Juventud Comunista de España (marxista-leninista)
Lunes, 02 de Junio de 2014 12:26
La noticia nos ha pillado por sorpresa. La resaca electoral todavía seguía dando de qué hablar en las tertulias políticas, mientras uno de los partidos de la oligarquía, el PSOE, se debate en la realización de un Congreso Extraordinario y un proceso de primarias para encarar la sangría de votos. Así las cosas, todo parece indicar que el régimen del 78 se va desmoronando a un ritmo frenético. Basta echar la vista unos meses atrás.
Y llegamos al 22 de marzo, cuando cientos de miles de personas inundaron las calles de Madrid en el acontecimiento político más importante para la izquierda de nuestro país en los últimos años: las Marchas de la Dignidad. Columnas de trabajadoras y trabajadores, venidos de todos los rincones de España, confluían en la capital. La unidad popular se fraguaba alrededor de las consigna Pan, Techo y Trabajo. Y se señalaba a un culpable, el régimen.
Un día después, el 23 de marzo moría Adolfo Suárez, padre de la Transición y uno de los protagonistas (junto a Juan Carlos I) de la consolidación del nuevo estado salido del Franquismo: una monarquía parlamentaria con una democracia de baja intensidad, que dejaba atado y bien atado el poder de la oligarquía española. Toda la casta acudía a cerrar filas ante el cadáver caliente de Suárez, un teatro donde ya nadie cree ni al director, ni a los actores, ni al guión. El régimen se volvía una farsa ante millones de ciudadanos.
Por último, las elecciones europeas han supuesto un duro golpe a las aspiraciones de la oligarquía. Sus partidos, PP y PSOE, ya no suman ni la mitad de los votos emitidos, hecho inaudito en toda la historia de la monarquía parlamentaria. Además, las fuerzas de la izquierda y del campo popular han irrumpido con un fuerte porcentaje de votos, abriendo la ventana a un futuro electoral exitoso para las organizaciones democráticas y progresistas. De la misma manera, los partidos soberanistas se han impuesto en Catalunya y Euskadi, dinamitando el debate territorial.
Y tras la abdicación del Rey, ¿qué? Es evidente que estamos ante un momento de excepción en nuestro país. Los consensos políticos que durante más de 30 años han imperado en España se han hecho añicos. Y las voces que reclaman un cambio son ya un clamor. Pero debemos de estar prevenidos y evitar un posible paso en falso, no podemos consentir una segunda transición que pase por el nombramiento de Felipe VI como rey de España, ni tampoco la formación de una Gran Coalición entre las fuerzas políticas del régimen que una salida a su hundimiento, posibilidad más que real tras las declaraciones de dirigentes populares y socialistas.
Es la hora del pueblo y la clase trabajadora. Sólo con unidad podremos dar el golpe definitivo y tumbar el régimen. Es el momento de abrir un proceso constituyente donde lo hablemos todo: la forma de estado, el modelo territorial, el avance en derechos democráticos, el sistema económico. En definitiva, es el momento de decidir nuestro futuro.
La Tercera República está cerca. De nosotras y nosotros depende que se convierta en un grito unánime:
¡A las 20.00 h tomemos la calle! ¡Llenemos las plazas de cada municipio!
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Lunes, 02 de Junio de 2014 12:26
La noticia nos ha pillado por sorpresa. La resaca electoral todavía seguía dando de qué hablar en las tertulias políticas, mientras uno de los partidos de la oligarquía, el PSOE, se debate en la realización de un Congreso Extraordinario y un proceso de primarias para encarar la sangría de votos. Así las cosas, todo parece indicar que el régimen del 78 se va desmoronando a un ritmo frenético. Basta echar la vista unos meses atrás.
Y llegamos al 22 de marzo, cuando cientos de miles de personas inundaron las calles de Madrid en el acontecimiento político más importante para la izquierda de nuestro país en los últimos años: las Marchas de la Dignidad. Columnas de trabajadoras y trabajadores, venidos de todos los rincones de España, confluían en la capital. La unidad popular se fraguaba alrededor de las consigna Pan, Techo y Trabajo. Y se señalaba a un culpable, el régimen.
Un día después, el 23 de marzo moría Adolfo Suárez, padre de la Transición y uno de los protagonistas (junto a Juan Carlos I) de la consolidación del nuevo estado salido del Franquismo: una monarquía parlamentaria con una democracia de baja intensidad, que dejaba atado y bien atado el poder de la oligarquía española. Toda la casta acudía a cerrar filas ante el cadáver caliente de Suárez, un teatro donde ya nadie cree ni al director, ni a los actores, ni al guión. El régimen se volvía una farsa ante millones de ciudadanos.
Por último, las elecciones europeas han supuesto un duro golpe a las aspiraciones de la oligarquía. Sus partidos, PP y PSOE, ya no suman ni la mitad de los votos emitidos, hecho inaudito en toda la historia de la monarquía parlamentaria. Además, las fuerzas de la izquierda y del campo popular han irrumpido con un fuerte porcentaje de votos, abriendo la ventana a un futuro electoral exitoso para las organizaciones democráticas y progresistas. De la misma manera, los partidos soberanistas se han impuesto en Catalunya y Euskadi, dinamitando el debate territorial.
Y tras la abdicación del Rey, ¿qué? Es evidente que estamos ante un momento de excepción en nuestro país. Los consensos políticos que durante más de 30 años han imperado en España se han hecho añicos. Y las voces que reclaman un cambio son ya un clamor. Pero debemos de estar prevenidos y evitar un posible paso en falso, no podemos consentir una segunda transición que pase por el nombramiento de Felipe VI como rey de España, ni tampoco la formación de una Gran Coalición entre las fuerzas políticas del régimen que una salida a su hundimiento, posibilidad más que real tras las declaraciones de dirigentes populares y socialistas.
Es la hora del pueblo y la clase trabajadora. Sólo con unidad podremos dar el golpe definitivo y tumbar el régimen. Es el momento de abrir un proceso constituyente donde lo hablemos todo: la forma de estado, el modelo territorial, el avance en derechos democráticos, el sistema económico. En definitiva, es el momento de decidir nuestro futuro.
La Tercera República está cerca. De nosotras y nosotros depende que se convierta en un grito unánime:
¡A las 20.00 h tomemos la calle! ¡Llenemos las plazas de cada municipio!
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