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    La conspiración judía (Ensayo sobre sus orígenes)

    Belideus
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    La conspiración judía (Ensayo sobre sus orígenes) Empty La conspiración judía (Ensayo sobre sus orígenes)

    Mensaje por Belideus Vie Oct 18, 2019 7:54 pm

    Hola, camaradas! He estado escribiendo un ensayo sobre el tema de la conspiración judía y me gustaría que lo leyeran y dieran su opinión sobre como va y la información que contiene (no está completo aún). Está fundamentado en fuentes académicas. Aquí va. Si quieren se saltan la introducción y van directo al origen


    Introducción

    Que los judíos conspiran contra los valores de occidente, que los hebreos abren las puertas a los inmigrantes para que atesten las naciones, degeneren las razas y seamos una mezcolanza de subhumanos; que financiaron y financian las revoluciones y el progresismo: todo esto lo afirman, como si fueran hechos tan evidentes y demostrables, los antisemitas contemporáneos. Se dice que los judíos provocaron la Revolución Francesa, la Revolución Rusa o las guerras mundiales, siempre en el marco de una conspiración cuyo objetivo, sea cual sea, ha puesto a su servicio el mayor de los compromisos de millones de seres humanos semíticos, sobretodo de los más ilustres, durante siglos. ¿No era Marx judío? ¿No lo era Rosa Luxemburgo? ¿No lo son los Rothschild, y George Soros? Pero ni lo maravilloso de esta idea ni lo imposible que pueda ser, han logrado socavar la confianza en la veracidad de la conspiración en aquellos que la consideran la única explicación de los hechos. Aún hoy en día, como hace siglos, los conspiranoicos aluden al gran complot judío como una justificación de sus actitudes, de su rechazo a la modernización o a las ideas igualitarias (más allá de si estas cuestiones son correctas o no). El gremio de los antisemitas, por ejemplo, solo considera digno de admiración las manifestaciones intelectuales o culturales que podrían haberle agradado a su caudillo austriaco-alemán mientras que cualquier otra es obra de los malévolos nómadas del desierto. Basta la mención de un hecho o una filosofía que repudien para encontrarle su relación con algún judío y la conspiración, siempre el más pérfido y mal intencionado, que trabaja incansablemente por las tribus de Israel. Es, por tanto, la justificación de todos sus rechazos, de todas sus creencias y de todas sus acciones. Bien es sabido que el rechazo de Hitler al bolchevismo, por ejemplo, se basaba en su consideración de dicha ideología como un instrumento judío destinado a entregarles a estos el control de los países. Hoy en día los neonazis mantienen tal postura. Otro ejemplo de la idea de una conspiración judía como justificación neonazi es el negacionismo del holocausto, formulación según la cual, estos habría inventado el hecho para poder justificar la creación de Israel, también parte de sus diabólicos planes (McFee 1999)
    Pero, por su puesto, esta excusa se topa con un problema: la idea de una conspiración judía es una falsededad, un mito, una mentira; y no explica las actividades o posiciones relacionadas a los judíos que encuentran su explicación en otra esfera, tal como intentaré probar en el curso de este ensayo.

    Los orígenes del mito

    Tal como reza la tesis y el título de este apartado, la idea de una conspiración judía surgió, efectivamente, como un mito, cuya concepción moderna se posiciona históricamente en tiempos de la Revolución francesa, con el antijudaísmo medieval como base, y tiene como protagonistas al clérigo Agustín Barruel y al desconocido Simonini (Cohn 1995).

    Cierto día durante los tiempos de la Revolución Francesa, el buen abate Agustín Barruel se reunió con John Robison, el cual le comentó que estaba escribiendo un libro titulado " Proofs of a Conspiracy against all the Religions and Governments of Europe". A Barruel le gustó esa idea, por lo que decidió "robarla" y escribir un libro propio y, de ser posible, publicarlo antes que Robinson, lo cual logró y tuvo un éxito enorme. En este libro titulado "Memorias para servir a una historia del jacobinismo", Barruel argumenta que la Revolución Francesa fue provocada por la acción conjunta de la Orden medieval de los Templarios (actuando como sociedad secreta antimonárquica, contraria al papa etc), los masones y los Iluminados de Baviera. Pero, por supuesto, son puras supercherías: Los templarios existieron solo hasta el siglo XIV y no hay pruebas de que hayan actuado en la Revolución Francesa, los Iluminados de Baviera se disolvieron en 1786 y el papel de los masones (en parte "rivales" de los Iluminados) fue tremendamente exagerado. Es cierto que los masones compartían la preocupación por la reforma humanitaria que se suele relacionar con la Ilustración: por ejemplo, contribuyeron a la abolición de la tortura judicial y de los juicios por brujería, y a mejorar las escuelas. Pero por otra parte, casi todos los masones eran católicos y monárquicos; de hecho, el rey Luis XVI y sus hermanos (Carlos X, por ejemplo) eran todos ellos masones; mientras que durante el Terror, los ma­sones murieron a centenares (ponte tú, el mismo Luis XVI y Luis XVII) y se persiguió a su organización, el Gran Oriente.

    En 1806, un tal J. B. Simonini (el cual no se sabe nada más y tampoco Barruel pudo contactarse con él aunque lo intentó) envió una carta a nuestro abate en el cual elogia su trabajo, pero estima conveniente precisar un matiz: se ha olvidado de la secta más peligrosa de todas: los judíos. Simonini explica que n día, conoció a unos judíos a los cuales les dijo, falsamente, que él tambien era judío. Al oir esto, ellos reaccionaron ofreciendole beneficios: "hazte masón y te haremos general" (Simonini petenecía al ejército), le contaron secretos como que la masonería y los iluminatis estaban fundados por judíos (falso también (el fundador de los Iluminados, Adam Weishaupt, ciertamente era de origen judío, pero se convirtió al cristianismo y ese tiempo ser judío era una cuestión religiosa), y lo más importante para nosotros: que los judíos provocaron la Revolución Francesa (junto con los masones, pero en la época de la carta de Simonini muchas logias seguían sintiendo renuencia a aceptar miembros judíos) Evidentemente, Simonini jamás existió. La carta se pudo haber escrito en el contexto del "Gran Sanedrín" reunión convocada por Napoleón, (para LIQUIDAR el sistema de préstamos el cual controlaban los judós, pues como todos sabemos, el mundo cristiano los obligó a trabajar en estas cosas (estaban sujetos a restricciones legales, de hecho) y como el préstamo de dinero estaba prohibido a los cristianos, pues ellos acapararon todo el espacio.) con fines, evidentemente, políticos, pero Joseph Fouché y la policía francesa, pudo haberla falsificado para influir en Napoleón contra los judíos, pues se pensaba que que él era una suerte de anticristo, útil a los judíos: El periódico L’Ambigú, de los emigres franceses de Londres, comentaba: «¿Es que espera convertir a estos hijos de Jacob en una legión de tiranicidas? ... El tiempo lo revelará. No podemos hacer más que observar cómo este Anticristo combate los decre­tos eternos de Dios; ése debe ser el último acto de diabólica existencia». En Moscú, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa escribía: «Hoy se propone reunir a los judíos, a los que la ira de Dios había desperdigado por lafaz de la Tierra, exhortarlos a que destruyan la Iglesia de Cristo y a que proclamen a un falso Mesías en su persona» 5. La carta de Simonini, con su mención del Anticristo y su tono profètico, encajaba perfectamente en un ambiente así. Barruel, naturalmente, la hizo dis­tribuir por círculos influyentes de Francia, con el obje­ tivo expreso «de impedir el efecto que podría producir el “ Sanedrín”» Y de hecho, más adelante, siguió desarrolando el mito y hablaba de un Gran Maestre que dirigía la conspración , cosa que se puede asimilar al rey judío que dominaría el mundo, según Los Protocolos.

    No sé si una carta de un anónimo que dice que tantas afirmaciones carentes de fundamentación y sentido común (que los judíos, que quizá quienes eran, te revelen secretos es algo que pasa todos los días o no?) sea una buena fuente, pero eso sí, unida al trabajo de Barruel, el cual publicó la carta a su tiempo, formaron la médula, el origen de lo que hoy es el mito de la Conspiración Judía. Es la primera vez que se les cita unidos a los masones, como revolucionarios, como liberales, como cualquier cosa que moleste a los "conservadores".

    Obviamente, el mito no surgió de la nada, sino que tiene su base en el antijudaismo religioso medieval. Desde la competición religiosa de la iglesia y la Sinagoga en los siglo II y IV (y los cristianos satanizando a los judíos)y la marginalización judía en la sociedad medieval, que los volvió seres extraño a los ojos europeos. La crisis del mundo tradicional que provocó la Revolución Francesa fue tierra fertil para que creciera este mito con resultados tan nefastos, y con el cual los antisemitas miran e interpretan el mundo.


    La conspiración judía antes de Barruel y Simonini
    Aún así ¿había alguna idea sobre una conspiración judía antes de Barruel y Simonini? Podría decirse que sí, de hecho, según Jospeh  Perez (2005), el origen real del mito estaría en España:
    “La existencia de unas redes eficaces de parentesco y solidaridad que unían entre sí a los sefardíes dispersos en el mundo no dejó, ya desde el siglo xvii, de llamar la atención, no sólo de los inquisidores, sino también de los políticos: algunos de éstos —como el conde-duque de Olivares— pensaron incluso en servirse de aquellas redes en beneficio de España, a cambio de algunas concesiones a los marranos. Otros, sin embargo, veían el problema desde una perspectiva muy distinta. Así se forjó en fecha muy temprana el tópico del complot judío, de la conspiración urdida en el mundo judío con el fin de aprovecharse de todas las oportunidades de enriquecimiento e incluso de manejar a su antojo los hilos de la política mundial. Unos de los ejemplares más célebres en este sentido se debe nada menos que a Quevedo. Se trata del texto conocido con el título la Isla de los Monopantos que su autor incorpora en 1644 a los Sueños, impresos en Zaragoza (1650) como obra de un tal Nifroscancod Diveque Vasgello Duacense —anagrama de Francisco Gómez de Quevedo y Villegas—, «traducida del latín en español por don Esteban Pluvianes del Ladrón, natural de la villa de Cuerva Pilona». En 1651, también en Zaragoza, salió una nueva edición, esta vez con el nombre del autor: Quevedo. Quevedo siempre sintió gran repulsión y odio a los judíos. En Execración contra los judíos, cuya redacción se sitúa hacia 1663 , pide encarecidamente la «total expulsión y desolación de los judíos», del mismo modo con que se había procedido con los moriscos. Aquel panfleto fue inspirado por un episodio de la vida madrileña, unos pasquines que aparecieron fijados el 2 de julio de 1633 en diversos lugares de la capital y que proclamaban en portugués la superioridad de la religión hebrea sobre la cristiana. Quevedo aprovecha la oportunidad para denunciar el filosemitismo del conde-duque de Olivares, quien intentaba apoyar la recuperación económica del país con la ayuda de los ricos mercaderes marranos, desplazando a los genoveses. Quevedo protesta contra semejante proyecto y, de un modo general, contra la política que permite que el dinero de España caiga en manos de sus enemigos más irreconciliables. La Isla de los Monopantos reincide en aquellas acusaciones, pero lo esencial ahora es la tesis del complot judío: el libro describe una reunión secreta en Salónica entre judíos de todas partes de Europa y los Monopantos, es decir, aquellos cristianos que quieren colaborar con ellos para oprimir el mundo cristiano y tras los cuales hemos de suponer al conde-duque y sus amigos; Pacas Mazo aparece como el portavoz de los Monopantos y busca al apoyo de los judíos, éstos están dispuestos a hacerse sus cómplices, recordando la experiencia que ya tienen de semejantes tratos: «En Ruán somos la bolsa de Francia contra España y juntamente de España contra Francia, y en España, con traje que sirve de máscara a la circuncisión, socorremos a aquel monarca con el caudal que tenemos en Amsterdam en poder de sus propios enemigos... Extravagante tropelía servir y arruinar con un propio dinero a amigos y a enemigos”
    Así entonces, podríamos tomar este texto de Quevedo como una suerte de antecedente de la versión moderna, parte de su construcción como mito. Ahora proviene, en parte, también de una obra literaria satírica… no es una buena fuente.
    Pero antes de Quevedo incluso existen dos cartas, una supuestamente escrita por judíos expulsados de España o Arlés y otra escrita como respuesta por sus pares en Constantinopla que se pueden situar este antecedente de manera posterior a la de Quevedo porque no fue tomada en cuenta de manera más profusa hasta el siglo xix, por el arzobispo Chabauty:
    “En Les Juifs nos maîtres, que fue su libro más influyente (1882), Chabauty hizo algo más que repetir los argumentos de su predecesor y añadió un impor¬tante descubrimiento propio. Había encontrado, en la Revue des études juives de 1880, dos cartas que le pare¬cieron llenas del más tremendo significado, y que de hecho adquirirían más tarde un significado siniestro en la historia del antisemitismo. Se las conoce por los nombres de La carta de los judíos de Arles (o, en algunas versiones, de España) y La réplica de los judíos de Constantinopla, y dicen lo siguiente:
    ¡Honorables judíos, saludos y bendiciones! La presente es para comunicaros que el Rey de Francia, que vuelve a ser señor de la Provenza, ha ordenado en proclama pública que nos hagamos cristianos o salgamos de su territorio. Y los pueblos de Arles, Aix y Marsella quieren llevarse nuestras pertenencias, amenazan nuestras vidas, destruyen nuestras sinagogas, nos hacen muchas vejaciones y todo ello hace que no estemos seguros de lo que debemos hacer a fin de mantener la Ley de Moisés. Por eso os pedi¬mos que tengáis la bondad de informarnos, en vuestra sabiduría, de lo que debemos hacer.
    C h a m o r
    Rabino de los judíos de Arles
    el 13 de Sabath, 1489

    Bienamados hermanos en Moisés, hemos recibido la carta en la que nos informáis de las ansiedades y las adversidades que padecéis. El consejo de los grandes sátrapas y rabinos es el siguiente: D ecís que el Rey de Francia os exige que os hagáis cristianos; hacedlo, pues no os queda otro remedio, pero conservad la Ley de Moisés en vuestros corazones. Decís que os veis obligados a entregar vuestras pertenen- 46 Norman Cohn cías; entonces, haced que vuestros hijos sean comerciantes, para que poco a poco vayan privando a los cristianos de sus pertenencias. Decís que vuestras vidas corren peligro; entonces, haced que vuestros hijos sean médicos y boticarios, para que puedan privar de sus vidas a los cristianos. Decís que están destruyendo vuestras sinagogas; entonces, haced que vuestros hijos se hagan clérigos y canónigos, de forma que puedan destruir sus iglesias. Decís que esos pueblos os están infligiendo muchas más vejaciones; entonces, encargaos de que vuestros hijos se hagan abogados y notarios, de modo que los cristianos queden sometidos a vuestro yugo; dominaréis el mundo, y podréis tomaros venganza. N o os desviéis de esta orden que os damos, pues veréis por la experiencia que, del envilecimiento en que ahora os halláis, alcanzaréis la cima del poder.

    V.S.S.V.F.F.
    Príncipe de los judíos de Constantinopla
    el 21 de Casleu de 1489.

    Desde el punto de vista del historiador de la litera¬tura, estas «cartas», que datan por lo menos del siglo XVI, no carecen de interés. Probablemente, se escribieron en un principio en España como comentario satí¬rico sobre los marranos, los judíos españoles que de¬cían haberse convertido al catolicismo, pero de quienes se sospechaba, en muchos casos con razón, que en el fondo seguían siendo judíos. De lo que no cabe duda era de que su propósito era burlón: ¡por ejemplo, la firma Chamor significa en hebreo “burro”! Pero a Chabauty no le cabía la menor duda de su autenticidad […]
    Y, de hecho, gracias a aquellas «cartas» el emprende¬dor curé tropezó con una idea que no se le había ocurrido a ninguno de sus predecesores. Se convenció a sí mismo de que a todo lo largo de la Diáspora había existido un gobierno judío único y secreto, de que éste seguía un plan inmutable de dominación mundial, y de que todos los judíos le debían una obediencia absoluta. Y además también le preocupaba el que «Bismarck, Guillermo y los demás ministros y soberanos de Eu¬ropa y América no sean sino instrumentos dóciles y a veces ciegos del gobierno judío oculto. Con aquellas imaginaciones no sólo abrió el camino a los Protocolos de los Sabios de Sión, sino que estableció la Carta de los judíos de Constantinopla como «documento» impor¬tante por derecho propio. Cuando, medio siglo des¬pués, los Protocolos se convirtieron en una obra mun¬dialmente conocida, aquella «carta» se reeditó una vez tras otra, muchas de ellas en el mismo volumen que los Protocolos, como prueba confirmativa. ¡Y ni un solo edi¬tor advirtió que la firma V.S.S.V.F.F., que parece tan críptica y siniestra, no es más que el nombre Ussuff, es decir, José” (Cohn 1995)
    Junto a la Isla de los monopatos, estas cartas son los textos fundacionales del mito de la conspiración judía. Como se dijo en el texto citado, la carta de los judíos españoles (o de Arlés) es una sátira. La carta de respuesta es una falsificación de Juan Martínez Siliceo.

    Notas:

    1.- Desde la competición religiosa de la iglesia y la Sinagoga en los siglo II y IV (y los cristianos satanizando a los judíos) y la marginalización judía en la sociedad medieval, que se les volvió seres extraño a los ojos europeos. La crisis del mundo tradicional que provocó la Revolución Francesa fue tierra fertil para que creciera este mito con resultados tan nefastos, y con el cual los antisemitas miran e interpretan el mundo.

    2.- La finalidad de tal reunión era liquidar (repito: liquidar) el sistema de préstamos el cual controlaban los judíos. Es posible que la causa de esto sea que los judíos medievales hayan sido excluidos de actividades agrarias y eso los haya empujado al área comercial, donde además contaron con una suerte de protección los de monarcas y como el préstamo de dinero era mal visto por los cristianos europeos, terminaron acapararon todo el espacio.

    3.- Texto al que no debería dársele ninguna consideración: dice que la teoría darwiniana es una artimaña judía (Serrano, Los protocolos y su aplicación en chile, 47

    4.- La Execración contra los judíos — citada por Nicolás Antonio—, que estaba extraviada desde el siglo xvii, fue encontrada no hace mucho por el canónigo archivero de Santiago de Compostela J. María Díaz Fernández en la Biblioteca del Real Consulado de La Coruña. La edición príncipe fue publicada por F. Cabo-Fernández Aseguinoiaza y S. Fernández Mosquera en 1993 (Barcelona, Crítica). 258 Joseph Pérez



    Fuentes principales: El mito de la conspiración judía de Norman Cohn y  Los judíos en España deJoseph Perez

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