II parte:
Tres derrotas de la reacción
La perspectiva que se abría en Portugal tras el derrumbe de la dictadura, el 25 de abril de 1974, era de revolución o contrarrevolución.
El golpe de los capitanes del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) actuó como un potente revulsivo para las masas, que pusieron sobre la mesa sus reivindicaciones y sus aspiraciones más profundas, tanto tiempo constreñidas por la rutina y la represión.
La misma formación del MFA, que condujo a un golpe militar democrático, sólo tenía una explicación en base a las enormes tensiones acumuladas en la sociedad, agudizadas por la guerra colonial, y que se reflejaron en seno del ejército.
La caída de la dictadura, la disolución de la sanguinaria policía secreta (PIDE), la liberación de los presos políticos, la conquista del derecho a manifestación y a huelga, eran un enorme paso adelante, pero las aspiraciones de los trabajadores no terminaban ahí: permanecían los salarios miserables y la insultante es igualdad en la ciudad y el campo, los capitalistas seguían mandando en las empresas y en la banca (decidiendo en la práctica los destinos y la vida de los trabajadores), los grandes terratenientes del sur seguían en sus tierras, condenando a la explotación humillante a decenas de miles de jornaleros.
En la mente de los trabajadores, a la caída de la dictadura debía seguir la caída de las condiciones de existencia que habían tenido que soportar durante décadas, y que también eran parte del odiado régimen salazarista.
Por su parte, la burguesía, aunque mantenía el control de las empresas y de los latifundios, no podía estar satisfecha con la situación abierta tras el 25 de Abril. Los oprimidos habían pasado a la acción, habían perdido el miedo y el respeto a los explotadores. Eso era patente en cada fábrica, en cada barrio, y hasta en cada expresión y gesto de los trabajadores. Además, la burguesía no podía utilizar eficazmente la represión contra ellos. La confraternización de los soldados y la población no fue un episodio pasajero del 25 de Abril, sino que marcó un antes y un después, tuvo un enorme efecto en la conciencia de la base del ejército, afectando incluso a los mandos intermedios. Esa dinámica era la que había que cortar -desde el punto de vista de la burguesía-, so pena de poner en peligro sus intereses materiales, sus beneficios.
El miedo de la burguesía no residía en la orientación que los dirigentes de los dos principales partidos de la clase trabajadora (el Partido Comunista de Portugal, PCP, encabezado por Álvaro Cunhal, y el Partido Socialista, PS, liderado por Mario Soares) estaban dando a la lucha de los trabajadores. De hecho su única perspectiva, al igual que la del MFA, era instaurar en Portugal una democracia parlamentaria, como en tantos otros países capitalistas europeos.
El socialismo siempre se situaba en una perspectiva indefinida en el tiempo, y en todo caso la "lucha por el socialismo", tantas veces proclamada en aquel ambiente revolucionario, jamás se concretaba en pasos intermedios para alcanzar ese objetivo.
Lenin y los bolcheviques, a la caída del zarismo, plasmaron la perspectiva de la revolución socialista en la consigna "todo el poder para los soviets", como la única forma de alcanzar "pan, paz y tierra". Desde el primer momento proclamaron su total desconfianza hacia el Gobierno Provisional, y desde luego no participaron en él, aunque contara en los primeros momentos con el apoyo de las masas campesinas y obreras. Los bolcheviques siempre animaron a la acción independiente de la clase obrera, alentando formas de organización que implicasen elementos de poder obrero frente a la burguesía, en las fábricas, los barrios, las ciudades... Cuando las palabras de los bolcheviques fueron corroboradas por la experiencia de los trabajadores y los campesinos, los revolucionarios ganaron la mayoría.
Lo esencial para la comparación es que, mientras la orientación táctica de los bolcheviques en Rusia estaba determinada por su perspectiva de acabar con el capitalismo e implantar un régimen socialista, los dirigentes del PS y del PCP, al no tener en absoluto esa perspectiva, siempre iban por detrás de los acontecimientos, del nivel de compresión y de las tareas que se imponían a la clase obrera.
Sin embargo, ni siquiera esa falta de orientación pudo impedir que la decisión de los trabajadores por tomar el control de sus destinos alcanzara niveles intolerables para la burguesía, ni que a cada intento de la reacción la clase obrera diera un impulso al proceso revolucionario en dirección al socialismo.
Ironías de la historia, el hombre encargado de acabar bruscamente con esta situación, el general Spínola, primer presidente de la nueva etapa democrática, fue traído de la mano por los líderes del MFA y avalado por los dirigentes obreros.
El general Spínola
Spínola era un general de derechas, que había participado en la guerra civil española en el bando franquista, y ligado a la alta burguesía, al régimen salazarista y al colonialismo, pero era mucho más sagaz y sensible a su entorno que los decrépitos Americo Thomás y Marcelo Caetano, sustitutos de Oliveira Salazar tras su muerte. Spínola hablaba habitualmente con los oficiales del ejército y conocía sus preocupaciones e inquitudes. Esa actitud le permitía estar al tanto de lo que ocurría en el seno del ejército y de la formación del MFA.
Con esos síntomas tan claros no era difícil prever que de alguna manera, el fin de la dictadura estaba próximo. No se veía ninguna salida a la guerra y la situación en las colonias era tan explosiva que estaba dificultando alarmantemente la explotación de sus recursos y la importación de materias primas. Se hablaba, en el seno de los comités directivos de los grandes monopolios, de que el dominio de las colonias se tenía que mantener con otros métodos.
Es en estas circunstancias de impasse y de crisis, pocas semanas antes del 25 de Abril, cuando Spínola publica su libro Portugal e o futuro. El contenido político del libro no tiene nada de especial, plantea la necesidad de una "solución política al conflicto colonial" y poco más. Sin embargo el régimen se lo toma como un gesto de desacato y le destituye del cargo que desempeñaba.
Eso le permitió ganarse la aureola de "disidente" y las simpatías de un sector de los militares. Sin embargo Spínola no participó, ni en la práctica, ni en el espíritu, en la formación del MFA y el golpe del 25 de Abril.
Cuando los jefes del régimen salazarista se rinden definitivamente en la tarde del 25 de abril, son los dirigentes del MFA los que entregan a Spínola la máxima responsabilidad del Estado. Grave error. Peor aún fue el que cometió la dirección del PCP y del PS, que avalaron ante la clase trabajadora y el conjunto de las masas a Spínola como un "héroe de la revolución", cuando este mérito en absoluto le correspondía. Spínola no tardaría muchos meses en poner en marcha sus planes golpistas desde su privilegiada (y posiblemente inesperada) posición.
El Gobierno Provisional
Cunhal y Soares entran a formar parte del Gobierno Provisional, cuyo primer ministro Da Palma es un hombre de confianza de Spínola. En el gobierno también hay elementos de la derecha.
En los primeros momentos de la revolución la clase trabajadora orienta sus energías a la lucha sindical. Ya en el 1º de Mayo más de un millón de trabajadores se manifiestan en Lisboa; en Oporto y otros puntos del país las manifestaciones también son multitudinarias. Era el preámbulo de una oleada huelguística que recorre Portugal de punta a punta, afectando a absolutamente todos los sectores.
Las movilizaciones, las huelgas, las manifestaciones, la afiliación sindical alcanzan un nivel espectacular. Se movilizan los trabajadores del astillero lisboeta de Lisnave, los mineros de Panasquiera, los de la ITT, de Firestone, del metro de Lisboa, de la Timex, etc. Entre las principales reivindicaciones está el establecimiento de un salario mínimo digno, el derecho a vacaciones y el saneamiento de los elementos fascistas de la dirección de las empresas. Se producen las primeras ocupaciones de fábricas y los primeros elementos de control obrero.
La postura del PS y del PCP es de moderar las reivindicaciones salariales, insistiendo en la delicada situación económica -el capitalismo portugués estaba en una seria crisis-, y apela a que el derecho a huelga se ejerza de forma "prudente". A pesar de los llamamientos a la moderación, a mediados de mayo los trabajadores consiguen un salario mínimo de 3.300 escudos, una cifra que supera a la mitad de los salarios.
En el mes de agosto un ministro del PCP del Gobierno Provisional elabora una ley de huelga tremendamente restrictiva, vista como una agresión por los trabajadores, que sin esperar a ninguna ley venían ejerciendo ese derecho con entera libertad. Los trabajadores de la Lisnave, que juegan un papel destacado en todo el proceso revolucionario, convocan una manifestación de protesta contra la ley. El PCP no puede convencer a la asamblea de trabajadores a que desistan de la convocatoria. El Gobierno Provisional la prohibe, enviando soldados a la puerta de la fábrica. Pero eso no sirve de nada, los soldados acaban simpatizando con la lucha y abriendo el paso a una columna de 20.000 trabajadores. Este episodio plasma muy bien el ambiente que se ha creado tras el 25 de Abril.
No era por casualidad que -pese a la perplejidad de Otelo Saraiva de Carvalho, el principal organizador y ejecutor del plan militar que derrocó la dictadura- Spínola insistiese en la participación del PCP en el Gobierno Provisional. Se trataba de la vieja táctica de usar el prestigio de los dirigentes obreros -el PCP era el único partido que mantuvo una actividad intensa y organizada en la clandestinidad para frenar su lucha.
Pero las movilizaciones, las luchas y el ambiente revolucionario no decrece y ya en un discurso pronunciado el 15 de mayo Spínola adelanta la línea propagandística que rodearía su primer plan golpista, de carácter palaciego:
"Después de las primeras semanas de natural explosión emotiva, marcadas por algunos excesos perjudiciales para el clima de tranquilidad cívica cuya salvaguardia se impone, el país va a entrar en una fase de meditación reflexiva, para reconocer que la democracia no significa anarquía y que la confusión por medio de acciones desordenadas no contribuye de ninguna manera a la construcción del porvenir al que aspira el pueblo portugués".La apelación al "orden" frente a la "anarquía y al caos" económico - obviamente dirigida al movimiento obrero- es una constante en las declaraciones de Spínola.
El 20 de mayo hay un acontecimiento que provoca una enorme conmoción en los trabajadores y en los propios militares del MFA: los dos máximos representantes de la dictadura -y más odiados-, Thomás y Caetano, se escapan a Brasil, sin el conocimiento de los partidos de la izquierda ni del MFA. Esto causa una enorme indignación y desconfianza popular.
El golpe palaciego
La fecha culminante para el golpe palaciego que tenía previsto dar Spínola, confiado en la desorientación de los dirigentes obreros y creyendo poder manipular a su antojo el MFA, fue el 7 de julio.
En esta fecha, su peón, el primer ministro Avelino Palma Carlos, tras amagar una dimisión, presenta al Consejo de Ministros un proyecto de modificación constitucional que prevé un referéndum para confirmar a Spínola como presidente, la ampliación de poderes del primer ministro, el aplazamiento por dos años de las elecciones a la Asamblea Constituyente y un frenazo en el proceso de negociaciones con las colonias.
La situación de la burguesía era tan débil que ni siquiera había organizado suficientemente sus propios partidos. Temía, como efectivamente se confirmó en abril de 1975, que los partidos de izquierda barrieran en las elecciones a la Asamblea Constituyente, hecho que les empujó a jugar la carta del golpe.
El plan de Palma tenía como objetivo descarrilar el proceso iniciado por el MFA, pero fracasa y obtiene un resultado completamente contrapuesto al que la derecha deseaba: el MFA -cuya dirección, aún no institucionalizada, era quien tenía realmente el poder y quien marcaba la pauta en el ejército- incrementa su participación directa en el gobierno y Vasco Gonçalves, considerado de la izquierda militar y el de más alta graduación del MFA, pasa a ser primer ministro del II Gobierno Provisional.
Por otro lado se forma el Comando Operacional del Continente (COPCON), encabezado por Otelo Saraiva de Carvalho, militar claramente izquierdista. Sobre el carácter del COPCON son significativas las propia palabras de Otelo: "Constituido por jóvenes oficiales activos, profundamente integrados en el espíritu del Movimiento [de las Fuerzas Armadas], su misión es dinamizar operacionalmente a todas las fuerzas armadas. Una de mis misiones es que las tropas no se confinen a los muros de los cuarteles y que tengan una acción psicosocial cerca de la población".
En realidad el COPCON constituía el brazo armado del MFA y agrupaba a los sectores militares más progresistas e izquierdistas.
Bajo la amenaza de la reacción el MFA había dado un paso hacia la izquierda. Un fenómeno que adquiriría un carácter aún más profundo y general con los dos golpes de Estado, esta vez mucho más serios, que Spínola había de encabezar en los meses siguientes.
A pesar de la implicación evidente de Spínola en la maniobra de julio, este siguió en su puesto como presidente, quedando como cabeza de turco Da Palma, que no era más que un peón suyo. Desde esta posición preparó el terreno para el golpe del 28 de septiembre.
La ‘mayoría silenciosa’
Esta vez la reacción quiso dar una base de masas al golpe, intentando agrupar lo que llamaba la "mayoría silenciosa".
Spínola sigue apelando a la lucha contra el caos y la anarquía. En septiembre se reparten decenas de miles de folletos y se pegan miles de carteles, en Lisboa, convocando a una manifestación en "homenaje al general Spínola" y "contra los extremismos"; en ellos, cínicamente, se pide "un firme apoyo al cumplimiento del programa de las Fuerzas Armadas". El cartel no lleva firma, y en él aparecen varios rostros en cuyas bocas está la expresión "mayoría silenciosa".
Desde avionetas particulares se lanzan panfletos sobre Lisboa, Coimbra y otros puntos del país.
Intuyendo que era una maniobra reaccionaria, todos los periódicos se negaron a publicar el anuncio de la manifestación. En la mayoría de los periódicos sus propios trabajadores ya habían saneado de elementos fascistas a los comités de redacción.
En este ambiente de conspiración reaccionaria, el 26 de septiembre, se celebra una corrida en la plaza de toros de Campo Pequeno, en Lisboa, que en realidad es un acto organizado por Spínola para darse un baño de masas y reforzar la convocatoria del 28. Mientras el presidente es aplaudido calurosamente, el primer ministro Vasco Golçalves es abucheado. Tres cuartas partes de las entradas han sido distribuidas entre sectores reaccionarios. En la plaza los gritos contra el MFA y el proceso de descolonización van subiendo de tono. Uno de los picadores exhibe desde el centro de la plaza un cartel de convocatoria de la manifestación de la "mayoría silenciosa", lo que enardece a los asistentes, que empiezan a gritar "ultramar", "ultramar", en referencia a las colonias, así como "muerte a Álvaro Cunhal".
Para las masas trabajadoras se hace evidente el peligro y el carácter reaccionario de la manifestación del 28.
La alarma se dispara cuando se tienen noticias de que los manifestantes reaccionarios, que vendrían en camiones y autobuses de todos los lados de Portugal, especialmente de la zona norte, irían armados.
La respuesta de los trabajadores de Lisboa es realmente heroica e impresionante. En la noche del 27 de septiembre los piquetes populares, con una participación significativa de militantes del PCP, el PS, la Intersindical y otros grupos de izquierda, empiezan a levantar barricadas en todas las vías de acceso a Lisboa. La consigna que corre de boca en boca es "no pasarán", "el fascismo y la reacción no pasarán".
Las masas aplastan la reacción
En el libro de Álvaro Cunhal, La Revolución Portuguesa, pasado y futuro se describe así esos acontecimientos:
"La operación contrarrevolucionaria fue aplastada por las masas populares estrechamente asociadas a los oficiales, sargentos, soldados y marineros fieles al 25 de Abril y a la causa de la libertad."De norte a sur del país el pueblo se irguió con firmeza, con coraje y confianza. A la llamada del PCP y de otras organizaciones políticas de izquierdas (...), de los sindicatos, de las organizaciones unitarias (...) y juveniles (...), las masas populares protagonizaron poderosas acciones de vigilancia, establecieron barricadas por todas partes, controlaron la circulación e impidieron, literalmente, la realización de la ‘marcha sobre Lisboa’.
"La clase obrera jugó un papel decisivo en la derrota de la reacción (...). En los medios de transporte los trabajadores establecieron una estrecha vigilancia. Los ferroviarios estaban preparados para parar los trenes que transportaban manifestantes y los conductores de autobús se negaron a llevar los autobuses."De los 550 autobuses que desde el norte debían llevar gratuitamente manifestantes hasta Lisboa, solamente dos se atrevieron a pasar las barricadas."Cuando el COPCON declaró la anulación de la manifestación, ésta ya no tenía la más mínima posibilidad de realizarse (...)."Las barricadas, las concentraciones, las manifestaciones del 27 y el 28 de septiembre constituyeron un verdadero levantamiento popular de masas contra la reacción, que se saldó con una rotunda victoria que, consolidando las libertades, imprimió un ritmo aún más veloz al proceso revolucionario".De nada había servido el llamamiento radiofónico, a las tres de la madrugada, del ministro spinolista Sanches Osorio, en el que decía que "con el fin de salvaguardar la paz y la tranquilidad entre los portugueses, esas barricadas deben ser levantadas inmediatamente, permitiendo así el tránsito de vehículos". Como diría al día siguiente la prensa, en reconocimiento del papel que jugaron las barricadas, "felizmente, la orden no se cumplió". Es más, las fuerzas militares que se acercaron a los piquetes, en vez de disolverlos, colaboraron con ellos, les pasaron armas...; el nexo establecido entre la base del ejército y la clase obrera el 25 de Abril aún no se había roto.
Las barricadas no se disuelven hasta bastante después, y sólo lo hacen tras reiterados llamamientos del MFA y de Otelo y cuando es muy palpable que el golpe ha fracasado.
Desde luego que el golpe no era ninguna broma. Los golpistas utilizaron las fuerzas menos fieles a la Revolución, como la Guardia Nacional Republicana (GNR) y la Policía de Seguridad Pública (PSP), para tomar las radios la noche del 27 al 28; había planes para asesinar a Vasco Gonçalves con un rifle con mira telescópica desde una ventana frente a su casa; los piquetes requisaron muchas armas (636 escopetas de caza, 88 pistolas...). En un intento de descabezar y neutralizar el COPCON Spínola tendió una trampa a Otelo, que estuvo retenido, en la práctica, buena parte de la noche.
Spínola, maniobrero como él sólo, cuando a todas luces era imposible llevar adelante su golpe y su manifestación, anunció, como quien no se hubiera jugado mucho en el asunto, que lo mejor era que no se celebrase.
Si el golpe hubiera triunfado, la reacción no hubiera dudado en ahogar la revolución en un baño de sangre, asesinando a los principales cabecillas del MFA y a los dirigentes obreros; sin embargo, ni siquiera en este segundo y más que evidente intento frustrado de acabar con la revolución, los dirigentes obreros y del MFA dejaron claro el papel reaccionario de Spínola. Sí, tuvo que dimitir como presidente, pero aún le dejarían las manos libres para organizar un tercer intento.
La maravillosa reacción de las masas para frenar a la reacción se dio a pesar de las vacilaciones de la dirección del MFA, que no impulsó las barricadas.
Como reconoce el propio Otelo recordando la noche del 27 al 28, "había recibido llamadas insistentes de mucha gente hablándome de las barricadas.
Pensé para mí: ‘¡ya está el pueblo tomando la iniciativa en nuestro lugar!’ Éramos nosotros los que deberíamos estar allí y allí está nuestro buen pueblo tomando postura" (La revolución rota, de Manuel Leguineche).La reacción de las masas también se dio a pesar de la política de los dirigentes del PS y del PCP desde el 25 de Abril, primero presentando a Spínola como un "héroe de la revolución" y después minimizando su papel en la conspiración reaccionaria.
Increíblemente, en un panfleto repartido en Lisboa por el PS el mismo 27 de septiembre, se apelaba a "la unidad antifascista del pueblo portugués para la cohesión de todas las fuerzas democráticas con el MFA en torno al Presidente de la República y al Gobierno Provisional".
¡Se apelaba a la conciliación entre las fuerzas revolucionarias y los que querían aniquilarlas, un día antes de intentarlo!
MFA y socialismo
Pero una vez más la reacción fracasó y una vez más el látigo de la reacción animó a la revolución. Por primera vez la derecha destapa con claridad sus planes y la clase obrera los derrota y se siente más fuerte y confiada por ello. Tanto en el seno del MFA como en el conjunto de la sociedad la correlación de fuerzas se hace más favorable a la izquierda. ¡A cada intento de la burguesía de retomar el control de su ejército éste se le escapaba aún más de las manos! Tal era el ambiente social y en la base del ejército.
Sin embargo fue el intento de golpe de Estado del 11 de marzo de 1975 el que más efectos sociales y políticos tuvo. Era el último cartucho de Spínola, que, seguramente asesorado por la OTAN -que en enero de 1975 había realizado entrenamientos en la costa de Lisboa y que había puesto en marcha maniobras incluyendo el desembarco de 10.000 soldados, aunque finalmente no llegaron a hacerlo-, planificó un golpe en líneas clásicas, basado exclusivamente en los cuarteles.
El giro a la izquierda que provocará ese tercer intento llegó al punto de que por primera vez el MFA establece como objetivo transformar Portugal en un país socialista. La estructura social del país, que hasta entonces permanecía casi intacta, sufriría una profunda transformación, como veremos en el siguiente capítulo.