Un articulo de un bloguero de derechas, articulo ABSURDO y propio de lo que siempre se ve en la derecha odiosa...si esto no es indignante...en fin.
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Esta entrada, en parte está basada en información que, en parte, ya dí en alguna anterior pero que, de cuando en cuando, es bueno recordar, con tal de desmitificar la falsa imagen del Che Guevara que todavía hoy se nos intenta transmitir, la que evoca la famosa fotografía tomada por Alberto Korda en 1960, reproducida en toda clase de productos (la imagen de un comunista utilizada en mercancías producidas por empresarios capitalistas… a quienes entregan su dinero consumidores comunistas), es decir, carismático, duro y rebelde, un mito, un idealista.
Un 9 de octubre de 1967 acababan las andanzas de este sujeto en la cárcel boliviana de La Higuera (posiblemente, lo mejor que se haya hecho en Bolivia en todo el siglo pasado). Esto y su actuación durante la Revolución Cubana engendraron la leyenda, dudosa leyenda, por otra parte.
Realmente, el Che fue un iluminado de una exacerbada locura que ni siquiera en aquello para lo que derrochó tanto afán, como fue la expansión de la muerte y la violencia, se mostró mínimamente competente. ¿Qué razón hay para que un malísimo estratega de la guerra de guerrillas y un pésimo gestor cuando tuvo la oportunidad de ser nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba por el régimen castrista se haya convertido en un personaje mítico?
Dejando de lado lo cuestionable de considerarlo "héroe de la justicia social" por su labor en el gobierno revolucionario, si, para exaltar la figura del Che, hay que desdeñar el papel en Cuba los adversarios de Batista que luchaban contra el dictador por medios no violentos y a los que querían la derrota de la dictadura para implantar en su lugar una democracia liberal, para eso nunca ha habido ningún problema.
Tampoco en omitir que la Revolución Cubana, en origen, no era en absoluto comunista. Antes al contrario, el Movimiento 26 de Julio se organizó en todo el país con el fin de apoyar a la guerrilla en la sierra, mientras que en las ciudades del llano buscaban establecer alianzas con otros partidos opositores, los sindicatos, el movimiento estudiantil y la propia embajada de los Estados Unidos. Había dos sectores en el Movimiento 26 de Julio, denominados "el llano y la sierra". En concreto, en "el llano" actuaban como principales dirigentes del Movimiento Frank País, Vilma Espín, Celia Sánchez, Faustino Pérez, Carlos Franqui, Haydee Santa María, Armando Hart o René Ramos Latour, mayoritariamente demócratas liberales, no precisamente comunistas. Fidel Castro nunca había sido comunista, sino que, en un caso único, se hizo comunista una vez llegó al poder.
Por cierto, sobre el papel de Estados Unidos en Cuba por aquellos años y lo de la condición de la isla de "burdel de los yankis" durante el régimen de Batista que más de un apasionado del castrismo defiende actualmente, habría que puntualizar (aparte del dudoso gusto de calificar de "prostitutas" a las cubanas de aquella época) que el dictador no era precisamente simpático para los norteamericanos, quienes no dudaron en retirarle el apoyo logístico y vetar la venta de armas a su Gobierno. Batista fue un déspota de los más corruptos que ha conocido América Latina. Había llegado al poder tras un golpe de Estado en 1952, en el que derrocó a Carlos Prío Socarrás, instaurando un gobierno autoritario y ladrón, enriqueciéndose enormemente tanto él como su camarilla de adláteres. El anticomunismo mostrado por Batista hizo que, en el marco de la Guerra Fría, en principio, recibiera el apoyo de Estados Unidos. Sin embargo la corrupción y las violaciones de derechos humanos llegaron a niveles tan escandalosos que comenzó a conformarse una oposición generalizada partidaria de la insurrección para desalojar del poder a Batista, del que participaron los partidos políticos de oposición, los sindicatos, el movimiento estudiantil, e incluso sectores del empresariado, los terratenientes, algunos miembros de las fuerzas armadas y el propio gobierno de los Estados Unidos, que llegó incluso a cortarle el suministro de armas, como se ha dicho más arriba. El Movimiento 26 de Julio surgió como una evolución revolucionaria del Partido Ortodoxo, de ideología básicamente nacionalista-anticomunista, buscando en todo momento articular sus fuerzas con otros sectores opositores, con el proyecto de establecer un gobierno democrático nacionalista. Tanto el ex presidente Carlos Prío Socarrás del Partido Auténtico, como la CIA, apoyaron económicamente a la guerrilla castrista en sus primeros años. Mientras tanto, Fidel Castro (que había sido un destacado dirigente juvenil del Partido Ortodoxo y que se había vuelto célebre por el intento de tomar el Cuartel Moncada en 1952) proclamaba abiertamente sostener una posición anticomunista. Por su parte, pese a mantener relaciones estrechas con Fidel Castro y la guerrilla en Sierra Maestra, el Partido Socialista Popular (comunista) criticó la experiencia guerrillera atribuyéndole una intención "puramente aventurera golpista".
Sin embargo, la imagen "histórica" más difundida es que Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio en sus orígenes eran románticos luchadores comunistas, así como que el papel del Che, quien sí era marxista y de los más radicales, fue fundamental en la caída del régimen de Batista. Nada de mencionar que el viraje de Castro se produjo cuando, una vez asentado en el poder, entendió que si se alineaba con el bando opuesto a aquel que lideraban sus vecinos estadounidenses, tendría el poder garantizado de por vida. La Unión Soviética nunca permitiría que su peón caribeño, su falansterio tropical, fuese desplazado. Es decir, ¡comunista por necesidad!
¿Logros militares del Che? La toma de la ciudad de Santa Clara, el mayor, aunque la "heroicidad" de la acción de la toma del tren blindado enviado por Batista está bastante en entredicho por numerosos testimonios que indican que el conductor del tren se rindió de antemano, acaso tras aceptar sobornos.
En lo que sí fue sumamente eficaz fue en su faceta de bandolero, lo que acredita la orden que dio, en 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spiritus, a sus hombres de que asaltaran los bancos, una decisión que justificó en una carta a Enrique Oltuski, un subordinado, en noviembre de ese año: "Las masas que luchan están de acuerdo con asaltar a los bancos porque ninguno de ellos tiene un centavo en los mismos". El mito era... un vulgar asaltador de bancos, ni más ni menos.
El Che siempre fue un convencido de que estaba plenamente facultado para robar la propiedad ajena y reasignarla a su antojo. Era un entusiasta de la expropiación sin indemnización. El impulso de desposeer a los demás de su propiedad y de reclamar la propiedad del territorio de otros fue central a la política opresiva de Guevara. Recordando la nefasta película-hagiografía, de hace dos años, "Che, el argentino", en ella, no obstante, se nos muestra un Guevara recto y respetuoso con la propiedad privada que, en la última escena, el paseo triunfal hacia La Habana, se indigna y reprende duramente a uno de sus subordinados por apropiarse de un lujoso coche descapotable que había encontrado abandonado, ordenándole que regrese a Santa Clara y deje el automóvil donde lo encontró… ¡él, quien, en su vida real, se apoderó "manu militari" de la mansión de un emigrante tras el triunfo de la revolución!. Es más le dice que "aunque el coche hubiera sido del mismísimo Batista no tendrías derecho a apropiártelo". La ridícula escena termina por un "¡increible!" exclamado por el Che cuando vuelve a subir a su jeep. Desde luego, increíble sería tener unos subordinados honrados con un jefe tan salteador y aficionado al pillaje.
Como asesino tampoco se manejó mal, hay que reconocerlo. El momento más revelador de en qué se había convertido la Revolución Cubana fue cuando el Che proclamó ante la ONU, el 11 de noviembre de 1964, que "fusilamientos, sí; hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario". Era un magnífico resumen de su etapa a cargo de la prisión de San Carlos de La Cabaña. Allí Guevara presidió durante la primera mitad de 1959, justo después de la caída de Batista uno de los periodos más oscuros de la revolución dirigiendo una Comisión Depuradora frente a militares batistianos o miembros de algunos de los cuerpos de la policía, algunos "chivatos", periodistas, empresarios, comerciantes, simples sospechosos y aquellos que se encontraban en el lugar y en el momento equivocado, que se regía por la ley de la sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico. El juez no tenía por qué ser hombre de leyes y sí, en cambio, pertenecer al ejército rebelde, al igual que los compañeros que ocupaban con él la mesa del tribunal. El Che presidía todas las vistas. En aquellos meses se fusiló diariamente hasta llegar a la cantidad de varios centenares de ajusticiados. Los fusilamientos se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. Alguna noche llegaron a ser ejecutadas hasta siete personas, según testimonios.
Es curioso que siempre se obvian los propios diarios desde la Sierra Maestra del Che y las cartas dirigidas a su mujer en México, donde dice cosas como: "Estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre", "Acabé con el problema dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en la sien derecha, con orificio de salida en el temporal derecho...sus pertenencias pasaron a mi poder" (sobre la ejecución de Eutimio Guerra en 1957), "era en verdad lo suficientemente culpable como para merecer la muerte" (sobre el asesinato de Aristidio, un campesino que expresó el deseo de irse cuando los rebeldes siguieran su camino), "Tenía que pagar el precio" (tras matar a Echevarría, el hermano de uno de sus camaradas, en razón de crímenes no especificados). Simular ejecuciones como método de tortura psicológica también estaba entre sus costumbres. Después de tomar Santa Clara, según un ex comandante del ejército revolucionario llamado Jaime Costa Vázquez, el Che ordenó la ejecución de un par de docenas de personas, incluidos varios campesinos conocidos como casquitos que se habían unido al ejército simplemente para escapar del desempleo.
Entre sus labores como ministro, en los primeros años del régimen castrista, y Bolivia, estuvo la incursión en el Congo. Guevara decidió, a finales de 1964, dejar el gobierno cubano para encabezar el envío de tropas cubanas a otros países con el fin de apoyar los movimientos revolucionarios en marcha. La República Democrática del Congo le despertó de inmediato un gran interés: un país enorme, situado en el centro de África y con fronteras con nueve países era algo muy apetitoso, un foco desde el que se podría contagiar la revolución al resto del continente. Ni corto ni perezoso, escribió, a principios de 1965, su famosa carta a Fidel Castro, en la que renunciaba a todos sus cargos y a la nacionalidad cubana para partir hacia "nuevos campos de batalla", con la conocida frase "hasta la victoria siempre", infiltrándose, de incógnito, en Tanzania, bajo una identidad falsa, para empezar a organizar, desde allí, el apoyo cubano a los rebeldes congoleños. Sin embargo, el Che se presentó a combatir en el Congo sin previo aviso a ninguno de los líderes rebeldes, quienes casi no iban al frente de batalla y permanecían la mayor parte del tiempo en Tanzania. La falta de conocimiento del idioma suajili y las costumbres, las múltiples fracciones internas y externas de los grupos revolucionarios, la desorganización y falta de disciplina de las tropas, y finalmente el cese del apoyo de Tanzania, llevaron a una derrota tras otra, convirtiendo la experiencia congoleña del Che en un sonoro fracaso, obligándole a retirarse, junto con los 120 cubanos de su círculo de confianza, el 20 de noviembre de 1965.
El Che inicia su aventura boliviana en noviembre de 1966, tras el fracaso del Congo, convencido de que un triunfo en Bolivia irradiaría al resto de naciones de Latinoamérica, expandiéndose la revolución por todo el continente, dentro de su consigna de crear "dos, tres... muchos Vietnam". Allí, utilizando el pseudónimo de "Ramón", comienza a organizar el que bautiza como "Ejército de Liberación Nacional de Bolivia", formado, inicialmente, por una columna de 23 bolivianos, 16 cubanos y 3 peruanos.
No obstante, allí se encontrará con tremendas dificultades. Los campesinos bolivianos no están muy por la labor de embarcarse en aventuras revolucionarias. El país es extremadamente pobre, cierto, pero diez años antes se ha realizado una reforma agraria y los, por otra parte escasos, campesinos de la zona agreste en la que operan tienen ganas de cualquier cosa menos de perder lo poco que poseen en medio de la locura de este iluminado. Porque si dos cosas caracterizan al Che es la locura y el ser un iluminado.
Para colmo de males, ni siquiera el Partido Comunista Boliviano (decididamente pro-soviético) está por la labor de apoyarle. En una reunión secreta con su máximo dirigente, Mario Monje, éste le deja claro que ningún apoyo deben esperar del Partido Comunista, que el partido rechaza la lucha armada (en realidad, no hacía más que seguir la consigna de Moscú de no embarcarse en la "cruzada" de un verso libre, que ya en aquella época estaba en la órbita maoista en lugar de en la soviética, como el Che Guevara) y que no existían en ese momento las condiciones para una revolución. Realmente, casi todos los partidos pro-soviéticos de Latinoamérica criticaron y sabotearon el proyecto del Che, que vio frustrado su sueño de que se sumaran combatientes de toda la región a su revolución boliviana.
Con un proyecto impracticable geográfica y culturalmente, abandonado a su suerte por su camarada Fidel Castro y en medio de la ignorancia casi general sobre su estancia en Bolivia (hay que recordar que la presencia del Che combatiendo en el sudeste boliviano no fue divulgada y solo la conocieron la CIA y el gobierno de Barrientos, y, en cambio, la ignoraban muchos militantes izquierdistas de Bolivia) nuestro revolucionario y su cuadrilla de guerrilleros, pasarán cada vez mayores penurias en una zona montañosa llena de despeñaderos y ríos torrentosos de la región (escogida por él mismo, un ignorante, como en otras cuestiones, de casi todo lo referente a Bolivia), en la zona del Ñancahuazú (río de oro), entre los departamentos de Chuquisaca y Santa Cruz, fundamentalmente: el agravamiento del asma de Guevara (el ejército retiró todos los medicamentos para ese mal de los hospitales y farmacias del área de operaciones), el total desabastecimiento de viveres (en los últimos días los supervivientes de la columna estaban tan hambrientos y sedientos que comieron carne podrida de buey y algunos bebieron su orina, según sus diarios) y el acoso permanente del ejército boliviano que, además, estaba entrenado por militares y agentes del "malvado imperialismo" estadounidense, de tal forma que acabaron con los rebeldes en pocos meses.
Ello hasta llegar a la captura y la ejecución, ese 9 de octubre de 1967. Según relató el propio ejecutor, el sargento boliviano Mario Terán al, por aquel entonces ministro boliviano del Interior, Antonio Arguedas, aquel día entró borracho a la escuela de la aldea de La Higuera donde Guevara estaba recluido. El Che le dijo: "Usted ha venido a matarme". Luego preguntó por dos compañeros apresados y, con voz de mando, ordenó a su verdugo: "Serénese y apunte bien. Va usted a matar a un hombre". Terán dio un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerró los ojos y disparó la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Después disparó la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón, provocándole la muerte. Aquel militar boliviano contribuyó aquel día a convertir una derrota patética en plataforma de lanzamiento de un mito mundial que, desde entonces, ha vendido millones de carteles, postales, camisetas, toallas, posavasos, tangas, tatuajes, etc..
En resumidas cuentas, un falso icono del "idealismo", la "justicia" y la "rebeldía", que estuvo dispuesto a entablar una confrontación nuclear con los Estados Unidos durante la crisis de los misiles de 1962, aunque se corriera el riesgo de que la isla quedase reducida a cenizas (ni los ayatolás, vamos), según palabras de su propia boca, "Si los cohetes hubieran permanecido, los hubiéramos usado todos y dirigido hacia el corazón mismo de los Estados Unidos, incluyendo Nueva York, en nuestra defensa contra la agresión. Pero no los tenemos, así que pelearemos con lo que tenemos", una de las causas por las cuales renegó de la Unión Soviética, tras la marcha atrás y la retirada de las cabezas nucleares por orden de Kruschev, y se pasó al maoismo… siendo más tarde él mismo abandonado por el propio Fidel Castro, atado de pies y manos al Kremlin.
Un rufián idealizado por tres o cuatro citas célebres, más o menos poéticas. Por mucho que le canten y le hayan cantado sus bardos:
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Esta entrada, en parte está basada en información que, en parte, ya dí en alguna anterior pero que, de cuando en cuando, es bueno recordar, con tal de desmitificar la falsa imagen del Che Guevara que todavía hoy se nos intenta transmitir, la que evoca la famosa fotografía tomada por Alberto Korda en 1960, reproducida en toda clase de productos (la imagen de un comunista utilizada en mercancías producidas por empresarios capitalistas… a quienes entregan su dinero consumidores comunistas), es decir, carismático, duro y rebelde, un mito, un idealista.
Un 9 de octubre de 1967 acababan las andanzas de este sujeto en la cárcel boliviana de La Higuera (posiblemente, lo mejor que se haya hecho en Bolivia en todo el siglo pasado). Esto y su actuación durante la Revolución Cubana engendraron la leyenda, dudosa leyenda, por otra parte.
Realmente, el Che fue un iluminado de una exacerbada locura que ni siquiera en aquello para lo que derrochó tanto afán, como fue la expansión de la muerte y la violencia, se mostró mínimamente competente. ¿Qué razón hay para que un malísimo estratega de la guerra de guerrillas y un pésimo gestor cuando tuvo la oportunidad de ser nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba por el régimen castrista se haya convertido en un personaje mítico?
Dejando de lado lo cuestionable de considerarlo "héroe de la justicia social" por su labor en el gobierno revolucionario, si, para exaltar la figura del Che, hay que desdeñar el papel en Cuba los adversarios de Batista que luchaban contra el dictador por medios no violentos y a los que querían la derrota de la dictadura para implantar en su lugar una democracia liberal, para eso nunca ha habido ningún problema.
Tampoco en omitir que la Revolución Cubana, en origen, no era en absoluto comunista. Antes al contrario, el Movimiento 26 de Julio se organizó en todo el país con el fin de apoyar a la guerrilla en la sierra, mientras que en las ciudades del llano buscaban establecer alianzas con otros partidos opositores, los sindicatos, el movimiento estudiantil y la propia embajada de los Estados Unidos. Había dos sectores en el Movimiento 26 de Julio, denominados "el llano y la sierra". En concreto, en "el llano" actuaban como principales dirigentes del Movimiento Frank País, Vilma Espín, Celia Sánchez, Faustino Pérez, Carlos Franqui, Haydee Santa María, Armando Hart o René Ramos Latour, mayoritariamente demócratas liberales, no precisamente comunistas. Fidel Castro nunca había sido comunista, sino que, en un caso único, se hizo comunista una vez llegó al poder.
Por cierto, sobre el papel de Estados Unidos en Cuba por aquellos años y lo de la condición de la isla de "burdel de los yankis" durante el régimen de Batista que más de un apasionado del castrismo defiende actualmente, habría que puntualizar (aparte del dudoso gusto de calificar de "prostitutas" a las cubanas de aquella época) que el dictador no era precisamente simpático para los norteamericanos, quienes no dudaron en retirarle el apoyo logístico y vetar la venta de armas a su Gobierno. Batista fue un déspota de los más corruptos que ha conocido América Latina. Había llegado al poder tras un golpe de Estado en 1952, en el que derrocó a Carlos Prío Socarrás, instaurando un gobierno autoritario y ladrón, enriqueciéndose enormemente tanto él como su camarilla de adláteres. El anticomunismo mostrado por Batista hizo que, en el marco de la Guerra Fría, en principio, recibiera el apoyo de Estados Unidos. Sin embargo la corrupción y las violaciones de derechos humanos llegaron a niveles tan escandalosos que comenzó a conformarse una oposición generalizada partidaria de la insurrección para desalojar del poder a Batista, del que participaron los partidos políticos de oposición, los sindicatos, el movimiento estudiantil, e incluso sectores del empresariado, los terratenientes, algunos miembros de las fuerzas armadas y el propio gobierno de los Estados Unidos, que llegó incluso a cortarle el suministro de armas, como se ha dicho más arriba. El Movimiento 26 de Julio surgió como una evolución revolucionaria del Partido Ortodoxo, de ideología básicamente nacionalista-anticomunista, buscando en todo momento articular sus fuerzas con otros sectores opositores, con el proyecto de establecer un gobierno democrático nacionalista. Tanto el ex presidente Carlos Prío Socarrás del Partido Auténtico, como la CIA, apoyaron económicamente a la guerrilla castrista en sus primeros años. Mientras tanto, Fidel Castro (que había sido un destacado dirigente juvenil del Partido Ortodoxo y que se había vuelto célebre por el intento de tomar el Cuartel Moncada en 1952) proclamaba abiertamente sostener una posición anticomunista. Por su parte, pese a mantener relaciones estrechas con Fidel Castro y la guerrilla en Sierra Maestra, el Partido Socialista Popular (comunista) criticó la experiencia guerrillera atribuyéndole una intención "puramente aventurera golpista".
Sin embargo, la imagen "histórica" más difundida es que Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio en sus orígenes eran románticos luchadores comunistas, así como que el papel del Che, quien sí era marxista y de los más radicales, fue fundamental en la caída del régimen de Batista. Nada de mencionar que el viraje de Castro se produjo cuando, una vez asentado en el poder, entendió que si se alineaba con el bando opuesto a aquel que lideraban sus vecinos estadounidenses, tendría el poder garantizado de por vida. La Unión Soviética nunca permitiría que su peón caribeño, su falansterio tropical, fuese desplazado. Es decir, ¡comunista por necesidad!
¿Logros militares del Che? La toma de la ciudad de Santa Clara, el mayor, aunque la "heroicidad" de la acción de la toma del tren blindado enviado por Batista está bastante en entredicho por numerosos testimonios que indican que el conductor del tren se rindió de antemano, acaso tras aceptar sobornos.
En lo que sí fue sumamente eficaz fue en su faceta de bandolero, lo que acredita la orden que dio, en 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spiritus, a sus hombres de que asaltaran los bancos, una decisión que justificó en una carta a Enrique Oltuski, un subordinado, en noviembre de ese año: "Las masas que luchan están de acuerdo con asaltar a los bancos porque ninguno de ellos tiene un centavo en los mismos". El mito era... un vulgar asaltador de bancos, ni más ni menos.
El Che siempre fue un convencido de que estaba plenamente facultado para robar la propiedad ajena y reasignarla a su antojo. Era un entusiasta de la expropiación sin indemnización. El impulso de desposeer a los demás de su propiedad y de reclamar la propiedad del territorio de otros fue central a la política opresiva de Guevara. Recordando la nefasta película-hagiografía, de hace dos años, "Che, el argentino", en ella, no obstante, se nos muestra un Guevara recto y respetuoso con la propiedad privada que, en la última escena, el paseo triunfal hacia La Habana, se indigna y reprende duramente a uno de sus subordinados por apropiarse de un lujoso coche descapotable que había encontrado abandonado, ordenándole que regrese a Santa Clara y deje el automóvil donde lo encontró… ¡él, quien, en su vida real, se apoderó "manu militari" de la mansión de un emigrante tras el triunfo de la revolución!. Es más le dice que "aunque el coche hubiera sido del mismísimo Batista no tendrías derecho a apropiártelo". La ridícula escena termina por un "¡increible!" exclamado por el Che cuando vuelve a subir a su jeep. Desde luego, increíble sería tener unos subordinados honrados con un jefe tan salteador y aficionado al pillaje.
Como asesino tampoco se manejó mal, hay que reconocerlo. El momento más revelador de en qué se había convertido la Revolución Cubana fue cuando el Che proclamó ante la ONU, el 11 de noviembre de 1964, que "fusilamientos, sí; hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario". Era un magnífico resumen de su etapa a cargo de la prisión de San Carlos de La Cabaña. Allí Guevara presidió durante la primera mitad de 1959, justo después de la caída de Batista uno de los periodos más oscuros de la revolución dirigiendo una Comisión Depuradora frente a militares batistianos o miembros de algunos de los cuerpos de la policía, algunos "chivatos", periodistas, empresarios, comerciantes, simples sospechosos y aquellos que se encontraban en el lugar y en el momento equivocado, que se regía por la ley de la sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico. El juez no tenía por qué ser hombre de leyes y sí, en cambio, pertenecer al ejército rebelde, al igual que los compañeros que ocupaban con él la mesa del tribunal. El Che presidía todas las vistas. En aquellos meses se fusiló diariamente hasta llegar a la cantidad de varios centenares de ajusticiados. Los fusilamientos se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. Alguna noche llegaron a ser ejecutadas hasta siete personas, según testimonios.
Es curioso que siempre se obvian los propios diarios desde la Sierra Maestra del Che y las cartas dirigidas a su mujer en México, donde dice cosas como: "Estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre", "Acabé con el problema dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en la sien derecha, con orificio de salida en el temporal derecho...sus pertenencias pasaron a mi poder" (sobre la ejecución de Eutimio Guerra en 1957), "era en verdad lo suficientemente culpable como para merecer la muerte" (sobre el asesinato de Aristidio, un campesino que expresó el deseo de irse cuando los rebeldes siguieran su camino), "Tenía que pagar el precio" (tras matar a Echevarría, el hermano de uno de sus camaradas, en razón de crímenes no especificados). Simular ejecuciones como método de tortura psicológica también estaba entre sus costumbres. Después de tomar Santa Clara, según un ex comandante del ejército revolucionario llamado Jaime Costa Vázquez, el Che ordenó la ejecución de un par de docenas de personas, incluidos varios campesinos conocidos como casquitos que se habían unido al ejército simplemente para escapar del desempleo.
Entre sus labores como ministro, en los primeros años del régimen castrista, y Bolivia, estuvo la incursión en el Congo. Guevara decidió, a finales de 1964, dejar el gobierno cubano para encabezar el envío de tropas cubanas a otros países con el fin de apoyar los movimientos revolucionarios en marcha. La República Democrática del Congo le despertó de inmediato un gran interés: un país enorme, situado en el centro de África y con fronteras con nueve países era algo muy apetitoso, un foco desde el que se podría contagiar la revolución al resto del continente. Ni corto ni perezoso, escribió, a principios de 1965, su famosa carta a Fidel Castro, en la que renunciaba a todos sus cargos y a la nacionalidad cubana para partir hacia "nuevos campos de batalla", con la conocida frase "hasta la victoria siempre", infiltrándose, de incógnito, en Tanzania, bajo una identidad falsa, para empezar a organizar, desde allí, el apoyo cubano a los rebeldes congoleños. Sin embargo, el Che se presentó a combatir en el Congo sin previo aviso a ninguno de los líderes rebeldes, quienes casi no iban al frente de batalla y permanecían la mayor parte del tiempo en Tanzania. La falta de conocimiento del idioma suajili y las costumbres, las múltiples fracciones internas y externas de los grupos revolucionarios, la desorganización y falta de disciplina de las tropas, y finalmente el cese del apoyo de Tanzania, llevaron a una derrota tras otra, convirtiendo la experiencia congoleña del Che en un sonoro fracaso, obligándole a retirarse, junto con los 120 cubanos de su círculo de confianza, el 20 de noviembre de 1965.
El Che inicia su aventura boliviana en noviembre de 1966, tras el fracaso del Congo, convencido de que un triunfo en Bolivia irradiaría al resto de naciones de Latinoamérica, expandiéndose la revolución por todo el continente, dentro de su consigna de crear "dos, tres... muchos Vietnam". Allí, utilizando el pseudónimo de "Ramón", comienza a organizar el que bautiza como "Ejército de Liberación Nacional de Bolivia", formado, inicialmente, por una columna de 23 bolivianos, 16 cubanos y 3 peruanos.
No obstante, allí se encontrará con tremendas dificultades. Los campesinos bolivianos no están muy por la labor de embarcarse en aventuras revolucionarias. El país es extremadamente pobre, cierto, pero diez años antes se ha realizado una reforma agraria y los, por otra parte escasos, campesinos de la zona agreste en la que operan tienen ganas de cualquier cosa menos de perder lo poco que poseen en medio de la locura de este iluminado. Porque si dos cosas caracterizan al Che es la locura y el ser un iluminado.
Para colmo de males, ni siquiera el Partido Comunista Boliviano (decididamente pro-soviético) está por la labor de apoyarle. En una reunión secreta con su máximo dirigente, Mario Monje, éste le deja claro que ningún apoyo deben esperar del Partido Comunista, que el partido rechaza la lucha armada (en realidad, no hacía más que seguir la consigna de Moscú de no embarcarse en la "cruzada" de un verso libre, que ya en aquella época estaba en la órbita maoista en lugar de en la soviética, como el Che Guevara) y que no existían en ese momento las condiciones para una revolución. Realmente, casi todos los partidos pro-soviéticos de Latinoamérica criticaron y sabotearon el proyecto del Che, que vio frustrado su sueño de que se sumaran combatientes de toda la región a su revolución boliviana.
Con un proyecto impracticable geográfica y culturalmente, abandonado a su suerte por su camarada Fidel Castro y en medio de la ignorancia casi general sobre su estancia en Bolivia (hay que recordar que la presencia del Che combatiendo en el sudeste boliviano no fue divulgada y solo la conocieron la CIA y el gobierno de Barrientos, y, en cambio, la ignoraban muchos militantes izquierdistas de Bolivia) nuestro revolucionario y su cuadrilla de guerrilleros, pasarán cada vez mayores penurias en una zona montañosa llena de despeñaderos y ríos torrentosos de la región (escogida por él mismo, un ignorante, como en otras cuestiones, de casi todo lo referente a Bolivia), en la zona del Ñancahuazú (río de oro), entre los departamentos de Chuquisaca y Santa Cruz, fundamentalmente: el agravamiento del asma de Guevara (el ejército retiró todos los medicamentos para ese mal de los hospitales y farmacias del área de operaciones), el total desabastecimiento de viveres (en los últimos días los supervivientes de la columna estaban tan hambrientos y sedientos que comieron carne podrida de buey y algunos bebieron su orina, según sus diarios) y el acoso permanente del ejército boliviano que, además, estaba entrenado por militares y agentes del "malvado imperialismo" estadounidense, de tal forma que acabaron con los rebeldes en pocos meses.
Ello hasta llegar a la captura y la ejecución, ese 9 de octubre de 1967. Según relató el propio ejecutor, el sargento boliviano Mario Terán al, por aquel entonces ministro boliviano del Interior, Antonio Arguedas, aquel día entró borracho a la escuela de la aldea de La Higuera donde Guevara estaba recluido. El Che le dijo: "Usted ha venido a matarme". Luego preguntó por dos compañeros apresados y, con voz de mando, ordenó a su verdugo: "Serénese y apunte bien. Va usted a matar a un hombre". Terán dio un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerró los ojos y disparó la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Después disparó la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón, provocándole la muerte. Aquel militar boliviano contribuyó aquel día a convertir una derrota patética en plataforma de lanzamiento de un mito mundial que, desde entonces, ha vendido millones de carteles, postales, camisetas, toallas, posavasos, tangas, tatuajes, etc..
En resumidas cuentas, un falso icono del "idealismo", la "justicia" y la "rebeldía", que estuvo dispuesto a entablar una confrontación nuclear con los Estados Unidos durante la crisis de los misiles de 1962, aunque se corriera el riesgo de que la isla quedase reducida a cenizas (ni los ayatolás, vamos), según palabras de su propia boca, "Si los cohetes hubieran permanecido, los hubiéramos usado todos y dirigido hacia el corazón mismo de los Estados Unidos, incluyendo Nueva York, en nuestra defensa contra la agresión. Pero no los tenemos, así que pelearemos con lo que tenemos", una de las causas por las cuales renegó de la Unión Soviética, tras la marcha atrás y la retirada de las cabezas nucleares por orden de Kruschev, y se pasó al maoismo… siendo más tarde él mismo abandonado por el propio Fidel Castro, atado de pies y manos al Kremlin.
Un rufián idealizado por tres o cuatro citas célebres, más o menos poéticas. Por mucho que le canten y le hayan cantado sus bardos: