Estructura y Superestructura
texto de Giuseppe Cospito
Publicado el 1 mayo 2013 en el blog Marx desde cero, en donde se presenta:
Otra efemérides que no queremos dejar pasar es la del 27 de abril. Tal cual esa fecha pero en 1937, con tan sólo cuarenta y seis años moría Antonio Gramsci. Además del morbo de Pott, la tisis y la arteriosclerosis, sufre de hipertensión y de gota, todo ello privado de libertad y con una más que deficitaria atención médica, con lo que no nos resultará difícil imaginar el calvario del hombre.
Elogiado, estudiado, apropiado por unos y otros, a Gramsci se le ha adjetivado de mil y una forma. Una de ellas, de Bobbio si no recordamos mal, caracterizaba a Gramsci como “teórico de la superestructura”. Si a eso le añadimos que estructura y superestructura es para el marxismo algo básico, es normal que nos pique la curiosidad; y de ahí, la entrada de hoy, para ver si nos aclara algo. De la pluma de Giuseppe Cospito, investigador en la Universidad de Pavia del pensamiento filosófico y político italiano en los siglos XVIII y XX, con especial referencia a las figuras de Giambattista Vico y sus seguidores tardoilluministi, Carlo Cattaneo y la tradición Risorgimento y Antonio Gramsci. Colabora con la edición de los escritos de Gramsci en la Fondazione Istituto Gramsci en Roma y es miembro de la sección italiana de la Sociedad Internacional Gramsci.
Estructura y Superestructura
Un intento de lectura diacrónica de los cuadernos de la cárcel
Giuseppe Cospito
En la “primera Serie” de sus Apuntes de Filosofía, Materialismo e Idealismo, Gramsci escribe que la cuestión de las “Relaciones entre estructura y superestructura” es el problema crucial del materialismo histórico (1).
Elegí el tema precisamente para verificar la posibilidad de seguir la evolución del pensamiento de Gramsci a través de su reflexión en la cárcel, basándome esencialmente en la cronología de los Cuadernos propuesta por G. Francioni (2).
Trato de mostrar en particular cómo Gramsci, volviendo varias veces al tema, pasa a través de sucesivos ajustes que finalmente lo llevarán a rechazar su propio planteamiento inicial.
Por eso una lectura diacrónica de la obra de Gramsci no sólo es posible sino indispensable.
De hecho, no obstante su afirmada centralidad, la cuestión de las relaciones entre estructura y superestructura, ausente en los diversos planes de estudio precedentes al inicio de la redacción de las notas, tampoco parece explícitamente en los primeros tres Cuadernos, escritos entre 1929 y 1930 (3).
Sin embargo, en algunos análisis histórico-políticos de aquel periodo parece implícita una solución del problema substancialmente “determinista”. Son ejemplares para este caso los parágrafos 43 y 44 del Cuaderno 1, de febrero-marzo de 1930, en los cuales leemos que “todo el problema de las diversas corrientes del Risorgimento se reduce a una cuestión fundamental: que los moderados representaban una clase relativamente homogénea por lo cual la dirección sufrió oscilaciones relativamente limitadas, mientras que el Partido de Acción no se apoyaba en ninguna clase histórica“.
Aquí la estructura parece generar mecánicamente la superestructura. Tan es así que más adelante se hablará de un desenvolvimiento histórico “normal dada la estructura“, por lo cual “si en Italia no surgió un partido jacobino hay razones que debemos buscar en el campo económico“. Pensándolo bien no estamos lejos de la vulgata marxista tal como podía entonces ser expresada por Bujarin, cuyo Manual, ampliamente utilizado por Gramsci en el 1925 para la escuela del partido (4), vendría a ser criticado solo unos meses después, en mayo de 1930 (5).
Un testimonio extremo del inicial bujarinismo de Gramsci se puede encontrar, por su admisión implícita, en el parágrafo 12 del Cuaderno 4, fechado entre mayo y agosto de 1930; esta es la primera nota, en la cual el problema de Estructura y Superestructura fue explícitamente tematizada como título de rubrica. Aquí de hecho el autor se adentra en una serie de cuestiones tipo: “las bibliotecas son estructura o superestructura [...] a las cuales responde volviéndolas todavía más complicadas y obstrusas: “son estructura y superestructura [...]. Hay superestructuras que tienen una ‘estructura material’ pero su carácter permanece el de las superestructuras [...]Tenemos lógica y cronológicamente también: estructura social-superestructura-estructura material de la superestructura“. En el texto C (Cuaderno 11, parágrafo 29) el mismo Gramsci atribuye a Bujarin dicho planteamiento, notando como “hace inútilmente complicadas las cosas. A partir de este modo de pensar barroco surgen toda una serie de cuestiones barrocas.” Es verdad que todo esto es una desviación infantil de la filosofía de la praxis, determinada por la convicción barroca de que cuanto más se recurra a objetos “materiales” más ortodoxo se es.
Una primera sistematización del problema la encontramos en el parágrafo 38 del Cuaderno 4 redactado en octubre de 1930: “por un lado tenemos el exceso de ‘economismo’ y por otro el exceso de ‘ideologismo’. Por un lado se sobrevaloran las causas mecánicas, por otro el elemento ‘voluntario’ e ‘individual“‘. En esta fase Gramsci parece colocarse al centro respecto a dos extremos, ambos por combatir: es una posición que recalca aquélla tomada por Stalin en el debate soviético contemporáneo entre “mecanicistas” (Bujarin y Bogdanov) dialécticos (Deborin), ambos condenados por el comité central del PCUS en enero de 1931.
Realmente en los Cuadernos la crítica gramsciana y se centrará casi exclusivamente en el “economismo” (representado por Bujarin), mientras que al “exceso opuesto” serán dedicadas pocas líneas, más que nada en forma de duda sobre el “prof. Lukacz” (6). Mayor espacio se dedica a Croce, por demás un simple “estudioso” del marxismo. Esta asimetría se debe atribuir al desplazamiento del eje de la ortodoxia staliniana en dirección “mecanicista” justamente a partir de 1930 (el año de la doctrina cominternista del “socialfascismo” y de la consecuente “vuelta a la izquierda” del PCI, también al centro de las discusiones políticas en el “colectivo” de la cárcel de Turi). A esto le sigue el desplazamiento de Gramsci, al menos aparente, en dirección contraria que en el transcurso de la redacción de los Cuadernos viene a encontrarse en una posición excéntrica respecto a la inicial. Es el mismo autor quien sugiere esto cuando observa que a las relaciones de clases “se les ha dado un significado mecanicista y determinista, de ahí la reacción“ (7).
La evolución del pensamiento de Gramsci sobre el tema se desenvuelve en el marco de una profundización de la obra de Marx y en particular de los dos célebres “principios” del Prefacio de 1859 de Para la crítica de la economía política: 1) “que ninguna sociedad se pone tareas para cuyas soluciones no existan ya las condiciones necesarias y suficientes“, y 2) que ninguna sociedad cae sin primero haber desarrollado todas las formas de vida que son implícitas a sus relaciones. Estos principios volverán cada vez que se trate el punto fundamental: cómo es que de las estructuras nace el movimiento histórico (8.).
Sin embargo, mientras que en el parágrafo 20 del Cuaderno 7 (escrito entre finales de 1930 y principios de 1931), éstas sirven para eliminar “cualquier mecanicismo“, en el parágrafo 17 del Cuaderno 15 (de abril-mayo de 1933) son todavía los “dos principios fundamentales de la ciencias políticas que deben ser primero desarrollados críticamente en toda su magnitud y depurados de cualquier residuo de mecanicismo y fatalismo“. La expresión hace referencia a una análoga empleada por Gramsci en el conocido artículo de 1917 sobre la Revolución contra “El “Capital” a propósito de las “incrustaciones positivistas y mecanicistas” de las cuales se “había contaminado” el mismo pensamiento de Marx (9).
En el texto de 1933 Gramsci todavía escribe que los principios marxistas “deben ser desarrollados los tres elementos fundamentales en los que se puede distinguir una situación o un equilibrio de fuerzas, que en el parágrafo 38 del Cuaderno 4 había expresado de la siguiente manera: “1) hay una relación de las fuerzas sociales estrechamente ligada a la estructura 2) el momento sucesivo es la “relación de las fuerzas” políticas 3) el tercer momento es el de la “relación de las fuerzas militares“.
Pero si a finales de 1930 afirmaba que el “desarrollo histórico oscila continuamente entre el primer y el tercer momento con la mediación del segundo”, tres años después creerá necesaria la “máxima valorización del segundo momento [...] y especialmente del tercero” aquel menos directamente ligado a la “base” económica.
Además, si en el Cuaderno 4 el primer momento era “una relación objetiva [...] un dato natural que puede ser medido con los sistemas de las ciencias exactas o matemáticas“, más tarde, en la segunda Serie de Materialismo e Idealismo, apelando al “testimonio auténtico de Marx” y a las “precauciones reales” introducidas por él mismo, Gramsci pone en primer lugar “la dificultad de identificar, cada vez, estáticamente, (como imagen fotográfica instantánea) la estructura“ (10).
“Otra cuestión ligada al problema tratado en esta rúbrica -leemos en el parágrafo 38 del Cuaderno 4- es la siguiente: si los hechos históricos fundamentales están determinados por el malestar o bienestar económico“. Coherentemente con la posición central respecto a los opuestos extremismos apenas asumida, Gramsci aquí llega a “excluir cualquier respuesta normativa en este sentido y a proceder hacia una respuesta más bien genérica“. De cualquier forma está fuera de discusión que “la acción y la iniciativa política” sean “expresión de la economía, es más, la expresión eficiente de la economía“, y por lo tanto la prioridad del hecho político-económico, o sea, la ‘estructura’ como punto de referencia y de “causa” dialéctica, no mecánica, de las superestructuras (afirma en el parágrafo 56 del Cuaderno 4 de noviembre de 1930).
Cuando Gramsci enfrenta el dilema en una de las dos notas del Cuaderno 7 dedicadas a Estructura y Superestructura, su solución será decididamente diferente: “la pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar cada fluctuación de la política y de la ideología como expresión inmediata de la estructura, debe ser combatida teóricamente como un infantilismo primitivo” (11). Se trata de una posición destinada a sufrir ulteriores reajustes hasta llegar a una versión que, con el cuidado merecido, se puede llamar definitiva: en el parágrafo 5 del Cuaderno 15 (febrero de 1933) a propósito de la crisis de 1929 Gramsci se opone a “quien quiera dar a estos hechos una definición única o encontrar una causa de origen única, que es lo mismo. Se trata -escribe- de un proceso que tiene muchas manifestaciones y en el que causas y efectos se complican y se sobreponen. Simplificar significa “desnaturalizar y falsificar“. “Es difícil en los hechos separar la crisis económica de las crisis políticas, ideológicas, etc.” Este apunte tardío da dos indicaciones generales importantes: 1) la crisis de 1929 no provocando el “fatal derrumbe del capitalismo” esperado por tantos marxistas, contribuye en los años sucesivos a llevar a Gramsci a negar una relación estrechamente casual entre estructura y superestructura, 2) negar eso significa en realidad negar la imagen misma de una “base” sobre la cual se eleva una construcción, por lo que, faltando la primera, necesariamente también se derrumba la segunda. Gramsci lo sabe: no es casual que la rúbrica relativa al problema de las relaciones estructura-superestructura desaparezca después de diciembre de 1931 (12).
Por otro lado, la sistematización intentada en el Cuaderno 4 ya había entrado en crisis en la segunda Serie de los Apuntes de filosofía del Cuaderno 7, iniciada en noviembre de 1930, apenas terminada la primera.
En el parágrafo 10 del Cuaderno 7, después de un llamado explícito a las “notas escritas en la ‘Primera Serie’”, Gramsci introduce por vez primera los famosos conceptos de “guerra de oposición” y “guerra maniobrada” (más tarde llamada de “movimiento“). La necesidad de pasar de la segunda a la primera, también en el “arte y en la ciencia política“, se debe al hecho de que al menos en los países más avanzados, “la sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las “irrupciones” catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.). No es que las cosas queden tal cuales, sino que no se desarrollan de modo fulminante y con marcha progresiva y definitiva como esperarían los estrategas del cardonismo político. Gramsci siempre pone límites nuevos a la acción directa de la estructura sobre la superestructura, ya sea escalonando sus efectos en el tiempo, ya sea negándoles su mecanicidad. También en este caso la profundización del problema crucial del materialismo histórico está acompañada por una re-lectura de sus “padres nobles“, en este caso Lenin. Pocas páginas más adelante Gramsci recuerda de hecho que “ya Ilich había comprendido que era necesario un cambio de la guerra maniobrada a la guerra de posición“, aun si “no tuvo tiempo para profundizar su fórmula” (13).
En el curso de 1931 el trabajo teórico de los Cuadernos sufrió un fuerte retroceso, y los sucesivos apuntes del Cuaderno 7 no aportan novedades esenciales respecto a todo lo anteriormente visto.
La sistematización del Cuaderno 4 está definitivamente superada en el Cuaderno 8. No es casual que en la Tercera Serie de Materialismo e Idealismo, a diferencia de las primeras dos, la rúbrica de “Estructura y superestructura” no aparezca, sino hasta el parágrafo 182, redactado en diciembre de 1931.
De hecho, en un grupo de notas de febrero-marzo de 1932 tenemos el repudio explícito de tal pareja conceptual, de la cual se reconoce el carácter metafórico y ocasional, ya atribuido por Marx, a una relación con las ciencias positivas (o más bien positivistas) que la hacen inadecuada a los tiempos nuevos (aquellos de la revolución contra el “Capital “en Oriente y de la “guerra de posición” en Occidente). En el parágrafo 207 del Cuaderno 8 leemos: “Cuestiones de terminología: El concepto de estructura y superestructura, por el que se dice que la “anatomía” de la sociedad está constituida por su “economía”, y se ligara a las discusiones generadas por la clasificación de las especies animales. El origen de la metáfora usada para indicar un concepto nuevamente descubierto, ayuda a comprender mejor el concepto mismo, que es llevado al mundo cultural e históricamente determinado, en el cual es originado. Se podría repetir, en el caso de estructura y superestructura, lo escrito por Gramsci en el parágrafo precedente a propósito del término de materialismo: “la terminología tiene su importancia en el determinar errores y desviaciones, la terminología es convencional y [...] siempre hay que remitirse a las fuentes culturales para identificar su valor exacto, ya que bajo una misma fórmula convencional se pueden encontrar contenidos diferentes“.
En la segunda redacción del parágrafo 207, o sea en el parágrafo 50 del Cuaderno 11 (de 1932), la metáfora de la economía como anatomía de la sociedad se considera como una de las metáforas “groseras y violentas” de las cuales “la filosofía de la praxis se ha servido para fines exclusivamente didácticos en relación con las clases populares ignorantes“. Todo lo anterior, concluye Gramsci, “es útil para precisar el límite de la misma metáfora, o sea para impedir que ésta se materialice y mecanice“.
Evidentemente, no obstante que ya no se reconozca en las posiciones precedentes, Gramsci probablemente a fines de 1933 (14), retoma en segunda redacción el citado parágrafo 38 del Cuaderno 4 dejando su texto inalterado (15).
Por paradójico que parezca es justamente la revolución copernicana (16) de los primeros meses de 1932 la que garantiza la sobrevivencia de notas provenientes de fases anteriores de su reflexión. Debido a la imposibilidad de adaptarlas a los nuevos desarrollos y a la actitud extremadamente conservadora del autor respecto a su propio trabajo, éstas son copiadas casi en forma íntegra incluyendo la introducción de una serie de pequeñas y significativas “marcas” (para sí mismo y para los futuros lectores) de dicha evolución. En primera tenemos la colocación del fragmento en el Cuaderno 13 (el Cuaderno sobre Maquiavelo y el “Príncipe Moderno”), en vez en los “filosóficos” 10 y 11, además del nuevo título, “Análisis de las situaciones: relaciones de fuerza”, que sintomáticamente sustituye el anterior “Relaciones entre estructura y superestructura”. Éstas, de “el problema crucial del materialismo histórico“, se convierten en las cuestiones “que es necesario plantear con exactitud para lograr un análisis justo de las fuerzas que actúan en la historia de determinado periodo, y determinar su relación“. Pero sobre todo Gramsci escribe que “tales análisis no pueden y no deben ser un fin en sí mismos, y obtienen un significado sólo si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de voluntad“. De este modo el tema evidentemente se desplaza del primitivo plano “filosófico” al más propiamente político, el único en el cual la cuestión, teóricamente insoluble, parece tener para el todavía algún sentido.
En el análisis político del Cuaderno 3 Gramsci ya había acogido las “Contradicciones aparentes” entre la “concepción fatalista de la historia” y el “voluntarismo formalista descomedido y trivial” (17), mientras que los contemporáneos “Apuntes de filosofía” del Cuaderno 4 se basaban justamente sobre la oposición “economismo-ideologismo”, destinada a ser superada sólo mucho más tarde.
En las conversaciones con los compañeros de prisión en 1930, Gramsci (contemporáneamente a los arreglos realizados en el parágrafo 38 del Cuaderno 4) “para romper con quienes acusaban al marxismo de mecanicista, de fatalismo, de determinismo económico, de economicismo“, invitaba como recuerda quien tomó parte en aquellas “lecciones“, “a no hablar más de ‘estructura’ y ‘superestructura’, etc., sino sólo de proceso histórico en el cual todos los factores toman parte”. (18) De este modo se anticipó por más de un año a los resultados a los que llegaría en los Cuadernos. Se puede concluir que para Gramsci es válido lo que él mismo escribió a propósito de Marx: “un hombre político escribe sobre filosofía: puede ser que su verdadera filosofía se encuentre en los escritos de política. En cada personalidad hay una actividad dominante y predominante. Es en ésta donde hay que buscar su pensamiento, la mayoría de las veces implícito y a veces en contradicción con el pensamiento admitido ex professo” (19).
Entre las variantes aportadas por Gramsci en la redacción de la nota central del Cuaderno 4, hay que señalar todavía aquella relativa a “la afirmación de Engels de que la economía es en un último análisis” el resorte de la historia”, la cual en el texto C suena de la siguiente manera: “hay que recordar la afirmación de Engels de que la economía sólo en ‘último análisis’ es el resorte de la historia“. El añadir el adverbio sólo y poner después el verbo ser limitan mucho el alcance de la expresión “en ultimo análisis“, si no es que de hecho la invierte. Por eso Gramsci, respondiendo nuevamente a la pregunta de “si las crisis históricas fundamentales están determinadas inmediatamente por las crisis económicas“, al contrario que en 1930 ya no puede “excluir cualquier respuesta normativa” sino más bien “excluir, que por sí mismas, las crisis económicas produzcan eventos fundamentales, éstas solo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que involucran el ulterior desarrollo de la vida estatal”.
Gramsci continúa ocupándose del problema en los Cuadernos sucesivos y particularmente en el Cuaderno 15, según su propia declaración, “iniciado en 1933 y escrito sin considerar las divisiones de la materia y las agrupaciones de las notas en cuadernos especiales” (20). Gramsci evidentemente se da cuenta de la imposibilidad de adecuar, en una segunda redacción, el contenido de muchos apuntes de años anteriores a las nuevas posiciones alcanzadas, y prefiere expresar en textos escritos ex novo. Para el problema que estamos tratando es de particular interés el parágrafo 25 del Cuaderno 15 en el cual la frase “entre condiciones objetivas y condiciones subjetivas del evento histórico” se convierte en una simple distinción de carácter didascálico: por lo mismo es en la medida de las fuerzas subjetivas y de su intensidad que puede versar la discusión, y por lo tanto en la relación dialéctica entre las fuerzas subjetivas contrastantes. Es necesario evitar que la cuestión sea puesta en términos intelectualistas y no histórico-políticos.
Estructura y superestructura ahora se sustituye por la dialéctica entre fuerzas subjetivas y objetivas, mucho menos dicotómicas, puesto que para Gramsci objetivo significa “humanamente objetivo y por lo tanto también humanamente subjetivo” (21) y “universal subjetivo”. Anteriormente Gramsci había hecho uso de las antítesis “cantidad-calidad” y “contenido-forma“, pero las abandonó pronto ya que volvían a proponer la visión dual de la realidad implícita en la metáfora arquitectónica que se proponía superar (22).
En 1934 el trabajo del Cuaderno 17, el ultimo “misceláneo”, procede a un ritmo muy reducido: a falta de nuevo material de redacción, las señas del recorrido ideal gramsciano habrá que buscarlas nuevamente en las variaciones aportadas a los textos al volverlos a copiar en los “Cuadernos especiales”; por ejemplo, en el parágrafo 12 del Cuaderno 16 en el cual se trata por enésima vez de establecer en qué consiste la “naturaleza humana“: desde la primera redacción (Cuaderno 8, parágrafo 151, abril de 1932) leemos: “no se puede hablar de “naturaleza” como algo fijo y objetivo“, sino como el “conjunto de las relaciones sociales que determina una conciencia históricamente definida”. La conclusión es inevitable: por lo tanto hay que referirse a las relaciones técnicas de producción. Estos pasajes son literalmente copiados en el texto C, pero ahí donde Gramsci había primero escrito: “en esta objetividad y necesidad histórica se puede colocar la universalidad del principio moral“, ahora, después de la expresión necesidad histórica introduce el elocuente paréntesis: “que por demás no es obvia, y es necesario que se le reconozca críticamente y se le convierta en sostén de modo completo y casi’capilar“.
Esto confirma que para el último Gramsci no puede existir la necesidad sin una correspondiente voluntad, o como afirma en otras partes, la distinción entre los dos conceptos es sólo “didascálica” y no real, el problema en realidad es otro: “¿sobre qué base, se puede constituir una élite que guíe las multitudes las eduque, y que sea capaz de ser ejemplar?“.
Consideremos finalmente el parágrafo 48 del Cuaderno 17, de junio de 1935: Gramsci vuelve otra vez al tema de “el estudio de los diversos ‘grados’ o ‘momentos’ de las situaciones militares y políticas“, que es después la formulación asumida en 1932, por el problema de las “relaciones entre estructura y superestructura“: señal de que por lo que ha escrito hasta ese momento no le satisface plenamente. También en esta página, a cinco años de la primera sistematización de la cuestión, intenta nuevas soluciones inéditas y “debidas distinciones entre la ‘causa eficiente’ que prepare al evento histórico o político de grado diverso o significado (o extensión) y la ‘causa determinante’ que inmediatamente produce el evento“. Tales distinciones son ulteriormente complicadas por el hecho de que ambas causas “pueden tener diversos momentos o grados“, y lo que realmente es importante para quien interpreta es ver cómo “el problema crucial del materialismo histórico“, lejos de poder decirse resuelto, sigue aún abierto y candente, y Gramsci se dedica a esto hasta los últimos días de su trabajo teórico.
texto de Giuseppe Cospito
Publicado el 1 mayo 2013 en el blog Marx desde cero, en donde se presenta:
Otra efemérides que no queremos dejar pasar es la del 27 de abril. Tal cual esa fecha pero en 1937, con tan sólo cuarenta y seis años moría Antonio Gramsci. Además del morbo de Pott, la tisis y la arteriosclerosis, sufre de hipertensión y de gota, todo ello privado de libertad y con una más que deficitaria atención médica, con lo que no nos resultará difícil imaginar el calvario del hombre.
Elogiado, estudiado, apropiado por unos y otros, a Gramsci se le ha adjetivado de mil y una forma. Una de ellas, de Bobbio si no recordamos mal, caracterizaba a Gramsci como “teórico de la superestructura”. Si a eso le añadimos que estructura y superestructura es para el marxismo algo básico, es normal que nos pique la curiosidad; y de ahí, la entrada de hoy, para ver si nos aclara algo. De la pluma de Giuseppe Cospito, investigador en la Universidad de Pavia del pensamiento filosófico y político italiano en los siglos XVIII y XX, con especial referencia a las figuras de Giambattista Vico y sus seguidores tardoilluministi, Carlo Cattaneo y la tradición Risorgimento y Antonio Gramsci. Colabora con la edición de los escritos de Gramsci en la Fondazione Istituto Gramsci en Roma y es miembro de la sección italiana de la Sociedad Internacional Gramsci.
Estructura y Superestructura
Un intento de lectura diacrónica de los cuadernos de la cárcel
Giuseppe Cospito
En la “primera Serie” de sus Apuntes de Filosofía, Materialismo e Idealismo, Gramsci escribe que la cuestión de las “Relaciones entre estructura y superestructura” es el problema crucial del materialismo histórico (1).
Elegí el tema precisamente para verificar la posibilidad de seguir la evolución del pensamiento de Gramsci a través de su reflexión en la cárcel, basándome esencialmente en la cronología de los Cuadernos propuesta por G. Francioni (2).
Trato de mostrar en particular cómo Gramsci, volviendo varias veces al tema, pasa a través de sucesivos ajustes que finalmente lo llevarán a rechazar su propio planteamiento inicial.
Por eso una lectura diacrónica de la obra de Gramsci no sólo es posible sino indispensable.
De hecho, no obstante su afirmada centralidad, la cuestión de las relaciones entre estructura y superestructura, ausente en los diversos planes de estudio precedentes al inicio de la redacción de las notas, tampoco parece explícitamente en los primeros tres Cuadernos, escritos entre 1929 y 1930 (3).
Sin embargo, en algunos análisis histórico-políticos de aquel periodo parece implícita una solución del problema substancialmente “determinista”. Son ejemplares para este caso los parágrafos 43 y 44 del Cuaderno 1, de febrero-marzo de 1930, en los cuales leemos que “todo el problema de las diversas corrientes del Risorgimento se reduce a una cuestión fundamental: que los moderados representaban una clase relativamente homogénea por lo cual la dirección sufrió oscilaciones relativamente limitadas, mientras que el Partido de Acción no se apoyaba en ninguna clase histórica“.
Aquí la estructura parece generar mecánicamente la superestructura. Tan es así que más adelante se hablará de un desenvolvimiento histórico “normal dada la estructura“, por lo cual “si en Italia no surgió un partido jacobino hay razones que debemos buscar en el campo económico“. Pensándolo bien no estamos lejos de la vulgata marxista tal como podía entonces ser expresada por Bujarin, cuyo Manual, ampliamente utilizado por Gramsci en el 1925 para la escuela del partido (4), vendría a ser criticado solo unos meses después, en mayo de 1930 (5).
Un testimonio extremo del inicial bujarinismo de Gramsci se puede encontrar, por su admisión implícita, en el parágrafo 12 del Cuaderno 4, fechado entre mayo y agosto de 1930; esta es la primera nota, en la cual el problema de Estructura y Superestructura fue explícitamente tematizada como título de rubrica. Aquí de hecho el autor se adentra en una serie de cuestiones tipo: “las bibliotecas son estructura o superestructura [...] a las cuales responde volviéndolas todavía más complicadas y obstrusas: “son estructura y superestructura [...]. Hay superestructuras que tienen una ‘estructura material’ pero su carácter permanece el de las superestructuras [...]Tenemos lógica y cronológicamente también: estructura social-superestructura-estructura material de la superestructura“. En el texto C (Cuaderno 11, parágrafo 29) el mismo Gramsci atribuye a Bujarin dicho planteamiento, notando como “hace inútilmente complicadas las cosas. A partir de este modo de pensar barroco surgen toda una serie de cuestiones barrocas.” Es verdad que todo esto es una desviación infantil de la filosofía de la praxis, determinada por la convicción barroca de que cuanto más se recurra a objetos “materiales” más ortodoxo se es.
Una primera sistematización del problema la encontramos en el parágrafo 38 del Cuaderno 4 redactado en octubre de 1930: “por un lado tenemos el exceso de ‘economismo’ y por otro el exceso de ‘ideologismo’. Por un lado se sobrevaloran las causas mecánicas, por otro el elemento ‘voluntario’ e ‘individual“‘. En esta fase Gramsci parece colocarse al centro respecto a dos extremos, ambos por combatir: es una posición que recalca aquélla tomada por Stalin en el debate soviético contemporáneo entre “mecanicistas” (Bujarin y Bogdanov) dialécticos (Deborin), ambos condenados por el comité central del PCUS en enero de 1931.
Realmente en los Cuadernos la crítica gramsciana y se centrará casi exclusivamente en el “economismo” (representado por Bujarin), mientras que al “exceso opuesto” serán dedicadas pocas líneas, más que nada en forma de duda sobre el “prof. Lukacz” (6). Mayor espacio se dedica a Croce, por demás un simple “estudioso” del marxismo. Esta asimetría se debe atribuir al desplazamiento del eje de la ortodoxia staliniana en dirección “mecanicista” justamente a partir de 1930 (el año de la doctrina cominternista del “socialfascismo” y de la consecuente “vuelta a la izquierda” del PCI, también al centro de las discusiones políticas en el “colectivo” de la cárcel de Turi). A esto le sigue el desplazamiento de Gramsci, al menos aparente, en dirección contraria que en el transcurso de la redacción de los Cuadernos viene a encontrarse en una posición excéntrica respecto a la inicial. Es el mismo autor quien sugiere esto cuando observa que a las relaciones de clases “se les ha dado un significado mecanicista y determinista, de ahí la reacción“ (7).
La evolución del pensamiento de Gramsci sobre el tema se desenvuelve en el marco de una profundización de la obra de Marx y en particular de los dos célebres “principios” del Prefacio de 1859 de Para la crítica de la economía política: 1) “que ninguna sociedad se pone tareas para cuyas soluciones no existan ya las condiciones necesarias y suficientes“, y 2) que ninguna sociedad cae sin primero haber desarrollado todas las formas de vida que son implícitas a sus relaciones. Estos principios volverán cada vez que se trate el punto fundamental: cómo es que de las estructuras nace el movimiento histórico (8.).
Sin embargo, mientras que en el parágrafo 20 del Cuaderno 7 (escrito entre finales de 1930 y principios de 1931), éstas sirven para eliminar “cualquier mecanicismo“, en el parágrafo 17 del Cuaderno 15 (de abril-mayo de 1933) son todavía los “dos principios fundamentales de la ciencias políticas que deben ser primero desarrollados críticamente en toda su magnitud y depurados de cualquier residuo de mecanicismo y fatalismo“. La expresión hace referencia a una análoga empleada por Gramsci en el conocido artículo de 1917 sobre la Revolución contra “El “Capital” a propósito de las “incrustaciones positivistas y mecanicistas” de las cuales se “había contaminado” el mismo pensamiento de Marx (9).
En el texto de 1933 Gramsci todavía escribe que los principios marxistas “deben ser desarrollados los tres elementos fundamentales en los que se puede distinguir una situación o un equilibrio de fuerzas, que en el parágrafo 38 del Cuaderno 4 había expresado de la siguiente manera: “1) hay una relación de las fuerzas sociales estrechamente ligada a la estructura 2) el momento sucesivo es la “relación de las fuerzas” políticas 3) el tercer momento es el de la “relación de las fuerzas militares“.
Pero si a finales de 1930 afirmaba que el “desarrollo histórico oscila continuamente entre el primer y el tercer momento con la mediación del segundo”, tres años después creerá necesaria la “máxima valorización del segundo momento [...] y especialmente del tercero” aquel menos directamente ligado a la “base” económica.
Además, si en el Cuaderno 4 el primer momento era “una relación objetiva [...] un dato natural que puede ser medido con los sistemas de las ciencias exactas o matemáticas“, más tarde, en la segunda Serie de Materialismo e Idealismo, apelando al “testimonio auténtico de Marx” y a las “precauciones reales” introducidas por él mismo, Gramsci pone en primer lugar “la dificultad de identificar, cada vez, estáticamente, (como imagen fotográfica instantánea) la estructura“ (10).
“Otra cuestión ligada al problema tratado en esta rúbrica -leemos en el parágrafo 38 del Cuaderno 4- es la siguiente: si los hechos históricos fundamentales están determinados por el malestar o bienestar económico“. Coherentemente con la posición central respecto a los opuestos extremismos apenas asumida, Gramsci aquí llega a “excluir cualquier respuesta normativa en este sentido y a proceder hacia una respuesta más bien genérica“. De cualquier forma está fuera de discusión que “la acción y la iniciativa política” sean “expresión de la economía, es más, la expresión eficiente de la economía“, y por lo tanto la prioridad del hecho político-económico, o sea, la ‘estructura’ como punto de referencia y de “causa” dialéctica, no mecánica, de las superestructuras (afirma en el parágrafo 56 del Cuaderno 4 de noviembre de 1930).
Cuando Gramsci enfrenta el dilema en una de las dos notas del Cuaderno 7 dedicadas a Estructura y Superestructura, su solución será decididamente diferente: “la pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar cada fluctuación de la política y de la ideología como expresión inmediata de la estructura, debe ser combatida teóricamente como un infantilismo primitivo” (11). Se trata de una posición destinada a sufrir ulteriores reajustes hasta llegar a una versión que, con el cuidado merecido, se puede llamar definitiva: en el parágrafo 5 del Cuaderno 15 (febrero de 1933) a propósito de la crisis de 1929 Gramsci se opone a “quien quiera dar a estos hechos una definición única o encontrar una causa de origen única, que es lo mismo. Se trata -escribe- de un proceso que tiene muchas manifestaciones y en el que causas y efectos se complican y se sobreponen. Simplificar significa “desnaturalizar y falsificar“. “Es difícil en los hechos separar la crisis económica de las crisis políticas, ideológicas, etc.” Este apunte tardío da dos indicaciones generales importantes: 1) la crisis de 1929 no provocando el “fatal derrumbe del capitalismo” esperado por tantos marxistas, contribuye en los años sucesivos a llevar a Gramsci a negar una relación estrechamente casual entre estructura y superestructura, 2) negar eso significa en realidad negar la imagen misma de una “base” sobre la cual se eleva una construcción, por lo que, faltando la primera, necesariamente también se derrumba la segunda. Gramsci lo sabe: no es casual que la rúbrica relativa al problema de las relaciones estructura-superestructura desaparezca después de diciembre de 1931 (12).
Por otro lado, la sistematización intentada en el Cuaderno 4 ya había entrado en crisis en la segunda Serie de los Apuntes de filosofía del Cuaderno 7, iniciada en noviembre de 1930, apenas terminada la primera.
En el parágrafo 10 del Cuaderno 7, después de un llamado explícito a las “notas escritas en la ‘Primera Serie’”, Gramsci introduce por vez primera los famosos conceptos de “guerra de oposición” y “guerra maniobrada” (más tarde llamada de “movimiento“). La necesidad de pasar de la segunda a la primera, también en el “arte y en la ciencia política“, se debe al hecho de que al menos en los países más avanzados, “la sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las “irrupciones” catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.). No es que las cosas queden tal cuales, sino que no se desarrollan de modo fulminante y con marcha progresiva y definitiva como esperarían los estrategas del cardonismo político. Gramsci siempre pone límites nuevos a la acción directa de la estructura sobre la superestructura, ya sea escalonando sus efectos en el tiempo, ya sea negándoles su mecanicidad. También en este caso la profundización del problema crucial del materialismo histórico está acompañada por una re-lectura de sus “padres nobles“, en este caso Lenin. Pocas páginas más adelante Gramsci recuerda de hecho que “ya Ilich había comprendido que era necesario un cambio de la guerra maniobrada a la guerra de posición“, aun si “no tuvo tiempo para profundizar su fórmula” (13).
En el curso de 1931 el trabajo teórico de los Cuadernos sufrió un fuerte retroceso, y los sucesivos apuntes del Cuaderno 7 no aportan novedades esenciales respecto a todo lo anteriormente visto.
La sistematización del Cuaderno 4 está definitivamente superada en el Cuaderno 8. No es casual que en la Tercera Serie de Materialismo e Idealismo, a diferencia de las primeras dos, la rúbrica de “Estructura y superestructura” no aparezca, sino hasta el parágrafo 182, redactado en diciembre de 1931.
De hecho, en un grupo de notas de febrero-marzo de 1932 tenemos el repudio explícito de tal pareja conceptual, de la cual se reconoce el carácter metafórico y ocasional, ya atribuido por Marx, a una relación con las ciencias positivas (o más bien positivistas) que la hacen inadecuada a los tiempos nuevos (aquellos de la revolución contra el “Capital “en Oriente y de la “guerra de posición” en Occidente). En el parágrafo 207 del Cuaderno 8 leemos: “Cuestiones de terminología: El concepto de estructura y superestructura, por el que se dice que la “anatomía” de la sociedad está constituida por su “economía”, y se ligara a las discusiones generadas por la clasificación de las especies animales. El origen de la metáfora usada para indicar un concepto nuevamente descubierto, ayuda a comprender mejor el concepto mismo, que es llevado al mundo cultural e históricamente determinado, en el cual es originado. Se podría repetir, en el caso de estructura y superestructura, lo escrito por Gramsci en el parágrafo precedente a propósito del término de materialismo: “la terminología tiene su importancia en el determinar errores y desviaciones, la terminología es convencional y [...] siempre hay que remitirse a las fuentes culturales para identificar su valor exacto, ya que bajo una misma fórmula convencional se pueden encontrar contenidos diferentes“.
En la segunda redacción del parágrafo 207, o sea en el parágrafo 50 del Cuaderno 11 (de 1932), la metáfora de la economía como anatomía de la sociedad se considera como una de las metáforas “groseras y violentas” de las cuales “la filosofía de la praxis se ha servido para fines exclusivamente didácticos en relación con las clases populares ignorantes“. Todo lo anterior, concluye Gramsci, “es útil para precisar el límite de la misma metáfora, o sea para impedir que ésta se materialice y mecanice“.
Evidentemente, no obstante que ya no se reconozca en las posiciones precedentes, Gramsci probablemente a fines de 1933 (14), retoma en segunda redacción el citado parágrafo 38 del Cuaderno 4 dejando su texto inalterado (15).
Por paradójico que parezca es justamente la revolución copernicana (16) de los primeros meses de 1932 la que garantiza la sobrevivencia de notas provenientes de fases anteriores de su reflexión. Debido a la imposibilidad de adaptarlas a los nuevos desarrollos y a la actitud extremadamente conservadora del autor respecto a su propio trabajo, éstas son copiadas casi en forma íntegra incluyendo la introducción de una serie de pequeñas y significativas “marcas” (para sí mismo y para los futuros lectores) de dicha evolución. En primera tenemos la colocación del fragmento en el Cuaderno 13 (el Cuaderno sobre Maquiavelo y el “Príncipe Moderno”), en vez en los “filosóficos” 10 y 11, además del nuevo título, “Análisis de las situaciones: relaciones de fuerza”, que sintomáticamente sustituye el anterior “Relaciones entre estructura y superestructura”. Éstas, de “el problema crucial del materialismo histórico“, se convierten en las cuestiones “que es necesario plantear con exactitud para lograr un análisis justo de las fuerzas que actúan en la historia de determinado periodo, y determinar su relación“. Pero sobre todo Gramsci escribe que “tales análisis no pueden y no deben ser un fin en sí mismos, y obtienen un significado sólo si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de voluntad“. De este modo el tema evidentemente se desplaza del primitivo plano “filosófico” al más propiamente político, el único en el cual la cuestión, teóricamente insoluble, parece tener para el todavía algún sentido.
En el análisis político del Cuaderno 3 Gramsci ya había acogido las “Contradicciones aparentes” entre la “concepción fatalista de la historia” y el “voluntarismo formalista descomedido y trivial” (17), mientras que los contemporáneos “Apuntes de filosofía” del Cuaderno 4 se basaban justamente sobre la oposición “economismo-ideologismo”, destinada a ser superada sólo mucho más tarde.
En las conversaciones con los compañeros de prisión en 1930, Gramsci (contemporáneamente a los arreglos realizados en el parágrafo 38 del Cuaderno 4) “para romper con quienes acusaban al marxismo de mecanicista, de fatalismo, de determinismo económico, de economicismo“, invitaba como recuerda quien tomó parte en aquellas “lecciones“, “a no hablar más de ‘estructura’ y ‘superestructura’, etc., sino sólo de proceso histórico en el cual todos los factores toman parte”. (18) De este modo se anticipó por más de un año a los resultados a los que llegaría en los Cuadernos. Se puede concluir que para Gramsci es válido lo que él mismo escribió a propósito de Marx: “un hombre político escribe sobre filosofía: puede ser que su verdadera filosofía se encuentre en los escritos de política. En cada personalidad hay una actividad dominante y predominante. Es en ésta donde hay que buscar su pensamiento, la mayoría de las veces implícito y a veces en contradicción con el pensamiento admitido ex professo” (19).
Entre las variantes aportadas por Gramsci en la redacción de la nota central del Cuaderno 4, hay que señalar todavía aquella relativa a “la afirmación de Engels de que la economía es en un último análisis” el resorte de la historia”, la cual en el texto C suena de la siguiente manera: “hay que recordar la afirmación de Engels de que la economía sólo en ‘último análisis’ es el resorte de la historia“. El añadir el adverbio sólo y poner después el verbo ser limitan mucho el alcance de la expresión “en ultimo análisis“, si no es que de hecho la invierte. Por eso Gramsci, respondiendo nuevamente a la pregunta de “si las crisis históricas fundamentales están determinadas inmediatamente por las crisis económicas“, al contrario que en 1930 ya no puede “excluir cualquier respuesta normativa” sino más bien “excluir, que por sí mismas, las crisis económicas produzcan eventos fundamentales, éstas solo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que involucran el ulterior desarrollo de la vida estatal”.
Gramsci continúa ocupándose del problema en los Cuadernos sucesivos y particularmente en el Cuaderno 15, según su propia declaración, “iniciado en 1933 y escrito sin considerar las divisiones de la materia y las agrupaciones de las notas en cuadernos especiales” (20). Gramsci evidentemente se da cuenta de la imposibilidad de adecuar, en una segunda redacción, el contenido de muchos apuntes de años anteriores a las nuevas posiciones alcanzadas, y prefiere expresar en textos escritos ex novo. Para el problema que estamos tratando es de particular interés el parágrafo 25 del Cuaderno 15 en el cual la frase “entre condiciones objetivas y condiciones subjetivas del evento histórico” se convierte en una simple distinción de carácter didascálico: por lo mismo es en la medida de las fuerzas subjetivas y de su intensidad que puede versar la discusión, y por lo tanto en la relación dialéctica entre las fuerzas subjetivas contrastantes. Es necesario evitar que la cuestión sea puesta en términos intelectualistas y no histórico-políticos.
Estructura y superestructura ahora se sustituye por la dialéctica entre fuerzas subjetivas y objetivas, mucho menos dicotómicas, puesto que para Gramsci objetivo significa “humanamente objetivo y por lo tanto también humanamente subjetivo” (21) y “universal subjetivo”. Anteriormente Gramsci había hecho uso de las antítesis “cantidad-calidad” y “contenido-forma“, pero las abandonó pronto ya que volvían a proponer la visión dual de la realidad implícita en la metáfora arquitectónica que se proponía superar (22).
En 1934 el trabajo del Cuaderno 17, el ultimo “misceláneo”, procede a un ritmo muy reducido: a falta de nuevo material de redacción, las señas del recorrido ideal gramsciano habrá que buscarlas nuevamente en las variaciones aportadas a los textos al volverlos a copiar en los “Cuadernos especiales”; por ejemplo, en el parágrafo 12 del Cuaderno 16 en el cual se trata por enésima vez de establecer en qué consiste la “naturaleza humana“: desde la primera redacción (Cuaderno 8, parágrafo 151, abril de 1932) leemos: “no se puede hablar de “naturaleza” como algo fijo y objetivo“, sino como el “conjunto de las relaciones sociales que determina una conciencia históricamente definida”. La conclusión es inevitable: por lo tanto hay que referirse a las relaciones técnicas de producción. Estos pasajes son literalmente copiados en el texto C, pero ahí donde Gramsci había primero escrito: “en esta objetividad y necesidad histórica se puede colocar la universalidad del principio moral“, ahora, después de la expresión necesidad histórica introduce el elocuente paréntesis: “que por demás no es obvia, y es necesario que se le reconozca críticamente y se le convierta en sostén de modo completo y casi’capilar“.
Esto confirma que para el último Gramsci no puede existir la necesidad sin una correspondiente voluntad, o como afirma en otras partes, la distinción entre los dos conceptos es sólo “didascálica” y no real, el problema en realidad es otro: “¿sobre qué base, se puede constituir una élite que guíe las multitudes las eduque, y que sea capaz de ser ejemplar?“.
Consideremos finalmente el parágrafo 48 del Cuaderno 17, de junio de 1935: Gramsci vuelve otra vez al tema de “el estudio de los diversos ‘grados’ o ‘momentos’ de las situaciones militares y políticas“, que es después la formulación asumida en 1932, por el problema de las “relaciones entre estructura y superestructura“: señal de que por lo que ha escrito hasta ese momento no le satisface plenamente. También en esta página, a cinco años de la primera sistematización de la cuestión, intenta nuevas soluciones inéditas y “debidas distinciones entre la ‘causa eficiente’ que prepare al evento histórico o político de grado diverso o significado (o extensión) y la ‘causa determinante’ que inmediatamente produce el evento“. Tales distinciones son ulteriormente complicadas por el hecho de que ambas causas “pueden tener diversos momentos o grados“, y lo que realmente es importante para quien interpreta es ver cómo “el problema crucial del materialismo histórico“, lejos de poder decirse resuelto, sigue aún abierto y candente, y Gramsci se dedica a esto hasta los últimos días de su trabajo teórico.
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Última edición por pedrocasca el Vie Mayo 03, 2013 12:25 pm, editado 1 vez