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Los biocombustibles son producidos a partir de materia orgánica, la cual procede en su mayoría de cultivos agrícolas. Hay dos tipos principales: el etanol, que se consigue a través de la caña de azúcar, la remolacha, el maíz o el trigo entre otros; y luego está el biodiesel que viene de la soja, aceite de palma, jatrofa, etc. Ambos se pueden mezclar en bajas cantidades con el combustible fósil sin necesidad de modificar, o con pequeñas modificaciones, de los motores de combustión existentes. El etanol se puede mezclar entre un 5% y 10% y el biodiesel hasta un 20% (si no modificamos el motor del coche).
Se piensa que los biocombustibles emiten menos Gases de Efecto Invernadero (GEI) que los combustibles fósiles. Además son considerados una muy buena opción para sustituir la importación de petróleo, algo positivo tanto para los países desarrollados como los subdesarrollados. Bajo estas suposiciones la UE, EEUU, Canadá, Brasil, India, entre otros, han ido desarrollando distintas políticas para estimular la producción y uso de los biocombustibles. Por fin empezamos a ver como el mundo empieza a preocuparse por el medio ambiente.
Esta es la imagen que nos quieren vender, y nosotros humanos con la capacidad que nos distingue de los animales (la ignorancia), nos la creemos sin más. Esto es posible en un mundo donde el 100% de la población esta dentro de una obra teatral sin ver la realidad, una obra que nunca va a terminar.
Empecemos desde el principio.
Los biocombustibles son considerados como una de las herramientas prometedoras contra el cambio climático. Esto es erróneo. En el cultivo necesario para su producción, tanto EEUU como la UE usan fertilizantes nitrogenados. Cuando estos fertilizantes se descomponen emiten óxido nitroso, un GEI 296 veces peor que el popular dióxido de carbono. Hay estudios que indican que gracias al cultivo de maíz y de aceite de colza de estos países, se esta aumentando el nivel de emisiones de GEI, algo bastante contraproducente para evitar el calentamiento global.
Otra desventaja que presentan los biocombustibles es la necesidad de nuevas tierras para el cultivo. Esto conlleva que más bosques sean talados, dando como resultado una emisión de CO2 extra y un pulmón cada vez más pequeño para el planeta Tierra. Además el cambio de uso de la tierra también emitiría CO2 gracias a los diferentes procesos de preparación que a la que hay que someterla antes de que sea cultivada. Por ejemplo, habría que usar biocombustibles durante 93 años para contrarrestar la conversión de las praderas de EEUU para producir etanol a partir del maíz. O 320 años en el caso de la Amazonía Brasileña que se esta talando para la producción de Biodiesel de soja. Este tiempo el planeta Tierra no lo tiene.
También hay estudios que demuestran que a partir de esa misma biomasa utilizada para los biocombustibles, se puede producir energía eléctrica con una cantidad de agua menor (algo que cada día escasea más). Por tanto, esta segunda opción parece más eficiente, aunque esto no la convierte en una alternativa idónea.
Asimismo, los biocombustibles no son una alternativa al uso del petróleo extranjero, ya que su sustitución completa requeriría enormes cantidades de tierra dedicadas sólo a su producción. Un estudio realizado por LMC International indica que si todos los carbohidratos del mundo fueran convertidos en etanol, aun así sólo se podría sustituir el 40% del consumo global de gasolina. Y en el caso de todas las semillas oleaginosas sólo se sustituiría el 10% del diésel.
Y todo esto, ¿influirá en el precio de los alimentos? No sé a ustedes, pero a mí desde hace bastante tiempo me hablan de las leyes de la oferta y la demanda. Si se demanda más un producto, su precio sube. Es decir, si demandásemos, por ejemplo, más maíz, su precio subiría, ¿no? Según el Banco Mundial los biocombustibles son responsables del 65% de la subida de los precios de los alimentos. Un análisis llevado acabo por esta misma entidad demuestra que esta subida general de los precios de los alimentos ha llevado a la pobreza a 105 millones de personas más y ha puesto en peligro la supervivencia de 300 millones de personas (datos del 2007 y 2008). Aunque no toda la culpa es de los biocombustibles, estos son bastante responsables.
Si se sigue estimulando la producción de los biocombustibles lograremos empeorar la situación medioambiental, conseguiremos estimular la crisis alimentaria mundial y seguiremos dependiendo del petróleo. La UE hace poco ha “revisado” su política de biocombustibles y ha hecho cambios insuficientes, con el fin de callar las críticas.
Es hora de que los gobiernos empiecen a gobernar por el bien de la naturaleza y la humanidad. Es hora de aceptar la realidad de la situación y hacer algo para cambiarla. Es hora, sobretodo, de perder la cobardía, la conveniencia, el egoísmo y la ambición.
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