Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro
libro de Henri Lebrun - año 1892
El imperio del Perú, en tiempo de su invasión por los españoles,abrazaba un territorio cuya extensión sorprende, puesto que no bajaba de mil quinientas millas de norte a sur a lo largo del Océano Pacífico, su anchura de este a oeste era mucho menos considerable, sirviéndole de límites las grandes cordilleras de los Andes, que se prolongan del uno al otro de sus extremos en toda su longitud. Como las demás comarcas del Nuevo Mundo, el Perú estaba en su principio habitado por numerosas tribus errantes de groseros salvajes, para quienes eran desconocidos los más sencillos procedimientos de la industria. Sus primeros habitantes, si hemos de dar crédito a las tradiciones que han llegado hasta nosotros, debieron haber sido uno de los pueblos más bárbaros de América. Iban errantes en un estado de desnudez completa por los bosques y selvas impenetrables que cubrían el suelo, puesto que no sabían servirse de la producción del país sino para satisfacer sus necesidades del momento, y carecían de toda noción de los principios que sirven para distinguir el bien del mal. Los goces de la vida animal eran los únicos objetos de sus pensamientos, y su mayor ambición consistía en procurarse los víveres que necesitaban. Transcurrieron muchos siglos sin que cambiase en nada este deplorable estado, ni los sufrimientos continuos, ni las privaciones extraordinarias a que estaban sujetos pudieron hacer nacer en su espíritu la idea de mejorar su situación.
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libro de Henri Lebrun - año 1892
El imperio del Perú, en tiempo de su invasión por los españoles,abrazaba un territorio cuya extensión sorprende, puesto que no bajaba de mil quinientas millas de norte a sur a lo largo del Océano Pacífico, su anchura de este a oeste era mucho menos considerable, sirviéndole de límites las grandes cordilleras de los Andes, que se prolongan del uno al otro de sus extremos en toda su longitud. Como las demás comarcas del Nuevo Mundo, el Perú estaba en su principio habitado por numerosas tribus errantes de groseros salvajes, para quienes eran desconocidos los más sencillos procedimientos de la industria. Sus primeros habitantes, si hemos de dar crédito a las tradiciones que han llegado hasta nosotros, debieron haber sido uno de los pueblos más bárbaros de América. Iban errantes en un estado de desnudez completa por los bosques y selvas impenetrables que cubrían el suelo, puesto que no sabían servirse de la producción del país sino para satisfacer sus necesidades del momento, y carecían de toda noción de los principios que sirven para distinguir el bien del mal. Los goces de la vida animal eran los únicos objetos de sus pensamientos, y su mayor ambición consistía en procurarse los víveres que necesitaban. Transcurrieron muchos siglos sin que cambiase en nada este deplorable estado, ni los sufrimientos continuos, ni las privaciones extraordinarias a que estaban sujetos pudieron hacer nacer en su espíritu la idea de mejorar su situación.
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