PAU LLONCH. militante de At Versaris, el Movimiento Popular de Sabadell y PAH Sabadell
Me parece una crítica acertadísima y necesaria. A veces pecamos de izquierdistas y nos dejamos llevar por las estratagemas de la burguesía.
El Parlamento Europeo nos ha otorgado el premio Ciudadano Europeo 2013 a todas las PAH “por luchar por los valores europeos y (…) tratar de promover los valores de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE”. Fantástico. La ficción jurídica estructural que asocia derechos de ciudadanía con capitalismo llega a su punto álgido de cinismo. La construcción europea, no sólo quiere explicarse a si misma con esta ficción de declararse fundamentada en el respeto y la exigencia de los derechos fundamentales de ciudadanía mientras aplica planes de austericidio -como ha hecho siempre- propios de la dinámica de reestructuración capitalista, sino que además cuelga medallas a quienes sí los defienden contradiciendo y oponiéndose a sus políticas estructurales.
Porque, al fin y al cabo, sabemos quien nos premia: Nos premia la UE que ha creado un fondo de ayuda de 750.000 millones de euros (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), para detener con dinero público la quiebra de los bancos de los países centrales de la Unión, que son los acreedores de los países periféricos, pese a que se quiera presentar como un rescate de la banca periférica. Un mecanismo de rescate del capital ficticio de los bancos europeos a costa de hipotecar a los trabajadores y trabajadoras y a las clases populares durante generaciones.
Nos premia la UE que, “a cambio” de estos fondos (como si nos beneficiasen en algo...) nos obliga a entrar en una espiral de recortes sin fin en la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) y el posterior Pacto del Euro (2011), que nos condena a aumentar las tasas de explotación laboral hasta límites inimaginados y a dilapidar nuestros servicios básicos, sin los cuales -por cierto- hablar de Carta de Derechos Fundamentales es un insulto a la inteligencia (o una estrategia muy inteligente del capital, según se mire).
En definitiva, nos premia la UE que desde su fundación, y tal como han demostrado rigurosamente cientos de economistas críticos, ha respondido a los intereses del gran capital transnacional. En el estado español, desde los criterios de convergencia de Maastricht, estos intereses ya dejaron un aumento, a mediados de los 80, de dos millones de parados. Desde la reconversión industrial que está también en la base de la crisis actual, enmarcada en una división internacional del trabajo que nos dejó aquí el automóvil, la construcción y poco más, la fundamentación genética de la UE ha sido contener el déficit y expoliar los derechos sociales y laborales de sus “ciudadanos”. Y escribo ciudadanos entre muchas comillas, si tomamos en cuenta la estafa jurídica que supone, como expone Fernández Liria, considerar compatible el concepto de ciudadano libre, independiente y propietario de la Ilustración (que sigue plasmándose en Cartas hipócritas de Derechos como a la que apelan para premiarnos) con la masa proletarizada que no tiene qué ofrecer, salvo su fuerza de trabajo.
La oportunidad histórica es la de vincular la lucha por la vivienda con el ejemplo virtuoso de la PAH con otras luchas, no para configurar una realidad política y social fragmentada -cerrándose cada lucha en ella misma-, sino para seguir avanzando en la construcción de un movimiento más amplio que sea capaz de plantear alternativas globales y que pierda el miedo a la organicidad y a un relato común alternativo al capitalismo. Pero para hacerlo es necesario identificar a este modo de producción -y a sus instituciones políticas- como responsable de los problemas que afrontamos. Y no caer en el relato fácil y posibilista de “aquí el problema es sólo el PP y el caso español, y todo lo que sirva para erosionarlo ya nos vale”.
Nuestro movimento es heterogéneo y esta posición seguro que no es mayoritaria. Léase este artículo como una aportación más al debate generoso. El Parlamento Europeo, pese a pretender ser la cara representativa de este proceso de construcción europea, es sólo el rostro amable y dialogante de la Troika. Sobran los motivos para no aceptar este premio. O, como mínimo, para usar la recogida del premio como un altavoz crítico solidario con todos los pueblos de Europa que sufren las recetas genocidas de aquellos que nos felicitan por nuestros “valores y convicciones”. Menuda cara.
Me parece una crítica acertadísima y necesaria. A veces pecamos de izquierdistas y nos dejamos llevar por las estratagemas de la burguesía.
El Parlamento Europeo nos ha otorgado el premio Ciudadano Europeo 2013 a todas las PAH “por luchar por los valores europeos y (…) tratar de promover los valores de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE”. Fantástico. La ficción jurídica estructural que asocia derechos de ciudadanía con capitalismo llega a su punto álgido de cinismo. La construcción europea, no sólo quiere explicarse a si misma con esta ficción de declararse fundamentada en el respeto y la exigencia de los derechos fundamentales de ciudadanía mientras aplica planes de austericidio -como ha hecho siempre- propios de la dinámica de reestructuración capitalista, sino que además cuelga medallas a quienes sí los defienden contradiciendo y oponiéndose a sus políticas estructurales.
El Parlamento Europeo, pese a pretender ser la cara representativa de este proceso de construcción europea, es sólo el rostro amable y dialogante de la Troika
Hoy, la respuesta airada del fundamentalismo del PP a este premio nos puede llevar a cerrar filas acerca de la necesidad de reivindicarlo. Y a no denunciar lo que es una hipocresía insultante. A caer en el error de situar el problema de la crisis de la vivienda en una simple mala gestión de una clase política corrupta sumada a la hipertrofia de una economía financiarizada que ha de volver a su “camino productivo de rostro humano”. A no ver los fundamentos estructurales de toda crisis capitalista como un mal sistémico inherente al propio modo de producción y acumulación y a su carácter contradictorio, que deriva irremediablemente en sobreacumulación y subconsumo. En ver sólo una ley hipotecaria injusta y cuatro o cinco “causas” contingentes más. A malgastar toda la legitimidad conseguida por las PAH por el esfuerzo de todas en un proceso de fagotización y domesticación del sistema tan recurrente en la Historia. Y, sobre todo, a no ver que las consecuencias sociales dramáticas que estamos sufriendo (y no sólo en vivienda, aunque también y especialmente) tienen su origen en el proyecto y consolidación de una Unión Europea al servicio de los poderosos. Creo que no debemos caer en esta trampa. Seguro que, al final, tampoco las PAH caerán en su conjunto.Porque, al fin y al cabo, sabemos quien nos premia: Nos premia la UE que ha creado un fondo de ayuda de 750.000 millones de euros (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), para detener con dinero público la quiebra de los bancos de los países centrales de la Unión, que son los acreedores de los países periféricos, pese a que se quiera presentar como un rescate de la banca periférica. Un mecanismo de rescate del capital ficticio de los bancos europeos a costa de hipotecar a los trabajadores y trabajadoras y a las clases populares durante generaciones.
Nos premia la UE que, “a cambio” de estos fondos (como si nos beneficiasen en algo...) nos obliga a entrar en una espiral de recortes sin fin en la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) y el posterior Pacto del Euro (2011), que nos condena a aumentar las tasas de explotación laboral hasta límites inimaginados y a dilapidar nuestros servicios básicos, sin los cuales -por cierto- hablar de Carta de Derechos Fundamentales es un insulto a la inteligencia (o una estrategia muy inteligente del capital, según se mire).
En definitiva, nos premia la UE que desde su fundación, y tal como han demostrado rigurosamente cientos de economistas críticos, ha respondido a los intereses del gran capital transnacional. En el estado español, desde los criterios de convergencia de Maastricht, estos intereses ya dejaron un aumento, a mediados de los 80, de dos millones de parados. Desde la reconversión industrial que está también en la base de la crisis actual, enmarcada en una división internacional del trabajo que nos dejó aquí el automóvil, la construcción y poco más, la fundamentación genética de la UE ha sido contener el déficit y expoliar los derechos sociales y laborales de sus “ciudadanos”. Y escribo ciudadanos entre muchas comillas, si tomamos en cuenta la estafa jurídica que supone, como expone Fernández Liria, considerar compatible el concepto de ciudadano libre, independiente y propietario de la Ilustración (que sigue plasmándose en Cartas hipócritas de Derechos como a la que apelan para premiarnos) con la masa proletarizada que no tiene qué ofrecer, salvo su fuerza de trabajo.
La oportunidad histórica es la de vincular la lucha por la vivienda con el ejemplo virtuoso de la PAH con otras luchas, no para configurar una realidad política y social fragmentada -cerrándose cada lucha en ella misma-, sino para seguir avanzando en la construcción de un movimiento más amplio que sea capaz de plantear alternativas globales y que pierda el miedo a la organicidad y a un relato común alternativo al capitalismo. Pero para hacerlo es necesario identificar a este modo de producción -y a sus instituciones políticas- como responsable de los problemas que afrontamos. Y no caer en el relato fácil y posibilista de “aquí el problema es sólo el PP y el caso español, y todo lo que sirva para erosionarlo ya nos vale”.
Nuestro movimento es heterogéneo y esta posición seguro que no es mayoritaria. Léase este artículo como una aportación más al debate generoso. El Parlamento Europeo, pese a pretender ser la cara representativa de este proceso de construcción europea, es sólo el rostro amable y dialogante de la Troika. Sobran los motivos para no aceptar este premio. O, como mínimo, para usar la recogida del premio como un altavoz crítico solidario con todos los pueblos de Europa que sufren las recetas genocidas de aquellos que nos felicitan por nuestros “valores y convicciones”. Menuda cara.