El centralismo democrático, (CD) es fundamental para el funcionamiento de los partidos comunistas. El CD exige para su buen funcionamiento y aplicación armonizar ambos conceptos, democracia y respeto a los organismos dirigentes con el objetivo esencial del desarrollo organizativo político e ideológico del Partido. Los reaccionarios, derechistas, fascistas, revisionistas y socialdemócratas lo discutan, lo tergiversen y, faltaría más, lo condenen.
¿Empero, en el partido, en nuestras filas, se entiende correctamente? Veamos la práctica y la teoría, pues una es prueba esencial de la otra. No es fácil, mas es necesario entenderlo y hacerlo entender a los camaradas, a todos los niveles para que puedan orientarse ante los problemas que se nos plantean a menudo: «El punto de vista de la práctica debe ser el punto de vista primero y fundamental de la teoría del conocimiento. Y conduce infaliblemente al materialismo, desechando desde el comienzo las interminables invenciones de la escolástica magisterial.[…] Si lo que confirma nuestra práctica es la verdad única, última y objetiva, de ello se desprende el reconocimiento de que el único camino conducente a la verdad es el camino […] de la ciencia.» (Lenin, “Materialismo y Empirocriticismo”)
Teoría y práctica. Cuán manidas son estas palabras, y que mal, algunas veces, interpretadas…
El CD legítima la discrepancia, no sólo la admite, para garantizar la diferencia de opiniones y su discusión razonada y argumentada. Esto no se puede obviar, impedir, o dificultar. La opinión de cada camarada, y más aún si se trata de un grupo de militantes, ha de ser escuchada, tenida en cuenta, respetada, discutida en su organismo ya sea la célula, comité de base, Cté. Territorial, e igual en todos los organismos de dirección: Comité central, Ejecutivo y Secretariado que tienen la obligación de asegurar el cumplimiento de lo decidido por el Congreso, (con la necesaria posibilidad de enriquecer y tomar medidas adecuadas al desarrollo de las situaciones) lo que no evita que si durante la discusión esa o esas opiniones equivocadas o erróneas sean desechadas.
El no respeto del CD, la tergiversación, el no aplicarlo, bajo cualquier pretexto, suele tener consecuencias negativas, errores a veces graves, que se enquistan y que es caldo de cultivo para el liberalismo, y todo lo que conlleva de indisciplina en unos casos, de burocratismo y prepotencia en otros, lo que es grave en ambos sentidos. Saber rectificar, sobre todo en los dirigentes es necesario y consecuente con el CD. Encastillarse en posiciones discutibles, anteponer el prurito personal,no aceptar que el error es posible, que nadie, ningún organismo está libre de equivocarse, es negar la esencia del Centralismo Democrático por el que tanto batallaron Lenin y Stalin.
En la clandestinidad, (desde los años sesenta hasta años después de la muerte de Franco) no era posible aplicar plenamente el CD por razones comprensibles. Sin embargo, nuestra experiencia demuestra que supimos asegurar un funcionamiento correcto, dentro de lo que las circunstancias permitían. Claro que hubo errores, equivocaciones, etc., etc. Unos se hubieran podido, quizá, evitar, otros no. Téngase en cuenta las circunstancias en las que teníamos que luchar.
En los Estatutos del Partido, vigentes hasta el próximo congreso, se define en el artículo 5 los deberes de los miembros del Partido, y el último párrafo de ese artículo, especifica: «Criticar los errores que se cometen en el trabajo del Partido, reconocer y corregir sus propios errores, luchar contra las tendencias negativas como el autoritarismo, el liberalismo, el servilismo y otras.»
Queda perfectamente claro que los deberes de los miembros del Partido son para todos los militantes, independientemente del cargo o responsabilidad de su competencia. Insistimos en esto, pues una de las experiencias de estos cincuenta años de nuestro Partido, y también internacionalmente, es la de rechazar la infalibilidad de los «dirigentes máximos». Someterse a esa infalibilidad es propio de seguidistas, de dogmáticos, pero nunca de un auténtico comunista.
No siempre se entiende bien el CD, en toda su profundidad. El centralismo es la supeditación de los organismos inferiores a los superiores. Pero eso no da patente de corso a los organismos superiores sobre los inferiores. Ahí entra en liza la discusión para mejor entender los problemas y cómo actuar. Y el otro elemento del CD que no se puede olvidar, ni deformar, es el de la democracia en el Partido, pero, como señalamos al principio, esos dos aspectos, centralismo y democracia, han de estar armonizados, de forma que ninguno de ellos anule al otro, pues, como se ha dicho repetidamente, el centralismo sin democracia equivale a un «ordeno y mando» o imposición. Y también, se ha de tener en cuenta que la democracia entendida como un todo único, es decir, negando o tergiversando el centralismo, conduce a la anarquía organizativa. Tres reglas rigen la marcha y desarrollo del Partido: el centralismo democrático, la dirección colectiva y la disciplina consciente. Estas tres reglas, a cual más importante, han de entenderse de forma viva, dialécticamente, para evitar el dogmatismo, el liberalismo y ese cáncer que se llama burocratismo.
Elena Ódena, en uno de sus artículos sobre el liberalismo, señala:
«El Partido (…) no puede estar en condiciones de cumplir su misión histórica si en sus filas prevalece un estilo y un método de trabajo carente de disciplina partidaria, de sentido de responsabilidad, sin una comprensión real de lo que significa el centralismo democrático en todos los terrenos de la militancia, tanto en lo que se refiere a la comprensión y cohesión política e ideológica, como a los aspectos prácticos, concretos de la ejecución de las tareas.( … ) En la lucha contra el liberalismo uno de los elementos decisivos es el reforzamiento de la disciplina partidaria, disciplina libremente consentida sobre la base de nuestra ideología…»
No creo que haya camarada consciente que rechace lo anteriormente expuesto.
Algo sobre la dirección colectiva que, a veces no se comprende bien o se malinterpreta. En todo colectivo, desde la célula hasta el secretariado, el resultado de las discusiones es obligatorio para todos sus componentes, incluso para los que no hayan estado de acuerdo. Los camaradas tienen la obligación de aplicar lo acordado, e insistimos también el o los que no estén de acuerdo. Se trata de la «supeditación de la minoría a la mayoría.» Mas, si el camarada en desacuerdo considera que es una cuestión importante política, ideológica u organizativa, tiene el derecho a referirse al organismo superior, siempre con respeto a los cauces. Empero, mientras el organismo competente decide, la obligación del camarada (o camaradas) es la de aplicar lo acordad en su organismo. Pongamos un ejemplo: En la reunión regular del Cte. Ejecutivo después de las discusiones pertinentes sobre un tema, se adopta una decisión por mayoría, pues no se ha logrado la unanimidad. Todos los miembros del C.E, tienen la obligación de aplicar lo decidido en la reunión, hasta la siguiente reunión, donde se hace balance de las tareas realizadas, y donde el desacuerdo anterior, si se cree importante, se puede volver a discutir. Es más, esos miembros del CE, cuando se celebre el Pleno del CC tienen derecho a exponer sus desacuerdos, pues el CC es un organismo superior al CE y ante el cual este debe rendir cuentas, y el CC puede ratificar o rectificar decisiones del CE.
El CD ha de ser aplicado «de abajo a arriba y de arriba abajo». Véase el capítulo IV de nuestros estatutos. La dirección máxima del Partido es el Congreso, en el que se analiza el trabajo realizado desde el anterior congreso y se trazan las líneas maestras de la política del partido, se aprueba la Línea Política, los Estatutos, y se elige al Comité Central, el cual, entre Congreso y congreso es el organismo superior, cuando se reúne en el Pleno; el CC elige al Comité Ejecutivo, que entre pleno y pleno del CC , asume la autoridad colectivamente, no individualmente, y a su vez elige al Secretariado que asume la responsabilidad entre CE y CE. A veces, por razones equis no se puede cumplir la regularidad deseable de reunión del CC y del CE. Lo que dificulta un buen y eficaz funcionamiento de la dirección colectiva que ha de asegurarse a todos los niveles. Por ello, el secretariado rinde cuentas al CE, el cual aprobará o rectificará. Y también por la misma razón, el CE rinde cuentas al CC, informa de las medidas tomadas, hace propuestas etc. El CC debe pues, aprobar, rectificar, criticar, en su reunión plenaria al CE. Y el CC ha de llevar al Congreso todo lo referente a la marcha del Partido desde el anterior congreso, propuestas, planes de trabajo, etc., etc. Y como ya se ha dicho, será el congreso el que fije las líneas centrales de la actividad del partido (art. 18).
Suponemos que queda claro que es deber todo militante, organismo, comité, etc., velar por el respeto de tres aspectos esenciales, la dirección colectiva que debe garantizar el centralismo democrático y la disciplina militante que debe asegurar las dos primeras. Y si hay dudas, puesto que nos dirigimos al Congreso, máximo organismo del Partido, es el momento de discutir, debatir para mejorar nuestro funcionamiento. Que falta nos hace.
¿Empero, en el partido, en nuestras filas, se entiende correctamente? Veamos la práctica y la teoría, pues una es prueba esencial de la otra. No es fácil, mas es necesario entenderlo y hacerlo entender a los camaradas, a todos los niveles para que puedan orientarse ante los problemas que se nos plantean a menudo: «El punto de vista de la práctica debe ser el punto de vista primero y fundamental de la teoría del conocimiento. Y conduce infaliblemente al materialismo, desechando desde el comienzo las interminables invenciones de la escolástica magisterial.[…] Si lo que confirma nuestra práctica es la verdad única, última y objetiva, de ello se desprende el reconocimiento de que el único camino conducente a la verdad es el camino […] de la ciencia.» (Lenin, “Materialismo y Empirocriticismo”)
Teoría y práctica. Cuán manidas son estas palabras, y que mal, algunas veces, interpretadas…
El CD legítima la discrepancia, no sólo la admite, para garantizar la diferencia de opiniones y su discusión razonada y argumentada. Esto no se puede obviar, impedir, o dificultar. La opinión de cada camarada, y más aún si se trata de un grupo de militantes, ha de ser escuchada, tenida en cuenta, respetada, discutida en su organismo ya sea la célula, comité de base, Cté. Territorial, e igual en todos los organismos de dirección: Comité central, Ejecutivo y Secretariado que tienen la obligación de asegurar el cumplimiento de lo decidido por el Congreso, (con la necesaria posibilidad de enriquecer y tomar medidas adecuadas al desarrollo de las situaciones) lo que no evita que si durante la discusión esa o esas opiniones equivocadas o erróneas sean desechadas.
El no respeto del CD, la tergiversación, el no aplicarlo, bajo cualquier pretexto, suele tener consecuencias negativas, errores a veces graves, que se enquistan y que es caldo de cultivo para el liberalismo, y todo lo que conlleva de indisciplina en unos casos, de burocratismo y prepotencia en otros, lo que es grave en ambos sentidos. Saber rectificar, sobre todo en los dirigentes es necesario y consecuente con el CD. Encastillarse en posiciones discutibles, anteponer el prurito personal,no aceptar que el error es posible, que nadie, ningún organismo está libre de equivocarse, es negar la esencia del Centralismo Democrático por el que tanto batallaron Lenin y Stalin.
En la clandestinidad, (desde los años sesenta hasta años después de la muerte de Franco) no era posible aplicar plenamente el CD por razones comprensibles. Sin embargo, nuestra experiencia demuestra que supimos asegurar un funcionamiento correcto, dentro de lo que las circunstancias permitían. Claro que hubo errores, equivocaciones, etc., etc. Unos se hubieran podido, quizá, evitar, otros no. Téngase en cuenta las circunstancias en las que teníamos que luchar.
En los Estatutos del Partido, vigentes hasta el próximo congreso, se define en el artículo 5 los deberes de los miembros del Partido, y el último párrafo de ese artículo, especifica: «Criticar los errores que se cometen en el trabajo del Partido, reconocer y corregir sus propios errores, luchar contra las tendencias negativas como el autoritarismo, el liberalismo, el servilismo y otras.»
Queda perfectamente claro que los deberes de los miembros del Partido son para todos los militantes, independientemente del cargo o responsabilidad de su competencia. Insistimos en esto, pues una de las experiencias de estos cincuenta años de nuestro Partido, y también internacionalmente, es la de rechazar la infalibilidad de los «dirigentes máximos». Someterse a esa infalibilidad es propio de seguidistas, de dogmáticos, pero nunca de un auténtico comunista.
No siempre se entiende bien el CD, en toda su profundidad. El centralismo es la supeditación de los organismos inferiores a los superiores. Pero eso no da patente de corso a los organismos superiores sobre los inferiores. Ahí entra en liza la discusión para mejor entender los problemas y cómo actuar. Y el otro elemento del CD que no se puede olvidar, ni deformar, es el de la democracia en el Partido, pero, como señalamos al principio, esos dos aspectos, centralismo y democracia, han de estar armonizados, de forma que ninguno de ellos anule al otro, pues, como se ha dicho repetidamente, el centralismo sin democracia equivale a un «ordeno y mando» o imposición. Y también, se ha de tener en cuenta que la democracia entendida como un todo único, es decir, negando o tergiversando el centralismo, conduce a la anarquía organizativa. Tres reglas rigen la marcha y desarrollo del Partido: el centralismo democrático, la dirección colectiva y la disciplina consciente. Estas tres reglas, a cual más importante, han de entenderse de forma viva, dialécticamente, para evitar el dogmatismo, el liberalismo y ese cáncer que se llama burocratismo.
Elena Ódena, en uno de sus artículos sobre el liberalismo, señala:
«El Partido (…) no puede estar en condiciones de cumplir su misión histórica si en sus filas prevalece un estilo y un método de trabajo carente de disciplina partidaria, de sentido de responsabilidad, sin una comprensión real de lo que significa el centralismo democrático en todos los terrenos de la militancia, tanto en lo que se refiere a la comprensión y cohesión política e ideológica, como a los aspectos prácticos, concretos de la ejecución de las tareas.( … ) En la lucha contra el liberalismo uno de los elementos decisivos es el reforzamiento de la disciplina partidaria, disciplina libremente consentida sobre la base de nuestra ideología…»
No creo que haya camarada consciente que rechace lo anteriormente expuesto.
Algo sobre la dirección colectiva que, a veces no se comprende bien o se malinterpreta. En todo colectivo, desde la célula hasta el secretariado, el resultado de las discusiones es obligatorio para todos sus componentes, incluso para los que no hayan estado de acuerdo. Los camaradas tienen la obligación de aplicar lo acordado, e insistimos también el o los que no estén de acuerdo. Se trata de la «supeditación de la minoría a la mayoría.» Mas, si el camarada en desacuerdo considera que es una cuestión importante política, ideológica u organizativa, tiene el derecho a referirse al organismo superior, siempre con respeto a los cauces. Empero, mientras el organismo competente decide, la obligación del camarada (o camaradas) es la de aplicar lo acordad en su organismo. Pongamos un ejemplo: En la reunión regular del Cte. Ejecutivo después de las discusiones pertinentes sobre un tema, se adopta una decisión por mayoría, pues no se ha logrado la unanimidad. Todos los miembros del C.E, tienen la obligación de aplicar lo decidido en la reunión, hasta la siguiente reunión, donde se hace balance de las tareas realizadas, y donde el desacuerdo anterior, si se cree importante, se puede volver a discutir. Es más, esos miembros del CE, cuando se celebre el Pleno del CC tienen derecho a exponer sus desacuerdos, pues el CC es un organismo superior al CE y ante el cual este debe rendir cuentas, y el CC puede ratificar o rectificar decisiones del CE.
El CD ha de ser aplicado «de abajo a arriba y de arriba abajo». Véase el capítulo IV de nuestros estatutos. La dirección máxima del Partido es el Congreso, en el que se analiza el trabajo realizado desde el anterior congreso y se trazan las líneas maestras de la política del partido, se aprueba la Línea Política, los Estatutos, y se elige al Comité Central, el cual, entre Congreso y congreso es el organismo superior, cuando se reúne en el Pleno; el CC elige al Comité Ejecutivo, que entre pleno y pleno del CC , asume la autoridad colectivamente, no individualmente, y a su vez elige al Secretariado que asume la responsabilidad entre CE y CE. A veces, por razones equis no se puede cumplir la regularidad deseable de reunión del CC y del CE. Lo que dificulta un buen y eficaz funcionamiento de la dirección colectiva que ha de asegurarse a todos los niveles. Por ello, el secretariado rinde cuentas al CE, el cual aprobará o rectificará. Y también por la misma razón, el CE rinde cuentas al CC, informa de las medidas tomadas, hace propuestas etc. El CC debe pues, aprobar, rectificar, criticar, en su reunión plenaria al CE. Y el CC ha de llevar al Congreso todo lo referente a la marcha del Partido desde el anterior congreso, propuestas, planes de trabajo, etc., etc. Y como ya se ha dicho, será el congreso el que fije las líneas centrales de la actividad del partido (art. 18).
Suponemos que queda claro que es deber todo militante, organismo, comité, etc., velar por el respeto de tres aspectos esenciales, la dirección colectiva que debe garantizar el centralismo democrático y la disciplina militante que debe asegurar las dos primeras. Y si hay dudas, puesto que nos dirigimos al Congreso, máximo organismo del Partido, es el momento de discutir, debatir para mejorar nuestro funcionamiento. Que falta nos hace.