http://euskalherriasozialista.blogspot.com.es/search/label/Debate%20lengua%20e%20identidad
El asunto de la identidad nacional vasca es como el Guadiana en su tramo inicial: de cuando en cuando desaparece (y aparece) pero sigue su curso aunque no esté a la vista.
Recientemente, quien más ha contribuído a que se hable de ello ha sido probablemente el mundo ciberetnoabertzale que repite arquetipos del pasado como si fueran la ultima moda pero que no demuestran más que una ignorancia supina.
Reconocer que no es necesario ser nacionalista o abertzale para ser un vasco auténtico, para merecer la condición de vasco-a auténtico, no deja de ser una gran perogrullada.
Pero tampoco es cosa de ponerse a repicar las campanas por ello, aunque algunos nuevos conversos al abertzalismo radical(curioso siempre son de procedencia pequeño burguesa, medicos, funcionarios, ninguno albañil) sean ahora adalides del nacionalismo más etnico (como no tienen RH negativo sustituyen la etnia por la lengua) se hayan apuntado al carro de Txillardegi (Euskaldun fededun verdad Fermin??)
Buena prueba de ello es el testimonio de un habitual de la IA, al comentar estas mismas cosas. Tras alegrarse de que por fin el PNV haya reconocido "lo que nunca admitió, que un comunista, un socialista, un marxista, un iconoclasta, un anarquista, un luterano, o un punki, pudieran ser auténticamente vascos se lamenta de que no haya ido más lejos el PNV, de, que no haya clarificado la pregunta más importante y diferenciadora: "¿es auténticamente vasco un nacionalista español? No sé si habrá advertido su autor lo inquietante de esa interrogación. Es más, casi se puede dar por seguro que no tiene voluntad tal vez de decir lo que dice. Pero lo cierto es que consigue desandar el camino andado al formular esa pregunta .. Pues, aparte de volver a distinguir entre vascos auténticos y los que no lo son, confirma que lo vasco no puede concebirse sin la necesidad de unas muletas, en este caso ideológicas, en otros lingüísticas, etc.
Otro testimonio que arroja algunas sombras sobre este asunto se encuenntra en la declaración de la coordinadora de sacerdotes de Euskal Herria (Euskal Apaizen Koordinakundea Mintzo) publicada hace años, cuando se afirma del euskara que es un derecho y un deber "entre todos los vascos y los que con nosotros viven y trabajan". En dicho texto no se va más allá, no se define qué es lo uno y qué es lo otro, esto es, quiénes son vascos y quiénes no lo son pese al hecho de vivir y trabajar en Euskadi. Pero el mero hecho de trazar tal distinción a estas alturas, salvo que se refiera a los residentes ocasionales o salvo que se trate de un error involuntario en la transcripción del texto, ¿no es ya suficientemente ilustrativo e inquietante?
El PNV traza una definición sumamente problemática de quiénes son vascos: "todos aquellos que han optado por ser vascos, se hallan o desean integrarse en nuestro pueblo y lo conforman, identificándose con su ser y con su futuro" (pág. 39)
A la vista de tales testimonios, se impone por tanto una doble conclusión. Por un lado, que algo se está moviendo (y avanzando) en el terreno ,de las definiciones nacionalistas sobre la identidad vasca, tal vez porque se presiente que no encajan debidamente con la realidad. Por otra parte, que ese movimiento es bastante limitado todavía, amén de vacilante y contradictorio pues no acaba de arrojar suficiente luz sobre las preguntas cruciales: qué se entiende por lo vasco, quiénes conforman el pueblo vasco. Si ya no hace falta ser nacionalista para merecer la condición de vasco, ¿qué significa esa exigencia de "optar pór ser vasco”?; y ¿quién decide en qué consiste eso de "identificarse con su ser”?; y ¿quién otorga la condición de vascos a unas personas y se la retira a otras en virtud de que sólo ''viven y trabajan con nosotros" pero no son vascas por lo visto?
Hay demasiadas preguntas y encierran interrogantes demasiado inquietantes todavía como para que se menosprecien estas cosas. Cuando menos, a la vista está que es un asunto nada trasnochado y todavía muy controvertido esto de la identidad vasca. Y que tiene en la actualidad más miga de lo que parece a primera vista.
Mirando hacia atrás:
la historia como argumento
De tener en cuenta lo que nos dicen algunos con una rotundidad absoluta, el problema de la identidad vasca está ya resuelto desde hace muchos siglos; desde que los vascos tuvieron conciencia en tiempos remotos de poseer una lengua y un territorio lingüístico, razón por -la que se llamaron a sí mismos en su propia lengua precisamente -según nos dicen- el país del euskara, Euskal Herria, y los que tienen el euskara, euskaldunak.
La pega de esta afirmación (que está de moda desde los años de la transición postfranquista, especialmente en la izquierda abertzale) es que no está confirmada suficientemente, sino todo lo contrario, por los testimonios históricos que poseemos hasta la fecha. Al menos si vale para algo la investigación crítica de los científicos, lingüistas, filólogos, historiadores, antropólogos, arqueólogos ... que han examinado lo que puede decirse con rigor a este respecto (1).
Repasando nuestra historia, lo primero que llama la atención es que están de sobra afirmaciones tan rotundas sobre estas cosas, ya que no hay noticia documentada de la existencia de un nombre indiscutido e invariable, ni en euskara ni en romance, para designar a las gentes de este país vasco (y que fuera el equivalente de los términos vascos-vasco-vasca utilizados actualmente).
Es más, la mayor parte de los nombres utilizados para designar a nuestros antepasados, proceden de fuera, de cómo les han visto y denominado otras gentes. Y, además de provenir del exterior, resaltan curiosamente lo que les distingue entre sí y no lo común a todos ellos (2).
Por contra, no está documentada la existencia de un nombre común mediante el cual se manifieste su autorreconocimiento, hasta que se extiende y acepta en época ya bastante reciente el término castellano o francés vasco/basque (3). Justamente por esta razón, fué Sabin Arana quien intentó cubrir la carencia en euskara de un término equivalente mediante la creación de los neologismos euzkotar (vasco) y Euzkadi (la colectividad de los vascos), a fines del siglo pasado.
La afirmación, por otra parte, de que Euskal Herria es "el nombre popular, histórico y nacional del País Vasco" (según reza el diccionario de Kintana) no tiene suficiente apoyo documental. Lo cual llama la atención poderosamennte, pues es bien raro que lo histórico y popular dejen una huella tan exigua.
Está comprobado que nuestros antepasados tuvieron una conciencia clara de poseer una peculiaridad lingüística, el euskara, distinta de todas las demás lenguas vecinas. Y está confirmada, asímismo, la conciencia de una cierta comunidad (lingüística) entre los hablantes del euskara. Prueba de ambas cosas es la existencia del término erdara y su derivado erdalduna, para designar a la lengua no vasca en general y a los que no hablaban el euskara, presentes en documentos medievales navarros.
Pero tan cierto como lo anterior es que los vascos de la época medieval y de la época moderna tuvieron igualmente una clara noción de la existencia de una diversidad lingüística en su seno.
Así, en la Navarra medieval y de los siglos posteriores hay una distinción clara entre los bascongados (hablantes del euskara) . y los romanzados (hablantes del romance navarro, primero, luego absorbido por el castellano), pero no consta que esa distinción lingüística acarrease el que unos u otros fueran menos navarros. Y lo mismo sucede Alava o en Vizcaya, donde también se distingue a los bascongados y a los latinados sin que ello suponga prima (merma) alguna a su condición devizcainos o alaveses.
Por idéntica razón, el término Euskaldunak (o su equivalente durante mucho tiempo en romance, el término bascongado) tiene un contenido neutro, estrictamente lingüístico, y durante un montón de siglos carece expresamente de las connotaciones étnicas o políticas que algunos pretenden otorgarle (proyectando sus deseos actuales a las realidades de entonces) (4).
Es cierto que hay algunos escritores de Iparralde que parten de la igualdad entre lo euskaldun y lo vasco, pero según Mitxelena son una excepción; y, además, cuando utilizan ese término, euskaldunak, no se ocupan más que de una parte, sólo del país que no comprendía Sayona, Anglet, etc., según matiza.
Mirando pues hacia atrás salta a la vista lo mucho que hace falta violentar la historia para que encaje dicha noción (me refiero a la autodefinición Iingüístico-territorial, Euskal Herria) en un pueblo real tan invertebrado y tan consciente de su diversidad lingüística como el pueblo vasco de antaño. Con la historia en la mano, ni se puede fundamentar esa noción en el sentido en que se pretende, ni tampoco es demostrable siquiera que la parte de los vascos que podían autoidentificarse como euskaldunes usaran el término Euskal Herria de una forma generalizada para designar su evidente comunidad lingüística.
Toda esta disgresión histórica viene a cuento de un asunto sólamente: poner en solfa algunas argumentaciones que acompañan a los términos Euskal Herria/euskadunak.
Un servidor no cuestiona ese juego de nombres. En absoluto. Entre otras muchas y contundentes razones, por un par de ellas. Primera, porque ambos términos encierran una verdad incuestionable: la vinculación de esta tierra y de sus habitantes con el euskara. Y segunda, porque Euskal Herria es un nombre universalmente aceptado por la población vasca en la actualidad (mientras hace noventa años competía con los términos Euskaria, Euzkadi, País VascoNavarro, etc.), junto al término Euskadi.
Es más, hoy en día puede decirse que tiene un sentido más amplio y más indeterminado que el estríctamente lingüístico. Es una forma de llamar al País Vasco que, si bien tiene un inicial contenido lingüístico -conocido para algunos y desconocido para otros-está adquiriendo un uso más aséptico, debido a una cierta difuminación de su acepción original (5).
Unicamente cuestiono, por consiguiente, la supuesta autoridad histórica que se pretende otorgarle al término Euskál Herria. Y lo hago, por otra parte, con la plena conciencia de que la argumentación con que se respalda y su verdadera motivación no pertenecen al campo de la historia. Tras la apariencia de una discusión de tipo histórico, lo que hay en realidad es una necesidad de acudir a la historia (y manipularla) para dirimir un problema político del presente.
Por eso conviene centrar la mirada en el problema político actual de la identidad nacional vasca. Pues, en definitiva, es la existencia de ese problema lo que ha motivado en algunos la necesidad de inventarse su historia particular del pueblo vasco. De manera que han acudido a la historia para dar más fuerza a la posición que ya tienen sobre el presente de la identidad vasca y sobre su futuro.
NOTAS:
(1). Me apoyo especialmente en autores como Mañaricúa, Caro Baroja o Mitxelena, de los que no puede decirse que vean las cosas vascas con orejeras antivascas o españolizantes. Y especialmente en Mitxelena, que trató este asunto en un excelente artículo hace no mucho: Los vascos y su nombre (1984).
(2). Así, por ejemplo, los vascones, várdulos, caristios y autrigones de los textos latinos y griegos; los navarros, guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos, de las crónicas medievales; la distinción de las tres provincias vascongadas que se pone de moda en siglos posteriores. E incluso mediante la generalización de un término particular, "vizcaíno", para designar a todo el pueblo vasco de un lado y otro del Pirineo, término que prevaleció durante mucho tiempo en la larga época moderna.
(3). Según indica Mitxelena, este término procede del latín, probablemente a través de la lengua occitana. Va extendiéndose en Euskadi de norte a sur. En los siglos XVI y XVII tenía un sentido restringido: el vasco de la sexta merindad navarra". Pero, posteriormente, se va extendiendo y se impone en todo el territorio para designar en francés o en castellano tanto el territorio, el País Vasco, como sus naturales, los vascos y vascas, y lo que les es propio, lo vascos, las cosas vascas.
(4). El historiador Andrés de Mañaricúa aporta un curioso testimonio personal acerca de la presencia contemporánea de tales distinciones "en el pueblo de habla vasca. Hace unos años llegué a tomar posesión de destino a un pueblo alavés situado en la frontera entonces de los dominios lingüísticos vasco y castellano. Me preguntaron, ¿es usted vascongado? Sabían que era vizcaíno; querían averiguar si sabía vascuence". En Alava, Guipuzcoa y Vizcaya a la luz de su historia",. pág. 25. Pero no deja de ser curioso que el mismo Mañaricúa, unas pocas páginas antes, suscriba -sin aportar nada que confirme tal afirmación- la idea aquí criticada de que los vascos ancestrales se autodenominaron en virtud de la lengua que hablaban: euskaldunak y Euskal Herria. También los historiadores tienen sus momentos de bajón profesional
(5). Esto ocurre con las denominaciones, universalmente aceptadas, de muchos pueblos, cuyo origen no sólo se va borrando con el tiempo sino que, a veces, ni siquiera se conoce, o es totalmente arbitrario como, por ejemplo, ocurre con los rusos. Hoy, nadie tiene en cuenta que inicialmente el término rusos designaba a unos rubios suecos "rhos": los remeros que pululaban por aquellas tierras eslavas.
El asunto de la identidad nacional vasca es como el Guadiana en su tramo inicial: de cuando en cuando desaparece (y aparece) pero sigue su curso aunque no esté a la vista.
Recientemente, quien más ha contribuído a que se hable de ello ha sido probablemente el mundo ciberetnoabertzale que repite arquetipos del pasado como si fueran la ultima moda pero que no demuestran más que una ignorancia supina.
Reconocer que no es necesario ser nacionalista o abertzale para ser un vasco auténtico, para merecer la condición de vasco-a auténtico, no deja de ser una gran perogrullada.
Pero tampoco es cosa de ponerse a repicar las campanas por ello, aunque algunos nuevos conversos al abertzalismo radical(curioso siempre son de procedencia pequeño burguesa, medicos, funcionarios, ninguno albañil) sean ahora adalides del nacionalismo más etnico (como no tienen RH negativo sustituyen la etnia por la lengua) se hayan apuntado al carro de Txillardegi (Euskaldun fededun verdad Fermin??)
Buena prueba de ello es el testimonio de un habitual de la IA, al comentar estas mismas cosas. Tras alegrarse de que por fin el PNV haya reconocido "lo que nunca admitió, que un comunista, un socialista, un marxista, un iconoclasta, un anarquista, un luterano, o un punki, pudieran ser auténticamente vascos se lamenta de que no haya ido más lejos el PNV, de, que no haya clarificado la pregunta más importante y diferenciadora: "¿es auténticamente vasco un nacionalista español? No sé si habrá advertido su autor lo inquietante de esa interrogación. Es más, casi se puede dar por seguro que no tiene voluntad tal vez de decir lo que dice. Pero lo cierto es que consigue desandar el camino andado al formular esa pregunta .. Pues, aparte de volver a distinguir entre vascos auténticos y los que no lo son, confirma que lo vasco no puede concebirse sin la necesidad de unas muletas, en este caso ideológicas, en otros lingüísticas, etc.
Otro testimonio que arroja algunas sombras sobre este asunto se encuenntra en la declaración de la coordinadora de sacerdotes de Euskal Herria (Euskal Apaizen Koordinakundea Mintzo) publicada hace años, cuando se afirma del euskara que es un derecho y un deber "entre todos los vascos y los que con nosotros viven y trabajan". En dicho texto no se va más allá, no se define qué es lo uno y qué es lo otro, esto es, quiénes son vascos y quiénes no lo son pese al hecho de vivir y trabajar en Euskadi. Pero el mero hecho de trazar tal distinción a estas alturas, salvo que se refiera a los residentes ocasionales o salvo que se trate de un error involuntario en la transcripción del texto, ¿no es ya suficientemente ilustrativo e inquietante?
El PNV traza una definición sumamente problemática de quiénes son vascos: "todos aquellos que han optado por ser vascos, se hallan o desean integrarse en nuestro pueblo y lo conforman, identificándose con su ser y con su futuro" (pág. 39)
A la vista de tales testimonios, se impone por tanto una doble conclusión. Por un lado, que algo se está moviendo (y avanzando) en el terreno ,de las definiciones nacionalistas sobre la identidad vasca, tal vez porque se presiente que no encajan debidamente con la realidad. Por otra parte, que ese movimiento es bastante limitado todavía, amén de vacilante y contradictorio pues no acaba de arrojar suficiente luz sobre las preguntas cruciales: qué se entiende por lo vasco, quiénes conforman el pueblo vasco. Si ya no hace falta ser nacionalista para merecer la condición de vasco, ¿qué significa esa exigencia de "optar pór ser vasco”?; y ¿quién decide en qué consiste eso de "identificarse con su ser”?; y ¿quién otorga la condición de vascos a unas personas y se la retira a otras en virtud de que sólo ''viven y trabajan con nosotros" pero no son vascas por lo visto?
Hay demasiadas preguntas y encierran interrogantes demasiado inquietantes todavía como para que se menosprecien estas cosas. Cuando menos, a la vista está que es un asunto nada trasnochado y todavía muy controvertido esto de la identidad vasca. Y que tiene en la actualidad más miga de lo que parece a primera vista.
Mirando hacia atrás:
la historia como argumento
De tener en cuenta lo que nos dicen algunos con una rotundidad absoluta, el problema de la identidad vasca está ya resuelto desde hace muchos siglos; desde que los vascos tuvieron conciencia en tiempos remotos de poseer una lengua y un territorio lingüístico, razón por -la que se llamaron a sí mismos en su propia lengua precisamente -según nos dicen- el país del euskara, Euskal Herria, y los que tienen el euskara, euskaldunak.
La pega de esta afirmación (que está de moda desde los años de la transición postfranquista, especialmente en la izquierda abertzale) es que no está confirmada suficientemente, sino todo lo contrario, por los testimonios históricos que poseemos hasta la fecha. Al menos si vale para algo la investigación crítica de los científicos, lingüistas, filólogos, historiadores, antropólogos, arqueólogos ... que han examinado lo que puede decirse con rigor a este respecto (1).
Repasando nuestra historia, lo primero que llama la atención es que están de sobra afirmaciones tan rotundas sobre estas cosas, ya que no hay noticia documentada de la existencia de un nombre indiscutido e invariable, ni en euskara ni en romance, para designar a las gentes de este país vasco (y que fuera el equivalente de los términos vascos-vasco-vasca utilizados actualmente).
Es más, la mayor parte de los nombres utilizados para designar a nuestros antepasados, proceden de fuera, de cómo les han visto y denominado otras gentes. Y, además de provenir del exterior, resaltan curiosamente lo que les distingue entre sí y no lo común a todos ellos (2).
Por contra, no está documentada la existencia de un nombre común mediante el cual se manifieste su autorreconocimiento, hasta que se extiende y acepta en época ya bastante reciente el término castellano o francés vasco/basque (3). Justamente por esta razón, fué Sabin Arana quien intentó cubrir la carencia en euskara de un término equivalente mediante la creación de los neologismos euzkotar (vasco) y Euzkadi (la colectividad de los vascos), a fines del siglo pasado.
La afirmación, por otra parte, de que Euskal Herria es "el nombre popular, histórico y nacional del País Vasco" (según reza el diccionario de Kintana) no tiene suficiente apoyo documental. Lo cual llama la atención poderosamennte, pues es bien raro que lo histórico y popular dejen una huella tan exigua.
Está comprobado que nuestros antepasados tuvieron una conciencia clara de poseer una peculiaridad lingüística, el euskara, distinta de todas las demás lenguas vecinas. Y está confirmada, asímismo, la conciencia de una cierta comunidad (lingüística) entre los hablantes del euskara. Prueba de ambas cosas es la existencia del término erdara y su derivado erdalduna, para designar a la lengua no vasca en general y a los que no hablaban el euskara, presentes en documentos medievales navarros.
Pero tan cierto como lo anterior es que los vascos de la época medieval y de la época moderna tuvieron igualmente una clara noción de la existencia de una diversidad lingüística en su seno.
Así, en la Navarra medieval y de los siglos posteriores hay una distinción clara entre los bascongados (hablantes del euskara) . y los romanzados (hablantes del romance navarro, primero, luego absorbido por el castellano), pero no consta que esa distinción lingüística acarrease el que unos u otros fueran menos navarros. Y lo mismo sucede Alava o en Vizcaya, donde también se distingue a los bascongados y a los latinados sin que ello suponga prima (merma) alguna a su condición devizcainos o alaveses.
Por idéntica razón, el término Euskaldunak (o su equivalente durante mucho tiempo en romance, el término bascongado) tiene un contenido neutro, estrictamente lingüístico, y durante un montón de siglos carece expresamente de las connotaciones étnicas o políticas que algunos pretenden otorgarle (proyectando sus deseos actuales a las realidades de entonces) (4).
Es cierto que hay algunos escritores de Iparralde que parten de la igualdad entre lo euskaldun y lo vasco, pero según Mitxelena son una excepción; y, además, cuando utilizan ese término, euskaldunak, no se ocupan más que de una parte, sólo del país que no comprendía Sayona, Anglet, etc., según matiza.
Mirando pues hacia atrás salta a la vista lo mucho que hace falta violentar la historia para que encaje dicha noción (me refiero a la autodefinición Iingüístico-territorial, Euskal Herria) en un pueblo real tan invertebrado y tan consciente de su diversidad lingüística como el pueblo vasco de antaño. Con la historia en la mano, ni se puede fundamentar esa noción en el sentido en que se pretende, ni tampoco es demostrable siquiera que la parte de los vascos que podían autoidentificarse como euskaldunes usaran el término Euskal Herria de una forma generalizada para designar su evidente comunidad lingüística.
Toda esta disgresión histórica viene a cuento de un asunto sólamente: poner en solfa algunas argumentaciones que acompañan a los términos Euskal Herria/euskadunak.
Un servidor no cuestiona ese juego de nombres. En absoluto. Entre otras muchas y contundentes razones, por un par de ellas. Primera, porque ambos términos encierran una verdad incuestionable: la vinculación de esta tierra y de sus habitantes con el euskara. Y segunda, porque Euskal Herria es un nombre universalmente aceptado por la población vasca en la actualidad (mientras hace noventa años competía con los términos Euskaria, Euzkadi, País VascoNavarro, etc.), junto al término Euskadi.
Es más, hoy en día puede decirse que tiene un sentido más amplio y más indeterminado que el estríctamente lingüístico. Es una forma de llamar al País Vasco que, si bien tiene un inicial contenido lingüístico -conocido para algunos y desconocido para otros-está adquiriendo un uso más aséptico, debido a una cierta difuminación de su acepción original (5).
Unicamente cuestiono, por consiguiente, la supuesta autoridad histórica que se pretende otorgarle al término Euskál Herria. Y lo hago, por otra parte, con la plena conciencia de que la argumentación con que se respalda y su verdadera motivación no pertenecen al campo de la historia. Tras la apariencia de una discusión de tipo histórico, lo que hay en realidad es una necesidad de acudir a la historia (y manipularla) para dirimir un problema político del presente.
Por eso conviene centrar la mirada en el problema político actual de la identidad nacional vasca. Pues, en definitiva, es la existencia de ese problema lo que ha motivado en algunos la necesidad de inventarse su historia particular del pueblo vasco. De manera que han acudido a la historia para dar más fuerza a la posición que ya tienen sobre el presente de la identidad vasca y sobre su futuro.
NOTAS:
(1). Me apoyo especialmente en autores como Mañaricúa, Caro Baroja o Mitxelena, de los que no puede decirse que vean las cosas vascas con orejeras antivascas o españolizantes. Y especialmente en Mitxelena, que trató este asunto en un excelente artículo hace no mucho: Los vascos y su nombre (1984).
(2). Así, por ejemplo, los vascones, várdulos, caristios y autrigones de los textos latinos y griegos; los navarros, guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos, de las crónicas medievales; la distinción de las tres provincias vascongadas que se pone de moda en siglos posteriores. E incluso mediante la generalización de un término particular, "vizcaíno", para designar a todo el pueblo vasco de un lado y otro del Pirineo, término que prevaleció durante mucho tiempo en la larga época moderna.
(3). Según indica Mitxelena, este término procede del latín, probablemente a través de la lengua occitana. Va extendiéndose en Euskadi de norte a sur. En los siglos XVI y XVII tenía un sentido restringido: el vasco de la sexta merindad navarra". Pero, posteriormente, se va extendiendo y se impone en todo el territorio para designar en francés o en castellano tanto el territorio, el País Vasco, como sus naturales, los vascos y vascas, y lo que les es propio, lo vascos, las cosas vascas.
(4). El historiador Andrés de Mañaricúa aporta un curioso testimonio personal acerca de la presencia contemporánea de tales distinciones "en el pueblo de habla vasca. Hace unos años llegué a tomar posesión de destino a un pueblo alavés situado en la frontera entonces de los dominios lingüísticos vasco y castellano. Me preguntaron, ¿es usted vascongado? Sabían que era vizcaíno; querían averiguar si sabía vascuence". En Alava, Guipuzcoa y Vizcaya a la luz de su historia",. pág. 25. Pero no deja de ser curioso que el mismo Mañaricúa, unas pocas páginas antes, suscriba -sin aportar nada que confirme tal afirmación- la idea aquí criticada de que los vascos ancestrales se autodenominaron en virtud de la lengua que hablaban: euskaldunak y Euskal Herria. También los historiadores tienen sus momentos de bajón profesional
(5). Esto ocurre con las denominaciones, universalmente aceptadas, de muchos pueblos, cuyo origen no sólo se va borrando con el tiempo sino que, a veces, ni siquiera se conoce, o es totalmente arbitrario como, por ejemplo, ocurre con los rusos. Hoy, nadie tiene en cuenta que inicialmente el término rusos designaba a unos rubios suecos "rhos": los remeros que pululaban por aquellas tierras eslavas.