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    La rebelión de los cipayos de 1857, conocida también como El motín de los cipayos

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    Mensaje por RioLena Vie Ene 27, 2017 7:04 pm

    La rebelión de los cipayos de 1857, conocida también como El motín de los cipayos

    Este texto se basa en el traducido por el blog “Cultura Proletaria” de la revista “Divulgaçao Marxista”, de agosto de 1946, publicado con el título “Las rebeliones de los cipayos”. Ha sido complementado con otros textos presentes en la red y se ha mejorado la redacción y corregido algún error en las fechas.

    En el siglo XVII comenzó el intenso saqueo de la India por parte de los países europeos, especialmente Inglaterra, a través de la compañía “East Indian”. En 1763, los británicos se convirtieron en amos virtuales de la India, después de expulsar a franceses, holandeses, portugueses y españoles, quienes también competían por el territorio.

    El derecho exclusivo de comercio con la India estaba en manos de la compañía “East Indian“, fundada en 1600 para competir comercialmente con Holanda en Indonesia y Malasia, fundamentalmente. Esta compañía tenía a su cargo la administración de todos los territorios de la India y tenía tropas, tanto propias como del ejército británico. La compañía “East Indian” fue liquidada en 1823, siendo sucedida por la “Compañía Británica de las Indias Orientales” (coloquialmente conocida como la “John Company”), en la que entraron nuevos accionistas provenientes de sectores de la creciente y floreciente industria británica en manos de la burguesía de la City. A mediados del siglo XIX la Compañía controlaba la mayor parte del territorio de la India, Birmania, Singapur y Hong Kong; se puede decir que una quinta parte de la población mundial de la época estaba bajo su dominio y autoridad.

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    bandera de la Compañía británica de las Indias Orientales


    Después de esto, las mercancías británicas inundaron la India al mismo tiempo que aumentaba la exportación de materias primas de la India con dirección a Gran Bretaña y otras zonas del Imperio. Los productos manufacturados británicos produjeron la ruina en masa de tejedores hindúes y otros artesanos, incapaces de hacer frente a la competencia industrial.

    En 1857, los británicos instalaron en la India 4.000 millas de tendido telegráfico y comenzaron la construcción del primer ferrocarril, todo ello con el propósito de fortalecer su dominio en el país y conquistar nuevos territorios hasta entonces fuera de la explotación europea.

    En el período de 1848 a 1856, los británicos se apoderaron de 150.000 millas cuadradas de nuevos territorios, entre ellos Punyab, Burma y Dudh. Las rentas obtenidas por impuestos que los nuevos distritos anexionados pagaron a Inglaterra (en realidad a la “Compañía de las Indias Orientales”, quien pagaba a la Corona su parte correspondiente) se elevaron a más de 43 millones de rublos oro anuales.

    La Administración británica era particularmente dura en los distritos recientemente anexionados del norte y del centro del país, lo que dio lugar a un levantamiento en 1857, fundamentalmente en la provincia de Oudh (también nombrada como Awadh), situada en el norte de la India.

    En el mes de mayo algunas docenas de soldados de las tropas nativas, con muchos años de servicio, se rebelaron[2], siendo duramente castigados públicamente y condenados a diez años de trabajos forzados. Semanas después se rebelaron unos 50.000 cipayos[1], descontentos con la rígida disciplina impuesta por los oficiales británicos[4] y con las abismales diferencias de sueldos, alimentación, equipamientos y acuartelamientos entre oficiales y suboficiales europeos y soldados nativos. Los rebeldes tomaron posesión de Delhi, Caenpure y Lucknow, arrasando a sangre y fuego las granjas y asentamientos de europeos y provocando matanzas incontroladas.

    Los británicos tenían sólo cuatro regimientos del ejército regular en el lugar del levantamiento y su situación era precaria y muy peligrosa. Las tropas nativas contaban con rifles Enfield y piezas de artillería, además de la simpatía y del apoyo mayoritario de la población. Los musulmanes y los hindús, a los que los colonizadores habían tratado de engañar y enfrentar entre sí con el objetivo de debilitar a las fuerzas enemigas, formaron un frente unido y se levantaron contra los explotadores británicos.

    Hay que destacar que los líderes de la revuelta consiguieron reclutar mercenarios afganos y árabes que regularmente llegaban a la India para ofrecerse a los mandatarios locales e integrarse en sus ejércitos particulares.

    Se puede decir que al comienzo del motín la proporción de soldados era favorable a los levantados en armas 6 a 1, aunque sin liderazgos claros y con mandos que no superaban el rango de jefe de batallón.

    Uno de los periodistas británicos desplazado a la India escribió: “Esto es más que una rebelión militar; desde sus inicios, ha tomado cada vez más las características de un levantamiento que atraía grandes masas y no solamente a los soldados cipayos“, “habíamos logrado vencer al enemigo y dominar sus cañones, y este ya estaba nuevamente dispuesto para la lucha; mientras tomamos una ciudad y proporcionamos asistencia a otra, el peligro surgía en una tercera. Tan rápido como habíamos reprimido la rebelión en un sector, se había desencadenado en el de al lado“.

    No obstante, en el transcurso del levantamiento, se pusieron de manifiesto las contradicciones entre el campesinado y los señores feudales, quienes aprovecharon para tomar posesión de las tierras urgentemente abandonadas por los británicos y exigir impuestos a los campesinos.

    De las filas de los campesinos y los artesanos surgieron nuevos líderes rebeldes, entre ellos Achnied, campesino y líder de los pobres de las ciudades. Pero ya era demasiado tarde; los cipayos y sus apoyos habían perdido mucho tiempo debido a la indecisión de los gobernantes feudales y a la falta de liderazgo eficiente. Los señores feudales  siguieron una táctica defensiva, en vez de marchar sobre Calcuta y movilizar a las tropas nativas y a los campesinos, dejaron pasar el tiempo por el miedo a no poder controlar las masas e intentando en todo momento llegar a acuerdos con los británicos que les garantizaran sus privilegios.

    Los británicos, aprovechando la pasividad y traición de los señores feudales a la revuelta, concentraron sus tropas en el norte de la India, consiguiendo refuerzos provenientes de China. Después de un asedio de cinco meses y una cruel batalla cuerpo a cuerpo de seis días, tomaron Delhi, el principal centro de sublevación, que había sido defendida por barricadas de artesanos y elementos pre-proletarios de la ciudad que, con su caída, fueron objeto de los más brutales castigos.

    En aquella época aún no se había formado el proletariado en la India. Las masas precursoras del proletariado de las ciudades —artesanos y campesinos empobrecidos, descargadores, porteadores y necesitados en general— tomaron parte activa en el levantamiento, sin embargo, no consiguieron tomar en sus manos la dirección del ejército rebelde. Los elementos burgueses, alarmados por el poderoso impulso que había tomado el levantamiento, no proclamaron la rebelión revolucionaria de las masas, por supuesto. El ejército siguió a los señores feudales —a quienes los británicos habían despojado de sus tierras— y a los religiosos, también privados por los ingleses de sus tierras y gabelas, así como de los pagos recibidos por su actuación en los tribunales y las escuelas tradicionales.

    Los últimos destacamentos de cipayos sublevados fueron derrotados en 1859. Los rebeldes fueron cruelmente maltratados, ahorcados y fusilados en masa, atados a las bocas de los cañones para esparcir sus restos (de manera que no podrían reencarnarse, según la tradición religiosa hindú) y después de varias duras expediciones punitivas por todo el territorio (una columna de castigo mandada por Havelock se hizo tristemente famosa por la extrema crueldad exhibida en el castigo a hombres, mujeres y niños de aldeas, pueblos y ciudades, condenando a los supervivientes a la esclavitud y a una hambruna de varios años de duración) quedó pacificado el país.


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    dibujo publicado en la prensa inglesa que reproduce la ejecución de hindús


    El levantamiento de los cipayos demostró, una vez más, que sin la dirección del proletariado, el campesinado es incapaz de deshacerse del yugo feudal y de los conquistadores extranjeros.

    La dura represión del levantamiento consiguió fortalecer el dominio británico y retardó, por mucho tiempo, el desarrollo de algunas de las zonas campesinas de la India.

    Se puede asegurar que la Corona británica fue quien sacó mayores réditos de la derrota de los sublevados, dado que asumió el poder político por completo. La maquinaria oficial del Estado británico asumió las funciones gubernamentales, nombrando el Parlamento un Raj (virrey), máximo poder ejecutivo del territorio, y absorbió los ejércitos privados y una parte importante de las ganancias de la “Compañía de las Indias Orientales” (desapareció en 1874, primordialmente por su incompetencia al gestionar la revuelta de 1857), fundamentalmente los impuestos recaudados, pasó a engrosar directamente las arcas de la Corona.

    Los británicos, por temor a que se repitiese la revuelta, llegaron a acuerdos[3] con los señores feudales y les garantizaron no tomar sus tierras si garantizaban el pago regular de los impuestos. Por otro lado, recelosos de posibles nuevas protesta y revueltas campesinas y deseando dar a los señores feudales una posición estable dentro de su sumisión, abolieron teóricamente la servidumbre del campesinado en 1859. Estos señores feudales (rajahs), eran los propietarios de las tierras, mientras que los campesinos fueron los inquilinos permanentes, pagando una renta determinada.

    Así, mientras que en el papel quedó abolida la servidumbre, en los 580 principados de la India permaneció el trabajo forzado y en las plantaciones de los rajahs y de los cada vez más abundantes propietarios británicos, hubo miles de esclavos, objeto de compra y venta, y hasta sobrevivió una ley sobre la búsqueda, captura y extradición de los esclavos fugitivos que sólo quedó derogada a comienzos de los años 1940 ante la necesidad de reclutar soldados para el ejército británico inmerso en la Segunda Guerra Mundial.

    Las terribles hambrunas que periódicamente se han registrado en la India, en las que han perecido millones de hindúes, demuestran la dura situación sufrida por el campesinado bajo el dominio de los británicos y los rajahs. Una de las hambrunas más terribles, que golpeó a un gran número de habitantes, se produjo poco después de ser sofocado el levantamiento de 1857, habiendo dudas de si no fue inducida como castigo hacia las clases campesinas y populares de las zonas que se habían rebelado contra el dominio británico y como advertencia hacia otras partes de la India.

    A pesar de que desde el punto de vista indio se considera al motín de los cipayos como la Primera guerra de liberación, más parece que se trató de una revuelta en contra de los británicos, pero sin objetivos comunes entre los sublevados, sin liderazgos centralizados y unificados y sin que en ningún momento se hablara de lograr la independencia o la liberación de la India.

    NOTAS:

    [1]En el Imperio británico se conocía como cipayo (proveniente de shipahi o sipahi: soldado, en persa) a un nativo de la India reclutado como soldado al servicio del poder europeo. Integrados durante años en el ejército privado de la todopoderosa “Compañía de las Indias Orientales”, bajo mando de oficiales británicos y europeos,  después de la revuelta de 1857 ya fueron encuadrados en unidades del ejército regular del Reino Unido. También fue un término utilizado en los ejércitos de Francia y Portugal, países con intereses económicos en la India.

    Se calculan en unos 250.000 los cipayos existentes alrededor de 1857, además de 40.000 oficiales, suboficiales y especialistas británicos de todo tipo que les mandaban.


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    cipayos con un oficial británico


    En la revuelta de 1857, el 80% de los cipayos de toda la India permaneció fiel a la “Compañía de las Indias Orientales”, participando en las luchas contra los rebeldes y obteniendo después, fundamentalmente las tropas sikhs (seguidores de la religión conocida como sijismo) y gurkhas (originarios de Nepal, con fama de ser temibles guerreros) una serie de recompensas y privilegios.

    Con el tiempo se generalizó una segunda acepción: nativo de una colonia simpatizante con los intereses metropolitanos, o simplemente, mercenario o secuaz a sueldo, siendo en la actualidad un término despectivo e insultante en muchos idiomas.

    [2]Los instigadores de la revuelta utilizaron argumentos culturales y religiosos, como que las grasas que recubrían los cartuchos de los fusiles provenían de vacas y cerdos. Dado que la manipulación de los cartuchos exigía rasgar con los dientes o las manos  una envoltura grasienta de papel, algo prohibido para hindúes y musulmanes, se convirtió en un elemento altamente perturbador de la disciplina militar.

    Se ha dicho en ocasiones que los británicos hicieron intentos de imponer el cristianismo en la India, aunque no consta que hubiera directrices oficiales en este sentido, más allá del voluntarismo personal de algunos clérigos, ni que la "Compañía de las Indias Orientales" favoreciera dichas prácticas.

    También se esparció el rumor profético entre los fieles hinduistas y musulmanes de que el dominio británico "sólo duraría cien años", y dado que este dominio comenzó en 1757 tras la batalla de Plassey, aumentó la inquietud al acercarse el centenario de dicho evento. El rumor provenía de una mala interpretación de las declaraciones hechas por la "Compañía de las Indias Orientales", quien siempre dijo que la presencia en la India duraría 100 años, una manera de decir que estarían durante mucho tiempo.

    El cipayo que inició la revuelta se llamaba Mangal Pandey (1827-1857) y es considerado por los indios como un héroe, uno de los primeros luchadores por la libertad de su país. Fue ahorcado junto con otros soldados rebeldes.

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    sello postal dedicado al cipayo rebelde Mangal Pandey


    [3]La práctica habitual en toda la India era sobornar a los rajahs y jefes religiosos con importantes cantidades de dinero. Hay constancia de que la “Compañía de las Indias Orientales” pagaba unas 100.000 libras al año por este concepto.

    [4]En realidad, los oficiales británicos (y de otros países europeos) que estaban en el ejército de la “Compañía de las Indias Orientales” provenían de academias militares privadas, distintas a las del ejército regular, aunque se les consideraba fieles, fiables y competentes. Muchos de los suboficiales y especialistas habían pasado muchos años alistados en el ejército de su Majestad.
       

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    Tras la llegada a India de Vasco de Gama en 1498, varias potencias europeas comenzaron a establecer en la península emporios comerciales y a competir por el control de las mercancías. Inglaterra fue haciéndose poco a poco con la mayor parte del territorio indio, y lo que en principio había comenzado por una expansión meramente comercial por parte de la Compañía de las Indias Orientales, acabó por convertirse en un virreinato en el año 1858, tras la sangrienta Rebelión de los cipayos, terminada de sofocar en 1859.
       


    Última edición por RioLena el Sáb Ene 28, 2017 11:34 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por RioLena Vie Ene 27, 2017 7:47 pm

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