El pensamiento político en Federico Engels
texto de Jaques Texier presentado en el Congreso Marx Internacional II celebrado en París en setiembre de 1998 organizado por Actuel Marx
EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN FEDERICO ENGELS
I. RELACIONES DEL ESTADO CON LA SOCIEDAD Y CON LAS LUCHAS DE CLASES: LA NOCIÓN DE “ORDEN” (1)
El primer parágrafo se intitula “El Estado, producto de contradicciones de clases irreconciliables”. Este título resume bien la tesis clásica del nacimiento del Estado en sociedades que al principio ignoran la división en clases, y por ende también el Estado, y que al término de un proceso de diferenciación económica y social ven nacer y desarrollarse cierta potencia nueva que es el Estado (2). Que haya clases antagónicas cuyos intereses son irreconciliables, es algo en que se convendrá de buen grado, con Engels y Lenin, contra las teorías conciliadoras “pequeño-burguesas” (3). No obstante, vale la pena llamar la atención sobre el final del primer extracto citado por Lenin que comienza así:
“El [Estado] es más que nada un producto de la sociedad en un estadio determinado de su desarrollo; es el reconocimiento de que esta sociedad se encuentra atrapada en una contradicción insoluble consigo misma, dividida en oposiciones irreconciliables que es impotente para conjurar”.
Prosigue inmediatamente de la siguiente manera que nos conduce a la noción de “orden”:
“Pero para que los antagonistas, las clases con intereses económicos opuestos, no se destruyan, ellos y la sociedad, en una lucha estéril, se impone la necesidad de un poder que, colocado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto, mantenerlo dentro de los límites del”orden“; y ese poder, que nace de la sociedad pero que se coloca por encima de ella y se le hace cada vez más extraño, es el Estado”. (4) [El subrayado es mío].
Ahora bien, si Lenin comenta de modo pertinente el hecho de que el Estado es un organismo situado por encima de la sociedad y que se vuelve cada vez más extraño a ella, se revela muy decepcionante cuando tiene que hablar de esa función del Estado que consiste “en difuminar” el conflicto de manera de evitar “una lucha estéril” entre las clases.
El primer punto le permite combatir a Kautsky, quien defiende, dice Lenin, una deformación del marxismo que a su manera es tan sutil como la teoría pequeño-burguesa de la conciliación de los intereses de clase.
“Si el Estado nace del hecho de que las contradicciones de clase son irreconciliables, -comenta Lenin- si es un poder situado por encima de la sociedad y que se le vuelve cada vez más extraño“, está claro que la liberación de la clase oprimida es imposible, no solamente sin una revolución violenta, sino también sin la supresión del aparato de Estado que ha sido creado por la clase dominante y en el cual se materializa ese carácter “extraño”. (5)
Lenin pone en evidencia el lazo estrecho que existe en Marx y Engels entre el esquema del extrañamiento (6) que les sirve para pensar el Estado (éste se vuelve cada vez más extraño a la sociedad) y el fenómeno burocrático (el aparato del Estado materializa ese carácter extraño), y el otro lazo, igualmente estrecho, que existe entre esta naturaleza extraña (en relación a la sociedad) de la burocracia y la necesidad de una revolución violenta que rompa el aparato burocrático. Se puede decir que está ahí el resumen de la tesis que Lenin intenta establecer contra Kautsky. Esto para el comentario pertinente.
Veamos ahora el comentario que nos da Lenin de la función del Estado descrita así por Engels:
“para que los antagonistas, las clases con intereses económicamente opuestos, no se consuman, ellos y la sociedad, en una lucha estéril, se impone la necesidad de un poder que, colocado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto, mantenerlo dentro de los limites del “orden”” (7) [El subrayado es mío].
Hay en ello, no se sabe por qué, una proposición cuya sustancia Lenin no puede recoger. Sin embargo es muy significativa del sentido de la complejidad que existe en el pensamiento de Engels y que vamos a ver manifestarse de múltiples maneras.
Así, por ejemplo, Engels pone en evidencia la naturaleza de clase del Estado, el hecho de que éste consagre casi siempre la dominación de una clase y la explotación de las otras clases; pero también sabe deslindar las múltiples funciones universales de este instrumento de coerción. Ese “universalismo” resulta del hecho, constantemente subrayado por él, de que antes de ser un organismo de clase y volverse extraño a la sociedad, el antecedente del Estado, que todavía no era tal, era un organismo encargado de defender los intereses comunes de la comunidad gentilicia. Se puede afirmar entonces que la dominación de clase que asegura el Estado será tanto más sólida cuanto la clase dominante no olvide que la defensa de los intereses comunes de la sociedad, aunque deformada por los intereses particulares, es siempre una condición de existencia del poder del Estado. En El Anti-Dürhing, uno de los argumentos de Engels contra la teoría de la violencia de su adversario consiste en mostrar que la violencia estatal sólo puede asumir legitimidad si el Estado asegura funciones sociales efectivas. A los ingleses les era dado – ironiza Engels – no percatarse de que en la India, la legitimidad del Estado provenía fundamentalmente de su función de empresario de trabajos de irrigación.
Aqui, Engels no invoca, como lo hace con frecuencia en El Anti-Dürhing y en El Origen, o en otros textos del mismo período, la defensa de los intereses comunes, sino algo más sutil o más difícil de captar. Si bien el Estado es un instrumento de coerción y un instrumento de clase, es también productor de un orden que supone las normas que lo instauren. Es fundador de una forma en la cual la vida conflictual va a poder seguir su curso sin autodestruirse. Que este “orden” sea también de naturaleza coercitiva, nadie lo duda, pero cabe interrogarse sobre aquello que se impone. Hay orden, es decir, sin duda, mandamientos que se apoyan sobre la violencia, pero ¿para imponer qué? Un modo de vida que bien puede significar explotación y dominación de clase, pero que debe comportar algo más que tenga “sentido”.
En el texto de El Anti-Dürhing citado por Lenin en el parágrafo cuatro, Engels dice del Estado que es el representante de toda la sociedad, su cuerpo visible, en la medida en que la clase dominante represente a la sociedad entera. Hay aquí diversas fórmulas que expresan a su manera la función hegemónica desplegada en todos los niveles de la vida social por la clase dominante. Ella modela esa vida social, engendra maneras de vivir que se imponen a todos como las únicas posibles y por ende las únicas legítimas. Es menester recordar que las clases explotadoras o dominantes no están siempre en la fase de su declinación y muerte. Tienen también una fase de ascenso y un apogeo que hay que tener bien en cuenta para poder comprender algo en el curso de la historia. Ahora bien, durante esas fases, las nuevas clases que vienen a dominar son las instauradoras de un nuevo “orden”, que es un nuevo “sentido”, creador de legitimidad. Así, el primer sentido de la palabra “autoridad” que Engels va a poner particularmente de relieve a propósito de los organismos pre-estatales de las comunidades gentilicias, nunca será completamente borrado por el segundo, en que “autoridad” se vuelve sinónimo de poder (de coerción).
Para Engels, la comunidad ya desgarrada por intereses antagónicos está amenazada de autodestrucción. Las luchas de clases llevadas al extremo nunca son portadoras de porvenir, porque no conducen nunca a un orden social viable. Pueden ser “estériles”, dice Engels. Es un concepto que puede ser difícil de entender para un revolucionario, pero que aquí es sostenido por un revolucionario. Y es un concepto que hoy podemos escuchar con toda la atención requerida, incluso aunque pueda ser utilizado por la ideología “conciliadora” pequeño-burguesa. Sabemos bien que el espíritu de conciliación puede justificar todas las escapadas ante los combates necesarios. Pero también hemos aprendido que la lucha de clases, cuya teoría formulan Marx y Engels y la enuncian como una especie de norma de la lucha política, también puede conocer deformaciones concretas en que el espíritu revolucionario se vuelve simple “revolucionarismo”. Quizás el mismo Lenin, quien fustigó las “enfermedades infantiles del comunismo“, no haya escapado siempre a este defecto. Y sea de ello lo que fuere, nos parece que el comentario que él hace de este texto denso de su maestro Engels no está a la altura de su talento político, muchas veces impresionante [8]. He aquí lo que dice Lenin:
“Según Marx, el Estado es un organismo de dominación de clase, un organismo de opresión de una clase por otra; es la creación de un “orden ” la que legaliza y afirma esta opresión, al moderar el conflicto de clases. Según la opinión de los políticos pequeño-burgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases, y no la opresión de una clase por otra; conciliar es moderar el conflicto, y no sustraer ciertos medios y procedimientos de combate a las clases oprimidas en lucha por el derrumbamiento de las opresiones”. [El subrayado es mío].
Hay ahí una concepción unilateralmente instrumentalista del “orden”. Una clase dirigente, incluso si domina y explota, es capaz de crear una forma de vida, un orden de la vida en común que puede ser aceptado como tal por las clases antagónicas, de incitarlas a difuminar el conflicto y a evitar las luchas estériles. Engels insiste en esta función del Estado: “Como el Estado nace de la necesidad de refrenar las oposiciones de clases [… ] “[El subrayado es mío], Lenin mismo cita este pasaje al comienzo del parágrafo 3 del capítulo primero. Nos parece que se empobrece el pensamiento político de Engels al hacer desaparecer la idea de las luchas de clases, en ciertas condiciones, pueden ser estériles y no desembocar en una solución del conflicto. Habrá que preguntarse si esta idea no tiene una estrecha relación con el análisis del cesarismo o del bonapartismo que se encuentra en Marx y Engels.
II. LA INDEPENDENCIA RELATIVA DEL ESTADO Y EL ANÁLISIS DEL BONAPARTISMO.
Vayamos al parágrafo tres del capítulo primero de El Estado y la Revolución. Se trata de un tema decisivo a los ojos de Lenin, el de la situación privilegiada de los funcionarios que, en tanto que órganos del poder del Estado están situados por encima de la sociedad. Lenin anuncia que desarrollará esta cuestión teórica y práctica a propósito del análisis marxiano de la Comuna de París, y precisa de nuevo que es a esta cuestión que Kautsky se ha referido en relación al oportunismo, agregando que a partir de 1912 esta cuestión fue “disgregada en un espíritu reaccionario por Kautsky“.
Viene luego un desarrollo muy interesante de Engels sobre las relaciones del Estado con las clases sociales:
“Como nació en medio del conflicto [de las] clases, él es, [dice Engels] por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la que domina desde el punto de vista económico, y que gracias a él, se convierte también en la clase políticamente dominante y adquiere así nuevos medios para ‘dominar y explotar a la clase oprimida”.
Esto es así para el Estado antiguo, el Estado feudal y el Estado representativo moderno. Pero Engels agrega, y esto es lo que nos interesa en particular:
“Sin embargo, excepcionalmente se presentan períodos en que las clases en lucha están tan cerca de equilibrarse que el poder del Estado, como pseudo-mediador, mantiene por un tiempo cierta independencia respecto de una y de otra”. (9)
Engels va a ilustrar este concepto con algunos ejemplos: éstos son la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, el bonapartismo del primer y el segundo Napoleón, y finalmente el Estado bismarckiano. Al leer esta enumeración fielmente reportada por Lenin, uno se pregunta: “¿Excepcionalmente?” “¡No tan excepcional!” Pues en definitiva, para atenerse a las ilustraciones dadas por Engels, en verdad son tres siglos los que están al menos parcialmente afectados: los siglos de la época moderna. No es poca cosa. Entramos ahí en una zona donde se manifiesta la complejidad del pensamiento político de Marx y de Engels, y al mismo tiempo, hay que decirlo, en una cierta zona de oscuridad relativa que Engels sólo tardíamente eliminará.
Esta relativa independencia del Estado respecto de las clases, hay una tendencia natural a relacionarla con el esquema del extrañamiento que conduce a Marx y Engels a hablar del Estado como de una potencia que se erige por encima de la sociedad y que se le vuelve cada vez más extraña. Se estaría tentado incluso de llegar a identificar los dos temas, pues las clases pertenecen a la sociedad y la caracterizan, y es en relación a esa misma sociedad que el Estado se vuelve autónomo y se convierte en una entidad que le es extraña. Pero más vale resistir a esta tentación, pues es posible que estemos frente a dos temas distintos. Cuando el Estado es netamente el Estado de una clase particular, conlleva ese volverse autónomo y extraño en relación a la sociedad. Distinto es cuando, a partir de una situación de equilibrio en la relación de fuerzas entre las clases, el Estado aparenta ser independiente de las clases antagónicas. No obstante se podría formular la hipótesis de que en este último caso, la autonomía del aparato del Estado respecto de la sociedad está aún más reforzada. Pero ni Marx ni Engels dicen nada parecido. Se trata de temas yuxtapuestos.
Sea como fuere, la dimensión del extrañamiento, de la independencia del Estado respecto de la sociedad, es esencial para comprender la transformación de los organismos de la sociedad gentilicia, que no son todavía un Estado como tal, en organismos del poder del Estado.
Los primeros no están separados de la sociedad hasta tanto la comunidad no se vea desgarrada por conflictos de intereses. Su función es administrar lo mejor posible los intereses comunes de la comunidad. La marca del poder del Estado consiste en que pronto esos organismos se sitúan por encima de la sociedad y se vuelven extraños con respecto a ella.
Esta autonomización, esta independencia respecto de la sociedad es esencial igualmente para comprender las dos vías por las cuales se forman las clases y las relaciones de dominación y servidumbre. En la vía “asiática” que Engels describe en El Anti-Dühring, la clase dominante se constituye a partir de la autonomización de los organismos públicos. Para hablar esquemáticamente, se podría decir que no es la división previa de la sociedad en clases lo que engendra el Estado (vía clásica), sino que es la aparición del Estado la que da lugar a la estructuración de la sociedad en clases.
Esta cuestión de la autonomización respecto de la sociedad se vincula igualmente a la cuestión capital de la democracia. Si bien se mira, se percibe que si los organismos de la sociedad gentilicia no están separados de la sociedad es porque esta sociedad funciona según las normas de una democracia real: esto es evidente en el caso de la ausencia de “fuerza pública” especial. La defensa está asegurada por “la organización armada autónoma de la población“. Burocracia y democracia real son incompatibles. La idea de que la “verdadera democracia” pone fin a la separación de la sociedad política propia del Estado representativo moderno es muy antigua en la obra de Marx: tal es la tesis que se halla en La crítica del derecho político hegeliano en 1843. Engels la retoma en el curso de sus trabajos históricos de 1880-1886. Por otra parte, lo que he llamado la “rectificación de 1885” que concierne a la primera república francesa, pone a la orden del día la cuestión de la autonomía administrativa en modalidades mucho menos excepcionales que las de la Comuna de París. La cuestión de la autoadministración local está directamente vinculada con la de la democracia real. Hay un punto esencial que retener, la democracia, para Engels, no es siempre, ni siquiera en principio, una forma de Estado; es históricamente una forma de organización anterior al Estado y que excluye su existencia. Tendremos que recordarlo cuando sea necesario examinar la tesis engelsiana, retomada por Lenin, del “deterioro de la democracia“.
Pero aquí hay que indicar una dificultad teórica. A pesar de la importancia del tema de la independencia o autonomía del Estado respecto de la sociedad, Engels experimenta constantemente la necesidad de precisar que ellas son “aparentes”. Por ejemplo, en el parágrafo uno del capítulo uno, Lenin cita un texto de Engels que dice: “se impone la necesidad de un poder que, situado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto”. [El subrayado es mío].
No siempre es fácil aprehender lo que significa esta independencia que no es más que aparente. ¿Por qué esa restricción que casi anula la tesis? ¿Se trata de tomar distancia respecto de teorías del tipo de la de Hegel, que Engels cita explícitamente en ese capítulo de El Origen? Sin duda es así.
“[El Estado] – dice Engels -, no es entonces un poder impuesto desde afuera a la sociedad; no es tampoco “la realidad de la idea moral”, “la imagen y la realidad de la razón”, como pretende Hegel”. (10)
Seguir esta pista conduce a pensar que hablar de independencia “aparente” implica decir que esta independencia respecto de la sociedad, que es un extrañamiento, un volverse extraño, es un producto de esa sociedad. La independencia es “aparente” en el sentido de que es engendrada por la sociedad misma, en determinadas condiciones. ¡Pero no por eso esta independencia es menos real! La prueba está en que según la teoría de la constitución de las clases del Anti-Dühring, la clase dominante, en las sociedades llamadas “asiáticas”, se constituye a partir de la autonomización de los organismos públicos. Todo parece suceder como si en esa época, antes y después de la muerte de Marx, entre el Anti-Dühring y El Origen, Engels debiera pagar la riqueza y complejidad de su pensamiento al precio de cierta oscuridad.
Si se tiene presente el esquema del extrañamiento, la autonomización y ese volverse extraño de los organismos públicos, se está mejor preparado para comprender el fenómeno burocrático y la dominación del aparato del Estado sobre la sociedad. Y se está igualmente mejor preparado para comprender que el Estado, aunque debería ser en principio el Estado de la clase económicamente dominante, puede volverse también, excepcionalmente, es decir, de hecho durante siglos, relativamente “independiente” de las principales clases en lucha: la burguesía y la nobleza bajo la monarquía absoluta, la burguesía y el proletariado bajo el bonapartismo moderno de Napoleón III y de Bismarck. Pero acá también, para tener la riqueza de los análisis concretos de fenómenos decisivos de la segunda mitad del siglo XIX en Francia y Alemania, debemos aceptar cierta oscuridad teórica. Ese Estado de los imperios francés y alemán ¿es verdaderamente independiente de ciertas clases en lucha, o bien se trata de una independencia “aparente”, de una “pseudo-mediación” del Estado entre clases cuya relación de fuerzas tiende a equilibrarse, pero que no podrá permanecer eternamente en ese estado de equilibrio? Al nivel del análisis concreto del régimen de Napoleón III o de Bismarck, se recobra muy fácilmente la claridad. Al nivel teórico, se está menos satisfecho de las formulaciones, como ya era el caso a propósito de la independencia del Estado respecto de la sociedad.
En la primera parte de este libro, hice referencia a dos textos de Engels en que se trataba la cuestión de formas de Estado burocrático relativamente independientes de las clases existentes. En “El statu quo en Alemania” escrito a comienzos de 1847, se trataba de dar cuenta de la “constitución política” de Alemania que consagra ese “statu quo” miserable al que la burguesía alemana – que es la clase revolucionaria – debería poner fin. Allí, ese esquema aplicado a la monarquía absoluta se había puesto en acción en un caso un tanto específico. La nobleza agraria ya no es lo suficientemente poderosa como para imponer una “constitución política feudal“. La verdadera burguesía se halla aún en vías de desarrollo. En cuanto a la pequeña burguesía, totalmente incapaz de batir a la nobleza, ha contraído un compromiso histórico con ésta, en un equilibrio de fuerzas que es netamente favorable a esta última. De ello resulta el nacimiento de una tercera “clase”, la burocracia, que se recluta en las otras dos en proporciones desiguales, y que, aún vinculada a una dinastía, trata de hacer valer los intereses que le son propios”. Si la pequeña burguesía puede muy bien acomodarse en esta burocracia, no ocurre lo mismo con la burguesía, que, por múltiples razones, por económicas muy serias, debe conquistar el poder político y liquidar esa antigua burocracia:
“A partir del momento en que la administración del Estado y la legislación pasan a ser controladas por la burguesía, la autonomía de la burocracia desaparece”.
Engels, en ese texto, hablaba de la autonomía de esa burocracia y no sentía la necesidad de calificarla luego de “aparente”.
En “La cuestión militar prusiana y el partido obrero alemán“, Engels presentaba un rápido análisis del bonapartismo moderno, el de Napoleón III. (12)
“El bonapartismo – decía – es la forma necesaria del Estado en un país donde la clase obrera, muy desarrollada en las ciudades, pero numéricamente inferior en los pequeños pueblos campesinos, ha sido vencida en un gran combate revolucionario por la clase de los capitalistas, la pequeña burguesía y el ejército. (13)
Pero la burguesía también sale agotada de ese combate:
“El ejército, verdadero vencedor, se coloca a la cabeza, apoyado sobre la clase de donde proviene en su mayor parte, los pequeños campesinos [… ]”
“La característica del bonapartismo, tanto respecto de los obreros como de los capitalistas, es que les impide batirse entre ellos. Dicho de otra manera, defiende a la burguesía contra los ataques violentos de los obreros, favorece las pequeñas escaramuzas pacíficas entre las dos clases, quitando tanto a unos como a otros toda especie de poder político”
Bajo semejante régimen, los obreros y la burguesía descansan de la lucha, mientras que la industria se desarrolla vigorosamente. De esa manera, maduran los elementos de una nueva lucha más violenta, mientras las clases fatigadas reposan. Fundamentalmente, este tipo de régimen sólo existe para tener a la clase obrera con la rienda corta frente a la burguesía. Se comprende que Engels, en El Origen, hable de una “pseudomediación” entre las clases. En ese texto de 1865, Engels retomaba elementos de análisis del bonapartismo deslindados por Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, inmediatamente después del suceso. Cabe recordar, en particular, el fenómeno complejo que hace que una clase como la de los pequeños campesinos, incapaz de constituirse políticamente como clase, se dé, a su manera, una representación al nivel político: se encarna en la figura del emperador y en la burocracia militar, en la que tiene un lugar en los niveles inferiores. De ese modo, bien se puede hablar de la independencia del Estado respecto de la sociedad, del volverse extraños sus organismos. También puede decirse de tal forma de Estado que es independiente de algunas de las clases en lucha. Pero al buscar la explicación de esos fenómenos, son ciertas estructuras de la sociedad y episodios de la lucha de clases los que darán la clave del enigma. De ahí la idea de que la independencia (respecto de la sociedad o respecto de las clases fundamentales) no es más que “aparente”.
Estrictamente hablando, epistemológicamente, no hay lugar para “la independencia” en el sistema conceptual del materialismo histórico. No es el caso del sistema conceptual de la autonomización. Los fenómenos de autonomización son reales, de gran importancia, y se los encuentra en múltiples niveles de análisis. El tema retendrá aún por mucho tiempo la atención de Engels y lo llevará a introducir el concepto de esa “independencia” a la vez real y “aparente” en oportunidad de hablar de una relativa autonomía del Estado, en la carta dirigida a Conrad Schmidt el 27 de octubre de 1890. Se puede decir que ahí Engels elimina la oscuridad anterior. La consideración de la división del trabajo en la sociedad permite pensar la autonomía real de tal o cual actividad. Se pasa de la independencia “aparente” a la autonomía relativa. (15)
III. LAS DIVERSAS FORMAS DEL DESARROLLO HISTÓRICO: “REVOLUCIÓN POR ARRIBA” Y COMPROMISO HISTÓRICO.
Esa cuestión de la autonomía conduce a la de la “eficacia” de las esferas autónomas, y en particular a la del Estado. La “eficacia” está netamente afirmada. Pero esa eficacia, que en el caso del Estado, es la de la violencia o la constricción, no puede ser absolutizada. La eficacia es real, pero sus efectos son múltiples y contradictorios según el tipo de intervención de que se trate. Hay una violencia política que sigue las tendencias del desarrollo económico, y hay una que va en sentido inverso. Las situaciones más complejas pueden ser consideradas como una combinación de los dos modelos precedentes. Estas consideraciones abstractas se han puesto en acción en los análisis concretos que Engels dedicó a la obra histórica de Bismarck.
Entre 1887 y 1888, Engels prepara un folleto sobre Le Róle de la violence dans l ‘histoire [El rol de la violencia en la historia] que debe abarcar los tres capítulos del Anti-Dühring que llevan ese título y un cuarto capítulo dedicado a la acción de Bismarck antes y después de 1870. Se trata de aplicar la teoría elaborada contra Dühring a un período de la historia contemporánea. La realpolitik de Bismarck, la utilización de la violencia militar, es eficaz mientras Bismarck aplique un programa político que corresponda a las tendencias históricas del siglo XIX (la unificación de una parte de Alemania alrededor de Prusia que permita el desarrollo industrial). Esa política de “hierro y sangre” está llamada al fracaso a partir del momento en que Bismarck toma sus ideas, no de la burguesía liberal, sino de su cultura política de junker prusiano. Y la catástrofe resulta previsible a partir de la anexión de Alsacia y Lorena, lo que es una aberración política. (16)
En resumen, en lo que concierne a la teoría del Estado, se puede decir entonces que al comienzo está, y que sólo se clarificará en su formulación teórica algunos años más tarde. Hay que tratar de restituirle su verdadera naturaleza, teniendo en cuenta su evolución.
En principio, es con esa teoría todavía en elaboración y no con ninguna otra, que Engels comienza a pensar los acontecimientos y los cambios capitales del siglo XIX, en relación a su riqueza y a su capacidad de evolución, el hecho de que tal o cual formulación pueda llevar agua al molino de los oportunistas no tiene mucha importancia. Lo esencial es poder pensar la realidad en su integridad.
Desde este punto de vista, que es el de la teoría y no el del compromiso y los programas políticos, hay que decir que no se puede estar conforme con una teoría de la historia que no permita pensar más que los períodos de revolución. Hay en ello una razón muy simple, y es que incluso el siglo XIX, no atraviesa siempre períodos de revolución en el sentido habitual del término. Hay al menos dos formas de revolución: las revoluciones por abajo y las revoluciones por arriba.
En su largo ensayo sobre Bismarck, Engels precisa:
“En política, sólo hay dos potencias decisivas: la fuerza organizada del Estado, el ejército, y la fuerza no organizada, la fuerza elemental de las masas populares”. (17)
Pero la historia está lejos de reducirse a la política y a las diversas formas de violencia que conoce. Estas están fundamentalmente subordinadas al desarrollo económico.
Después del fracaso de las revoluciones de 1848, Europa va a conocer un período de “revoluciones por arriba”. Son muy características de las “monarquías militares” que cumplen cierto número de tareas históricas que debían ser cumplidas de una manera u otra. Éstas se refieren en particular a la creación o transformación de formas estatales (la unidad del Estado-nación) que son decisivas para el desarrollo económico (fuerzas productivas y capital). En lo que concierne a Alemania, aunque deteste, como Marx, todo lo que sea prusiano, Engels considera que lo que se ha cumplido bajo la dirección de Bismarck es, a este respecto, una adquisición decisiva para lo que será en adelante la historia alemana. Ello no le impide mostrar que lo que hay de propiamente prusiano y “bonapartista” en esta política (la anexión de provincias francesas) instaura una situación de crisis que pone la guerra en Europa a la orden del día. (18)
Treinta y cinco años después de la muerte de Engels, Gramsci, al analizar la historia de Italia incluido el período fascista, utilizará el concepto de “revolución pasiva” o”revolución sin revolución” para designar un período de transformación social controlada por las clases pudientes y sin participación popular. Engels, por su parte, introduce el concepto de revolución por arriba para pensar aspectos decisivos de la historia del siglo XIX. Este concepto está presente en el texto sobre la unificación alemana y Bismarck, ya citado, y se lo vuelve a hallar en 1895 en la “Introducción” a las Luttes de classes en France [Luchas de clase en Francia]. Engels, antes de morir, intenta obtener una visión de conjunto del siglo XIX. En este sentido, el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 marca un hito. Dos grandes naciones del continente van a conocer la forma moderna del bonapartismo. (19)
En el mismo orden de ideas, hay que mencionar el trabajo histórico llevado a cabo sobre el concepto de revolución. Después del fracaso de las revoluciones de 1848, Marx y Engels se esforzaron por profundizar su concepción de la revolución en momentos de la crisis de la Liga de los Comunistas en 1850, y de las escisión de la fracción Willich-Schapper. (20) Pero, aunque importante, la profundización sigue siendo limitada. En particular, Marx y Engels continúan pensando según un principio bastante mecanicista las relaciones entre crisis económica y revolución. La crisis ha terminado, entonces hay que esperar su retorno. La crisis volverá en 1857, razón por la cual Marx se apresura a adelantar la redacción de su crítica de la economía política, de manera de estar listo en el momento de la explosión. No habrá explosión. En 1859 aparece Contribution á la critique de l ‘économie politique [Contribución a la crítica de la economía política] con un prefacio célebre. Ésta no debe ser considerada como una producción teórica intemporal, sino como una meditación teórica sobre el hecho de que hay crisis sin revolución, y como un repensar con criterio autocrítico sus ideas de 1848.
“Una formación social jamás desaparece antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que ella es capaz de contener. Jamás las relaciones de producción se sustituyen por otras nuevas y superiores antes de que las condiciones materiales de existencia de esas relaciones hayan hecho eclosión en el seno mismo de la antigua sociedad”. (21)
A partir de ahí estamos en el largo tiempo de la industrialización. Bajo los regímenes bonapartistas de Francia y Alemania, las fuerzas productivas y el capital se desarrollan. Hasta se podría agregar que comienzan solamente a desarrollarse. Además, cuando Engels, en la “Introducción” de 1895, retoma el concepto de “revolución por arriba” a propósito de Alemania, declara también que la revolución proletaria no era posible en Francia, ni en 1848, ni en 1871. El último Engels considera el proceso de industrialización como la presuposición absoluta de la revolución social. Objetivismo limitado anunciador del marxismo de la segunda Internacional, objetarán ciertos críticos.
Yo no creo tal cosa. Engels veía lo esencial que había tenido lugar mucho antes en Inglaterra y que no apareció en Francia y en Alemania sino después de 1850.
Pero ni la violencia política ni el desarrollo económico agotan la riqueza del devenir histórico. Hallamos en Gramsci, con la máxima claridad y fuerza, la idea de que regularmente sigue una fase de expansión hegemónica a una de alteración revolucionaria.
Engels estaba abierto a este tipo de problemática, y cuando rechaza el uso abusivo del concepto lassalliano de “masa reaccionaria única“, nos parece que piensa precisamente en tales fases de expansión hegemónica durante las cuales la clase dirigente trata de probar que es capaz todavía de reformas progresistas. (22)
Finalmente, si es cierto que Marx y Engels amaban la historia de Francia, porque, según la fórmula de Engels, en ella las luchas de clase se llevan hasta el fin han estado también muy atentos a la historia de Inglaterra, donde la historia se hace según modalidades muy distintas. En efecto, si los ingleses iniciaron una revolución demasiado pronto, en el siglo XVII, y dentro de formas totalmente radicales, parecen haber cultivado desde fines del mismo siglo, con “la gloriosa revolución” de 1688, una especialidad completamente distinta: no la lucha de clases hasta el fin, sino la lucha de clases hasta el compromiso. Compromiso de la burguesía con la aristocracia primero, que tiene lugar a fines del siglo XVII y que dura hasta el XIX con las adaptaciones que resulten necesarias; compromiso de la burguesía con la clase obrera luego, que caracteriza todo el siglo XIX durante el cual los obreros ingleses no son a menudo otra cosa que el apéndice radical del gran partido liberal. La vía inglesa ¿no tiene también “una pureza clásica“? La burguesía reina aburguesando primero su aristocracia, antes de hacer lo mismo con su “aristocracia obrera”. La burguesía no imagina poder prescindir de su aristocracia, y la clase obrera tiene la misma actitud reverencial hacia la burguesía. En esta historia domina el arte del compromiso que Engels nos describe en el prefacio a la edición inglesa de Socialismo utópico y socialismo científico, que escribió en abril de 1892. (24)
Estas demasiado rápidas observaciones conducen a subrayar que no hay que confundir dos cosas muy distintas: el plan político, donde se puede legítimamente luchar como Lenin por programas y métodos políticos revolucionarios, y el plan de la explicación histórica, en que se comprueba que la historia muchas veces se encamina por vías que no son las que corresponden a nuestros deseos, es decir, tratándose de Lenin, que están bien lejos de tomar las formas violentas predicadas por él en El Estado y la Revolución. La obra de Lenin hace pensar que él no era de esos dirigentes políticos que se simplifican la tarea adoptando siempre las soluciones más extremas. Al menos esta flexibilidad táctica es lo que ha hecho que se le considere un maestro de la política.
texto de Jaques Texier presentado en el Congreso Marx Internacional II celebrado en París en setiembre de 1998 organizado por Actuel Marx
EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN FEDERICO ENGELS
I. RELACIONES DEL ESTADO CON LA SOCIEDAD Y CON LAS LUCHAS DE CLASES: LA NOCIÓN DE “ORDEN” (1)
El primer parágrafo se intitula “El Estado, producto de contradicciones de clases irreconciliables”. Este título resume bien la tesis clásica del nacimiento del Estado en sociedades que al principio ignoran la división en clases, y por ende también el Estado, y que al término de un proceso de diferenciación económica y social ven nacer y desarrollarse cierta potencia nueva que es el Estado (2). Que haya clases antagónicas cuyos intereses son irreconciliables, es algo en que se convendrá de buen grado, con Engels y Lenin, contra las teorías conciliadoras “pequeño-burguesas” (3). No obstante, vale la pena llamar la atención sobre el final del primer extracto citado por Lenin que comienza así:
“El [Estado] es más que nada un producto de la sociedad en un estadio determinado de su desarrollo; es el reconocimiento de que esta sociedad se encuentra atrapada en una contradicción insoluble consigo misma, dividida en oposiciones irreconciliables que es impotente para conjurar”.
Prosigue inmediatamente de la siguiente manera que nos conduce a la noción de “orden”:
“Pero para que los antagonistas, las clases con intereses económicos opuestos, no se destruyan, ellos y la sociedad, en una lucha estéril, se impone la necesidad de un poder que, colocado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto, mantenerlo dentro de los límites del”orden“; y ese poder, que nace de la sociedad pero que se coloca por encima de ella y se le hace cada vez más extraño, es el Estado”. (4) [El subrayado es mío].
Ahora bien, si Lenin comenta de modo pertinente el hecho de que el Estado es un organismo situado por encima de la sociedad y que se vuelve cada vez más extraño a ella, se revela muy decepcionante cuando tiene que hablar de esa función del Estado que consiste “en difuminar” el conflicto de manera de evitar “una lucha estéril” entre las clases.
El primer punto le permite combatir a Kautsky, quien defiende, dice Lenin, una deformación del marxismo que a su manera es tan sutil como la teoría pequeño-burguesa de la conciliación de los intereses de clase.
“Si el Estado nace del hecho de que las contradicciones de clase son irreconciliables, -comenta Lenin- si es un poder situado por encima de la sociedad y que se le vuelve cada vez más extraño“, está claro que la liberación de la clase oprimida es imposible, no solamente sin una revolución violenta, sino también sin la supresión del aparato de Estado que ha sido creado por la clase dominante y en el cual se materializa ese carácter “extraño”. (5)
Lenin pone en evidencia el lazo estrecho que existe en Marx y Engels entre el esquema del extrañamiento (6) que les sirve para pensar el Estado (éste se vuelve cada vez más extraño a la sociedad) y el fenómeno burocrático (el aparato del Estado materializa ese carácter extraño), y el otro lazo, igualmente estrecho, que existe entre esta naturaleza extraña (en relación a la sociedad) de la burocracia y la necesidad de una revolución violenta que rompa el aparato burocrático. Se puede decir que está ahí el resumen de la tesis que Lenin intenta establecer contra Kautsky. Esto para el comentario pertinente.
Veamos ahora el comentario que nos da Lenin de la función del Estado descrita así por Engels:
“para que los antagonistas, las clases con intereses económicamente opuestos, no se consuman, ellos y la sociedad, en una lucha estéril, se impone la necesidad de un poder que, colocado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto, mantenerlo dentro de los limites del “orden”” (7) [El subrayado es mío].
Hay en ello, no se sabe por qué, una proposición cuya sustancia Lenin no puede recoger. Sin embargo es muy significativa del sentido de la complejidad que existe en el pensamiento de Engels y que vamos a ver manifestarse de múltiples maneras.
Así, por ejemplo, Engels pone en evidencia la naturaleza de clase del Estado, el hecho de que éste consagre casi siempre la dominación de una clase y la explotación de las otras clases; pero también sabe deslindar las múltiples funciones universales de este instrumento de coerción. Ese “universalismo” resulta del hecho, constantemente subrayado por él, de que antes de ser un organismo de clase y volverse extraño a la sociedad, el antecedente del Estado, que todavía no era tal, era un organismo encargado de defender los intereses comunes de la comunidad gentilicia. Se puede afirmar entonces que la dominación de clase que asegura el Estado será tanto más sólida cuanto la clase dominante no olvide que la defensa de los intereses comunes de la sociedad, aunque deformada por los intereses particulares, es siempre una condición de existencia del poder del Estado. En El Anti-Dürhing, uno de los argumentos de Engels contra la teoría de la violencia de su adversario consiste en mostrar que la violencia estatal sólo puede asumir legitimidad si el Estado asegura funciones sociales efectivas. A los ingleses les era dado – ironiza Engels – no percatarse de que en la India, la legitimidad del Estado provenía fundamentalmente de su función de empresario de trabajos de irrigación.
Aqui, Engels no invoca, como lo hace con frecuencia en El Anti-Dürhing y en El Origen, o en otros textos del mismo período, la defensa de los intereses comunes, sino algo más sutil o más difícil de captar. Si bien el Estado es un instrumento de coerción y un instrumento de clase, es también productor de un orden que supone las normas que lo instauren. Es fundador de una forma en la cual la vida conflictual va a poder seguir su curso sin autodestruirse. Que este “orden” sea también de naturaleza coercitiva, nadie lo duda, pero cabe interrogarse sobre aquello que se impone. Hay orden, es decir, sin duda, mandamientos que se apoyan sobre la violencia, pero ¿para imponer qué? Un modo de vida que bien puede significar explotación y dominación de clase, pero que debe comportar algo más que tenga “sentido”.
En el texto de El Anti-Dürhing citado por Lenin en el parágrafo cuatro, Engels dice del Estado que es el representante de toda la sociedad, su cuerpo visible, en la medida en que la clase dominante represente a la sociedad entera. Hay aquí diversas fórmulas que expresan a su manera la función hegemónica desplegada en todos los niveles de la vida social por la clase dominante. Ella modela esa vida social, engendra maneras de vivir que se imponen a todos como las únicas posibles y por ende las únicas legítimas. Es menester recordar que las clases explotadoras o dominantes no están siempre en la fase de su declinación y muerte. Tienen también una fase de ascenso y un apogeo que hay que tener bien en cuenta para poder comprender algo en el curso de la historia. Ahora bien, durante esas fases, las nuevas clases que vienen a dominar son las instauradoras de un nuevo “orden”, que es un nuevo “sentido”, creador de legitimidad. Así, el primer sentido de la palabra “autoridad” que Engels va a poner particularmente de relieve a propósito de los organismos pre-estatales de las comunidades gentilicias, nunca será completamente borrado por el segundo, en que “autoridad” se vuelve sinónimo de poder (de coerción).
Para Engels, la comunidad ya desgarrada por intereses antagónicos está amenazada de autodestrucción. Las luchas de clases llevadas al extremo nunca son portadoras de porvenir, porque no conducen nunca a un orden social viable. Pueden ser “estériles”, dice Engels. Es un concepto que puede ser difícil de entender para un revolucionario, pero que aquí es sostenido por un revolucionario. Y es un concepto que hoy podemos escuchar con toda la atención requerida, incluso aunque pueda ser utilizado por la ideología “conciliadora” pequeño-burguesa. Sabemos bien que el espíritu de conciliación puede justificar todas las escapadas ante los combates necesarios. Pero también hemos aprendido que la lucha de clases, cuya teoría formulan Marx y Engels y la enuncian como una especie de norma de la lucha política, también puede conocer deformaciones concretas en que el espíritu revolucionario se vuelve simple “revolucionarismo”. Quizás el mismo Lenin, quien fustigó las “enfermedades infantiles del comunismo“, no haya escapado siempre a este defecto. Y sea de ello lo que fuere, nos parece que el comentario que él hace de este texto denso de su maestro Engels no está a la altura de su talento político, muchas veces impresionante [8]. He aquí lo que dice Lenin:
“Según Marx, el Estado es un organismo de dominación de clase, un organismo de opresión de una clase por otra; es la creación de un “orden ” la que legaliza y afirma esta opresión, al moderar el conflicto de clases. Según la opinión de los políticos pequeño-burgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases, y no la opresión de una clase por otra; conciliar es moderar el conflicto, y no sustraer ciertos medios y procedimientos de combate a las clases oprimidas en lucha por el derrumbamiento de las opresiones”. [El subrayado es mío].
Hay ahí una concepción unilateralmente instrumentalista del “orden”. Una clase dirigente, incluso si domina y explota, es capaz de crear una forma de vida, un orden de la vida en común que puede ser aceptado como tal por las clases antagónicas, de incitarlas a difuminar el conflicto y a evitar las luchas estériles. Engels insiste en esta función del Estado: “Como el Estado nace de la necesidad de refrenar las oposiciones de clases [… ] “[El subrayado es mío], Lenin mismo cita este pasaje al comienzo del parágrafo 3 del capítulo primero. Nos parece que se empobrece el pensamiento político de Engels al hacer desaparecer la idea de las luchas de clases, en ciertas condiciones, pueden ser estériles y no desembocar en una solución del conflicto. Habrá que preguntarse si esta idea no tiene una estrecha relación con el análisis del cesarismo o del bonapartismo que se encuentra en Marx y Engels.
II. LA INDEPENDENCIA RELATIVA DEL ESTADO Y EL ANÁLISIS DEL BONAPARTISMO.
Vayamos al parágrafo tres del capítulo primero de El Estado y la Revolución. Se trata de un tema decisivo a los ojos de Lenin, el de la situación privilegiada de los funcionarios que, en tanto que órganos del poder del Estado están situados por encima de la sociedad. Lenin anuncia que desarrollará esta cuestión teórica y práctica a propósito del análisis marxiano de la Comuna de París, y precisa de nuevo que es a esta cuestión que Kautsky se ha referido en relación al oportunismo, agregando que a partir de 1912 esta cuestión fue “disgregada en un espíritu reaccionario por Kautsky“.
Viene luego un desarrollo muy interesante de Engels sobre las relaciones del Estado con las clases sociales:
“Como nació en medio del conflicto [de las] clases, él es, [dice Engels] por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la que domina desde el punto de vista económico, y que gracias a él, se convierte también en la clase políticamente dominante y adquiere así nuevos medios para ‘dominar y explotar a la clase oprimida”.
Esto es así para el Estado antiguo, el Estado feudal y el Estado representativo moderno. Pero Engels agrega, y esto es lo que nos interesa en particular:
“Sin embargo, excepcionalmente se presentan períodos en que las clases en lucha están tan cerca de equilibrarse que el poder del Estado, como pseudo-mediador, mantiene por un tiempo cierta independencia respecto de una y de otra”. (9)
Engels va a ilustrar este concepto con algunos ejemplos: éstos son la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, el bonapartismo del primer y el segundo Napoleón, y finalmente el Estado bismarckiano. Al leer esta enumeración fielmente reportada por Lenin, uno se pregunta: “¿Excepcionalmente?” “¡No tan excepcional!” Pues en definitiva, para atenerse a las ilustraciones dadas por Engels, en verdad son tres siglos los que están al menos parcialmente afectados: los siglos de la época moderna. No es poca cosa. Entramos ahí en una zona donde se manifiesta la complejidad del pensamiento político de Marx y de Engels, y al mismo tiempo, hay que decirlo, en una cierta zona de oscuridad relativa que Engels sólo tardíamente eliminará.
Esta relativa independencia del Estado respecto de las clases, hay una tendencia natural a relacionarla con el esquema del extrañamiento que conduce a Marx y Engels a hablar del Estado como de una potencia que se erige por encima de la sociedad y que se le vuelve cada vez más extraña. Se estaría tentado incluso de llegar a identificar los dos temas, pues las clases pertenecen a la sociedad y la caracterizan, y es en relación a esa misma sociedad que el Estado se vuelve autónomo y se convierte en una entidad que le es extraña. Pero más vale resistir a esta tentación, pues es posible que estemos frente a dos temas distintos. Cuando el Estado es netamente el Estado de una clase particular, conlleva ese volverse autónomo y extraño en relación a la sociedad. Distinto es cuando, a partir de una situación de equilibrio en la relación de fuerzas entre las clases, el Estado aparenta ser independiente de las clases antagónicas. No obstante se podría formular la hipótesis de que en este último caso, la autonomía del aparato del Estado respecto de la sociedad está aún más reforzada. Pero ni Marx ni Engels dicen nada parecido. Se trata de temas yuxtapuestos.
Sea como fuere, la dimensión del extrañamiento, de la independencia del Estado respecto de la sociedad, es esencial para comprender la transformación de los organismos de la sociedad gentilicia, que no son todavía un Estado como tal, en organismos del poder del Estado.
Los primeros no están separados de la sociedad hasta tanto la comunidad no se vea desgarrada por conflictos de intereses. Su función es administrar lo mejor posible los intereses comunes de la comunidad. La marca del poder del Estado consiste en que pronto esos organismos se sitúan por encima de la sociedad y se vuelven extraños con respecto a ella.
Esta autonomización, esta independencia respecto de la sociedad es esencial igualmente para comprender las dos vías por las cuales se forman las clases y las relaciones de dominación y servidumbre. En la vía “asiática” que Engels describe en El Anti-Dühring, la clase dominante se constituye a partir de la autonomización de los organismos públicos. Para hablar esquemáticamente, se podría decir que no es la división previa de la sociedad en clases lo que engendra el Estado (vía clásica), sino que es la aparición del Estado la que da lugar a la estructuración de la sociedad en clases.
Esta cuestión de la autonomización respecto de la sociedad se vincula igualmente a la cuestión capital de la democracia. Si bien se mira, se percibe que si los organismos de la sociedad gentilicia no están separados de la sociedad es porque esta sociedad funciona según las normas de una democracia real: esto es evidente en el caso de la ausencia de “fuerza pública” especial. La defensa está asegurada por “la organización armada autónoma de la población“. Burocracia y democracia real son incompatibles. La idea de que la “verdadera democracia” pone fin a la separación de la sociedad política propia del Estado representativo moderno es muy antigua en la obra de Marx: tal es la tesis que se halla en La crítica del derecho político hegeliano en 1843. Engels la retoma en el curso de sus trabajos históricos de 1880-1886. Por otra parte, lo que he llamado la “rectificación de 1885” que concierne a la primera república francesa, pone a la orden del día la cuestión de la autonomía administrativa en modalidades mucho menos excepcionales que las de la Comuna de París. La cuestión de la autoadministración local está directamente vinculada con la de la democracia real. Hay un punto esencial que retener, la democracia, para Engels, no es siempre, ni siquiera en principio, una forma de Estado; es históricamente una forma de organización anterior al Estado y que excluye su existencia. Tendremos que recordarlo cuando sea necesario examinar la tesis engelsiana, retomada por Lenin, del “deterioro de la democracia“.
Pero aquí hay que indicar una dificultad teórica. A pesar de la importancia del tema de la independencia o autonomía del Estado respecto de la sociedad, Engels experimenta constantemente la necesidad de precisar que ellas son “aparentes”. Por ejemplo, en el parágrafo uno del capítulo uno, Lenin cita un texto de Engels que dice: “se impone la necesidad de un poder que, situado en apariencia por encima de la sociedad, debe difuminar el conflicto”. [El subrayado es mío].
No siempre es fácil aprehender lo que significa esta independencia que no es más que aparente. ¿Por qué esa restricción que casi anula la tesis? ¿Se trata de tomar distancia respecto de teorías del tipo de la de Hegel, que Engels cita explícitamente en ese capítulo de El Origen? Sin duda es así.
“[El Estado] – dice Engels -, no es entonces un poder impuesto desde afuera a la sociedad; no es tampoco “la realidad de la idea moral”, “la imagen y la realidad de la razón”, como pretende Hegel”. (10)
Seguir esta pista conduce a pensar que hablar de independencia “aparente” implica decir que esta independencia respecto de la sociedad, que es un extrañamiento, un volverse extraño, es un producto de esa sociedad. La independencia es “aparente” en el sentido de que es engendrada por la sociedad misma, en determinadas condiciones. ¡Pero no por eso esta independencia es menos real! La prueba está en que según la teoría de la constitución de las clases del Anti-Dühring, la clase dominante, en las sociedades llamadas “asiáticas”, se constituye a partir de la autonomización de los organismos públicos. Todo parece suceder como si en esa época, antes y después de la muerte de Marx, entre el Anti-Dühring y El Origen, Engels debiera pagar la riqueza y complejidad de su pensamiento al precio de cierta oscuridad.
Si se tiene presente el esquema del extrañamiento, la autonomización y ese volverse extraño de los organismos públicos, se está mejor preparado para comprender el fenómeno burocrático y la dominación del aparato del Estado sobre la sociedad. Y se está igualmente mejor preparado para comprender que el Estado, aunque debería ser en principio el Estado de la clase económicamente dominante, puede volverse también, excepcionalmente, es decir, de hecho durante siglos, relativamente “independiente” de las principales clases en lucha: la burguesía y la nobleza bajo la monarquía absoluta, la burguesía y el proletariado bajo el bonapartismo moderno de Napoleón III y de Bismarck. Pero acá también, para tener la riqueza de los análisis concretos de fenómenos decisivos de la segunda mitad del siglo XIX en Francia y Alemania, debemos aceptar cierta oscuridad teórica. Ese Estado de los imperios francés y alemán ¿es verdaderamente independiente de ciertas clases en lucha, o bien se trata de una independencia “aparente”, de una “pseudo-mediación” del Estado entre clases cuya relación de fuerzas tiende a equilibrarse, pero que no podrá permanecer eternamente en ese estado de equilibrio? Al nivel del análisis concreto del régimen de Napoleón III o de Bismarck, se recobra muy fácilmente la claridad. Al nivel teórico, se está menos satisfecho de las formulaciones, como ya era el caso a propósito de la independencia del Estado respecto de la sociedad.
En la primera parte de este libro, hice referencia a dos textos de Engels en que se trataba la cuestión de formas de Estado burocrático relativamente independientes de las clases existentes. En “El statu quo en Alemania” escrito a comienzos de 1847, se trataba de dar cuenta de la “constitución política” de Alemania que consagra ese “statu quo” miserable al que la burguesía alemana – que es la clase revolucionaria – debería poner fin. Allí, ese esquema aplicado a la monarquía absoluta se había puesto en acción en un caso un tanto específico. La nobleza agraria ya no es lo suficientemente poderosa como para imponer una “constitución política feudal“. La verdadera burguesía se halla aún en vías de desarrollo. En cuanto a la pequeña burguesía, totalmente incapaz de batir a la nobleza, ha contraído un compromiso histórico con ésta, en un equilibrio de fuerzas que es netamente favorable a esta última. De ello resulta el nacimiento de una tercera “clase”, la burocracia, que se recluta en las otras dos en proporciones desiguales, y que, aún vinculada a una dinastía, trata de hacer valer los intereses que le son propios”. Si la pequeña burguesía puede muy bien acomodarse en esta burocracia, no ocurre lo mismo con la burguesía, que, por múltiples razones, por económicas muy serias, debe conquistar el poder político y liquidar esa antigua burocracia:
“A partir del momento en que la administración del Estado y la legislación pasan a ser controladas por la burguesía, la autonomía de la burocracia desaparece”.
Engels, en ese texto, hablaba de la autonomía de esa burocracia y no sentía la necesidad de calificarla luego de “aparente”.
En “La cuestión militar prusiana y el partido obrero alemán“, Engels presentaba un rápido análisis del bonapartismo moderno, el de Napoleón III. (12)
“El bonapartismo – decía – es la forma necesaria del Estado en un país donde la clase obrera, muy desarrollada en las ciudades, pero numéricamente inferior en los pequeños pueblos campesinos, ha sido vencida en un gran combate revolucionario por la clase de los capitalistas, la pequeña burguesía y el ejército. (13)
Pero la burguesía también sale agotada de ese combate:
“El ejército, verdadero vencedor, se coloca a la cabeza, apoyado sobre la clase de donde proviene en su mayor parte, los pequeños campesinos [… ]”
“La característica del bonapartismo, tanto respecto de los obreros como de los capitalistas, es que les impide batirse entre ellos. Dicho de otra manera, defiende a la burguesía contra los ataques violentos de los obreros, favorece las pequeñas escaramuzas pacíficas entre las dos clases, quitando tanto a unos como a otros toda especie de poder político”
Bajo semejante régimen, los obreros y la burguesía descansan de la lucha, mientras que la industria se desarrolla vigorosamente. De esa manera, maduran los elementos de una nueva lucha más violenta, mientras las clases fatigadas reposan. Fundamentalmente, este tipo de régimen sólo existe para tener a la clase obrera con la rienda corta frente a la burguesía. Se comprende que Engels, en El Origen, hable de una “pseudomediación” entre las clases. En ese texto de 1865, Engels retomaba elementos de análisis del bonapartismo deslindados por Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, inmediatamente después del suceso. Cabe recordar, en particular, el fenómeno complejo que hace que una clase como la de los pequeños campesinos, incapaz de constituirse políticamente como clase, se dé, a su manera, una representación al nivel político: se encarna en la figura del emperador y en la burocracia militar, en la que tiene un lugar en los niveles inferiores. De ese modo, bien se puede hablar de la independencia del Estado respecto de la sociedad, del volverse extraños sus organismos. También puede decirse de tal forma de Estado que es independiente de algunas de las clases en lucha. Pero al buscar la explicación de esos fenómenos, son ciertas estructuras de la sociedad y episodios de la lucha de clases los que darán la clave del enigma. De ahí la idea de que la independencia (respecto de la sociedad o respecto de las clases fundamentales) no es más que “aparente”.
Estrictamente hablando, epistemológicamente, no hay lugar para “la independencia” en el sistema conceptual del materialismo histórico. No es el caso del sistema conceptual de la autonomización. Los fenómenos de autonomización son reales, de gran importancia, y se los encuentra en múltiples niveles de análisis. El tema retendrá aún por mucho tiempo la atención de Engels y lo llevará a introducir el concepto de esa “independencia” a la vez real y “aparente” en oportunidad de hablar de una relativa autonomía del Estado, en la carta dirigida a Conrad Schmidt el 27 de octubre de 1890. Se puede decir que ahí Engels elimina la oscuridad anterior. La consideración de la división del trabajo en la sociedad permite pensar la autonomía real de tal o cual actividad. Se pasa de la independencia “aparente” a la autonomía relativa. (15)
III. LAS DIVERSAS FORMAS DEL DESARROLLO HISTÓRICO: “REVOLUCIÓN POR ARRIBA” Y COMPROMISO HISTÓRICO.
Esa cuestión de la autonomía conduce a la de la “eficacia” de las esferas autónomas, y en particular a la del Estado. La “eficacia” está netamente afirmada. Pero esa eficacia, que en el caso del Estado, es la de la violencia o la constricción, no puede ser absolutizada. La eficacia es real, pero sus efectos son múltiples y contradictorios según el tipo de intervención de que se trate. Hay una violencia política que sigue las tendencias del desarrollo económico, y hay una que va en sentido inverso. Las situaciones más complejas pueden ser consideradas como una combinación de los dos modelos precedentes. Estas consideraciones abstractas se han puesto en acción en los análisis concretos que Engels dedicó a la obra histórica de Bismarck.
Entre 1887 y 1888, Engels prepara un folleto sobre Le Róle de la violence dans l ‘histoire [El rol de la violencia en la historia] que debe abarcar los tres capítulos del Anti-Dühring que llevan ese título y un cuarto capítulo dedicado a la acción de Bismarck antes y después de 1870. Se trata de aplicar la teoría elaborada contra Dühring a un período de la historia contemporánea. La realpolitik de Bismarck, la utilización de la violencia militar, es eficaz mientras Bismarck aplique un programa político que corresponda a las tendencias históricas del siglo XIX (la unificación de una parte de Alemania alrededor de Prusia que permita el desarrollo industrial). Esa política de “hierro y sangre” está llamada al fracaso a partir del momento en que Bismarck toma sus ideas, no de la burguesía liberal, sino de su cultura política de junker prusiano. Y la catástrofe resulta previsible a partir de la anexión de Alsacia y Lorena, lo que es una aberración política. (16)
En resumen, en lo que concierne a la teoría del Estado, se puede decir entonces que al comienzo está, y que sólo se clarificará en su formulación teórica algunos años más tarde. Hay que tratar de restituirle su verdadera naturaleza, teniendo en cuenta su evolución.
En principio, es con esa teoría todavía en elaboración y no con ninguna otra, que Engels comienza a pensar los acontecimientos y los cambios capitales del siglo XIX, en relación a su riqueza y a su capacidad de evolución, el hecho de que tal o cual formulación pueda llevar agua al molino de los oportunistas no tiene mucha importancia. Lo esencial es poder pensar la realidad en su integridad.
Desde este punto de vista, que es el de la teoría y no el del compromiso y los programas políticos, hay que decir que no se puede estar conforme con una teoría de la historia que no permita pensar más que los períodos de revolución. Hay en ello una razón muy simple, y es que incluso el siglo XIX, no atraviesa siempre períodos de revolución en el sentido habitual del término. Hay al menos dos formas de revolución: las revoluciones por abajo y las revoluciones por arriba.
En su largo ensayo sobre Bismarck, Engels precisa:
“En política, sólo hay dos potencias decisivas: la fuerza organizada del Estado, el ejército, y la fuerza no organizada, la fuerza elemental de las masas populares”. (17)
Pero la historia está lejos de reducirse a la política y a las diversas formas de violencia que conoce. Estas están fundamentalmente subordinadas al desarrollo económico.
Después del fracaso de las revoluciones de 1848, Europa va a conocer un período de “revoluciones por arriba”. Son muy características de las “monarquías militares” que cumplen cierto número de tareas históricas que debían ser cumplidas de una manera u otra. Éstas se refieren en particular a la creación o transformación de formas estatales (la unidad del Estado-nación) que son decisivas para el desarrollo económico (fuerzas productivas y capital). En lo que concierne a Alemania, aunque deteste, como Marx, todo lo que sea prusiano, Engels considera que lo que se ha cumplido bajo la dirección de Bismarck es, a este respecto, una adquisición decisiva para lo que será en adelante la historia alemana. Ello no le impide mostrar que lo que hay de propiamente prusiano y “bonapartista” en esta política (la anexión de provincias francesas) instaura una situación de crisis que pone la guerra en Europa a la orden del día. (18)
Treinta y cinco años después de la muerte de Engels, Gramsci, al analizar la historia de Italia incluido el período fascista, utilizará el concepto de “revolución pasiva” o”revolución sin revolución” para designar un período de transformación social controlada por las clases pudientes y sin participación popular. Engels, por su parte, introduce el concepto de revolución por arriba para pensar aspectos decisivos de la historia del siglo XIX. Este concepto está presente en el texto sobre la unificación alemana y Bismarck, ya citado, y se lo vuelve a hallar en 1895 en la “Introducción” a las Luttes de classes en France [Luchas de clase en Francia]. Engels, antes de morir, intenta obtener una visión de conjunto del siglo XIX. En este sentido, el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 marca un hito. Dos grandes naciones del continente van a conocer la forma moderna del bonapartismo. (19)
En el mismo orden de ideas, hay que mencionar el trabajo histórico llevado a cabo sobre el concepto de revolución. Después del fracaso de las revoluciones de 1848, Marx y Engels se esforzaron por profundizar su concepción de la revolución en momentos de la crisis de la Liga de los Comunistas en 1850, y de las escisión de la fracción Willich-Schapper. (20) Pero, aunque importante, la profundización sigue siendo limitada. En particular, Marx y Engels continúan pensando según un principio bastante mecanicista las relaciones entre crisis económica y revolución. La crisis ha terminado, entonces hay que esperar su retorno. La crisis volverá en 1857, razón por la cual Marx se apresura a adelantar la redacción de su crítica de la economía política, de manera de estar listo en el momento de la explosión. No habrá explosión. En 1859 aparece Contribution á la critique de l ‘économie politique [Contribución a la crítica de la economía política] con un prefacio célebre. Ésta no debe ser considerada como una producción teórica intemporal, sino como una meditación teórica sobre el hecho de que hay crisis sin revolución, y como un repensar con criterio autocrítico sus ideas de 1848.
“Una formación social jamás desaparece antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que ella es capaz de contener. Jamás las relaciones de producción se sustituyen por otras nuevas y superiores antes de que las condiciones materiales de existencia de esas relaciones hayan hecho eclosión en el seno mismo de la antigua sociedad”. (21)
A partir de ahí estamos en el largo tiempo de la industrialización. Bajo los regímenes bonapartistas de Francia y Alemania, las fuerzas productivas y el capital se desarrollan. Hasta se podría agregar que comienzan solamente a desarrollarse. Además, cuando Engels, en la “Introducción” de 1895, retoma el concepto de “revolución por arriba” a propósito de Alemania, declara también que la revolución proletaria no era posible en Francia, ni en 1848, ni en 1871. El último Engels considera el proceso de industrialización como la presuposición absoluta de la revolución social. Objetivismo limitado anunciador del marxismo de la segunda Internacional, objetarán ciertos críticos.
Yo no creo tal cosa. Engels veía lo esencial que había tenido lugar mucho antes en Inglaterra y que no apareció en Francia y en Alemania sino después de 1850.
Pero ni la violencia política ni el desarrollo económico agotan la riqueza del devenir histórico. Hallamos en Gramsci, con la máxima claridad y fuerza, la idea de que regularmente sigue una fase de expansión hegemónica a una de alteración revolucionaria.
Engels estaba abierto a este tipo de problemática, y cuando rechaza el uso abusivo del concepto lassalliano de “masa reaccionaria única“, nos parece que piensa precisamente en tales fases de expansión hegemónica durante las cuales la clase dirigente trata de probar que es capaz todavía de reformas progresistas. (22)
Finalmente, si es cierto que Marx y Engels amaban la historia de Francia, porque, según la fórmula de Engels, en ella las luchas de clase se llevan hasta el fin han estado también muy atentos a la historia de Inglaterra, donde la historia se hace según modalidades muy distintas. En efecto, si los ingleses iniciaron una revolución demasiado pronto, en el siglo XVII, y dentro de formas totalmente radicales, parecen haber cultivado desde fines del mismo siglo, con “la gloriosa revolución” de 1688, una especialidad completamente distinta: no la lucha de clases hasta el fin, sino la lucha de clases hasta el compromiso. Compromiso de la burguesía con la aristocracia primero, que tiene lugar a fines del siglo XVII y que dura hasta el XIX con las adaptaciones que resulten necesarias; compromiso de la burguesía con la clase obrera luego, que caracteriza todo el siglo XIX durante el cual los obreros ingleses no son a menudo otra cosa que el apéndice radical del gran partido liberal. La vía inglesa ¿no tiene también “una pureza clásica“? La burguesía reina aburguesando primero su aristocracia, antes de hacer lo mismo con su “aristocracia obrera”. La burguesía no imagina poder prescindir de su aristocracia, y la clase obrera tiene la misma actitud reverencial hacia la burguesía. En esta historia domina el arte del compromiso que Engels nos describe en el prefacio a la edición inglesa de Socialismo utópico y socialismo científico, que escribió en abril de 1892. (24)
Estas demasiado rápidas observaciones conducen a subrayar que no hay que confundir dos cosas muy distintas: el plan político, donde se puede legítimamente luchar como Lenin por programas y métodos políticos revolucionarios, y el plan de la explicación histórica, en que se comprueba que la historia muchas veces se encamina por vías que no son las que corresponden a nuestros deseos, es decir, tratándose de Lenin, que están bien lejos de tomar las formas violentas predicadas por él en El Estado y la Revolución. La obra de Lenin hace pensar que él no era de esos dirigentes políticos que se simplifican la tarea adoptando siempre las soluciones más extremas. Al menos esta flexibilidad táctica es lo que ha hecho que se le considere un maestro de la política.
Última edición por RioLena el Lun Dic 24, 2018 7:35 pm, editado 1 vez