En cambio, sus aspiraciones a obtener una cátedra, primero de filosofía y luego de economía, se verían frustradas, aparentemente sólo por motivos académicos. Desde 1865 publicó mucho sobre temas diversos. Se propuso divulgar la obra de Comte en Alemania y escribió varios ensayos de crítica del liberalismo en el plano económico bajo la influencia de Friedrich List y de Henry Charles Carey. Ya en 1865 la fama de Dühring parece consolidada, pues en esa fecha le fue solicitada una memoria sobre la cuestión obrera por encargo de Bismarck, trabajo que vería la luz más tarde con la firma del consejero Hermann Wagener, lo cual dio lugar a una sonada querella judicial que aumentó la celebridad de Dühring. El enfrentamiento con las autoridades radicalizó sus opiniones políticas. En 1870 se declara socialista; acoge luego con entusiasmo la Comuna de París y sigue escribiendo en ese lustro sobre la historia de la economía, historia de la mecánica, socialismo y filosofía[5]. Su principal conflicto con las autoridades académicas y con el poder político se produjo, sin embargo, en 1877, cuando habían empezado a aparecer ya los artículos de Engels que componen el Anti-Dühring: fue expulsado de la universidad por acusar reiteradamente de plagio a Hermann von Helmholtz (1821-1894), quien desde 1871 era profesor de física en la Universidad de Berlín.
La revocación a Eugen Dühring de la venia universitaria berlinesa para enseñar fue juzgada, seguramente con razón, en los ambientes socialdemócratas alemanes como un pretexto de los políticos conservadores para prescindir de un profesor incómodo que había denunciado en varias ocasiones deficiencias y corrupciones de la vida académica. Por ello la expulsión motivó un movimiento de protesta y se multiplicaron las muestras de solidaridad con el enseñante represaliado. La figura de Dühring fue ensalzada y llegó a llamársele «reformador de la ciencia moderna». Franz Mehring, el historiador de la socialdemocracia alemana, ha recordado aquella protesta como el último movimiento idealista y solidario que se produjo en las universidades de Alemania antes de las leyes antisocialistas. Pero, como es natural, el incidente tuvo también cierta repercusión en el desarrollo de la polémica iniciada por Engels, pues dio argumentos suplementarios a los dirigentes de la naciente socialdemocracia que se oponía a que la controversia con Dühring siguiera publicándose en la prensa del partido. El propio Engels, sin dejar de insistir en la escasa calidad científica y filosófica de la obra de su adversario, escribió en aquella oportunidad alguna palabra piadosa sobre Dühring, atribuyendo su expulsión de la universidad a la mezquindad política de Helmholtz (cuyas virtudes como investigador científico estaban ya entonces fuera de duda) y el chato ambiente cultural berlinés de la época.
Frente a lo que pudiera pensarse este incidente no anudó la relación de Dühring con la socialdemocracia alemana. Al contrario, después de su expulsión y de las primeras muestras de solidaridad de estudiantes y trabajadores Dühring reaccionó atacando también a los dirigentes socialistas; no contestó a las críticas de Engels y desvió la controversia al plano de las voluntades y de las intenciones malvadas, lo cual acabó granjeándole la desconfianza y la enemistad de los socialistas en los que había influido anteriormente. Tal conducta, que habitualmente se atribuye a su personalismo individualista, le dejó fuera del movimiento en un lapso de tiempo muy corto, razón por la cual, cuando pocos años después Engels publicaba la segunda edición del Anti-Dühring, su celebridad era ya mero recuerdo. A dicho olvido parece haber empujado también el persistente y agrio antisemitismo de Dühring. En todo caso estas circunstancias contribuyeron a modificar en gran medida la función crítica inicial de los artículos de Engels y condicionaron en el futuro la recurrente interpretación del Anti-Dühring como suma o enciclopedia del marxismo.
RAZONES DEL ÉXITO DEL ANTI-DÜHRING
Los artículos de Engels contra Dühring empezaron a aparecer por entregas en el órgano central de la socialdemocracia alemana Vorwäts («¡Adelante!») el 3 de enero de 1877. La publicación de una primera parte, con el título de «La subversión de la filosofía por el señor Eugen Dühring», se prolongó hasta el 13 de mayo de ese mismo año. Siguió luego una segunda parte en nueve artículos sobre «La subversión de la economía política» inmediatamente después de la expulsión del Dühring de la universidad (desde el 27 de julio hasta el 30 de septiembre). La tercera y última parte, compuesta por cinco artículos y dedicada a la «subversión del socialismo», se retrasó algo más por problemas internos de la socialdemocracia alemana: se publicó entre el 5 de mayo y el 7 de julio de 1878. Para esas fechas el descontento de Engels con la forma en que se estaba editando su trabajo en Vorwäts era ya manifiesto. A partir de las primeras entregas varios dirigentes socialdemócratas hicieron pública su opinión de que los artículos de Engels eran demasiado teóricos para su inclusión en Vorwäts; otros se quejaron del tono hiriente empleado, aduciendo que eso perjudicaba la imagen del partido. La injusticia cometida por las autoridades con Dühring en junio de 1877, cuando ya se había publicado toda la primera parte del ensayo de Engels, aumentó las diferencias entre las corrientes de la socialdemocracia en este tema y el asunto se saldó con un arreglo: los artículos seguirían publicándose, pero en un suplemento del Vorwäts. Como suele ocurrir con los arreglos, tampoco ésta satisfizo a las partes en discordia y como consecuencia de ello Engels empezó a pensar en la posibilidad de publicar los ensayos por su cuenta, cosa que hizo en 1878.
En esa última fecha apareció por primera vez el Anti-Dühring en forma de libro. Se publicó en Leipzig. Una segunda edición fue prohibida por la censura de Bismarck y tuvo que editarse en Suiza, en 1886. La tercera –y última edición publicada en vida de Engels- vio la luz en Stuttgart en 1894. Para entonces el Anti-Dühring se había convertido ya en una de las piezas teóricas más influyentes en el movimiento socialista alemán. Al hacer balance de esa influencia, Jacques Droz ha escrito no hace mucho que pocas obras tuvieron tanta importancia como ésta para la difusión del ideario marxista en la Alemania de las leyes antisocialistas bismarckianas[6]. Y, en efecto, la difusión de la obra de Engels abre un capítulo de la historia alemana caracterizado por la implantación del marxismo frente a otras corrientes y tradiciones con las que compitió en el movimiento socialista de la segunda mitad del siglo XIX.
La principal razón de aquel éxito temprano del Anti-Dühring, sobre todo de la persistencia del mismo en varias generaciones socialistas posteriores, se ha identificado a veces con la forma relativamente popular de la obra de Engels por comparación con el estilo adoptado por Marx, en particular en las primeras secciones del volumen primero de El Capital. Tal vez la intención divulgadora de Engels haya sido un motivo relevante a la hora de explicar la buena fortuna del Anti-Dühring, pero no debería olvidarse, al formular ese juicio, que no fue esa precisamente la percepción que tuvieron de la obra algunos destacados líderes socialdemócratas contemporáneos de Engels. Por lo demás, tampoco puede decirse que los varios artículos que componen el Anti-Dühring sean de lectura igualmente fácil. La atención que necesariamente tenía que prestarse en un texto polémico a las doctrinas filosóficas, económicas y sociales del adversario intelectual no permite la exposición sistemática seguida de las ideas de Engels (y de Marx), las cuales, por otra parte, aunque fueron expresadas ahí con evidente voluntad popularizadora, siguen requiriendo de todas formas conocimientos filosóficos y económicos, así como la información científica, que no eran habituales en el bagaje cultural de los militantes obreros de la época en que fue escrito el Anti-Dühring. Por eso, con el tiempo, el texto de Engels, en una forma aún más simplificada, se fue convirtiendo en un material de formación de socialistas y comunistas interesados en la concepción marxista del mundo. Dicha simplificación supondría que el Anti-Dühring fuera leído descontextualizadamente, esto es, mediante la supresión de los párrafos polémicos del texto y siguiendo el hilo de su parte positiva. El olvido en que había caído el nombre mismo de Dühring ya en la década final del siglo pasado favorecía sin lugar a dudas esta interpretación.
Limada, pues, la inicial intención polémica de Engels, la lectura del Anti-Dühring como manual enciclopédico del marxismo o incluso -en versiones más fuertes- como la más acabada sistematización de la concepción comunista del mundo empezó a imponerse desde la tercera edición del texto en 1894. En un documentado análisis histórico de la fortuna e interpretaciones del Anti-Dühring, Valentino Gerratana [7] ha mostrado hasta qué punto el comentario que Eduard Bernstein hizo de aquella edición avalaba este punto de vista sistematizador que luego resultaría dominante tanto en el marxismo de la Segunda Internacional como en el de la Tercera. De manera que el destino de aquellos artículos escritos en 1876-1877 puede verse a la larga como uno de esos avatares históricos que suelen aducirse para argüir acerca de la distancia a veces existente entre lo que un autor propone y lo que el público lector dispone. tanto más cuanto que en este caso, al tratarse justamente de un material escrito para un movimiento social, el texto se hallaba expuesto a un uso instrumental en función de las oscilaciones del movimiento mismo. El subtítulo añadido a la edición castellana de la traducción de Bullejos, en 1935, para la librería Bergua, es lo suficientemente significativo de este cambio de función del Anti-Dühring al que estamos haciendo referencia como para ahorrar otros comentarios: «Introducción a toda la ciencia y a todas las teorías marxistas». Introducción que, como ha apuntado también Valentino Gerratana, tuvo en la práctica de la Tercera Internacional un sentido preciso, muchas veces negativo: sustituir la lectura de otros textos en los que la «ciencia» y las «teorías» aludidas, en sus aspectos historiográficos, económicos o macrosociológicos más relevantes, fueron expuestas con matices y concreciones de las que, por su propio objetivo inicial, carecía el Anti-Dühring.
FRIEDRICH ENGELS Y LA SISTEMATIZACIÓN DEL MARXISMO
Este cambio de función del Anti-Dühring tiene algo de ironía histórica. Es por lo menos paradójico el que acabara leyéndose así, con cierto espíritu eufórico de sistema, un texto que fue escrito por las mismas fechas en que Karl Marx protestaba contra la extensión abusiva del método y de algunas de las principales ideas contenidas en el volumen primero de El Capital. A finales de 1877 -coincidiendo casi con la terminación por Engels de la parte del Anti-Dühring dedicada a la economía política- Marx llamó la atención de los redactores de la revista rusa Otetschestvennii Sapiski sobre la inanidad de un supuesto método para la comprensión de los acontecimientos históricos, cuya mayor excelencia consistiera en ser utilizado como pasaporte sustitutorio del esfuerzo que representa la investigación particularizada de hechos o acontecimientos semejantes, pero separados en el tiempo y en el espacio. Además de limitar el alcance del fresco histórico con tenido en El Capital a la Europa occidental, Marx buscaba con esta propuesta alejarse de los marxistas académicos que en Rusia se autoproclamaban discípulos suyos y advertir al mismo tiempo de que su trabajo seguía siendo una obra abierta, no un sistema histórico-filosófico a la vieja usanza.
Ahora bien, la limitación consciente del alcance de los resultados del propio método puesto en práctica en El Capital al establecer como criterio la prioridad de la investigación histórico-social concreta y particularizada, esto es, la recolección y estimación de datos históricos, económicos y sociales característicos de cada situación determinada (trabajo que Marx consideraba esencial precisamente al referirse a situaciones en apariencia muy semejantes) parece estar implicando un punto de vista (o tal vez una reconsideración del mismo) bastante alejado de la completud que Engels pretende en el Anti-Dühring para la dialéctica cuando amplía la virtualidad de la misma a campos tan variados y a entidades y fenómenos tan distintos como el cálculo infinitesimal, la generación y reproducción de las plantas, la metamorfosis animal, el mero movimiento local, la evolución histórica de la exigencia igualitaria o el desarrollo del ideal socialista a lo largo de los siglos.
Cierto es que Engels no pretende dar a la dialéctica una función probatoria o demostrativa y que, al referirse a fenómenos estudiados por las distintas ciencias particulares de la naturaleza, escribe con la suficiente cautela metodológica como para llamar la atención acerca del riesgo que supone utilizar a mera ejemplificación como argumento a favor del pensamiento dialéctico. Pero esta cautela, repetida varias veces en las declaraciones metodológicas generales, desaparece luego en los desarrollos específicos que el Anti-Dühring dedica a refutar la burla antidialéctica del adversario intelectual. En estos desarrollos específicos -aludidos también críticamente en numerosas ocasiones en el marco de la tradición marxista-[8] todo ocurre como si Engels no encontrara otro argumento que oponer al positivismo de Dühring que una retirada hacia la vieja Naturphilosophie alemana. Siempre que se refiere a ello –no sólo en el texto del Anti-Dühring, sino también en el ensayo más sistemático que pretendía ser la Dialéctica de la Naturaleza – Engels dice proponerse liberar a la Naturphilosophie de las fantasías especulativas que la acompañaban en la obra de Schelling y de Hegel. Pero a la hora de la verdad, siempre también, acaba afirmando la superioridad de la misma sobre la «ciencia meramente empírica», a la que identifica con un punto de vista fijista y metafísico. Por tal motivo lo que en el Anti-Dühring es calificado redundantemente de ciencia teórica de la naturaleza representaría, de hecho, una recuperación del núcleo racional de la Naturphilosophie frente a la ciencia normal, esto es, una ampliación filosófica de los resultados obtenidos mediante los procedimientos habituales de la ciencia natural de la época.
El propósito de recuperar la sistemática filosofía hegeliana de la naturaleza como forma de superar el empirismo y elevar a un nivel «teórico» los resultados de las principales disciplinas naturales de la época es algo que está suficientemente documentado tanto en el arranque mismo del Anti-Dühring dedicado a las generalidades como en los varios prólogos que Engels puso a las distintas ediciones del libro. El paso más explícito al respecto está contenido en una nota del prólogo a la segunda edición. En ella Engels empieza afirmando que «es mucho más fácil abalanzarse contra la vieja filosofía de la naturaleza que justipreciar su importancia histórica»; pero luego de repetir el lugar común sobre las fantasías especulativas de aquella filosofía resalta su lado positivo como antecesora de la teoría darwiniana de la evolución. Y ese paso concluye con un símil que habría de resultar muy eficaz entre los lectores socialistas: «Los filósofos de la naturaleza son respecto de la ciencia natural conscientemente dialéctica lo que los utópicos respecto del comunismo moderno».[9]
La decisión de interpretar en clave hegeliana los resultados de las investigaciones científico-naturales realzándolos sistemáticamente en el marco de la concepción dialéctico-materialista no es una ocurrencia pasajera determinada por la orientación polémica del Anti-Dühring. Lo prueba el que muchos años antes, en 1858, Engels había puesto en relación los descubrimientos de Schleider y de Schwann sobre la célula con el ser en sí hegeliano. Y es significativo que al anunciar Marx su intención de ponerse a estudiar fisiología, en una carta escrita el 14 de julio de ese mismo año, le pida la Filosofía de la naturaleza de Hegel, para apoyar su opinión de que la idea hegeliana del salto cualitativo cuadra perfectamente con los avances logrados en el campo de la fisiología comparada[10]. Dicha solicitud y el tenor general de la carta sugieren que ya en aquella fecha Engels se proponía una recuperación de la filosofía hegeliana de la naturaleza (aplicable a sus estudios científico-naturales) que cumpliera una función ilustrativa parecida a la que había tenido la Lógica de Hegel para la introducción metodológica a la Contribución marxiana a la crítica de la economía política.
A pesar de todo, como ya señalara Manuel Sacristán al abordar la cuestión del engelsismo[11], es un error atribuir sólo a Engels la responsabilidad de los excesos especulativos y metafóricos del Anti-Dühring y enfrentarle a Marx como si éste último hubiera estado libre del contagio de la Naturphilosophie hegeliana. ¿Cómo explicar entonces la aparente diferencia de criterios entre Marx y Engels en 1877 a la que se ha aludido anteriormente?. La explicación más plausible es, en mi opinión, que la diferencia se debe sobre todo a la distinta dificultad de los respectivos campos temáticos en que ambos estaban ocupados entonces; consecuencia, por tanto, de aquel distinto estar en «el cálido lecho » y en «el duro banco » a los que con cierto humor se refirió Engels al aceptar el encargo de criticar a Dühring. Dicho con más precisión: que no es una diferencia de criterio general sobre el alcance de la dialéctica ni sobre la valoración del hegelianismo lo que les separaba, sino otra diferencia determinada fundamentalmente por el hecho de que Marx estuviera ocupándose entonces de historia, economía y macrosociología, mientras que Engels trataba de temas científico-naturales. La correspondencia entre ambos sobre la obra de Darwin muestra que uno y otro interpretaron la teoría de la evolución con una clave de lectura procedente de la filosofía alemana de la naturaleza y pone de manifiesto también que tanto Marx como Engels lamentaron por igual la «roma forma inglesa » del Origen de las especies con una perspectiva metodológica procedente del mismo ambiente cultural. Es más, en la correspondencia de esos años sobre las teorías evolucionistas hay un episodio, a propósito de la obra de P. Trémaux, Origine et transformations de l’homme et des autres êtres (publicada en París en 1865), que permite reforzar la estimación anterior. En la polémica que sostuvieron acerca de la valoración de la obra de Trémaux es Engels quien se muestra más cauto al no aceptar la especulación genérica sobre la influencia de los factores geológicos o climáticos en la evolución de las especies y Marx el que, juzgando aquel trabajo hoy olvidado como un «notabilísimo avance respecto de Darwin, replica en defensa de los «fantasiosos naturalistas alemanes» que al final tuvieron razón frente a Cuvier [12]. Con esta réplica Marx adelantaba un hilo argumental para la interpretación de las teorías evolucionistas que luego reaparecería en las páginas dedicadas en el Anti-Dühring a ese tema.
También la deformación y consiguiente desprecio del empirismo baconiano, que están en la base de la identificación que en el Anti-Dühring se hace entre metafísica e investigación meramente empírica, fueron actitudes compartidas. La deformación del pensamiento de Bacon, que acabó cristalizando en la ciencia alemana de la segunda mitad del siglo XIX merced a un trabajo célebre de Justus von Liebig [13], procedía de la filosofía romántica de la naturaleza y de ese humus cultural fue recogida por Marx y por Engels en un apresurado esquema histórico de la relación entre ciencia empírica y ciencia teórica que favorecía su propia concepción de la dialéctica.
No es, pues, una diferencia fundamental de criterio sobre el alcance de la dialéctica lo que lleva a Engels a acentuar el espíritu de sistema. Sus declaraciones explícitas al respecto en el Anti-Dühring y en otros lugares son ambivalentes. Así en el prólogo escrito para la primera edición de su libro, luego de subrayar la intención polémica, Engels afirma que no es su finalidad oponer al «sistema» del señor Dühring otro sistema; distingue tal intención de la coherencia interna del libro, la cual sería consecuencia de la necesidad de abordar numerosos temas al responder a la prolijidad del profesor berlinés. En ese mismo contexto Engels ironiza precisamente a costa de la manía sistemática alemana que había producido en aquella época «docenas de sistemas por lo general vinculados a la ignorancia y la pseudociencia». Siete años después, en el prólogo a la segunda edición –escrito en un momento en el que Engels se ocupaba ya sobre todo del legado literario de Marx-, acentúa levemente el resultado sistemático: «La polémica [con Dühring] se convirtió en una expresión más o menos coherente y sistemática del método dialéctico y de la concepción comunista sostenida por Marx y por mí». La presión ambiental empezaba a modificar la finalidad inicial del escrito. Pero en 1892, al presentar para los lectores ingleses su ensayo titulado La evolución del socialismo de la utopía a la ciencia (ensayo en el que reproduce y amplía las partes menos polémicas del Anti-Dühring), Engels daba un paso más. En esa presentación continúa ironizando sobre «la terriblemente tediosa» Gründlichkeit de los alemanes, que conduce a la necesidad de elaborar cada nueva idea en sistema omniabarcador, e inmediatamente después declara que la razón principal de su tarea en el Anti-Dühring fue la ocasión que el sistema universal de su adversario le proporcionaba para desarrollar de forma más sistemática las opiniones propias (y las de Marx). Por último, ya sin la preocupación polémica y sin las ambigüedades anteriores, en el prólogo a la tercera edición del Anti-Dühring (1894) anuncia su decisión de retirar «todo lo que se refería exclusivamente a los escritos de Dühring» en la parte dedicada a la historia de la economía y añadir en su lugar el desarrollo escrito por Marx que Engels había tenido que reducir en las ediciones anteriores.
Esta última decisión da una pista adicional para entender mejor el deslizamiento de Engels hacia la sistematización del marxismo: su preocupación por ofrecer a los lectores socialistas una versión lo más completa posible de las ideas de Marx; preocupación que concuerda, por otra parte, con la insistencia de los años anteriores para que el amigo completara definitivamente El Capital y con la sorpresa -varias veces manifestada por Engels a distintos corresponsales- mostrada cuando, a la muerte de Marx, se encontró con que los papeles que éste dejaba eran manuscritos muy desordenados y, por supuesto, muy distantes de la completud deseada. Maximilian Rubel ha analizado con detalle esta situación hace ya muchos años y extraído de ella conclusiones sumamente radicales acerca del papel de Engels como fundador del marxismo.[14]
De todas formas, el cuadro que aquí se traza quedaría demasiado incompleto si no añadiéramos que ya a finales del siglo pasado, al mismo tiempo que iba consolidándose la lectura del Anti-Dühring como suma o enciclopedia del marxismo, surgieron voces discrepantes que criticaron a su vez aquella interpretación establecida: unas desde fuera del marxismo, como la del sindicalista Sorel en Francia y las de Gentile y Croce en Italia, y otras que, desde dentro del mismo y apreciando por lo demás el libro de Engels en su conjunto, subrayaron sobre todo su interés desde el punto de vista metodológico, dando en cambio menos importancia a la función manualística. Tal fue el caso de Antonio Labriola. Esta tradición discrepante, por motivos y con argumentos distintos cuyo detalle no tiene cabida aquí, fue mantenida en los años veinte y treinta de este siglo por el joven Lukács en Historia y consciencia de clase, por Karl Korsch y por Antonio Gramsci en sus Quaderni del carcere. En la mayor parte de los casos las indicaciones críticas no se refieren sólo al disgusto ante la interpretación dominante en la Segunda Internacional o en la Tercera, sino también a la impropiedad de algunas formulaciones específicas de Engels contenidas sobre todo en la sección primera del libro.
Hay por lo menos dos formas posibles de leer esa parte del Anti-Dühring que comprende las generalidades y la sección primera de la obra: como declaración de principios acerca de la superioridad cognoscitiva del pensamiento dialéctico frente a las limitaciones del análisis habitual de las ciencias que Engels llama «empíricas» -lectura dogmática muy extendida en el movimiento socialista hasta los años sesenta de este siglo- o como reflexión filosófica sobre los fundamentos metodológicos y las implicaciones más generales de los resultados de las ciencias de la naturaleza. Esta última lectura supone aceptar la primacía del acercamiento histórico-crítico a un clásico del marxismo e implica aclarar y discutir los conceptos de ciencia y dialéctica utilizados por Engels en el texto[15]. Si la perspectiva que se adopta es ésta, lo cual supone tomar a Engels la palabra en sus repetidas declaraciones de modestia y considerarle como un aficionado a los estudios científico-naturales -notable lector de una literatura extensa y amplia para su época-, entonces todavía hoy podrá encontrarse en esa sección del Anti-Dühring interesantes formulaciones y sugerencias de mérito sobre el recurrente tema de la relación entre ciencias positivas y filosofía. Particularmente en una fase histórica en la cual la filosofía de la ciencia parece curada de los excesos neopositivistas y el marxismo de las exageraciones dialéctico-cientificistas.
Leído así, con la convicción de que cada nueva lectura de un clásico nos ofrece ángulos anteriormente inadvertidos, el Anti-Dühring descubre a un Engels en el que se podría resaltar la tensión irresuelta entre la modestia científica y la omniabarcadora finalidad dialéctica. Esta tensión se advierte, desde las primeras páginas del libro, cuando nos encontramos, en el prólogo a la segunda edición, con una manifestación inequívoca de la consciencia de las limitaciones propias de Engels en el campo de los conocimientos científico-naturales y, a renglón seguido, con un plan de interpretación dialéctica de los principales resultados científico-naturales de la época, que era una tarea ingente y tal vez imposible para un solo hombre.
Muchas de las ironías que se han hecho en estas últimas décadas a propósito de aquella tensión y a costa de la aspiración dialéctica de Engels están, no obstante, de más. Pues queda el hecho de que, con el nombre de dialéctica o con otros, la aspiración a la síntesis globalizadora de los conocimientos particulares que tenemos sobre el mundo y la sociedad es una constante del pensamiento científico ilustrado a lo largo del tiempo. Y tal vez hoy más que nunca.
Por lo demás, las otras secciones del Anti-Dühring, siguen conservando el rigor en la formulación y la fuerza en las convicciones político-sociales que durante más de un siglo han sabido apreciar no sólo los militantes socialistas y comunistas, sino también los historiadores de las ideas. En España tuvimos la suerte de contar con una excelente introducción al Anti-Dühring: la escrita por Manuel Sacristán hace treinta años; una introducción que abría entonces un camino renovador (a la vez histórico-crítico y actualizador) para el conocimiento y la discusión de la obra de Engels.
texto de Francisco Fernández Buey
La idea de publicar un escrito polémico contra Eugen Dühring le fue sugerida a Friedrich Engels por Wilhelm Liebknecht en 1876. Pocos meses antes Dühring había dado a la imprenta un libro que -con el pretencioso título de Cuadernos de filosofía como visión del mundo y configuración de la vida rigurosamente (1875)-estaba influyendo mucho en los medios socialistas alemanes. Pero, a pesar de que conocía esa influencia, Engels no mostró en un principio especial interés por la tarea sugerida y expresó sus reticencias aduciendo que tal trabajo crítico le desviaría de sus estudios en curso. En su correspondencia con Marx al respecto, a esta reticencia añadió otra: cierto desprecio intelectual por lo que se pretendía que fuera objeto de su crítica. Aunque poco a poco ambos motivos acabarían desdibujándose, no se puede negar que eran de peso. Desde 1872 Engels estaba empeñado en un tratamiento lo más completo posible del pensamiento socialista en el marco de la ciencia de la sociedad y de la naturaleza[1], para lo cual había ido estudiando un buen número de manuales y de ensayos dedicados en su mayor parte a descubrimientos científico-naturales entonces recientes. Entre 1872 y 1875 Engels había asimilado, efectivamente, mucha literatura científica, de primera mano y de divulgación, sobre cosmología, física, astronomía, botánica y geología; con ello ampliaba su interés -manifiesto ya en las décadas anteriores- por la fisiología, la anatomía y las teorías de la evolución. Además -en lo que se refiere al objeto de la polémica propuesta- Dühring no era una autoridad científica ni tampoco un dirigente político destacado.
Sin embargo, a la sugerencia de Liebknecht se unió la discreta insistencia de Marx, de tal modo que el motivo fuerte que Engels había aducido para resistirse se convirtió precisamente en una buena razón para que éste aceptara el encargo. Dicho cambio de actitud se comprende teniendo en cuenta la tácita división del trabajo entonces existente entre Marx y Engels, así como la situación de la socialdemocracia alemana en aquel momento.
Si la principal ocupación de Marx en las horas bajas del movimiento socialista era la historia, en particular la de culturas escasamente conocidas entonces en la Europa occidental, Engels se inclinaba por la ciencia de la naturaleza, la historia de la ciencia y la filosofía natural. En 1876 Marx estaba ocupado en sus investigaciones relativas a la sociedad rusa, realizando un trabajo de ordenación y asimilación de estadísticas económicas y sociológicas parecido al que había llevado a cabo en la década de los cincuenta en la biblioteca del Museo Británico sobre el «hogar clásico» del capitalismo. La finalidad de estos estudios era terminar el volumen segundo de El Capital, que inicialmente debía tratar de la renta territorial. Engels, por su parte, tenía ya en 1875 un plan de trabajo bastante detallado sobre temas científico-naturales, e incluso había llegado a escribir una introducción general cuyo hilo conductor es el manuscrito que se conoce con el título de Dialéctica de la naturaleza, obra que no llegaría a concluir[2].
La derrota de la Comuna de París, el desarrollo de la guerra francoprusiana, las escisiones que en 1872 se produjeron en la Primera Internacional y la estabilización del bismarkismo parecían alejar las posibilidades revolucionarias en Europa central y occidental. De ahí –entre otras razones- el interés de Marx por lo que estaba ocurriendo en Rusia sobre todo a partir de la emancipación de los siervos[3]. Además, la relación de éste (y de Engels) con los principales dirigentes de la socialdemocracia alemana se había hecho conflictiva en los preliminares del congreso de Gotha por la radical crítica a la que Marx sometió el programa de unificación entre las dos principales tendencias socialistas existentes entonces. No es extraño, pues, que en un primer momento, antes de leer las obras de Dühring, Engels acogiera con cierta frialdad la propuesta de Liebknecht. Eso sin olvidar que durante los años anteriores el propio Engels había dado muestras de su realista concepción de la economía del tiempo al llamar críticamente la atención de Marx cuando éste se dejó llevar a controversias que le apartaban de su trabajo principal.
En cualquier caso, las circunstancias que anteceden a la redacción del Anti-Dühring ponen de manifiesto, una vez más, hasta qué punto en la obra de Marx y Engels la crítica y la polémica son inseparables de la vocación científica. El hecho de que Dühring, el cual había escrito años antes una favorable reseña del volumen primero de El Capital, acusara ahora a Marx de metafísico, se autodeclarada como alternativa política a su izquierda en el movimiento socialista e influyera en destacados dirigentes de la socialdemocracia alemana con una posición positivista y antidialéctica, contribuyó a modificar la incivil reticencia de Engels. Siguió protestando, pero lo hizo: aceptó la tarea propuesta como un sacrificio. Cuando ya había aceptado el encargo todavía se quejó en varias ocasiones de que aquella amistosa división del trabajo le obligara a ocuparse de un material al que, después de leído, seguía concediendo escasísimo valor científico y filosófico. Así se queja, por ejemplo, en una carta a Marx escrita el 28 de mayo de 1876:
«Tú lo has dicho muy bien. Puedes quedarte en el cálido lecho, ocuparte de las relaciones agrarias rusas en particular y de la renta territorial en general: nada te lo impide. Y, mientras, yo debo sentarme en el duro banco y hartarme de vino frío, interrumpirlo todo de golpe y ajustar cuentas con ese pesado de Dühring. No queda más remedio que obrar así, aunque voy a verme metido en una polémica cuyo fin no es posible prever en absoluto; pero si no lo hago, ni yo mismo estaré tranquilo».
La alusión de Engels en esta carta a la duración seguramente larga de la polémica no se refiere sólo a una previsible contestación de Dühring –cosa que, por cierto, luego no se produciría-, sino también a la opinión de Marx, compartida por él mismo, según la cual si se entraba en la controversia había que hacerlo a fondo, esto es, criticando sistemáticamente las teorías filosóficas, científicas y políticas del adversario. La última consideración permitía a Engels un cierto en lace entre la crítica a Dühring y la exposición en forma positiva de los resultados de sus estudios anteriores. Por otra parte, la circunstancia de que Marx se comprometiera –cumpliendo además puntualmente su compromiso- a escribir el trozo de la crítica a Dühring dedicado a la historia de las teorías económicas acabó de convencer a Engels de la necesidad de hacer el sacrificio. De manera, pues, que en la rectificación por Engels de su inicial reticencia influyeron motivos de varios tipos: de amistad, políticos y, no en último lugar, de oportunidad intelectual.
KARL EUGEN DÜHRING
El objeto de la polémica, Karl Eugen Dühring, era en 1876 un profesor de filosofía muy popular entre los estudiantes universitarios berlineses y gozaba de reciente, aunque también creciente, crédito entre algunos de los principales dirigentes de la socialdemocracia alemana de entonces. August Bebel (1840-1913), el fundador junto con Liebknecht del partido socialdemócrata alemán, y Eduard Bernstein (1850-1932), uno de los más notables teóricos del mismo, se habían sentido atraídos por la concepción filosófica de Dühring, particularmente por su descalificación del hegelianismo. Los recuerdos que han dejado quienes conocieron a Dühring siendo estudiantes universitarios destacan en él grandes dotes retóricas y una prodigiosa memoria, pero subrayan sobre todo la impresión que les hacía la fuerza de voluntad con que aquel profesor había sabido sobreponerse a la mayor de las muchas desgracias de su vida: la ceguera[4].
Dühring había nacido cerca de Berlín en 1833. Huérfano de madre, recibió al parecer una educación un tanto ambivalente: mientras vivió su padre fue formado en un espíritu tolerante, de influencias rousseaunianas, pero luego pasó por una escuela pietista y reaccionaria de la que salió en 1845 para entrar en un asilo de huérfanos. Estudió derecho en Berlín, donde según confesión propia se interesó poco por las asignaturas oficiales, pero en cambio leyó a Hobbes y a Rousseau y se sintió atraído por la filosofía de la ciencia de Comte. Independientemente y de forma autodidacta empezó a cultivar desde su juventud la matemática, la mecánica y la astronomía. En 1861 se quedó ciego y tuvo que abandonar su inicial trabajo jurídico como pasante. Aquella desgracia le impulsó de nuevo hacia la universidad y enseguida leyó en ella una disertación acerca de la lógica del cálculo infinitesimal que le abría las puertas a la enseñanza. En 1865 logró un puesto de Privatdocent en la Universidad de Berlín. En cambio, sus aspiraciones a obtener una cátedra, primero de filosofía y luego de economía, se verían frustradas, aparentemente sólo por motivos académicos. Desde 1865 publicó mucho sobre temas diversos. Se propuso divulgar la obra de Comte en Alemania y escribió varios ensayos de crítica del liberalismo en el plano económico bajo la influencia de Friedrich List y de Henry Charles Carey. Ya en 1865 la fama de Dühring parece consolidada, pues en esa fecha le fue solicitada una memoria sobre la cuestión obrera por encargo de Bismarck, trabajo que vería la luz más tarde con la firma del consejero Hermann Wagener, lo cual dio lugar a una sonada querella judicial que aumentó la celebridad de Dühring. El enfrentamiento con las autoridades radicalizó sus opiniones políticas. En 1870 se declara socialista; acoge luego con entusiasmo la Comuna de París y sigue escribiendo en ese lustro sobre la historia de la economía, historia de la mecánica, socialismo y filosofía[5]. Su principal conflicto con las autoridades académicas y con el poder político se produjo, sin embargo, en 1877, cuando habían empezado a aparecer ya los artículos de Engels que componen el Anti-Dühring: fue expulsado de la universidad por acusar reiteradamente de plagio a Hermann von Helmholtz (1821-1894), quien desde 1871 era profesor de física en la Universidad de Berlín.
La revocación a Eugen Dühring de la venia universitaria berlinesa para enseñar fue juzgada, seguramente con razón, en los ambientes socialdemócratas alemanes como un pretexto de los políticos conservadores para prescindir de un profesor incómodo que había denunciado en varias ocasiones deficiencias y corrupciones de la vida académica. Por ello la expulsión motivó un movimiento de protesta y se multiplicaron las muestras de solidaridad con el enseñante represaliado. La figura de Dühring fue ensalzada y llegó a llamársele «reformador de la ciencia moderna». Franz Mehring, el historiador de la socialdemocracia alemana, ha recordado aquella protesta como el último movimiento idealista y solidario que se produjo en las universidades de Alemania antes de las leyes antisocialistas. Pero, como es natural, el incidente tuvo también cierta repercusión en el desarrollo de la polémica iniciada por Engels, pues dio argumentos suplementarios a los dirigentes de la naciente socialdemocracia que se oponía a que la controversia con Dühring siguiera publicándose en la prensa del partido. El propio Engels, sin dejar de insistir en la escasa calidad científica y filosófica de la obra de su adversario, escribió en aquella oportunidad alguna palabra piadosa sobre Dühring, atribuyendo su expulsión de la universidad a la mezquindad política de Helmholtz (cuyas virtudes como investigador científico estaban ya entonces fuera de duda) y el chato ambiente cultural berlinés de la época.
Frente a lo que pudiera pensarse este incidente no anudó la relación de Dühring con la socialdemocracia alemana. Al contrario, después de su expulsión y de las primeras muestras de solidaridad de estudiantes y trabajadores Dühring reaccionó atacando también a los dirigentes socialistas; no contestó a las críticas de Engels y desvió la controversia al plano de las voluntades y de las intenciones malvadas, lo cual acabó granjeándole la desconfianza y la enemistad de los socialistas en los que había influido anteriormente. Tal conducta, que habitualmente se atribuye a su personalismo individualista, le dejó fuera del movimiento en un lapso de tiempo muy corto, razón por la cual, cuando pocos años después Engels publicaba la segunda edición del Anti-Dühring, su celebridad era ya mero recuerdo. A dicho olvido parece haber empujado también el persistente y agrio antisemitismo de Dühring. En todo caso estas circunstancias contribuyeron a modificar en gran medida la función crítica inicial de los artículos de Engels y condicionaron en el futuro la recurrente interpretación del Anti-Dühring como suma o enciclopedia del marxismo.
RAZONES DEL ÉXITO DEL ANTI-DÜHRING
Los artículos de Engels contra Dühring empezaron a aparecer por entregas en el órgano central de la socialdemocracia alemana Vorwäts («¡Adelante!») el 3 de enero de 1877. La publicación de una primera parte, con el título de «La subversión de la filosofía por el señor Eugen Dühring», se prolongó hasta el 13 de mayo de ese mismo año. Siguió luego una segunda parte en nueve artículos sobre «La subversión de la economía política» inmediatamente después de la expulsión del Dühring de la universidad (desde el 27 de julio hasta el 30 de septiembre). La tercera y última parte, compuesta por cinco artículos y dedicada a la «subversión del socialismo», se retrasó algo más por problemas internos de la socialdemocracia alemana: se publicó entre el 5 de mayo y el 7 de julio de 1878. Para esas fechas el descontento de Engels con la forma en que se estaba editando su trabajo en Vorwäts era ya manifiesto. A partir de las primeras entregas varios dirigentes socialdemócratas hicieron pública su opinión de que los artículos de Engels eran demasiado teóricos para su inclusión en Vorwäts; otros se quejaron del tono hiriente empleado, aduciendo que eso perjudicaba la imagen del partido. La injusticia cometida por las autoridades con Dühring en junio de 1877, cuando ya se había publicado toda la primera parte del ensayo de Engels, aumentó las diferencias entre las corrientes de la socialdemocracia en este tema y el asunto se saldó con un arreglo: los artículos seguirían publicándose, pero en un suplemento del Vorwäts. Como suele ocurrir con los arreglos, tampoco ésta satisfizo a las partes en discordia y como consecuencia de ello Engels empezó a pensar en la posibilidad de publicar los ensayos por su cuenta, cosa que hizo en 1878.
En esa última fecha apareció por primera vez el Anti-Dühring en forma de libro. Se publicó en Leipzig. Una segunda edición fue prohibida por la censura de Bismarck y tuvo que editarse en Suiza, en 1886. La tercera –y última edición publicada en vida de Engels- vio la luz en Stuttgart en 1894. Para entonces el Anti-Dühring se había convertido ya en una de las piezas teóricas más influyentes en el movimiento socialista alemán. Al hacer balance de esa influencia, Jacques Droz ha escrito no hace mucho que pocas obras tuvieron tanta importancia como ésta para la difusión del ideario marxista en la Alemania de las leyes antisocialistas bismarckianas[6]. Y, en efecto, la difusión de la obra de Engels abre un capítulo de la historia alemana caracterizado por la implantación del marxismo frente a otras corrientes y tradiciones con las que compitió en el movimiento socialista de la segunda mitad del siglo XIX.
La principal razón de aquel éxito temprano del Anti-Dühring, sobre todo de la persistencia del mismo en varias generaciones socialistas posteriores, se ha identificado a veces con la forma relativamente popular de la obra de Engels por comparación con el estilo adoptado por Marx, en particular en las primeras secciones del volumen primero de El Capital. Tal vez la intención divulgadora de Engels haya sido un motivo relevante a la hora de explicar la buena fortuna del Anti-Dühring, pero no debería olvidarse, al formular ese juicio, que no fue esa precisamente la percepción que tuvieron de la obra algunos destacados líderes socialdemócratas contemporáneos de Engels. Por lo demás, tampoco puede decirse que los varios artículos que componen el Anti-Dühring sean de lectura igualmente fácil. La atención que necesariamente tenía que prestarse en un texto polémico a las doctrinas filosóficas, económicas y sociales del adversario intelectual no permite la exposición sistemática seguida de las ideas de Engels (y de Marx), las cuales, por otra parte, aunque fueron expresadas ahí con evidente voluntad popularizadora, siguen requiriendo de todas formas conocimientos filosóficos y económicos, así como la información científica, que no eran habituales en el bagaje cultural de los militantes obreros de la época en que fue escrito el Anti-Dühring. Por eso, con el tiempo, el texto de Engels, en una forma aún más simplificada, se fue convirtiendo en un material de formación de socialistas y comunistas interesados en la concepción marxista del mundo. Dicha simplificación supondría que el Anti-Dühring fuera leído descontextualizadamente, esto es, mediante la supresión de los párrafos polémicos del texto y siguiendo el hilo de su parte positiva. El olvido en que había caído el nombre mismo de Dühring ya en la década final del siglo pasado favorecía sin lugar a dudas esta interpretación.
Limada, pues, la inicial intención polémica de Engels, la lectura del Anti-Dühring como manual enciclopédico del marxismo o incluso -en versiones más fuertes- como la más acabada sistematización de la concepción comunista del mundo empezó a imponerse desde la tercera edición del texto en 1894. En un documentado análisis histórico de la fortuna e interpretaciones del Anti-Dühring, Valentino Gerratana [7] ha mostrado hasta qué punto el comentario que Eduard Bernstein hizo de aquella edición avalaba este punto de vista sistematizador que luego resultaría dominante tanto en el marxismo de la Segunda Internacional como en el de la Tercera. De manera que el destino de aquellos artículos escritos en 1876-1877 puede verse a la larga como uno de esos avatares históricos que suelen aducirse para argüir acerca de la distancia a veces existente entre lo que un autor propone y lo que el público lector dispone. tanto más cuanto que en este caso, al tratarse justamente de un material escrito para un movimiento social, el texto se hallaba expuesto a un uso instrumental en función de las oscilaciones del movimiento mismo. El subtítulo añadido a la edición castellana de la traducción de Bullejos, en 1935, para la librería Bergua, es lo suficientemente significativo de este cambio de función del Anti-Dühring al que estamos haciendo referencia como para ahorrar otros comentarios: «Introducción a toda la ciencia y a todas las teorías marxistas». Introducción que, como ha apuntado también Valentino Gerratana, tuvo en la práctica de la Tercera Internacional un sentido preciso, muchas veces negativo: sustituir la lectura de otros textos en los que la «ciencia» y las «teorías» aludidas, en sus aspectos historiográficos, económicos o macrosociológicos más relevantes, fueron expuestas con matices y concreciones de las que, por su propio objetivo inicial, carecía el Anti-Dühring.
FRIEDRICH ENGELS Y LA SISTEMATIZACIÓN DEL MARXISMO
Este cambio de función del Anti-Dühring tiene algo de ironía histórica. Es por lo menos paradójico el que acabara leyéndose así, con cierto espíritu eufórico de sistema, un texto que fue escrito por las mismas fechas en que Karl Marx protestaba contra la extensión abusiva del método y de algunas de las principales ideas contenidas en el volumen primero de El Capital. A finales de 1877 -coincidiendo casi con la terminación por Engels de la parte del Anti-Dühring dedicada a la economía política- Marx llamó la atención de los redactores de la revista rusa Otetschestvennii Sapiski sobre la inanidad de un supuesto método para la comprensión de los acontecimientos históricos, cuya mayor excelencia consistiera en ser utilizado como pasaporte sustitutorio del esfuerzo que representa la investigación particularizada de hechos o acontecimientos semejantes, pero separados en el tiempo y en el espacio. Además de limitar el alcance del fresco histórico con tenido en El Capital a la Europa occidental, Marx buscaba con esta propuesta alejarse de los marxistas académicos que en Rusia se autoproclamaban discípulos suyos y advertir al mismo tiempo de que su trabajo seguía siendo una obra abierta, no un sistema histórico-filosófico a la vieja usanza.
Ahora bien, la limitación consciente del alcance de los resultados del propio método puesto en práctica en El Capital al establecer como criterio la prioridad de la investigación histórico-social concreta y particularizada, esto es, la recolección y estimación de datos históricos, económicos y sociales característicos de cada situación determinada (trabajo que Marx consideraba esencial precisamente al referirse a situaciones en apariencia muy semejantes) parece estar implicando un punto de vista (o tal vez una reconsideración del mismo) bastante alejado de la completud que Engels pretende en el Anti-Dühring para la dialéctica cuando amplía la virtualidad de la misma a campos tan variados y a entidades y fenómenos tan distintos como el cálculo infinitesimal, la generación y reproducción de las plantas, la metamorfosis animal, el mero movimiento local, la evolución histórica de la exigencia igualitaria o el desarrollo del ideal socialista a lo largo de los siglos.
Cierto es que Engels no pretende dar a la dialéctica una función probatoria o demostrativa y que, al referirse a fenómenos estudiados por las distintas ciencias particulares de la naturaleza, escribe con la suficiente cautela metodológica como para llamar la atención acerca del riesgo que supone utilizar a mera ejemplificación como argumento a favor del pensamiento dialéctico. Pero esta cautela, repetida varias veces en las declaraciones metodológicas generales, desaparece luego en los desarrollos específicos que el Anti-Dühring dedica a refutar la burla antidialéctica del adversario intelectual. En estos desarrollos específicos -aludidos también críticamente en numerosas ocasiones en el marco de la tradición marxista-[8] todo ocurre como si Engels no encontrara otro argumento que oponer al positivismo de Dühring que una retirada hacia la vieja Naturphilosophie alemana. Siempre que se refiere a ello –no sólo en el texto del Anti-Dühring, sino también en el ensayo más sistemático que pretendía ser la Dialéctica de la Naturaleza – Engels dice proponerse liberar a la Naturphilosophie de las fantasías especulativas que la acompañaban en la obra de Schelling y de Hegel. Pero a la hora de la verdad, siempre también, acaba afirmando la superioridad de la misma sobre la «ciencia meramente empírica», a la que identifica con un punto de vista fijista y metafísico. Por tal motivo lo que en el Anti-Dühring es calificado redundantemente de ciencia teórica de la naturaleza representaría, de hecho, una recuperación del núcleo racional de la Naturphilosophie frente a la ciencia normal, esto es, una ampliación filosófica de los resultados obtenidos mediante los procedimientos habituales de la ciencia natural de la época.
El propósito de recuperar la sistemática filosofía hegeliana de la naturaleza como forma de superar el empirismo y elevar a un nivel «teórico» los resultados de las principales disciplinas naturales de la época es algo que está suficientemente documentado tanto en el arranque mismo del Anti-Dühring dedicado a las generalidades como en los varios prólogos que Engels puso a las distintas ediciones del libro. El paso más explícito al respecto está contenido en una nota del prólogo a la segunda edición. En ella Engels empieza afirmando que «es mucho más fácil abalanzarse contra la vieja filosofía de la naturaleza que justipreciar su importancia histórica»; pero luego de repetir el lugar común sobre las fantasías especulativas de aquella filosofía resalta su lado positivo como antecesora de la teoría darwiniana de la evolución. Y ese paso concluye con un símil que habría de resultar muy eficaz entre los lectores socialistas: «Los filósofos de la naturaleza son respecto de la ciencia natural conscientemente dialéctica lo que los utópicos respecto del comunismo moderno».[9]
La decisión de interpretar en clave hegeliana los resultados de las investigaciones científico-naturales realzándolos sistemáticamente en el marco de la concepción dialéctico-materialista no es una ocurrencia pasajera determinada por la orientación polémica del Anti-Dühring. Lo prueba el que muchos años antes, en 1858, Engels había puesto en relación los descubrimientos de Schleider y de Schwann sobre la célula con el ser en sí hegeliano. Y es significativo que al anunciar Marx su intención de ponerse a estudiar fisiología, en una carta escrita el 14 de julio de ese mismo año, le pida la Filosofía de la naturaleza de Hegel, para apoyar su opinión de que la idea hegeliana del salto cualitativo cuadra perfectamente con los avances logrados en el campo de la fisiología comparada[10]. Dicha solicitud y el tenor general de la carta sugieren que ya en aquella fecha Engels se proponía una recuperación de la filosofía hegeliana de la naturaleza (aplicable a sus estudios científico-naturales) que cumpliera una función ilustrativa parecida a la que había tenido la Lógica de Hegel para la introducción metodológica a la Contribución marxiana a la crítica de la economía política.
A pesar de todo, como ya señalara Manuel Sacristán al abordar la cuestión del engelsismo[11], es un error atribuir sólo a Engels la responsabilidad de los excesos especulativos y metafóricos del Anti-Dühring y enfrentarle a Marx como si éste último hubiera estado libre del contagio de la Naturphilosophie hegeliana. ¿Cómo explicar entonces la aparente diferencia de criterios entre Marx y Engels en 1877 a la que se ha aludido anteriormente?. La explicación más plausible es, en mi opinión, que la diferencia se debe sobre todo a la distinta dificultad de los respectivos campos temáticos en que ambos estaban ocupados entonces; consecuencia, por tanto, de aquel distinto estar en «el cálido lecho » y en «el duro banco » a los que con cierto humor se refirió Engels al aceptar el encargo de criticar a Dühring. Dicho con más precisión: que no es una diferencia de criterio general sobre el alcance de la dialéctica ni sobre la valoración del hegelianismo lo que les separaba, sino otra diferencia determinada fundamentalmente por el hecho de que Marx estuviera ocupándose entonces de historia, economía y macrosociología, mientras que Engels trataba de temas científico-naturales. La correspondencia entre ambos sobre la obra de Darwin muestra que uno y otro interpretaron la teoría de la evolución con una clave de lectura procedente de la filosofía alemana de la naturaleza y pone de manifiesto también que tanto Marx como Engels lamentaron por igual la «roma forma inglesa » del Origen de las especies con una perspectiva metodológica procedente del mismo ambiente cultural. Es más, en la correspondencia de esos años sobre las teorías evolucionistas hay un episodio, a propósito de la obra de P. Trémaux, Origine et transformations de l’homme et des autres êtres (publicada en París en 1865), que permite reforzar la estimación anterior. En la polémica que sostuvieron acerca de la valoración de la obra de Trémaux es Engels quien se muestra más cauto al no aceptar la especulación genérica sobre la influencia de los factores geológicos o climáticos en la evolución de las especies y Marx el que, juzgando aquel trabajo hoy olvidado como un «notabilísimo avance respecto de Darwin, replica en defensa de los «fantasiosos naturalistas alemanes» que al final tuvieron razón frente a Cuvier [12]. Con esta réplica Marx adelantaba un hilo argumental para la interpretación de las teorías evolucionistas que luego reaparecería en las páginas dedicadas en el Anti-Dühring a ese tema.
También la deformación y consiguiente desprecio del empirismo baconiano, que están en la base de la identificación que en el Anti-Dühring se hace entre metafísica e investigación meramente empírica, fueron actitudes compartidas. La deformación del pensamiento de Bacon, que acabó cristalizando en la ciencia alemana de la segunda mitad del siglo XIX merced a un trabajo célebre de Justus von Liebig [13], procedía de la filosofía romántica de la naturaleza y de ese humus cultural fue recogida por Marx y por Engels en un apresurado esquema histórico de la relación entre ciencia empírica y ciencia teórica que favorecía su propia concepción de la dialéctica.
No es, pues, una diferencia fundamental de criterio sobre el alcance de la dialéctica lo que lleva a Engels a acentuar el espíritu de sistema. Sus declaraciones explícitas al respecto en el Anti-Dühring y en otros lugares son ambivalentes. Así en el prólogo escrito para la primera edición de su libro, luego de subrayar la intención polémica, Engels afirma que no es su finalidad oponer al «sistema» del señor Dühring otro sistema; distingue tal intención de la coherencia interna del libro, la cual sería consecuencia de la necesidad de abordar numerosos temas al responder a la prolijidad del profesor berlinés. En ese mismo contexto Engels ironiza precisamente a costa de la manía sistemática alemana que había producido en aquella época «docenas de sistemas por lo general vinculados a la ignorancia y la pseudociencia». Siete años después, en el prólogo a la segunda edición –escrito en un momento en el que Engels se ocupaba ya sobre todo del legado literario de Marx-, acentúa levemente el resultado sistemático: «La polémica [con Dühring] se convirtió en una expresión más o menos coherente y sistemática del método dialéctico y de la concepción comunista sostenida por Marx y por mí». La presión ambiental empezaba a modificar la finalidad inicial del escrito. Pero en 1892, al presentar para los lectores ingleses su ensayo titulado La evolución del socialismo de la utopía a la ciencia (ensayo en el que reproduce y amplía las partes menos polémicas del Anti-Dühring), Engels daba un paso más. En esa presentación continúa ironizando sobre «la terriblemente tediosa» Gründlichkeit de los alemanes, que conduce a la necesidad de elaborar cada nueva idea en sistema omniabarcador, e inmediatamente después declara que la razón principal de su tarea en el Anti-Dühring fue la ocasión que el sistema universal de su adversario le proporcionaba para desarrollar de forma más sistemática las opiniones propias (y las de Marx). Por último, ya sin la preocupación polémica y sin las ambigüedades anteriores, en el prólogo a la tercera edición del Anti-Dühring (1894) anuncia su decisión de retirar «todo lo que se refería exclusivamente a los escritos de Dühring» en la parte dedicada a la historia de la economía y añadir en su lugar el desarrollo escrito por Marx que Engels había tenido que reducir en las ediciones anteriores.
Esta última decisión da una pista adicional para entender mejor el deslizamiento de Engels hacia la sistematización del marxismo: su preocupación por ofrecer a los lectores socialistas una versión lo más completa posible de las ideas de Marx; preocupación que concuerda, por otra parte, con la insistencia de los años anteriores para que el amigo completara definitivamente El Capital y con la sorpresa -varias veces manifestada por Engels a distintos corresponsales- mostrada cuando, a la muerte de Marx, se encontró con que los papeles que éste dejaba eran manuscritos muy desordenados y, por supuesto, muy distantes de la completud deseada. Maximilian Rubel ha analizado con detalle esta situación hace ya muchos años y extraído de ella conclusiones sumamente radicales acerca del papel de Engels como fundador del marxismo.[14]
De todas formas, el cuadro que aquí se traza quedaría demasiado incompleto si no añadiéramos que ya a finales del siglo pasado, al mismo tiempo que iba consolidándose la lectura del Anti-Dühring como suma o enciclopedia del marxismo, surgieron voces discrepantes que criticaron a su vez aquella interpretación establecida: unas desde fuera del marxismo, como la del sindicalista Sorel en Francia y las de Gentile y Croce en Italia, y otras que, desde dentro del mismo y apreciando por lo demás el libro de Engels en su conjunto, subrayaron sobre todo su interés desde el punto de vista metodológico, dando en cambio menos importancia a la función manualística. Tal fue el caso de Antonio Labriola. Esta tradición discrepante, por motivos y con argumentos distintos cuyo detalle no tiene cabida aquí, fue mantenida en los años veinte y treinta de este siglo por el joven Lukács en Historia y consciencia de clase, por Karl Korsch y por Antonio Gramsci en sus Quaderni del carcere. En la mayor parte de los casos las indicaciones críticas no se refieren sólo al disgusto ante la interpretación dominante en la Segunda Internacional o en la Tercera, sino también a la impropiedad de algunas formulaciones específicas de Engels contenidas sobre todo en la sección primera del libro.
Hay por lo menos dos formas posibles de leer esa parte del Anti-Dühring que comprende las generalidades y la sección primera de la obra: como declaración de principios acerca de la superioridad cognoscitiva del pensamiento dialéctico frente a las limitaciones del análisis habitual de las ciencias que Engels llama «empíricas» -lectura dogmática muy extendida en el movimiento socialista hasta los años sesenta de este siglo- o como reflexión filosófica sobre los fundamentos metodológicos y las implicaciones más generales de los resultados de las ciencias de la naturaleza. Esta última lectura supone aceptar la primacía del acercamiento histórico-crítico a un clásico del marxismo e implica aclarar y discutir los conceptos de ciencia y dialéctica utilizados por Engels en el texto[15]. Si la perspectiva que se adopta es ésta, lo cual supone tomar a Engels la palabra en sus repetidas declaraciones de modestia y considerarle como un aficionado a los estudios científico-naturales -notable lector de una literatura extensa y amplia para su época-, entonces todavía hoy podrá encontrarse en esa sección del Anti-Dühring interesantes formulaciones y sugerencias de mérito sobre el recurrente tema de la relación entre ciencias positivas y filosofía. Particularmente en una fase histórica en la cual la filosofía de la ciencia parece curada de los excesos neopositivistas y el marxismo de las exageraciones dialéctico-cientificistas.
Leído así, con la convicción de que cada nueva lectura de un clásico nos ofrece ángulos anteriormente inadvertidos, el Anti-Dühring descubre a un Engels en el que se podría resaltar la tensión irresuelta entre la modestia científica y la omniabarcadora finalidad dialéctica. Esta tensión se advierte, desde las primeras páginas del libro, cuando nos encontramos, en el prólogo a la segunda edición, con una manifestación inequívoca de la consciencia de las limitaciones propias de Engels en el campo de los conocimientos científico-naturales y, a renglón seguido, con un plan de interpretación dialéctica de los principales resultados científico-naturales de la época, que era una tarea ingente y tal vez imposible para un solo hombre.
Muchas de las ironías que se han hecho en estas últimas décadas a propósito de aquella tensión y a costa de la aspiración dialéctica de Engels están, no obstante, de más. Pues queda el hecho de que, con el nombre de dialéctica o con otros, la aspiración a la síntesis globalizadora de los conocimientos particulares que tenemos sobre el mundo y la sociedad es una constante del pensamiento científico ilustrado a lo largo del tiempo. Y tal vez hoy más que nunca.
Por lo demás, las otras secciones del Anti-Dühring, siguen conservando el rigor en la formulación y la fuerza en las convicciones político-sociales que durante más de un siglo han sabido apreciar no sólo los militantes socialistas y comunistas, sino también los historiadores de las ideas. En España tuvimos la suerte de contar con una excelente introducción al Anti-Dühring: la escrita por Manuel Sacristán hace treinta años; una introducción que abría entonces un camino renovador (a la vez histórico-crítico y actualizador) para el conocimiento y la discusión de la obra de Engels.
NOTAS:
[1] Sacristán Luzón, M.: Nota editorial sobre OME-35: F. Engels. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1977
[2] Candel Sanmartín, M.: Nota editorial sobre OME-36: F. Engels. Dialéctica de la naturaleza, Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1979
[3] Fernández Buey, F.: Evolución de las opiniones de Karl Marx sobre Rusia, en Mientras Tanto, nº 20, Barcelona, 1983.
[4] Laskin, E.: «Eugenio Dühring, su personalidad y su obra», en la introducción a F. Engels contra Dühring, versión española de Bullejos, J., Librería Bergua, Madrid 1936.
[5] Una lista de las principales publicaciones de Eugen Dühring la encontrará el lector en la edición citada en la nota 1, pp. XII y 414.
[6] Historia general del socialismo, vol. 2, Destino, Barcelona, 1977
[7] Investigaciones sobre la historia del marxismo, vol. 1, Grijalbo, Barcelona 1975
[8] Sacristán Luzón, M.: «La tarea de Engels en el Anti-Dühring», prólogo a F. Engels, Anti-Dühring, Grijalbo, México, 1964 (ahora en Panfletos y materiales, vol. 1: «Sobre Marx y marxismo», Icaria, Barcelona, 1983.
[9] Este paso –que procede de una nota añadida por Engels al prólogo de la segunda edición- no figura en la traducción Bullejos, J. Véase OME-35 citado, pp. 9-10
[10] Vidoni, F.: Natura e storia. Marx ed Engels interpreti del darwinismo, Dedalo, Bari, 1985, pp. 25-27
[11] La tarea de Engels en el Anti-Dühring, en Panfletos y materiales, vol. 1 cit., pp. 45 y ss.).
[12] Karl Marx a F. Engels (cartas de 12 de agosto y de 3 de octubre de 1866).
[13] Rossi, P. I ragni e le formiche, El Mu vlino, Milán 1986
[14] Marx critique du marxisme, Payot, París, 1975
[15] Una excelente guía para ese trabajo es: Sacristán Luzón, M.; El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia, en Mientras Tanto, nº 2, Barcelona, 1980 (ahora también en Panfletos y materiales, vol. 1 cit., pp. 45 y ss
.[1] Sacristán Luzón, M.: Nota editorial sobre OME-35: F. Engels. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1977
[2] Candel Sanmartín, M.: Nota editorial sobre OME-36: F. Engels. Dialéctica de la naturaleza, Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1979
[3] Fernández Buey, F.: Evolución de las opiniones de Karl Marx sobre Rusia, en Mientras Tanto, nº 20, Barcelona, 1983.
[4] Laskin, E.: «Eugenio Dühring, su personalidad y su obra», en la introducción a F. Engels contra Dühring, versión española de Bullejos, J., Librería Bergua, Madrid 1936.
[5] Una lista de las principales publicaciones de Eugen Dühring la encontrará el lector en la edición citada en la nota 1, pp. XII y 414.
[6] Historia general del socialismo, vol. 2, Destino, Barcelona, 1977
[7] Investigaciones sobre la historia del marxismo, vol. 1, Grijalbo, Barcelona 1975
[8] Sacristán Luzón, M.: «La tarea de Engels en el Anti-Dühring», prólogo a F. Engels, Anti-Dühring, Grijalbo, México, 1964 (ahora en Panfletos y materiales, vol. 1: «Sobre Marx y marxismo», Icaria, Barcelona, 1983.
[9] Este paso –que procede de una nota añadida por Engels al prólogo de la segunda edición- no figura en la traducción Bullejos, J. Véase OME-35 citado, pp. 9-10
[10] Vidoni, F.: Natura e storia. Marx ed Engels interpreti del darwinismo, Dedalo, Bari, 1985, pp. 25-27
[11] La tarea de Engels en el Anti-Dühring, en Panfletos y materiales, vol. 1 cit., pp. 45 y ss.).
[12] Karl Marx a F. Engels (cartas de 12 de agosto y de 3 de octubre de 1866).
[13] Rossi, P. I ragni e le formiche, El Mu vlino, Milán 1986
[14] Marx critique du marxisme, Payot, París, 1975
[15] Una excelente guía para ese trabajo es: Sacristán Luzón, M.; El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia, en Mientras Tanto, nº 2, Barcelona, 1980 (ahora también en Panfletos y materiales, vol. 1 cit., pp. 45 y ss
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