Los desbordes desde abajo. 1968 en América Latina
Raúl Zibechi - año 2018
Las respuestas del capital a la revolución de 1968 en cada región del mundo, abarca desde el uso masivo de robots (en los países del Norte) hasta la producción con obreros en fábricas-cárceles (en las regiones del Sur). Algo similar sucede con los monocultivos y la nueva minería, casi exclusivas de los países periféricos. Si a escala macro la revolución de 1968 minó al Estado de Bienestar y a los regímenes socialistas, a escala micro desbordó el control que ejercían las sociedades disciplinarias, tal como las estudió Michel Foucault. Lo más notable es que el desborde se produjo desde dentro de cada espacio y de forma simultánea en todos ellos. Los presos desbordaron las cárceles, los niños y adolescentes el control de los profesores, los obreros a los capataces y los patrones, las mujeres y los niños al pater familias… La lucha de las mujeres –que conecta el 68 con nuestro presente– puso en evidencia las relaciones entre capitalismo y patriarcado, contribuyó a liberar energías colectivas que estaban comprimidas en las instituciones jerárquicas, desde las iglesias y los partidos hasta la escuela y la familia. Es importante comprender la revolución de 1968 en ambas dimensiones: la geopolítica y la vida cotidiana, porque los seres humanos reales no hacen las distinciones de los académicos. ¿Qué legado nos deja ese pasaje insumiso apagado luego por dictaduras asesinas? ¿Cuáles son los delgados hilos que conectan esas vidas con las nuestras? ¿Cuáles, también, las diferencias notorias entre esas prácticas y retóricas, con las aturdidas sensibilidades que nos constituyen hoy?
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Raúl Zibechi - año 2018
Las respuestas del capital a la revolución de 1968 en cada región del mundo, abarca desde el uso masivo de robots (en los países del Norte) hasta la producción con obreros en fábricas-cárceles (en las regiones del Sur). Algo similar sucede con los monocultivos y la nueva minería, casi exclusivas de los países periféricos. Si a escala macro la revolución de 1968 minó al Estado de Bienestar y a los regímenes socialistas, a escala micro desbordó el control que ejercían las sociedades disciplinarias, tal como las estudió Michel Foucault. Lo más notable es que el desborde se produjo desde dentro de cada espacio y de forma simultánea en todos ellos. Los presos desbordaron las cárceles, los niños y adolescentes el control de los profesores, los obreros a los capataces y los patrones, las mujeres y los niños al pater familias… La lucha de las mujeres –que conecta el 68 con nuestro presente– puso en evidencia las relaciones entre capitalismo y patriarcado, contribuyó a liberar energías colectivas que estaban comprimidas en las instituciones jerárquicas, desde las iglesias y los partidos hasta la escuela y la familia. Es importante comprender la revolución de 1968 en ambas dimensiones: la geopolítica y la vida cotidiana, porque los seres humanos reales no hacen las distinciones de los académicos. ¿Qué legado nos deja ese pasaje insumiso apagado luego por dictaduras asesinas? ¿Cuáles son los delgados hilos que conectan esas vidas con las nuestras? ¿Cuáles, también, las diferencias notorias entre esas prácticas y retóricas, con las aturdidas sensibilidades que nos constituyen hoy?
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