LO QUE MARX DIJO DE LA DIALÉCTICA
texto de Juan Mora Rubio
publicado en junio de 2013 en Marx desde cero, en donde se presenta: (...) A lo mejor, con unas cuantas gotas de dialéctica en forma de ley del paso de la cantidad a la cualidad, conseguimos unos explotadores ilustrados que sepan guardar las formas. Y de algo tan “misterioso” como la dialéctica queremos tratar hoy. De la mano de Juan Mora Rubio, Maestro en Filosofía. Profesor del Departamento de Filosofía de la UAM-I. Coeditor de la Revista Dialéctica de la UAP. Autor de numerosos ensayos filosóficos nos desvela qué dijo Marx sobre esto.
Veamos si acertó o no …
Mucho se ha escrito sobre la dialéctica. Fichte, desde la orilla del romanticismo e inspirado por su amigo Goethe, concibe la realidad como acción y contradicción. Ella no es un principio dado, sino un absoluto activo y dinámico que en su acción de ponerse a sí mismo afirma la identidad, da lugar a la contradicción y conquista la libertad. Pero en la acción de ponerse y negarse, los dos términos, se proyectan en una síntesis que los anula pero no los destruye. “El principio fundamental absolutamente-primero, puesto que debe fundar no solamente una parte del saber humano, sino el saber total, tiene que ser común a toda la doctrina de la ciencia. División es posible solo mediante oposición, cuyos miembros, sin embargo, tienen que ser por cierto iguales a un tercero”.
“Suponed que el Yo sea el concepto supremo, y al Yo le sea opuesto un no-Yo; es claro entonces que el último no puede ser opuesto, sin estar puesto, y precisamente en el supremo concebido, el Yo”[1].
Hegel reflexionando críticamente la obra de Spinoza, Kant y Fichte, descubre los principios supremos de la dialéctica a partir de su ruptura con Schelling.[2]
La filosofía de Hegel representa el momento más elaborado del discurso dialéctico. En él culminan todos los antecedentes que lo hicieron posible desde Heráclito, Demócrito, Platón, Aristóteles, Giordano Bruno, hasta su culminación durante el periodo de la filosofía clásica alemana. A medida que Hegel desarrolla la filosofía de la idea, su idealismo trascendental, va ordenando la dialéctica, indicando sus contenidos y señalando los antecedentes de la misma en toda la historia de la filosofía[3].
La dialéctica en Hegel es una manera de ser del Ser, una forma de expresarse la totalidad y por lo tanto cobija a la idea, la naturaleza y el mundo histórico de los hombres[4]. Al decir de Hegel, la naturaleza es dialéctica y el hombre es dialéctico pues en su acción de concebir la idea utiliza un pensamiento dialéctico. Por eso, y solamente como consecuencia de su idealismo, puede concebir las leyes dialécticas como válidas para la naturaleza, la historia y el pensamiento. Desde el ángulo materialista esta unidad no puede darse por cuanto que aunque existe una sola realidad, ella se manifiesta como “objeto realmente existente” y como “objeto real pensado“[5]. De esta suerte en Hegel nuevamente Ser y Pensar son una y la misma cosa, como en el viejo idealismo que arranca del Poema de Parménides: “La materia es, pues, la reflexión abstracta e indeterminada en otra cosa, o la reflexión en sí, que es al mismo tiempo determinada; es, por consiguiente, el principio existente de la cosa (das seiende Dingheit, la cosaidad o cosalidad) aquello en que consiste la cosa. Desde este punto de vista la cosa tiene en las materias. su reflexión en sí; no consiste en sí misma, sino en sus materias, y es solo la conexión superficial, un enlace exterior de las mismas“[6].
El hecho de que en el idealismo trascendental al desarrollarse el discurso se desarrolla por igual el Ser mismo, la cosa misma, dio lugar a la fábula del supuesto materialismo de Hegel, pero igualmente a ver su filosofía: como una teoría del conocimiento[7]. Desde esa perspectiva se ha hecho de la dialéctica una simple exteriorización de la verdad, aunque algunos han rechazado esta interpretación y han afirmado que su método es fenomenológico, en el sentido de que solamente describe la cosa. “Vale decir que la actitud del filósofo o del ‘sabio’ ( = Sage) frente al Ser y a lo Real es la de la contemplación puramente pasiva, y que la actitud filosófica o ‘científica’ se reduce a una simple descripción de lo Real y del Ser. El método hegeliano no es entonces de ningún modo ‘dialéctico’: es puramente contemplativo y descriptivo, o sea fenomenológico en el sentido husserliano del término“[8].
La filosofía de Hegel, no obstante su idealismo, no permite ser tratada como lo hacía el desdeñoso abuelo de Félix Mendelsson con Spinoza, por razones judaicas, “como a un perro muerto“, sino que se hace acreedora a una colocación sobre sus pies pues estaba de cabeza. Esta apreciación corresponde a una benevolencía de Marx con Hegel para cancelar la deuda contraída por iluminarle su dialéctica materialista, y no irse a la tumba con sentimientos de culpa por ingratitud como le ocurrió con Feuerbach. Esta metáfora, repetida por Engels en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, es bastante desafortunada puesto que la filosofía de Marx y en general todos los aspectos de su pensamiento son una superación crítica de Hegel, que es más, pero mucho más, que una simple inversión. Con este escrito, por lo demás, Engels tan acostumbrado a cubrir con generosidad las acreencias de Marx, lo redime de su olvido al recordar la influencia materialista que ejerció sobre ellos La esencia del cristianismo, y “saldar una deuda de honor pendiente, reconocer plenamente la influencia que Feuerbach más que ningún otro filósofo posthegeliano, ejerció sobre nosotros durante nuestro periodo de embate y lucha“[9].
Aceptando la pluralidad de interpretaciones que se han hecho sobre la dialéctica y su pleno acuerdo con el idealismo, nuestra intención es tratar de precisar el sentido que ella tiene en el pensamiento materialista de Carlos Marx. Tal vez uno de los pasajes más citados en relación con este apunto corresponde al “Epílogo a la segunda edición” alemana de El capital, fechado en Londres el 24 de enero de 1873. Allí comentando un articulo aparecido en El Mensajero de Europa, de San Petersburgo, dice: “¿qué hace el articulista sino describir el método dialéctico?”
“Ciertamente, el modo de exposición debe distinguirse, en lo formal, del modo de investigación. La investigación debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno. Tan sólo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el movimiento real. Si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto, es posible que al observador le parezca estar ante una construcción apriorística“[10].
Según el texto anterior podríamos afirmar que la dialéctica para Marx tiene tres sentidos:
a) es un modo de investigación,
b) es un modo de exposición, y
c) corresponde al movimiento real del objeto.
Pero, además, Marx pone de presente que existe una vida del objeto, “lo concreto real“, y un reflejo idea, “lo concreto pensado”. Comentando la dialéctica hegeliana, Marx dice: “He aquí por qué Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento que, partiendo de sí mismo, se concentra en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve por sí mismo, mientras que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento sólo la manera de apropiarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual“[11].
a) El modo de investigación
La introducción a la crítica de la economía política (1857), el “Prólogo” a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, y el “Epílogo a la segunda edición” alemana de El capital son textos casi únicos para el conocimiento de la teoría de Marx acerca de la dialéctica, expuesta con claridad a pesar de la escasa extensión de los mismos y son estrellas solitarias pero suficientes para orientar a los navegantes nocturnos. La primera de ellas fue justamente llamada por Louis Althusser el Discurso del método de la nueva filosofía. Se ha dicho de ella, igualmente, que “es tal vez, el único texto sistemático de Marx que contiene, bajo la forma de un análisis de las categorías y del método de la economía política, la enunciación de la ley general de las formaciones económico-sociales, base de su concepción materialista de la historia. Es en esa “ley general” donde se encuentra el verdadero y único criterio objetivo para la construcción de un modelo de las formaciones económico-sociales. De allí que la introducción tenga una enorme importancia científica, pues posibilita la elaboración de una teoría de las condiciones del proceso de producción del conocimiento científico: sin duda, uno de los objetivos de la filosofía marxista”[12].
En este libro cuando Marx se refiere al método de la economía política, y toca el punto de “lo real y lo concreto“, abordado por los economistas del siglo XVIII, quienes iban en sus análisis desde lo simple hasta el Estado, dice: “Esto último es, manifiestamente, el método científico correcto. Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y de la representación. Por lo tanto, a la conciencia, para la cual el pensamiento conceptivo es el hombre real y, por consiguiente, el mundo pensado es como tal la única realidad —y la conciencia filosófica está determinada de este modo—, el movimiento de las categorías se le aparece como el verdadero acto de producción (el cual, aunque sea molesto reconocerlo, recibe únicamente un impulso desde el exterior) cuyo resultado es el mundo“.[13] Y continúa explicando que “la totalidad concreta” como “totalidad del pensamiento” es un producto del mismo pensamiento y de la concepción, pero no “del concepto que piensa y se engendra a sí mismo” sino que es resultado del “trabajo de elaboración que transforma intuiciones y representaciones en conceptos“. La totalidad que aparece en el pensamiento es un producto de la mente que piensa y “se apropia del mundo del único modo posible, modo que difiere de la apropiación de ese mundo en el arte, la religión, el espíritu práctico. El sujeto real mantiene, antes como después, su autonomía fuera de la mente, por lo menos durante el tiempo en que el cerebro se comporte únicamente de manera especulativa, teórica. En consecuencia, también en el método teórico es necesario que el sujeto, la sociedad, esté siempre presente en la representación como premisa“[14].
De lo afirmado por Marx tanto en la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, como en el “Epílogo” a la segunda edición alemana de El capital, se desprende que el contenido del pensamiento, es decir, el conocimiento, no se genera autónomamente en el entendimiento sino únicamente, a partir de las condiciones reales de existencia, pues “no es la conciencia de los hombres la que determina su ser; por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia“[15]. Además, el conocimiento sólo se alcanza cuando la investigación se apropia pormenorizadamente del objeto, analizando sus distintas formas de desarrollo y buscando sus nexos internos. Es necesario, igualmente, no considerar al objeto exclusivamente en su estadio actual, sino de acuerdo con sus ‘múltiples determinaciones ocurridas en el pasado y sus diversas formas de movimiento, cambio y transformación. Es decir, encontrando la ley que rige los fenómenos de los cuales se ocupa, para paulatinamente remontarse a su esencia, y sus relaciones esenciales. La investigación es una lectura mediada de la verdad de las cosas y de sus múltiples concatenaciones en el abigarrado laberinto de las apariencias. Como dice Kosík: “El mundo de la pseudoconcreción es un claroscuro de verdad y engaño. Su elemento propio es el doble sentido. El fenómeno muestra la esencia, y al mismo tiempo, la oculta. La esencia se manifiesta en el fenómeno, pero sólo de manera inadecuada, parcialmente, en algunas de sus facetas y ciertos aspectos“[16]. La dialéctica como modo de investigación corresponde al paso de lo abstracto a lo concreto a través de la práctica social real.
b) El modo de exposición
La dialéctica como modo de exposición corresponde a las herramientas e instrumentos que le sirven a Marx para presentar y comunicar las relaciones internad de las cosas. El modo de investigación, no obstante, no muestra con claridad sus límites y contornos; parece confundirse con el modo de exposición por cuanto que éste último es consecuencia del primero y los dos se enriquecen y profundizan correlativamente. Se trata de fijar, en ocasiones a través de metáforas, repeticiones y múltiples comparaciones, una versión diáfana de la realidad. Por ello rechaza las explicaciones teológicas que buscan los primeros fundamentos, pues dan por supuesto lo que debe ser explicado. Busca el conocimiento a partir del método lógico pero sin escindirlo de su marco histórico. Ya Engels dijo: “el único método indicado era el lógico. Pero este no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica“.[17]
El método empleado por Marx para conseguir una correcta exposición de los asuntos planteados consiste en enjuiciar desde diversos ángulos y con diferentes palabras una misma cuestión y así lograr una unidad que pueda arrancar con suficiente claridad la esencia a los fenómenos estudiados. Esta forma de trabajo se pone de manifiesto en las enormes dificultades que encontró Engels en la publicación del tomo III de El capital, “El proceso global de la producción capitalista”. Dice Engels: “conservé en la máxima medida de lo posible el carácter del primer borrador toda vez que la claridad lo permitía, y tampoco eliminé repeticiones aisladas cuando las mismas —como ocurre habitualmente en Marx— en cada oportunidad enfocan el tema desde otro ángulo o bien lo presentan expresándolo de manera diferente“.[18]
Hay dos rasgos descollantes en el uso de la dialéctica de Marx con fines expositivos: el enjuiciamiento del tema desde perspectivas diversas, y el desarrollo del objeto mismo siguiendo las formas particulares que adopta en cada momento. La primera lleva a Marx “a hablar de la producción, por ejemplo, cuando en realidad se estaba ocupando del consumo (de qué manera afecta la producción al consumo y viceversa) o de la distribución (ídem) o del intercambio (ídem)” . . . En la segunda, “el ejemplo más notorio es la metamorfosis del valor, a partir del trabajo (en el que se origina), en capital, interés, renta y dinero“[19]
c) El movimiento real del objeto
Marx creo un nuevo materialismo que supera a todos los que lo preceden: el materialismo social. Este parte de los fenómenos cambiantes que expresan la igualmente cambiante esencia de las cosas. Ellos están movidos por fuerzas interiores que se desarrollan a partir de la totalidad. El proceso de transformación y superación se genera en las múltiples contradicciones que niegan y afirman los objetos y sus relaciones. Ellas son el verdadero demiurgo que impulsa el desenvolvimiento de la totalidad a partir de sus ricas articulaciones particulares. Es bastante precisa la concepción que tiene Marx sobre el movimiento como la fuente indispensable del desarrollo dialéctico, idea que lo coloca en la línea de la filosofía clásica alemana y en particular de la filosofía dialéctica de Hegel. En Miseria de la filosofía dice: “Todo lo que existe, todo lo que vive sobre la tierra y bajo el agua no existe, no vive más que por un movimiento cualquiera. Así, el movimiento de la historia produce las relaciones sociales, el movimiento industrial nos proporciona los productos industriales, etc.”[20] Igualmente, la contradicción es importante aunque insuficiente por sí sola para explicar el movimiento dialéctico, que debe tener en cuenta la negatividad. En el mismo escrito, a propósito de la interpretación de Proudhon sobre lo bueno y lo malo, dice: “La producción feudal también tenía dos elementos antagónicos, que se designan igualmente con el nombre de lado bueno y lado malo del feudalismo, sin tener en cuenta que, en definitiva, el lado malo prevalece siempre sobre el lado bueno. Es cabalmente el lado malo el que, dando origen a la lucha, produce el movimiento que crea la historia“[21].
El mundo que Marx contempla es un mundo humanizado por la acción práctico-social del hombre. No prescinde del fundamento material, ni de la objetividad de la exterioridad, la – especie humana al fin de cuentas, surge en la naturaleza y se desarrolla como consecuencia de su acción práctica sobre el contorno natural. Y Marx no tiene otra perspectiva de contemplación que su propia perspectiva humana. Pero esta visión de la multiplicidad caótica de los fenómenos es una contemplación libre de las enajenaciones del pasado que buscaban primeros fundamentos o causas primeras más allá de la existencia material. Colocó al mundo sobre el cielo siguiendo la soberbia creadora de Feuerbach y explicó al hombre desde su propia inmanencia, desde su propia grandeza terrenal.
El materialismo de Feuerbach fue el heraldo que abrió el camino de la renovación para la búsqueda de un hombre nuevo y libre de embriagueses platónicas, paraísos o culpas. El, permitió a Marx, y a otros muchos, mirar sin prevención al mundo desde la alta sombra de la terrenalidad.[22]
Marx nos entrega una visión dialéctica del objeto no sólo desprovista de enajenación religiosa sino mediada por la acción práctico social. El hombre aparece como un ser práctico-crítico de actividad libre, creador y capaz de transformar el mundo y enriquecer sus propias cualidades humanas. Es la praxis social el camino del conocimiento, la manera de transformar el mundo, el saber teórico para guiar esa transformación y la fuente que hace posible el propio progreso personal. De ahí que el concepto de praxis no pueda separarse de los de actividad, conocimiento y racionalidad.
La racionalidad para Marx es, sin embargo, una capacidad no siempre realizada en la historia que vive momentos oscuros de enajenación. Ella encontrará, no obstante, su camino a lo largo del desarrollo de la misma historia y de la transformación revolucionaria del contexto social. Marx no percibe el mundo deslumbrante de racionalidad hegeliana, sino los vacíos de razón que han enajenado al hombre y que exigen su liberación.
texto de Juan Mora Rubio
publicado en junio de 2013 en Marx desde cero, en donde se presenta: (...) A lo mejor, con unas cuantas gotas de dialéctica en forma de ley del paso de la cantidad a la cualidad, conseguimos unos explotadores ilustrados que sepan guardar las formas. Y de algo tan “misterioso” como la dialéctica queremos tratar hoy. De la mano de Juan Mora Rubio, Maestro en Filosofía. Profesor del Departamento de Filosofía de la UAM-I. Coeditor de la Revista Dialéctica de la UAP. Autor de numerosos ensayos filosóficos nos desvela qué dijo Marx sobre esto.
Veamos si acertó o no …
Mucho se ha escrito sobre la dialéctica. Fichte, desde la orilla del romanticismo e inspirado por su amigo Goethe, concibe la realidad como acción y contradicción. Ella no es un principio dado, sino un absoluto activo y dinámico que en su acción de ponerse a sí mismo afirma la identidad, da lugar a la contradicción y conquista la libertad. Pero en la acción de ponerse y negarse, los dos términos, se proyectan en una síntesis que los anula pero no los destruye. “El principio fundamental absolutamente-primero, puesto que debe fundar no solamente una parte del saber humano, sino el saber total, tiene que ser común a toda la doctrina de la ciencia. División es posible solo mediante oposición, cuyos miembros, sin embargo, tienen que ser por cierto iguales a un tercero”.
“Suponed que el Yo sea el concepto supremo, y al Yo le sea opuesto un no-Yo; es claro entonces que el último no puede ser opuesto, sin estar puesto, y precisamente en el supremo concebido, el Yo”[1].
Hegel reflexionando críticamente la obra de Spinoza, Kant y Fichte, descubre los principios supremos de la dialéctica a partir de su ruptura con Schelling.[2]
La filosofía de Hegel representa el momento más elaborado del discurso dialéctico. En él culminan todos los antecedentes que lo hicieron posible desde Heráclito, Demócrito, Platón, Aristóteles, Giordano Bruno, hasta su culminación durante el periodo de la filosofía clásica alemana. A medida que Hegel desarrolla la filosofía de la idea, su idealismo trascendental, va ordenando la dialéctica, indicando sus contenidos y señalando los antecedentes de la misma en toda la historia de la filosofía[3].
La dialéctica en Hegel es una manera de ser del Ser, una forma de expresarse la totalidad y por lo tanto cobija a la idea, la naturaleza y el mundo histórico de los hombres[4]. Al decir de Hegel, la naturaleza es dialéctica y el hombre es dialéctico pues en su acción de concebir la idea utiliza un pensamiento dialéctico. Por eso, y solamente como consecuencia de su idealismo, puede concebir las leyes dialécticas como válidas para la naturaleza, la historia y el pensamiento. Desde el ángulo materialista esta unidad no puede darse por cuanto que aunque existe una sola realidad, ella se manifiesta como “objeto realmente existente” y como “objeto real pensado“[5]. De esta suerte en Hegel nuevamente Ser y Pensar son una y la misma cosa, como en el viejo idealismo que arranca del Poema de Parménides: “La materia es, pues, la reflexión abstracta e indeterminada en otra cosa, o la reflexión en sí, que es al mismo tiempo determinada; es, por consiguiente, el principio existente de la cosa (das seiende Dingheit, la cosaidad o cosalidad) aquello en que consiste la cosa. Desde este punto de vista la cosa tiene en las materias. su reflexión en sí; no consiste en sí misma, sino en sus materias, y es solo la conexión superficial, un enlace exterior de las mismas“[6].
El hecho de que en el idealismo trascendental al desarrollarse el discurso se desarrolla por igual el Ser mismo, la cosa misma, dio lugar a la fábula del supuesto materialismo de Hegel, pero igualmente a ver su filosofía: como una teoría del conocimiento[7]. Desde esa perspectiva se ha hecho de la dialéctica una simple exteriorización de la verdad, aunque algunos han rechazado esta interpretación y han afirmado que su método es fenomenológico, en el sentido de que solamente describe la cosa. “Vale decir que la actitud del filósofo o del ‘sabio’ ( = Sage) frente al Ser y a lo Real es la de la contemplación puramente pasiva, y que la actitud filosófica o ‘científica’ se reduce a una simple descripción de lo Real y del Ser. El método hegeliano no es entonces de ningún modo ‘dialéctico’: es puramente contemplativo y descriptivo, o sea fenomenológico en el sentido husserliano del término“[8].
La filosofía de Hegel, no obstante su idealismo, no permite ser tratada como lo hacía el desdeñoso abuelo de Félix Mendelsson con Spinoza, por razones judaicas, “como a un perro muerto“, sino que se hace acreedora a una colocación sobre sus pies pues estaba de cabeza. Esta apreciación corresponde a una benevolencía de Marx con Hegel para cancelar la deuda contraída por iluminarle su dialéctica materialista, y no irse a la tumba con sentimientos de culpa por ingratitud como le ocurrió con Feuerbach. Esta metáfora, repetida por Engels en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, es bastante desafortunada puesto que la filosofía de Marx y en general todos los aspectos de su pensamiento son una superación crítica de Hegel, que es más, pero mucho más, que una simple inversión. Con este escrito, por lo demás, Engels tan acostumbrado a cubrir con generosidad las acreencias de Marx, lo redime de su olvido al recordar la influencia materialista que ejerció sobre ellos La esencia del cristianismo, y “saldar una deuda de honor pendiente, reconocer plenamente la influencia que Feuerbach más que ningún otro filósofo posthegeliano, ejerció sobre nosotros durante nuestro periodo de embate y lucha“[9].
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Aceptando la pluralidad de interpretaciones que se han hecho sobre la dialéctica y su pleno acuerdo con el idealismo, nuestra intención es tratar de precisar el sentido que ella tiene en el pensamiento materialista de Carlos Marx. Tal vez uno de los pasajes más citados en relación con este apunto corresponde al “Epílogo a la segunda edición” alemana de El capital, fechado en Londres el 24 de enero de 1873. Allí comentando un articulo aparecido en El Mensajero de Europa, de San Petersburgo, dice: “¿qué hace el articulista sino describir el método dialéctico?”
“Ciertamente, el modo de exposición debe distinguirse, en lo formal, del modo de investigación. La investigación debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno. Tan sólo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el movimiento real. Si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto, es posible que al observador le parezca estar ante una construcción apriorística“[10].
Según el texto anterior podríamos afirmar que la dialéctica para Marx tiene tres sentidos:
a) es un modo de investigación,
b) es un modo de exposición, y
c) corresponde al movimiento real del objeto.
Pero, además, Marx pone de presente que existe una vida del objeto, “lo concreto real“, y un reflejo idea, “lo concreto pensado”. Comentando la dialéctica hegeliana, Marx dice: “He aquí por qué Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento que, partiendo de sí mismo, se concentra en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve por sí mismo, mientras que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento sólo la manera de apropiarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual“[11].
a) El modo de investigación
La introducción a la crítica de la economía política (1857), el “Prólogo” a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, y el “Epílogo a la segunda edición” alemana de El capital son textos casi únicos para el conocimiento de la teoría de Marx acerca de la dialéctica, expuesta con claridad a pesar de la escasa extensión de los mismos y son estrellas solitarias pero suficientes para orientar a los navegantes nocturnos. La primera de ellas fue justamente llamada por Louis Althusser el Discurso del método de la nueva filosofía. Se ha dicho de ella, igualmente, que “es tal vez, el único texto sistemático de Marx que contiene, bajo la forma de un análisis de las categorías y del método de la economía política, la enunciación de la ley general de las formaciones económico-sociales, base de su concepción materialista de la historia. Es en esa “ley general” donde se encuentra el verdadero y único criterio objetivo para la construcción de un modelo de las formaciones económico-sociales. De allí que la introducción tenga una enorme importancia científica, pues posibilita la elaboración de una teoría de las condiciones del proceso de producción del conocimiento científico: sin duda, uno de los objetivos de la filosofía marxista”[12].
En este libro cuando Marx se refiere al método de la economía política, y toca el punto de “lo real y lo concreto“, abordado por los economistas del siglo XVIII, quienes iban en sus análisis desde lo simple hasta el Estado, dice: “Esto último es, manifiestamente, el método científico correcto. Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y de la representación. Por lo tanto, a la conciencia, para la cual el pensamiento conceptivo es el hombre real y, por consiguiente, el mundo pensado es como tal la única realidad —y la conciencia filosófica está determinada de este modo—, el movimiento de las categorías se le aparece como el verdadero acto de producción (el cual, aunque sea molesto reconocerlo, recibe únicamente un impulso desde el exterior) cuyo resultado es el mundo“.[13] Y continúa explicando que “la totalidad concreta” como “totalidad del pensamiento” es un producto del mismo pensamiento y de la concepción, pero no “del concepto que piensa y se engendra a sí mismo” sino que es resultado del “trabajo de elaboración que transforma intuiciones y representaciones en conceptos“. La totalidad que aparece en el pensamiento es un producto de la mente que piensa y “se apropia del mundo del único modo posible, modo que difiere de la apropiación de ese mundo en el arte, la religión, el espíritu práctico. El sujeto real mantiene, antes como después, su autonomía fuera de la mente, por lo menos durante el tiempo en que el cerebro se comporte únicamente de manera especulativa, teórica. En consecuencia, también en el método teórico es necesario que el sujeto, la sociedad, esté siempre presente en la representación como premisa“[14].
De lo afirmado por Marx tanto en la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, como en el “Epílogo” a la segunda edición alemana de El capital, se desprende que el contenido del pensamiento, es decir, el conocimiento, no se genera autónomamente en el entendimiento sino únicamente, a partir de las condiciones reales de existencia, pues “no es la conciencia de los hombres la que determina su ser; por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia“[15]. Además, el conocimiento sólo se alcanza cuando la investigación se apropia pormenorizadamente del objeto, analizando sus distintas formas de desarrollo y buscando sus nexos internos. Es necesario, igualmente, no considerar al objeto exclusivamente en su estadio actual, sino de acuerdo con sus ‘múltiples determinaciones ocurridas en el pasado y sus diversas formas de movimiento, cambio y transformación. Es decir, encontrando la ley que rige los fenómenos de los cuales se ocupa, para paulatinamente remontarse a su esencia, y sus relaciones esenciales. La investigación es una lectura mediada de la verdad de las cosas y de sus múltiples concatenaciones en el abigarrado laberinto de las apariencias. Como dice Kosík: “El mundo de la pseudoconcreción es un claroscuro de verdad y engaño. Su elemento propio es el doble sentido. El fenómeno muestra la esencia, y al mismo tiempo, la oculta. La esencia se manifiesta en el fenómeno, pero sólo de manera inadecuada, parcialmente, en algunas de sus facetas y ciertos aspectos“[16]. La dialéctica como modo de investigación corresponde al paso de lo abstracto a lo concreto a través de la práctica social real.
b) El modo de exposición
La dialéctica como modo de exposición corresponde a las herramientas e instrumentos que le sirven a Marx para presentar y comunicar las relaciones internad de las cosas. El modo de investigación, no obstante, no muestra con claridad sus límites y contornos; parece confundirse con el modo de exposición por cuanto que éste último es consecuencia del primero y los dos se enriquecen y profundizan correlativamente. Se trata de fijar, en ocasiones a través de metáforas, repeticiones y múltiples comparaciones, una versión diáfana de la realidad. Por ello rechaza las explicaciones teológicas que buscan los primeros fundamentos, pues dan por supuesto lo que debe ser explicado. Busca el conocimiento a partir del método lógico pero sin escindirlo de su marco histórico. Ya Engels dijo: “el único método indicado era el lógico. Pero este no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica“.[17]
El método empleado por Marx para conseguir una correcta exposición de los asuntos planteados consiste en enjuiciar desde diversos ángulos y con diferentes palabras una misma cuestión y así lograr una unidad que pueda arrancar con suficiente claridad la esencia a los fenómenos estudiados. Esta forma de trabajo se pone de manifiesto en las enormes dificultades que encontró Engels en la publicación del tomo III de El capital, “El proceso global de la producción capitalista”. Dice Engels: “conservé en la máxima medida de lo posible el carácter del primer borrador toda vez que la claridad lo permitía, y tampoco eliminé repeticiones aisladas cuando las mismas —como ocurre habitualmente en Marx— en cada oportunidad enfocan el tema desde otro ángulo o bien lo presentan expresándolo de manera diferente“.[18]
Hay dos rasgos descollantes en el uso de la dialéctica de Marx con fines expositivos: el enjuiciamiento del tema desde perspectivas diversas, y el desarrollo del objeto mismo siguiendo las formas particulares que adopta en cada momento. La primera lleva a Marx “a hablar de la producción, por ejemplo, cuando en realidad se estaba ocupando del consumo (de qué manera afecta la producción al consumo y viceversa) o de la distribución (ídem) o del intercambio (ídem)” . . . En la segunda, “el ejemplo más notorio es la metamorfosis del valor, a partir del trabajo (en el que se origina), en capital, interés, renta y dinero“[19]
c) El movimiento real del objeto
Marx creo un nuevo materialismo que supera a todos los que lo preceden: el materialismo social. Este parte de los fenómenos cambiantes que expresan la igualmente cambiante esencia de las cosas. Ellos están movidos por fuerzas interiores que se desarrollan a partir de la totalidad. El proceso de transformación y superación se genera en las múltiples contradicciones que niegan y afirman los objetos y sus relaciones. Ellas son el verdadero demiurgo que impulsa el desenvolvimiento de la totalidad a partir de sus ricas articulaciones particulares. Es bastante precisa la concepción que tiene Marx sobre el movimiento como la fuente indispensable del desarrollo dialéctico, idea que lo coloca en la línea de la filosofía clásica alemana y en particular de la filosofía dialéctica de Hegel. En Miseria de la filosofía dice: “Todo lo que existe, todo lo que vive sobre la tierra y bajo el agua no existe, no vive más que por un movimiento cualquiera. Así, el movimiento de la historia produce las relaciones sociales, el movimiento industrial nos proporciona los productos industriales, etc.”[20] Igualmente, la contradicción es importante aunque insuficiente por sí sola para explicar el movimiento dialéctico, que debe tener en cuenta la negatividad. En el mismo escrito, a propósito de la interpretación de Proudhon sobre lo bueno y lo malo, dice: “La producción feudal también tenía dos elementos antagónicos, que se designan igualmente con el nombre de lado bueno y lado malo del feudalismo, sin tener en cuenta que, en definitiva, el lado malo prevalece siempre sobre el lado bueno. Es cabalmente el lado malo el que, dando origen a la lucha, produce el movimiento que crea la historia“[21].
El mundo que Marx contempla es un mundo humanizado por la acción práctico-social del hombre. No prescinde del fundamento material, ni de la objetividad de la exterioridad, la – especie humana al fin de cuentas, surge en la naturaleza y se desarrolla como consecuencia de su acción práctica sobre el contorno natural. Y Marx no tiene otra perspectiva de contemplación que su propia perspectiva humana. Pero esta visión de la multiplicidad caótica de los fenómenos es una contemplación libre de las enajenaciones del pasado que buscaban primeros fundamentos o causas primeras más allá de la existencia material. Colocó al mundo sobre el cielo siguiendo la soberbia creadora de Feuerbach y explicó al hombre desde su propia inmanencia, desde su propia grandeza terrenal.
El materialismo de Feuerbach fue el heraldo que abrió el camino de la renovación para la búsqueda de un hombre nuevo y libre de embriagueses platónicas, paraísos o culpas. El, permitió a Marx, y a otros muchos, mirar sin prevención al mundo desde la alta sombra de la terrenalidad.[22]
Marx nos entrega una visión dialéctica del objeto no sólo desprovista de enajenación religiosa sino mediada por la acción práctico social. El hombre aparece como un ser práctico-crítico de actividad libre, creador y capaz de transformar el mundo y enriquecer sus propias cualidades humanas. Es la praxis social el camino del conocimiento, la manera de transformar el mundo, el saber teórico para guiar esa transformación y la fuente que hace posible el propio progreso personal. De ahí que el concepto de praxis no pueda separarse de los de actividad, conocimiento y racionalidad.
La racionalidad para Marx es, sin embargo, una capacidad no siempre realizada en la historia que vive momentos oscuros de enajenación. Ella encontrará, no obstante, su camino a lo largo del desarrollo de la misma historia y de la transformación revolucionaria del contexto social. Marx no percibe el mundo deslumbrante de racionalidad hegeliana, sino los vacíos de razón que han enajenado al hombre y que exigen su liberación.
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