"Gramsci y el bloque histórico"
texto publicado en el blog Marx desde cero con aportaciones de Mabel Thwaites Rey y de Daniel Campione - publicado en 2013
En las categorías de crisis orgánica y bloque histórico se encuentran dos de las claves para comprender el sentido de la hegemonía. Estas categorías están ligadas a la forma de encarar la relación base-superestructura como compleja, mediada, contradictoria. Estructura y superestructura componen un “bloque histórico”, unidad entre la naturaleza y el espíritu (estructura y superestructura), unidad de los contrarios y de los distintos[1].
Pero avancemos un poco más para entender la relación que Gramsci establece entre la base material y los fenómenos “intelectuales y morales”. Aparece otra vez la cuestión de la ideología, que nos lleva a plantearnos la relación entre estructura y superestructura, el carácter de la conquista de la hegemonía y el papel de la lucha de clases. Gramsci dice que “la estructura y la superestructura forman un «bloque histórico», o sea que el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras es el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción. De ello surge: sólo un sistema totalitario de ideologías refleja racionalmente la contradicción de la estructura y representa la existencia de las condiciones objetivas para la subversión de la praxis”[2].
En este pasaje la infraestructura material se define como un “conjunto de relaciones sociales”, que es el que ejerce la determinación “en última instancia”. La superestructura se constituye sobre los datos de la estructura, en tanto que lo que determina la historia es la producción y reproducción de la vida real, que opera como “marco”, como “límite” que condiciona el ámbito de las alternativas que se plantean a la acción política y de la ideología, pero no mediante la imposición mecánica de resultados unívocos. Los hombres piensan, sienten, crean, actúan, filosofan en una situación material concreta. Aquí cabe lo planteado por Marx en “La ideología alemana”, cuando dice que “los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres son reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente y el ser de los hombres es su proceso de vida real”[3].
A ciertas formas de organización de la producción le corresponden cierto tipo de relaciones que se sustentan, a su vez, en instituciones e ideas. Es en este sentido que Marx dice que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder MATERIAL dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder ESPIRITUAL dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente”[4].
Siguiendo estas proposiciones básicas de Marx, Gramsci dice que “no se puede proponer, antes de la conquista del Estado, la completa modificación de la conciencia de toda la clase obrera; eso sería utópico, pues la conciencia de clase como tal no se modifica completamente más que cuando ha sido modificado el modo de vida de la misma clase, lo que implica que el proletariado ha llegado a ser la clase dominante y tiene a su disposición el aparato económico y el poder estatal”[5].
Es así que la vida material, en toda su agitación y transformación, no se “refleja” de manera mecánica y automática en el entramado ideológico-cultural, sino que entre ambas hay una relación orgánica en donde la dimensión de lo económico opera como el “material” del que se nutre la dimensión superestructural, que a su vez revierte sobre la primera. La adecuación completa del “momento” superestructural con el estructural requiere tiempos que son variables y azarosos, pero en última instancia susceptible de producirse. De ahí que para que el proletariado llegue a modificar sustancialmente su conciencia es preciso que se modifiquen en un sentido radical las condiciones sociales que le dan sustento. Aclarando aún más este punto, Gramsci dirá que la concepción de “bloque histórico” implica que “las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma, siendo esta distinción de contenido y de forma puramente didascálica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebibles históricamente sin forma y las ideologías serían caprichos individuales sin la fuerza de lo material”. E, inversamente, para que las condiciones materiales se modifiquen es preciso que las clases subalternas desarrollen una batalla “intelectual y moral” para construir su propia hegemonía. En este último sentido, por otra parte, queda eliminada toda posibilidad de interpretar los planteamientos gramscianos acerca de la necesidad de que el proletariado conquiste la hegemonía AUN ANTES de la toma del poder, como necesidad de una transformación COMPLETA de la superestructura como CONDICION de la transformación estructural, invirtiendo de esta forma las proposiciones de Marx.
Así, Gramsci dirá: “¿Puede haber una reforma cultural, es decir, una elevación civil de los estratos deprimidos de la sociedad, sin una precedente reforma económica y un cambio en la posición social y en el mundo económico?. Una reforma intelectual y moral no puede dejar de estar ligada a un programa de reforma económica, o mejor, el programa de reforma económica es precisamente la manera concreta de presentarse la reforma intelectual y moral”[6].
Con la noción de “bloque histórico” Gramsci pone de relieve la relación que existe entre la estructura y la superestructura en una formación económico-social, donde a las condiciones materiales de existencia le corresponden formas organizativas e ideológicas determinadas, y donde se realiza la hegemonía de la clase dominante a nivel estructural sobre el conjunto de la sociedad. En la superestructura del bloque histórico se expresa la coerción que ejerce y el consenso que obtiene la clase dominante -sociedad política y sociedad civil -y es allí donde los intelectuales (orgánicos) cumplen un rol fundamental, como articuladores, como amalgama del bloque. Pero también es en el plano de la superestructura donde se expresan las contradicciones de la estructura y éstas también forman parte del bloque histórico. Por eso Gramsci dice que el bloque histórico se integra no sólo con la ideología dominante, sino que es un “sistema totalitario de ideologías”, que refleja racionalmente las contradicciones de la estructura. De otro modo, no sería posible pensar la posibilidad de transformación radical de la sociedad. Pero hay algo más: la superestructura del bloque histórico, como sistema totalitario de ideologías, “representa la existencia de las condiciones objetivas para la subversión de la praxis”. Ello significa que es allí donde aparecen los elementos objetivos que permiten a las clases subalternas tomar conciencia de su situación y luchar para transformar el orden vigente, constituyendo un nuevo bloque histórico.
Gramsci también caracteriza el bloque histórico como identificación de contenido económico-social y forma ético-política[7].
Los hombres y las clases toman conciencia de su situación en el terreno de la ideología
Es condición para ello generar una visión propia del mundo, lo que se logra al producir intelectuales orgánicos y alcanzar una visión ético-política propia de la clase, y exceder la percepción meramente económica de los intereses clasistas. Ello le permite conferir universalidad a sus intereses “estratégicos”, que tienden a expandirse hacia otros grupos sociales, dando lugar así a la capacidad “dirigente” de la clase que se sitúa en condiciones de constituirse en “hegemónica”. La toma de conciencia es así un proceso autónomo, que se genera al interior del desarrollo histórico de un grupo social.
No existe una conciencia “espontánea”, derivada linealmente de la posición en el proceso de producción, ni una conciencia “preconstituida” de clase, previa e independiente de la experiencia social concreta, que se pueda enseñar como un “evangelio”. Las clases subalternas llegan a las fases superiores de su desarrollo en tanto que consiguen autonomía frente a las clases dominantes y obtienen la adhesión de otros grupos políticos aliados.
Esa adhesión se alcanza en la medida en que desarrollan una “contrahegemonía” que cuestiona la visión del mundo, los modos de vivir y de pensar que las clases dominantes han logrado expandir entre vastos sectores sociales. Se desarrolla así el espíritu de “distinción” y “escisión” existente en toda sociedad, para convertirlo en crítica activa del “conformismo” imperante. Gramsci valora el objetivo comunista de la transformación contrahegemónica:[8]
Para formar los dirigentes es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿Se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes o, por el contrario, se desea crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de que exista tal división?
Ahora bien, frente al papel hegemónico que cumple el Estado se encuentra, en una relación dialéctica, la posibilidad para las clases subalternas de gestar una lucha contra-hegemónica, de impulsar la construcción de una nueva hegemonía que transforme la relación existente entre estructura y superestructura en el bloque histórico dominante, y conforme un nuevo bloque. La existencia misma de las contradicciones que se plantean en el seno de las superestructuras (sociedad civil + sociedad política), supone la posibilidad de generar una síntesis superadora que las resuelva.
Al llamar la atención sobre el aspecto hegemónico de la dominación estatal, sobre la capacidad de producir consenso, adaptación, Gramsci pone el acento en la necesidad, para la clase obrera, de librar una batalla política e ideológica en el seno de la sociedad/Estado para lograr la superación del sistema capitalista dominante. Gramsci advierte que para “tomar” el aparato represivo y poder destruirlo es necesario desarticular el bastión ideológico que le da soporte y firmeza, que constituye la verdadera amalgama del sistema de dominación.
La cuestión central de la ampliación del concepto de Estado radica en sus consecuencias. Porque si la lucha contra el Estado no se resume en la lucha por la toma y destrucción del aparato de coerción, a la manera jacobina, es preciso librar una batalla “intelectual y moral”, que es a la vez profundamente política e ideológica.
En resumen, lo que quiere destacar Gramsci es que la clase dominante ejerce su poder no sólo por medio de la coacción, sino además porque logra imponer su visión del mundo, una filosofía, una moral, costumbres, un “sentido común” que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas.
Y en esta instancia también se hace presente la política de alianzas como elemento necesario para la conformación hegemónica de una clase social.
“El Estado es concebido como un organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías “nacionales”. El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo”
Las contradicciones que se producen en el seno del bloque histórico devienen crisis que Gramsci llama orgánicas, y sobre las cuales deben actuar las clases subalternas en forma organizada y consiente, para producir transformaciones estructurales favorables a sus intereses.
Cuando las clases dominantes no logran hacer avanzar a la sociedad hacia adelante, desarrollar las fuerzas productivas, se produce una crisis orgánica, una crisis de hegemonía. La crisis orgánica es una ruptura entre la estructura y las superestructuras en el seno del bloque histórico: es el resultado de contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de las estructuras y la ausencia de una evolución simultánea de las superestructuras[9].
“Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es «dirigente», sino sólo «dominante», detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diversos fenómenos morbosos[10].
En la medida en que la clase dirigente deja de cumplir con su función de dirección económica y cultural, el bloque ideológico que le da cohesión y hegemonía tiende a disgregarse. Ahora bien, Gramsci destaca que las crisis orgánicas no son provocadas única e inmediatamente por las crisis económicas, resaltando una vez más la no mecanicidad de la relación base/superestructura.
“Se puede excluir que las crisis económicas produzcan por sí mismas acontecimientos fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal”[11].
La desaparición del antiguo bloque histórico, entonces, sólo se produce si la crisis de la estructura acarrea una crisis orgánica o crisis de hegemonía. Pero no toda crisis es una crisis orgánica ni toda crisis orgánica desemboca en una revolución, e identificar la diferencia constituye la esencia del arte político. Justamente el error en esta identificación es lo que acarrea, para Gramsci, graves consecuencias en la estrategia revolucionaria.
En la conocida nota “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerza”, haciendo referencia a los movimientos orgánicos, relativamente permanentes, y a su diferencia con los movimientos coyunturales, que se presentan como ocasionales e inmediatos, Gramsci dice: “El error en que se cae frecuentemente en el análisis histórico-político consiste en no saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional”[12].
Para Gramsci tanto como para Lenin, el “espíritu de escisión” de las clases subalternas, que las lleva a expresarse contra la opresión, debe ir acompañado por la construcción de un sistema hegemónico, para lo cual deberá cumplir un rol central la vanguardia, destinada a canalizar la espontaneidad dándole una dirección consciente a la rebelión. Porque, en caso contrario, las consecuencias de la crisis orgánica serán la victoria de la clase dominante, el aplastamiento de la dirección de las clases subalternas y la vuelta de éstas a la pasividad política.
Y eso ya lo conocemos y sabemos lo que significa.
NOTAS:
[1] NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, SOBRE POLITICA Y SOBRE EL ESTADO MODERNO…, p. 18, Nueva Visión, 1998
[2] EL MATERIALISMO HISTORICO Y LA FILOSOFIA DE B.CROCE, p.48, Juan Pablos Editor, México, 1986.
[3]LA IDEOLOGIA ALEMANA, p.48. Editorial Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1986., p.26
[4] ob.cit., p.50.
[5] “Necessitá di una preparazione ideológica di mass”, citado por Piotte (1973), p.117. PIOTTE, Jean M. (1973) EL PENSAMIENTO POLITICO DE ANTONIO GRAMSCI, Cuadernos de Cultura Revolucionaria, Buenos Aires.
[6] “Apuntes sobre la política de Maquiavelo”, en NOTAS SOBRE MAQUIAVELO…, p.31.
[7] Cuadernos, IV, p. 137
[8] Los intelectuales y la organización de la cultura, p. 17, traducción de Raúl Sciarreta, Nueva Visión, 1984.
[9] PORTELLI, Hugues (1972) GRAMSCI Y EL BLOQUE HISTORICO, , p.121. Siglo XXI, México, 1985.
[10] Gramsci, “Oleada de materialismo y crisis de autoridad” en ANTOLOGIA, p. 313.
[11] NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.74.
[12] Ob.cit., p.68.
texto publicado en el blog Marx desde cero con aportaciones de Mabel Thwaites Rey y de Daniel Campione - publicado en 2013
En las categorías de crisis orgánica y bloque histórico se encuentran dos de las claves para comprender el sentido de la hegemonía. Estas categorías están ligadas a la forma de encarar la relación base-superestructura como compleja, mediada, contradictoria. Estructura y superestructura componen un “bloque histórico”, unidad entre la naturaleza y el espíritu (estructura y superestructura), unidad de los contrarios y de los distintos[1].
Pero avancemos un poco más para entender la relación que Gramsci establece entre la base material y los fenómenos “intelectuales y morales”. Aparece otra vez la cuestión de la ideología, que nos lleva a plantearnos la relación entre estructura y superestructura, el carácter de la conquista de la hegemonía y el papel de la lucha de clases. Gramsci dice que “la estructura y la superestructura forman un «bloque histórico», o sea que el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras es el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción. De ello surge: sólo un sistema totalitario de ideologías refleja racionalmente la contradicción de la estructura y representa la existencia de las condiciones objetivas para la subversión de la praxis”[2].
En este pasaje la infraestructura material se define como un “conjunto de relaciones sociales”, que es el que ejerce la determinación “en última instancia”. La superestructura se constituye sobre los datos de la estructura, en tanto que lo que determina la historia es la producción y reproducción de la vida real, que opera como “marco”, como “límite” que condiciona el ámbito de las alternativas que se plantean a la acción política y de la ideología, pero no mediante la imposición mecánica de resultados unívocos. Los hombres piensan, sienten, crean, actúan, filosofan en una situación material concreta. Aquí cabe lo planteado por Marx en “La ideología alemana”, cuando dice que “los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres son reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente y el ser de los hombres es su proceso de vida real”[3].
A ciertas formas de organización de la producción le corresponden cierto tipo de relaciones que se sustentan, a su vez, en instituciones e ideas. Es en este sentido que Marx dice que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder MATERIAL dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder ESPIRITUAL dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente”[4].
Siguiendo estas proposiciones básicas de Marx, Gramsci dice que “no se puede proponer, antes de la conquista del Estado, la completa modificación de la conciencia de toda la clase obrera; eso sería utópico, pues la conciencia de clase como tal no se modifica completamente más que cuando ha sido modificado el modo de vida de la misma clase, lo que implica que el proletariado ha llegado a ser la clase dominante y tiene a su disposición el aparato económico y el poder estatal”[5].
Es así que la vida material, en toda su agitación y transformación, no se “refleja” de manera mecánica y automática en el entramado ideológico-cultural, sino que entre ambas hay una relación orgánica en donde la dimensión de lo económico opera como el “material” del que se nutre la dimensión superestructural, que a su vez revierte sobre la primera. La adecuación completa del “momento” superestructural con el estructural requiere tiempos que son variables y azarosos, pero en última instancia susceptible de producirse. De ahí que para que el proletariado llegue a modificar sustancialmente su conciencia es preciso que se modifiquen en un sentido radical las condiciones sociales que le dan sustento. Aclarando aún más este punto, Gramsci dirá que la concepción de “bloque histórico” implica que “las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma, siendo esta distinción de contenido y de forma puramente didascálica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebibles históricamente sin forma y las ideologías serían caprichos individuales sin la fuerza de lo material”. E, inversamente, para que las condiciones materiales se modifiquen es preciso que las clases subalternas desarrollen una batalla “intelectual y moral” para construir su propia hegemonía. En este último sentido, por otra parte, queda eliminada toda posibilidad de interpretar los planteamientos gramscianos acerca de la necesidad de que el proletariado conquiste la hegemonía AUN ANTES de la toma del poder, como necesidad de una transformación COMPLETA de la superestructura como CONDICION de la transformación estructural, invirtiendo de esta forma las proposiciones de Marx.
Así, Gramsci dirá: “¿Puede haber una reforma cultural, es decir, una elevación civil de los estratos deprimidos de la sociedad, sin una precedente reforma económica y un cambio en la posición social y en el mundo económico?. Una reforma intelectual y moral no puede dejar de estar ligada a un programa de reforma económica, o mejor, el programa de reforma económica es precisamente la manera concreta de presentarse la reforma intelectual y moral”[6].
Con la noción de “bloque histórico” Gramsci pone de relieve la relación que existe entre la estructura y la superestructura en una formación económico-social, donde a las condiciones materiales de existencia le corresponden formas organizativas e ideológicas determinadas, y donde se realiza la hegemonía de la clase dominante a nivel estructural sobre el conjunto de la sociedad. En la superestructura del bloque histórico se expresa la coerción que ejerce y el consenso que obtiene la clase dominante -sociedad política y sociedad civil -y es allí donde los intelectuales (orgánicos) cumplen un rol fundamental, como articuladores, como amalgama del bloque. Pero también es en el plano de la superestructura donde se expresan las contradicciones de la estructura y éstas también forman parte del bloque histórico. Por eso Gramsci dice que el bloque histórico se integra no sólo con la ideología dominante, sino que es un “sistema totalitario de ideologías”, que refleja racionalmente las contradicciones de la estructura. De otro modo, no sería posible pensar la posibilidad de transformación radical de la sociedad. Pero hay algo más: la superestructura del bloque histórico, como sistema totalitario de ideologías, “representa la existencia de las condiciones objetivas para la subversión de la praxis”. Ello significa que es allí donde aparecen los elementos objetivos que permiten a las clases subalternas tomar conciencia de su situación y luchar para transformar el orden vigente, constituyendo un nuevo bloque histórico.
Gramsci también caracteriza el bloque histórico como identificación de contenido económico-social y forma ético-política[7].
Los hombres y las clases toman conciencia de su situación en el terreno de la ideología
Es condición para ello generar una visión propia del mundo, lo que se logra al producir intelectuales orgánicos y alcanzar una visión ético-política propia de la clase, y exceder la percepción meramente económica de los intereses clasistas. Ello le permite conferir universalidad a sus intereses “estratégicos”, que tienden a expandirse hacia otros grupos sociales, dando lugar así a la capacidad “dirigente” de la clase que se sitúa en condiciones de constituirse en “hegemónica”. La toma de conciencia es así un proceso autónomo, que se genera al interior del desarrollo histórico de un grupo social.
No existe una conciencia “espontánea”, derivada linealmente de la posición en el proceso de producción, ni una conciencia “preconstituida” de clase, previa e independiente de la experiencia social concreta, que se pueda enseñar como un “evangelio”. Las clases subalternas llegan a las fases superiores de su desarrollo en tanto que consiguen autonomía frente a las clases dominantes y obtienen la adhesión de otros grupos políticos aliados.
Esa adhesión se alcanza en la medida en que desarrollan una “contrahegemonía” que cuestiona la visión del mundo, los modos de vivir y de pensar que las clases dominantes han logrado expandir entre vastos sectores sociales. Se desarrolla así el espíritu de “distinción” y “escisión” existente en toda sociedad, para convertirlo en crítica activa del “conformismo” imperante. Gramsci valora el objetivo comunista de la transformación contrahegemónica:[8]
Para formar los dirigentes es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿Se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes o, por el contrario, se desea crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de que exista tal división?
Ahora bien, frente al papel hegemónico que cumple el Estado se encuentra, en una relación dialéctica, la posibilidad para las clases subalternas de gestar una lucha contra-hegemónica, de impulsar la construcción de una nueva hegemonía que transforme la relación existente entre estructura y superestructura en el bloque histórico dominante, y conforme un nuevo bloque. La existencia misma de las contradicciones que se plantean en el seno de las superestructuras (sociedad civil + sociedad política), supone la posibilidad de generar una síntesis superadora que las resuelva.
Al llamar la atención sobre el aspecto hegemónico de la dominación estatal, sobre la capacidad de producir consenso, adaptación, Gramsci pone el acento en la necesidad, para la clase obrera, de librar una batalla política e ideológica en el seno de la sociedad/Estado para lograr la superación del sistema capitalista dominante. Gramsci advierte que para “tomar” el aparato represivo y poder destruirlo es necesario desarticular el bastión ideológico que le da soporte y firmeza, que constituye la verdadera amalgama del sistema de dominación.
La cuestión central de la ampliación del concepto de Estado radica en sus consecuencias. Porque si la lucha contra el Estado no se resume en la lucha por la toma y destrucción del aparato de coerción, a la manera jacobina, es preciso librar una batalla “intelectual y moral”, que es a la vez profundamente política e ideológica.
En resumen, lo que quiere destacar Gramsci es que la clase dominante ejerce su poder no sólo por medio de la coacción, sino además porque logra imponer su visión del mundo, una filosofía, una moral, costumbres, un “sentido común” que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas.
Y en esta instancia también se hace presente la política de alianzas como elemento necesario para la conformación hegemónica de una clase social.
“El Estado es concebido como un organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías “nacionales”. El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo”
Las contradicciones que se producen en el seno del bloque histórico devienen crisis que Gramsci llama orgánicas, y sobre las cuales deben actuar las clases subalternas en forma organizada y consiente, para producir transformaciones estructurales favorables a sus intereses.
Cuando las clases dominantes no logran hacer avanzar a la sociedad hacia adelante, desarrollar las fuerzas productivas, se produce una crisis orgánica, una crisis de hegemonía. La crisis orgánica es una ruptura entre la estructura y las superestructuras en el seno del bloque histórico: es el resultado de contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de las estructuras y la ausencia de una evolución simultánea de las superestructuras[9].
“Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es «dirigente», sino sólo «dominante», detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diversos fenómenos morbosos[10].
En la medida en que la clase dirigente deja de cumplir con su función de dirección económica y cultural, el bloque ideológico que le da cohesión y hegemonía tiende a disgregarse. Ahora bien, Gramsci destaca que las crisis orgánicas no son provocadas única e inmediatamente por las crisis económicas, resaltando una vez más la no mecanicidad de la relación base/superestructura.
“Se puede excluir que las crisis económicas produzcan por sí mismas acontecimientos fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal”[11].
La desaparición del antiguo bloque histórico, entonces, sólo se produce si la crisis de la estructura acarrea una crisis orgánica o crisis de hegemonía. Pero no toda crisis es una crisis orgánica ni toda crisis orgánica desemboca en una revolución, e identificar la diferencia constituye la esencia del arte político. Justamente el error en esta identificación es lo que acarrea, para Gramsci, graves consecuencias en la estrategia revolucionaria.
En la conocida nota “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerza”, haciendo referencia a los movimientos orgánicos, relativamente permanentes, y a su diferencia con los movimientos coyunturales, que se presentan como ocasionales e inmediatos, Gramsci dice: “El error en que se cae frecuentemente en el análisis histórico-político consiste en no saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional”[12].
Para Gramsci tanto como para Lenin, el “espíritu de escisión” de las clases subalternas, que las lleva a expresarse contra la opresión, debe ir acompañado por la construcción de un sistema hegemónico, para lo cual deberá cumplir un rol central la vanguardia, destinada a canalizar la espontaneidad dándole una dirección consciente a la rebelión. Porque, en caso contrario, las consecuencias de la crisis orgánica serán la victoria de la clase dominante, el aplastamiento de la dirección de las clases subalternas y la vuelta de éstas a la pasividad política.
Y eso ya lo conocemos y sabemos lo que significa.
NOTAS:
[1] NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, SOBRE POLITICA Y SOBRE EL ESTADO MODERNO…, p. 18, Nueva Visión, 1998
[2] EL MATERIALISMO HISTORICO Y LA FILOSOFIA DE B.CROCE, p.48, Juan Pablos Editor, México, 1986.
[3]LA IDEOLOGIA ALEMANA, p.48. Editorial Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1986., p.26
[4] ob.cit., p.50.
[5] “Necessitá di una preparazione ideológica di mass”, citado por Piotte (1973), p.117. PIOTTE, Jean M. (1973) EL PENSAMIENTO POLITICO DE ANTONIO GRAMSCI, Cuadernos de Cultura Revolucionaria, Buenos Aires.
[6] “Apuntes sobre la política de Maquiavelo”, en NOTAS SOBRE MAQUIAVELO…, p.31.
[7] Cuadernos, IV, p. 137
[8] Los intelectuales y la organización de la cultura, p. 17, traducción de Raúl Sciarreta, Nueva Visión, 1984.
[9] PORTELLI, Hugues (1972) GRAMSCI Y EL BLOQUE HISTORICO, , p.121. Siglo XXI, México, 1985.
[10] Gramsci, “Oleada de materialismo y crisis de autoridad” en ANTOLOGIA, p. 313.
[11] NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.74.
[12] Ob.cit., p.68.
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fotografía de la ficha carcelaria
de Antonio Gramsci
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