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    Cómo se inventó la mentira del genocidio de Pol Pot en Camboya - texto de André Vltchek

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    RioLena
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    Mensaje por RioLena Vie Sep 19, 2014 10:34 pm

    Cómo se inventó la mentira del genocidio de Pol Pot en Camboya

    texto de André Vltchek

    fuente: André Vltchek, Cambodia and Western Fabrication of History, CounterPunch, 1 de agosto de 2014. Nacido en Leningrado en 1963, Vltchek es novelista, cinesta y periodista. Durante años ha sido corresponsal en numerosas guerras en África y el sudeste asiático. Su último libro es "La lucha contra el imperialismo occidental".

    En cuanto entramos en la pequeña ciudad de Anlong Veng, en el límite de las montañas de Dangrek, en el noroeste de Camboya, comienza a llover. La lluvia es fuerte pero, después de todo, es una lluvia tropical y termina tan bruscamente como empezó.

    Atravesamos un puente sobre un pantano y, de repente, frente a nosotros aparece un lago, hermoso e inquietante a la vez.

    "Hace algunos años fue el último bastión de los Jmeres Rojos", explica mi amigo Song Heang. "Entonces era imposible llegar hasta aquí en coche como hoy tan fácilmente. No había casas en los alrededores. Y el lago era como un pantano, imposible de atravesar".

    Hemos recorrido todo el camino hasta aquí para visitar el campamento del último jefe militar de los Jmeres Rojos, Ta Mok, el jefe del ejército, conocido como el "Hermano Número Cinco" o el "Carnicero". Aquí es donde vivió y desde donde mandaba sus tropas.

    Ta Mok, el brazo derecho de Pol Pot. Ta Mok, que dividió al movimiento poniendo a Pot bajo arresto domiciliario y a quien, muy probablemente, envenenó. Ta Mok, que dirigía un ejército de varios miles de partidarios de los Jmeres Rojos entre 1979, cuando las fuerzas vietnamitas derrocaron su movimiento del poder, y 1999, cuando fue capturado por las fuerzas gubernamentales. Ta Mok murió estando detenido en 2006 sin haber sido juzgado ni condenado.

    San Reoung, el responsable de la seguridad personal de Ta Mok, el guardaespaldas que vivió con él durante años, nos espera.

    Le falta la pierna izquierda, algo común entre los civiles y los combatientes camboyanos de su edad. Ta Mok también había perdido una pierna en combate.

    Sólo hay una cosa que me gustaría saber de él: ¿hasta qué punto los Jmeres Rojos eran comunistas?, ¿fue esta ideología, la ideología marxista, la que atrajo a humildes campesinos a las filas del movimiento?

    San Reoung piensa un momento y luego responde sopesando cada palabra: "Realmente no era un asunto de ideología, no sabíamos mucho. Yo, por ejemplo, estaba muy encolerizado con los americanos. Me convertí en soldado a la edad de 17 años. Y mis amigos también estaban muy encolerizados. Se unieron a los Jmeres Rojos para combatir a los americanos y, en particular, la corrupción de su títere, el dictador Lon Nol en Phnom Penh".

    Antes de que los Jmeres Rojos tomaran el poder, ¿la gente del campo era consciente de lo que estaba sucediendo en la capital?

    "Por supuesto que lo eran. Por el enorme apoyo y el dinero que Estados Unidos dio al corrompido régimen de Lon Nol. Todo el mundo sabía a dónde iba el dinero: un sinnúmero de fiestas suntuosas, prostitutas de fantasía... Los bombardeos americanos habían aplastado nuestros campos bajo las bombas. Cientos de miles de personas murieron. La gente se volvió loca, estaba indignada. Y fue eso lo que hizo que muchos de ellos se unieran a los Jmeres Rojos".

    "¿No fue a causa de la ideología marxista?", pregunto de nuevo.

    San Reoung responde de inmediato: "No, claro que no. La gran mayoría no tenía ni idea de lo que era el marxismo, nunca habían oído hablar de él".

    Visito el campamento de Ta Mok. Entro en un viejo vagón, un centro móvil de comunicaciones utilizado por Pol Pot algunas décadas antes. Ahora está vacío y oxidado. Todo el campamento se convirtió en una especie de museo informal. Rechazo la invitación para ir a visitar los antiguos barrios en los que vivió Ta Mok. No tengo ningún interés en ello.

    En cambio, observo el lago durante un buen rato.

    Después de haber trabajado durante muchos años en esta parte del mundo, he llegado a comprender que todas las respuestas a las preguntas importantes acerca de Camboya y su pasado se encuentran en el campo. Durante décadas Occidente ha logrado corromper a Phnom Penh, comprando a casi todas las personas influyentes de allí para que repitieran y refinaran un relato falsificado y estereotipado.

    Las ONG, los periodistas: todos hablan alto y claro del genocidio "comunista" en Camboya. Se ha convertido en un empleo bien remunerado, la fuente de un flujo interminable de financiación, una mentira compleja apoyada por la maquinaria de propaganda de las universidades occidentales y la prensa.

    Los Jmeres Rojos fueron una fuerza bruta, por supuesto pero, sin duda, no un monstruo genocida "comunista". Y no cayeron del cielo.

    Le pregunto a Song Heang si lo que hemos oído en Anlong Veng es exacto. Poco a poco vamos ganando velocidad en la carretera del templo de Preah Vihear, donde lucharon y corrió la sangre, en la frontera entre Camboya y Tailandia.

    Song Heang trabaja para una modesta organización benéfica australiana que construye pequeñas bibliotecas rurales para niños. Detesta a los Jmeres Rojos. Pero reconoce de inmediato que nunca hubo "comunistas" en ellos.

    Tiene un buen carácter, con un temperamento ecuánime: "De niño yo vivía en la ribera del río Mekong, en el pueblo de Prek Tamak, a 65 kilómetros de Phnom Penh. Cuando los americanos bombardearon, todo se detuvo y la gente se quedó petrificada... Utilizaron aviones muy rápidos, aviones de caza; y la población local les llamaba 'amich': los rápidos... Entonces mucha gente se unió a los Jmeres Rojos. No sabían lo que era el comunismo. Todo lo que sabían era el horror del gobierno pro-occidental en Phnom Penh".

    Le pregunto: "¿Por qué la población de Phnom Penh no cesa de repetir que Pol Pot llevó a cabo un 'genocidio comunista'?, ¿Por qué, como en el resto del sudeste de Asia, han demonizado a China?, ¿Y por qué Vietnam también está endemoniado?"

    "Somos un país muy pobre", dice Song Heang. "Y si la gente de Phnom Penh toca el dinero, pues bien, les encanta ese dinero, eso es todo, y dicen exactamente lo que les pagan por decir. Y Estados unidos y la Unión europea ponen sobre la mesa mucho dinero cuando quieren obtener ciertas declaraciones"

    Actualmente en Phnom Penh hay nuevos centros comerciales y un sinnúmero de vehículos de lujo, nuevos o usados, para los muy ricos y los muy corruptos.

    La ciudad está totalmente comprometida en el camino del capitalismo, un poco como en Yakarta, otra pesadilla urbana de Asia. Excepto que al menos Phnom Penh dispone de algunos impresionantes chalets coloniales franceses, hermosos bancos creados a lo largo del río, así como galerías y museos, muchos de los cuales son de alta calidad.

    Pero su aglomeración de aproximadamente 2,2 millones de habitantes, no tiene red de transporte público (salvo un par de autobuses), y sus sistemas de salud pública y educación están en un estado espantoso.

    Desde hace muchos años, el primer ministro dictatorial y brutal, Hun Sen, un antiguo comandante de batallón de los Jmeres rojos, es un campeón del "libre mercado y la democracia liberal pluripartidista". Aunque le crítica periódicamente por diversas violaciones de los derechos humanos, Occidente se muestra satisfecho en general con su "fundamentalismo" de mercado, tal y como se aplica en el país, así como con la casi ausencia de políticas sociales coherentes.

    Durante años, he visto cómo un gran número de "asesores", en particular de la Unión Europea, "conformaban el rumbo" de la economía de Camboya y la sociedad camboyana en general.

    Eso, por supuesto, incluye también su historia. Esos consejeros dicen ciertas cosas en público y otras cuando las puertas están cerradas.

    Hace ocho años escribí: "En uno de los cafés frecuentados por expertos extranjeros, la atmósfera es relativamente relajada. Los funcionarios de Naciones Unidas y Estados Unidos beben cerveza, sujetando de la mano a su 'segunda esposa' local; se relajan después de una dura jornada de trabajo en esta caótica capital. Realizan varias tareas en este país que una vez estuvo marcado por algunos de los peores actos de violencia experimentada por la especie humana. Algunos están a cargo del desminado de los campos; otros están tratando de convencer a la población local de que entregue sus armas, que todavía son numerosas y son una de las razones de la alta tasa de criminalidad".

    Pero muchos de ellos están aquí para asesorar al gobierno y a un sinnúmero de ONG sobre la manera de gestionar la economía y el Estado. Está claro que la mayor parte de las veces este tipo de consejos son "proyectos" basados exclusivamente en teorías favorables al libre mercado. Como resultado, sólo una proporción muy pequeña de los beneficios del crecimiento económico se encuentra en los bolsillos de los pobres que, sin embargo, son la gran mayoría de los camboyanos.

    El humo de la marihuana se balancea perezosamente en el aire húmedo y viciado. Después de varios años en Camboya, estos expertos se han vuelto duros y cínicos; para ellos cada día es una lucha. Para lograr cualquier cosa en este país, es necesario corromper y atar compromisos. El lenguaje educado se ha olvidado totalmente; las conversaciones son brutalmente directas y francas.

    Los clichés comunes, reservados para el público de Estados Unidos y Europa, son el blanco de la burla y el desprecio abierto durante estas reuniones informales.

    "¿Que los Jmeres rojos han matado a más de un millón de camboyanos? ¡Imposible!", se sorprende uno de los europeos de mediana edad que ha vivido y y trabajado en este país durante más de diez años. "No tenían capacidad para matar a mucha gente. Por supuesto que entre uno y dos millones de personas murieron entre 1969 y 1978, pero este número incluye a las 500.000 personas o más masacradas por el tapiz de bombas de Estados Unidos antes de que los Jmeres Rojos tomaran el poder".

    "La mayoría de las personas murieron de hambre y enfermedades", continúa. "Además, las terribles masacres no tuvieron lugar como consecuencia de la ideología comunista de los Jmeres Rojos. Las cosas no se situaban a ese nivel. Los bombardeos masivos de Estados Unidos y la brutal dictadura de Lon Nol, apoyada por Occidente, lanzaron a unos contra otros en la población local. Mataron por venganza, no sobre una base ideológica. Los campesinos se volvieron locos a base de soportar aquellos bombardeos sistemáticos de los B-52. Muchos fueron torturados, masacrados y muchos otros han 'desaparecido' durante el reinado de Lon Nol. La población del campo odiaba a la población de la ciudad, a quienes acusaban de todas sus desgracias y de todos los horrores que tuvieron que soportar. Y la mayoría de los soldados y de los cuadros del Jmer Rojo procedían del campo".

    A sólo ochocientos metros del café y de las conversaciones casi "marginales" de estos expatriados endurecidos, el museo de Tuol Sleng (museo del genocidio), instalado en una antigua escuela de secundaria, narra la historia de la desenfrenada brutalidad y el sadismo de los cuadros de los Jmeres Rojos. En 2009, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) inscribió el museo de Tuol Sleng en el Registro de la "Memoria del Mundo".

    Después del 17 de abril de 1975 las aulas de la escuela secundaria Tuol Svay Prey se convirtieron en el principal centro de interrogatorio y tortura de los Jmeres Rojos, conocido como la cárcel de Máxima Seguridad 21, o simplemente S-21. Aquí es donde los hombres y las mujeres fueron encadenados y golpeados, a las mujeres les arrancaron los pezones con pinzas y les aplicaron cables eléctricos en los órganos genitales. Después de la confesión (y no tenían más remedio que confesar, para detener la insoportable tortura), la mayoría de los hombres, mujeres y niños que pasaban por esta institución del horror terminaban en el campo de exterminio de Choeung Ek, donde la ejecución era casi segura. Se dice que 20.000 personas murieron después de haber sido interrogados en S-21.

    En un intento loco por dar una estructura a la barbarie, el Jmer Rojo documentaba cada caso, fotografiando a todos los hombres y las mujeres detenidos inmediatamente después de su detención, antes de la tortura, y luego tomaban fotos de algunos después de su salvaje interrogatorio.

    Algunas de las imágenes más terroríficas son las que ha creado Vann Nath, un pintor y ex preso en S-21, uno de los pocos que consiguió sobrevivir, debido a su talento y su capacidad para dibujar halagadores retratos de Pol Pot y los diversos funcionarios que estaban a cargo del centro de interrogatorios. Después de la invasión vietnamita, Vann Nath llevó al lienzo sus más aterradores recuerdos: un mosaico que representa la barbarie y la brutalidad sin sentido de los interrogadores; una madre cuyo bebé es asesinado frente a sus ojos, un hombre cuyas uñas han sido arrancadas con pinzas, una mujer a la que le han cortado sus senos.

    Pero en una conversación que tuvimos hace quince años incluso Van Nath insistió en que los Jmeres Rojos mataron a unas 200.000 personas en el transcurso del período en que estuvieron en el poder, una cifra que menciona también en su libro "En el infierno de la prisión de Tuol Sleng: La inquisición del Jmer Rojo en palabras e imágenes" (título original: "Retrato de una cárcel camboyana: un año en el S-21 de los Jmeres Rojos", White Lotus Press).

    Entre la mayor parte de los supervivientes jmeres con los que he hablado hay consenso en estimar que la mayoría de las personas no murieron a causa de la ideología comunista, ni por órdenes directas emitidas desde Phnom Penh con el fin de exterminar a millones de personas, sino porque los dirigentes y cuadros locales en las provincias perdieron los papeles, y acometieron venganzas personales contra la población urbana deportada y las "elites" a las que acusaron a la vez de los salvajes bombardeos americanos del pasado y del apoyo a la dictadura pro-occidental de Lon Nol, tan corrupto como feroz.

    No cabe duda de que la gran mayoría de aquellos que murieron durante este período (entre uno y dos millones de personas) fueron víctimas de los bombardeos de Estados Unidos, el hambre relacionada con esos bombardeos y el hecho de convertirse en desplazados interiores (aproximadamente 2 millones de personas se han convertido en refugiados dentro de su propio país, con falta de atención médica, alimentos y tener que soportar unas condiciones de vida abominables).

    Los medios de comunicación occidentales de gran audiencia no mencionan sino muy rara vez el hecho de que un número significativo de personas desaparecieron bajo el tapiz de bombas de Estados Unidos. Pero en el entorno universitario se sabía que desde mayo de 1969 la Fuerza Aérea de Estados Unidos había bombardeado secretamente Camboya utilizando B-52. A eso se le llamó "Operación Menú" (desayuno, comida, cena, merienda, postre y cena). E incluso hoy sabemos, por nuevas pruebas obtenidas por la desclasificación de documentos (en 2000 bajo el gobierno de Clinton), que la Fuerza Aérea ya había comenzado a bombardear las zonas rurales de Camboya, a lo largo de la frontera con Vietnam del sur en 1965 con el gobierno de Johnson. Los "Menús" que llegaron a continuación no fueron más que una escalada brutal en el asesinato en masa de civiles indefensos.

    Ante la derrota en Vietnam en 1973, se llevó a cabo un despiadado "tapiz de bombas" para apoyar el régimen de Lon Nol. El historiador David P. Chandler escribió: "Cuando al final del año el Congreso de Estados Unidos puso fin a la campaña militar, los B-52 habían lanzado más de medio millón de toneladas de bombas sobre un país con el cual Estados Unidos no estaba en guerra, más de dos veces el tonelaje lanzado sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial".

    La guerra en Camboya fue conocida como "la atracción" por los periodistas que cubrían la guerra de Vietnam y los políticos americanos en Londres. Sin embargo, los bombardeos americanos sobre Camboya superaron en intensidad a todo lo que se llevó a cabo en Vietnam; en 4 años mataron a casi 500.000 soldados y civiles en el territorio de este pequeño país. Como he mencionado anteriormente, esto también fue debido a que alrededor de 2 millones de refugiados habían huido del campo a la capital.

    La barbarie de los bombardeos, el desplazamiento de millones de personas y el resentimiento contra el régimen pro-occidental corrompido en Phnom Penh, allanaron el camino para la victoria de los Jmeres Rojos y una feroz campaña de venganza.

    No fue un "genocidio comunista"; el Imperio fue el que asesinó a millones de víctimas en Indochina, con total impunidad y sin ningún respeto por esa "despoblación"; la venganza ciega y brutal de aquellas personas desesperadas que lo habían perdido todo llegó después.

    Voy a la plaza del mercado, a un paso de los restaurantes, a 50 kilómetros de Phnom Penh, en el río Bassac. He llegado con mi chófer y un intérprete, que es un antiguo experto en remoción de minas y ha trabajado para el CMAC (centro camboyano de acción contra las minas).

    Estamos frente a dos ancianas, todas ellas septuagenarias y no muy de lejos de los 80 años.

    En Phnom Penh, casi nadie está dispuesto a hablar acerca de las atrocidades cometidas por Estados Unidos. Pero en todo el país, en el campo, la población aún está indignada y, al mismo tiempo, muy agradecida a todos aquellos que están dispuestos a escucharles.

    Puedo ver las lágrimas en los ojos de una de las mujeres. Su nombre es Tang Vilim, es una vendedora. Comienza su breve discurso, su lamento, hablando rápidamente, como si tuviera miedo de que paráramos y nos fuéramos a marchar:

    "Perdí a mis seres queridos durante el bombardeo de 1972. ¡Todavía siento rabia, indignación! Todavía estoy esperando respuestas, a pesar del tiempo transcurrido. Quiero saber por qué. ¿Por qué Estados Unidos lanzó aquellas bombas sobre nosotros. ¡Mataron a tanta gente sus bombas! Yo todavía lo recuerdo: era una mujer joven entonces, ahora tengo 76 años de edad. ¿Qué habíamos hecho? ¿Cuál fue nuestro pecado? Hasta ahora... hasta ahora, dondequiera que vaya, aquello ¡nunca me deja tranquila! Continúo planteándome a mí misma esas mismas preguntas en mi espíritu".

    Y el mismo lamento en la segunda anciana:

    "La gente todavía no entiende... Quieren saber por qué. ¡Quieren que el gobierno de Estados Unidos asuma su responsabilidad! Hay cráteres por todo el país. Algunos están llenos pero otros aún están abiertos. Este país está lleno de cráteres".

    Vamos más lejos, hasta la frontera con Vietnam; hasta el punto de cruce del río Bassac, en Chrey Thum.

    Justo al lado del puesto fronterizo hay varios cráteres, pero a los guardias no les gusta hablar de este asunto. Caminamos a lo largo de la frontera y mi guía se acuerda una vez más de la época en la que él trabajaba para las instituciones de desminado:

    "Camboya está plagada de bombas, 'granadas' y minas. Algunas datan de la época de los Jmeres Rojos, pero la mayoría son restos de aquellos tapices de bombas arrojadas por la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Usted puede encontrarlas por todas partes, desde aquí a las regiones occidentales del país, alrededor de Siem Reap y al norte..."

    Es comprensible, este tema es explosivo y siempre suscita arrebatos apasionados y lágrimas.

    A nuestro regreso a Phnom Penh, me acoje uno de los dirigentes del hotel La Plantation. Ya es de noche, pero había oido hablar de mi trabajo en el campo y ha decidido esperarme.

    "Creo que lo que ustedes hacen es muy importante", comienza. "Debemos tratar de entender por qué nuestro país ha sido bombardeado tan duramente. En mi pueblo natal cayeron tantas bombas, hay tantos cráteres. Se lo ruego, si usted tiene tiempo vaya allá: al pueblo de Chea Lea, en la comuna de Chealea, Bateay distrito, provincia de Kampong Cham..."

    Al otro extremo del mundo, en Toronto, Canadá, un eminente abogado internacional, Christopher Black, ha escrito este artículo en respuesta a lo que se ha dicho sobre las víctimas en Camboya:

    "Los procesos por crímenes de guerra contra los dirigentes del Jmer Rojo, que son promovidos por Estados Unidos, son juicios farsa para estigmatizar de nuevo a los comunistas y utilizarlos como chivos expiatorios para los millones de camboyanos que fueron asesinados por los bombardeos americanos sobre ese país. Lo que necesita el mundo es procesar a los dirigentes y funcionarios estadounidenses que cometieron crímenes de guerra al bombardear masivamente Vietnam, Laos y Camboya (tuvimos el Tribunal de Crímenes de Guerra de Bertrand Russell, en los años 70, pero no pudo ejecutar sus sentencias)".

    A finales de julio de 2014, el tribunal apoyado por las Naciones Unidas celebró una audiencia preliminar para dos antiguos altos dirigentes de los Jmeres Rojos: el Jefe de Estado, Khieu Samphan, de 83 años de edad, y Nuon Chea, de 88 años de edad, el brazo derecho de Pol Pot.

    Por supuesto, nadie es tan ingenuo como para esperar que los dirigentes de Estados Unidos puedan ser juzgados algún día por el asesinato de millones de personas en el conjunto de Indochina.

    Geoffrey Gunn, un eminente historiador australiano, autor de muchos libros sobre Asia y profesor emérito de la Universidad de Nagasaki, está dispuesto en la actualidad a resituar a los Jmeres Rojos en su contexto histórico.

    Para cerrar el período tal como sucedió, el 12 de julio de 2014, en una ceremonia a la que asistieron la Reina Mónica, viuda de Sihanuk, el actual Rey Sihamoni, el primer ministro, Hun Sen, los miembros del gabinete y diplomáticos extranjeros, las cenizas del padre del Rey fueron enterrados en una "stupa" [NdT: arquitectura budista que se encuentra en Asia, que es a la vez una evocación sin representación de Buda y un monumento para conmemorar su muerte. Muchas de estas estructuras contienen reliquias] del Palacio Real.

    Cuando condujo a su país a la independencia en 1954, la política exterior neutral de Sihanuk no resultó aceptable para Washington. Después del golpe de estado en Phnom Penh, en marzo de 1970, apoyado por Estados Unidos, el secretario de Estado americano Henry Kissinger y el presidente Richard Nixon desencadenaron sobre el campo y el pueblo de Camboya, la ofensiva de bombardeos más intensa y letal de la historia humana. Hasta el punto de que desde el cielo esta tierra, que normalmente es verde, parecía un paisaje lunar en ruinas un par de años después.

    En consecuencia, Sihanuk aprobó la guerrilla apoyada por el mundo rural (los Jmeres Rojos), teóricamente marxistas, pero fanáticos en su rabia hasta tal punto que convirtieron al país en un vasto "campo de masacres".

    La rueda de la historia ha girado, pero ¿cuáles son las lecciones que se pueden aprender si no es que hay que hacer justicia plenamente, no sólo en los tribunales extraordinarios (el "tribunal de genocidio" de Phnom Penh, apoyado por la ONU), sino también para acusar a todos los culpables, cualquiera que sea su origen.

    El libro de Albert J.Johnman, "El caso Camboya, genocidios contemporáneos: causas, casos, consecuencias", define el movimiento en los siguientes términos:

    "La ideología de los Jmer Rojos combina elementos del marxismo con una versión extrema de nacionalismo y xenofobia jmer. Se mezclan una idealización del imperio de Angkor (802-1431) y un miedo existencial por la supervivencia del estado camboyano, que históricamente había sido liquidado por las intervenciones de vietnamitas y siamesa..."

    Este "elemento marxista" se refiere principalmente a la cúpula de la organización, en particular a Pol Pot, que se había radicalizado en los cafés parisinos, aunque no es fácil saber hasta qué punto estaba bien versado en la teoría marxista. En general, el rendimiento académico en Francia había sido tan lamentable que nunca se había acercado, siquiera de lejos, a la obtención de un diploma, y se vio obligado a regresar a Camboya sin graduarse. A pesar de todo, como señala Geoffrey Gunn, algunos miembros del círculo de París, como Khieu Samphan, Hu Nim, Hu Yuon, Phou Chlou (el secretario de Pol Pot) fueron capaces de elaborar tesis sobre economía política; sin embargo, los Jmeres Rojos estuvieron lejos de ser versados en ninguna ideología.

    De mi entrevista con un eminente profesor de la Universidad de Beijing (que no quiere que su nombre aparezca) es claro que en realidad China nunca acogió la etiqueta de "maoísta" de los Jmeres Rojos sino de una manera muy restringida:

    "De alguna forma era vergonzoso... tanto su teoría y su práctica, tales como, por ejemplo, su decisión de enviarnos arroz mientras su propia gente moriría de hambre..."

    El antiguo director de "Reuters" en Irak, el periodista de investigación británico, Andrew Marshall, se estableció en Phnom Penh. Tiene una opinión clara acerca de los Jmeres Rojos y de la manera en que la propaganda occidental y asiática los presentaron, a sabiendas, de una manera distorsionada:

    "El movimiento Jmer Rojo jamás fue ni socialista ni comunista. Se creó sobre un auténtico odio de los pobres hacia las élites de Phnom Penh, que siempre les había tratado como basura. Y se construyó sobre un enorme resentimiento hacia Estados Unidos, que bombardearon Camboya como nunca antes ningún país había sido bombardeado. Fue un movimiento creado por la furia popular. Los que habían sido víctimas se convirtieron en verdugos, con el único deseo de destruir a las 'élites'. Las familias que habían sido aplastadas, asesinadas, querían venganza... Y cuando lo hicieron el Jmer Rojo se convirtió en el 'ejemplo' utilizado por las élites del sureste de Asia para demonizar el poder popular; ocurrió en Tailandia especialmente, pero no sólo allá".

    Finalmente, se desató una propaganda occidental sin restricciones, instrumentalizaron a los Jmeres Rojos hasta el punto de convertirlos en uno de los pilares de su cruzada anticomunista mundial.

    Una fuerza rural simple, ebrios de frustración, harapienta y sin ninguna instrucción, que no era otra que la fuerza de las víctimas del tapiz de bombas, de las torturas y desplazamientos forzados, los Jmeres Rojos fueron "elevados" a la categoría de máquina de matar comunista, tan mítica como perfecta.

    Sin embargo, la paradoja subsiste: no fue China ni ningún otro país comunista los amigos más cercanos de los Jmeres Rojos durante sus últimos años; fue Estados Unidos, entonces en plena Guerra Fría contra el bloque soviético, así como en plena guerra de terror contra Vietnam y Laos. Después de distanciarse del leninismo y abrazar, al menos teóricamente, el maoísmo, Washington dio a los Jmeres Rojos un apoyo diplomático pleno, así como otras formas de apoyo.

    Después de que Vietnam liberara Camboya, tras la ofensiva de la Navidad de 1978, salvando quizá millones de vidas, el gobierno de Estados Unidos adoptó una posición que resultó decisiva, "exigiendo el regreso del gobierno legítimo" a Phnom Penh. Ese gobierno legítimo no era otro, a los ojos de Washington, que el de los Jmeres Rojos.

    Sólo entonces se produjo la errónea invasión de castigo de Vietnam por China, seguida de la propaganda de antivietnamita, patrocinada por Occidente y, de hecho, fabricada por él.

    Lograron blanquear completamente los crímenes contra la humanidad que Estados Unidos había cometido en Camboya. Mientras en el campo las personas conservan la memoria todavía lúcida, Phnom Penh ha olvidado convenientemente todos esos crímenes.

    Mientras Andrew Marshall y yo estábamos almorzando juntos en Phnom Penh, con una estrella del periodismo local, la señora Bopha Phorn, Andrew le preguntó sin rodeos: "¿Que nación es la que el pueblo de Phnom Penh odia más?"

    Sin dudarlo respondió: "La vietnamita".

    Lo hago casi cada dos años. Vengo a Camboya y busco respuestas. Alquilo un coche y los servicios de un intérprete, y me hundo muy profundo en medio del campo.

    Casi nadie lo hace. La mayoría de los "trabajos universitarios", así como el enfoque de los "periodistas de investigación" se hace en los bares y oficinas de Phnom Penh, así como la mayoría de los trabajos similares sobre Indonesia, hechos en Yakarta y Bali.

    Fuera de la capital, la gente es abierta y está dispuesta a hablar. De hecho, tienen una necesidad desesperada de hablar. Y contrariamente a Phnom Penh, donde la gente sólo pregunta pero sufren para dar una respuesta, la gente de campo de Camboya sabe lo que tiene que contestar.

    En julio de 2014, mientras íbamos hacia Anlong Veng, hice un experimento: le peddí a mi amigo que nos detuviéramos en cualquier aldea a lo largo de la carretera, a unos 100 kilómetros de la capital. Sólo más tarde descubrí que el nombre de el lugar en donde habíamos interrumpido nuestro viaje esta vez era Prei Saak.

    Entramos en aquella humilde aldea y le pregunté a la primera mujer, que conocimos en un estrecho sendero que conduce al campo, si todavía había minas o bombas en la zona.

    "Por supuesto", contestó ella. Su nombre era Señora Leun. "Hace dos días volaron 8 minas. Una institución de desminado... Desde entonces se han encontrado más incluso. Aquí, los niños pueden llevaros".

    ¿Fue herido algún pariente suyo?

    "Mi marido tuvo un accidente. Y mi cuñado quedó herido. Estaba desbrozando un poco el bosque para la siembra de yuca y algo explotó bajo de sus pies, y ha perdido una pierna. Mi marido tenía la cara y el cuerpo destruido por una explosión, hace un par de años".

    Yo le pregunté si eran "granadas" estadounidenses que se conservan en los campos desde los bombardeos masivos de Camboya, o si se trata de minas de tierra dejadas por los Jmeres Rojos.

    No estaba segura. Pensó que se trataba de material americano, pero no podía estar segura de ello.

    Lo cierto es, por el contrario, es que casi cada ciudad y pueblo de este país sufre desde hace décadas, desde que que Estados Unidos lanzara su monstruosa campaña militar de desestabilización.

    En 2006 alquilé un coche robusto con conductor y traductor (la misma persona que desempeña las dos funciones al mismo tiempo) que me habían recomendado; tomamos dirección hacia el sur, sobre la ruta 3, y luego fuimos todavía más hacia el sur por la 31, tan lejos como nos llevara, y giramos a la izquierda, a Vietnam. No es el paso principal de la frontera, ni siquiera un pasaje que se les permite usar a los extranjeros. No hay ninguna carretera asfaltada aquí, sólo un camino de tierra con baches profundos, rodeado de campos de arroz, con pueblos miserables y búfalos acuáticos. Ningún otro coche más que el nuestro ha circulado por la zona; los lugareños van a pie o se desplazan en bicicletas antiguas. Como en 2014, cuando he visitado otros pasos fronterizos en las zonas rurales de Vietnam, llovía, y el suelo del coche raspaba contra la arena. Mi chófer juraba que no tenía ni idea de lo que estábamos haciendo en este rincón perdido y abandonado por Dios.

    Finalmente, llegamos al final de la carretera; un río perezoso, una ciudad tranquila, el último punto de control antes de la frontera, con un guardia somnoliento: Prek Kres. Pocos metros más allá estaban las casas de la primera aldea situada en territorio vietnamita.

    En el pasado comenzaron aquí las primeras escaramuzas entre los Jmeres Rojos y Vietnam, y es uno de los puntos por donde el ejército vietnamita invadió Camboya, sin duda, salvando a varios millones de personas de una muerte segura, como ya he mencionado anteriormente. Pero entonces Occidente decidió considerar esta acción como una invasión y una ocupación, invirtiendo todos los hechos. En el clima de guerra fría que imperaba en ese momento, y desde el punto de vista de sus intereses geopolíticos, para Estados Unidos fue preferible sacrificar un par de millones de vidas camboyanas más que permitir ningún tipo de influencia vietnamita (y soviética) en la región.

    No tuve problemas para encontrar al Señor Sek Cuuin, el alcalde de Prek Kres. Nos sentamos en la mesa, fuera de su casa, y parecía feliz de compartir sus recuerdos.

    "Este enorme charco de agua que se ve en el medio de la carretera, es lo que queda del tapiz de bombas de los americanos", explicó. "Rellenamos el hueco pero cuando llueve siempre hay un charco de agua en este lugar, no sé por qué. Esta zona fue intensamente bombardeada durante la guerra por los B-52. Si usted se introduce en el campo podrá ver pequeños lagos en todas partes. Es lo que sucede tras las lluvias intensas. Esos lagos son cráteres de bombas".

    Nos dimos una vuelta por el pueblo. Nos observan niños con los pies descalzos. La gente se reúne, pregunta qué diablos nos ha traído hasta aquí. Junto a un muelle primitivo hay vehículos de fortuna estacionados completamente tuneados para ser descargos de un barco mercante a otro una tradicional.

    "Aquí siempre ha habido problemas", explica el alcalde. "Hubo escaramuzas fronterizas, bajo el régimen de Lon Nol y también después, cuando los Jmeres Rojos tomaron el poder en 1975. Vivían 700 familias en esta ciudad; de ellos 400 fueron reasentados a la fuerza en otro lugar. Cuando los Jemeres Rojos llegaron, salté al río y nadé para salvar mi vida. La mayoría de las 300 familias que se quedaron intentaron huir a Vietnam, y Prek Kres se convirtió en un pueblo fantasma, un puesto de avanzada del ejército de los Jmeres Rojos, que comenzaron a atacar a los pueblos vietnamitas más allá de la frontera".

    "El ejército vietnamita cruzó esta frontera en 1979. Poco importa lo que digan ahora, casi todo el mundo fue feliz y dio la bienvenida a sus tropas. Aquellos que habían sobrevivido y habían permanecido en esta ciudad simplemente se alinearon a lo largo de la carretera y agitaron el brazo para animar a los soldados vietnamitas, y lloraron. Toda la región -el país entero- había quedado asolado, destruído por los Jmeres Rojos, como antes que ellos lo había sido por los bombardeos de Estados Unidos y por el desplazamiento de los refugiados. Los vietnamitas preservaron a esta nación de una aniquilación completa. Y cuando tomaron Phnom Penh, era obvio que los asesinatos en masa y la tortura iban a terminar. Pero ya sabe Usted lo que sucedió después; el reconocimiento se evaporó y el nacionalismo ganó terreno. Y los países extranjeros insistieron en que no fue una liberación sino una ocupación. Si usted repite lo que los dirigentes quieren escuchar, a usted le pagan. Pero puede Usted preguntar a cualquiera, excepto a los miembros de los Jmeres rojos, lo que sentían en 1978 y 1979: quedaron en libertad, fuimos salvados y, de repente, nos dimos cuenta de que podíamos sobrevivir".

    Pregunté al alcalde cómo comparaba en la actualidad a Vietnam con Camboya. Después de todo, sobre el papel, Camboya es un ejemplo de éxito, la democracia pluripartidista. Él sonrió irónicamente:

    "Sí, ahora tenemos muchos partidos políticos. Pero los partidos políticos no se comen, no llenan el estómago. Aquí todo está corrupto. El gobierno vietnamita ha logrado ofrecer un bienestar mayor a sus habitantes. Especialmente a los que son pobres, y en esta parte del mundo, casi todo el mundo es pobre. Todo lo que puedo decirle es que cuando tenemos hambre o estamos enfermos, no vamos a Phnom Penh, cruzamos la frontera y nos vamos a Vietnam. Ellos saben que somos jmeres pero no les importa; nos ayudan. Allá ellos creen que deben ayudar a quienes tienen hambre o están enfermos, independientemente de su nacionalidad. La gente de allí tiene un gran corazón".

    Ahora estamos en 2014 y le planteo una pregunta a mi amigo Song Heang, mientras viajamos por la noche, a través de la campiña del oeste de Camboya.

    "Dime: ¿mataron los soldados vietnamitas a los camboyanos en 1978 y 1979?"

    "Sí", contestó él.

    "¿Mataron a muchos?"

    Permanece en silencio durante un buen rato. Reflexiona: "Era una guerra... Pero sinceramente: no, no muchos. Hubo un par de combates... La norma de los vietnamitas fue la de no atacar a los civiles".

    "Entonces, ¿por qué?", pregunté. Pero los dos sabíamos que se trataba de una pregunta retórica.

    En un momento dado, cuando nos acercamos a la medianoche, nos detuvimos en un oscuro pueblo para comprar agua y algo de frutas de la región.

    Algo se rompe en Song Heang, y de repente comienza a hablar con voz alterada, movido por una emergencia:

    "Usted no entiende, no sabe hasta qué punto este país es terrible en realidad... hasta qué punto se convirtió en terrible. Los ricos son tan ricos. Mientras que los pobres son tan pobres, y ahora no tienen ninguna educación, están en la ignorancia más absoluta, hasta el punto de que no saben nada de la corrupción y el hedonismo de las 'élites' en Phnom Penh. Una vez más la situación vuelve a ser similar a la de hace más de cuatro décadas. ¿Sabe lo que son las escuelas de aquí? A veces sólo hay un profesor para una clase de 100 alumnos. Y a la atención médica: aquí es simple, si usted es pobre, usted va a morir. Y algunas de nuestras 'familias tradicionales': amputan las piernas y los brazos a sus hijos, de sus bebés, y los llevan a través de la frontera, con esas terribles heridas e infectados, a Bangkok, a mendigar".

    Durante un rato seguimos en silencio.

    "¿Qué tipo de Camboya quieres?", le pregunto.

    "Una Camboya donde los niños reciban una educación gratuita y de calidad, donde las personas reciban atención médica gratuita, donde la cultura sea importante y apoyada por el Estado, donde las personas sean iguales..."

    "Es el socialismo", le digo. "Estamos hablando de una Camboya socialista o comunista..."

    Él vacila. "¿De verdad?"

    "Sí. Eso es lo que estamos tratando de construir en toda América Latina, en China..."

    "Pero eso no es lo que los Jmeres Rojos trataron de lograr, ¿no?"

    "Por supuesto que no", me responde.

    Afuera se hace de noche.

    "Ya veo... Eso no es lo que nos dice Occidente... Así que... según parece... todo está jodido", concluye.

    Estoy de acuerdo con él.

    Nos detenemos en el siguiente pueblo, vamos a comprar cerveza Angkor, y allí, en el arcén de la carretera, nos hacemos más filósofos, a la antigua manera de los soviéticos.

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    Mensaje por stalinnosaviso Vie Ene 16, 2015 3:26 am

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    Mensaje por NacionalComunista Miér Ene 28, 2015 6:17 am

    ¿Alguien tiene el libro "Cambodia: Starvation and Revolution. George Hildebrand and Gareth Porter" en castellano?
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    Mensaje por Lin Piao Miér Sep 09, 2015 5:21 pm

    Que grande no tenía ni idea de los datos auténticos sobre Pol Pot y los Jemeres rojos sobre Camboya, muchas gracias acción comunista , por esta valiosa información.
    Viva Kampuchea¡¡¡ :estrella:
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    Mensaje por Danko Miér Ago 07, 2019 1:25 am

    El genocida Pol Pot y su régimen, que en no pocas ocasiones han querido atribuirlo a la historia del movimiento comunista, pero tan solo fue un criminal aliado de Estados Unidos y Occidente que fue aplastado por los comunistas vietnamitas con apoyo de la URSS y del campo socialista, mientras que era armado y protegido por los países occidentales y la complicidad de China.

    Fachas y liberales hablan sobre las barbaridades del régimen de Pol Pot, pero fueron los comunistas quienes lo aplastaron, mientras que fueron los países capitalistas quienes lo financiaron y miraron hacia otro lado, y fue nada menos que el gobierno de Margaret Thatcher quien le apoyó en su exilio en Tailandia.

    Con esto queda demostrado que a EEUU no le importan las ideologías: es un complejo financiero-militar-industrial que sólo lucha por sus intereses y hegemonía mundial, y para mantener sus intereses son capaces de aliarse con cualquiera dependiendo de las circunstancias (siendo que el mismo Pol-Pot era abiertamente anti-imperialista y los norteamericanos antes habían apoyado a Lon-Nol). Y en aquellos tiempos la política exterior de Estados Unidos no era anticomunista, sino anti-sovietica, que son dos cosas totalmente distintas.
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    Mensaje por Taylor Rivero TGSC Jue Ago 22, 2019 3:45 am

    Alv, no sabía nada sobre eso. Buen post

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