LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA REPRESIÓN SEXUAL, texto de
Wilhelm Reich publicado en
Diario Internacional en abril de
2011Este texto forma parte del libro “Psicología de Masas del Fascismo”, escrito por Wilhelm Reich. El contenido de este libro estuvo dirigido a desenmascarar las concepciones burguesas y revisionistas respecto al sexo.
A Lenin ya le había sorprendido el comportamiento irracional y singular de las masas antes de la sublevación o durante el desarrollo de ésta. Hace el siguiente relato de las sublevaciones de soldados en Rusia en 1905:
"El soldado estaba lleno de simpatía por la causa de los campesinos; a la sola mención del campo le brillaban los ojos. Más de una vez había pasado el poder en las tropas a manos de los soldados, pero esta situación no había sido explotada casi nunca; los soldados dudaban; algunas horas después de haber matado a un superior detestado, les concedían la libertad a los demás, entablaban negociaciones con las autoridades y luego se dejaban ejecutar y azotar, y aceptaban "el yugo de nuevo..." (Lenin, Sobre la religión.)
Los místicos de todos los pelajes explicarán tal actitud por la naturaleza moral inmutable del hombre, que constituiría un obstáculo a la rebelión contra las instituciones divinas, la autoridad del Estado y sus representantes; los marxistas vulgares pasan al lado de tales fenómenos que no les interesan, sin prestarles atención y sin poder explicarlos, porque no son explicables por los solos argumentos económicos. La teoría freudiana se acerca más a la verdad cuando explica tal comportamiento por el sentimiento de culpabilidad adquirido durante la infancia, frente a todas las personas que representan al padre. Sólo que no nos dice nada sobre el origen y la función sociológica de un comportamiento como ese y no propone, por este motivo, solución práctica ninguna. Tampoco comprende sus relaciones con la represión y la deformación de la vida sexual de las masas.
Antes de abordar el análisis de los fenómenos irracionales de los que se ocupa la psicología de masas es indispensable echar una breve ojeada a los problemas suscitados por la economía sexual, de la que hemos tratado en detalle en otra parte.
La economía sexual es un sector de la investigación desgajado hace algunos años de la sociología de la vida sexual humana por la aplicación a este campo del funcionalismo y que, desde entonces, ha conseguido esclarecer una serie de hechos de un tipo nuevo. Su fundamento son las condiciones preliminares siguientes: Marx encontró la vida social dominada por las condiciones de la producción económica y los conflictos de clase que, en un punto determinado de la historia son su consecuencia. La servidumbre de la clase oprimida por los propietarios de los medios de producción social no se hace casi nunca por la fuerza bruta: su arma principal es su poder ideológico sobre los oprimidos, que sostiene eficazmente el aparato del Estado. Ya hemos subrayado que Marx veía en el hombre vivo y productor, con sus atributos psíquicos y físicos, la primera condición de la historia y la política. La estructura caracterológica del hombre que actúa, dicho de otro modo, del "factor subjetivo de la historia" en el sentido de Marx, no fue explorada porque Marx era sociólogo y no psicólogo y porque, en su tiempo, la psicología científica aún no existía. Aún no se ha dado respuesta alguna a la cuestión de saber por qué razón los hombres han soportado a lo largo de milenios la explotación y la humillación, en una palabra, el esclavismo; la investigación se limitaba al proceso económico de la sociedad y al mecanismo de la explotación económica.
Apenas cincuenta años más tarde, Freud descubrió, por un método particular, al que dio el nombre de psicoanálisis, el proceso que domina la vida del alma. Sus más importantes descubrimientos, que anularon y conmocionaron una gran cantidad de antiguos conceptos — lo cual le atrajo al principio el odio de la gente—, son los siguientes: La conciencia (psicológica) no es más que una pequeña parte del campo psíquico; es tributaria de los procesos psíquicos inconscientes que, por esta razón, escapan al control de la ciencia: todo acontecimiento psíquico —incluso aunque aparezca desprovisto de sentido, como el sueño, el acto fallido, los despropósitos de los psicóticos y de los alienados— tiene una función y un "sentido" perfectamente comprensible si se consigue insertarlo en la historia del desarrollo de la persona humana. Debido a este descubrimiento, la psicología que" hasta entonces había vegetado bajo la forma de una especie de física del cerebro ("mitología del cerebro"), o como la hipótesis de un espíritu objetivo misterioso, alcanzaba repentinamente un puesto entre las ciencias naturales.
El segundo gran descubrimiento de Freud era el de una sexualidad infantil muy activa, completamente independiente de la función de reproducción: la sexualidad y la reproducción, lo sexual y lo genital no son, pues, en absoluto, idénticos; la disección analítica de los procesos psíquicos ha puesto en evidencia, por otro lado, que la sexualidad o, más bien, la energía, la libido, que es de origen somático, es el motor central de la vida del alma. Las premisas biológicas y las condiciones sociales se van a encontrar en el terreno psíquico.
El tercer gran descubrimiento de Freud fue que la sexualidad infantil, de la que también forma parte lo esencial de las relaciones padre-hijo (complejo de Edipo), es generalmente reprimida porque el niño teme que sus padres le castiguen por actos y pensamientos sexuales (aquí se encuentra el sentido profundo de la "angustia de castración"); de este modo, la sexualidad queda apartada de la acción y borrada de la memoria. La represión de la sexualidad infantil la suprime de la conciencia sin por ello arrebatarle su energía; por el contrario, la refuerza y la influye de tal modo que se manifiesta en muchas turbaciones patológicas de la vida del alma. Como esta regla se aplica, sin excepción, a todos los hombres vivos, Freud podía decir que su paciente era la humanidad entera.
El cuarto descubrimiento importante en este contexto fue el de que las instancias morales en el hombre no tienen origen supraterrestre alguno, sino que son el resultado de las medidas pedagógicas que, desde la más tierna edad del niño toman los padres o sus representantes. En el centro de estas medidas pedagógicas se encuentran las que se dirigen a la represión sexual del niño. El conflicto que opone al principio los deseos de los niños a las prohibiciones de los padres se prolonga después en el conflicto interior de la persona entre los impulsos y la moral. Las instancias morales, que pertenecen al inconsciente, chocan en el adulto contra su conocimiento de las leyes de la sexualidad y de la vida psíquica inconsciente; favorecen la represión sexual ("resistencia sexual") y aplican la resistencia del mundo contra el descubrimiento de la sexualidad infantil.
Todos estos descubrimientos (y nos hemos limitado a citar los que tienen una incidencia directa sobre nuestro objeto) han asestado un golpe muy fuerte —a veces debido a su sola existencia— a la filosofía reaccionaria y muy especialmente a la metafísica religiosa, que se erige en defensora de los valores morales eternos, que afirma que el mundo está dominado por un espíritu objetivo y que niega la sexualidad infantil y pretende relegar la sexualidad a la función reproductora únicamente. Tales descubrimientos no pudieron desplegar todos sus efectos porque la sociología psicoanalítica que se edificara a partir de ellos les arrebató en gran medida lo que tenían de revolucionario y progresista. No es éste el lugar de demostrarlo. La sociología analítica intentó analizar la sociedad como si fuera un individuo, opuso de modo absoluto el proceso cultural a la satisfacción sexual, interpretó los impulsos destructores como datos biológicos originales que presidieran de modo ineluctable los destinos humanos, negó la existencia de una era matriarcal primitiva y desembocó, espantada de sus propias conclusiones, en un escepticismo paralizante. Desde hace mucho tiempo ha adoptado una actitud hostil frente a los que hacen este balance y sus representantes son consecuentes consigo mismos cuando luchan contra estas tentativas. Pero todo esto no cambia nada en el hecho de que nosotros estemos dispuestos a rechazar enérgicamente todo ataque contra los grandes descubrimientos de Freud, venga de donde venga.
Las investigaciones realizadas con ayuda de la sociología fundada sobre la economía sexual, la cual toma como punto de partida estos descubrimientos, no se limitan a ser una tentativa más de completar a Marx con Freud o a Freud con Marx, o de hacer una amalgama de los dos. Hace poco, hemos declarado cuál era la función precisa que asume el psicoanálisis en el edificio del materialismo histórico: puede ayudar a la comprensión de la estructura y de la dinámica de la ideología, pero no de su aspecto histórico. Sólo un político limitado podría reprocharle a la psicología analítica estructural no sacar rápido partido de sus hallazgos en forma de consejos prácticos. El hecho de que se encuentre afectada de algunas deformaciones debido al contagio con la filosofía conservadora, no debería ser motivo para que un politicastro la rechazara en bloque. Que haya comprendido la sexualidad infantil es un título de gloria científica y revolucionaria que ningún sociólogo auténtico le disputará.
Se sigue de ello que la ciencia de la sociología de la economía sexual, que descansa sobre los descubrimientos sociológicos de Marx y sobre los descubrimientos psicológicos de Freud, es una psicología de masas y una sociología sexual a la vez. Comienza allí donde, tras el rechazo de la filosofía de la cultura de Freud,(•) termina la problemática clínica y psicológica del psicoanálisis.
(•) Que, a pesar de su idealismo, contiene más verdades sobre la vida activa que todas las sociologías y muchas de las psicologías marxistas reunidas.
El psicoanálisis nos revela los efectos y los mecanismos de la represión y la inhibición sexuales así como los detalles de sus consecuencias patológicas. La sociología basada en la economía sexual va más allá: ¿por qué motivo de orden social está reprimida la sexualidad en la sociedad e inhibida en el individuo? es la pregunta que se plantea. La Iglesia responde: en interés de la salvación eterna; la filosofía moral mística: a causa de la naturaleza moral eterna del hombre; la filosofía cultural freudiana dice: en interés de la "cultura". Uno puede llegar a preguntarse con escepticismo en qué puede obstaculizar a la instalación de estaciones de gasolina o a la producción de aviones, la masturbación de los niños o las relaciones sexuales entre los adolescentes. Tenemos la impresión de que no es la actividad cultural la que está en peligro, sino la forma actual de esa actividad, cosa que estaríamos dispuestos a sacrificar gustosamente a ese precio, para poner fin a la inmensa angustia de los niños y de los adolescentes. De este modo queda claro que el problema no es cultural, sino de orden social. Si examinamos la historia de la represión sexual descubriremos que su nacimiento no coincide con el de la cultura, que no es una condición de la formación de la cultura, sino que ha aparecido relativamente tarde, tras la instauración del patriarcado autoritario y el nacimiento de las clases. En ese momento se comienza a poner al servicio de la minoría los intereses sexuales de todos; el matrimonio y la familia autoritaria le han dado a esta situación una nueva forma de organización. La sensibilidad del hombre se modifica con la restricción y la represión sexuales y, de este modo, aparece la religión que niega la sexualidad y que, poco a poco, instala su propia organización de política sexual: la Iglesia, con todos sus precursores, dedicada especialmente a la extirpación del placer sexual y de la escasa felicidad sobre la tierra. No es preciso añadir que esta evolución no carece de significación social si se la estudia bajo el punto de vista de la explotación, entonces floreciente, de la fuerza humana de trabajo.
Para comprender bien esta relación es importante hacerse una idea muy clara de la institución central social donde convergen las situaciones económica y socioeconómica de la sociedad patriarcal y autoritaria. Sin tomar en consideración- esta institución es imposible comprender la economía sexual y el proceso ideológico del patriarcado. El psicoanálisis de individuos de todos los países y de todas las capas sociales muestra que la conjunción de las estructuras socioeconómica y sexual de la sociedad así como su reproducción estructural se producen a lo largo de los cuatro o cinco primeros años de la vida por los cuidados de la familia autoritaria. A continuación, la Iglesia no hace otra cosa que perpetuar esta función. Al Estado autoritario le interesa por tanto sobre todo perpetuar la familia autoritaria: ella es la fábrica en la que se elaboran su estructura y su ideología.
Hemos encontrado, pues, la institución donde se opera la conjunción entre los intereses económicos y sexuales del Estado autoritario. Queda la cuestión de saber cómo se efectúa esta conjunción y cuál es su mecanismo. Aquí también el análisis de la estructura caracterológica típica del hombre reaccionario (comprendido el trabajador) nos proporciona la respuesta; pero tal respuesta no es patente más que al que está acostumbrado a investigar sobre el análisis caracterológico. La inhibición moral de la sexualidad natural del niño cuya última etapa es la limitación característica a la sexualidad genital hace del niño un ser angustiado, salvaje, sumiso, obediente, "amable" y "dócil" en el sentido autoritario de la palabra; de este modo, todo gesto vital y libre está cargado de una fuerte dosis de angustia, que paraliza las fuerzas rebeldes en el hombre y deteriora su potencia intelectual y su sentido crítico, imponiéndole la prohibición de pensar en las cosas sexuales. En una palabra, su fin es la creación del sujeto adaptado al orden autoritario, que lo acepta a despecho de todas las miserias y humillaciones. Para comenzar, el niño ha de plegarse al estado autoritario en miniatura que es la familia, cuyas estructuras tiene que aceptar a fin de poder integrarse más tarde en el marco del orden social general. La estructuración autoritaria del hombre se produce en primer lugar por la localización de inhibiciones y angustias sexuales en la materia viva de los impulsos sexuales; lo cual no debe olvidarse.
No nos resultará difícil comprender por qué la economía sexual considera a la familia como la célula de reproducción más importante del sistema social autoritario si nos paramos a considerar a título de ejemplo, el caso de la mujer conservadora, esposa de un trabajador medio. Tiene la misma hambre que la esposa partidaria de la libertad, padece de la misma forma bajo la situación económica, pero vota a los fascistas.
Si, además, por otro lado, examinamos la diferencia, en materia de ideología sexual, entre la mujer liberal y la reaccionaria media, nos daremos cuenta de la importancia primordial de la estructura sexual: la inhibición moral antisexual impide a la mujer conservadora tomar conciencia de su situación social y la liga con tanta fuerza a la Iglesia cuanto ella teme al "bolchevismo sexual". Desde el punto de vista teórico, las cosas se presentan de modo siguiente: el marxista vulgar, acostumbrado a los razonamientos mecanicistas supondrá que la toma de conciencia de la situación económica será tanto más decisiva, cuanto mayor sea la miseria sexual que se añada a la económica. Según esta hipótesis, los adolescentes y la masa de mujeres deberían estar más inclinados a la revolución que los hombres. Sin embargo, la verdad es lo contrario. El economista no sabe cómo explicar este fenómeno; es incapaz de comprender incluso por qué la mujer reaccionaria rehúsa escuchar su programa económico. La explicación es la siguiente: la represión de las necesidades materiales más groseras no produce el mismo efecto que la represión de las necesidades sexuales. La primera excita a la revolución; la segunda, dado que somete las exigencias sexuales a la inhibición, que las sustrae a la conciencia, que se ancla interiormente bajo la forma de defensa moral, impide la revolución contra las dos formas de la represión. Notemos que la inhibición de la revolución es también inconsciente. El hombre medio apolítico no experimenta ni los primeros atisbos.
El resultado es el conservadurismo, el miedo a la libertad, una mentalidad reaccionaria.
La inhibición sexual refuerza la reacción política no sólo por medio del proceso descrito más arriba haciendo pasivo y apolítico el individuo integrado en la masa, sino que crea en la estructura del hombre una fuerza secundaria, un interés artificial que sostienen por su parte el orden autoritario de modo activo. Puesto que la sexualidad, a la que el proceso de inhibición niega las satisfacciones naturales, se vuelve a toda clase de satisfacciones complementarias. De este modo la agresividad natural se transforma en sadismo brutal, sadismo que es una de las bases esenciales, desde el punto de vista de la psicología de masas, de las guerras que los intereses imperialistas organizan. Tomemos otro ejemplo: desde el punto de vista de la psicología de masas, el militarismo resulta eficaz porque pone en movimiento un mecanismo libidinal. El efecto sexual del uniforme, la excitación erótica de los desfiles debido a la perfección del movimiento rítmico, el carácter exhibicionista de la facha militar son más claramente accesibles a una criada o a una empleadilla que a nuestros políticos más eruditos. La reacción política, por su parte, se sirve a sabiendas de estos intereses sexuales. No solamente crea vistosos uniformes para los hombres, sino que, además, confía el reclutamiento a muchachas atractivas. Para terminar, citemos los carteles de las potencias militaristas cuya argumentación, más o menos, es la siguiente: “¡Si quieres conocer los países extranjeros, enrólate en la Marina Real. Los países extranjeros se representan por mujeres exóticas. ¿Por qué son tan eficaces estos carteles? Porque nuestra juventud, frustrada por la represión sexual, tiene hambre sexual.
Tanto la moral sexual que obstaculiza las aspiraciones a la libertad, como las potencias que hacen el juego a los intereses autoritarios, obtienen su energía de la sexualidad reprimida. Con ello tocamos uno de los resortes esenciales del proceso llamado “efecto de reacción de la ideología sobre la base económica”: la inhibición sexual crea modificaciones estructurales en el hombre oprimido económicamente, que le obligan a actuar, sentir y pensar en contra de sus intereses materiales.
La observación de Lenin encuentra así su confirmación y explicación en los descubrimientos de la psicología de masas. Los soldados de 1905 veían de modo inconsciente, en sus oficiales a sus padres del tiempo de su infancia, símbolos de la idea de Dios, que reprimían la sexualidad y a los que no se podía matar, incluso aunque le envenenaran a uno la vida. Su arrepentimiento y sus dudas una vez que habían tomado el poder eran la expresión del odio transformado en su contrario, la compasión; odio que, de este modo, no podía traducirse en actos.
El problema práctico de la psicología de masas es, pues la activación de la mayoría pasiva de la población, siempre dispuesta a volar en auxilio de la reacción política, así como la supresión de las inhibiciones que contrarrestan las génesis de la voluntad de libertad nacida de la situación socio-económica. Nada podía detener las energías psíquicas de una masa media que vibra ante el espectáculo de un partido de fútbol o de una ópera de pacotilla, si se consiguiera desencadenarla y canalizarla hacia los fines racionales del movimiento de liberación. Este es el punto de partida del siguiente estudio sobre la economía sexual.