Marx y Engels acerca de la Insurrección
Iósif Stalin
(Julio de 1906)
Iósif Stalin
(Julio de 1906)
El menchevique N. J.1 sabe que la audacia todo lo puede y... tiene la audacia de acusar una vez más de blanquismo a los bolcheviques (v. «Simartle»2, núm. 7).
Eso, naturalmente, no tiene nada de extraño. Los oportunistas alemanes Bernstein y Vollmar hace mucho tiempo que tildan de blanquistas a Kautsky y Bebel. Los oportunistas franceses Jaurés y Millerand hace mucho tiempo que acusan de blanquismo y jacobinismo a Guesde y Lafargue. A pesar de ello, todo el mundo sabe que Bernstein, Millerand, Jaurés y otros son oportunistas, que traicionan el marxismo, mientras que Kautsky, Bebel, Guesde, Lafargue y otros son marxistas revolucionarios. ¿Qué tiene, pues, de extraño que los oportunistas de Rusia y su secuaz N. J. imiten a los oportunistas de Europa y nos llamen blanquistas? Esto significa, ni más ni menos, que los bolcheviques, a semejanza de Kautsky y Guesde, son marxistas revolucionarios3.
Aquí podríamos dar por terminada la polémica con N. J. Pero éste «ahonda» en el problema e intenta demostrar que tiene razón. Así, pues, escuchémosle para que no se ofenda.
N. J. no está de acuerdo con la siguiente opinión de los bolcheviques:
«Admitamos que4 las masas de las ciudades están impregnadas de odio al gobierno5, que siempre están dispuestas a alzarse a la lucha, si se les presenta la ocasión. Ello significa que cuantitativamente estamos ya preparados. Pero eso por sí solo es insuficiente. Para ganar la insurrección, es indispensable trazar de antemano el plan de lucha, elaborar de antemano la táctica de la batalla, es indispensable contar con destacamentos organizados, etc.» (v. «Ajali Tsjovreba», núm. 6).
N. J. No está de acuerdo. ¿Por qué? ¡Porque eso, a su modo de ver, es blanquismo! Es decir, N. J. no quiere ni una «táctica de la batalla», ni «destacamentos organizados», ni una acción organizada: resulta que todo esto carece de importancia y es superfluo. Los bolcheviques dicen que, por sí solo, «el odio al gobierno es insuficiente», que la conciencia, por sí sola, «es insuficiente», que es necesario, además contar con «destacamentos y una táctica de la batalla». N. J. rechaza todo eso, motejándolo de blanquismo.
Tengámoslo presente y sigamos adelante.
A N. J. No le gusta la siguiente idea de Lenin:
«Debemos recoger la experiencia de las insurrecciones de Moscú, del Donetz, de Rostov, y otras, difundir esta experiencia, preparar tenaz y pacientemente nuevas fuerzas de combate, instruirlas y templarlas en diversas acciones combativas de guerrilla. Es posible que el nuevo estallido no sobrevenga todavía en la primavera, pero se avecina, y, con toda probabilidad, no se halla muy lejano. Y cuando llegue, debemos estar armados, organizados a la manera militar, capaces de emprender acciones ofensivas enérgicas» (v. «Partiinie Izvestia»)6.
N. J. no está de acuerdo con esta idea de Lenin. ¿Por qué? ¡Porque esto, a su modo de ver, es blanquismo!
Así, pues, a juicio de N. J. resulta que nosotros no debemos «recoger la experiencia de la insurrección de diciembre», no debemos «difundirla». Ciertamente, el estallido se aproxima, pero, a juicio de N. J., «cuando llegue» no debemos «estar armados», no debemos prepararnos para «emprender acciones ofensivas enérgicas». ¿Por qué? ¡Tal vez porque inermes y no preparados alcanzaremos antes la victoria! Los bolcheviques dicen que se puede esperar un estallido y, por lo mismo, nuestro deber es prepararnos, tanto en el sentido de la conciencia, como en el sentido del armamento. N. J. sabe que se puede esperar un estallido, pero no admite nada fuera de la agitación verbal y, por eso, duda de la necesidad del armamento, lo considera superfluo. Los bolcheviques dicen que a una insurrección comenzada espontáneamente y desperdigada, hay que infundirle conciencia y organización. N. J. Tampoco lo admite, porque, a su modo de ver, eso es blanquismo. Los bolcheviques dicen que en un momento determinado son imprescindibles «acciones ofensivas enérgicas». Ni la energía ni las acciones ofensivas le gustan a N. J.: todo eso, a su modo de ver, es blanquismo.
Tengamos presente todo lo dicho y veamos qué opinaban Marx y Engels de la insurrección armada.
He aquí lo que escribía Marx en los años del 50:
«Una vez comenzada la insurrección, hay que obrar con la mayor decisión y pasar a la ofensiva. La defensiva es la muerte de toda insurrección armada... Hay que sorprender al adversario mientras sus fuerzas estén aún dispersas; hay que conseguir nuevos éxitos, aunque sean pequeños, pero a diario; hay que mantener la superioridad moral que brinda el primer movimiento eficaz de los insurrectos; hay que atraerse a los elementos vacilantes que siguen siempre a la parte más fuerte y que siempre buscan el lado más seguro; hay que obligar al enemigo a retroceder, antes de que pueda reunir sus fuerzas; en suma, para decirlo con las palabras de Dantón, el más grande maestro de la táctica revolucionaria que conoce la historia: ¡Audacia, audacia y siempre audacia!» (v. C. Marx «Ensayos Históricos», pág. 65)7.
Así hablaba Carlos Marx, el más grande de los marxistas.
Como veis, a juicio de Marx, quien desee la victoria de la insurrección debe seguir el camino de la ofensiva. Y nosotros sabemos que quien sigue el camino de la ofensiva debe contar con armamento, conocimientos militares y destacamentos instruidos: sin ello es imposible la ofensiva. Por lo que se refiere a las acciones ofensivas audaces, éstas, a juicio de Marx, son la espina dorsal de toda insurrección. N. J., en cambio, ridiculiza las acciones ofensivas audaces, y la política de ofensiva, y los destacamentos organizados, y la difusión de los conocimientos militares: ¡todo esto es, a su modo de ver, blanquismo! ¡Resulta que N. J. es marxista y Marx blanquista! ¡Pobre Marx! ¡Si pudiera levantarse de la tumba y oír los balbuceos de N. J.!
¿Y Engels? ¿Qué dice de la insurrección? Engels, hablando en un pasaje de uno de sus folletos sobre la insurrección española, después de rebatir a los anarquistas añade:
«Esta insurrección, aunque iniciada de un modo descabellado, tenía aún grandes perspectivas de éxito si se la hubiera dirigido con un poco de inteligencia, siquiera hubiese sido al modo de los pronunciamientos militares españoles, en que la guarnición de una plaza se subleva, va sobre la plaza más cercana, arrastra consigo a su guarnición, preparada de antemano, y, creciendo como un alud, avanza sobre la capital, hasta que una batalla afortunada o el paso a su campo de las tropas enviadas contra ella decide el triunfo. Tal método era especialmente adecuado en esta ocasión. Los insurrectos se hallaban organizados en todas partes desde hacía mucho tiempo en batallones de voluntarios (oye usted, camarada, Engels habla ¡de batallones!), cuya disciplina era, a decir verdad, pésima, pero no peor, seguramente, que la de los restos del antiguo ejército español, descompuesto en su mayor parte. La única fuerza de confianza de que disponía el gobierno era la Guardia Civil, y ésta se hallaba desperdigada por todo el país. Ante todo había que impedir la concentración de los guardias civiles y, para ello, no existía más recurso que tomar la ofensiva y aventurarse a campo abierto... (¡atención, atención, camaradas!). Y, si se quería vencer, no había otro camino...» Después Engels fustiga a los bakunistas, que proclamaron como su principio lo que podía haber sido evitado: «precisamente la atomización y el aislamiento de las fuerzas revolucionarias, que permitió a unas y las mismas tropas del gobierno ir aplastando un alzamiento tras otro» (v. «Los bakunistas en acción» de Engels)8.
Así hablaba el conocido marxista Federico Engels...
Batallones organizados, política de ofensiva, organización de la insurrección, unión de los diversos levantamientos: he ahí lo que, a juicio de Engels, es indispensable para la victoria de la insurrección.
¡Resulta que N. J. es marxista y Engels blanquista! ¡Pobre Engels!
Como veis, N. J. no conoce el punto de vista de Marx y Engels sobre la insurrección.
Esto por sí solo no sería nada. Declaramos que la táctica proclamada por N. J. rebaja y de hecho niega la importancia del armamento, de los destacamentos rojos, de los conocimientos militares. Esta táctica es la táctica de la insurrección sin armas. Esta táctica nos lleva a la «derrota de diciembre». ¿Por qué en diciembre no tuvimos armas, destacamentos, conocimientos militares, etc.? Porque en el Partido había alcanzado una gran difusión la táctica de camaradas como N. J. ...
Pero el marxismo y la vida práctica desmienten por igual semejante táctica sin armas.
Así hablan los hechos.
Publicado con la firma de Koba
el 13 de julio de 1906 en el núm. 19
del periódico «Ajali Tsjovreba».
Traducido del georgiano.
el 13 de julio de 1906 en el núm. 19
del periódico «Ajali Tsjovreba».
Traducido del georgiano.
Notas:
1. N. J.: Noi Jomeriki, menchevique
2. «Simartle» («La Verdad»): diario político y literario de los mencheviques georgianos. Se publicó en Tiflís en 1906.
3. En aquel período, C. Kautsky y J. Guesde no se habían pasado aún al campo de los oportunistas. Bajo la influencia de la revolución rusa de 1905-1907, que tuvo enorme repercusión en el movimiento revolucionario internacional y, particularmente, en la clase obrera de Alemania, C. Kautsky se manifestó en diversas cuestiones en el espíritu de la socialdemocracia revolucionaria.
4. Aquí N. J. ha sustituido las palabras «admitamos que» por la palabra «cuando», lo que modifica algo el sentido. [NOTA DEL AUTOR]
5. Aquí N. J. ha omitido las palabras «al gobierno» (v. «Ajali Tsjovreba»*, núm. 6). [NOTA DEL AUTOR]
* «Ajali Tsjovreba» («Vida Nueva»): diario bolchevique que se publicó en Tiflís desde el 20 de junio hasta el 14 de julio de 1906. El director del periódico fue J. V. Stalin. Colaboradores permanentes de «Ajali Tsjovreba» fueron M. Davitashvili, G. Telia, G. Kikodze y otros. Se publicaron en total 20
números.
6. Cita el artículo de V. I. Lenin «La situación actual de Rusia y la táctica del Partido Obrero» (v. Obras, t. 10, págs. 98-99, 4ª ed. en ruso). El artículo fue impreso en «Partiinie Izvestia» («Noticias del Partido»), órgano del C.C. unificado del P.O.S.D.R. «Partiinie Izvestia» se editó clandestinamente en Petersburgo en vísperas del IV Congreso («Congreso de Unificación») del Partido. Salieron dos números: el primero el 7 de febrero y el segundo el 20 de marzo de 1906.
7. C. Marxy F. Engels, «Revolución y contrarrevolución en Alemania». Véase: K. Marx, Selected Works in two volumes, vol. II, Moscow-Leningrad, 1936, p. 135.
8. Véase: F. Engels, «Die Bakunisten an der Arbeit», S. 16-17, Moskau, 1941