Como dice Eduardo Galenao,los americanos perdimos hasta el derecho de llamarnos como tal,ya que ese seudónimo está reservado al vecino todo poderoso. En numerosas fechas recordamos la conquista,que ahora se llama el "Día de la diversidad cultural" por orden de Cristina Fernández,como algo benefactor,ya que la "civilización europea vino a sacarnos del torrente de barbarie en que nos encontrábamos. La memoria es una de las armas más fuertes de los pueblos,pero cuando esa memoria está truncada,de nada sirve. Es por eso que debemos recordar la historia tal como pasó,no como la escribieron las clases dominantes,porque como es bien sabido,la historia la escriben los que ganan.
A continuación transcribo un resumen del capítulo El rey azúcar y otros monarcas agrícolas del libro de Eduardo Galeano.
La búsqueda de oro y plata fue,sin duda,el motor central de la conquista. Pero en su segundo viaje,Cristobal Colón trajo las primeras raíces de caña de azúcar,desde las islas Canarias,y las plantó en las tierras que hoy ocupa la República Dominicana. El azúcar era un artículo tan codiciado por los europeos que hasta en los ajuares de las reinas llegó a figurar como parte de la dote. Se alzaron los cañaverales en el litoral húmedo y caliente del nordeste de Brasil y,posteriormente,también las islas del Caribe-Barbados,Jamaica,Haití y la Dominicana,Guadalupe,Cuba,Puerto Rico-y Veracruz y la costa peruana resultaron sucesivos escenarios para la explotación,en gran escala, del "oro blanco". Inmensas legiones de esclavos vinieron de África para proporcionar,al rey azúcar,la fuerza de trabajo numerosa y gratuita que exigía: combustible humano para quemar.El largo ciclo del azúcar dio origen,en América Latina, a prosperidades como las que engendraron en Potosí,Ouro Preto,Zacatecas y Guanajuato,los furores de la plata y el oro;al mismo tiempo,impulsó con fuerza decisiva,directa e indirectamente,el desarrollo industrial de Holanda,Francia,Inglaterra y Estados Unidos.
Por su estructura interna,sin embargo,tomando en cuenta que se bastaba a sí misma en buena medida,resultaban feudales algunos de sus rasgos predominantes. Utilizaba,por otra parte,mano de obra esclava. Tres edades históricas distintas-mercantilismo,feudalismo,esclavitud-se combinaban así en una sola unidad económica y social,pero era el mercado internacional quien estaba en el centro de la constelación de poder que el sistema de plantaciones integró desde temprano.
El latifundio actual,mecanizado en medida suficiente para multiplicar los excedentes de mano de obra,dispone de abundantes reservas de brazos baratos. Ya no depende de la importación de esclavos africanos ni de la "encomienda indígena. Al latifundio le basta con el pago de jornales irrisorios,la retribución de servicios en especies o el trabajo gratuito a cambio del usufructo de un pedacito de tierra;se nutre de la proliferación de los minifundios,resultado de su propia expansión,y de la continua migración interna de legiones de trabajadores que se desplazan,empujados por el hambre,al ritmo de las zafras azucareras.
La cultura de la pobreza,la economía de subsistencia y el letargo son los precios que cobra,con el transcurso de los años,el impulso productivo original.
Cuando más codiciado por el mercado mundial,mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que,con su sacrificio,lo crea. La zona menos castigada por esta ley de acero,el río de la Plata,que arrojaba cueros y luego carne y lana a las corrientes del mercado internacional,no ha podido,sin embargo,escapar de la jaula del subdesarrollo.