El movimiento estudiantil ha demostrado ser, en la actualidad, un espacio político de vital importancia para las organizaciones juveniles de izquierda, y más en concreto para las comunistas. Se trata, por cuestión de edad, del principal espacio donde las organizaciones política juveniles se han visto obligadas a desarrollar análisis y plantear hipótesis de forma más independiente a sus partidos de referencia.
En este sentido no es de extrañar que, ante las grandes dificultades generales para desarrollar una intervención constante y eficaz en el movimiento obrero, buena parte de los cuadros comunistas jóvenes hayan tenido sus primeras experiencias de análisis e intervención política en las luchas contra el Plan Bolonia, contra los distintos recortes a la Educación Pública o contra la LOMCE.
El movimiento estudiantil en la estrategia revolucionaria
Como revolucionarios somos conscientes de que toda reforma llevada a cabo dentro del sistema capitalista no es más que una victoria temporal y, por tanto, insuficiente. Somos conscientes que el único camino para acabar con la explotación entre seres humanos es que la clase trabajadora protagonice una revolución que la haga, al fin, dueña de su destino.
Sin embargo, ¿qué papel juega el movimiento estudiantil dentro de esta estrategia revolucionaria? Analizamos este movimiento como un frente natural, es decir, un espacio de lucha sectorial para mejorar las condiciones objetivas del estudiantado. Puede articularse, por tanto, en torno a reivindicaciones objetivamente beneficiosas para los estudiantes, especialmente para los de nuestra clase, y concentrar simpatías y apoyos muy amplios en torno a ellas. Debido a esto, entendemos que su papel es ser capaz de organizar activamente a las y los estudiantes con menor nivel de conciencia política (y con mayor) pero que sufren los ataques a la educación, ser una primera experiencia organizativa y de lucha colectiva. Entendemos que esta experiencia trae consigo, en el menor de los casos, la lección de que solo luchando unidos podemos vencer y se vincula a la necesidad de sindicarse una vez dado el paso el mundo laboral. Así mismo, favorece que se experimenten, mediante las práctica, las limitaciones del sistema capitalista y de la democracia liberal. Y es que, a día de hoy, un paso ideológico fundamental está en darse cuenta en la solución no se encuentra en las instituciones.
Vamos a comparar las dos lineas que desde el campo de la izquierda están vertebrando la lucha estudiantil en la actualidad, coexistiendo muchas veces aunque con cierto grado de contradicción: la linea sociopolítica y la linea sindical.
La linea sociopolítica. Las organizaciones estudiantiles que desarrollan esta linea basan su actividad política en dar la batalla contra la ideología dominante en los centro educativos. Está más extendida en las universidades, por ser centros de construcción de pensamiento donde aún sobreviven ciertos ambientes críticos, pero es más limitada en secundaria e inexistente en la Formación Profesional.
El grueso de su trabajo se basa en la organización de actos, charlas y actividades que planteen una visión crítica sobre determinados elementos del sistema o cuestiones políticas de actualidad. El objetivo es elevar el nivel de consciencia y promover el pensamiento crítico entre el estudiantado.
No obstante, también fomentan y participan en las movilizaciones con las reivindicaciones generales del movimiento estudiantil, pero desde perspectivas generalistas, sin realmente llegar a desarrollar una estrategia real para tumbar las reformas y alcanzar las victorias.
Al final las limitaciones de esta orientación en la lucha estudiantil quedan patentes, siendo inservibles o poco útiles tanto para el combate ideológico como para mejorar la realidad material de los y las estudiantes. Y es que, al tratarse de asociaciones estudiantiles y no de partidos, pueden realizar análisis críticos más o menos precisos sobre el Capitalismo, el Patriarcado o alguna de sus consecuencias, pero no pueden plantear alternativas concretas a estos y mucho menos organizar a la gente en una estructura destinada a acabar con estos sistemas de explotación.
Queda así una crítica honesta pero carente de alternativa que generalmente, por las dinámicas de comportamiento social, acercará a las personas del entorno de estas organizaciones a posiciones críticas pero que raramente sobrepasen el anticapitalismo como concepto abstracto y, mucho menos, les haga ver la necesidad de la organización política revolucionaria para la transformación social. Es más, ocurre todo lo contrario, ya que las personas que se organizan en este tipo de espacios como primera experiencia rara vez llegan a ver la necesidad de la organización partidaria, pues la asociación estudiantil cumple parcialmente el papel para ellas y ellos, el de análisis y debate ideológico e incluso, en ocasiones, el de intervención política en otros espacios. Pero, como acabamos de ver, no son estructuras ni política ni organizativamente preparadas para cumplir la tarea revolucionaria, por lo que acaba siendo perjudicial para los intereses objetivos de la clase trabajadora.
Por otro lado, son inservibles para defender los intereses estudiantiles porque para ello precisamos de un movimiento masivo, amplio y combativo. Un movimiento capaz de sumar al mayor número posible de estudiantes que están sufriendo las consecuencias de los ataques a la educación pública y quieren dar respuesta. Esto entra en contradicción con las definiciones ideológicas y primar un trabajo en este sentido, ya que muchas personas que comparten sus intereses como estudiantes y están dispuestos a combatir para defenderlos, quedan al margen de la lucha debido a diferencias ideológicas o a una visión desde el exterior muy marcada políticamente.
Es por todo esto que, aunque las asociaciones que siguen esta linea siguen teniendo un margen de reproducción ya que el flujo de estudiantes críticos que entran a la universidad y que buscan espacios de debate se renueva cada año, nunca podrán alcanzar a articularse como un movimiento de masas ni a plantear una ruta estratégica para alcanzar victorias.
La linea sindical. Se basa en organizar a las y los estudiantes en torno a sus intereses objetivos: la lucha contra los recortes y las reformas, contra la expulsión de estudiantes de la universidad por motivos económicos, contra la explotación sangrante que suponen las prácticas no remuneradas, contra las opresiones de género en los distintos niveles del sistema educativo, por la democratización de los centros de estudio, por una educación al servicio de la mayoría social y no del mercado, etc.
Pero no solo eso, también debe tener una presencia activa en los pequeños problemas del día a día. Ser una herramienta capaz de fomentar la autoorganización de los estudiantes para resolver cuestiones, a priori básicas, como la apertura suficiente de bibliotecas y salas de estudio, problemas con profesores, deficiencias en las instalaciones del centro, falta de enchufes, etc. Es ahí, en el día a día, en las pequeñas luchas y las pequeñas victorias, donde el sindicato gana respeto y legitimidad entre el estudiantado, al convertirse en una herramienta cotidiana útil. Un respeto y una legitimidad para poder plantear retos más ambiciosos de forma exitosa.
Este modelo permite organizar a estudiantes con un nivel de conciencia política mucho más reducido e incorporarlos a posiciones de lucha. A partir de este punto, supone un avance ideológico ya que enseña, a través de la experiencia, como unidos y organizados podemos ganar y podemos mejorar nuestras vidas. También porque provoca que se experimenten de forma más directa las limitaciones del sistema y la incapacidad del mismo para dar solución a los problemas de los estudiantes de clase trabajadora. Posibilita, por tanto, la evolución de sectores con menos nivel de conciencia política ya que les ofrece un espacio de lucha en el que su conciencia irá evolucionando, al tiempo que permite que los sectores con mayor nivel de conciencia, en contacto con los cuadros comunistas que intervienen en el sindicato, conozcan y puedan integrarse en un proyecto político revolucionario en paralelo a la lucha sindical.
Tener unos objetivos, una orientación y unas formas de trabajo claras favorece también un proceso de madurez de la linea sindical, como se está comprobando en algunas experiencias estudiantiles del estado. Esto implica una mayor capacidad para plantear campañas sindicales contundentes que acaben en victorias para el movimiento estudiantil. Pero no solo eso, también implica conocer las limitaciones de tu trabajo inmediato y plantear hipótesis de como superarlas. Pocas de las medidas contra las que combate el movimiento estudiantil no parten de los gobiernos autonómicos y estatal. Por ello, plantearse la lucha sindical en clave de victoria lleva irremediablemente a la necesidad de construir el sindicato estatal y estructuras sindicales territoriales, así como a desarrollar estrategias de combate y de victoria como única forma de alcanzar las aspiraciones estudiantiles.
¿Y qué pasa con el pensamiento crítico? ¿Desde dónde realizar los análisis y plantear los debates que llevan a cabo las asociaciones estudiantiles sociopolíticas? La lucha ideológica sigue siendo una de las tareas fundamentales de los revolucionarios y precisamente por ello es la organización política revolucionaria la que debe desempeñar la tarea. Se trata de hacer los análisis que ni puede ni debe hacer el sindicato. Dar la visión profunda e integral, vinculando los problemas de los y las estudiantes a los intereses de la oligarquía. Explicando el papel del sistema educativo en el Capitalismo para entender de forma más clara el proceso que nos lleva a la lucha. Y, sobre todo, poder ofrecer una alternativa política a todo eso, cosa que no podría hacer una asociación sociopolítica.
Ambas lineas mencionadas no son plenamente contradictorias. De hecho, actualmente, la mayoría de organizaciones estudiantiles tendrían un carácter mixto, más tendente a una u a otra. Generalmente esto se debe a una falta de análisis y debate interno sobre el camino a seguir o por falta de experiencia en desarrollar un trabajo sindical en el día a día que lleva a un repliegue hacia “espacios de confort” en el trabajo. Pero hay que tener presente que la pervivencia de ambas lineas de trabajo va en beneficio de la sociopolítica al estrechar el rango ideológico de la organización estudiantil, limitando su potencialidad sindical.
Construir la escuela de combate: el sindicato que necesitamos
Siguiendo con el análisis anterior, la organización estudiantil debería cumplir una serie de características para aumentar su eficacia en la conquista de mejoras inmediatas para las y los estudiantes, así como en ser una escuela de combate que favorezca el salto de los sectores más concienciados a la lucha política revolucionaria.
En primer lugar debe ser sindical, es decir, una organización orientada a mejorar las condiciones objetivas del estudiantado, a mejorar su día a día. Debe ser capaz de combinar un trabajo para mejorar la realidad concreta, la del centro de estudios, con las reivindicaciones comunes de todo el movimiento estudiantil. También debe ser hábil planteando las reivindicaciones de máximos y de mínimos: conseguir el B1 gratuito, por ejemplo, es un victoria indudable, pero no podemos perder de vista que el objetivo es conquistar una educación gratuita en todos los sentidos.
Debe ser un sindicato ideológicamente amplio, para poder incorporar a la lucha al mayor número de estudiantes que quieran defender su educación, y masivo. Esto pasa, también, por desarrollar mecanismos para estar en contacto constante con el resto de estudiantes, conocer sus problemas, su visión sobre las reivindicaciones y las movilizaciones y su estado de ánimo. Solo partiendo de esta realidad pueden planificarse acciones y movilizaciones para presionar de forma exitosa. Solo así pueden conseguirse verdaderas victorias.
Un sindicato combativo, que tenga como vía de presión para alcanzar sus reivindicaciones la movilización colectiva. Esta característica es fundamental para evitar derivas pactistas o institucionalistas que lo convertirían en una mera herramienta de gestión de problemas, favoreciendo al sistema en lugar de debilitándolo. Y es que, cuando logras ganar un conflicto a base de poder colectivo el mensaje que queda es ese, solo juntos y en la lucha nos podemos asegurar unas condiciones de vida dignas.
Una organización profundamente democrática en su funcionamiento interno y posicionamientos externos. Entendiendo que sería la primera experiencia organizativa de muchas personas es fundamental que sea una experiencia de análisis, debate y decisiones colectivas desde la base. Esto hace necesaria su independencia de cualquier organización política, explícita e implícita. La herramienta de defensa de las y los estudiantes no puede ser el brazo estudiantil de ningún partido.
Debe participar activa y constructivamente en el desarrollo de un sindicato estatal y de estructuras sindicales territoriales, ya que la gran mayoría de las medidas que afectan a las y los estudiantes parten del gobierno estatal y los gobiernos autonómicos y es una necesidad imperante articular y aprender a plantear la lucha en estos espacios que rebasan lo local.
Finalmente, con una estrecha colaboración y coordinación con los sindicatos de trabajadores, fomentando la unidad entre trabajadores y estudiantes, ya que la confluencia en la lucha nos hace más fuertes. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las actitudes pasivas o desmovilizadoras que pueden tener estos sindicatos nunca puede suponer un freno para el movimiento estudiantil. Más aún, debemos en la medida de lo posible arrastrar a los sindicatos de trabajadores hacia planteamientos y formas de trabajo más combativas.
Conclusión
Puede parecer que estamos lejos de alcanzar nuestros objetivos, que el camino es demasiado largo y el paso demasiado lento. Sin embargo, analizando en perspectiva hemos de reconocer como en apenas 9 años hemos pasado de la casi inexistencia de la lucha estudiantil a las masivas movilizaciones contra Bolonia y la creación de grandes asambleas como forma primitiva de organización. De ahí al desarrollo de asociaciones y sindicatos estudiantiles que articularon las luchas contra la LOMCE, el tasazo y la reducción de becas y que, en algunos casos, han ido desarrollando, cada vez con mayor grado de madurez, un trabajo sindical casi de hormiguita que les ha permitido crecer en fuerza y organizar importantes luchas y movilizaciones en contextos de desmovilización general.
Llegados a este punto se hace fundamental el debate claro, abierto y honesto de qué tipo de movimiento estudiantil necesitamos construir. Y, sobre todo, se hace necesario ser lo suficientemente consecuentes como para trabajar en una linea que en la teoría consideramos correcta.
Como estudiantes y como comunistas tenemos claro que la linea sindical es el camino para desarrollar un movimiento estudiantil fuerte que arranque victorias y para acercar al mayor número de estudiantes a posiciones revolucionarias. Estamos dispuestos a contrastar honestamente nuestro análisis con cualquier persona u organización que plantee diferencias para poder avanzar. Pero también estamos convencidos de que es el momento de trabajar, analizar y mejorar, de perfilar este modo de trabajo para alcanzar las victorias que el movimiento estudiantil necesita.
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