La lucha de clases en Podemos y la pequeña burguesía
Escrito por Teodoro Nelson
Publicado en febrero de 2017 en Canarias Semanal
"Las posiciones en Podemos vienen determinada por los intereses particulares de sus dirigentes"
La batalla política en Podemos concluye de momento. El origen de tal enfrentamiento no se debió a la batalla de ideas o posiciones, sino a su inequívoco carácter de clase. Este enfrentamiento es, a su vez, una forma específica de la división de la izquierda política.
Así, Errejón representaba a buena parte del aparato del partido puesto por su equipo, aquellos que a nivel local y central ya ocupaban cargos en la administración del Estado y que, por consiguiente, eran partidarios de asimilarse lo más rápido posible a las instituciones así como a los partidos de orden. Por otra parte, el sector de "Iglesias" representaba a los incondicionales de secretario general, de objetivos más a largo plazo.
De este modo, es la guerra por los sillones la que determina en última instancia la diferencia de ideas y por ende la división. Al verse aislado de una buena parte del aparato del partido, Iglesias adoptó una postura de "acercamiento" a las bases, aunque el programa así como la línea política sean las mismas. Es un cambio de forma. Recordemos la moderación sufrida durante las elecciones por Podemos y por el propio Secretario. Proceso similar al de Pedro Sánchez, el cual no es más de "izquierdas" que Susana Díaz. Simplemente, al verse sin aliados decide tornarse más cercano "a las masas" por el puro interés del cálculo personal.
Vemos entonces como la posición del partido viene determinada por sus intereses particulares. Pero dichos intereses vienen determinados por su posición dentro de la sociedad en la que viven, y dentro de la posición en cuanto a las relaciones productivas. Así pues, su comportamiento vendrá definido por el carácter de clase dominante en Podemos.
Siendo así, Podemos se comporta y es un partido de la pequeña burguesía, de la aristocracia obrera. Esta clase, históricamente, ha buscado una posición privilegiada dentro del Estado, puesto que a pesar de tener un status mayor que el de un trabajador, no posee medios de producción ni capital. En este sentido, dependen más del sistema que un capitalista, pues necesitan de él para no verse arrastrados social y económicamente a las clases "medias" o "bajas".
Esta dependencia hace que necesariamente tengan que defender un "capitalismo de rostro humano", es decir, un capitalismo donde las clases "no existan" o quedan amortiguadas. Donde coexistan plutócratas y masas explotadas. Algo similar a soñar con un sistema esclavista donde el amo y el esclavo cohabiten. Esta visión del mundo refleja, si le damos la vuelta, su propia posición de clase, es decir, una posición intermedia entre el pueblo y la oligarquía económica. De ahí que en su forma política más desarrollada no sean ni de izquierdas ni de derechas, reflejando una vez más su posición social entre dos grandes clases.
Claro, esta diferencia puede estar simplemente en sus cabezas en cuanto a lo económico se refiere. Según Marx, que analiza brillantemente el comportamiento de la pequeña burguesía en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: "Lo que les hace representantes del pequeño burgués es que, mentalmente, no transcienden las fronteras que enmarcan la vida de aquél; que, por tanto, se ven teóricamente empujados a las mismas cuestiones y soluciones a las que, en la práctica […] empujan a aquél".
Por eso la izquierda Europea, una izquierda pequeñoburguesa, asalariada pero alimentada gracias a los réditos del imperialismo, cae una y otra vez en los mismos problemas que ahora vemos en Podemos, porque sólo conciben una transformación "dentro de las fronteras de la pequeña burguesía". Como clase, dependen en sí misma de sostener el statu quo actual. Catedráticos, académicos, ministros, tertulianos… Para diferenciarse de la indiferenciada masa, deben aceptar los límites impuestos. Por eso, una vez más, tienden a la moderación, como ha demostrado el eurocomunismo.
No pueden defender a Hugo Chávez abiertamente aunque antes lo hicieran, pues dependen de los grandes medios de comunicación. No pueden criticar al Estado ni pretender cambiarlo, pues ser presidente es su máximo objetivo. Acaban divididos en sectarismo y peleas porque predomina el personalismo, el interés egoísta de clase, el interés del político burgués clásico.
Este carácter de clase hace que todos estos partidos tiendan, naturalmente, hacia la moderación, hacia la aceptación del modelo imperante puesto que como hemos visto, su objetivo es ser valedores del capitalismo, y además dependen de él aunque puedan o traten de apoyarse en las masas (igual que los partidos bipartidistas). De ahí que carezcan de ideología, o que ésta quede relegada a un segundo plano. Lo que importa es el programa, es decir, las elecciones, o sea, el poder institucional. Como no hay ideología, las medidas cambian según las circunstancias. Esas circunstancias las determinarán los intereses personales o camarillescos. Su única forma es el "cretinismo parlamentario". Es el oportunismo sin tapujos, que se deshace de toda ideología, revelando su propio interés descarnado: pisar moqueta. Aunque claro, se haga "por la gente". No tener ideología es aceptar el sentido común dominante, la ideología dominante. Ser neutral significa pasivamente ponerse de parte del estado de cosas actual, ponerse de parte de aquellos que controlan las cosas. Así, la "transversalidad" es aceptar las condiciones, moral y tácticas del enemigo.
Pero esto no es nada nuevo. Así, en el Brumario, Marx expone que: "cuando por fin aparece el 'fantasma rojo' continuamente excitado, conjurado y espantado por los contrarrevolucionarios, no aparece con el gorro frigio anárquico en la cabeza, sino con el uniforme del orden". ¿No es similar estas palabras al "tranquilos, no soy comunista" de Manuela Carmena? Es porque se trata, en esencia, de la misma clase social. Es imposible que Syriza no continúe con los recortes. A fin de cuentas, su objetivo de clase es administrar la explotación, subir en el escalafón de un sistema oligárquico. No puede hacer nada que se salga de los intereses monopolísticos del Estado y de la clase dominante.
John Reed definía aún mejor a la pequeña burguesía al hablar de la revolución Rusa. "Los socialistas 'moderados' necesitaban de la burguesía; pero la burguesía no necesitaba de los socialistas 'moderados'. Los ministros socialistas se vieron obligados a ir cediendo, poco a poco, la totalidad de su programa, a medida que las clases poseedoras se mostraban lo más apremiantes. Y finalmente, cuando los bolcheviques echaron abajo todo ese hueco edificio de compromisos, mencheviques y socialrevolucionarios se encontraron en la lucha al lado de las clases poseedoras". Estas palabras nos resultan increíblemente familiares, pues aunque hayan pasado ya 100 años, la pequeña burguesía sigue en Europa actuando como vanguardia de la izquierda, término que abandona en pro de la sacra conquista del poder electoral-mediático.
Terminamos con una frase de Lenin. "La 'brillante' juventud intelectual se lanza 'hacia el proletariado' en los períodos de ascenso social, pero que es incapaz de penetrar las concepciones de la clase obrera […]". Solamente un partido que, sin tapujos, defienda los intereses de los trabajadores y los de nadie más, puede tener algún futuro en los tiempos que se avecinan.
Escrito por Teodoro Nelson
Publicado en febrero de 2017 en Canarias Semanal
"Las posiciones en Podemos vienen determinada por los intereses particulares de sus dirigentes"
La batalla política en Podemos concluye de momento. El origen de tal enfrentamiento no se debió a la batalla de ideas o posiciones, sino a su inequívoco carácter de clase. Este enfrentamiento es, a su vez, una forma específica de la división de la izquierda política.
Así, Errejón representaba a buena parte del aparato del partido puesto por su equipo, aquellos que a nivel local y central ya ocupaban cargos en la administración del Estado y que, por consiguiente, eran partidarios de asimilarse lo más rápido posible a las instituciones así como a los partidos de orden. Por otra parte, el sector de "Iglesias" representaba a los incondicionales de secretario general, de objetivos más a largo plazo.
De este modo, es la guerra por los sillones la que determina en última instancia la diferencia de ideas y por ende la división. Al verse aislado de una buena parte del aparato del partido, Iglesias adoptó una postura de "acercamiento" a las bases, aunque el programa así como la línea política sean las mismas. Es un cambio de forma. Recordemos la moderación sufrida durante las elecciones por Podemos y por el propio Secretario. Proceso similar al de Pedro Sánchez, el cual no es más de "izquierdas" que Susana Díaz. Simplemente, al verse sin aliados decide tornarse más cercano "a las masas" por el puro interés del cálculo personal.
Vemos entonces como la posición del partido viene determinada por sus intereses particulares. Pero dichos intereses vienen determinados por su posición dentro de la sociedad en la que viven, y dentro de la posición en cuanto a las relaciones productivas. Así pues, su comportamiento vendrá definido por el carácter de clase dominante en Podemos.
Siendo así, Podemos se comporta y es un partido de la pequeña burguesía, de la aristocracia obrera. Esta clase, históricamente, ha buscado una posición privilegiada dentro del Estado, puesto que a pesar de tener un status mayor que el de un trabajador, no posee medios de producción ni capital. En este sentido, dependen más del sistema que un capitalista, pues necesitan de él para no verse arrastrados social y económicamente a las clases "medias" o "bajas".
Esta dependencia hace que necesariamente tengan que defender un "capitalismo de rostro humano", es decir, un capitalismo donde las clases "no existan" o quedan amortiguadas. Donde coexistan plutócratas y masas explotadas. Algo similar a soñar con un sistema esclavista donde el amo y el esclavo cohabiten. Esta visión del mundo refleja, si le damos la vuelta, su propia posición de clase, es decir, una posición intermedia entre el pueblo y la oligarquía económica. De ahí que en su forma política más desarrollada no sean ni de izquierdas ni de derechas, reflejando una vez más su posición social entre dos grandes clases.
Claro, esta diferencia puede estar simplemente en sus cabezas en cuanto a lo económico se refiere. Según Marx, que analiza brillantemente el comportamiento de la pequeña burguesía en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: "Lo que les hace representantes del pequeño burgués es que, mentalmente, no transcienden las fronteras que enmarcan la vida de aquél; que, por tanto, se ven teóricamente empujados a las mismas cuestiones y soluciones a las que, en la práctica […] empujan a aquél".
Por eso la izquierda Europea, una izquierda pequeñoburguesa, asalariada pero alimentada gracias a los réditos del imperialismo, cae una y otra vez en los mismos problemas que ahora vemos en Podemos, porque sólo conciben una transformación "dentro de las fronteras de la pequeña burguesía". Como clase, dependen en sí misma de sostener el statu quo actual. Catedráticos, académicos, ministros, tertulianos… Para diferenciarse de la indiferenciada masa, deben aceptar los límites impuestos. Por eso, una vez más, tienden a la moderación, como ha demostrado el eurocomunismo.
No pueden defender a Hugo Chávez abiertamente aunque antes lo hicieran, pues dependen de los grandes medios de comunicación. No pueden criticar al Estado ni pretender cambiarlo, pues ser presidente es su máximo objetivo. Acaban divididos en sectarismo y peleas porque predomina el personalismo, el interés egoísta de clase, el interés del político burgués clásico.
Este carácter de clase hace que todos estos partidos tiendan, naturalmente, hacia la moderación, hacia la aceptación del modelo imperante puesto que como hemos visto, su objetivo es ser valedores del capitalismo, y además dependen de él aunque puedan o traten de apoyarse en las masas (igual que los partidos bipartidistas). De ahí que carezcan de ideología, o que ésta quede relegada a un segundo plano. Lo que importa es el programa, es decir, las elecciones, o sea, el poder institucional. Como no hay ideología, las medidas cambian según las circunstancias. Esas circunstancias las determinarán los intereses personales o camarillescos. Su única forma es el "cretinismo parlamentario". Es el oportunismo sin tapujos, que se deshace de toda ideología, revelando su propio interés descarnado: pisar moqueta. Aunque claro, se haga "por la gente". No tener ideología es aceptar el sentido común dominante, la ideología dominante. Ser neutral significa pasivamente ponerse de parte del estado de cosas actual, ponerse de parte de aquellos que controlan las cosas. Así, la "transversalidad" es aceptar las condiciones, moral y tácticas del enemigo.
Pero esto no es nada nuevo. Así, en el Brumario, Marx expone que: "cuando por fin aparece el 'fantasma rojo' continuamente excitado, conjurado y espantado por los contrarrevolucionarios, no aparece con el gorro frigio anárquico en la cabeza, sino con el uniforme del orden". ¿No es similar estas palabras al "tranquilos, no soy comunista" de Manuela Carmena? Es porque se trata, en esencia, de la misma clase social. Es imposible que Syriza no continúe con los recortes. A fin de cuentas, su objetivo de clase es administrar la explotación, subir en el escalafón de un sistema oligárquico. No puede hacer nada que se salga de los intereses monopolísticos del Estado y de la clase dominante.
John Reed definía aún mejor a la pequeña burguesía al hablar de la revolución Rusa. "Los socialistas 'moderados' necesitaban de la burguesía; pero la burguesía no necesitaba de los socialistas 'moderados'. Los ministros socialistas se vieron obligados a ir cediendo, poco a poco, la totalidad de su programa, a medida que las clases poseedoras se mostraban lo más apremiantes. Y finalmente, cuando los bolcheviques echaron abajo todo ese hueco edificio de compromisos, mencheviques y socialrevolucionarios se encontraron en la lucha al lado de las clases poseedoras". Estas palabras nos resultan increíblemente familiares, pues aunque hayan pasado ya 100 años, la pequeña burguesía sigue en Europa actuando como vanguardia de la izquierda, término que abandona en pro de la sacra conquista del poder electoral-mediático.
Terminamos con una frase de Lenin. "La 'brillante' juventud intelectual se lanza 'hacia el proletariado' en los períodos de ascenso social, pero que es incapaz de penetrar las concepciones de la clase obrera […]". Solamente un partido que, sin tapujos, defienda los intereses de los trabajadores y los de nadie más, puede tener algún futuro en los tiempos que se avecinan.