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    JÜRGEN HABERMAS: ANÁLISIS CRÍTICO DE SU OBRA

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    Mensaje por AlejoSola Sáb Abr 05, 2014 8:31 pm

    JÜRGEN HABERMAS: ANÁLISIS CRÍTICO DE SU OBRA

    Cuando Habermas habla de que el trabajo, las relaciones de producción, son una mera techné, que el lenguaje, el símbolo es una variable extraña para Marx, precisamente está cometiendo un error fundamentado en la falta de comprensión del marxismo, que él dice retomar (falsamente).

    Habermas se basa en la defensa a ultranza del símbolo (cultura) y del lenguaje como factores determinantes de la evolución cultural, que dejan en un segundo plano la evolución de las condiciones materiales por acción de los medios de producción y las relaciones de determinación entre infraestructura y superestructura. Podemos entender que ésta posición es incorrecta, ya que el trabajo, la reproducción de nuestra vida (más tarde, la reproducción de la misma, una vez la evolución de las fuerzas productivas lo permitiesen, cuando ya se puede hablar de acumulación privada) es algo inherente a nuestra especie mucho antes de que pudiésemos elaborar una cultura determinada. Es decir, en el comunismo primitivo (que data desde nuestros antepasados homínidos hasta después del homo sapiens); en el tránsito hacia éste (del trabajo animal al trabajo humano), la cultura como tal no podía ser influyente puesto que aún no existía un desarrollo previo del ser humano como tal, y bien es sabido que un ser en estado animal no puede elaborar cultura por más que se lo proponga. De manera que tenemos que buscar otro tipo de desarrollo.

    Éste es, junto a la selección natural que entonces nos proveía de evoluciones cualitativas de la especie humana, los medios de producción que marcaban:

    1º En base a ciertas necesidades del colectivo humano, los medios para satisfacerlas.

    2ºUna evolución técnica adecuada a las demandas caprichosas del clima y de la lucha contra la naturaleza pro la supervivencia, que provoca la invención de elementos que pudiesen ayudar a dicha causa.

    3ºLas relaciones de parentesco diferenciadas y en evolución constante.

    Cuándo aparece la cultura, es una pregunta compleja, pero al menos sabemos dos cosas:

    1-El trabajo es anterior a la cultura y así, de determinarse entre sí (que ocurrió al determinar las relaciones de producción y el espacio geográfico en el que se desarrollaban éstas el tipo de creencias generalizadas de los pueblos según su grado de desarrollo material, económico), debería de constituirse, como elemento pasivo de dicha relación, la cultura, mientras que las relaciones de producción, las condiciones materiales y sus otras consecuencias se configurarían como elemento activo.

    2-Las relaciones de producción y de dominación una vez constituidos los Estados y así la lucha de clases, hacen que la cultura se supedite a ésta.

    Por ello, consideramos que Habermas ha errado al creer que el trabajo en la historia no es determinante primordial del cambio.

    Podemos resumir el punto de la siguiente manera:

    Habermas: la cultura y los símbolos son los motores del cambio. Supone que la cultura determina la economía: falso-> existía economía, relaciones de producción incluso antes de que el ser humano abandonase el animalismo, y de ésta se derivan aspectos ya humanos como el papel de los sexos en la sociedad (según el sector que primase de la economía, con la división del trabajo por sexos).

    Marx: la economía, las relaciones de producción, las condiciones materiales y la lucha de clases son los motores del cambio. Economía determina condiciones materiales. Dentro de éstas están las clases de ser el modelo económico explotador, y así, la clase dominante sea clase explotadora. Infraestructura determina a la superestructura. Cultura es parte de la superestructura y al cambiar la clase dominante ha ido modificando aspectos en torno al interés de ésta.

    De sumo interés nos serían las notas de Friedrich Engels en este aspecto, que demuestran que el trabajo es algo inherente a la evolución del “mono” a hombre, mientras que la cultura es producto de ésta evolución:

    “Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.”(1)

    Esa transmisión, como es obvio, no seguiría los principios del lamarckismo (el fragmento nos puede inducir a malinterpretar a Engels), sino que serían las manos más adaptadas para realizar un trabajo cada vez más técnico (relativamente) las que serían seleccionadas naturalmente para pasar a ir ganándole terreno al fenotipo de las manos menos adaptadas, de manera que éstas últimas quedarían excluidas de la especie.

    Una vez aclarado, sigamos demostrando el punto que refuta el determinismo simbolista de Habermas:


    “Mucho más importante es la repercusión directa y comprobable que el desarrollo de la mano ha ejercido sobre el resto del organismo. Como ya hemos dicho, nuestros antepasados simios eran seres sociables; sería de todo punto imposible, evidentemente, que el hombre, el más sociable de todos los animales, descendiera de un inmediato antepasado no sociable. Con cada nuevo progreso logrado, su dominio sobre la naturaleza, iniciado con el desarrollo de la mano, fue ampliando el horizonte visual del hombre. Este descubrió en los objetos naturales nuevas y nuevas propiedades, que hasta entonces desconocía. Y, de otra parte, el desarrollo del trabajo contribuyó necesariamente a acercar más entre sí a los miembros de la sociedad, multiplicando los casos de ayuda mutua y de acción en común y esclareciendo ante cada uno la conciencia de la utilidad de esta cooperación. En una palabra, los hombres en proceso de formación acabaron comprendiendo que tenían algo que decirse los unos a los otros. Y la necesidad se creó su órgano correspondiente: la laringe no desarrollada del mono fue transformándose lentamente, pero de un modo seguro, mediante la modulación, hasta adquirir la capacidad de emitir sonidos cada vez más modulados, y los órganos de la boca aprendieron poco a poco a articular una letra tras otra.
    Que esta explicación del nacimiento del lenguaje a base del trabajo y paralelamente con él es la única acertada lo demuestra la comparación con los animales. Lo único que éstos, incluso los más desarrollados, lo que tienen que comunicarse los unos a los otros se lo pueden comunicar también sin necesidad de lenguaje articulado.”
    (íbid.).

    “La determinación del lenuguaje por el trabajo”. Engels lo dice explícitamente, y Habermas, el “recuperador” del materialismo marxista, enuncia con menos datos que Engels la tesis radicalmente opuesta.

    El mismo autor matiza las relaciones entre trabajo y lenguaje en la transformación del ser humano en tal:

    “El trabajo, en primer lugar, y después de él y enseguida a la par con él el lenguaje son los dos incentivos más importantes bajo cuya influencia se ha transformado paulatinamente el cerebro del “mono” en el cerebro del hombre, que, aun -siendo semejante a él, es mucho mayor y más perfecto. Y, al desarrollarse el cerebro, se desarrollaron también, paralelamente, sus instrumentos inmediatos, los órganos de los sentidos. A la manera como el lenguaje, en su gradual desarrollo, va necesariamente acompañado por el correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo del cerebro en general lleva aparejado el de todos los sentidos. El águila ve mucho más lejos que el hombre, pero el ojo humano descubre mucho más en las cosas que el ojo del águila. El perro tiene un olfato más fino que el hombre, pero no distingue ni la centésima parte de los olores que acusan para éste determinadas características de diferentes cosas. Y el sentido del tacto, que en el mono apenas se da en sus inicios más toscos, sólo se desarrolla al desarrollarse la misma mano del hombre, por medio del trabajo.” (íbid.)

    Sobre el origen del lenguaje como determinación del trabajo vino a ensayar también el polémico marxista (marxista a ratos) Andréi Bogdánov, en su libro “Curso popular de economía política”, diciendo:

    “[...] El origen del lenguaje hablado guarda una estrecha relación con el proceso productivo, puesto que surgió de las denominadas “exclamaciones de trabajo”. Cuando un ser humano hace un ejercicio éste se refleja en su voz y en su aparato respiratorio, e involuntariamente emite algún grito que corresponde al esfuerzo que está realizando. El “¡ja!” del leñador al blandir el hacha o el “¡aup!” de los habladores del Volga son ejemplos de gritos de trabajo contemporáneos.
    Los organismos de los miembros individuales de la gens eran muy similares porque estaban estrechamente relacionados por el nacimiento y vivían juntos en idénticas condiciones naturales. Es, pues, natural que los gritos de trabajo de todos los miembros de la comunidad primitiva fuesen iguales y que éstos acabaran por convertirse en palabras que designasen una u otra actividad. De éste modo surgieron las palabras primitivas [...]”
    (2)

    Vemos pues que el enfoque simbolista de la evolución social humana es insuficiente y está alejado de la realidad.

    Éste es un punto de la crítica a Habermas; la crítica al simbolismo y a su crítica del materialismo histórico.

    Habermas creía que el cambio social, a raíz de su errónea teoría de la determinación cultural, se producía debido a evoluciones en los símbolos.

    Ésto consiste en desatender la historia y reducirla al desarrollo del lenguaje, a su complejización. Pero como hemos visto, el lenguaje corría determinado por el trabajo, de manera que para analizar el cambio social cualitativo y verdadero, debemos analizar, como hizo el marxismo, el cambio en las estructuras productivas que, a fin de cuentas, vienen a simbolizar el cambio en el resto de la superestructura a raíz de ese proceso cualitativo infraestructural que, curiosamente, ha de ponerse en marcha desde la superestructura si bien ésta se ha determinado por dicha nfraestructura. Como diría Marx en El Capital, se determinan polarmente, pero siendo la infraestructura determinante para el proceso de cambio superestructural.

    Al Habermas maduro no le queda más remedio que rendirse a la historia y reconocer que “puede haber” un cambio social desde el trabajo, las relaciones de producción, desatendiendo que el cambio en sí se debe a éstos y a la lucha de clases que generen (en casos contradictorios)

    Ésto en resumidas cuentas.

    Podemos además criticar su creencia en valores éticos universales y su noción del Estado, que van de la mano. Nos podemos servir de dos citas para ello:


    “…los hombres, ya sea consciente o inconscientemente, toman sus ideas morales, en última instancia, de las condiciones prácticas en que se basa su situación de clase: de las relaciones económicas en las que producen e intercambian sus productos… La moral ha sido siempre una moral de clase; o justificaba la dominación y los intereses de la clase dominante, o representaba, cuando la clase oprimida se volvía bastante poderosa, la rebelión contra esa dominación y defendía los intereses del futuro de los oprimidos”. (Friedrich Engels; “Anti-Dühring”, Ed. lenguas extranjeras, Moscú, 1939)

    “La clase que dispone de los medios de producción, dispone también, en virtud de eso mismo, de los medios de producción intelectuales” [...] “Los individuos que forman la clase dominante poseen, además, una consciencia y, en virtud de eso, piensan; y cómo ejercen su dominio precisamente como clase y determinan toda una época histórica determinada dada, se hace evidente que ejercen este control en todas las esferas, es decir, que dominan también como seres pensantes, como productores de ideas, regulan la producción y la distribución de las ideas de su tiempo; y esto significa que sus ideas son las ideas dominantes de la época”. (K. Marx y F. Engels; Obras escogidas, t. III, Ed. cooperativas de obreros de Moscú, 1949)

    Con ésto podemos dar por finalizada una breve crítica a los hipotéticos valores universales.

    En cuanto al Estado, mencionar que Habermas confía en un “Estado de derecho” abstracto; es decir, inexistente, sin tener en cuenta ni qué es el Estado ni por qué surge ni qué intereses plasma.

    Podemos hacer, con una cita, un recorrido histórico de las organizaciones humanas hasta el Estado, basándonos en una conferencia que Lenin dio a la Universidad Sverdlov antes de 1920:

    “Antes de que surgiera la primera forma de explotación del hombre por el hombre, la primera forma de la división en clases -- propietarios de esdavos y esclavos --, existiá la familia patriarcal o, como a veces se la llama, la familia del clan (clan: gens; en ese entonces vivían juntas las personas de un mismo linaje u origen). En la vida de muchos pueblos primitivos subsisten huellas muy definidas de aquellos tiempos primitivos, y si se toma cualquier obra sobre la cultura primitiva, se tropezará con descripciones, indicaciones y reminiscencias más o menos precisas del hecho de que hubo una época más o menos similar a un comunismo primitivo, en la que aún no existiá la división de la sociedad en esclavistas y esclavos. En esa época no existiá el Estado, no había ningón aparato especial para el empleo
    sistemático de la fuerza y el sometimiento del pueblo por la fuerza. Ese aparato es lo que se llama Estado.
    En la sociedad primitiva, cuando la gente vivía en pequeños grupos familiares y aún se hallaba en las etapas más bajas del desarrollo, en condiciones cercanas al salvajismo -- época separada por varios miles de años de la moderna sociedad humana civilizada --, no se observan aún indicios de la existencia del Estado. Nos encontramos con el predominio de la costumbre, la autoridad, el respeto, el poder de que gozaban los ancianos del clan; nos encontramos con que a veces este poder era reconocido a las mujeres -- la posición de las mujeres, entonces, no se parecía a la de opresión y falta de dere chos de las mujeres de hoy --, pero en ninguna parte encontramos una categoría especial de individuos diferenciados que gobiernen a los otros y que, en aras y con el fin de gobernar, dispongan sistemática y permanentemente de cierto aparato de coerción, de un aparato de violencia, tal como el que representan actualmente, como todos saben, los grupos especiales de hombres armados, las cárceles y demás medios para someter por la fuerza la voluntad de otros, todo lo que constituye la esencia del Estado.
    Si dejamos de lado las llamadas doctrinas religiosas, las sutilezas, los argumentos filosóficos y las diversas opiniones erigidas por los eruditos burgueses, y procuramos llegar a la verdadera esencia del asunto, veremos que el Estado es en realidad un aparato de gobierno, separado de la sociedad humana. Cuando aparece un grupo especial de hombres de esta clase, dedicados exclusivamente a gobernar y que para gobernar necesitan de un aparato especial de coerción para someter la voluntad de otros por la fuerza -- cárceles, grupos especiales de hombres, ejércitos, etc. --, es cuando aparece el Estado.”
    (3)

    En el mismo texto, Lenin trata sobre el carácter de clase del Estado, que aniquila la concepción habermasiana del mismo:


    “ […] antes de la división de la sociedad en clases, como ya lo he dicho, no existía ningún Estado. Pero cuando surge y se afianza la división de la sociedad en clases, cuando surge la sociedad de clases, también surge y se afianza el Estado. La historia de la humanidad conoce decenas y cientos de paises que han pasado o están pasando en la actualidad por la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo. En cada uno de ellos, pese a los enormes cambios históricos que han tenido lugar, pese a todas las vicisitudes políticas y a todas las revoluciones relacionadas con este desarrollo de la humanidad y con la transición de la esclavitud al capitalismo, pasando por el feudalismo, y hasta llegar a la actual lucha mundial contra el capitalismo […] percibirán siempre el surgimiento del Estado. Este ha sido siempre determinado aparato al margen de la sociedad y consistente en un grupo de personas dedicadas exclusiva o casi exclusivamente o principalmente a gobernar. Los hombres se dividen en gobernados y en especialistas en gobernar, que se colocan por encima de la sociedad y son llamados gobernantes, representantes del Estado. Este aparato, este grupo de personas que gobiernan a otros, se apodera siempre de ciertos medios de coerción, de violencia física, ya sea que esta violencia sobre los hombres se exprese en la maza primitiva o en tipos más perfeccionados de armas, en la época de la esclavitud, o en las armas de fuego inventadas en la Edad Media o, por último, en las armas modernas, que en el siglo XX son verdaderas maravillas de la técnica y se basan íntegramente en los últimos lo gros de la tecnología moderna. Los métodos de violencia cambiaron, pero dondequiera existió un Estado, existió en cada sociedad, un grupo de personas que gobernaban, mandaban, dominaban, y que, para conservar su poder, disponían de un aparato de coerción física, de un aparato de violencia, con las armas que correspondían al nivel técnico de la época dada. Y sólo examinando estos fenómenos generales, preguntándonos por qué no existió ningún Estado cuando no había clases, cuando no había explotadores y explotados, y por que apareció cuando aparecieron las clases; sólo así encontraremos una respuesta definida a la pregunta de cuál es la esencia y la significación del Estado.
    El Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra. Cuando no existían clases en la sociedad, cuando, antes de la época de la esclavitud, los hombres trabajaban en condiciones primitivas de mayor igualdad, en condiciones en que la productividad del trabajo era todavía muy
    baja y cuando el hombre primitivo apenas podía conseguir con dificultad los medios indispensables para la existencia más tosca y primitiva, entonces no surgió, ni podía surgir, un grupo especial de hombres separados especialmente para gobernar y dominar al resto de la sociedad. Sólo cuando apareció la primera forma de la división de la sociedad en clases, cuando apareció la esclavitud, cuando una clase determinada de hombres, al concentrarse en las formas más rudimentarias del trabajo agrícola, pudo producir cierto excedente, y cuando este excedente no resultó absolutamente necesario para la más mísera existencia del esclavo y pasó a manos del propietario de esclavos, cuando de este modo quedó asegurada la existencia de la clase de los propietarios de esclavos, entonces, para que ésta pudiera afianzarse era necesario que apareciera un Estado.”
    (íbid.)

    Y fue entonces cuando apareció el Estado esclavista, que por la lucha de clases fue evolucionando hasta el Estado capitalista de hoy, condenado asimismo a la muerte y a su supresión por un nuevo orden de cosas por las contradicciones internas del modo de producción que lo rige, como le ocurriese al Estado feudal situado entre éste Estado capitalista y el Estado esclavista precedente.

    Ahora, como último punto, podemos pasar a ver la noción de democracia que Habermas posee, y criticarla. Ésta no es otra más que la democracia deliberativa.

    ¿En qué se fundamenta?

    1-Coexistencia de todos los grupos de poder (bajo la real dominancia del grupo económicamente dominante, es decir, que dicha “convivencia” está llamada a morir y nunca podría avanzar).

    2-Combinación del poder tecnócrata (burocrático, que solo puede existir tras una complejización de las labores de dirección, lo que implica hacer que ésta descanse en un número reducido de individuos) con “métodos” de “poder popular” que “determinasen” a éstos.

    3-Creencia absurda de una cooperacón interclasista en base a unos inexistentes intereses comunes entre clases contradictorias, que vienen a definir los dos grandes grupos de clase de hoy día (vendedores de fuerza de trabajo y poseedores de los medios de producción), con intereses antagónicos.

    4-Búsqueda de un consenso deliberativo carente de votaciones para evitar una “dictadura de la mayoría”. Queda hasta bien de no saber que: 1-La mayoría es la clase explotada y está históricamente llamada a expresar su interés de clase como clase revolucionaria que es en el conflicto inevitable de intereses entre ésta y la clase entonces explotadora, sobre todo teniendo en cuenta las contradicciones capitalistas que inevitablemente dirigen al creciente ejército industrial de parados al descontento, pues la competencia capitalista se dirige a la monopolización que disminuye al mínimo el coste humano, momento en el cuál la revolución obrera es inevitable. 2-Si todos han tenido voto y voz sobre un problema (algo que con el parlamentarismo obviamente no ocurre) determinado, y se vota por mayoría un plan de acción sobre éste, ¿por qué tener que esperar a un imposible consenso cuando una amplia mayoría ha votado algo que, por ende, se debería de cumplir? ¿Acaso se pueden cumplir los intereses divergentes de todos los grupos? Eso es imposible, simplemente: la “conciliación” es precisamente la barrera más fuerte al desarrollo democrático, al igual que lo es el sistema de votación partidista del parlamentarismo, altamente burocrático (algo que la “democracia” habermasiana no elimina ni de lejos).

    Con ésto podemos dar por finalizada la crítica a Habermas.

    NOTAS:
    (1)Friedrich Engels, "Dialéctica de la naturaleza", p. 146-158
    (2)Andréi Bogdánov, "Curso popular de economía política"*, p. 7-10
    (3)Vladimir Lenin, "¿Qué es el Estado?", conferencia pronunciada en la Universidad Sverdlov en 1918

    *Sólo nos interesa la obra en sus capítulos que excluyen el último del libro: éste último, duramente criticado por Stalin en "Problemas económicos del socialismo en la URSS", daba un erróneo análisis sobre las relaciones monetario-mercantiles en la construcción socialista, en la dictadura del proletariado.



    AlejoSola, 19/3/2014

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