Más que Salmón, mojarrita. La apología del PO al Cd quíntuple de Calamaro.
EL AROMO - El Aromo n° 57 "¿2012?"
Juan Tabas
Río Rojo / Razón y Revolución
www.razonyrevolucion.org
¡Habla del faaaaso!
Luego de una seguidilla de efemérides musicales simplonas, que tendrían mejor lugar en el sumplemento Sí de Clarín que en un periódico revolucionario, ahora Prensa Obrera(1) reivindica el disco El Salmón de Andrés Calamaro. No se trata de una mera “reivindicación”, sino de un desbordado encomio (“enorme y revolucionaria”, “honesta, radical y desbordante de creatividad”) que demuestra la liviandad con la que el Partido Obrero se toma el problema del arte, dejando escribir cualquier cosa a gente que no sabe del tema.
Lucas Poy y Esteban Pérez Torres, compañeros valiosos en su ámbito de militancia pero que no saben nada de música, son los responsables del desatino en cuestión. Llama más la atención el elogio porque no se trata de una obra reciente sino de un disco que cumple 10 años. Evidentemente, a juzgar por los compañeros, la efemérides del álbum quíntuple, el número 12 de Calamaro como solista, debiera figurar en el calendario de la revolución socialista. Entre otras cosas porque, al decir de los “expertos” del PO, no sólo el disco sería revolucionario en términos artísticos sino, a su vez, radical y combativo en términos políticos, rasgo que sería una constante de Calamaro hasta el día de hoy. Avanzando en lo que los autores definen implícitamente como “revolución”, plantean que “El Salmón es un ejemplo posiblemente único, y por ello revolucionario, de ejercicio de desborde compositivo completo, donde el único método es la falta de método”. De su descripción de este “método”, se deduce que parte de ese desborde compositivo se habría logrado gracias a la experimentación con las drogas. Además, las letras serían “descarnadamente auto referenciales”, rasgo valorado positivamente.
Por otro lado, el disco habría nacido “contra la corriente” y estaría marcado por el período previo al Argentinazo. En él, Calamaro habría profundizado su veta más combativa y radical. Dos pruebas adicionales del supuesto carácter revolucionario del disco estarían dadas por una fría recepción por parte de la crítica, público y charts, a pesar de lo cual la obra habría sido una influencia fundamental para otros grupos. Un simpático fumanchú que no puede mirar más allá de su propio ombligo y se la pasa preguntando por “Roberto” parece ser, entonces, el paradigma de la revolución artística. Veamos.
Desbordado…
Observemos el CD en cuestión con más detalle. Se trata de 5 discos donde encontramos un 20% de rockitos cuadraditos, un 20% de covers mal versionados, un 20% de otras músicas (rumba, folklore, etc.), un 20% de canciones sin demasiado arreglo u orquestación, y un 20% de temas “rapeados”, en estilo hip-hop.
Con “rockitos cuadraditos” nos referimos a temas de rock & roll “cuadrado”, o sea, con la misma forma y armonía que los clásicos de Bill Halley o Elvis Presley (“primero, cuarto, quinto”, en jerga de músicos, algo muy elemental). Eso no quita que puedan estar bien tocados, pero obviamente no plantean ninguna revolución musical. En esa lista entrarían, por ejemplo, Crucifícame, No te bancaste, La verdadera libertad.
Los “covers mal versionados” son aquellos donde Calamaro no se esfuerza ni en reproducir con fidelidad los originales ni –lo que sería más valioso- en hacer una versión propia, que aporte algo a la obra. Simplemente pareciera que es la primera vez que los canta, al estilo fogón. Escuchamos “De chiquilín te miraba de afuera...” tocado en piano con marcato(2) durante todo el tema, un chan chan permanente que lo hace insoportable. Para peor, suena un bandoneón de sintetizador que, seguramente, Calamaro y sus fieles creerán que salva las papas de este tango arruinado de tan mala forma. Uno de los tantos covers que toca de Los Beatles, “You won’t see me” (Rubber Soul, 1965), que resulta en una versión casi “histérica” del tema, apurando el tempo, sumando un montón de coros sin sentido (y sin claridad), además de la voz casi “gritada” de Calamaro que molesta bastante.
Las que llamamos “canciones sin arreglos” son temas, como Nos volveremos a ver, Me fui volando, Nuestra piel, sin un trabajo en cuanto a qué instrumentos se utilizan, en qué momento aparece cada uno, si tiene una introducción la canción, etc. Muchas veces vemos que utiliza una caja de ritmos para grabar encima la guitarra y la voz. Éste es un típico recurso facilista para resolver en forma individual la creación, sin tener que relacionarse con otros músicos, al estilo que hoy pulula de CD’s grabados en estudio hogareño. La única diferencia aquí es que Calamaro tiene recursos para grabar en una pieza de hotel, convocar luego a músicos invitados con los que no interactuó y que la compañía le edite y masterice como para que el Cd “suene”. Este carácter individual de la creación se plasma también en el hecho de que Calamaro haga él mismo sus propios coros, con un resultado por lo menos dudoso.
Hay un grupo de temas que englobamos como rapeados en estilo Hip Hop aunque algunos tienen bases funky o electrónicas. No es una novedad en la carrera de Calamaro pues ya había experimentado con el género. A grandes rasgos, estos temas del disco son más bien simplones y comparten la característica de no estar bien cantados, ya que el Rap no es el fuerte de Calamaro. Como contrapartida, algunos de ellos tienen las letras más políticas del CD, que de todas formas no superan una difusa bronca anti-menemista o anti-políticos.
De esta manera, de los 103 temas de El Salmón podríamos rescatar con suerte 2 ó 3 canciones con buena melodía (Gaviotas, Revolución turra) y otros 2 ó 3 temas con buenos riff de guitarras en un estilo Zeppelin, que Calamaro venia experimentando desde Alta suciedad (1997). Ejemplos de ellos son Output-input, o Problemas. El resto es “relleno” que habitualmente quedaría afuera de un CD, dado que en general un compositor compone por los menos 40 canciones, de las que quedarán 10 o 15 finalmente en su disco. Dicho de otra manera, el “desborde” compositivo no es tal: cualquier músico que produzca dos CD habrá tenido que trabajar cerca de 100 temas, de los cuales quedarán 20. En este caso, la “productividad” del “revolucionario” con suerte da para medio disco…
Tal vez por eso el PO dice que se trata de una “obra honesta”, seguramente por que no deja afuera ni siquiera las peores canciones que compuso y grabó en ese momento, pero eso no es positivo en sí mismo. El disco quíntuple se muestra así como una obra anti-popular (hoy cuesta $128 en disquerías) que no se justifica por su contenido. Cabe señalar que en otros casos, discos dobles o triples surgen a partir del desarrollo de obras conceptuales con un sentido de totalidad, como puede ser el caso de Sudamérica o el regreso a la aurora (Arco Iris, 1972) o The Wall (Pink Floyd, 1979) y no como un rejunte de temas mal trabajados sin ninguna relación entre sí. Efectivamente, existió una mala recepción por parte del público, pero la misma resulta justificada. En cambio, es falso que la obra fuera desatendida por la crítica musical, es decir, por el show business. Por ejemplo, la revista Rolling Stone lo eligió el segundo mejor disco de la década, mientras que, en su momento fue nominado a los premios Gardel por este mismo CD(3) .
El auténtico decadente
Tampoco creemos que El Salmón sea el mejor disco de Calamaro, ni que represente un jalón progresivo en la historia del rock nacional. Pongamos la obra en perspectiva. Sus primeras composiciones con Los Abuelos de la Nada incorporaron como novedad para el rock nacional la mixtura con otras músicas como el reggae y emplearon elementos armónicos interesantes, como Mil horas, Sin gamulán. Con Los Rodríguez (Sin documentos, Mi enfermedad, etc.), experimentó con la rumba y el flamenco, fusión que no era nueva para el rock español pero que sí resultaba novedosa en Argentina. Llegamos en 1997 a su etapa puramente solista, que comienza con el tema Flaca, para alcanzar en los últimos discos éxitos como Cinco minutos más y Te quiero, con alardes poéticos como “tengo abierto el minibar pero cerrado el corazón...” y, “te llevaste la flor y me dejaste el florero...”. A pesar de lo que dice la crítica, que parece señalar un recorrido ascendente hasta la aparente consagración de un músico en su proyección como solista, lo único que se ve aquí es una decadencia absoluta en la capacidad compositiva.
En relación a la historia del rock nacional, las canciones del CD El Salmón están más cerca de Palito Ortega que de las búsquedas armónicas y poéticas del Spinetta de Artaud (1973). Los “rockitos” son más bien copias malas de “Los Stones”, en lugar de tomar lo mejor que el Carpo dio al rock, los auténticos power tríos con que grabó Pappo’s Blues 1, 2 y 3 (1970, ‘71 y ‘72, respectivamente). También están bien lejos de la poesía urbana del grupo Manal (1968-71). En los “covers” que grabó ni siquiera se ve un esfuerzo por “copiar” exactamente los temas originales (como tan bien realizara Pedro Aznar en sus primeros discos), menos que menos hay voluntad de hacer una versión propia. Los temas rapeados, tipo hip-hop tampoco son una novedad. Es un estilo que comienza a desarrollarse en los ‘70 en los barrios bajos de Norteamérica y en los ‘90 ya existen muchos grupos argentinos que lo experimentan. Obviamente, está muy lejos de lo que en este género logró Actitud María Marta u otros grupos del under que se dedican un poco más en serio a esta música.
Sus temas sin arreglos ni orquestación son de inferior calidad que las 8 canciones del primer larga duración de Tanguito (editado post-mortem), grabadas sólo con una guitarra en los estudios TNT. Esta desprolijidad de Calamaro parece ser adrede –tal como confió a un periodista(4) –, y muestra soberbia y desprecio hacia su público con su “no me molesté en editar” en estudio para que suene bien.
Por otro lado, el PO dice que el CD “ha marcado en términos compositivos a buena parte del rock nacional de la última década, repleto de bandas y solistas que siguen el estilo de Calamaro”, y nombran a los impresentables Viejas Locas (que lidera el lúmpen Pity Álvarez), Turf y otros, y nosotros podríamos agregar a Jóvenes Pordioseros, La 25 y otras bandas que muy lejos están de una búsqueda poética (como la de Los Redondos) o de la experimentación musical de un Pescado Rabioso o tantos otros grupos de los ‘70. Si podrirle la cabeza a las jóvenes generaciones es un mérito, Calamaro lo tiene, sin dudas.
Conclusión
Los compañeros del PO venden gato por liebre cuando promocionan el disco de Calamaro como revolucionario. Como vimos, en términos musicales no representa ninguna innovación. Entonces, ¿por qué la propaganda gratuita? ¿Porque habría llamado a votar al Cabra? Ni siquiera, por que aquí también falsean los hechos: Calamaro sólo expresó un saludo a lo que él llamó una “candidatura testimonial”, y no un pronunciamiento serio a apoyarla en las urnas. Del mismo modo, la invitación de Calamaro a Aníbal Fernández para que participe de un video suyo no es un simple exabrupto, como pretenden los compañeros, sino un ejemplo de su posición política actual. Calamaro grabó en el 2000 un disco que expresaba cierto malestar, pero desapareció de la escena artística sin crear nada durante todo el período del Argentinazo y volvió a la luz cuando las aguas se calmaron, ubicándose claramente dentro del universo K. Su saludo póstumo a Néstor (“Viva Kirchner para siempre”), es una prueba rotunda de algo previsible.
Evidentemente para el PO el arte no importa y cualquiera puede opinar del asunto. Así es como se pueden promocionan artistas a los cuales se tilda de revolucionarios y combativos que, como ya había ocurrido con León Ferrari, pronto los desengañan apoyando abiertamente al gobierno que el mismo partido combate.
EL AROMO - El Aromo n° 57 "¿2012?"
Juan Tabas
Río Rojo / Razón y Revolución
www.razonyrevolucion.org
¡Habla del faaaaso!
Luego de una seguidilla de efemérides musicales simplonas, que tendrían mejor lugar en el sumplemento Sí de Clarín que en un periódico revolucionario, ahora Prensa Obrera(1) reivindica el disco El Salmón de Andrés Calamaro. No se trata de una mera “reivindicación”, sino de un desbordado encomio (“enorme y revolucionaria”, “honesta, radical y desbordante de creatividad”) que demuestra la liviandad con la que el Partido Obrero se toma el problema del arte, dejando escribir cualquier cosa a gente que no sabe del tema.
Lucas Poy y Esteban Pérez Torres, compañeros valiosos en su ámbito de militancia pero que no saben nada de música, son los responsables del desatino en cuestión. Llama más la atención el elogio porque no se trata de una obra reciente sino de un disco que cumple 10 años. Evidentemente, a juzgar por los compañeros, la efemérides del álbum quíntuple, el número 12 de Calamaro como solista, debiera figurar en el calendario de la revolución socialista. Entre otras cosas porque, al decir de los “expertos” del PO, no sólo el disco sería revolucionario en términos artísticos sino, a su vez, radical y combativo en términos políticos, rasgo que sería una constante de Calamaro hasta el día de hoy. Avanzando en lo que los autores definen implícitamente como “revolución”, plantean que “El Salmón es un ejemplo posiblemente único, y por ello revolucionario, de ejercicio de desborde compositivo completo, donde el único método es la falta de método”. De su descripción de este “método”, se deduce que parte de ese desborde compositivo se habría logrado gracias a la experimentación con las drogas. Además, las letras serían “descarnadamente auto referenciales”, rasgo valorado positivamente.
Por otro lado, el disco habría nacido “contra la corriente” y estaría marcado por el período previo al Argentinazo. En él, Calamaro habría profundizado su veta más combativa y radical. Dos pruebas adicionales del supuesto carácter revolucionario del disco estarían dadas por una fría recepción por parte de la crítica, público y charts, a pesar de lo cual la obra habría sido una influencia fundamental para otros grupos. Un simpático fumanchú que no puede mirar más allá de su propio ombligo y se la pasa preguntando por “Roberto” parece ser, entonces, el paradigma de la revolución artística. Veamos.
Desbordado…
Observemos el CD en cuestión con más detalle. Se trata de 5 discos donde encontramos un 20% de rockitos cuadraditos, un 20% de covers mal versionados, un 20% de otras músicas (rumba, folklore, etc.), un 20% de canciones sin demasiado arreglo u orquestación, y un 20% de temas “rapeados”, en estilo hip-hop.
Con “rockitos cuadraditos” nos referimos a temas de rock & roll “cuadrado”, o sea, con la misma forma y armonía que los clásicos de Bill Halley o Elvis Presley (“primero, cuarto, quinto”, en jerga de músicos, algo muy elemental). Eso no quita que puedan estar bien tocados, pero obviamente no plantean ninguna revolución musical. En esa lista entrarían, por ejemplo, Crucifícame, No te bancaste, La verdadera libertad.
Los “covers mal versionados” son aquellos donde Calamaro no se esfuerza ni en reproducir con fidelidad los originales ni –lo que sería más valioso- en hacer una versión propia, que aporte algo a la obra. Simplemente pareciera que es la primera vez que los canta, al estilo fogón. Escuchamos “De chiquilín te miraba de afuera...” tocado en piano con marcato(2) durante todo el tema, un chan chan permanente que lo hace insoportable. Para peor, suena un bandoneón de sintetizador que, seguramente, Calamaro y sus fieles creerán que salva las papas de este tango arruinado de tan mala forma. Uno de los tantos covers que toca de Los Beatles, “You won’t see me” (Rubber Soul, 1965), que resulta en una versión casi “histérica” del tema, apurando el tempo, sumando un montón de coros sin sentido (y sin claridad), además de la voz casi “gritada” de Calamaro que molesta bastante.
Las que llamamos “canciones sin arreglos” son temas, como Nos volveremos a ver, Me fui volando, Nuestra piel, sin un trabajo en cuanto a qué instrumentos se utilizan, en qué momento aparece cada uno, si tiene una introducción la canción, etc. Muchas veces vemos que utiliza una caja de ritmos para grabar encima la guitarra y la voz. Éste es un típico recurso facilista para resolver en forma individual la creación, sin tener que relacionarse con otros músicos, al estilo que hoy pulula de CD’s grabados en estudio hogareño. La única diferencia aquí es que Calamaro tiene recursos para grabar en una pieza de hotel, convocar luego a músicos invitados con los que no interactuó y que la compañía le edite y masterice como para que el Cd “suene”. Este carácter individual de la creación se plasma también en el hecho de que Calamaro haga él mismo sus propios coros, con un resultado por lo menos dudoso.
Hay un grupo de temas que englobamos como rapeados en estilo Hip Hop aunque algunos tienen bases funky o electrónicas. No es una novedad en la carrera de Calamaro pues ya había experimentado con el género. A grandes rasgos, estos temas del disco son más bien simplones y comparten la característica de no estar bien cantados, ya que el Rap no es el fuerte de Calamaro. Como contrapartida, algunos de ellos tienen las letras más políticas del CD, que de todas formas no superan una difusa bronca anti-menemista o anti-políticos.
De esta manera, de los 103 temas de El Salmón podríamos rescatar con suerte 2 ó 3 canciones con buena melodía (Gaviotas, Revolución turra) y otros 2 ó 3 temas con buenos riff de guitarras en un estilo Zeppelin, que Calamaro venia experimentando desde Alta suciedad (1997). Ejemplos de ellos son Output-input, o Problemas. El resto es “relleno” que habitualmente quedaría afuera de un CD, dado que en general un compositor compone por los menos 40 canciones, de las que quedarán 10 o 15 finalmente en su disco. Dicho de otra manera, el “desborde” compositivo no es tal: cualquier músico que produzca dos CD habrá tenido que trabajar cerca de 100 temas, de los cuales quedarán 20. En este caso, la “productividad” del “revolucionario” con suerte da para medio disco…
Tal vez por eso el PO dice que se trata de una “obra honesta”, seguramente por que no deja afuera ni siquiera las peores canciones que compuso y grabó en ese momento, pero eso no es positivo en sí mismo. El disco quíntuple se muestra así como una obra anti-popular (hoy cuesta $128 en disquerías) que no se justifica por su contenido. Cabe señalar que en otros casos, discos dobles o triples surgen a partir del desarrollo de obras conceptuales con un sentido de totalidad, como puede ser el caso de Sudamérica o el regreso a la aurora (Arco Iris, 1972) o The Wall (Pink Floyd, 1979) y no como un rejunte de temas mal trabajados sin ninguna relación entre sí. Efectivamente, existió una mala recepción por parte del público, pero la misma resulta justificada. En cambio, es falso que la obra fuera desatendida por la crítica musical, es decir, por el show business. Por ejemplo, la revista Rolling Stone lo eligió el segundo mejor disco de la década, mientras que, en su momento fue nominado a los premios Gardel por este mismo CD(3) .
El auténtico decadente
Tampoco creemos que El Salmón sea el mejor disco de Calamaro, ni que represente un jalón progresivo en la historia del rock nacional. Pongamos la obra en perspectiva. Sus primeras composiciones con Los Abuelos de la Nada incorporaron como novedad para el rock nacional la mixtura con otras músicas como el reggae y emplearon elementos armónicos interesantes, como Mil horas, Sin gamulán. Con Los Rodríguez (Sin documentos, Mi enfermedad, etc.), experimentó con la rumba y el flamenco, fusión que no era nueva para el rock español pero que sí resultaba novedosa en Argentina. Llegamos en 1997 a su etapa puramente solista, que comienza con el tema Flaca, para alcanzar en los últimos discos éxitos como Cinco minutos más y Te quiero, con alardes poéticos como “tengo abierto el minibar pero cerrado el corazón...” y, “te llevaste la flor y me dejaste el florero...”. A pesar de lo que dice la crítica, que parece señalar un recorrido ascendente hasta la aparente consagración de un músico en su proyección como solista, lo único que se ve aquí es una decadencia absoluta en la capacidad compositiva.
En relación a la historia del rock nacional, las canciones del CD El Salmón están más cerca de Palito Ortega que de las búsquedas armónicas y poéticas del Spinetta de Artaud (1973). Los “rockitos” son más bien copias malas de “Los Stones”, en lugar de tomar lo mejor que el Carpo dio al rock, los auténticos power tríos con que grabó Pappo’s Blues 1, 2 y 3 (1970, ‘71 y ‘72, respectivamente). También están bien lejos de la poesía urbana del grupo Manal (1968-71). En los “covers” que grabó ni siquiera se ve un esfuerzo por “copiar” exactamente los temas originales (como tan bien realizara Pedro Aznar en sus primeros discos), menos que menos hay voluntad de hacer una versión propia. Los temas rapeados, tipo hip-hop tampoco son una novedad. Es un estilo que comienza a desarrollarse en los ‘70 en los barrios bajos de Norteamérica y en los ‘90 ya existen muchos grupos argentinos que lo experimentan. Obviamente, está muy lejos de lo que en este género logró Actitud María Marta u otros grupos del under que se dedican un poco más en serio a esta música.
Sus temas sin arreglos ni orquestación son de inferior calidad que las 8 canciones del primer larga duración de Tanguito (editado post-mortem), grabadas sólo con una guitarra en los estudios TNT. Esta desprolijidad de Calamaro parece ser adrede –tal como confió a un periodista(4) –, y muestra soberbia y desprecio hacia su público con su “no me molesté en editar” en estudio para que suene bien.
Por otro lado, el PO dice que el CD “ha marcado en términos compositivos a buena parte del rock nacional de la última década, repleto de bandas y solistas que siguen el estilo de Calamaro”, y nombran a los impresentables Viejas Locas (que lidera el lúmpen Pity Álvarez), Turf y otros, y nosotros podríamos agregar a Jóvenes Pordioseros, La 25 y otras bandas que muy lejos están de una búsqueda poética (como la de Los Redondos) o de la experimentación musical de un Pescado Rabioso o tantos otros grupos de los ‘70. Si podrirle la cabeza a las jóvenes generaciones es un mérito, Calamaro lo tiene, sin dudas.
Conclusión
Los compañeros del PO venden gato por liebre cuando promocionan el disco de Calamaro como revolucionario. Como vimos, en términos musicales no representa ninguna innovación. Entonces, ¿por qué la propaganda gratuita? ¿Porque habría llamado a votar al Cabra? Ni siquiera, por que aquí también falsean los hechos: Calamaro sólo expresó un saludo a lo que él llamó una “candidatura testimonial”, y no un pronunciamiento serio a apoyarla en las urnas. Del mismo modo, la invitación de Calamaro a Aníbal Fernández para que participe de un video suyo no es un simple exabrupto, como pretenden los compañeros, sino un ejemplo de su posición política actual. Calamaro grabó en el 2000 un disco que expresaba cierto malestar, pero desapareció de la escena artística sin crear nada durante todo el período del Argentinazo y volvió a la luz cuando las aguas se calmaron, ubicándose claramente dentro del universo K. Su saludo póstumo a Néstor (“Viva Kirchner para siempre”), es una prueba rotunda de algo previsible.
Evidentemente para el PO el arte no importa y cualquiera puede opinar del asunto. Así es como se pueden promocionan artistas a los cuales se tilda de revolucionarios y combativos que, como ya había ocurrido con León Ferrari, pronto los desengañan apoyando abiertamente al gobierno que el mismo partido combate.