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LOS CANES ROJOS
de Curzio Malaparte***
breve texto perteneciente a su novela "Kaputt", que sirve para visualizar cómo se realiza una táctica de tipo sorpresa, contando con elementos "irregulares" como los perros. Como dice Liddell Hart, este tipo de táctica permite romper el equelibrio del enemigo, lo que conlleva a volverlo vulnerable para el contrataque.
tomado del blog Cultura de debate. Extracto realizado por Abraham Corzo.
Los Canes rojos
(…) Un buen día los alemanes comenzaron a perseguir a los perros. Al principio creí que habría dado algún caso de rabia, por lo que el general Von Schobert había dispuesto el exterminio. Luego me di cuenta de que aquella matanza encubría otras razones. Lo cierto que apenas se entraba en un pueblo, e incluso antes de iniciar la matanza de hebreos, empezaba la caza de los canes. Grupos de las S.S. y de la panzerschützen (1) corrían por las calles disparando sin cesar sus fusiles ametralladores y lanzando granadas de mano sobre aquellos infelices perros bastardos de pelo amarillento, ojos enrojecidos y brillantes y patas torcidas, haciéndolos salir de las huertas y de los matorrales, persiguiéndoles ferozmente a través de los campos.
Los pobres animales huían a los bosques, o se refugiaban en los fosos y en los agujeros detrás de las empalizadas, o bien iban a esconderse en las casas, acurrucándose en los rincones, debajo de las camas de los campesinos, de las estufas y de los bancos. Los invasores entraban en las casas, sacaban a los perros de sus escondrijos y los mataban con la culata del fusil.
Los más feroces en la caza eran las panzerschützen. Parecían tener una deuda personal con aquellos animales. Yo les pregunté el motivo, y los panzerschützen me contestaban desabridos, volviéndome la espalda:
-¡Pregúntale a los perros!
Pero los viejos cosacos sentados en la puerta de sus casas se reían entre dientes, golpeándose con las manos abiertas.
-Ah, biedni obechki! (2)- y reían maliciosos como si no comprendieran a aquellos pobres bichos, sino a los alemanes. Los viejos asomados a las empalizadas de las huertas, las muchachas que bajaban al río con dos cubos suspendidos en un palo colocado sobre el hombro, los niños que iban a enterrar piadosamente en el campo a los infelices perros asesinados, todos mostraban una sonrisa triste y al mismo tiempo maliciosa. (…)
Cierta mañana me hallaba en un observatorio de artillería, para seguir desde cerca el ataque de una panzerdivisión alemana. (…)
Los tanques, seguidas por las fuerzas de asalto, ya habían ahondado profundamente en la desierta llanura. Después de los primeros disparos, un profundo silencio había caído sobre la inmensa planicie ondulada de rastrojos y hierbas quemadas por los primeros hielos del otoño: parecía que los rusos hubieran abandonado el campo de batalla, huyendo más allá del rio. (…). De un estanque ligero emergieron dos ánades salvajes, volando parsimoniosamente… y, de pronto, en un bosque un poco lejano, vimos aparecer algunos puntos negros, luego otros, y otros más, que se agitaban con rapidez, desaparecían entre los zarzales, y tornaban a aparecer más cercanos, corriendo veloces al encuentro de los panzers alemanes.
-Die Hunden! Die Hunden! (3)
De repente brotó el sordo estruendo de una explosión, luego otro y otro… dos, tres, cinco panzers volaron por el aire; sus piezas de acero saltaron de la tierra como elevados surtidores.
-¡Ah, los perros!- exclamo el general Von Schobert pasándose la mano por el rostro.
Eran los “perros antitanque”, acostumbrados por los rusos a ir a buscar su pitanza bajo el vientre de los carros de combate. Conducidos a primera línea cuando presentían la inminencia de un ataque y mantenidos en ayunas durante uno o dos días, apenas los soldados rusos veían aparecer los panzers alemanes en la llanura, desataban a los hambrientos canes, echándoles fuera de las trincheras gritando:
-Pasciol!, pasciol! (4)
Los perros, llevando sobre sus espaldas un zurrón cargado con un fuerte explosivo, en contacto con una especie de antenas de acero erguida vertical sobre los lomos, corrían ávidos y veloces al encuentro de los tanques germanos para saciar su hombre debajo de las panzas de acero. Y apenas se metían debajo de ellas, volaban los tanques por el aire destrozados en diez mil pedazos (…)
Por eso los soldados alemanes se mostraban cada vez más feroces con los perros rusos y su caza se efectuaba con despiadado furor. Por eso también los viejos cosacos reían golpeándose las rodillas con las manos abiertas-
-Ah, biedni sabachki!- murmuraban con débil voz.
(…)
Yo dije una mañana al sonderführer de Melitopol:
-Cuando hayáis matado a todos, cuando ya no quede ni un perro en toda Rusia, serán los niños rusos los que irán a ponerse debajo del vientre de vuestros tanques.
-Ach!, todos son de la misma raza- me respondió-. Todos son hijos de perra.- Y se alejó escupiendo al suelo con profundo desprecio.
Notas:
(1): grupos acorazados
(2): pobres perros
(3): Los perros!, los perros!
(4): Fuera!, fuera!
de Curzio Malaparte***
breve texto perteneciente a su novela "Kaputt", que sirve para visualizar cómo se realiza una táctica de tipo sorpresa, contando con elementos "irregulares" como los perros. Como dice Liddell Hart, este tipo de táctica permite romper el equelibrio del enemigo, lo que conlleva a volverlo vulnerable para el contrataque.
tomado del blog Cultura de debate. Extracto realizado por Abraham Corzo.
Los Canes rojos
(…) Un buen día los alemanes comenzaron a perseguir a los perros. Al principio creí que habría dado algún caso de rabia, por lo que el general Von Schobert había dispuesto el exterminio. Luego me di cuenta de que aquella matanza encubría otras razones. Lo cierto que apenas se entraba en un pueblo, e incluso antes de iniciar la matanza de hebreos, empezaba la caza de los canes. Grupos de las S.S. y de la panzerschützen (1) corrían por las calles disparando sin cesar sus fusiles ametralladores y lanzando granadas de mano sobre aquellos infelices perros bastardos de pelo amarillento, ojos enrojecidos y brillantes y patas torcidas, haciéndolos salir de las huertas y de los matorrales, persiguiéndoles ferozmente a través de los campos.
Los pobres animales huían a los bosques, o se refugiaban en los fosos y en los agujeros detrás de las empalizadas, o bien iban a esconderse en las casas, acurrucándose en los rincones, debajo de las camas de los campesinos, de las estufas y de los bancos. Los invasores entraban en las casas, sacaban a los perros de sus escondrijos y los mataban con la culata del fusil.
Los más feroces en la caza eran las panzerschützen. Parecían tener una deuda personal con aquellos animales. Yo les pregunté el motivo, y los panzerschützen me contestaban desabridos, volviéndome la espalda:
-¡Pregúntale a los perros!
Pero los viejos cosacos sentados en la puerta de sus casas se reían entre dientes, golpeándose con las manos abiertas.
-Ah, biedni obechki! (2)- y reían maliciosos como si no comprendieran a aquellos pobres bichos, sino a los alemanes. Los viejos asomados a las empalizadas de las huertas, las muchachas que bajaban al río con dos cubos suspendidos en un palo colocado sobre el hombro, los niños que iban a enterrar piadosamente en el campo a los infelices perros asesinados, todos mostraban una sonrisa triste y al mismo tiempo maliciosa. (…)
Cierta mañana me hallaba en un observatorio de artillería, para seguir desde cerca el ataque de una panzerdivisión alemana. (…)
Los tanques, seguidas por las fuerzas de asalto, ya habían ahondado profundamente en la desierta llanura. Después de los primeros disparos, un profundo silencio había caído sobre la inmensa planicie ondulada de rastrojos y hierbas quemadas por los primeros hielos del otoño: parecía que los rusos hubieran abandonado el campo de batalla, huyendo más allá del rio. (…). De un estanque ligero emergieron dos ánades salvajes, volando parsimoniosamente… y, de pronto, en un bosque un poco lejano, vimos aparecer algunos puntos negros, luego otros, y otros más, que se agitaban con rapidez, desaparecían entre los zarzales, y tornaban a aparecer más cercanos, corriendo veloces al encuentro de los panzers alemanes.
-Die Hunden! Die Hunden! (3)
De repente brotó el sordo estruendo de una explosión, luego otro y otro… dos, tres, cinco panzers volaron por el aire; sus piezas de acero saltaron de la tierra como elevados surtidores.
-¡Ah, los perros!- exclamo el general Von Schobert pasándose la mano por el rostro.
Eran los “perros antitanque”, acostumbrados por los rusos a ir a buscar su pitanza bajo el vientre de los carros de combate. Conducidos a primera línea cuando presentían la inminencia de un ataque y mantenidos en ayunas durante uno o dos días, apenas los soldados rusos veían aparecer los panzers alemanes en la llanura, desataban a los hambrientos canes, echándoles fuera de las trincheras gritando:
-Pasciol!, pasciol! (4)
Los perros, llevando sobre sus espaldas un zurrón cargado con un fuerte explosivo, en contacto con una especie de antenas de acero erguida vertical sobre los lomos, corrían ávidos y veloces al encuentro de los tanques germanos para saciar su hombre debajo de las panzas de acero. Y apenas se metían debajo de ellas, volaban los tanques por el aire destrozados en diez mil pedazos (…)
Por eso los soldados alemanes se mostraban cada vez más feroces con los perros rusos y su caza se efectuaba con despiadado furor. Por eso también los viejos cosacos reían golpeándose las rodillas con las manos abiertas-
-Ah, biedni sabachki!- murmuraban con débil voz.
(…)
Yo dije una mañana al sonderführer de Melitopol:
-Cuando hayáis matado a todos, cuando ya no quede ni un perro en toda Rusia, serán los niños rusos los que irán a ponerse debajo del vientre de vuestros tanques.
-Ach!, todos son de la misma raza- me respondió-. Todos son hijos de perra.- Y se alejó escupiendo al suelo con profundo desprecio.
Notas:
(1): grupos acorazados
(2): pobres perros
(3): Los perros!, los perros!
(4): Fuera!, fuera!
***Curzio Malaparte: diplomático, periodista, corresponsal de guerra y novelista italiano de padre alemán (su nombre verdadero era Kurt Erich Suckert) que comenzó siendo un convencido fascista italiano (participó en la Marcha sobre Roma), fué encarcelado en diversas ocasiones a mediados de los años treinta por sus críticas al Duce y a Hitler (en especial tras publicar su libro Técnica del golpe de estado). Con la ayuda del conde Ciano consiguió salir de prision y trabajar como corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra mundial, durante la cual se acercó al Partido Comunista italiano, en donde militó hasta su fallecimiento en 1957. Poco antes de su muerte despertó en él gran curiosidad y esperanzas revolucionarias la figura de Mao Tse Tung.
Kaputt (1944) y La piel (1949) son sus novelas más conocidas. En la primera presenta el conflicto bélico desde la perspectiva de aquellos que estaban condenados a perderla y en la segunda describe la "invasión" de Italia por parte de los norteamericanos.
La novela La piel está disponible en castellano en la red en:Kaputt (1944) y La piel (1949) son sus novelas más conocidas. En la primera presenta el conflicto bélico desde la perspectiva de aquellos que estaban condenados a perderla y en la segunda describe la "invasión" de Italia por parte de los norteamericanos.
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