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    Chus Ditas
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    Mensaje por Chus Ditas Sáb Jun 07, 2014 9:02 pm

    Bolchevismo, el camino a la revolución

    libro de Alan Woods

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    Alan Woods realiza una exhaustiva investigación de la génesis del bolchevismo, desde los años heroícos del Grupo por la Emancipación del Trabajo, dirigido por Plejánov, o los intentos de estructuración del movimiento socialdemócrata y la aparición de Iskra, pasando por el II Congreso del POSDR y la división del partido entre mencheviques y bolcheviques, la revolución de 1905, los años posteriores de reacción, el nuevo auge de la lucha de clases y la I Guerra Mundial y, por supuesto, la crisis revolucionaria subsiguiente que conduciría finalmente al triunfo de Octubre.
     
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    Mensaje por camaradaneos Vie Ene 31, 2020 11:01 am

    Buscando profundizar en el fracaso derivado del boicot a la duma de 1906, me he topado con este fragmento del libro(porque el libro no lo he leido)
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    Hay libros exclusivamente sobre la revolución rusa que no indagan tanto en este hecho,creo que Alan Woods hizo muy buen trabajo.
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    Mensaje por camaradaneos Vie Ene 31, 2020 11:16 am

    Este es un fragmento del libro “Bolchevismo, el camino a la revolución” de Alan Woods que habla sobre el debate, dentro del movimiento revolucionario, sobre la actitud hacia las elecciones de la Duma (parlamento) que se realizaron en Rusia en el año 1906. Un año antes había estallado una revolución obrera, cuando esta había sido aplastada, la revolución se extendía entre los campesinos. Lenin y los bolcheviques veían que la lucha campesina podría reanimar la lucha revolucionaria de los trabajadores en las ciudades. La cuestión campesina se convirtió en el tema central. El Estado convinó la represión con el engaño, ofreciendo una nueva Ley electoral que aumentaba ligeramente el voto pero donde el 50% de la población adulta lo tenía negado. En las curias había un elector terrateniente por cada 2000 mil habitantes, mientras que entre los campesinos la relación era 1:7000 y entre los obreros 1:90000. Este es solo un ejemplo de lo reaccionaria y antidemocrática que era la Duma, lo cual no decía todo sobre si los revolucionarios debían participar o no en ella o boicotearla o no abiertamente.

    Las cuestiones tácticas no se pueden trasladar mecánicamente, hay una lucha abierta por el boicot electoral por algunas organizaciones de trabajadores en estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán y este se impulsa por pequeños grupos aislados en otros estados del país. Por otro lado veremos que otros sectores del movimiento de los trabajadores se manifestarán en las elecciones para oponerse a partidos burgueses y traidores, es un hecho (pese a que habrá escepticismo y amplia abstención) que Morena asumirá una posición firme en algunas zonas donde empieza a ser visto como una alternativa.

    Este texto muestra una experiencia rica que nos puede dar luces sobre la lucha que emprendemos el día de hoy.

    Fragmento de Bolchevismo el camino a la revolución
    Alan Woods

    ¿Boicot o no boicot?
    En la conferencia bolchevique de Tammerfors, que se celebró mientras la insurrección de Moscú estaba alcanzado su sangriento desenlace, los dirigentes bolcheviques debatieron su actitud hacia las próximas elecciones a la Duma. El ambiente general era contundentemente favorable al boicot. Pero Lenin puso una nota de cautela. Cuando llegó la hora de la votación, sólo hubo dos votos en contra de la propuesta de boicot —Lenin y Górev—. Esto provocó una explosión de indignación por los otros delegados que obligaron a Lenin a abandonar su postura. No fue la primera vez, ni la última, en que tuvo que tener en cuenta el ambiente de la capa dirigente contra su parecer. Su nueva postura fue recibida con un estruendoso aplauso, aunque, como dijo sarcásticamente para él era “retirada en completo orden militar”1.

    Los partidarios del boicot eran más fuertes entre esa capa de hombres de comité, incluido Stalin, que asistía a su primera reunión del partido en el extranjero y que consideraba que su conocimiento práctico de la situación en Rusia, era suficiente para situarle en un plano superior a los teóricos del partido, incluso al propio Lenin. En otra sesión de la Conferencia de Tammerfors se votó a favor de la reunificación del POSDR. Había que convocar el IV Congreso del partido, acto seguido se comenzarían las medidas preliminares para unir a las dos facciones basándose en la paridad. Los comités locales debían combinar sus actividades, se debían elegir comités desde abajo en todas partes y éstos debían ser los responsables de los escalones más bajos. Pero había que aplicar el centralismo democrático y, una vez elegidos, los comités debían tener “una amplitud total de poder en la cuestión de la dirección ideológica y práctica”2.

    Inmediatamente, se celebraron reuniones entre los representantes de las dos tendencias, asistieron por ambas Lenin y Mártov, para eliminar los obstáculos que impedían la unificación y convocar el IV Congreso del partido. Con relación al boicot de la Duma, los mencheviques aceptaron discutir la cuestión del boicot, insistentemente planteada por los bolcheviques. Todavía estaban bajo el impacto de los recientes acontecimientos y, además, recelaban de la Duma. Sin embargo, en el momento del congreso ya se estaban enfriando y cambiaron de dirección. Después de la derrota de diciembre sin duda era necesario revisar las tácticas del partido y tener en cuenta la nueva situación. Después de haber fracasado en la toma de las posiciones del enemigo a través del asalto directo, era necesario recurrir a tácticas de asedio, utilizando todas las posibilidades legales para reunir a los trabajadores alrededor del programa revolucionario.

    Boicotear el parlamento en estas circunstancias era un serio error. Trotsky señala que: “Es permisible boicotear las asambleas representativas sólo en caso de que el movimiento de masas sea suficientemente fuerte para derrumbarlas o para pasarlas por alto. Pero cuando las masas están en plena retirada, la táctica del boicot pierde su sentido revolucionario”3.

    Las discusiones internas sobre táctica en relación a la cuestión del boicot fueron muy acaloradas. Este debate abrió un abismo profundo que separó al bolchevismo del menchevismo. Los mencheviques, con su habitual inclinación hacia el oportunismo, rápidamente sacaron la conclusión de que la revolución había terminado y que era el momento de entrar en la arena parlamentaria. Pero se enfrentaron con dificultades considerables a la hora de convencer a la base del partido. Al principio se negaban a participar en las elecciones y después cambiaron su postura hacia el “semiboicot”, unido a la consigna confusa y sin sentido de “autonomía revolucionaria”. Lenin denunció estas vacilaciones: “No creen en la revolución y tampoco en la Duma”. Plejánov, ahora en el ala derecha del menchevismo, defendía la participación sin más.

    A pesar de que la represión cada vez era más feroz, el partido todavía era capaz de funcionar. Se celebraban reuniones donde se discutían apasionadamente las cuestiones tácticas. El ambiente general de la militancia del partido en esta etapa todavía era muy favorable a la participación en las elecciones a la Duma. En la conferencia unificada del partido en San Petersburgo celebrada el 11 de febrero, en la que participaban bolcheviques y mencheviques, Lenin inició la discusión sobre la actitud del partido hacia la Duma. Dan y Mártov, representando a los mencheviques, hablaron en contra. En una segunda conferencia se aprobó la posición de Lenin del “boicot activo”. Años más tarde Lenin admitió, honradamente, que esta postura fue una equivocación, pero en aquel momento reflejaba, sin lugar a dudas, el ambiente reinante entre los activistas. La naturaleza reaccionaria de la Duma era evidente, no sólo para los bolcheviques, también para la mayoría de socialdemócratas. El ambiente entre la mayoría de socialdemócratas de todo el país parece que era profundamente favorable al boicot. La lava de la revolución todavía no se había enfriado, de modo que no sólo los bolcheviques, también los socialdemócratas polacos, letones, lituanos e incluso el Bund, habitualmente conservador, eran favorables a la táctica del boicot. Incluso muchos mencheviques eran ambivalentes. Pero este ambiente de los activistas del partido estaba un poco alejado del ambiente que existía entre las masas.

    Eva Broido recuerda la discusión sobre la participación en las elecciones a la Duma de 1906, y como en realidad, el POSDR “tropezó” casi inesperadamente con la Duma: “Los bolcheviques estaban en contra y los mencheviques estaban a favor de la participación. Al final llegaron al acuerdo de que el partido sólo participaría en la primera vuelta electoral —en los colegios electorales (no había voto directo)—. De esta forma el partido esperaba aprovechar las elecciones para conseguir sus objetivos de propaganda y agitación, particularmente, entre los trabajadores. Pero las cosas ocurrieron de forma diferente. Allí donde los mencheviques tenían una gran mayoría, como en el Cáucaso, el partido ganó las elecciones y consiguió varios diputados a la Duma. Además, otros cuantos que resultaron elegidos como independientes se unieron a los socialdemócratas. De este modo, el partido consiguió una representación en la Duma y ahora tenía que decidir su actitud hacia los acontecimientos políticos actuales”. Y continúa: “Además —e iba en contra de los pronósticos bolcheviques— la Duma se convirtió en el centro del interés público, incluso entre la clase obrera. Ya no era posible simplemente ignorar a la Duma, y nosotros los mencheviques estábamos convencidos que debíamos hacer todo el uso posible de esta oportunidad de proclamar públicamente a todo el país nuestro mensaje socialista”4.

    En la primavera de 1906 se celebraron las elecciones a la primera Duma. Debido a la relativa ampliación del sufragio que se ofrecía en el Manifiesto de Octubre, ahora existía el potencial para que los socialdemócratas pudieran hacer una campaña electoral exitosa. Con este sistema, como hemos visto, los trabajadores votaban por separado a través del sistema de comisiones electorales conocidas como “curias” que elegían a los representantes de la siguiente forma: Las elecciones se celebraban en tres etapas: en la primera los trabajadores elegían a los representantes en la fábrica; estos representantes después se convertían en los “electores” y, por último, los “electores” elegían a los diputados de la Duma. Las fábricas que tenían entre cincuenta y mil trabajadores elegían un representante. Las fábricas más grandes elegían un representante por cada mil trabajadores y las fábricas con menos de cincuenta trabajadores estaban excluidas de las votaciones. Paradójicamente, el hecho de que las elecciones fueran indirectas, por sí mismo un hecho antidemocrático, proporcionó a los socialdemócratas una oportunidad que no habrían tenido con un sistema electoral normal, les permitió concentrar sus energías en las curias de trabajadores, su “electorado natural”.

    La postura bolchevique estaba basada en la expectativa de una nueva oleada revolucionaria inminente. Pero se trataba de una mala interpretación de la situación. Los trabajadores más avanzados tenían la necesidad de un partido revolucionario, pero las masas cada vez más caían en la apatía y la pasividad. Es una realidad que el ambiente de la capa más activa y militante de los trabajadores muchas veces puede ser diferente al del resto de la clase. La vanguardia puede ir demasiado lejos con respecto a su clase. En la lucha de clases sería la misma equivocación que el error análogo en la táctica militar. Si la vanguardia se aleja demasiado y pierde el contacto con la retaguardia, correrá el riesgo serio de que la hagan añicos. Esto se aplica igualmente a la capa más militante, cuando víctima de la impaciencia, juzga mal el ambiente entre los trabajadores o confunde su propio nivel de comprensión con el de la mayoría. Y es lo que ocurrió en este caso.

    Los bolcheviques malinterpretaron la situación y no comprendieron que la revolución ya estaba en retirada. Igual que en la guerra, en una revolución o incluso en una huelga, cuando la situación lo requiere es necesario ser capaces de retirarse en un buen orden. Mantener el avance cuando las condiciones objetivas exigen una retirada, sólo puede conducir al desastre. En realidad, la táctica del boicot activo no tuvo ningún efecto. La verdadera naturaleza de la Duma no era evidente para las masas. Las ilusiones constitucionales eran especialmente fuertes entre los campesinos y creían que podrían conseguir tierra. Pero la victoria de la contrarrevolución y el reflujo del movimiento de masas significa que para las más amplias capas de las masas de la pequeña burguesía urbana y el campesinado —e incluso para una capa de la clase obrera—, la Duma era la única esperanza, aunque tenue, de conseguir alguna mejora. Que estas esperanzas estuvieran desprovistas de cualquier base racional no las hace menos firmes.

    En la medida en que Lenin todavía creía en la inminencia de una nueva oleada revolucionaria, ponía todo el énfasis en el objetivo de la insurrección armada: “La socialdemocracia revolucionaria”, escribía en octubre de 1906, “debe ser la primera en ocupar su lugar en la lucha más directa y decidida, y la última en recurrir a los métodos más indirectos de lucha”. En otras palabras, su actitud ante la participación en los parlamentos, incluso en los más reaccionarios, estaba dictada, no por principios abstractos o por el dogmatismo, sino por las exigencias de la revolución. Durante todo el período desde 1906 al estallido de la Primera Guerra Mundial, la participación de los socialdemócratas en las elecciones a la Duma zarista con la ley electoral más reaccionaria de Europa —como la definió Lenin—, ocupó el centro de las controversias sobre táctica y estrategia que agitaban al partido. Años después en su obra clásica, La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo, Lenin explicaba su posición:

    “Cuando el zar anunció en agosto de 1905 la convocatoria de un ‘parlamento’ consultivo, los bolcheviques, contra todos los partidos de oposición y contra los mencheviques, declararon el boicot a este parlamento, que fue barrido, en efecto, por la revolución de octubre de 1905. Entonces el boicot fue justo, no porque esté bien abstenerse en general de participar en los parlamentos reaccionarios, sino porque fue tenida en cuenta con acierto la situación objetiva, que conducía a la rápida transformación de la huelga de masas en huelga política y, sucesivamente, en huelga revolucionaria y en insurrección. Además, el motivo de la lucha era, a la sazón, saber si había que dejar en manos del zar la convocatoria de la primera institución representativa o si se debía intentarse arrancársela de las manos a las viejas autoridades. Por cuanto no había ni podía haber la certeza plena de que la situación objetiva era análoga y de que su desarrollo había de realizarse en el mismo sentido y con igual rapidez, el boicot dejaba de ser justo.

    “El boicot de los bolcheviques al ‘parlamento’ en 1905 enriqueció al proletariado revolucionario con una experiencia política extraordinariamente preciosa, mostrando que en la combinación de las formas legales e ilegales, parlamentarias y extraparlamentarias de lucha es, a veces, conveniente y hasta obligado saber renunciar a las formas parlamentarias. Pero transportar ciegamente, por simple imitación, sin un espíritu crítico, esta experiencia a otras condiciones, a otra situación, es el mayor de los errores. Lo que constituyó ya un error, aunque no grande y fácilmente corregible, fue el boicot de los bolcheviques a la Duma de 1906.

    “Fueron errores mucho más serios y difícilmente reparables los boicots de 1907, 1908 y años sucesivos, pues, por una parte, no había que esperar que volviera a levantarse con mucha rapidez la ola revolucionaria y se transformara en insurrección y, por otra, el conjunto de la situación histórica creada por la renovación de la monarquía burguesa dictaba la necesidad de combinar el trabajo legal con el ilegal5”.

    Trotsky planteó el mismo punto: “El boicot es una declaración de abierta guerra contra el antiguo Gobierno, un ataque directo contra él. A menos de un amplio resurgir revolucionario... no hay que contar con el éxito del boicot’. Mucho más tarde, en 1920, Lenin escribía: ‘Fue un error... para los bolcheviques haber boicoteado la Duma en 1906’. Fue un error, porque después de la derrota de diciembre era imposible esperar una ofensiva revolucionaria en el futuro inmediato; por consiguiente, no tenía sentido despreciar una tribuna como la Duma para movilizar las filas de la revolución”6.

    Cerrada toda la discusión sobre la Duma quedaba la cuestión más fundamental de la actitud del partido obrero hacia los liberales. En el resultado de los acontecimientos de diciembre, existían claros indicios de un cambio en el ambiente de las clases en conflicto. Los trabajadores en todas partes habían pasado a la defensiva. Los acontecimientos de diciembre también marcaron un cambio decisivo en la actitud de los liberales. Los cadetes ya habían dado la espalda a la revolución en octubre de 1905. La insurrección de Moscú al final terminó con los restos de simpatía que aún pudieran abrigar hacia el proletariado revolucionario. Ahora aparecían con sus verdaderos colores. La burguesía se había unido como un solo hombre (y mujer) frente a la “locura” de diciembre. Por supuesto, no fue la primera vez en la historia que hemos visto este fenómeno. Como explicaron Marx y Engels, ocurrió exactamente lo mismo en la revolución de 1848.

    El estilo típico de los liberales en el período de reacción era reclamar la reforma para evitar la revolución, acudiendo al Estado para “su salvación”. Huelga decir que este consejo bienintencionado provocó una desdeñosa carcajada en los bancos octubristas. El gimoteo hipócrita de los liberales ante los “excesos” de la contrarrevolución sólo intentaba ser un consejo amistoso a la autocracia sobre el mejor método de estrangular la revolución. Se trataba de estrangular a una persona de tal forma que él o ella hiciera el menor ruido posible. Pero para poder llevar a cabo el estrangulamiento ¡no podían existir dos opiniones! Esta, en esencia, era la diferencia entre los dos bloques contrarrevolucionarios de la burguesía. Los cadetes comienzan a llamarse el “partido de la libertad del pueblo”. Lo mejor era engañar al pueblo y poner fin a la revolución que les había atemorizado. La actitud hacia los cadetes constituía la línea divisoria fundamental entre los socialdemócratas; los mencheviques defendían bloques y acuerdos con los cadetes en la Duma, mientras que Lenin reservaba su invectiva más amarga para estos liberales contrarrevolucionarios.

    La conducta contrarrevolucionaria de los liberales no era casualidad. La débil burguesía rusa estaba atada con mil lazos a la aristocracia feudal, por matrimonio, origen social o la propiedad directa de la tierra. Según un estudio de la época realizado por N. A. Borodin, El estado de la Duma en cifras, de los 153 cadetes de la primera Duma, 92 pertenecían a la nobleza. De éstos, tres tenían propiedades agrícolas de entre 5.000 y 10.000 deciatinas; ocho tenían propiedades de entre 1.000 y 2.000 deciatinas y 30 tenían propiedades entre 500 y 1.000 deciatinas. Así que, aproximadamente, un tercio de los diputados cadetes eran grandes terratenientes7. ¿Cómo podían estas personas ofrecer una solución al problema más apremiante al que se enfrentaba Rusia —la cuestión agraria—? A pesar de sus protestas “progresistas” sobre los demás temas básicos, los liberales en la Duma estaban más cerca del régimen zarista que de los trabajadores y campesinos.

    La burguesía liberal en la Duma se dividió en dos campos, representados por la “derecha” (octubristas) y la “izquierda” (Demócratas Constitucionales o cadetes como eran conocidos popularmente). Pero aunque, formalmente, se diferenciaban como “reaccionarios” y “liberales”, las diferencias entre ellos eran más aparentes que reales. En relación al proletariado revolucionario y al campesinado, estaban firmemente unidos en un solo bloque contrarrevolucionario representando los intereses del orden y la propiedad. Mientras que apoyaban de manera entusiasta el aplastamiento de la revolución, los “liberales” no eran contrarios a apoyarse en el movimiento de masas para presionar al régimen y conseguir concesiones. Pero no cuando las masas desafiaban su poder. La burguesía liberal, que ya había vendido su alma a la autocracia (alegando que se había transformado milagrosamente en una “monarquía constitucional”), inmediatamente ocupó su lugar legítimo en el campo de la reacción “parlamentaria”, allí permanecían como la más leal oposición de Su Majestad, como una simple hoja de parra de la contrarrevolución. La actitud de la socialdemocracia hacia los partidos burgueses se convirtió, desde ese momento, en la cuestión central de los revolucionarios.

    Ilusiones parlamentarias
    El 27 de abril (10 de mayo) de 1906, un caluroso día de verano, abrió sus puertas la primera Duma en el magnífico Palacio de Taúrida, el antiguo palacio del favorito de Catalina la Grande, Potiomkin. En una sala majestuosa, flanqueados por duques y cortesanos llenos de insignias, los representantes electos del pueblo oían respetuosamente el discurso de apertura del zar Nicolás. Un espectáculo lleno de colorido y algo discordante para los ojos de un observador inglés, que plasmó para la posterioridad: “Los campesinos con sus largos abrigos negros, algunos de ellos llevaban medallas y cruces militares; los popes (los curas), tártaros, polacos, hombres con todo tipo de vestidos excepto uniformes... Se podía ver al anciano solemne con levita, enérgicamente democrático mirando a los ‘inteligentes’, con larga cabellera y binóculo, un obispo polaco vestido de púrpura que parece el Papa; hombres sin collares; miembros del proletariado, hombres con anchas camisas rusas con cinturones; hombres vestidos por Davies o Poole, y hombres vestidos a la usanza de hace dos siglos... Hay un miembro polaco que lleva unos tirantes azul claro, una americana corta Eton y unas botas Hessian. Tiene el pelo rizado y mira exactamente igual que el héroe de Caballería Rusticana. Hay otro polaco que va vestido con un largo abrigo de franela blanco que le llega a las rodillas... Hay algunos socialistas que no llevan collares y hay, por supuesto, todo tipo de tocados que se puedan concebir”8.

    Aquí está expresada gráficamente la composición tan heterogénea de la Duma. Se trataba de una muestra genuina de la sociedad rusa unida bajo un mismo techo, dispuesta a resolver los problemas de la sociedad a través de ¡discusiones democráticas y la buena voluntad! Pero debajo del brillo y la ceremonia había una grieta invisible. La madre del zar sufrió tal conmoción ante la visión del populacho que durante varios días fue incapaz de sosegarse. Más tarde ella confió al ministro de finanzas: “Nos miraban como enemigos, no podía dejar de mirar a ciertas caras, ellas parecían reflejar un extraño odio por todos nosotros”9. Los partidos de derecha hicieron una mala campaña electoral y sólo consiguieron doce octubristas (liberales de derechas). Los cadetes se beneficiaron del boicot socialdemócrata. Al presentarse como la única alternativa de izquierdas consiguieron 184 escaños. A los socialdemócratas les costó caro su confusión acerca de la actitud ante las elecciones de la Duma. El POSDR intentó boicotear las elecciones, y después, cuando era evidente que las masas estaban participando, hicieron un apresurado cambio radical, pero era demasiado tarde para recuperar el terreno perdido. Habían servido de gran ayuda a los cadetes. Si los socialdemócratas y socialrevolucionarios hubieran presentado candidatos, los cadetes no habrían conseguido un resultado como éste, como se pudo ver en las siguientes elecciones.

    La táctica equivocada de los socialdemócratas dio a los cadetes el control efectivo de la Duma. Henchidos de orgullo, inmediatamente propusieron que se formara un gobierno que fuera responsable ante la Duma, frente al sistema aceptado donde el zar nombraba a un gobierno que era responsable sólo ante él. En realidad, lo que demandaban era que el poder pasara a los cadetes. Fiel a sus ilusiones parlamentarias, los mencheviques apoyaron la propuesta de los liberales, mientras, los bolcheviques se oponían a participar como un juguete en el parlamento. Incluso desde un punto de vista puramente democrático, un partido revolucionario digno de ese nombre no podía apoyar esta demanda. En la medida en que en Rusia no existía el sufragio directo y universal, la Duma no era el representante del pueblo. Al apoyar las maniobras parlamentarias de los cadetes se creaban ilusiones en que ese gobierno sería mejor que los gobiernos antidemocráticos zaristas que había habido antes. Pero este no era el caso. La burguesía sólo quería alcanzar un acuerdo con la monarquía, mientras que el partido revolucionario quería eliminarla y sustituirla con un gobierno verdaderamente democrático. Los dos objetivos eran incompatibles y en sí mismos correspondían a dos tácticas antagónicas. El choque por la táctica ante la Duma, inmediatamente dividió el POSDR en dos alas. “¿A favor o en contra del gobierno de los demócratas constitucionales?” Esa era la cuestión que debía someterse a un referéndum del partido.

    En el curso de la campaña del referéndum, la menchevique Eva Broido describe una reunión en la fábrica de barcos Wharf en San Petersburgo —un feudo menchevique— en la que habló Lenin: “Abrí la reunión y di la palabra a Lenin. Habló muy bien y con gran exaltación. Su discurso a menudo fue interrumpido con aplausos. Para mi sorpresa no atacó ni una sola vez a los mencheviques”10. Lenin perdió la votación por una gran mayoría, 50 a 13, pero esto demuestra el estilo de las polémicas del partido, especialmente cuando se trataba con los trabajadores. Broido confesó su sorpresa. ¿Era éste el mismo Lenin que había roto bruscamente con Mártov y Plejánov? En un debate ante los trabajadores que estaban bajo la influencia menchevique “no atacó ni una sola vez a los mencheviques”. Esto nos dice mucho sobre el método de Lenin.

    Aunque no ha llegado a nosotros el texto del discurso de Lenin en el astillero, no es difícil imaginar su contenido. Atacaría, no a los dirigentes mencheviques, sino al principal enemigo: los terratenientes, los capitalistas y el régimen zarista; explicaría que los llamados liberales en la Duma —los cadetes—, habían vuelto la espalda a la revolución y que intentaban llegar a un acuerdo con el zarismo, pediría a los trabajadores que sólo confiaran en su propia fuerza, que no se enredaran en alianzas y acuerdos con los liberales traidores; y exigiría que el POSDR —el partido obrero— mantuviera una política firme de independencia de clase. Lenin siempre confiaba en la fuerza de su causa —hechos, cifras y argumentos— para convencer a su audiencia. Sólo con este método, con el tiempo, ganaría a la mayoría, primero a las capas activas, después de la clase obrera en su conjunto. Los mismos métodos que utilizó en 1917, cuando Lenin dirigió el Partido Bolchevique para ganar a las masas con la famosa consigna “¡Explicar pacientemente!”.

    Aunque la Duma estaba dominada por los cadetes, éste no era el grupo parlamentario más grande. Había, por las razones antes explicadas, un bloque considerable de diputados campesinos —doscientos en total—. Algunos pensaban que este sería un factor de estabilidad. La ilusión del mujik prozarista y temeroso de dios era todavía fuerte en los círculos superiores de la clase dominante: “¡Gracias al cielo!”, exclamaba el conde Witte, “la Duma será en su mayoría campesina”. Pero este optimismo era prematuro. El mujik empezaba a ser consciente de sus propios intereses. Un gran sector de los diputados campesinos se organizaron en el “Grupo del Trabajo” (el “Trudovaya Gruppa” o “trudoviques” como se les conocía). Lenin inmediatamente comprendió el significado de esto. Los campesinos habían enviado a sus representantes a la Duma, no para hacer discursos, sino para conseguir la tierra. Pronto descubrirían en la práctica que la Duma resultaba inútil para resolver sus necesidades más imperiosas. Mientras, los socialdemócratas debían intentar por todos los medios crear un vínculo firme con los diputados campesinos, Lenin describió su psicología contradictoria: “El trudovique típico es el campesino consciente. No le son ajenas las aspiraciones a concertar un acuerdo con la monarquía, a conformarse con su propia porción de tierra dentro del marco del régimen burgués, pero en el momento actual empeña sus mayores esfuerzos en la lucha contra los terratenientes por la tierra, en la lucha contra el Estado feudal por la democracia”11.

    La táctica bolchevique consistía en el intento de separar a los trudoviques de la influencia de los cadetes. Pero esta táctica, necesariamente, requería la utilización cuidadosa del parlamento. La táctica del boicot había fracasado. Era necesario adaptar las tácticas del partido a las condiciones existentes si no quería verse reducido a una secta impotente alejada de las masas. Con una combinación cuidadosa del trabajo legal e ilegal, sería posible llegar a lo mejor de ambos mundos. Los revolucionarios podrían utilizar las oportunidades legales que todavía estaban disponibles y complementar este trabajo con actividades ilegales. Aquello que no podía aparecer en las páginas de la prensa legal y no se podía decir desde la tribuna de la Duma, podía aparecer publicado en los periódicos clandestinos. Se podía hacer propaganda del trabajo de los diputados socialdemócratas en la Duma en los periódicos legales como Volna, Vperiod y Ekho, donde se exponía el carácter fraudulento de este pseudoparlamento y la traición de los liberales.

    Para los mencheviques la Duma se había convertido en el centro de toda su atención. Esta desviación reformista fue inmediatamente evidente en la declaración de la fracción socialdemócrata de la Duma el 16 de julio, donde se afirmaba que la Duma “podía convertirse en el centro del movimiento de toda la población contra la política estatal autocrática”12. Aquí comenzaron una serie de choques ininterrumpidos entre los bolcheviques y los mencheviques por la cuestión de la actitud hacia la Duma. Los mencheviques dominaban el Comité Central y enviaron una circular a todos los grupos del POSDR pidiéndoles su apoyo para todos los pasos que iban a dar en la Duma (es decir, los cadetes) para cambiar a Goremykin, el presidente del Consejo de Ministros, por un candidato cadete. Los bolcheviques protestaron inmediatamente contra este apoyo a los liberales en la Duma. Los mencheviques respondieron que era necesario apoyar a la burguesía progresista (es decir, los cadetes) contra el ministerio. Lenin respondió que los repre
    sentantes parlamentarios del partido debían mantener una independencia total ante el resto de partidos, especialmente, ante la burguesía liberal. “Confiar en vuestra propia fuerza”, les decía, “sólo de esta forma podemos ganar al estrato más bajo y oprimido de la pequeña burguesía revolucionaria (trudoviques) y apartarla de los liberales (cadetes)”.

    Las ambiciones ministeriales de los cadetes y su ardiente deseo de salvar a la autocracia de sí misma, pronto entraron en conflicto con el ministerio dominante. En realidad, le estaban diciendo al zar: “Ves, no puedes confiar en tus ministros para defender el viejo orden. Necesitas hombres nuevos, personas que gocen de la confianza de las masas. Sólo nosotros podemos mantener a las masas bajo control. Pero debes apartarte y compartir el poder con nosotros”. Pero, en ese momento, los poderes fácticos se habían recuperado de la alarma inicial. Estaban consiguiendo mantener la situación bajo control con la ayuda de las balas y la soga. Ya no eran necesarios los servicios de los liberales. Decidida a erradicar los últimos vestigios de las conquistas de la revolución, la camarilla de la corte pasó a la ofensiva. Incluso la tímida resistencia de la Duma era demasiado intolerable para Nicolás.

    El 13 de mayo de 1906 el gobierno rechazó las demandas de la Duma cadete. La Duma respondió aprobando una resolución donde expresaba su “falta de confianza” en el ministerio e insistía en su dimisión. El CC menchevique del POSDR envió a las organizaciones del partido una resolución donde proponía apoyar la petición de la Duma cadete a favor de un nuevo ministro de la Duma —es decir cadete—. El oportunismo de los mencheviques en la Duma era difícil de soportar para los militantes del partido. Los bolcheviques consiguieron que el partido condenara la táctica en la Duma de Miliukov. Los votos de la organización del partido en San Petersburgo fueron 1.760 a favor de los bolcheviques y 952 por los mencheviques. En su conferencia de julio las organizaciones del partido de San Petersburgo confirmaron esta posición. Después de un debate en el que Lenin habló por los bolcheviques y Dan por los mencheviques, los socialdemócratas de San Petersburgo rechazaron específicamente la petición de un ministerio de la Duma. A pesar de esto, la fracción parlamentaria socialdemócrata continuó con su táctica conciliacionista y apoyó la resolución cadete sobre la cuestión agraria.

    Lenin ridiculizó las payasadas de los liberales de la Duma. “La Duma es impotente. Y lo es no sólo porque carece de las bayonetas y ametralladoras de que dispone el gobierno, sino porque, en su totalidad, no es revolucionaria ni capaz de una lucha enérgica”13. Pronto fue evidente que Lenin tenía razón. La Duma se fue a pique precisamente por la cuestión agraria. Lejos de ser una base sólida de la reacción, los trudoviques campesinos utilizaron su posición en la Duma para hacer campaña a favor de los derechos campesinos. Ante el horror del zar, en la Duma se planteó la toma de posesión de las tierras de los terratenientes. Su colérico comentario fue: “lo que es del terrateniente también es de él”. Este fue el anunció del final de la primera Duma. Irritado por los discursos radicales que salían de los salones del Palacio de Taúrida, el zar decidió poner fin a este circo.

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