[Madrid] Cine-fórum: Odio en las entrañasCine-fórum de la película "Odio en las entrañas". El próximo jueves 2 de agosto, a las 18:30h en nuestro local...
Odio en las entrañas /Título original “The Molly Maguires” (Los Molly Maguires) /Año 1970 /Duración 123 minutos /Producida por la Paramount Pictures /Director Martin Ritt /Guión Walter Bernstein /Reparto: Sean Connery, Richard Harris, Samantha Eggar. /Nominada al Oscar: Mejor dirección artística
Los Molly Maguires eran una organización secreta de carácter sindicalista y violento, de unos 3.000 mineros, la mayoría irlandeses-americanos e inmigrantes irlandeses, que trabajaban en la región de antracita del condado de Schuylkill, Pensilvania. Según algunas fuentes, el grupo adoptó el nombre de una viuda irlandesa que se resistió a que las autoridades anticatólicas la echaran de su cabaña. Serían derrotados y ahorcados diecinueve de sus miembros. Los Molly Maguires se enfrentaban a horrorosas condiciones laborales y evidente discriminación. En aquella época, las minas de Pensilvania eran antihigiénicas y peligrosas, y los trabajadores debían soportar sueldos bajos, la enfermedad del pulmón negro y una absoluta depstendencia de los empleados locales. En 1868, 179 mineros murieron cuando la mina Avondale se hundió y se incendió, sin ninguna salida de emergencia que permitiera escapar a los mineros. Los católicos irlandeses, en particular, debían sufrir además la humillación de encontrarse con carteles de “Se necesita ayuda” que añadían “Irlandeses no se presenten” Se han hecho serias preguntas sobre si los juicios contra los Molly Maguires apresados fueron justos o no: no había ningún jurado irlandés ni católico, y había por lo menos un jurista que no hablaba inglés. La mayoría de los testigos presentaban evidencias del Estado a cambio de una indulgencia o la libertad, y hubo muchas declaraciones contradictorias. Los acusados mantuvieron su inocencia hasta el final. La organización desempeñaría un papel esencial en la historia del movimiento obrero norteamericano como lo hizo su sindicato oficial, la joven Workingmen’s Benevolent Association (WBA), fundada en 1868
La película “The Molly Maguires”, “Odio en las entrañas”, de Martin Ritt, el más contumaz de los cineastas americanos del momento en la misión de abordar temas proletarios, se centra en las actividades de la citada organización usando como núcleo argumental la infiltración en el grupo por parte de un agente de la agencia Pinkerton, cuyo testimonio llevaría a la horca a una serie de activistas en 1877. El film no se centra sólo en la crónica de unos hechos de base histórica, sino en las dudas morales del agente McParland (Richard Harris) una vez ha conocido las condiciones de explotación de los activistas y en el eterno debate sobre los fines y los medios. Se trata de la única película sobre las experiencias de los obreros radicales Wobblies al tiempo que una reflexión sobre la violencia revolucionaria, el maccarthysmo, sufrido por Ritt y Bernstein, y la delación. Destacando la sólida dirección de Martin Ritt, la excelente fotografía de James Wong Howe y el trabajo interpretativo de Sean Connery en uno de sus primeros papeles importantes.
En “Odio en las entrañas”, comienzo de la mejor etapa de su carrera, el trabajo de Martin Ritt resulta esencial y tiende a reforzar la precisión, la agudeza de la descripción social. No sólo crea una unidad plástica que controla con rigor, sino que logra que esa unidad corresponda al movimiento profundo del filme, de visionado ideal en scope y pantalla grande. La forma como se iluminan algunos planos de niños que trabajan seleccionando el carbón, hace sentir, palpar el polvo mismo de ese carbón; evidencia la atrocidad de este trabajo infundiendo a los fragmentos de carbón una increíble existencia sin necesidad de que nada en el encuadre subraye su protagonismo. Para extender los colores, salpica el paisaje (y los campos verdes) de polvo negro y prescinde de arcos, sustituyéndolos por lámparas de cuarzo que, por lo demás, utiliza con mesura: algunos planos sólo están iluminados por una lámpara y, en la mina, utiliza, exclusivamente, las fuentes de luz naturales (las lámparas que llevan los mineros en los cascos o las alojadas en el muro utilizando, hábilmente, los reflejos que despide el carbón).
A Ritt se le reconoce su talento para elegir colaboradores, como, asimismo, el haber sabido imponer una temática y unos ambientes no precisamente de moda, como la clase obrera en esta película. Su obstinación, la fidelidad a sus convicciones, su apego inconmovible a un humanismo progresista, acabarían inspirando, realmente, su puesta en escena, que supera, así, el estadio de las meras intenciones. Los autores se situarían en el punto de vista de los personajes principales sin ver otro mundo que el que ellos ven. Así, Sean Connery no se relaciona con el patrón de la mina, sólo se tratará con el capataz. A “Odio en las entrañas” sólo se le podría reprochar, y quizá ni eso, una pelea que suena demasiado a cine; en todo caso, un error mínimo comparado con los hallazgos, la contención y el rigor del resto de la película reflejo, como señalaría el guionista coproductor Walter Bernstein, «de las ideas de dos hombres de cierta edad». Y eso es lo que conmueve en esta historia de atentados anarquistas cometidos por mineros que han creado una organización secreta, los Molly Maguires, en la que la policía se infiltra: seguramente por su experiencia común del maccarthysmo, Ritt y Bernstein suscitan una doble lectura, actualizando sentimientos y emociones sin forzar nunca la historia. Su película la convierte en una reflexión sobre la lista negra, un colérico panfleto contra la delación. El personaje del policía que pertenece a la misma clase social que aquellos a quienes habrá de denunciar, que los comprende, pues, y comparte, probablemente, sus ideas, es un logro ejemplar totalmente limpio de cualquier esquematismo. En una escena admirablemente escrita y filmada acompaña a Sean Connery quien va a desalojar el almacén de la compañía. De pronto, casi instintivamente, coge un hacha y empieza a destruirlo todo como si quisiera redimir, por adelantado, su ignominia; una acción que no le reporta beneficio alguno y que, por otra parte, supera su misión, decidida en una atmósfera de rebelión con la que se solidariza y desencadenada por una culpabilidad que le lleva a ir más lejos que los demás. “Odio en las entrañas” es una verdadera respuesta ideológica a “La ley del silencio”, con una última secuencia que nos habla de traición y remordimientos en términos muy contemporáneos y que remiten directamente a Elia Kazan, su director.
Richard Harris tiene aquí su mejor papel convirtiéndose en el auténtico motor de la historia, el personaje más complejo, condenado a jugar al gato y al ratón, cuando lo cierto es que se asemeja mucho a aquellos a quienes entrega. Las escenas en que se enfrenta a un Sean Connery (Jack Kehoe) tan exacto como siempre, y sin nunca dar la impresión de estar comentando su papel, figuran entre las más intensas de Ritt, aunque éste nos llegue, incluso, a asombrar más con planos de una violencia, una rapidez física, como ese asesinato de un sindicalista sorprendido en la cama con su mujer por policías disfrazados o ese enfrentamiento con la policía en torno a un establo. El último plano es, incluso, ejemplar en este sentido: Harris caminando por el patio y acercándose a la cámara. Tras él se está probando el buen funcionamiento de la horca con sacos de arena. El ruido de las pruebas no le hace volverse. Sale de campo y la cámara encuadra la horca.
Estrenada en París en medio del anonimato y la incomprensión (La publicación literaria Les lettres françaises vio en el filme una apología de la delación), “The Molly Maguires” fue amputada 19 minutos.